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Mensajes del libro «Estudio-Vida de Lucas»
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Mensaje 51

LA MUERTE DEL SALVADOR-HOMBRE

(1)

  Lectura bíblica: Lc. 22:47-71; 23:1-25

  Hasta el presente abarcamos cuatro secciones principales en el Evangelio de Lucas: la introducción (1:1-4), el Salvador-Hombre se prepara en Su humanidad con Su divinidad (1:5—4:13), el Salvador-Hombre lleva a cabo Su ministerio en Sus virtudes humanas con Sus atributos divinos (4:14—19:27), y el Salvador-Hombre se entrega a la muerte para efectuar la redención (19:28—22:46). En este mensaje examinaremos la quinta sección: la muerte del Salvador-Hombre (22:47—23:56), en la cual veremos que el Señor es arrestado (22:47-65), juzgado (22:66—23:25), crucificado (23:26-49) y sepultado (22:50-56).

  Después de 22:46 todo estaba preparado para que el Salvador-Hombre fuera inmolado. El moriría en el lugar y en el momento exactos, pues éstos eran el año, el mes y el día indicados.

ARRESTADO

  La muerte del Salvador-Hombre comenzó en el momento que fue arrestado. Cuando el Señor Jesús vino al huerto de Getsemaní, sabía que le arrestarían allí. No obstante, así como El tomó la iniciativa de ir de Galilea a Jerusalén, también tomó la iniciativa de ir al huerto de Getsemaní. Por supuesto, los once discípulos no sabían lo que estaba sucediendo. Pero el Salvador-Hombre sí sabía lo que hacía y los pasos que tomaba, pues fue al lugar donde se entregaría a los que le iban a arrestar y darle muerte.

  Cuando el Señor Jesús fue arrestado, habían tres grupos de personas a Su alrededor: los que le arrestaron, Sus discípulos y los que le juzgaron. Los que arrestaron al Salvador-Hombre eran hombres religiosos malvados. Aunque eran religiosos, eran falsos, hipócritas y deshonestos. Eran peores que los hombres naturales o de la vieja creación. Eran hombres verdaderamente malos, falsos y deshonestos.

  El segundo grupo de personas que estaba con el Señor Jesús cuando fue arrestado era Sus seguidores. A pesar de que las intenciones de los discípulos eran buenas, estaban totalmente en la esfera natural. No había ningún indicio de que estuvieran en la esfera espiritual, pues estaban totalmente en la vieja creación. Aun después de haber participado del pan y de la copa, discutieron entre sí sobre quién de ellos era el mayor. En esto vemos cuán naturales eran. Además, cuando el Señor les dijo que tropezarían, Pedro negó que lo haría: “Señor, dispuesto estoy a ir contigo no sólo a la cárcel, sino también a la muerte” (22:33). Al igual, cuando dijo a los discípulos que se prepararan para enfrentarse a la situación, ellos pensaron que les era necesario comprar espadas para luchar, y por eso, el Señor les dijo: “Basta” (22:38).

  Debido a que los discípulos estaban en la vida natural, no fueron capaces de entender lo que el Salvador-Hombre les decía. Cuando el Señor estaba a punto de ser arrestado, “viendo los que estaban con El lo que había de acontecer, le dijeron: Señor, ¿heriremos a espada? Y uno de ellos hirió al esclavo del sumo sacerdote, y le cortó la oreja derecha” (22:49-50). Vemos que los discípulos se resistieron inmediatamente, pues Pedro fue el primero que sacó la espada, pero el Señor les detuvo y dijo: “Basta ya; dejad. Y tocando su oreja, le sanó” (v. 51). La expresión basta ya; dejad posiblemente significa “dejad que me arresten en este momento”.

  Después de que el Salvador-Hombre fue arrestado, “Pedro le seguía de lejos” (v. 54b). Esto es un indicio de que negaría al Señor. Más tarde, Pedro se sentó con numerosas personas al lado del fuego que se encendió en medio del patio (v. 55). Este es otro indicio que él estaba a punto de negar al Señor. Los versículos 56 y 57 dicen: “Y una criada, al verle sentado a la lumbre, se fijó en él, y dijo: También éste estaba con El. Pero él lo negó, diciendo: Mujer, no lo conozco”. Después de que Pedro negó al Señor dos veces más, un gallo cantó, y “vuelto el Señor, miró a Pedro; y Pedro se acordó de la palabra del Señor, cómo El le había dicho: Antes que el gallo cante hoy, me negarás tres veces” (vs. 60-61). Entonces Pedro, saliendo fuera, lloró amargamente (v. 62).

  Sabemos por los otros evangelios que los otros discípulos se dispersaron, lo cual muestra que los seguidores del Salvador-Hombre eran personas naturales de la vieja creación. No es de extrañar que fue necesario llevarles a la cruz, darles fin y reemplazarles. Debido a que estaban en la vieja creación, no podían disfrutar del jubileo. El Señor, sabiendo lo que ellos necesitaban, les llevó consigo a la cruz para que se les dieran fin y fueran reemplazados.

  Estudiemos con más detalle el proceder de los que arrestaron al Salvador-Hombre. Mientras El aún hablaba con los discípulos, Judas se le acercó para besarle (v. 47). “Entonces Jesús le dijo: Judas, ¿con un beso traicionas al Hijo del Hombre?” (v. 48). Después de haberle dicho a Judas que éste iba a traicionar al Hijo del Hombre con un beso falso, el Señor dijo a los principales sacerdotes, a los oficiales del templo y a los ancianos que habían venido contra El: “¿Como contra un ladrón habéis salido con espadas y palos? Habiendo estado con vosotros día tras día en el templo, no extendisteis las manos contra Mí; mas ésta es vuestra hora, y la potestad de las tinieblas” (vs. 52-53). Los opositores que ofendieron a Dios y lo abandonaron temían al pueblo que acogía al Salvador-Hombre y que le escuchaba de buena gana (Mr. 12:37) y no se atrevían a arrestarlo durante el día ni en un lugar público como el templo. Por eso, lo arrestaron a escondidas, ya muy entrada en la noche, como si se tratase de un ladrón (Lc. 22:52). Aquí el Señor parecía decirles: “¿Por qué no me arrestaron cuando enseñaba en el templo? ¿Por qué vienen de noche y no de día, y por qué me arrestan en un lugar privado? Me arrestan de esta manera porque teméis al pueblo, pues si intentáis arrestarme en el templo, la gente os apedreará. Por consiguiente, ahora es su hora y la de la potestad de las tinieblas”.

  El Salvador-Hombre no temía ser arrestado, sino que se enfrentó a la situación con valentía, condenando aun la hipocresía de los que le arrestaban. En realidad, el Señor no fue arrestado, sino que El mismo se entregó. Si no hubiera hecho esto, ¿quién podía arrestarle? Según Juan 18:4, el Señor Jesús les preguntó a quién buscaban. Cuando respondieron que buscaban a Jesús nazareno, “Jesús les dijo: Yo soy” (v. 5). El relato en Juan nos dice que “cuando les dijo: Yo soy, retrocedieron, y cayeron a tierra” (v. 6). Esto indica que en realidad ellos no arrestaron al Salvador-Hombre, sino que El dejó que lo arrestarán.

  Cuando leemos Lucas 22:47—23:56, tenemos que saber quién fue realmente arrestado, juzgado y crucificado. Vemos que arrestaron al propio Dios, Dios en un hombre. Esto quiere decir que Dios fue arrestado por sus criaturas, y lo hicieron con engaño. ¿No debió el Dios justo juzgarlos inmediatamente? Pero en vez de hacer esto, les dejó. Se dejó arrestar para redimir a Sus seguidores y a los que le arrestaron.

  En el pasaje 22:63 se nos dice que los hombres que custodiaban al Salvador-Hombre “le escarnecían y le golpeaban”. Luego vemos que “vendándole los ojos le preguntaban, diciendo: Profetiza, ¿quién es el que te golpeó? Y decían otras muchas cosas contra El, blasfemando” (vs. 64-65). Aquel que escarnecían, golpeaban y blasfemaban era el propio Dios-Hombre, es decir, el que sufría era Dios en un hombre. Si tenemos esto en mente cuando leemos este capítulo, nos impresionará profundamente que a la persona que vendaron los ojos y blasfemaron era el Dios-Hombre.

JUZGADO

Por el sanedrín judío

  En 22:66—23:25 el Salvador-Hombre fue juzgado por el sanedrín judío (22:66-71) y por los gobernadores romanos (23:1-25). “Cuando era de día, se juntó el consejo de los ancianos del pueblo, con los principales sacerdotes y los escribas, y le trajeron al sanedrín, diciendo: Si eres Tú el Cristo, dínoslo” (22:66-67a). El sanedrín era un concilio compuesto de los principales sacerdotes, los ancianos, los intérpretes de la ley y los escribas. Era la corte suprema de los judíos (Hch. 4:5-6, 15; 5:27, 34, 41).

  Cuando se le preguntó al Salvador-Hombre si El era el Cristo, les dijo: “Si os lo digo, no creeréis; y también si os pregunto, no me responderéis. Pero desde ahora el Hijo del Hombre se sentará a la diestra del poder de Dios” ( 22:67b-69). La respuesta del Señor indica que El no sólo era el Hijo del Hombre en la tierra antes de Su crucifixión, sino que también lo será en los cielos, de pie a la diestra de Dios después de Su resurrección (Hch 7:56) y también cuando regrese en las nubes. Su respuesta también indica que El es el Cristo de Dios, el Ungido Suyo. De lo contrario, no podría sentarse a la diestra del poder de Dios.

  Lucas 22:70 dice: “Dijeron todos: ¿Luego eres Tú el Hijo de Dios? Y El les dijo: Vosotros decís acertadamente que lo soy”. La pregunta que le hicieron al Salvador-Hombre es la misma pregunta que el diablo usó para tentarle (4:3, 9).

  La frase griega traducida vosotros decís acertadamente que lo soy puede también traducirse “vosotros lo decís, porque lo soy”. Cuando los que juzgaban al Señor oyeron lo que contestó, dijeron: “¿Qué más testimonio necesitamos? porque nosotros mismos lo hemos oído de Su boca” (v. 71). Se irritaron y le condenaron, pensando que El blasfemaba contra Dios al decir que El era el Hijo de Dios.

Por los gobernadores romanos

  Cuando supieron que, según la ley romana, no tenían el poder para ejecutar a nadie, los líderes religiosos entregaron a Pilato el Salvador-Hombre: “Levantándose entonces toda la multitud de ellos, llevaron a Jesús ante Pilato” (23:1). Pilato, oficial de Tiberio César, fue procurador romano de Judea desde el año 26 hasta el 35 d. de C. Poco después de haber entregado injustamente al Señor Jesús para que fuese crucificado, su gobierno terminó súbitamente. Pilato fue desterrado y después se suicidó.

  Bajo la soberanía de Dios, el Salvador-Hombre fue juzgado no sólo por los líderes judíos como oveja delante de sus trasquiladores (Is. 53:7), sino también por el gobernador romano como criminal delante de sus acusadores. Fue juzgado de esta manera para morir por los pecadores, dando Su vida en rescate (Mr. 10:45), no sólo por los judíos, representados por sus líderes, sino también por los gentiles, representados por el gobernador romano.

  Los líderes judíos acusaron al Señor delante de Pilato, diciendo: “A éste hemos hallado que pervierte a nuestra nación, y que prohíbe pagar tributo a César, diciendo que El mismo es el Cristo, un Rey” (23:2). La palabra griega traducida pervierte puede también traducirse “desvía, extravía” (v.14). Luego Pilato le preguntó: “¿Eres Tú el Rey de los judíos? Y respondiéndole El, dijo: Tú lo dices” (v. 3). Lo que el Señor respondió, según Alford, debe entenderse como “una clara afirmación”.

  Pilato no pudo hallar ningún delito en el Salvador-Hombre. “Y Pilato dijo a los principales sacerdotes, y a las multitudes: Ningún delito hallo en este hombre” (v. 4). Sin embargo, “ellos porfiaban, diciendo: Alborota al pueblo enseñando por toda Judea, comenzando desde Galilea hasta aquí” (v. 5). Esto indica que toda Judea comprendía Galilea y a la región en la cual estaba Jerusalén. Galilea era una parte del país de los judíos, comúnmente llamado Judea.

  Pilato era muy diplomático. Como oficial al servicio del imperio romano y del pueblo judío, temía ofender a dicho pueblo. No le era fácil a ningún gobernador romano regir a los judíos, y César se quejaba frecuentemente de la forma en que sus oficiales los gobernaban. Debido a que Pilato no quiso ofender a los judíos, obró de manera sutil, pues cuando se dio cuenta de que el Señor Jesús pertenecía a la jurisdicción de Herodes, “le remitió a Herodes, que en aquellos días también estaba en Jerusalén” (v. 7). Pilato debió alegrarse cuando supo que el Señor era de Galilea, lo cual estaba bajo la jurisdicción de Herodes. Por consiguiente, Pilato le dio a Herodes este problema.

  Lucas 23:8 dice: “Herodes, viendo a Jesús, se alegró mucho, porque hacía bastante tiempo que deseaba verle; porque había oído hablar de El, y esperaba verle hacer alguna señal”. Herodes interrogó al Señor “con muchas palabras, pero El nada le respondió” (v. 9). La palabra griega traducida muchas también significa “considerables, suficientes”. El hecho de que el Señor no respondiera a Herodes era un cumplimiento de Isaías 53:7.

  Es posible que Herodes se decepcionó cuando el Salvador-Hombre no respondió a sus preguntas. “Herodes con sus soldados, después de menospreciarle y escarnecerle, le puso una ropa espléndida; y le devolvió a Pilato” (v.11). Nos debe impresionar que el que fue menospreciado y escarnecido, el que Pilato envió a Herodes y que después fue devuelto, era el propio Dios en un hombre. El Señor Jesús no era solamente un hombre, sino el Dios-Hombre, el Dios completo y el hombre perfecto. A pesar de esto, fue escarnecido. Pilato, Herodes y los soldados jugaron con El al igual que los niños juegan con un juguete.

  En Lucas 23:13 y 14 dice: “Entonces Pilato, convocando a los principales sacerdotes, a los gobernantes, y al pueblo, les dijo: Me habéis traído a éste como un hombre que desvía al pueblo; y he aquí, yo le he examinado delante de vosotros y no he hallado en este hombre delito alguno de aquellos de que le acusáis”. Aquí la expresión que desvía implica desviar al pueblo de su lealtad civil y religiosa. Pilato dijo al pueblo que ni aun Herodes halló nada en el Señor Jesús digno de muerte. Entonces Pilato declaró: “Así que le castigaré y le soltaré” (v.16), y cuando dijo esto, “todos a una dieron voces, diciendo: ¡Fuera con éste, y suéltanos a Barrabás!” (v. 18).

  Pilato, queriendo soltar al Señor Jesús, se dirigió al pueblo de nuevo (v. 20). “Pero ellos seguían dando voces, diciendo: ¡Crucifícale, crucifícale! El les dijo por tercera vez: Pues ¿qué mal ha hecho éste? No he hallado en El causa alguna de muerte; le castigaré, pues, y le soltaré. Mas ellos instaban a grandes voces, pidiendo que fuese crucificado. Y las voces de ellos prevalecieron” (vs. 21-23). La pena de muerte que los judíos practicaban consistía en apedrear a las personas (Lv. 20:2, 27; 24:14; Dt. 13:10; 17:5). La crucifixión era una práctica pagana (Esd. 6:11), adoptada por los romanos sólo para ejecutar a esclavos y a los peores criminales. La crucifixión del Señor Jesús cumplió no sólo con el Antiguo Testamento (Dt. 21:23; Gá. 3:13; Nm. 21:8-9), sino también las propias palabras del Señor con respecto a la manera en que moriría (Jn. 3:14; 8:28; 12:32), la cual no podía cumplirse con apedreo.

  En Lucas 23:24 y 25 dice: “Entonces Pilato sentenció que se hiciese lo que ellos pedían; y soltó a aquel que había sido echado en la cárcel por sedición y homicidio, a quien habían pedido; y entregó a Jesús a la voluntad de ellos”. La sentencia que Pilato dio expone totalmente la oscuridad y la injusticia de la política de los hombres. Esto es el cumplimiento de la profecía mencionada en Isaías 53:5, 8 en cuanto al sufrimiento del Salvador-Hombre.

  Las acusaciones que hicieron los líderes religiosos judíos pusieron de manifiesto la falsedad y el engaño de su religión, y el juicio que los gobernadores romanos hicieron dejaron en evidencia las tinieblas y corrupción de la política que tenían. Al mismo tiempo, el Salvador-Hombre fue vindicado en Su más alto nivel de perfección humana con Su esplendor divino que lo supera todo. Esta fue el indicio más evidente de que El cumplía todos los requisitos para ser el substituto de los pecadores por quienes iba a morir.

  Los juicios que los líderes judíos y gobernantes romanos hicieron fueron la última etapa del examen del Salvador-Hombre. La primera parte se efectuó en el templo, y la última parte se llevó a cabo delante del sanedrín judío y del gobierno romano. Después de todos los pasos de esta examinación, el Salvador-Hombre fue hallado sin ninguna falta. Por lo tanto, fue vindicado y quedó demostrado que El calificaba para morir como único substituto, por los pecadores.

CUATRO CUADROS

El retrato del Salvador-Hombre

  Los cuatro cuadros en 22:47—23:25 deben impresionarnos. El primer cuadro es un retrato del Salvador-Hombre, o sea, el Dios-Hombre. El retrato del Salvador-Hombre se ve claramente debido al contraste que ofrecen las personas que lo rodeaban. En este retrato vemos al Dios-Hombre, el que es perfecto y digno, lleno del esplendor divino y de las virtudes humanas. Cuando analizamos el cuadro que Lucas presenta del Salvador-Hombre, desde el momento que fue arrestado hasta el momento que Pilato le sentenció a muerte, vemos que el Señor Jesús es retratado como el Dios-Hombre perfecto y completo.

  Ya dijimos que el Señor Jesús, el Dios-Hombre, es el Dios completo y el hombre perfecto. Pero es posible que en el pasado no apreciamos la descripción del Dios-Hombre presentado en esta porción de la Palabra. Espero que cuando leamos esta sección del evangelio, los santos, especialmente los jóvenes, vean claramente el retrato del Dios-Hombre.

  En 22:47—23:25 se describe al Señor Jesús como el Dios verdadero y un hombre auténtico. Este Dios-Hombre fue arrestado, escarnecido, blasfemado, despreciado y juzgado. Pero mientras que El pasaba por todo esto, se le presentó claramente como Aquel que posee el supremo nivel moral, poseyendo las virtudes humanas y el esplendor divino que todo lo supera. No sólo vemos los atributos divinos del Salvador-Hombre, sino también Su esplendor divino. Vemos en El al Dios verdadero y a un hombre cabal. El era perfectamente competente para ser el substituto de los pecadores por quienes iba a morir. Según lo que Lucas relata aquí, El estaba preparado para morir por los pecadores.

El retrato de los discípulos

  En el segundo cuadro de esta porción vemos a los seguidores del Salvador-Hombre. Según este cuadro no podemos atribuir ningún mérito a los once discípulos, especialmente a Pedro, Juan y Jacobo, pues actuaron en su vida natural. Si hemos de dar algún reconocimiento, debemos darlo a las hermanas. Los once actuaron totalmente en la vida natural, pues obraron como si no tenían un espíritu. Por ejemplo, Pedro dijo que nunca negaría al Señor. También fue quien tomó una espada para cortar la oreja del siervo del sacerdote principal y quien negó al Señor tres veces. ¡Cuán natural era! No obstante, cuando miramos este cuadro de los discípulos, tenemos que ver que éste también es nuestro cuadro, un retrato de lo que somos en la vida natural.

El retrato de las personas religiosas

  En el tercer cuadro se retrata a las personas religiosas, quienes eran falsas, deshonestas y ostentosas. Aunque adoraban a Dios, enseñaban a la gente sobre Dios y aparentemente trataban de guardar los Diez Mandamientos; no obstante, arrestaron al Señor no de día, sino de noche, y no en un lugar público, sino en privado. El Señor, sabiendo que le arrestarían de esta manera, fue intencionalmente al huerto de Getsemaní, un lugar privado para que pudieran arrestarlo. En realidad, ellos no le arrestaron, sino que El mismo se entregó a ellos para que le arrestaran. En estas personas religiosas solamente vemos hipocresía y engaño.

El retrato de los gobernadores romanos

  Por último, tenemos un cuadro del gobierno romano y sus gobernadores. No existía justicia con los gobernantes romanos. En este cuadro vemos las tinieblas y la corrupción que existía en la política romana.

LA MUERTE, LA RESURRECCION Y EL JUBILEO

  Cuando analizamos estos cuadros, podemos entender la situación en la cual el Salvador-Hombre se hallaba cuando fue a la cruz. Tenemos que entender que no le llevaron a la cruz, sino que El mismo fue a ella. En la cruz puso Su vida con el propósito de efectuar una muerte todo-inclusiva, la cual le condujo a la resurrección. Por medio de Su muerte y Su resurrección se cumplió el jubileo. Además, el Salvador-Hombre llevó a Sus seguidores Consigo mismo a la muerte con el objetivo de ponerles fin para que pudieran ser reemplazados y se les hicieran germinar. Así, en Su resurrección ellos le disfrutarían como jubileo. Además, en Su resurrección los seguidores del Señor llegan a ser tanto Su Cuerpo como Su continuación, Su reproducción. En la resurrección ellos son uno con El para disfrutar del Dios Triuno.

  No podemos entender la muerte del Señor simplemente leyendo el Evangelio de Lucas. Recordemos que Lucas recibió su entendimiento con respecto a la muerte y la resurrección del Señor de parte de Pablo. Por tanto, a fin de entender cabalmente la muerte y la resurrección del Salvador-Hombre, necesitamos las epístolas de Pablo. Cuando leemos el Evangelio de Lucas a la luz de las epístolas de Pablo, especialmente el libro de Hebreo, veremos que el disfrute pleno del jubileo, del reposo sabático, será en la era venidera. Como hemos indicado en los mensajes anteriores, el disfrute del jubileo en la era venidera depende de nuestro disfrute del jubileo en esta era.

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