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Mensajes del libro «Estudio-Vida de Filipenses»
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Mensaje 9

LOS CREYENTES SUSTENTAN AL APOSTOL

  Lectura bíblica: Fil. 2:1-4

  Los primeros cuatro versículos del capítulo dos forman una larga cláusula. Leamos los versículos 1 y 2: “Por tanto, si hay alguna consolación en Cristo, si algún consuelo de amor, si alguna comunión de espíritu, si algún afecto entrañable y alguna compasión, completad mi gozo, tened todos el mismo pensamiento, con el mismo amor, unidos en el alma, teniendo este único pensamiento”. En estos versículos, el apóstol Pablo apeló a la consolación y al consuelo de amor de los filipenses. Les rogó que completaran su gozo si tenían alguna consolación en Cristo, algún consuelo de amor, alguna comunión de espíritu, algún afecto entrañable y alguna compasión para con él.

  El predicado en 2:1-4 es “completad mi gozo”. Ya que este libro habla de experimentar y disfrutar a Cristo, lo cual produce gozo, éste es un libro lleno de gozo y regocijo (1:4, 18, 25; 2:17-18, 28-29; 3:1; 4:1, 4). Entre los filipenses había disensiones en su modo de pensar (4:2), lo cual le era una preocupación para el apóstol. Por tanto, él les pidió que tuvieran todos el mismo pensamiento, este único pensamiento, para que completaran su gozo.

  En 2:1-4 vemos la comunión que había entre los creyentes y el apóstol. En el primer capítulo de esta epístola, el tráfico de la comunión sólo se daba en una dirección: del apóstol hacia los creyentes. Pero ahora, en el capítulo dos, vemos que el tráfico iba en otro sentido: de los creyentes hacia el apóstol. A fin de que haya comunión, el tráfico debe efectuarse en ambos sentidos. El propósito de dicho tráfico es que experimentemos a Cristo. Pablo, habiendo experimentado ricamente a Cristo, en el capítulo uno les presenta a los creyentes un relato de su experiencia. Esta fue su comunión para con ellos. Ahora, en el capítulo dos, les pide a los filipenses que tengan comunión con él.

  Pablo les ruega que si hay alguna consolación en Cristo, algún consuelo de amor, alguna comunión de espíritu, algún afecto entrañable y alguna compasión para con él, que completen su gozo. Para el apóstol, los creyentes filipenses eran motivo de gozo pero éstos tenían algo que impedía que su regocijo fuera completo. Así que el apóstol parecía decirles: “Filipenses, me regocijo por vosotros, pero mi gozo aún no es completo. Todavía hay algo entre vosotros que impide que me regocije plenamente. Ahora pues, os ruego que completéis mi gozo”.

  No cabe duda que el pasaje de Filipenses 2:1-4 fue escrito por una persona madura y de mucha experiencia. El tono de Pablo aquí es tierno y afable. Debido a la manera en que Pablo redactó estos versículos, muchos no los entienden debidamente. Esto sucede especialmente con el versículo 1. ¿De qué habla Pablo en este versículo? ¿Por qué pregunta si hay alguna consolación en Cristo, algún consuelo de amor, alguna comunión de espíritu, algún afecto entrañable y alguna compasión? Pablo quería decir con ello que, si los filipenses tuvieran tales sentimientos para con él, ciertamente su gozo sería completo. Si ellos tuvieran alguna consolación, algún consuelo de amor, alguna comunión de espíritu, algún afecto y compasión, anhelarían completar el gozo del apóstol.

  Una persona joven jamás habría escrito estas palabras. Tal vez se habría dirigido a los filipenses de una manera brusca y directa, diciendo: “Filipenses ¿me amáis? Si en verdad lo hacéis, entonces consoladme”. No creo que usaría un tono afable, sino más bien tosco. Así que, el tono y el lenguaje de Pablo dan testimonio de su madurez, ya que se dirigió a ellos rogándoles que correspondieran a su comunión. En el capítulo uno, él había tenido con ellos una comunión muy positiva. Pero aquí, él deseaba que su comunión fuera correspondida. Si ellos hacían esto, le mostrarían su apoyo. La consolación, el consuelo y el afecto de los creyentes serían de gran aliento para Pablo durante su encarcelamiento.

  A pesar de que el apóstol aún se hallaba en la cárcel, su mayor preocupación no eran sus prisiones, sino la actitud y la clase de espíritu que los creyentes tuvieran para con él. Nada podía herirlo más que una actitud negativa de parte de ellos. Podríamos decir que a Pablo no le preocupaba su propia situación, sino la de los creyentes filipenses, pues su mayor preocupación era la condición espiritual de ellos. Es por eso que les rogó a los filipenses para que lo colmaran de felicidad. El necesitaba del apoyo que le brindaba la consolación, el consuelo y la comunión de ellos. Al proveerle tal apoyo, los filipenses completarían su gozo.

TENER EL MISMO PENSAMIENTO

  La manera en que los filipenses podían completar el gozo del apóstol era que ellos tuvieran el mismo pensamiento, e incluso este único pensamiento (2:2). Según el contexto de este libro, “este único pensamiento” debe referirse al conocimiento subjetivo de Cristo y a la experiencia de Cristo (1:20-21; 2:5; 3:7-9; 4:13). Unica y exclusivamente Cristo debe ser la centralidad y la universalidad de nuestro ser. Nuestro modo de pensar debe centrarse en la excelencia del conocimiento y experiencia que tenemos de Cristo. Centrarnos en cualquier otra cosa nos llevará a pensar de otra manera, causando así disensiones entre nosotros.

  Lo que le preocupaba a Pablo mientras estaba en la cárcel, eran las disensiones que había entre los filipenses. Los santos de Filipos eran buenos creyentes, y la iglesia en esa ciudad estaba bien establecida. Pero aun así, había disensiones entre ellos, pues aunque eran uno en espíritu, no combatían unánimes con una sola alma, y aunque todos amaban al Señor, no todos tenían el mismo pensamiento. Esto acongojó a Pablo. Así que, movido por su preocupación, les rogó a los filipenses que completaran su gozo siendo uno en el alma y teniendo el mismo pensamiento.

TENER EL MISMO AMOR

  Tener el mismo pensamiento y tener el mismo amor, están estrechamente relacionados. La exhortación de Pablo en el versículo 2 de “tener el mismo amor”, indica que, debido a la disensión en su modo de pensar, los creyentes de Filipos tenían diferentes niveles de amor, es decir, ellos no tenían el mismo amor para con todos los santos con miras a guardar la unidad.

  Es posible que hoy en día, en la vida de iglesia, no tengamos el mismo amor para con todos los santos, y también es probable que nuestro amor tenga diferentes niveles. Quizás amemos a un hermano más que a otro. Si amamos menos a cierto hermano, no estaremos muy dispuestos a servirle, mientras que si tenemos más amor por otro, nos excederemos en nuestro servicio al grado de hacerle daño. En conclusión, es posible que amemos a los santos con diferentes niveles de amor. Si este es el caso, no estamos amando con una sola alma, pues tenemos un alma para amar a un hermano, y otra para amar a otro. Como resultado de ello, en lugar de tener una unidad práctica, tendremos disensiones.

  En 2:2, Pablo habla también de estar unidos en el alma. Esto indica que las disensiones entre los filipenses se debían a que no estaban unidos en el alma y a que no tenían un mismo pensamiento en su mente, que es la parte principal del alma. El problema de los filipenses no radicaba en su espíritu, sino en su alma, y especialmente, en su mente. Ciertamente tenían a Cristo en su espíritu desde el momento en que fueron regenerados, pero no en su alma, lo cual sólo se obtiene por medio de la transformación. Si el alma de ellos fuera impregnada de Cristo y ocupada por El, entonces podrían llegar a ser uno en el alma.

  Los filipenses estaban unidos en el espíritu, pero no lo estaban en el alma. El hecho de tener diferentes niveles de amor comprueba que no estamos unidos en el alma. Si estamos unidos en el alma, tendremos el mismo amor para con todos los santos.

LA AMBICION Y LA VANAGLORIA

  En 2:3-4, Pablo añade: “Nada hagáis por ambición egoísta o por vanagloria; antes bien con una mentalidad humilde, estimando cada uno a los demás como superiores a sí mismo; no considerando cada uno sus propias virtudes, sino cada cual también las virtudes de los otros”. Esto puede indicar que los filipenses que estaban en disensión actuaban por ambición egoísta o por vanagloria; ambas son causa de disensiones entre los creyentes. Es posible que tales intenciones estén ocultas en nosotros. Incluso al testificar en las reuniones de la iglesia, puede ser que lo hagamos por ambición egoísta. Tal vez, no muchos santos respondan “amén” a lo que usted comparte, mientras que respondan con muchos “amenes” cuando escuchan a otro hermano. Esto quizás lo desilusione y decida no volver a compartir en las reuniones. Así que, la ambición puede estar presente incluso al dar un testimonio. Aun al compartir nuestras experiencias de Cristo, podemos tener un sentimiento de ambición oculto.

  Algunos hermanos les han recomendado a los santos que respondan con un amén a los débiles, para animarlos y que, por otra parte, no brinden tantos amenes cuando un miembro fuerte comparte, ya que esto sólo nutre la carne y fortalece el alma.

  Digo nuevamente que puede existir ambición entre los santos en la vida de iglesia. Supongamos que muchos hermanos se añadieran a la vida de iglesia al mismo tiempo, y que unos años más tarde, nombraran anciano a uno de ellos. Es posible que los demás se molesten y se pregunten por qué hicieron anciano a ese hermano cuando lleva menos tiempo que otros en la vida de iglesia. Tal vez no lo expresen en voz alta, pero es posible que tengan este pensamiento en su corazón.

  La ambición egoísta y la vanagloria por lo general van juntas. Donde haya ambición, por lo general también habrá vanagloria. ¿Por qué nos sentimos mal cuando los hermanos no nos apoyan con su amén? Debido a la vanagloria ¿Por qué algunos hermanos no se sienten contentos cuando en lugar de ellos, se nombra a otro hermano como anciano? Esto se debe nuevamente a la vanagloria. En 4:2, Pablo declara: “Exhorto a Evodia y exhorto también a Síntique, que sean de un mismo sentir en el Señor”. Sin duda había una ambición egoísta en estas dos hermanas, y es posible que entre ellas compitieran acerca de quién sería la primera. Por consiguiente, actuaban por ambición egoísta y por vanagloria.

  Si estas motivaciones negativas no hubieran estado presentes entre los creyentes filipenses, Pablo no las habría mencionado en 2:3. Era como si en este versículo Pablo tratara de decirles: “Os ruego que no hagáis nada por ambición egoísta ni por vanagloria. Con esto completaréis mi gozo. Estoy preocupado por el hecho de que algunos de vosotros actuáis por ambición egoísta. Aunque me alegro de que améis al Señor y estéis en Filipos por causa del testimonio del Señor, mi gozo aún no es completo. Esto se debe a que hay ambición entre vosotros y a que algunos buscan su propia gloria. Por tanto, si tenéis alguna consolación, algún consuelo de amor por mí, os ruego que completéis mi gozo no haciendo nada por ambición egoísta ni por vanagloria, sino antes bien, con una mentalidad humilde, estiméis a los demás como superiores a vosotros”.

  No es fácil deshacernos de la ambición egoísta ni de la vanagloria, pues por naturaleza todos tendemos a competir con los demás. En algunos países incentivan mucho a los niños a competir. La competencia se encuentra presente en todos los lugares de la sociedad. Sin embargo, en la vida de iglesia no debemos competir, sino que debemos estimar a los demás como superiores a nosotros mismos.

TENER UNA MENTALIDAD HUMILDE

  En 2:3, Pablo habla de la mentalidad humilde. La humildad está en contraste con la ambición egoísta y la vanagloria La humildad a la que Pablo se refiere no es una humildad natural, sino la humildad de Cristo descrita en los versículos 7 y 8.

  Observemos que Pablo se refiere a la “mentalidad humilde”. El hecho de que mencione la mentalidad indica una vez más que, el problema de disensión entre los filipenses tenía que ver con su mente no transformada. Ellos necesitaban tener el sentir que hubo en Cristo (2:5).

  En 2:4, Pablo agrega: “No considerando cada uno sus propias virtudes, sino cada cual también las virtudes de los otros”. El habla aquí de las virtudes y las cualidades. No debemos considerar únicamente nuestras propias virtudes y cualidades, sino también las de otros.

EXPERIMENTAR A CRISTO DE UNA FORMA NORMAL

  Ya hemos dicho repetidas veces que la epístola de Filipenses trata acerca de nuestra experiencia de Cristo. Esta epístola muestra que para experimentar a Cristo se requiere que haya una reciprocidad entre el apóstol y los creyentes. Al leer esta epístola, nos damos cuenta de que Pablo tenía una buena comunión con ellos. Su comunión era apropiada desde todo punto de vista. En cambio, la comunión de los filipenses para con el apóstol tenía ciertas deficiencias. Por lo tanto, vemos que Pablo experimentaba a Cristo de una manera normal, mientras que la experiencia que ellos tenían de Cristo no era completamente normal, y, en cierto modo, podríamos decir que era anormal.

  Si consideramos el libro de Filipenses en su totalidad, veremos que experimentar a Cristo implica mutualidad, lo cual no es algo que se lleva a cabo en un solo sentido. No obstante, muchos cristianos han recibido la falsa enseñanza de que nuestra experiencia de Cristo sólo se da en una dirección. Pero está comprobado que no podemos tener una experiencia normal de Cristo si somos individualistas. Experimentar a Cristo es un asunto corporativo. Todo lo que tiene que ver con el Cuerpo implica una comunión recíproca. Por tanto, para experimentar a Cristo se requiere la mutualidad. Si el apóstol no hubiera tenido una comunión apropiada con los santos, su experiencia de Cristo no habría sido normal. Asimismo, si los creyentes no tuvieran una comunión correcta con el apóstol, tampoco podrían experimentar a Cristo de una forma normal. Por consiguiente, vemos que lo que determina si nuestra experiencia de Cristo es normal es la actitud que guardemos hacia el apóstol. Todos seremos probados en este asunto. Si nuestra actitud hacia el apóstol no es la apropiada, nuestra experiencia de Cristo será anormal. Aplicando el mismo principio, si el apóstol no tiene una buena actitud hacia los santos, su experiencia de Cristo también será anormal.

  La epístola de Filipenses nos presenta un cuadro de la comunión apropiada entre los creyentes y el apóstol, lo cual resulta en una experiencia normal de Cristo. A pesar de que los filipenses amaban al Señor y estaban en la iglesia, su experiencia de Cristo era anormal. Una de las razones era que existían disensiones entre ellos. Otra, era que su actitud hacia el apóstol no era idónea, pues de haberlo sido, habrían recibido la exhortación de Pablo de tener el mismo pensamiento, el mismo amor, de estar unidos en el alma, de tener el único pensamiento, y de no hacer nada por ambición egoísta o por vanagloria, sino antes bien, estimar a los demás como superiores a ellos mismos, no considerando cada uno sus propias virtudes sino las de los demás. Si los creyentes hubieran estado dispuestos a seguir tales recomendaciones de Pablo, su experiencia de Cristo habría sido normal y equilibrada.

  La epístola de Filipenses, la cual gira en torno a nuestra experiencia y disfrute de Cristo, muestra que dicho disfrute debe ser corporativo y que requiere que exista mutualidad en nuestra comunión. Si nuestra actitud hacia el apóstol no es la correcta, tampoco lo será para con otros. Por lo tanto, la actitud que tengamos hacia el apóstol pondrá a prueba nuestra condición. Si nuestra actitud hacia él no es la apropiada, nuestra condición será anormal y, por ende, también lo será nuestra experiencia de Cristo.

  Los cristianos de hoy prácticamente no tienen ninguna experiencia normal de Cristo. De hecho, la condición de muchos de ellos es anormal. La comunión apropiada entre los apóstoles y los creyentes ha sido muy dañada. Por lo tanto, nosotros, quienes estamos en el recobro del Señor, debemos ser iluminados por esta epístola y recibir misericordia y gracia de parte del Señor, a fin de tener la debida mutualidad entre los creyentes y los apóstoles.

  Como ya mencionamos, Filipenses revela la actitud y el espíritu que tenía Pablo hacia los creyentes. El les rogaba a los creyentes que tuviesen una actitud y un espíritu apropiado hacia él, y así pudieran disfrutar juntos de una comunión normal. La debida comunión entre los creyentes y el apóstol es lo que salvaguarda y permite tener una experiencia normal de Cristo. Si tenemos la actitud apropiada hacia el apóstol y si nuestra comunión para con él es correcta, podemos estar seguros de que experimentaremos a Cristo de una manera normal.

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