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Mensajes del libro «Estudio-Vida de Génesis»
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Mensaje 69

Bajo la mano de Dios

(3)

  Gn. 28:10-22 constituye una porción muy crucial en la revelación de Dios. Si conocemos la Biblia, nos daremos cuenta de que esta porción contiene un cambio radical, un nuevo comienzo, en la revelación divina. En los primeros veintisiete capítulos de Génesis, no se usa la expresión la casa de Dios (Bet-el, en hebreo); sólo se revela en este capítulo. La casa de Dios no es simplemente un lugar, sino una entidad viva compuesta de un pueblo viviente. Dondequiera que está este pueblo, allí también está la casa de Dios. Por consiguiente, lo importante no es el lugar, sino el pueblo. Si el pueblo se traslada, entonces el lugar donde estaban deja de ser la casa de Dios. ¿Cómo puede un lugar ser llamado la casa de Dios? Sólo porque la casa verdadera y viva de Dios, una colectividad viviente de personas vivas, se encuentra allí.

  Génesis 1:26 dice que el hombre fue hecho a la imagen de Dios. Esto es maravilloso. El hombre es el hombre; no es Dios. No obstante, él tiene la imagen de Dios. En otras palabras, el hombre es semejante a Dios. Es correcto decir eso. Si alguien tiene su imagen, él ciertamente se parece a usted. Resulta muy significativo el hecho de que Dios hizo al hombre a Su propia imagen.

  En Gn. 2:7 vemos que el hombre hecho a la imagen de Dios fue formado del polvo. ¿Se da cuenta usted de que fue hecho de polvo? No hay ninguna excepción. No fuimos hechos de oro ni de diamantes ni de acero; todos fuimos hechos de polvo. ¿Es el polvo valioso? ¿Pondría usted un puñado de polvo en su bolsillo y lo guardaría allí? Nadie haría eso. Pero nosotros fuimos hechos de polvo. Romanos 9:21 revela que somos vasijas de barro. El polvo y el barro son casi lo mismo. Cuando se añade agua al polvo, éste se convierte en barro. En nuestra constitución material, no somos preciosos.

  En el capítulo veintiocho la terminología cambia y pasa de polvo a piedra. En este capítulo, la piedra llega a ser el reposo para el hombre de polvo (v. 11), pues la piedra ahora sostiene el polvo. Resulta bastante significativo que Jacob, un hombre de polvo, descansara sobre una piedra. Considere el cuadro del capítulo veintiocho. Allí vemos a un hombre cansado, solo, desilusionado, un hombre de polvo, sin ninguna seguridad en su futuro. El necesitaba descansar al anochecer, y “tomó de las piedras de aquel paraje y puso a su cabecera, y se acostó en aquel lugar” (v. 11). Se puede conocer la Biblia por medio de ella misma. Si leemos solamente Génesis 28, no sabremos lo que significa. Pero cuando leemos la Biblia entera con la luz celestial, vemos lo que significa la piedra de este capítulo. Cuando Pedro vino por primera vez al Señor, éste cambió su nombre y le dijo: “Tú eres Simón, hijo de Jonás; tú serás llamado Cefas (que quiere decir: Pedro [una piedra])” (Jn. 1:42). Después de unos tres años de este primer encuentro con el Señor, Pedro contestó a una pregunta que le hizo el Señor, y dijo: “Tú eres el Cristo, el hijo del Dios viviente” (Mt. 16:16). Entonces el Señor Jesús le dijo: “Yo también te digo, que tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré Mi iglesia” (Mt. 16:18). El Señor parecía decir: “Pedro ¿te acuerdas que la primera vez que viniste a Mí te di por nombre piedra? Este no era simplemente un nombre; debe ser un hecho. Pedro, tú eres una piedra. Edificaré Mi iglesia sobre esta roca”. Por consiguiente, Mateo 16:18 revela que la roca sirve para edificar la iglesia.

  ¿Qué es la iglesia? En 1 Timoteo 3:15 se afirma que la iglesia es la casa del Dios viviente. Finalmente, en la eternidad, la casa del Dios vivo será la Nueva Jerusalén. En Apocalipsis 21 vemos que la Nueva Jerusalén no es edificada con barro ni con polvo, sino con piedras preciosas. Apocalipsis 21:11 habla de la Nueva Jerusalén en estos términos: “Su resplandor era semejante al de una piedra preciosísima, como piedra de jaspe, diáfana como el cristal”. Esta no es una alegoría, sino la revelación divina.

  Debemos considerar la Biblia con una visión panorámica. En Génesis 1 y 2 vemos que el hombre fue hecho a la imagen de Dios, pero que fue hecho de polvo. La imagen de Dios lo expresa a El, pero el polvo sin duda alguna no corresponde a la expresión de Dios. Por consiguiente, se necesita la transformación. La transformación no es simplemente un cambio de forma, sino también un cambio de naturaleza, pues la palabra transformación denota un cambio metabólico. Debemos pasar por un cambio de naturaleza a fin de que nuestra naturaleza y apariencia dejen de ser las del polvo. En Génesis 2 el hombre es de polvo, pero en Apocalipsis 21, es una piedra preciosa. En la eternidad, no habrá necesidad de limpieza. Mientras estemos en esta tierra de polvo, debemos limpiarnos cada día. Pero en la Nueva Jerusalén no habrá necesidad de limpieza, porque allí no habrá polvo. Todo el polvo será transformado en piedras preciosas.

  En Génesis 2 vemos a un hombre de barro, y en Génesis 28 tenemos a un hombre de barro que descansa sobre una piedra. La Biblia ciertamente fue escrita por Dios. En ningún otro libro encontramos una porción semejante a Génesis 28:10-22. Esta porción es corta, pero crucial, profunda y llena de significado, e incluye toda la Biblia. En el versículo 11 vemos la piedra que Jacob usó de almohada. Como todos sabemos, una almohada se usa para descansar. En el versículo 18 la piedra puesta a su cabecera se convierte en una columna. Una almohada sirve para descansar, pero una columna se utiliza como apoyo de un edificio. En el templo que construyó Salomón, había dos columnas principales (1 R. 7:21). Gálatas 2:9 declara que Jacobo, Pedro y Juan eran columnas de la iglesia. Además, Apocalipsis 3:12 afirma que los vencedores serán columnas en el templo de Dios. En Génesis 28 vemos la piedra, la almohada y la columna. Pero esto no es todo. Finalmente, esta columna se convierte en Bet-el, la casa de Dios. Además, en esta porción corta de la Palabra, vemos una escalera apoyada en tierra, cuya parte superior llega a los cielos (v. 12). Le habría resultado imposible a cualquier hombre escribir este relato. ¿Cómo pudo Jacob recibir tal sueño? Según la historia humana, nadie ha tenido jamás un sueño semejante. No obstante, Jacob vio la escalera sobre la cual los ángeles de Dios ascendían y descendían. Esto indica que los ángeles ya esperaban el momento de ascender. Es posible que cuando Jacob vio la escalera en su sueño, los ángeles hayan ascendido inmediatamente a los cielos para dar la noticia de que Jacob había venido y había visto la escalera. Después de despertar de su sueño, Jacob se dio cuenta de que ese lugar no era solamente la casa de Dios, sino también la puerta de los cielos (v. 17).

  Aparte de todas estas cosas maravillosas, este capítulo contiene otro punto importante: nuestra supervivencia. Con frecuencia cuando predicamos el evangelio, los pecadores preguntan: “Si yo creo en Jesús, ¿se ocupará El de mis necesidades básicas?” Algunos santos hacen una pregunta similar: “Si amo al Señor y vivo por El, ¿cómo voy a sobrevivir? ¿No necesito ocuparme de este asunto?” Todos tenemos el problema de ocuparnos de nuestra supervivencia. Sin embargo, en este relato corto, vemos que Dios se encarga de nuestro sustento. Como veremos, lo relacionado con nuestra supervivencia es secundario. En el versículo 15 el Señor dijo a Jacob: “He aquí, Yo estoy contigo, y te guardaré por dondequiera que fueres”. Aquí el Señor parecía decir: “Jacob, estaré contigo y me encargaré de tu vivir. Te daré pan que comer y ropa que vestir”. Esto corresponde a lo dicho por el Señor en Mateo 6:33: “Buscad primeramente Su reino y Su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas”. Si buscamos el reino de Dios, ciertamente El se ocupará de nuestro sustento.

  Aunque Dios había prometido estar con Jacob y guardarlo, éste hizo un trato con El, diciendo: “Si fuere Dios conmigo, y me guardare en este viaje en que voy, y me diere pan para comer y vestido para vestir, y si volviere en paz a casa de mi padre, Jehová será mi Dios” (vs. 20-21). Observe la palabra “si” en el versículo 20. Sólo si Dios hacía todo esto por Jacob, éste lo tomaría como su Dios. Pero si Dios no hacía estas cosas, entonces no habría negocio. Jacob parecía decir: “Si Tú me das comida y vestido y te encargas de mi sustento, entonces te tomaré como mi Dios, esta columna será Tu casa, y te devolveré la décima parte de todo lo que me hayas dado”. Este era un convenio muy lucrativo para Jacob. Jacob decía: “Señor, Tú primero debes darme, y luego yo te daré. Si me das un dólar, te devolveré la décima parte”. Dios dice que si buscamos Su reino, El nos dará pan. Pero nosotros le decimos que El debe darnos el pan primero, y luego nosotros buscaremos Su reino. No necesitamos negociar así con el Señor. Sea simplemente un pedazo de barro y permita que el Señor trabaje en usted, y El le añadirá todo lo que usted necesite. En Mateo 6:33 la palabra añadir implica que algo fundamental ya ha sido dado y que otras cosas son simplemente añadidas a nosotros. Veremos luego que Dios nos da la tierra, la semilla y la bendición. A todo eso El añade alimento, abrigo y las demás cosas que necesitamos para sobrevivir.

  Me agrada esta porción de la Palabra, pues abarca toda la Biblia, desde Génesis 1 hasta Apocalipsis 22. Esta es la razón por la cual digo que esta porción es tan crucial. Lo abarca todo desde el polvo hasta la piedra, desde la creación hasta la edificación de la casa de Dios. Incluye el pan, el vestido, la casa de Dios, la escalera y las cosas celestiales.

  En este pasaje, Jacob primero encontró descanso, y al final recibió la promesa de que no tendría ningún problema con la comida ni con el vestido. Todos deseamos descansar. El descanso siempre incluye satisfacción. Si no estamos satisfechos, no podremos estar en paz. Cuando llegamos al Señor, lo primero que recibimos es reposo. Como personas solitarias y desilusionadas que no saben adónde van, necesitamos descanso. Como personas aparentemente sin esperanza, sin futuro y que lo han perdido casi todo, anhelamos descansar. ¡Alabado sea el Señor por Su reposo! Este descanso se produce sobre la piedra, y esta piedra se encuentra en el mismo lugar donde se encuentra la casa de Dios. Allí está nuestro lugar de reposo.

d) Dios propició el primer encuentro

  En el versículo 13 vemos que Dios propició el primer encuentro con Jacob. Dios viene al encuentro de todos nosotros. Esto es fundamental. Jacob nació en una familia piadosa. Abraham, Isaac, Sara y Rebeca eran personas piadosas. Es bueno nacer en una familia tan piadosa, pero de todos modos necesitamos un encuentro directo y personal con Dios. En casa, todos pueden comer, pero usted mismo también necesita comer. No diga: “Oh mi abuelo era Abraham; mi abuela era Sara; y mis padres son Isaac y Rebeca”. ¿Y usted qué? En su familia todos comen, ¿pero come usted? En cuanto a Dios, Jacob había obtenido conocimiento, pero no había comido nada. El había nacido en una familia piadosa, pero antes de tener el sueño en Bet-el, él no se había relacionado directamente con Dios. Sin embargo, para su sorpresa, Dios le salió al encuentro por primera vez aquí en Bet-el. Jacob no deseaba encontrarse con Dios. Fue Dios quien lo esperó allí. Dios ya había bajado de los cielos y estaba allí en la tierra.

  La experiencia de la mujer samaritana en Juan 4 es semejante a la experiencia de Jacob en Génesis 28. El Señor Jesús, quien había bajado de los cielos, fue al pozo con el propósito de encontrarla. Para la mujer samaritana, el pozo de Jacob era Bet-el, y Jesús estaba allí como la escalera celestial. Si ella, como Jacob, hubiera tenido un sueño, habría visto a los ángeles ascender a los cielos para llevar la buena nueva de que ella se había encontrado con el Señor. Los ángeles quizá habrían dicho: “¡La pecadora samaritana, aquella que tuvo tantos maridos y que vive con un hombre que no es su marido, ha venido a Jesús!” La situación era idéntica cuando usted llegó al Señor. Jesús, la escalera celestial, lo estaba esperando a usted. El día en que usted fue salvo, recibió su primer sueño, y Dios le salió al encuentro por primera vez. ¡Cuán maravilloso es eso! Si usted analiza su experiencia, dirá: “¡Alabado sea el Señor! Ahora entiendo lo que me sucedió aquel día. Antes de que yo fuese salvo, la escalera celestial estaba apoyada en tierra, y Dios me estaba esperando allí”.

  Cuando Dios se encontró con Jacob por primera vez, le dijo: “Yo soy Jehová, el Dios de Abraham tu padre, y el Dios de Isaac” (v. 13). Esto implicaba que Dios iba a ser el Dios de Jacob. Todos hemos experimentado al Dios de Abraham y al Dios de Isaac. Puesto que el Dios de Abraham es el Dios de la justificación, y el Dios de Isaac es el Dios de la gracia, se entiende que hemos experimentado al Dios de la justificación y al Dios de la gracia. Hemos experimentado a ese Dios, pero debemos encontrar y experimentar al Dios de Jacob. Esto significa que Dios será para nosotros el Dios de la transformación, el Dios que lidia con nosotros. Sabemos que “el Dios de Abraham” significa que somos justificados y sabemos que “el Dios de Isaac” denota que disfrutamos de la gracia de Dios. No obstante, debemos tener también un sueño en el cual el Dios de Jacob diga: “Seré tu Dios. Seré el Dios de uno que toma por el calcañar, el Dios de alguien que suplanta. Cuanto más suplantas, más puedo disciplinarte. Cuanto más tomes el calcañar de los demás, más te pondré en el horno. Yo seré para ti el Dios de Jacob”. Finalmente, la Biblia afirma que Dios es el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob, y que este Dios no es Dios de muertos sino de vivos (Mt. 22:32). Mi Dios no es solamente el Dios de Abraham y el Dios de Isaac, sino también el Dios de Jacob, el Dios que me disciplina todo el día. Si nos quedamos solamente con el Dios de Abraham y con el Dios de Isaac, y nunca experimentamos al Dios de Jacob, no tendremos la transformación que necesitamos. ¿A cuál Dios ama usted, al Dios de Abraham, al Dios de Isaac o al Dios de Jacob? A nosotros nos gusta disfrutar, pero a ninguno de nosotros nos gusta la disciplina. Dios es el Dios Triuno, el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob. Esté preparado; un día usted se encontrará con el Dios de Jacob.

  Por lo general a los hermanos y a las hermanas les agrada cantar acerca de la vida gloriosa de iglesia. No obstante, cuanto más permanecemos en la vida gloriosa de iglesia, más somos disciplinados. Casi todos nosotros podemos testificar que desde que llegamos a la vida gloriosa de iglesia, Dios nos ha puesto en circunstancias adversas. Antes de entrar en la iglesia, no teníamos muchos problemas. Pero después de entrar en la iglesia y de empezar a cantar acerca de la vida gloriosa de iglesia, las cosas empezaron a suceder gradualmente. Usted quizá haya dicho: “¿Qué está sucediendo? Tal vez me equivoqué”. No, usted no se equivocó. Todas estas cosas le han sucedido porque se encuentra en el camino correcto, en la senda de la transformación.

  Dios calibra nuestras circunstancias y todo lo que nos sucede. Por ejemplo, El puede permitir que usted tenga alguna enfermedad, pero esa enfermedad es medida y no lo matará. Lo mismo ocurrió con lo que Dios hizo con Job cuando le dijo a Satanás que no pasara de ciertos límites (Job 2:6). Esa era la obra de Dios. En los capítulos siguientes de Génesis, no vemos que Jacob haya disfrutado mucho; por el contrario, adondequiera que iba, Dios lo disciplinaba. Dios parecía decir: “Yo soy el Dios de Jacob, pero quiero ser el Dios de Israel. Cuando complete la obra de transformación, concluiré Mi obra disciplinaria para contigo”.

e) Recibió por primera vez la promesa de Dios

  Toda disciplina de Dios incluye una promesa. Toda disciplina por la cual pasamos viene acompañada de una promesa. Cuanto más seamos disciplinados, más promesas recibiremos. En Génesis 28:13-15 vemos la promesa que Dios hizo a Jacob. Según la experiencia de Jacob, la promesa de Dios no vino antes de Su quebrantamiento. La promesa no consiste en que primero recibiremos alimento y abrigo, sino en que recibamos la tierra y la semilla y en que seamos una bendición para todas las familias de la tierra. Aquí vemos tres cosas: la tierra, la semilla y la bendición. Según la revelación de la Biblia, la tierra es necesaria para el reino. Cuando Dios creó al hombre, lo hizo a Su propia imagen y le dio dominio sobre la tierra. Por consiguiente, la tierra es necesaria para el dominio, el reino. La semilla se necesita para que exista la expresión, la extensión de la imagen. En Génesis 28:13-14 vemos dos cosas que encontramos en 1:26: la imagen y el señorío. Después llegamos a ser una bendición. Nuestra bendición es simplemente Cristo, pues El se convierte en la bendición que somos para los demás.

  Si examinamos nuestra experiencia, veremos que cuando pasamos por algún sufrimiento o alguna disciplina de parte de Dios, recibimos la tierra y sentimos que estamos en el reino. Además, sentimos que algo de Dios es expresado a través de nosotros y que brota de nosotros. Esta es la semilla. Aparte de eso, llegamos a ser una bendición para los demás, para nuestros vecinos, parientes, amigos y para todos los que nos rodean. La promesa de Dios no fue dada solamente a Jacob; en principio, nos fue dada también a nosotros. Cuando estamos bajo el toque de Dios, participamos de la tierra, la semilla y la bendición. Somos partícipes del territorio y la expresión de Dios y llegamos a ser una bendición para los demás.

  Dios conoce nuestra necesidad. En el versículo 15 El dijo a Jacob: “He aquí, yo estoy contigo, y te guardaré por dondequiera que fueres, y volveré a traerte a esta tierra; porque no te dejaré hasta que haya hecho lo que te he dicho”. Aquí Dios prometió comida y vestido a Jacob y también que lo volvería en paz a la tierra de sus padres. Los religiosos no saben nada de la tierra ni de la semilla ni de la bendición. Muchas veces cuando damos un testimonio, decimos algo así: “Alabo al Señor porque Su presencia permanece en mí. Hace poco viajé a Chicago y la presencia de Dios me acompañó. En todos estos años, El me ha dado alimento, abrigo y todo lo que he necesitado”. Casi nunca he oído un testimonio en el cual alguien dijera: “Alabo al Señor, porque después de que me disciplinó, ensanchó mi territorio. Dios realmente me ha transformado. El está extendiendo Su expresión a través de mí. ¡Cuántas bendiciones han venido después!”

f) Su reacción

(1) Llamó al lugar la casa de Dios

  Ahora llegamos a la reacción de Jacob. Primero, tan pronto despertó de su sueño, llamó ese lugar la casa de Dios (v. 17). ¿De dónde sacó Jacob el concepto de casa de Dios? Abraham no lo conocía. Como hemos dicho, esta expresión no figura antes de Génesis 28. Abraham, Isaac y Jacob vivían en tiendas. Entonces, ¿por qué no habló Jacob de la tienda de Dios en lugar de la casa de Dios? Ciertamente aquél no fue solamente un sueño, sino una revelación. En realidad Jacob no vio la casa de Dios, pero dijo que la vio: “Esto es casa de Dios”. Sin lugar a dudas, aquello procedió de la revelación divina.

  Dios ha revelado Su economía no solamente en palabras claras sino también en las vidas de algunos seres humanos. Jacob, un hombre que vivía completamente en el nivel humano, recibió un sueño. En ese sueño él vio algo, y después despertó y dijo: “Esta es la casa de Dios”. Indudablemente, el concepto de la casa de Dios vino de Dios mismo.

(2) Llamó al lugar la puerta del cielo

  Jacob también llamó al lugar donde se encontró con Dios puerta del cielo (v. 17). Lo que Jacob vio allí se relacionaba con los cielos. Era un lugar situado en la tierra, pero estaba unido con los cielos. Por consiguiente, lo llamó puerta del cielo. Cuando tenemos una visión espiritual, sentimos que estamos en la puerta del cielo. Estamos en la tierra, pero sentimos y experimentamos cosas de los cielos.

(3) Hizo de una piedra una almohada y una columna, y la ungió

  Dice en el versículo 18: “Y se levantó Jacob de mañana, y tomó la piedra que había puesto de cabecera, y la alzó por señal, y derramó aceite encima de ella”. Es muy curioso que Jacob haya tomado la piedra y la haya erigido como columna. Si yo hubiera estado en su lugar, no habría hecho eso con la piedra. ¿Qué significa esto? Ciertamente concuerda con toda la revelación bíblica. Lo que más se destaca aquí es que ungió la piedra con aceite. El hecho de que allí hubiese aceite fue soberano. ¿Dónde lo consiguió Jacob? ¿Acaso él, un fugitivo, lo traía consigo cuando salió de casa? No lo sé. En mi opinión, verter aceite sobre la piedra sólo habría causado un desparrame. No obstante, conforme a la Biblia, este acto es muy significativo. En la Biblia, la piedra, sin duda, representa al hombre transformado, o sea, barro transformado en piedra. En tipología, el aceite representa la tercera persona de Dios que llega al hombre. Cuando Dios llega a usted, lo hace como el Espíritu. Por consiguiente, la piedra que fue erigida como columna y que fue ungida con el aceite simboliza el hecho de que el hombre transformado es uno con el Dios Triuno. Ahora el Dios Triuno no está solamente en los cielos, sino también sobre un hombre transformado y es uno con dicho hombre. Este hombre es la expresión de Dios sobre la tierra. Cuando usted mira la piedra, ve el aceite. Cuando contempla al hombre transformado sobre la tierra, ve la expresión de Dios. ¿Cómo supo Jacob que debía verter aceite sobre la piedra? Antes del capítulo veintiocho, no encontramos ningún caso de este tipo de acción. No obstante, Jacob hizo esto después de despertar de su sueño.

(4) Dio al lugar el nombre de “Bet-el”

  Después de derramar aceite sobre la columna, Jacob “llamó el nombre de aquel lugar Bet-el” (v. 19). ¿Por qué le dio a ese lugar Jacob el nombre de Bet-el, casa de Dios? Mientras él ungía la columna, se hallaba bajo la unción del Espíritu. Esta columna lo representaba a él, al Jacob transformado. No creo que en aquella ocasión Jacob hubiera comprendido lo que estaba haciendo. El no lo entendía tan claramente como lo entendemos nosotros ahora.

  En Juan 1:51 el Señor Jesús dijo a Natanael: “De cierto, de cierto os digo: Veréis el cielo abierto, y a los ángeles de Dios subir y descender sobre el Hijo del Hombre”. El título “Hijo del Hombre” indica que Dios ya no es simplemente Dios sino que se hizo hombre. Esto revela que Dios ya no está solamente en los cielos sino que se ha convertido en un hombre que habita en la tierra. La escalera está apoyada en la tierra porque Dios se hizo hombre. Antes de encarnarse, El no podía ser llamado el Hijo del Hombre. Cuando el Señor Jesús dijo a Natanael que vería ascender y descender a los ángeles sobre el Hijo del Hombre, Natanael debe de haber entendido inmediatamente que éste era el cumplimiento del sueño de Jacob.

  El sueño de Jacob es una revelación de Cristo, pues Cristo, la escalera, es el centro de este sueño. Aquí con esta escalera celestial tenemos un cielo abierto, al hombre transformado, la unción sobre dicho hombre, y a la edificación de la casa de Dios con este hombre. La vida de iglesia hoy es el cumplimiento completo del sueño de Jacob porque la vida de iglesia es la puerta de los cielos, el lugar donde están la columna y la escalera, y el lugar en donde los ángeles ascienden a los cielos llevando las buenas nuevas y descienden a la tierra trayendo algo celestial. Bet-el está aquí en la vida de iglesia. Nosotros somos Bet-el hoy. En Génesis 28 tanto el lugar como la piedra se llamaron Bet-el. La piedra no solamente fue llamada Bet-el, sino que fue hecha Bet-el. ¿Por qué fue llamado el lugar Bet-el? Porque la piedra Bet-el estaba allí. Así es la vida de iglesia. Todos debemos ver este sueño maravilloso.

(5) El voto

  Cuando Dios hace una promesa, nosotros no tenemos que hacer un voto. De haber estado en lugar de Jacob, yo habría dicho simplemente: “Señor, gracias”. Pero en lugar de agradecer al Señor y de alabarlo, Jacob hizo un voto según el cual él tomaría a Dios como su Dios, haría de la columna de piedra la casa de Dios, y le daría a Dios la décima parte de todo lo que recibiera de El, siempre y cuando Dios estuviese con él, lo guardara y le diera comida y abrigo y lo volviera en paz a la casa de su padre (vs. 20-22). El voto de Jacob era condicional. El hecho de que estamos en la vida de iglesia también es condicional. Estamos contentos en la vida de iglesia, pero dentro de nosotros ponemos una condición y decimos: “Permaneceré en la vida de iglesia y formaré parte de la misma con la condición de que Dios me dé pan”. Quizá no lo expresemos con palabras, pero esa idea está en nosotros. Suponga que usted pierde su empleo y se queda cesante durante muchos meses. Aparte de eso, se enferma de gravedad. ¿Seguirá cantando acerca de la gloriosa vida de iglesia? No habrá vida de iglesia, y probablemente tampoco habrá columna. Su amor por el Señor y por la iglesia es condicional. Cuando Jacob prometió dar a Dios la décima parte de lo que recibiera, esto significaba que si Dios no le daba nada, él no le daría nada a Dios. Jacob parecía decir: “Hagamos un trato. Si Tú quieres algo de mí, primero debes darme algo. Si no me das nada, ¿qué podré darte?”

  ¿Creía Jacob en Dios? Sí. Si no hubiera creído en El, no habría hablado de la presencia de Dios con él. Si creía en Dios, ¿por qué, entonces, puso esta condición en su voto? Porque él era humano, así como lo somos nosotros. Por una parte, creemos en Dios, pero por otra, ponemos condiciones. Casi nadie ama al Señor de manera incondicional. He oído a muchos hermanos y hermanas decir que se consagran incondicionalmente al Señor. Cuando yo escucho estos testimonios, pregunto: “¿Es usted verdaderamente incondicional para con el Señor?” Si el Espíritu Santo escribiera un relato de la experiencia de usted, probablemente sería igual al de Jacob. Indudablemente, mi historia es parecida a la suya. De todos modos, no necesitamos preocuparnos por nuestro vivir. Dios nos dará la tierra, la semilla y la bendición, y aparte de todo eso, se ocupará de nuestra subsistencia, nos proveerá de alimento, abrigo y todo lo que necesitemos. Si buscamos primeramente el reino de Dios, el Padre nos dará todo lo que necesitamos para nuestro sustento. Este es el sueño de Jacob.

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