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Mensajes del libro «Estudio-Vida de Filipenses»
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Mensaje 25

NUESTRO CUERPO SERA TRANSFIGURADO EN LA VENIDA DE CRISTO

  Lectura bíblica: Fil. 3:17-21

  Si hemos de entender con claridad Filipenses 3:17-21, necesitamos conocer el pensamiento que indujo a Pablo a escribir estos versículos. Para esto, se requiere nuestra experiencia y percepción.

EL PENSAMIENTO FUNDAMENTAL DE PABLO

  En los capítulos uno y dos, la intención de Pablo era tener comunión con los filipenses en cuanto a su experiencia de Cristo, lo cual tenía como fin animarlos a participar plenamente del disfrute que él tenía de Cristo. Pero al principio del capítulo tres, Pablo cambia de tema. Aunque es difícil descifrar cuál era su pensamiento, quisiera mostrarles en este mensaje lo que él tenía en mente cuando escribió Filipenses 3.

  Si leemos este capítulo con detenimiento, veremos que Pablo alude a dos grupos de personas que tenían mucha influencia en la región del Mediterráneo. El primero de estos dos grupos eran los judaizantes, los religiosos judíos, quienes eran muy celosos de su religión tradicional. Pablo se refiere a ellos en el versículo 2 cuando habla de los perros, de los malos obreros y de los mutiladores del cuerpo. El segundo grupo estaba conformado por los que seguían la filosofía epicúrea, la cual fomentaba el deleite exagerado en la comida y la bebida, así como la gratificación propia en otras cosas; tales prácticas eran contrarias a la cruz de Cristo (vs. 18-19). En el versículo 2 vemos que los judaizantes influían desfavorablemente sobre los filipenses, y en el versículo 18 vemos que también los epicúreos les causaban molestia y daño. Los judaizantes eran de origen judío y los epicúreos, de origen pagano. La exhortación de Pablo en este capítulo se debía a ambos grupos. Como veremos más adelante, lo que el apóstol dijo en cuanto a los judaizantes, tenía que ver con el alma y principalmente con la mente, mientras que lo que dijo refiriéndose a los epicúreos, se relacionaba con el cuerpo.

  Los judaizantes no promovían el disfrute de lo material; más bien, fomentaban celosamente su filosofía religiosa. Tanto la religión como la filosofía tienen que ver con la mente. Por lo general, la gente religiosa y los filósofos no se preocupan por las cosas materiales. Su mayor interés no radica en los placeres, tales como el comer y el beber; por el contrario, a veces se imponen restricciones en estos asuntos. Como ya dijimos, en los versículos 3-7 Pablo no se refiere a las cosas materiales, sino a la religión, a la filosofía y a la cultura, asuntos que están muy relacionados con la mente.

  Sin duda los creyentes filipenses eran salvos y habían sido regenerados en su espíritu, pero aún necesitaban atender a las necesidades de su alma y su cuerpo de una manera apropiada. Por esta razón, cuando Pablo escribió el capítulo tres, su intención era darles ciertas instrucciones al respecto. Al hablarles acerca del alma, se refirió primeramente a los judaizantes, y luego, al referirse al cuerpo, hizo alusión a los epicúreos.

LA TRANSFORMACION Y LA RENOVACION DE LA MENTE

  Con respecto al alma debemos tener por basura todas las cosas religiosas, filosóficas y culturales. Los elementos principales de la religión, la filosofía y la cultura atraen a las personas intelectuales, lo cual comprueba que estas tres cosas están íntimamente relacionadas con el alma y con el mundo psicológico.

  Anteriormente hablamos mucho acerca de la transformación, e incluso tenemos un himno que trata sobre este tema (Himnos, #323). Sin embargo, es posible que muy pocos hayan visto que la transformación implica la renovación de la mente. De acuerdo con Romanos 12:2, la renovación de la mente es un aspecto fundamental de la transformación. La transformación de nuestra alma depende en gran medida de la renovación de nuestra mente. Si nuestra mente no es renovada, nuestra alma permanecerá intacta.

  Cuando decimos que nuestra mente ha sido renovada, queremos decir que ha ocurrido un cambio en nuestra manera de pensar. En la actualidad muchos creyentes tienen sus mentes ocupadas con pensamientos religiosos, filosóficos y culturales, los mismos asuntos que Pablo menciona en 3:7-8. Tales asuntos pertenecen al mundo psicológico, al mundo del alma. Muchos cristianos se dejan gobernar por una manera natural de pensar. Tal vez sean buenos hermanos, pero su alma sigue siendo la misma que en el pasado. Esta falta de transformación se debe a que hay, en primer lugar, una roca enorme, la roca de nuestras características naturales, que llenan nuestra alma y usurpan el lugar que le pertenece a Cristo. Todos sin excepción tenemos nuestra alma ocupada con nuestras características nacionales. Esta roca se ha apoderado de nuestra alma.

LA OPERACION QUE NUESTRA ALMA NECESITA

  Podríamos comparar las características nacionales que invaden nuestra alma con un tumor que crece hasta ocupar todo el estómago, sin dejar espacio para nada más. En nuestro estómago psicológico tenemos un tumor que invade casi todo el espacio reservado para Cristo, y debido a esto, nuestro ser sólo puede recibir poca comida espiritual y es incapaz de funcionar normalmente. Los creyentes de los distintos países del mundo, y aun de diferentes regiones de un mismo país, poseen un tumor que los caracteriza. Dicho tumor crece principalmente en nuestra mente natural, y se ha propagado hasta formar parte de nuestra constitución.

  Después de años de experiencia, puedo testificar que todos los creyentes, sin excepción alguna, padecen de este tumor en su estómago psicológico. Lo único que varía es el tamaño de dicho tumor. Sólo el Cirujano por excelencia: el Señor Jesús, puede extirpar este tipo de tumores.

  En 3:1-16 Pablo hace alución a este tumor y realiza una operación en nuestra alma, especialmente en nuestros pensamientos. Cuando Pablo aún era Saulo de Tarso, él mismo tenía un gran tumor en su alma, el cual ejercía una gran influencia sobre sus conceptos acerca de la religión judía, la ley, la circuncisión y la tradición. Pero un día, el Señor Jesús, el mejor de los cirujanos, operó a Pablo y le extirpó dicho tumor de su mente. Sin embargo, la mayoría de nosotros todavía no hemos sido operados, y por consiguiente, seguimos teniendo este tumor en nuestra alma.

  Durante muchos años me inquietó una pregunta a la que no le hallaba respuesta. Me preguntaba por qué muchos cristianos no crecen en vida, a pesar de que aman verdaderamente al Señor y lo buscan con sinceridad. Observaba que aunque son fieles en leer la Biblia, no reciben ninguna revelación. Pero ahora sé la respuesta, al menos en parte. La falta de crecimiento en vida y la carencia de revelación al leer las Escrituras se debe al tumor que tienen en su estómago psicológico. Puesto que estoy consciente de la gravedad de este hecho, aumenta en mí la urgencia de mostrarles que en 3:7 y 8, Pablo no se refiere a las cosas materiales, sino a los asuntos religiosos, filosóficos y culturales, y en particular a los pensamientos, conceptos e ideas que ocupan nuestra alma. Puesto que tales cosas se han extendido en nosotros como un tumor, requerimos ser operados urgentemente. Es preciso que este problema sea erradicado de nuestra alma, y, en particular, de nuestra mente.

  En 3:15 Pablo exclama: “Así que, todos los que hemos alcanzado madurez, pensemos de este modo”. Si hemos de pensar del mismo modo, nuestra mente debe ser liberada de todo tumor, ser llena de Cristo y estar únicamente centrada en buscar a Cristo, ganarlo y disfrutarlo. Si hemos de tener tal mente, debemos permitir que el Señor nos opere y extirpe el tumor psicológico que hay en nosotros. ¡Que el Señor nos muestre cuánto necesitamos obtener tal mente!

EL CUERPO FISICO Y SU DELEITE

  Después de referirse a nuestra alma en 3:1-16, Pablo aborda el tema de nuestro cuerpo en 3:17-21. Estos cinco versículos tratan del disfrute físico, particularmente el que procuraban los epicúreos. Como personas que buscamos más de Cristo, requerimos una cirugía que elimine todos nuestros pensamientos religiosos y filosóficos, y por otra parte, tenemos que administrar la debida disciplina a nuestro cuerpo. En el versículo 19 Pablo habla de personas “cuyo dios es el vientre”, pero en los versículos 20 y 21, dice que nosotros esperamos al Señor Jesucristo, “el cual transfigurará el cuerpo de la humillación nuestra, para que sea conformado al cuerpo de la gloria Suya”. En estos versículos Pablo habla del cuerpo físico y de su deleite. No pensemos que él trata únicamente con el problema del alma y nos da la libertad de entregarnos a los deleites de nuestro cuerpo y a sus concupiscencias. Cuando él habla del alma, no se refiere a ninguna cosa física, pero cuando trata el asunto del cuerpo, sí hace referencia a ellas.

  Me gustaría subrayar una vez más que después de la comunión que Pablo tiene con los creyentes en los capítulos uno y dos, él los instruye en el capítulo tres en cuanto a la manera de resolver los problemas del alma y del cuerpo. En cuanto al alma, ellos deben tener por basura todas las cosas religiosas, filosóficas y culturales, y no aferrarse a ellas. No debemos estimar nada religioso. Además debemos ver que ninguna filosofía es comparable con Cristo, y finalmente, jamás debemos permitir que ningún elemento cultural llegue a sustituirlo. Debemos repudiar todo lo religioso, lo filosófico y lo cultural, y tenerlo por basura, a fin de que Cristo se extienda en nuestra alma y la llene, especialmente nuestra mente. Es así como resolvemos los problemas del alma.

  En cuanto al deleite físico, Pablo declara en el versículo 17: “Hermanos, sed imitadores de mí, y mirad a los que así andan según el modelo que tenéis en nosotros”. En este caso, el modelo no se refiere a lo que Pablo dijo en los versículos anteriores, sino al ejemplo de aquellos que tienen una actitud correcta hacia su cuerpo físico. ¿En qué nos basamos para decir que el versículo 17 no se refiere a las cosas del alma sino a las del cuerpo? En que el versículo 18 empieza con la conjunción “porque”, lo cual indica que este versículo es la explicación del versículo 17. Leamos ahora el versículo 18: “Porque por ahí andan muchos, de los cuales os dije muchas veces, y aun ahora lo digo llorando, que son enemigos de la cruz de Cristo”. Estos eran enemigos de la cruz de Cristo, la cual pone fin a las concupiscencias del cuerpo.

  Como ya mencionamos, los epicúreos se entregaban a los placeres del cuerpo, especialmente al comer y al beber. Pablo se refiere a ellos en el versículo 19, donde dice: “Cuyo fin será destrucción, cuyo dios es el vientre, y cuya gloria se halla en su vergüenza; que sólo piensan en lo terrenal”. Tales personas adoraban su vientre y servían a su estómago; su estómago era su dios. Al promover el disfrute de comer y beber, los epicúreos se preocupaban más por complacerse y deleitarse en lo material que por la ética y la moral. Hoy en día, muchos siguen este camino y se entregan a los placeres físicos. Cada fin de semana, algunos se entregan al deporte y a los placeres, al grado de olvidarse de todo lo demás. Pablo dice de los epicúreos que “sólo piensan en lo terrenal”. Por “lo terrenal”, él se refiere a las cosas materiales, relacionadas con el comer y el beber.

  En la epístola de Colosenses, vemos que Pablo desaprueba el ascetismo, o sea la práctica de tratar duramente al cuerpo. Pero, por otro lado, también reprobó el placer físico que buscaban los epicúreos. Ciertamente todos necesitamos alimento y abrigo, no podemos vivir sin estas cosas, pero tampoco debemos entregarnos al disfrute excesivo de ellas.

  En 4:11 Pablo dice: “Pues he aprendido a contentarme, cualquiera que sea mi situación”. La palabra griega traducida “contentar” era una palabra usada por los estoicos, la cual indica que practicaban lo opuesto de los epicúreos. Los estoicos enseñaban que una persona debía estar contenta en toda circunstancia, sin buscar el placer ni el sufrimiento. Pablo usó esta expresión al testificar que había aprendido el secreto de estar contento. En principio, los creyentes no estamos de acuerdo ni con los epicúreos ni con los estoicos.

  Cuando Pablo escribió a los filipenses, él sabía en su interior que los judaizantes y los epicúreos le hacían daño a la vida de iglesia. Los creyentes corrían el peligro de ser arrastrados por los epicúreos al deleite de los placeres físicos. Como dijimos anteriormente, Pablo escribió Filipenses 3 para ayudar a los creyentes en el área del alma y el cuerpo. Hoy en día, nosotros también necesitamos esta clase de instrucciones. En cuanto a nuestra alma, no debemos apegarnos a las cosas religiosas, filosóficas ni culturales. Por el contrario, debemos estar dispuestos a ser operados del tumor de nuestros rasgos nacionales. Démosle a nuestro cirujano celestial la libertad de examinar nuestra alma y de extirpar todo tumor. Es crucial que nuestra alma sea sometida a esta clase de operación. En cuanto a nuestro cuerpo, debemos comer y nutrirnos apropiadamente, a fin de tener una larga vida que exprese al Señor. No debemos entregarnos a los placeres ni al disfrute excesivo de las cosas físicas, como lo hacían los epicúreos. Ciertamente necesitamos abrigo, techo y un medio de transporte, pero no debemos centrarnos en tales cosas. Por una parte, debemos rechazar a los judaizantes; y por otra, desechar también a los epicúreos. En cuanto a esto, debemos seguir a Pablo, imitándolo a él y a los que andan conforme a su modelo.

UNA CIUDADANIA QUE ESTA EN LOS CIELOS

  En el versículo 20 Pablo continúa diciendo: “Mas nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos con anhelo al Salvador, al Señor Jesucristo”. La palabra griega traducida “ciudadanía” denota el conjunto de los ciudadanos, es decir, una comunidad. Nuestra vida nacional no se lleva a cabo en un país terrenal, sino en los cielos, pues es allí donde está nuestra verdadera ciudadanía. Cuando viajo, a veces la gente me pregunta de dónde vengo. Aunque les digo que vengo de China, preferiría decirles que vengo de los cielos, y que mi ciudadanía está allí.

  Ya que nuestra ciudadanía está en los cielos, no debemos preocuparnos por lo terrenal, es decir, por las cosas necesarias para nuestra subsistencia. No debemos tener tales cosas en tan alta estima. Por supuesto, tampoco quiero decir que no debamos comer alimentos saludables, tener ropa apropiada, una buena vivienda o un buen medio de transporte. Necesitamos todas estas cosas, pero todo lo que exceda a nuestras necesidades cae en la categoría de la complacencia, la cual debe ser rechazada. Si amamos las cosas terrenales que son necesarias para nuestra vida humana, eso significa que no valoramos nuestra ciudadanía celestial. Espero que tengamos siempre presente que nuestra ciudadanía está en los cielos y que somos un pueblo celestial que está transitoriamente en la tierra. Debemos contentarnos con el alimento, abrigo, vivienda y medio de transporte necesarios para vivir. No nos entreguemos al disfrute excesivo de las cosas materiales y terrenales.

LA TRANSFIGURACION DE NUESTRO CUERPO

  Esperamos con anhelo que regrese de los cielos nuestro Salvador, el Señor Jesucristo, “el cual transfigurará el cuerpo de la humillación nuestra, para que sea conformado al cuerpo de la gloria Suya, según la operación de Su poder, con la cual sujeta también a Sí mismo todas las cosas”. La transfiguración de nuestro cuerpo será el punto culminante de la salvación que Dios nos otorga. En Su salvación, Dios primero regenera nuestro espíritu (Jn. 3:6); actualmente El está transformando nuestra alma (Ro. 12:2), y por último transfigurará nuestro cuerpo, haciéndonos iguales a Cristo en las tres partes de nuestro ser.

  En el versículo 21 Pablo se refiere a nuestro cuerpo como “el cuerpo de la humillación nuestra”. Esta expresión describe nuestro cuerpo físico, hecho de polvo, sin valor alguno (Gn. 2:7), el cual fue posteriormente dañado por el pecado, la debilidad, la enfermedad y por la muerte (Ro. 6:6; 7:24; 8:11). Pero un día, este cuerpo será transfigurado y conformado al cuerpo de la gloria de Cristo, es decir, al cuerpo resucitado de Cristo, el cual está saturado de la gloria de Dios (Lc. 24:26) y trasciende sobre la corrupción y la muerte (Ro. 6:9).

  No importa cómo alimentemos y vistamos nuestro cuerpo, ni tampoco el automóvil que usemos para transportarlo, ni la casa donde lo alojemos, de todos modos sigue siendo un cuerpo de humillación. Aunque usted le dé a su cuerpo la cama más cómoda y más cara que exista, seguirá siendo un cuerpo de humillación. Sin embargo, tampoco debemos menospreciar ni aborrecer nuestro cuerpo. Si lo hacemos, estaremos practicando el ascetismo. En un sentido real, debemos amar nuestro cuerpo por causa del Señor. Debemos cuidar de él sin permitir que se entregue a los placeres. No olvidemos que un día, el Señor Jesús vendrá y transfigurará nuestro cuerpo de humillación y lo conformará al cuerpo de Su gloria.

  En el versículo 21, Pablo declara que la transfiguración de nuestro cuerpo de humillación se efectúa “según la operación de Su poder, con la cual sujeta también a Sí mismo todas las cosas”. La transfiguración de nuestro cuerpo se lleva a cabo mediante el poder que sometió todas las cosas a Cristo (Ef. 1:19-22). Este es el poder más alto del universo.

  Creo que ya hemos captado el pensamiento fundamental de Pablo en Filipenses 3. En este capítulo, él nos da instrucciones con respecto a nuestra alma y nuestro cuerpo. En cuanto a nuestra alma, debemos estimar como pérdida todas las cosas religiosas, filosóficas y culturales, a fin de que Cristo tome posesión de todo nuestro ser y lo ganemos a El plenamente. En cuanto a nuestro cuerpo, debemos satisfacer sus necesidades físicas sin entregarlo al disfrute excesivo de las cosas materiales. Nuestra meta debe ser proveerle a nuestro cuerpo el cuidado necesario para que esté en buena salud y pueda expresar al Señor. No debemos glorificar nuestro cuerpo físico mediante el placer excesivo de lo material. Esta no es la manera de glorificar nuestro cuerpo; antes bien, debemos permitir que nuestro cuerpo sea glorificado al regreso del Señor. En aquel momento, el Señor transfigurará el cuerpo de la humillación nuestra. Esperamos el día en que el Señor regrese, a fin de alcanzar el punto culminante de la salvación, a saber, la transfiguración de nuestro cuerpo.

  Mientras esperamos el regreso del Señor, debemos limitarnos a satisfacer nuestras necesidades físicas, sin entregarnos a los placeres materiales. Al mismo tiempo, debemos disciplinar nuestra alma, estimando como pérdida todas las cosas religiosas, filosóficas y culturales, a fin de que nuestra alma sea enteramente transformada. Día tras día avanzamos en el proceso de transformación de nuestra alma, mientras esperamos que el Señor regrese a transfigurar nuestro cuerpo y a llevarnos a la consumación máxima de la salvación que Dios efectúa.

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