Mostrar cabecera
Ocultar сabecera
+
!
NT
-
Navega rápidamente por los libros de vida del Nuevo Testamento
AT
-
Navega rápidamente por los libros de vida del Antiguo Testamento
С
-
Mensajes del libro «Estudio-Vida de Lucas»
Чтения
Marcadores
Mis lecturas


Mensaje 41

EL SALVADOR-HOMBRE LLEVA A CABO SU MINISTERIO EN SUS VIRTUDES HUMANAS CON SUS ATRIBUTOS DIVINOS DE GALILEA A JERUSALEN

(19)

  Lectura bíblica: Lc. 18:9-30

  En 18:9-30 el Señor enseña en cuanto a entrar en el reino de Dios. Lo que se abarca en estos versículos puede considerarse como las condiciones y los requisitos para entrar en el reino de Dios. Aquí el Señor menciona tres etapas: primero, humillarse como pecador delante de Dios, reconociendo la necesidad de propiciación de parte de Dios (vs. 9-14); segundo, ser como un niño, sin ninguna preocupación (vs. 15-17), y tercero, seguir al Salvador venciendo la preocupación de las riquezas y bienes materiales (vs. 18-30). Examinemos cada uno de estos aspectos de la enseñanza del Señor.

HUMILLARSE

  En 18:9-14 vemos que para entrar en el reino de Dios, tenemos que humillarnos. En el versículo 14 el Señor dice: “Todo el que se enaltece, será humillado, pero el que se humilla será enaltecido”. No debemos creer que somos alguien, sino que debemos humillarnos y reconocer que no somos nada ni nadie.

La oración del fariseo

  En los versículos del 10 al 14 el Señor cuenta una parábola de dos hombres que “subieron al templo a orar: uno era fariseo, y el otro recaudador de impuestos” (v. 10). El Señor usó frecuentemente, como ejemplos, estos dos tipos de personas. Los versículos 11 y 12 relatan lo que el fariseo dijo: “El fariseo, puesto en pie, oraba esto para sí: Dios, te doy gracias porque no soy como los demás hombres: ladrones, injustos, adúlteros, ni aun como este recaudador de impuestos; ayuno dos veces a la semana, doy diezmos de todo lo que gano”. Esto no parece del todo una oración, sino una acusación en contra de los demás y una jactancia arrogante ante Dios. Por lo tanto, el fariseo en su oración acusaba a los demás y se jactaba ante Dios.

La oración del recaudador de impuestos

  En el versículo 13 vemos que el recaudador de impuestos, menospreciado, acusado y condenado, oró con gran humildad: “Mas el recaudador de impuestos, estando lejos, no quería ni aun alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: Dios, sé propicio a mí, pecador”. Estas palabras indican que necesita un Redentor y también la propiciación. Reconoció cuánto había ofendido a Dios su vida de pecado; por esto, pidió a Dios que le fuera propicio, que lo reconciliara mediante un sacrificio propiciatorio, por Su misericordia y Su gracia.

  Romanos 3:25 dice que Dios presentó a Cristo Jesús como propiciación por medio de la fe en Su sangre. La palabra griega traducida propiciatorio es ilastérion, la cual es diferente de ilásmos mencionada en 1 Juan 2:2 y 4:10, y de iláskomai en Hebreo 2:17. Ilásmos significa aquello que propicia, es decir, un sacrificio propiciatorio. En 1 Juan 2:2 y 4:10 el Señor Jesús es el sacrificio propiciatorio por nuestros pecados. El Señor se ofreció a Dios como sacrificio por nuestros pecados (He. 9:28), no solamente para redimirnos sino también para satisfacer a Dios, quien está satisfecho y apaciguado en Cristo, nuestro Substituto, por medio de Su muerte substitutiva. Por lo tanto, El es la propiciación entre Dios y nosotros.

  Iláskomai significa apaciguar, reconciliar a uno satisfaciendo las exigencias del otro. En Hebreos 2:17 el Señor Jesús hizo propiciación por nuestros pecados para reconciliarnos con Dios, al cumplir con lo que Dios en Su justicia requiere de nosotros. El hizo propiciación por nuestros pecados para reconciliarnos, al satisfacer las exigencias de la justicia de Dios.

  En Romanos 3:25 ilastérion es el lugar de propiciación. Así, en Hebreos 9:5, esta palabra se refiere a la cubierta del arca que se halla en Lugar Santísimo, y en Exodo 25:16-22 y Levítico 16:12-16 la Septuaginta también usa esta palabra para referirse a la cubierta del arca. Los Diez Mandamientos que se encontraban dentro del arca, sus justas exigencias, exponían y condenaban los pecados de los que se acercaban a Dios. Por medio de la cubierta del arca, sobre la cual se rociaba la sangre propiciatoria el día de la propiciación, la situación del pecador era completamente cubierta. Por lo tanto, sobre esta cubierta Dios podría reunirse con los que quebrantaban Su justa ley, y podía hacerlo sin contradicción gubernamental de Su justicia, bajo la observación de los querubines que tenían Su gloria y estaban sobre la cubierta del arca. El propiciatorio, o sea, el sacrificio expiatorio, el cual prefiguraba Cristo, satisfizo todos los requisitos de la justicia y gloria de Dios. A esto se refiere Romanos 3:25. De este modo, la palabra ilastérion revela que el Señor Jesús es el lugar de propiciación, el propiciatorio. El, como sacrificio propiciatorio, efectuó la propiciación en la cruz por nuestros pecados y satisfizo completamente los requisitos de la justicia y la gloria de Dios.

  Es significativo, por tanto, que el recaudador de impuestos mencionado en Lucas 18:13 dijera: “Dios, sé propicio a mí, pecador”. El reconoció que había ofendido a Dios y que necesitaba que alguien fuera su ofrenda de propiciación para que Dios estuviera apaciguado. Este individuo humilde reconoció que él no era más que un pecador. Ya que ofreció una oración basaba en la propiciación que Dios llevó a cabo, “descendió a su casa justificado” (v. 14).

Humillarse y someterse

  Lo que el Señor dijo en el versículo 14 sobre el hecho de ser justificado, se refiere a la etapa inicial de nuestra salvación. Todas las personas salvas deben humillarse hasta el mismo grado que el recaudador de impuestos. En realidad, arrepentirnos y confesar nuestros pecados equivale a humillarnos. Los salvos son todos aquellos que se humillaron y se sometieron.

  Cuando yo era joven, era orgulloso y arrogante, y no estaba dispuesto a admitir que estaba equivocado. Pero un día el Espíritu me atrapó, y fui convencido, humillado y subyugado. Me pareció que nadie era más pecador que yo. Mi actitud fue exactamente lo opuesto de lo que había sido antes. Por experiencia puedo testificar que una persona salva, es una persona humilde y subyugada. Necesitamos humillarnos hasta tal punto que consideremos que no somos nada ni nadie.

SER COMO NIÑOS

  Después de humillarnos, necesitamos ser como niños (vs. 15-17). En los versículos 16 y 17 el Señor Jesús dice: “Dejad a los niños venir a Mí, y no se lo impidáis; porque de los tales es el reino de Dios. De cierto os digo: El que no recibe el reino de Dios como un niño, no entrará en él”. Un niño, libre de preocupaciones y conceptos viejos, puede recibir fácilmente una idea nueva. Por eso, uno debe ser como un niño y recibir el reino de Dios como algo nuevo, con un corazón libre.

  Todos nosotros nacimos en el reino del hombre y estamos en dicho reino. Para ir al reino de Dios, o sea, ser trasladados del primero al segundo, tenemos que aceptar algunos conceptos nuevos. ¿Quienes están capacitados para recibir estos nuevos conceptos? Sólo los niños, los que no tienen preocupaciones, pueden recibirlos. Sin embargo, muchos de los salvos no quieren ser como recién nacidos, sino que quieren considerarse inteligentes y eruditos, y que lo saben todo. Los que tengan esta actitud no pueden entrar en el reino de Dios. Aunque son salvos, les será difícil disfrutar del jubileo. Convertimos en niños es un requisito necesario para entrar en el reino de Dios.

RENUNCIAR A TODO Y SEGUIR AL SALVADOR-HOMBRE

  En 18:18-30 vemos que si queremos entrar en el reino de Dios, tenemos que renunciar a todo y seguir al Salvador-Hombre. Tenemos que renunciar, en particular, a los bienes materiales.

Heredar la vida eterna y tener la vida eterna

  Lucas 18:18 dice: “Un hombre principal le preguntó, diciendo: Maestro bueno, ¿qué he de hacer para heredar la vida eterna?” Heredar la vida eterna es diferente de tener la vida eterna. Según el Evangelio de Juan, tener la vida eterna equivale a ser salvos con la vida increada de Dios, para poder vivir por esta vida hoy y por la eternidad. Pero heredar la vida eterna es participar en la manifestación del reino de la era venidera. El hombre mencionado en 18:18 aparentemente buscaba la vida eterna de la era venidera.

  En 18:19 el Señor Jesús le dijo: “¿Por qué me llamas bueno? Nadie es bueno, sino uno, Dios”. Sólo Dios es bueno. Esto no sólo indica que quien hizo la pregunta no es bueno, sino que el Señor Jesús es Dios, quien es bueno. Si El no fuera Dios, tampoco sería bueno.

El requisito supremo para entrar en el reino de Dios

  En el versículo 20 el Señor dijo al gobernante: “Los mandamientos sabes: ‘No adulteres; no mates; no hurtes; no digas falso testimonio; honra a tu padre y a tu madre’ ”. El hombre respondió: “Todo esto lo he guardado desde mi juventud” (v. 21). Cuando el Señor Jesús oyó esto, le dijo: “Aún te falta una cosa: vende todo lo que tienes, y repártelo a los pobres, y tendrás tesoro en los cielos; y ven, sígueme” (v. 22). Aquí el Señor toca un asunto que había ya recalcado previamente: renunciar a los bienes materiales. Por ejemplo, en 14:33 el Señor dijo: “Así, pues, todo aquel de entre vosotros que no renuncia a todo lo que posee, no puede ser Mi discípulo”. Aquí vemos que seguir al Señor requiere que le amemos por encima de todas las cosas. Este es el requisito supremo para entrar en el reino de Dios.

  En 18:22 el Señor Jesús dijo a aquel hombre: “Aún te falta una cosa”. Este hombre quizás había observado los mandamientos de la ley vieja, pero aún le faltaba una cosa. El no estaba dispuesto a vender lo que tenía y tener tesoros en el cielo y seguir al Señor.

  Lucas 18:23 dice: “Entonces él, oyendo esto, se puso muy triste, porque era sumamente rico”. Los que aman las posesiones materiales más que al Señor se entristecen, pero los que aman a Cristo por encima de todas las cosas aceptan con gozo la pérdida de sus bienes (He. 10:34).

  Los versículos 24 y 25 dicen: “Al ver Jesús que se había entristecido mucho, dijo: ¡Cuán difícil les es entrar en el reino de Dios a los que tienen riquezas! Porque más fácil le es a un camello pasar por el ojo de una aguja, que a un rico entrar en el reino de Dios”. La palabra griega traducida aguja es diferente de la que está en Mateo y Marcos. Esta es la palabra que usan los cirujanos. Lo que el Señor dice aquí indica que es imposible entrar en el reino de Dios por medio de la vida natural.

La salvación y el reino de Dios

  En el versículo 26 vemos que los que oyeron lo que el Señor expresó, dijeron: “¿Quién, pues, podrá ser salvo?” Los que oyeron, como la mayoría de los cristianos de hoy, confunden la salvación con la entrada al reino de Dios. Lo que el Señor dijo a aquel hombre estaba relacionado con entrar al reino de Dios, pero los discípulos pensaron que se refería a la salvación. El concepto que tenían en cuanto a ser salvos era natural y común. No captaron la revelación que el Señor dio acerca de entrar en el reino de Dios.

  En el versículo 27, el Señor añade: “Lo que es imposible para los hombres, es posible para Dios”. Es imposible entrar en el reino de Dios mediante nuestra vida humana, pero sí es posible por medio de la vida de Dios, la vida divina, la cual es Cristo mismo, quien nos es impartido para que podamos experimentar la vida del reino. Podemos cumplir con los requisitos del reino por medio de Cristo que nos fortalece para hacer todas las cosas (Fil. 4:13).

  En el versículo 28 Pedro dijo al Señor: “He aquí, nosotros hemos dejado nuestras posesiones y te hemos seguido”. De una manera jactanciosa, Pedro decía: “Señor, nosotros dejamos todo para seguirte. Dejamos nuestras barcas, nuestras redes y el mar de Galilea. Ya dejamos todo atrás, y ahora estamos contigo en camino a Jerusalén. Señor, ¿qué obtendremos por esto? ¿Qué nos pagarás por haberlo dejado todo, incluso nuestro país, a fin de seguirte? Hasta el momento, no hemos recibido nada. Señor, ¿qué nos darás?”

  En los versículos 29 y 30 el Señor respondió: “De cierto os digo, que no hay nadie que haya dejado casa, o mujer, o hermanos, o padres, o hijos, por el reino de Dios, que no haya de recibir mucho más en este tiempo, y en el siglo venidero la vida eterna”. En el versículo 29 el Señor añade: “Por el reino de Dios”, pero en Mateo 19:29 dice: “Por causa de Mi nombre”. Esto indica que el Salvador equivale al reino de Dios. Como ya vimos, el Señor en Lucas 17:21 también indica esto, al decir a los fariseos: “El reino de Dios está entre vosotros”, refiriéndose a Sí mismo. El reino de Dios es el Salvador mismo. Dondequiera que esté el Salvador, allí está el reino de Dios

  En Lucas 18:30 el Señor habla de recibir la vida eterna en la era venidera. Esta es la vida que los creyentes que hayan vencido disfrutarán en el reino venidero. Entrar en este disfrute en la era venidera es entrar en el reino venidero y participar en el disfrute de la vida eterna.

  Cuando Pedro dio la declaración narrada en el versículo 28, no estaba todavía en el reino, pero estaba por lo menos en el umbral, a punto de entrar. Sin embargo, aún era algo orgulloso y necesitaba las palabras adicionales del Señor.

Biblia aplicación de android
Reproducir audio
Búsqueda del alfabeto
Rellena el formulario
Rápida transición
a los libros y capítulos de la Biblia
Haga clic en los enlaces o haga clic en ellos
Los enlaces se pueden ocultar en Configuración