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Mensajes del libro «Estudio-Vida de 1 Pedro»
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Mensaje 17

EL CRECIMIENTO EN VIDA Y SUS RESULTADOS

(3)

  Lectura bíblica: 1 P. 2:4, 6-8

  En 1 Pedro 2:4 dice: “Acercándoos a Él, piedra viva, desechada por los hombres, mas para Dios escogida y preciosa”. Hemos señalado que una piedra viva no solamente posee vida, sino que también crece en vida. La piedra viva mencionada en el versículo 4, es Cristo quien es útil para el edificio de Dios. Aquí Pedro hace un cambio de metáfora, pues después de hablarnos de la simiente, la cual pertenece al reino vegetal (1:23-24), nos habla de una piedra. La simiente sirve para plantar vida, mientras que la piedra es útil para edificar (2:5). El pensamiento de Pedro pasa de la siembra de la vida al edificio de Dios. Con respecto a nosotros, Cristo es la simiente que nos imparte vida; pero, con respecto al edificio de Dios, Cristo es la piedra. Después de recibirle como la simiente de vida, necesitamos crecer para experimentarle como la piedra que vive en nosotros. De este modo, Él también hará de nosotros piedras vivas que son transformadas con Su naturaleza pétrea, a fin de poder ser edificados junto con otros como casa espiritual, sobre Él mismo como el fundamento y la piedra angular (Is. 28:16). Veamos ahora lo que Pedro dice en los versículos del 6 al 8 acerca del Cristo que es la piedra del edificio de Dios.

CRISTO FUE ESCOGIDO POR DIOS

  En 1 Pedro 2:6, donde se cita Isaías 28:16, dice: “Por lo cual también contiene la Escritura: ‘He aquí, pongo en Sion una piedra angular, escogida, preciosa; y el que cree en Él, jamás será avergonzado’”. Aunque esta piedra viva fue rechazada por los líderes del pueblo de Dios, ella fue escogida por Dios. Esta elección, en la cual Dios escogió a Cristo como piedra viva, tiene dos aspectos. Primero, como hemos visto, Cristo fue escogido por Dios en la eternidad pasada. Ésta fue la primera ocasión en que Dios lo escogió. Luego, Dios escogió a Cristo por segunda vez en la resurrección. La resurrección es una prueba contundente de que Dios escogió a Cristo. Esta segunda elección fue una confirmación de la primera elección que Dios hizo. Por consiguiente, en resurrección Dios confirmó que había escogido a Cristo en la eternidad pasada.

  Mientras Cristo estaba en la cruz, Él aparentemente había sido rechazado por Dios. Para los fariseos y para cuantos se opusieron a Él, la crucifixión de Cristo era una señal de que Dios le había rechazado. Según Mateo 27:42 y 43, los principales sacerdotes, con los escribas y los ancianos, dijeron: “Es Rey de Israel; que descienda ahora de la cruz, y creeremos en Él. Ha confiado en Dios; que Él le libre ahora si le quiere; porque ha dicho: Soy Hijo de Dios”. Lucas 23:35 dice: “Y los gobernantes también se mofaban, diciendo: A otros salvó; sálvese a Sí mismo, si éste es el Cristo de Dios, el Escogido”. Los líderes religiosos pensaban que Dios había rechazado a Cristo. Sin embargo, al tercer día, Cristo resucitó, y esa resurrección fue una señal de que Dios le había escogido, fue una prueba de que Dios lo había elegido para que fuera la piedra de Su edificio.

  Desde el momento de la resurrección de Cristo, a Él se le ha considerado lo más preciado. La palabra griega traducida “preciosa” en el versículo 6, que es la misma palabra que se usa en el versículo 4, también significa honorable. Difiere de la palabra griega traducida “preciosa” hallada en 1:19. Aquélla denota preciosidad en esencia; ésta denota una preciosidad que el hombre reconoce y tiene en alta estima.

  La afirmación “he aquí, pongo en Sion una piedra angular, escogida” se refiere no solamente a la resurrección de Cristo, sino también a Su ascensión. Después de que Dios resucitó a Cristo, le hizo ascender a los cielos. Por consiguiente, la ascensión de Cristo fue otra señal y confirmación de que Dios le había escogido.

  El Sion del que se habla en 2:6 no es el Sion terrenal, sino el Sion que está en los cielos. En el Nuevo Testamento hay dos Siones, uno el terrenal, y otro el celestial. El Sion terrenal es un reflejo del Sion celestial. El pueblo judío podrá tener un Sion terrenal; pero nosotros los cristianos, quienes creemos en Cristo, tenemos un Sion celestial. Por esta razón, nosotros no nos acercamos a un Sion terrenal, sino a un Sion celestial (He. 12:22).

  La elección que Dios hizo de Cristo en la eternidad pasada no fue vista por nadie, ni siquiera por los ángeles. Cuando Dios escogió a Cristo, nada había sido creado, pues esa elección se efectuó antes de la fundación del mundo. Sólo Dios sabía que Cristo era Su Escogido. Pero esta elección se hizo manifiesta en la resurrección y ascensión de Cristo. Poco después de la ascensión de Cristo, Pedro comprendió claramente que Cristo era el Mesías escogido por Dios. Ésta es la razón por la cual Pedro dijo a los líderes religiosos en Hechos 4: “Sea notorio a todos vosotros, y a todo el pueblo de Israel, que en el nombre de Jesucristo el nazareno, a quien vosotros crucificasteis y a quien Dios resucitó de los muertos, en Su nombre está en vuestra presencia sano este hombre. Este Jesús es la piedra menospreciada por vosotros los edificadores, la cual ha venido a ser cabeza del ángulo. Y en ninguno otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos” (vs. 10-12). No hay salvación en ningún otro nombre, porque Dios escogió a Cristo, y esta elección fue manifestada y confirmada por la resurrección y ascensión de Cristo.

  Al igual que los demás apóstoles, Pedro podía testificar que había visto al Cristo resucitado. Además, todos ellos habían sido testigos de Su ascensión. Estos dos actos, la resurrección y la ascensión, comprueban y confirman que Jesús de Nazaret es Aquel a quien Dios escogió como la cabeza del ángulo del edificio de Dios.

  Puesto que Cristo es el Escogido, ahora a Él se le tiene en alta estima. Cristo no sólo está en gloria, sino que además está en el trono a la diestra de Dios. Esto significa que Él ocupa una posición de honra. Debido a que Cristo está ahora en tal honorable posición, Él es precioso, altamente estimado.

  En 1 Pedro 2:6 dice también que el que cree en Cristo jamás será avergonzado. Cristo es fidedigno, estable y firme. Podemos depositar nuestra confianza en Él y estar seguros de que jamás seremos avergonzados.

LA PIEDRA RECHAZADA LLEGA A SER LA CABEZA DEL ÁNGULO

  En el versículo 7 Pedro dice además: “Para vosotros, pues, los que creéis, Él es lo más preciado; pero para los que no creen, ‘la piedra que los edificadores desecharon, ha venido a ser la cabeza del ángulo’”. La palabra griega traducida “lo más preciado” es similar a la que se tradujo “preciosa” en los versículos 4 y 6. El propio Cristo escogido por Dios como piedra, más aún, como la piedra angular que Dios considera preciosa, es lo más preciado para Sus creyentes; en cambio, para los incrédulos, Él es una piedra rechazada y menospreciada. La preciosidad de Cristo no sólo tiene que ver con Su condición, sino también con la posición que Él ocupa. El hecho de que Él sea precioso significa que Él es tenido en alta estima, es decir, que ocupa una posición honorable.

  En este versículo se nos dice que los edificadores rechazaron a Cristo, la piedra viva. Estos edificadores eran los líderes del judaísmo, a quienes les correspondía edificar la casa de Dios. Ellos rechazaron totalmente a Cristo, tal y como el Señor lo predijo (Mt. 21:38-42). Sin embargo, Cristo llegó a ser la cabeza del ángulo en la resurrección. Como hemos dicho, Pedro ya les había anunciado esto a los judíos en sus primeras predicaciones.

  Para los incrédulos, Cristo es la piedra rechazada por los edificadores. Sin embargo, esta piedra rechazada ha venido a ser la cabeza del ángulo. Por lo tanto, Cristo es la piedra en dos aspectos. Con respecto a Él como la piedra del edificio de Dios, vemos el aspecto del honor y también el aspecto del rechazo; por un lado, Cristo fue rechazado, y por otro, Él fue honrado. Él fue rechazado por los edificadores judíos, pero fue honrado por Dios.¿Cómo sabemos que Cristo fue rechazado por los líderes judíos? Lo sabemos por el hecho de que ellos lo clavaron en la cruz. Fue así como ellos manifestaron su rechazo. ¿Cómo sabemos que Cristo fue honrado por Dios? Lo sabemos por el hecho de que Dios le resucitó y le exaltó. Por consiguiente, la resurrección y la exaltación de Cristo son señales contundentes de que Dios lo escogió y le dio honra.

UNA PIEDRA DE TROPIEZO Y UNA ROCA DE ESCÁNDALO

  En el versículo 8 Pedro añade: “Y: ‘Piedra de tropiezo, y roca de escándalo’, porque tropiezan en la palabra, siendo desobedientes; para lo cual fueron también puestos”. Cristo no es solamente una piedra que ha sido rechazada y honrada, sino además una piedra de tropiezo y una roca de escándalo. El Cristo confiable, al ser rechazado, vino a ser una piedra de tropiezo en la cual tropezaron los judaizantes que le rechazaron (Mt. 21:44a). Cristo, como la piedra, cumple una función tanto positiva como negativa. Para nosotros, Él es la piedra del ángulo; pero para los judíos que no creen, Él es una piedra de tropiezo y una roca de escándalo.

LOS QUE TROPIEZAN EN LA PALABRA

  En el versículo 8 Pedro habla de aquellos que “tropiezan en la palabra, siendo desobedientes; para lo cual fueron también puestos”. ¿Quiénes son los que tropiezan en la palabra? Aunque no se nos dice claramente quiénes son, la respuesta se halla implícita; es decir, es muy posible que Pedro, al hablar de aquellos que “tropiezan en la palabra”, se estuviera refiriendo a cualquiera de los que tropiezan. Si nosotros tropezamos en la palabra, entonces somos parte de los que tropiezan. Por lo tanto, esta frase incluye a todos aquellos que, a lo largo de las generaciones, han tropezado en la palabra.

  Ahora debemos preguntarnos cuál es la palabra en la que tropiezan las personas. Ciertamente no es la palabra mencionada en 2:2, la cual contiene la leche dada sin engaño, sino, más bien, la palabra que Pedro cita en los versículos del 6 al 8, con respecto a una piedra escogida, una piedra angular considerada preciosa, la cual había sido puesta en Sion. También se refiere a la palabra acerca de la piedra que los edificadores rechazaron, la cual vino a ser la cabeza del ángulo (v. 7). Además, incluye lo dicho en el versículo 8, con respecto a que esta piedra es piedra de tropiezo y roca de escándalo. Ésta es la palabra en la que pueden tropezar las personas.

  Hoy, debido a la atmósfera que se vive en el recobro del Señor, nos es fácil creer en tal palabra. Pero los judíos de la época del Señor Jesús y de los apóstoles, no creían en ella. Ellos consideraban que era imposible que Jesús de Nazaret fuera la cabeza del ángulo. En lugar de creer en esta palabra, los líderes judíos y los rabinos argumentaron contra ella. Todo aquel que no crea esta palabra, tropezará en ella.

  No debemos pensar que es imposible que los cristianos tropiecen en la palabra, pues ha habido muchos cristianos que han tropezado en ella. A ellos se les hace difícil creer que el Señor Jesús pueda ser tan estricto o tan rígido. En ocasiones hemos hablado con ciertos creyentes acerca de que Cristo es tanto la piedra de edificación como la piedra de tropiezo, a lo que han contestado: “No, el Señor Jesús es misericordioso. Él jamás sería una piedra de tropiezo o una roca de escándalo. El Señor tiene un corazón muy amplio; Él no es tan estrecho como ustedes. Ustedes piensan que son los únicos que tienen la razón. Ustedes son estrechos, pero el Señor Jesús no lo es”. Sin embargo, si somos así de amplios, no creeremos esta palabra. No creeremos, por un lado, que Cristo es la piedra de edificación, y por otro, que Él es la piedra de tropiezo. Son muchos los cristianos que han tropezado en esta estricta palabra. Los líderes judíos no han sido los únicos que han tropezado en ella.

  ¿Había pensado usted alguna vez que Cristo pudiera ser intencionalmente una roca de escándalo? Debemos ser cuidadosos al respecto y preguntarnos si creemos esta palabra. Si no la creemos, eso significa que tropezamos en ella. En tal caso el Señor será automáticamente un tropezadero para nosotros. Tropezamos en tal palabra porque, en nuestra opinión, es demasiada estrecha y estricta.

UNA PIEDRA QUE DESMENUZA

  No debemos pensar que Pedro, por la manera en que escribió 2:6-8, fue demasiado estricto. De hecho, el Señor Jesús fue el primero en proferir tales palabras. En Mateo 21:42 Él preguntó a los líderes religiosos: “¿Nunca leísteis en las Escrituras: ‘La piedra que rechazaron los edificadores ha venido a ser cabeza del ángulo. El Señor ha hecho esto, y es cosa maravillosa a nuestros ojos’?”. Luego, en el versículo 44, añadió: “Y el que caiga sobre esta piedra se despedazará; y sobre quien ella caiga, le hará polvo y como paja la esparcirá”. “El que caiga sobre esta piedra” se refiere a la persona que tropieza por causa de Cristo, y “sobre quien ella caiga” se refiere a las naciones a las cuales Cristo herirá a Su regreso.

  Aquí vemos que el Señor Jesús habla de otro aspecto de Sí mismo como la piedra. Él no solamente es la piedra de edificación y la piedra de tropiezo, sino también la piedra que desmenuza, la piedra que aplasta. Como la piedra que desmenuza, Él hará polvo a los que se oponen. Este aspecto de Cristo se menciona en Daniel 2:34-35. Estos versículos nos revelan que cuando el Señor Jesús regrese, Él hará polvo a todas las naciones que se oponen a Él.

EL RESULTADO DE TROPEZAR EN LA PALABRA

  Pedro dice en el versículo 8 que los que tropiezan en la palabra son desobedientes y que esta desobediencia es algo “para lo cual fueron también puestos”. Esto se refiere a la desobediencia de los judíos, la cual dio por resultado que ellos tropezaran.

  Los que tropiezan en la palabra han sido puestos por Dios para desobedecer. Su porción es la desobediencia. Si alguien no cree lo que la Biblia dice acerca de Cristo, esa persona tropieza en Él. El resultado espontáneo de no haber creído y de haber tropezado, será la rebelión. Esto es desobediencia. Por consiguiente, la desobediencia llega a ser la porción asignada a dicha persona. De hecho, esto es bastante lógico. Cualquiera que no crea en la palabra, tropezará en ella y más tarde cosechará el fruto, la siega, de lo que ha sembrado. Tal persona siembra incredulidad, y después cosecha desobediencia como su porción asignada. Éste es un principio rector que es tanto espiritual como fundamental: siempre que haya incredulidad en nosotros, segaremos desobediencia. Si en usted hay incredulidad, con el tiempo cosechará rebelión. Esto significa que usted se volverá una persona rebelde. Esto no sólo se aplica a los judíos, sino también a los cristianos, incluyendo a los que están en el recobro.

  Tanto en China como en este país, he visto que la desobediencia y la rebelión son la porción asignada a aquellos que no creen en la palabra y que tropiezan en ella. Ningún cristiano tropezaría en la palabra de gracia del Señor. Si escuchamos que el Señor es misericordioso, lleno de gracia y bondad, que hace llover sobre los justos y sobre los injustos, nadie tropezaría en palabras de gracia como éstas. La Biblia, sin embargo, contiene también palabras que son estrictas y severas. La piedra de edificación, la cabeza del ángulo, es también la piedra de tropiezo y la roca de escándalo. Es posible que algunos que son indisciplinados y descuidados no crean en tales palabras, y digan: “No, Cristo no es tan estrecho. Mientras yo crea en el Señor Jesús, puedo escoger el camino que prefiera con respecto a la iglesia. ¿Por qué tengo que estar en el recobro? El Señor Jesús no es estrecho como ustedes”. Con el tiempo, el resultado de no creer en las palabras estrictas del Señor y de tropezar en ellas, será la desobediencia, la rebelión. Quienes más se oponen a nosotros ahora son aquellos que sufren de esa rebeldía. Ellos han sido puestos para esto mismo. Es necesario que veamos que detrás de esto hay un principio rector. Y el principio es el siguiente: si en nosotros hay esta clase de incredulidad, la cosecha que segaremos será la desobediencia, y esa desobediencia es rebelión.

  Al leer 1 Pedro 2:4-8, tal vez pensemos que no era necesario que Pedro incluyera los versículos 6, 7 y 8, o al menos consideremos innecesarios los versículos 7 y 8. Quizás nos parezca que el versículo 4 hubiera sido suficiente, especialmente en lo que al edificio de Dios se refiere. Sin embargo, Pedro continuó escribiendo los versículos del 6 al 8, a fin de presentarnos un cuadro completo de Cristo como la piedra.

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