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Mensajes del libro «Estudio-Vida de Hebreos»
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Mensaje 59

EL MANÁ QUE ESTABA EN LA URNA DE ORO

  En el mensaje anterior pusimos el fundamento para entender lo relacionado con el maná. En este mensaje queremos centrarnos en el maná escondido, esto es, el maná que estaba en la urna de oro.

EL MANDATO DE DIOS CON RESPECTO AL MANÁ

  La expresión maná escondido se encuentra en Apocalipsis 2:17, donde el Señor Jesús dice: “Al que venza, daré a comer del maná escondido”. Este pasaje estaba dirigido a la iglesia en Pérgamo, una iglesia mundana y degradada. A todo el que venza el cristianismo degradado, el Señor le dará a comer del maná escondido. Casi todo lo que se menciona en el libro de Apocalipsis, incluyendo el maná, podemos encontrarlo en el Antiguo Testamento. Éx. 16:32-33 dice con respecto al maná: “Dijo Moisés: Esto es lo que Jehová ha mandado: ‘Llenad un gomer de él y guardadlo para vuestros descendientes, a fin de que vean el pan que yo os di a comer en el desierto, cuando yo os saqué de la tierra de Egipto.’ A Aarón dijo Moisés: Toma una vasija y pon en ella un gomer de maná y colócalo delante de Jehová, a fin de que sea guardado para vuestros descendientes”. El Señor ordenó que fuera guardado un gomer de maná dentro de una urna. Un gomer es “la décima parte de un efa” (Éx. 16:36). Un efa era una unidad completa, y un gomer era la décima parte de esa unidad. Esta pequeña porción fue depositada en una urna y luego fue puesta delante del testimonio para ser guardada (Éx. 16:34). En Éxodo cuando se habla del testimonio, se refiere a las dos tablas de la ley que estaban dentro del arca. El hecho de que un gomer de maná fuera puesto delante del testimonio, significa que estaba muy relacionado con el Arca. Esta porción del maná vino a ser el maná escondido.

  El maná descendía del cielo, de Dios, como un regalo para su pueblo. Y no fue un regalo provisional, sino un don que ellos siguieron recibiendo por cuarenta años. Cada mañana este don descendía del cielo para alimentar y saciar a los hijos de Israel. Después que ellos quedaron satisfechos, Dios pareció decirles: “Tomad ahora un gomer de lo que vosotros habéis disfrutado y ponedlo delante de Mí, como un testimonio y un recordatorio para que vuestros futuros descendientes puedan recordar que vosotros disfrutasteis de este alimento celestial mientras vagasteis por el desierto”. El maná que descendía diariamente, que era la porción del pueblo, descendía de Dios, mientras que el maná escondido, que era la porción de Dios, fue ofrecido de vuelta a Dios.

EL DIEZMO DE LOS PRODUCTOS DE LA TIERRA

  Ahora debemos prestar atención al diezmo, es decir, a la décima parte de los productos de la buena tierra. A los hijos de Israel se les mandó traer el diezmo de sus cosechas, la mejor porción de los productos que hubieran obtenido de la buena tierra, y ofrecerla a Dios (Dt. 14:22-23). Todo lo que ellos cosecharan provenía de Dios. Así que Él ordenó que una décima parte de los productos que Él había dado a los hijos de Israel le fueran ofrecidos a Él. La mayor parte de los productos era para el pueblo, pero el diezmo era ofrecido a Dios como la porción que le correspondía. Además, el diezmo que era ofrecido a Dios era dado a los sacerdotes y a los levitas (Nm. 18:21), quienes a su vez apartaban la décima parte del diezmo que habían recibido y la ofrecían a Dios. Este diezmo del diezmo era dado al sumo sacerdote, quien ministraba en el Lugar Santísimo (Nm. 18:26, 28-29). Una vez más repito, los hijos de Israel ofrecían la décima parte de sus cosechas a Dios como Su porción. Después que ésta era ofrecida a Dios, era entregada a los que servían en el tabernáculo, esto es, a los sacerdotes y levitas. Los sacerdotes y levitas luego tomaban la décima parte de lo mejor del diezmo y la ofrecían a Dios. Ésta parte era luego entregada al sumo sacerdote, que ministraba en el Lugar Santísimo. Los levitas, que servían en el atrio, y los sacerdotes, que servían tanto en el atrio como en el Lugar Santo, sólo podían disfrutar del diezmo ofrecido por los hijos de Israel. Únicamente el sumo sacerdote, quien servía en el Lugar Santísimo, tenía el privilegio de disfrutar del diezmo del diezmo, que era lo mejor de lo mejor de los productos de la buena tierra. Esto quiere decir que cuanto más servimos, más disfrutamos de la porción más excelente, la porción de Dios.

EL MANÁ ESCONDIDO ERA LA PORCIÓN QUE LE CORRESPONDÍA A DIOS

  Mientras los hijos de Israel vagaban por el desierto, Dios les dio el maná del cielo como un don que recibían diariamente (con excepción del día sábado). Todos disfrutaron de este don. Luego, Dios pareció decirles: “Tomad una porción, la décima parte de un efa, del maná que Yo os he dado y ponedla delante de Mi testimonio”. Esta porción del maná era para Dios. El maná que caída diariamente era la porción del pueblo, pero este maná, que era ofrecido y luego puesto en la urna delante del testimonio, era la porción de Dios mismo. Este mismo principio lo siguieron guardando los hijos de Israel al ofrecer los productos de sus cosechas después de que entraron en la buena tierra. Cuando ellos entraron en la buena tierra, Dios dejó de enviar maná del cielo, ya que la tierra les proveía todo lo necesario para su subsistencia. Así que, en lugar de recoger el maná, ellos cosecharon el producto de la buena tierra. Con respecto a esto, Dios pareció decirles: “Dadme como Mi porción el diezmo de todo el producto que hayáis cosechado”. Los hijos de Israel así lo hicieron, y ofrendaron la décima parte a los sacerdotes y levitas que servían en y alrededor del tabernáculo. Luego, Dios dijo a los sacerdotes y levitas que apartaran la décima parte de lo que habían recibido del pueblo, y la ofrecieran a Dios. Esta porción, que podemos llamar lo mejor de lo mejor, era entregada al Sumo Sacerdote como su porción. Únicamente el Sumo Sacerdote, que ministraba en el Lugar Santísimo, tenía el privilegio de disfrutar la mejor porción.

  Basándonos en este principio, podemos ver que el maná escondido es la porción que le corresponde a Dios. El concepto básico del maná escondido es que ésta es la porción de Dios. En el pasado me llamaba mucho la atención cada vez que leía Éxodo 16:36, que dice: “Un gomer es la décima parte de un efa”. Me parecía que este versículo era innecesario y me preguntaba por qué Moisés lo había incluido. No lograba entender qué significado tenía depositar un gomer de maná en una urna para luego ponerlo delante del testimonio de Dios. No fue sino hasta hace poco que el Señor me dio luz al respecto, y pude ver que la décima parte se refería a la mejor porción, a la porción que le corresponde a Dios. El maná representa a Cristo, a quien Dios nos dio como un don. Mientras disfrutamos a Cristo como nuestro maná, debemos escoger la mejor porción y ofrecerla a Dios, es decir, debemos ofrecer Cristo a Dios.

  Si hemos de comer del maná escondido, tenemos que comer primero del maná visible que está disponible para todos. Si no participamos de este maná, no tendremos maná para ofrecer a Dios como maná escondido. El maná escondido es el mismo maná que experimentamos, disfrutamos y luego ofrecemos a Dios. Finalmente, debido a que hemos llegado a tener una íntima relación con Dios, Él nos dirá: “Ven a Mi mesa y cena conmigo”. No piense que de repente usted disfrutará a Cristo como maná escondido si nunca le ha disfrutado como su maná diario. No, el maná escondido se obtiene después de que hemos disfrutado el maná visible. Primero disfrutamos el maná, y después, de ese maná que hemos disfrutado, ofrecemos una pequeña porción a Dios, y le decimos: “Dios, te ofrezco al mismo Cristo que he disfrutado. Tú me diste a Cristo como mi porción, y ahora yo te ofrezco lo mejor de Él como Tu porción”. Entonces Dios nos dirá: “Hijo, entra al Lugar Santísimo y disfruta esta porción conmigo”. En esto consiste el maná escondido.

  Ahora examinemos nuestra experiencia. Cuando disfrutamos a Cristo de una manera general como nuestro suministro diario, espontáneamente surge en nosotros el deseo de ofrecerle a Dios el mismo Cristo que hemos estado disfrutando, y decimos: “Oh Dios, cuánto te agradezco por el Cristo que me has dado; lo he estado disfrutando mucho. Ahora quiero ofrecerte la mejor porción de Él”. Éste es el gomer de maná, la mejor porción del maná, que era ofrecida a Dios. Esta porción no es para todo el pueblo de Dios, sino únicamente para aquellos que le sirven de una manera muy íntima, en el Lugar Santísimo. Éste es el maná escondido, el cual proviene del maná que disfrutamos de una manera general.

  Repito nuevamente que Dios nos ha dado a Cristo como nuestro alimento. Mientras le disfrutamos como nuestro alimento, lo ofrecemos a Dios llenos de gratitud. De esta manera Cristo llega a ser la mejor porción de nuestro disfrute, la cual ofrecemos a Dios como Su porción. Dios entonces se siente complacido con esta ofrenda, la recibe, y nos dice: “Ya que tú estás ahora conmigo en el Lugar Santísimo, y que no solamente me sirves en el atrio o en el Lugar Santo, Yo quiero ahora servirte de lo mismo que me has ofrecido. Te invito a que disfrutes conmigo de la mejor porción de Cristo”. ¡Cuán maravilloso es esto! Todo esto concuerda muy bien con nuestra experiencia como con la revelación completa de la Biblia, y también con Apocalipsis 2:17. Por consiguiente, disfrutar a Cristo como nuestro maná escondido no es algo que experimentamos inesperadamente; antes bien, es algo que viene después de muchas otras experiencias.

EL MANÁ ESCONDIDO SE HALLABA OCULTO TRAS VARIAS CAPAS

  El maná escondido estaba oculto al menos por cuatro capas distintas. El tabernáculo estaba entre los hijos de Israel; dentro del tabernáculo estaba el Lugar Santísimo; dentro del Lugar Santísimo estaba el Arca; y dentro del Arca estaba la urna de oro. Para que alguien pudiera disfrutar del maná escondido primero tenía que estar entre los hijos de Israel. Luego tenía que entrar en el tabernáculo, y después entrar al Lugar Santísimo. Finalmente, tenía que quitar la cubierta del Arca que contenía la urna de oro, dentro de la cual se hallaba el maná escondido.

  Aplicando este principio a nuestra situación actual, podemos ver que fuera de la vida de iglesia es imposible disfrutar del maná escondido. Además, en la vida de iglesia tenemos diversos grupos de servicio. Sin embargo, dichos grupos de servicio, que corresponden al servicio levítico, ministran solamente en el atrio. No obstante, es mediante este servicio que somos conducidos al Lugar Santo. Luego, a través del Lugar Santo, entramos en el Lugar Santísimo. Muchos de nosotros podemos testificar, que antes de participar en algún grupo de servicio ni siquiera nos encontrábamos el atrio, sino más bien en la calle. Pero al comenzar a servir con otros, tuvimos la sensación de estar en el Lugar Santo disfrutando a Cristo. Finalmente, mediante este disfrute, entramos al Lugar Santísimo donde está el maná escondido.

LAS TRES ETAPAS CON RESPECTO AL COMER EN EL TABERNÁCULO

  En el tabernáculo observamos tres etapas con respecto al comer: junto al altar se comía de los sacrificios, en el Lugar Santo se comía de los panes de la proposición, y en el Lugar Santísimo se comía del maná escondido que estaba dentro de la urna de oro. Disfrutar a Cristo en el altar nos conduce al Lugar Santo donde lo disfrutamos de una manera más excelente. Los panes de la proposición que se encuentran sobre la mesa son mucho más excelentes que los sacrificios del altar. Esto no es una mera doctrina, sino algo que podemos comprobar con nuestra propia experiencia. Luego, mientras disfrutamos a Cristo como nuestro pan de la proposición, empezamos a experimentar algo aún mas especial y decimos: “Siento que ahora estoy en el Lugar Santísimo comiendo de algo que nunca antes había probado”. Éste es el maná escondido.

LA OFRENDA ELEVADA

  En el Antiguo Testamento había dos ofrendas especiales: la ofrenda mecida, que representa al Cristo resucitado, y la ofrenda elevada, que representa al Cristo elevado, ascendido (Éx. 29:26-28). El diezmo del diezmo que se entregaba a Aarón como una ofrenda para Dios, era una ofrenda elevada (Nm. 18:28). Al experimentar a Cristo en el atrio y en el Lugar Santo, no sólo lo disfrutamos como el Cristo mecido sino también como el Cristo elevado; es decir, le disfrutamos no solamente como el Cristo resucitado, sino también como el Cristo elevado y exaltado. Esto indica que con el tiempo nos encontraremos en el Lugar Santísimo, disfrutando de la porción especial de Cristo que se encuentra escondida en Dios.

EL MANÁ ESCONDIDO ESTABA OCULTO EN LA NATURALEZA DIVINA

  Hemos visto que Apocalipsis 2:17 dice que el Señor dará a comer a los vencedores del maná escondido. Colosenses 3:3 dice que nuestra vida está escondida con Cristo en Dios. Cristo está escondido en Dios. El maná escondido mencionado en Apocalipsis 2:17, se hallaba oculto en una urna de oro (He. 9:4). En la Biblia, el oro representa la naturaleza divina. Por consiguiente, el maná que estaba escondido en la urna de oro representa la porción más excelente de Cristo que se halla escondida dentro de la naturaleza divina. La naturaleza divina está dentro del Arca, y, como hemos visto, el Arca no es otra cosa que Cristo mismo. Hoy en día, el Arca está en nuestro espíritu, el cual está unido al Lugar Santísimo. Por lo tanto, en nuestro espíritu está el Lugar Santísimo; en el Lugar Santísimo está Cristo, el Arca, y dentro de Cristo está la urna de oro, esto es, la naturaleza divina. Es aquí, dentro de la naturaleza divina, que se encuentra el maná escondido. ¿Qué es entonces el maná escondido? Es Cristo mismo como nuestra porción especial de alimento que está escondido en la naturaleza divina. Cuando entramos al lugar donde podemos tocar la urna de oro, nos hallamos completamente fuera del mundo, del yo y de nuestro hombre natural. Es en ese momento que tenemos contacto con la naturaleza divina, en la cual participamos del maná escondido.

  Examinen su propia experiencia. Después de que ustedes se unieron a algún grupo de servicio, empezaron a participar más de la vida de iglesia y también empezaron a experimentar algo más excelente. Con el tiempo, se acercaron más a Dios y entraron en una relación más íntima con Él. En ocasiones, se sintieron tan cerca de Dios, que llegaron a sentirse muy lejos del mundo, del yo, e incluso de su ser natural. En esos momentos usted sintió que era una persona diferente, que estaba con Dios y escondido en Su naturaleza. Al tener contacto con la naturaleza divina, usted tocó la urna de oro y disfrutó del maná que estaba escondido en ella, es decir, disfrutó a Cristo como aquella porción que se halla escondida en la naturaleza divina.

  Como veremos más adelante, la vara que reverdeció viene después del maná escondido, y la ley de vida viene después de la vara que reverdeció. Ésta es la secuencia de estos tres elementos tan cruciales que estaban dentro del Arca. Primero debemos disfrutar del maná escondido. Luego, como resultado de haber disfrutado el maná escondido, nuestra vara reverdecerá, y finalmente obtendremos la ley de vida. Debido a que son muy pocos los cristianos que experimentan el maná escondido, sus varas no reverdecen, y rara vez vemos a alguien que viva conforme a la ley de vida. Debido a que carecen de la debida experiencia, ellos no entienden lo que la Biblia dice con respecto al maná escondido, la vara que reverdeció y la ley de vida. Sin embargo, en el recobro del Señor, todas estas riquezas están siendo recobradas entre nosotros.

  Cuando participamos del maná escondido, no estamos experimentando a Cristo en el altar, ni tampoco estamos participando de Él en la mesa de los panes de la proposición. Más bien, lo disfrutamos como Aquel que está en la urna de oro, que se halla dentro del Arca. En ese momento, trascendemos el mundo y todas nuestras circunstancias. Trascendemos nuestro yo y nuestro ser natural, para tener contacto con la naturaleza divina y participar de ella. En 2 Pedro 1:4 dice: “Por medio de las cuales Él nos ha concedido preciosas y grandísimas promesas, para que por ellas llegaseis a ser participantes de la naturaleza divina”. A menos que tengamos contacto con la urna de oro, nos será muy difícil participar de la naturaleza divina. La naturaleza divina está aquí en la urna de oro, que está dentro del Arca. En la urna de oro, es decir, en la naturaleza divina, se halla el maná escondido como una porción especial para nuestro deleite. Es aquí donde disfrutamos al Cristo escondido, al Cristo que está escondido con nosotros en Dios, y al Cristo con quien nosotros estamos escondidos en Dios. El Cristo que está escondido en Dios es el maná que estaba escondido en la urna de oro. Aquí, Cristo es el maná escondido, y también nosotros estamos escondidos con Él en la naturaleza divina.

  Si nos encontramos en el desierto, lejos del tabernáculo, todavía podemos, por la misericordia de Dios, disfrutar del maná como una experiencia cotidiana. Sin embargo, ésta es una experiencia muy superficial, externa y nada íntima. Dios desea que entremos al Lugar Santísimo y tengamos una relación íntima y cercana con Él, y que podamos tocar la urna de oro. Es aquí, en la naturaleza divina de Dios, que se encuentra el Cristo escondido como el maná celestial escondido. En ningún otro lugar podemos encontrarle. Hoy en día, la naturaleza divina de Dios se halla en nuestro espíritu. El problema es que aunque ciertamente tenemos la urna de oro, a menudo nos encontramos lejos de nuestro espíritu. No es necesariamente cuando peleamos y discutimos con otros que nos hallamos fuera de nuestro espíritu. Aun cuando bromeamos con los hermanos nos salimos de nuestro espíritu. Asimismo, ser religiosos es muy diferente de estar en el espíritu. Cuando actuamos religiosamente somos llevados hacia el desierto. De manera, pues, que la urna de oro se halla en el Arca; el Arca está en el Lugar Santísimo, y el Lugar Santísimo está unido a nuestro espíritu. Me gusta mucho un himno que dice:

  En mi espíritu, más profundo aun, Quiero tocar al Señor que amo, Tocarle en Su profundidad secreta Y gustar de Su maná escondido.

  Dentro del Lugar Santísimo se encuentra el Cristo que es el Arca de Dios y que contiene la urna de oro. En este Cristo encontramos la naturaleza divina y también el maná escondido, ya que el Cristo escondido está dentro de la naturaleza divina. A fin de participar de esta especial porción, la mejor poción que es Cristo mismo, debemos tener contacto con la naturaleza divina. En principio, todos los que disfrutan de esta porción se encuentran en el Lugar Santísimo.

  Todos aquellos que entran al Lugar Santísimo se encuentran con el Sumo Sacerdote. Cristo, nuestro Sumo Sacerdote, está en el Lugar Santísimo y nosotros también debemos estar allí. No solamente debemos ser sacerdotes que ministran en el atrio o en el Lugar Santo, sino también sacerdotes que están donde se encuentra la urna de oro, esto es, en el Lugar Santísimo. Si hemos de estar en ese lugar, debemos trascender el mundo y toda clase de circunstancias. Debemos llegar al punto en que no nos dejemos perturbar más por la gente. A veces nos ofendemos con cualquier palabra que no es de nuestro agrado. Algunos se molestan a tal grado que no logran dormir bien durante meses. Si nos perturbamos de esta manera, eso significa que nos encontramos muy lejos de nuestro espíritu. En dado caso, nos será muy difícil entrar al Lugar Santísimo. Pero cuando trascendemos todas estas situaciones, sean buenas o malas, agradables o desagradables, nos encontramos en nuestro espíritu, teniendo contacto con el Arca y con la urna de oro. Repito una vez más que en esta urna de oro se halla el maná escondido, el Cristo escondido, como nuestra especial porción. Si hemos de participar del maná escondido, es imprescindible que permanezcamos en nuestro espíritu, teniendo contacto con la naturaleza divina. Espero que todos podamos avanzar para que entremos en esta experiencia.

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