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Mensajes del libro «Estudio-Vida de Filipenses»
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Mensaje 21

CONOCER A CRISTO, EL PODER DE SU RESURRECCION, Y LA COMUNION EN SUS PADECIMIENTOS

  Lectura bíblica: Fil. 3:8-11; Ef. 1:19-20; Ro. 1:4; Mt. 20:22-23; Col. 1:24; 2 Ti. 2:11

  Si deseamos entender Filipenses 3:8-11, debemos prestar especial atención a la manera en que fueron escritos estos versículos. En griego, tales versículos componen una frase larga. El verbo conocer, que aparece al comienzo del versículo 10, está en infinitivo y se relaciona con las frases “ganar a Cristo” y “ser hallado en El”. Esto quiere decir que conocer a Cristo es el resultado de ser hallado en El. Las palabras que se encuentran entre “ser hallado en El”, en el versículo 9, y “a fin de conocerlo”, en el versículo 10, describen la condición en la que Pablo anhelaba ser hallado en Cristo. El estaba dispuesto a perderlo todo y a tenerlo por basura para ganar a Cristo y ser hallado en El, a fin de conocerlo. El pensamiento del apóstol aquí es que, para conocer a Cristo, debemos primero ser hallados en El. Además, la condición para que seamos hallados en El es que estimemos todas las cosas como pérdida, por la excelencia del conocimiento de Cristo, y que luego lo perdamos todo y lo tengamos por basura. Solamente cuando obtenemos la excelencia del conocimiento de Cristo, es decir, cuando somos regidos por la visión del valor supremo y el mérito sobrepujante de Su persona, entonces estamos dispuestos a perderlo todo y tenerlo por basura. Entonces ganaremos a Cristo y seremos hallados en El, es decir, seremos personas que viven en Cristo y que son halladas siempre en El. Una vez que seamos hallados en El, ciertamente lo conoceremos.

LA REVELACION Y LA EXPERIENCIA

  Pablo no tenía su propia justicia, sino la justicia que proviene de Dios, porque su meta era conocer por experiencia a Cristo, el poder de Su resurrección y la comunión en Sus padecimientos. La excelencia del conocimiento de Cristo, mencionada en el versículo 8, viene por revelación. Pero conocerlo conforme al versículo 10 se basa en la experiencia, es decir, es un conocimiento que se adquiere al experimentarle en el pleno conocimiento de El. Pablo primero recibió la revelación de Cristo, y luego buscó experimentarlo, es decir, conocerlo y disfrutarlo en su experiencia.

  Una vez que hemos adquirido la excelencia del conocimiento de Cristo, estamos dispuestos a estimar todas las cosas como pérdida y a tenerlas por basura, para ganar a Cristo y ser hallados en El. Como resultado, conoceremos a Cristo de manera experimental. Por consiguiente, el versículo 9 es el resultado del versículo 8, y el versículo 10, el resultado del versículo 9. Sin la excelencia del conocimiento de Cristo (v. 8), no podemos ser hallados en El, porque es precisamente la excelencia de Su conocimiento la que nos permite estimar todas las cosas como pérdida y tenerlas por basura para ganar a Cristo y ser hallados en El. Luego, una vez que hayamos ganado a Cristo y seamos hallados en El, lo conoceremos, es decir, lo disfrutaremos y lo experimentaremos.

  Ganar a Cristo es una cosa, y experimentarlo es otra. Por ejemplo, sabemos bien que existe una diferencia entre comprar alimentos y comerlos después de preparados. De modo semejante, ganar a Cristo es como comprar los alimentos, y experimentarlo es como prepararlos y comerlos. Desde luego, antes de comprar los alimentos necesitamos adquirir la excelencia del conocimiento de ellos. Antes de comprar cualquier cosa, primero somos atraídos por la excelencia del conocimiento de dicha cosa. Primeramente, recibimos la excelencia del conocimiento de ciertos alimentos; luego, los adquirimos comprándolos; y finalmente, los disfrutamos al comerlos. De la misma manera, Pablo primero recibió la excelencia del conocimiento de Cristo; después pagó un precio para ganarlo y ser hallado en El, y finalmente, experimentó a Cristo y lo disfrutó. El sabía que ganar a Cristo y ser hallado en El es lo que automáticamente nos permite conocerlo, disfrutarlo y experimentarlo.

UN CONOCIMIENTO SUPERIOR DE CRISTO

  La experiencia que tenemos de Cristo jamás puede sobrepasar a la excelencia de nuestro conocimiento de El. En cambio, la excelencia de nuestro conocimiento de Cristo siempre está por encima de nuestra experiencia de El. Nunca se ha dado el caso en que la experiencia que un cristiano tiene de Cristo supere a su conocimiento de El. Si nuestro conocimiento de Cristo no aumenta, nuestra experiencia de El tampoco podrá aumentar. Es por eso que no debemos permitir que nos limite el conocimiento de Cristo que hayamos recibido en el pasado.

  Tal vez ya sepamos que Cristo es gozo, paz y descanso. Antes de ser salvos, no teníamos esta paz. Pero una vez que recibimos al Señor, obtuvimos paz y gozo. De ninguna manera pretendo menospreciar estos aspectos de nuestro conocimiento de Cristo. Yo también disfruto al Señor Jesús como mi paz, mi descanso y mi gozo. Sin embargo, no debemos conformarnos con un conocimiento limitado de Cristo, sino aspirar continuamente a conocerle más. ¡Cuánto necesitamos la excelencia del conocimiento de Cristo!

  La excelencia del conocimiento de Cristo nos atraerá hacia El y nos animará a poner a un lado todo lo demás. Si descubrimos el valor incomparable de Cristo, estimaremos como pérdida, no sólo las cosas mundanas y materiales, sino también nuestra cultura, nuestra religión y nuestra filosofía. Repito que es la excelencia del conocimiento de Cristo la que nos permitirá abandonarlo todo, a fin de ganar a Cristo y ser hallados en El.

NUESTRA DEFICIENCIA EN VIVIR A CRISTO

  Nuestra vida diaria testifica lo que somos y dónde nos encontramos en cuanto a nuestra experiencia de Cristo. Tal vez hablemos mucho de Cristo, y no estemos en El en nuestra vida diaria. Quizás seguimos viviendo conforme a nuestra cultura o filosofía nacional, o según nuestra lógica regional. Cuando estamos en las reuniones de la iglesia o con los hermanos, tal vez tengamos mucho de qué hablar de Cristo. No obstante, en nuestra vida diaria, aún nos encontramos en nuestra filosofía nacional, en nuestra lógica regional o en los conceptos que hemos heredado de nuestros padres.

  En los años que llevamos en el recobro del Señor, hemos aprendido que el Señor es el Espíritu todo-inclusivo, y que nosotros somos un solo espíritu con El. El Señor es hoy el Espíritu que mora en nuestro espíritu. Sabemos esto de una manera doctrinal, pero en nuestra vida diaria no somos un solo espíritu con el Señor la mayor parte del tiempo. En lugar de esto, vivimos en nuestra cultura. Es posible que oremos así: “Señor, te agradecemos porque eres el Espíritu vivificante, y porque somos un solo espíritu contigo”, y no nos ejercitemos en vivir a Cristo cada día y momento a momento. Esto demuestra que no ponemos en práctica el hecho de ser un solo espíritu con El.

  Hace poco, el Señor me mostró mi carencia en cuanto a vivirlo a El. Esto es lo que más le confieso a El. Día tras día paso muy poco tiempo siendo un solo espíritu con el Señor. La mayor parte del tiempo la paso en muchas otras cosas que, aunque son buenas, no son Cristo mismo. Puesto que esta es la condición de la mayoría de nosotros, necesitamos la misericordia del Señor.

  Tanto el Señor como nosotros hemos llegado a un punto crítico. La situación en la que nos encontramos hoy es muy delicada. Es cierto que tenemos la visión de que Cristo es nuestra vida, que El es el Espíritu vivificante y que somos un solo espíritu con El, y hablamos mucho acerca de Cristo. Pero por otra parte, no vivimos a Cristo todo el tiempo en nuestra vida diaria y los demás no nos hallan siempre en Cristo. Probablemente estamos muy familiarizados con Filipenses 3:7-10. Pero la pregunta es: ¿Cuánto hemos ganado de Cristo? ¿Cuánto de nuestro tiempo estamos en Cristo, de modo que los demás nos hallen en El? ¿Qué tanto de Cristo conocemos de manera experimental? Debido a nuestra urgente necesidad de experimentar a Cristo, no tengo ningún interés en impartirles enseñanzas bíblicas en estos mensajes. Mi carga consiste más bien en ministrar Cristo a los santos para que ellos puedan crecer en la vida divina, que es Cristo mismo, y puedan así avanzar en la experiencia y en el disfrute de Cristo.

EXPERIMENTAR A CRISTO EN EL PODER DE SU RESURRECCION

  En Filipenses 3:10 leemos: “A fin de conocerle, y el poder de Su resurrección, y la comunión en Sus padecimientos, configurándome a Su muerte”. Este versículo muestra que Pablo no sólo anhelaba conocer a Cristo, sino que también aspiraba a conocer el poder de Su resurrección y la comunión en Sus padecimientos. El poder de la resurrección de Cristo es Su vida de resurrección, la cual lo resucitó de los muertos (Ef. 1:19-20). La realidad del poder de la resurrección de Cristo es el Espíritu (Ro. 1:4). Conocer y experimentar este poder requiere que seamos identificados con la muerte de Cristo y que seamos configurados a ella. La muerte es la base de la resurrección. Para experimentar el poder de la resurrección de Cristo, necesitamos vivir una vida crucificada, tal como El lo hizo. Una vez que somos configurados a Su muerte, se activa el poder de Su resurrección a fin que Su vida divina sea expresada en nosotros.

  La participación en los padecimientos de Cristo (Mt. 20:22-23 Col.1:24), es un requisito necesario para experimentar del poder de Su resurrección (2 Ti. 2:11), y para ser conformados a Su muerte. Pablo procuraba conocer y experimentar no sólo la excelencia de Cristo mismo, sino también el poder vital de Su resurrección y la participación en Sus padecimientos. En el caso de Cristo, los sufrimientos y la muerte vinieron primero, seguidos por la resurrección. Pero en el caso nuestro, el poder de Su resurrección viene primero, seguido de la participación en Sus padecimientos y el ser conformados a Su muerte. Primero, recibimos el poder de Su resurrección; luego, por este poder, somos capacitados para participar en Sus padecimientos y vivir una vida crucificada en conformidad con Su muerte. Tales padecimientos sirven principalmente para producir y edificar el Cuerpo de Cristo.

  Ser conformados a la muerte de Cristo es la base para experimentar a Cristo. Si no somos conformados a Su muerte, no tenemos ninguna base para experimentarlo. Por tanto, si queremos experimentar a Cristo, debemos primero ser conformados a Su muerte, y para esto, es necesario que participemos de Sus padecimientos. Cuando participamos en los padecimientos de Cristo, somos trasladados a una posición en la que podemos experimentar el poder de Su resurrección. Sólo después de experimentar el poder de la resurrección de Cristo, llegamos realmente a conocerlo.

  La secuencia que vemos en Filipenses 3 es: conocer a Cristo, el poder de Su resurrección, la comunión en Sus padecimientos y ser configurados a Su muerte. Sin embargo, en nuestra experiencia espiritual sucede al contrario. Diariamente somos configurados a la muerte de Cristo; luego, participamos en Sus padecimientos; después, conocemos el poder de Su resurrección, y al conocer este poder, conocemos a Cristo mismo. Conforme a lo que nos dice Pablo, primero obtenemos la excelencia del conocimiento de Cristo al recibir una visión de El; en segundo lugar, estimamos todas las cosas como pérdida; en tercer lugar, ganamos a Cristo y somos hallados en El, y, por último, conocemos a Cristo, es decir, lo experimentamos.

  Si queremos experimentar a Cristo, debemos estar en el poder de la resurrección, no en la vida natural. Cuanto más conozcamos el poder de Su resurrección, más participaremos en Sus padecimientos, y así tendremos la comunión en Sus padecimientos. Luego, al tener comunión en los padecimientos de Cristo, somos configurados a Su muerte, y una vez que esto sucede, entramos en el poder de Su resurrección. Este poder, el poder de la resurrección, es el que nos permite conocer a Cristo y experimentarlo.

NUESTRA MAYOR NECESIDAD: RECIBIR UNA VISION DE CRISTO

  Es crucial que recibamos una visión de Cristo que nos permita obtener la excelencia de Su conocimiento. Puedo testificar que todos los mensajes que di acerca de Cristo basados en la epístola de Colosenses, me ayudaron mucho a obtener la excelencia del conocimiento de Cristo. El conocimiento de Cristo presentado en este libro dejó una profunda impresión en mí. Conforme a Colosenses, Cristo es la porción de los santos, la imagen del Dios invisible, el Primogénito de toda creación, la Cabeza del Cuerpo y el Primogénito de entre los muertos. Colosenses nos revela al Cristo todo-inclusivo y universalmente extenso.

  Si adquirimos la excelencia del conocimiento de Cristo como lo presenta el libro de Colosenses, podremos testificar que Cristo no sólo es nuestra paz y nuestro gozo, sino también la porción de los santos, el misterio de Dios y la corporificación de la plenitud de la Deidad. En efecto, esta epístola nos revela que Cristo es nuestra paz, pero esta paz no se revela de manera común. En Colosenses 3:15, vemos que la paz de Cristo es el árbitro en nuestros corazones. No se requiere la excelencia del conocimiento de Cristo para afirmar que El es la paz. Sin embargo, saber que Cristo es la paz que arbitra en nuestros corazones, exige que tengamos un excelente conocimiento de El.

  En Filipenses 3 Pablo usa varias expresiones extraordinarias. En dicho capítulo, él no dice que Cristo es nuestro gozo, nuestra paz o nuestro descanso. En lugar de eso, él expresa su deseo de ganar a Cristo y de ser hallado en El; habla de conocer a Cristo, el poder de Su resurrección y la comunión en Sus padecimientos, y de ser configurado a Su muerte. Primero necesitamos ver todos estos asuntos, y luego debemos orar para que el Señor nos conceda la gracia de experimentarlos.

  Muy pocos cristianos conocen al Cristo presentado en Colosenses y Filipenses. A pesar de que conocen al Señor Jesús como su Salvador y Redentor, y como su gozo, su paz y descanso, aún no han visto que El es la porción de los santos, la imagen del Dios invisible, el Primogénito de toda creación y el Primogénito de entre los muertos. ¡Oh, cuánto necesitamos la excelencia del conocimiento de Cristo!

  Conocer a Cristo en todos estos aspectos es experimentarlo y disfrutarlo en realidad. Debemos disfrutar de la comunión en los padecimientos de Cristo, a fin de ser configurados a Su muerte y conocer el poder de Su resurrección. Pero para ello, debemos olvidar lo que queda atrás y extendernos a lo que está delante (v. 13). Olvidemos lo que queda atrás y sigamos a lo que está delante, a una experiencia más elevada y más profunda de Cristo.

NECESITAMOS CONOCER MAS PARA EXPERIMENTAR MAS

  En los versículos del 7 al 11 Pablo nos lleva todavía más lejos. Estos versículos no se encuentran en un mismo nivel; más bien son como los peldaños de una escalera, los cuales nos llevan más y más arriba, hasta llevarnos a la cumbre que se describe en el versículo 11. Animo a todos los santos a que examinen de manera juiciosa y detallada cada uno de los puntos que se presentan en estos versículos. Necesitamos meditar en ellos y leerlos en oración, de manera que nuestro conocimiento de Cristo aumente cada vez más. No debemos conformarnos con un conocimiento elemental de los asuntos espirituales. Debemos conocer lo que significa la excelencia del conocimiento de Cristo y estimar todas las cosas como pérdida, y entender qué quiere decir: ganar a Cristo, ser hallados en El, conocer a Cristo, conocer el poder de Su resurrección y la comunión en Sus padecimientos. Asimismo, debemos entender lo que significa ser configurados a la muerte de Cristo. Pidamos al Señor que nos revele todas estas cosas. Debemos preguntarle cuál es el significado de cada una de las frases que se hallan en estos versículos. Puesto que son temas profundos, no podemos comprenderlos rápida y fácilmente.

  No debemos conformarnos con ser cristianos superficiales. Filipenses no es un libro elemental; antes bien, es un libro que se halla en un “nivel universitario” en cuanto a la experiencia espiritual. Por tanto, no debemos estar satisfechos con un conocimiento general de este libro. Por el contrario, debemos tratar de conocer bien las expresiones extraordinarias que Pablo usó en esta epístola, y entonces podremos tener la experiencia. Esto nos sacará de nuestra vejez y nos guardará de hablar de Cristo de una manera común y vaga. Que el Señor tenga misericordia de nosotros y aumente nuestro conocimiento de El, para que podamos experimentarlo cada vez más.

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