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Mensajes del libro «Estudio-Vida de Isaías»
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Mensaje 30

CRISTO COMO EL SIERVO DE JEHOVÁ

(9)

COMO REDENTOR QUE SALVA A JACOB DE SUS PECADOS E INIQUIDADES Y LLEGA A SER PARA SIEMPRE LA LUZ Y GLORIA DE ISRAEL

  Lectura bíblica: Is. 59; Is. 60; 42:6; 49:8; 54:10; Ap. 21:23

  El libro de Isaías esconde muchas cosas preciosas. Dos de estas cosas se refieren a guardar el Sábado y ayunar.

  Guardar el Sábado equivale a ser “despedidos” y reemplazados por Cristo a fin de entrar en Él y descansar en Él por la eternidad. Por tanto, guardar el Sábado significa detener nuestras labores, renunciar a nuestras propias intenciones y ser despedidos y reemplazados. Esto es ser crucificados con Cristo con el resultado de que ya no somos nosotros los que vivimos, sino que Cristo vive en nosotros (Gá. 2:20).

  De joven se me enseñó que ayunar significaba restringirse uno mismo y restringir sus propias concupiscencias. Esta enseñanza no es errónea, pero ciertamente no es completa y podría conducirnos al ascetismo. El verdadero significado del ayuno según la Biblia es no gustar de otra cosa que no sea Cristo. Cuando ayunamos de este modo, tenemos apetito únicamente para Cristo y no comemos otra cosa que no sea Cristo.

  La aspiración de Isaías es que nosotros descansemos en Cristo y gustemos de Él en todo momento. En la Nueva Jerusalén, por la eternidad, tendremos una vida de descanso y ayuno. Nuestro único alimento será Cristo, la corporificación del Dios Triuno, como árbol de la vida; más aún, habiendo sido completamente despedidos, no trabajaremos sino que estaremos en reposo. Ésta será la situación de todos en la Nueva Jerusalén.

  Hasta el capítulo 59, el libro de Isaías alcanza su consumación en guardar el Sábado y ayunar. Mediante todos Sus procesos, Cristo, la corporificación del Dios Triuno, efectuó la redención completa provista por Dios y ahora Él aplica Su salvación completa a Sus creyentes. Aunque muchos cristianos predican el evangelio, muy pocos reciben tal predicación. Debido a que la gente está ocupada trabajando y comiendo, pocos dan cabida a Cristo en su corazón, pocos tienen espacio en su ser para Él. Por tanto, todos ellos necesitan reposar, guardar el Sábado; y ellos también necesitan ayunar. Al descansar y ayunar, podemos ser partícipes de todo lo que el Cristo procesado logró por nosotros. La totalidad de lo que Cristo es y lo que Él ha logrado es para nosotros el agua divina, la cual es el Espíritu consumado como consumación del Dios Triuno que podemos beber y disfrutar.

  Puedo testificar que antes de ser salvo, yo era un joven muy ocupado y con mucha ambición. Pero cuando oí el evangelio y recibí al Señor Jesús, de inmediato comencé a guardar el Sábado y a ayunar. Ahora, después de más de sesenta años, todavía me gusta reposar y ayunar. Quiero ser “despedido” nuevamente y ser reemplazado por Cristo más y más, reposando en Él y ayunando al privarme de gustar cualquier otra cosa que no sea Él. Según la revelación divina contenida en las Escrituras, todos debemos aprender a guardar el Sábado y a ayunar.

  Avancemos ahora a los capítulos 59 y 60, los cuales nos revelan a Cristo, el Siervo de Jehová, como Redentor que salva a Jacob de sus pecados e iniquidades y llega a ser la luz y gloria de Israel para siempre. Habiéndonos redimido, Cristo es ahora nuestro Salvador. Por el lado negativo, Él nos salva de nuestros pecados e iniquidades; por el lado positivo, Él es nuestra luz y gloria.

I. LA MANO DE JEHOVÁ NO ES TAN CORTA QUE NO PUEDA SALVAR

  No es demasiado corta la mano de Jehová para salvar, ni se ha agravado Su oído para oír (59:1). Pero las iniquidades de Jacob han venido a ser una separación entre ellos y su Dios, y sus pecados han hecho ocultar de ellos Su rostro, de modo que Él no los oye (v. 2).

II. LOS PECADOS E INIQUIDADES DE JACOB

  Los versículos del 3 al 8 hablan sobre los pecados e iniquidades de Jacob. Las iniquidades son mucho más malignas que los pecados.

III. EL RESULTADO DE LOS PECADOS E INIQUIDADES DE JACOB

  Los versículos del 9 al 15a describen el resultado de los pecados e iniquidades de Jacob.

IV. LA SALVACIÓN QUE EL BRAZO DE JEHOVÁ EFECTÚA EN FAVOR DE JACOB

  Por causa de nuestros pecados e iniquidades, contamos con la salvación que efectúa el brazo de Jehová (vs. 15b-19). El brazo de Jehová es Cristo, como Siervo de Jehová, quien tiene la fuerza dinámica de Jehová.

  El versículo 20 dice que vendrá un Redentor a Sion y a los que se vuelven de la transgresión en Jacob. A continuación, el versículo 21 dice: “Y en cuanto a Mí, éste es Mi pacto con ellos, dice Jehová: Mi Espíritu que está sobre ti y Mis palabras que puse en tu boca, no se apartarán de tu boca, ni de la boca de tu descendencia, ni de la boca de la descendencia de tu descendencia, dice Jehová, desde ahora y para siempre”. Este pacto es Cristo, quien es la realidad y el fiador del pacto (42:6; 49:8; 54:10).

  Nuestra boca sirve para tres cosas: respirar, comer y hablar. Entre estas tres, la más crucial es hablar. Debemos saber qué hablar, cuándo hablar, dónde hablar y a quién hablar.

  Podemos controlar nuestro comer y nuestra respiración, pero no nuestro hablar. Fue por su hablar que Eva incurrió en pecado. Si ella no le hubiera hablado a la serpiente, sino que hubiera acudido a Adán, habría vencido la tentación de la serpiente. Sin embargo, ella habló con la serpiente, y por causa de su hablar ella cayó en pecado. Esto ilustra el hecho de que para todos nosotros, nuestro hablar es un problema. Nuestro hablar puede ministrar vida a otros, o puede ministrarles muerte. Que edifiquemos o dañemos a los demás, que les ministremos vida o muerte, depende de cómo hablamos y qué hablamos. Si los santos en la vida de iglesia pudieran ser corregidos en su hablar, todas las iglesias serían avivadas.

  Dios ha puesto tanto Su Espíritu como Su palabra en nuestra boca. Su Espíritu puede ser respirado por nosotros, y Su palabra nos imparte nutrimento y también puede ser hablada por nosotros. Hoy en día la vida cristiana simplemente consiste en que practiquemos respirar el Espíritu así como alimentarnos de Su palabra y hablarla a los demás. Por este motivo, nosotros recalcamos, animamos, promovemos y abogamos por el profetizar, esto es, hablar por Dios, proclamar a Dios y hablar Dios en Su palabra para que Él sea impartido a otros con miras a la edificación del Cuerpo de Cristo.

  Tanto el respirar como el comer tienen por finalidad la impartición. Cuanto más respiremos y comamos, más los elementos de vida son impartidos a nuestro ser. Puesto que poseemos el Espíritu de Dios y la palabra de Dios, durante todo el día podemos estar bajo la impartición de Dios si respiramos al Espíritu y somos nutridos con la palabra.

  Dios imparte Su propio ser a nuestro ser espiritual por medio de Su Espíritu, quien es el propio aliento de Dios. El Espíritu es el aliento de Dios que nosotros podemos respirar. Cuanto más inhalamos al Espíritu, más estamos bajo la impartición divina. Las primeras dos líneas de un himno escrito por A. B. Simpson sobre el Espíritu como aliento dicen: “Sopla en mí Tu Espíritu hasta / Inhalarte en mí, Señor” (Himnos, #119). El coro de este himno dice: “Exhalando, exhalando / Culpas y pesar; / Inhalando, inhalando / De Tu gran caudal”. En lugar de ser limitados en nuestra respiración, debemos ejercitarnos en respirar espiritualmente de forma profunda. Cuanto más profundamente inhalemos al Espíritu, más saludable será nuestra vida espiritual.

  La palabra que Dios nos ha dado para nuestro nutrimento es Cristo como corporificación de Dios. El Dios Triuno está corporificado en Cristo, Cristo está corporificado en la palabra, la palabra es hecha real para nosotros como Espíritu, y el Espíritu es la consumación del Dios Triuno. Por medio de este ciclo, el Dios Triuno se imparte a Sí mismo en nosotros. Diariamente debemos tener contacto con la palabra y el Espíritu. Siempre y cuando contactemos apropiadamente tanto la palabra como el Espíritu, seremos uno con el Dios Triuno, uno con el Padre, el Hijo y el Espíritu.

  En la actualidad tenemos a Cristo como Redentor que nos salva de nuestros pecados, iniquidades y transgresiones. En el lado positivo, tenemos a Cristo que también es la palabra y el Espíritu vivificante y todo-inclusivo. Él es el Espíritu que podemos respirar y la palabra de la cual podemos alimentarnos. Al respirar el Espíritu y alimentarnos de la palabra, estamos bajo la impartición de Dios.

V. CRISTO, COMO SIERVO DE JEHOVÁ, LLEGA A SER PARA SIEMPRE LA LUZ Y GLORIA DE ISRAEL

A. La gloria de Jehová amanece sobre Israel

  Cristo, el Siervo de Jehová, es la gloria de Jehová que amanece sobre Israel (60:1-3).

B. Las naciones se congregan en torno a Israel

  Todas las naciones, junto con los cautivos de Israel y las riquezas de las naciones, se congregarán en torno a Israel (vs. 4-9). Esto hace referencia al tiempo de la restauración de Israel. Cuando Cristo retorne en calidad de Redentor que salva, Israel, como pueblo elegido por Dios y centro de la población mundial, será restaurado en todo aspecto. En ese tiempo, todas las naciones gentiles estarán a favor de Israel. No solamente los cautivos de Israel, sino también todas las riquezas de las naciones se congregarán en torno a Israel.

  El versículo 8 dice: “¿Quiénes son éstos que vuelan como nubes / y como palomas al palomar?”. Ésta puede ser la profecía en la que se anuncia que muchos de los cautivos de Israel retornarían a Israel por avión.

C. Las naciones edifican los muros de Israel y le sirven con sus riquezas y gloria

  Las naciones edificarán los muros de Israel y le servirán con sus riquezas y gloria (vs. 10-14). La palabra gloria en el versículo 13 se refiere a los productos de las naciones (Gn. 31:1, 16; Est. 1:4). Las naciones servirán a Israel con sus riquezas y sus mejores productos.

D. Israel será hecho una excelencia eterna y un gozo

  Los versículos del 15 al 18 revelan que en la restauración Israel será hecho una excelencia eterna y un gozo de generación en generación. Israel será entonces la excelencia del linaje humano.

E. Disfruta a Jehová en Cristo, el Siervo de Jehová, como luz eterna en la Nueva Jerusalén

  En la Nueva Jerusalén (Ap. 21:23) Israel disfrutará a Jehová en Cristo, el Siervo de Jehová, como luz eterna (Is. 60:19-22). Los versículos del 19 al 21 dicen: “El sol nunca más te servirá de luz para el día / ni el resplandor de la luna te alumbrará, / sino que Jehová te será por luz eterna, / y el Dios tuyo será tu hermosura. / No se pondrá jamás tu sol / ni menguará tu luna, / porque Jehová te será por luz eterna, / y los días de tu luto serán acabados. / Luego tu pueblo, todos ellos serán justos; / para siempre poseerán la tierra, / vástago de Mi plantío, / obra de Mis manos, / para que Yo sea embellecido”. Israel resplandecerá más que el sol y la luna, pues Jehová les será por luz eterna.

  El versículo 21 dice que Dios será embellecido en Israel. La mayoría de traducciones dicen que Dios será glorificado, pero embellecido es una traducción más ajustada a la palabra hebrea. El Israel restaurado embellecerá a Dios. En la restauración, Israel será glorificado y embellecido; por ende, embellecerá a Dios. Dios será embellecido por el Israel restaurado y embellecido.

  En los capítulos 59 y 60, Cristo es revelado como nuestro Redentor. Al haber pasado por la encarnación, el vivir humano, la crucifixión y la resurrección, Él ahora es Aquel que salva, pues salva a Su pueblo de sus pecados e iniquidades y llega a ser su luz y gloria. Al ponerse a Sí mismo dentro de nosotros como el Espíritu y como la palabra, Él llega a ser nuestra hermosura, brillo y esplendor. Por medio del Espíritu vivificante y la palabra, que es la corporificación de Cristo, recibimos la impartición divina. Cuanto más Él se imparte en nosotros como nuestra vida y nuestro todo, más nosotros llegamos a ser brillantes, hermosos y gloriosos. Éste es Cristo que llega a ser nuestra luz y gloria. A la postre, llegaremos a ser la gloria y hermosura de Dios. Él llega a ser nuestra hermosura a fin de que nosotros podamos llegar a ser Su hermosura. Así, Dios y Su pueblo escogido serán glorificados y embellecidos en mutualidad.

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