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Mensajes del libro «Estudio-Vida de Lucas»
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Mensaje 70

LA RESURRECCION DEL SALVADOR-HOMBRE

(1)

  Lectura bíblica: Hch. 2:24; 3:15; Ro. 4:25; Hch. 10:41; Jn. 10:15, 17-18; He. 2:14; 1 Co. 15:52-54; Jn. 13:31-32; 17:1; Lc. 24:26; Jn. 12:24

  En los mensajes anteriores estudiamos detalladamente dos asuntos muy importantes: la encarnación del Salvador-Hombre y el jubileo. En este mensaje queremos abarcar dos asuntos más: Su resurrección y Su ascensión, los cuales son vitales.

  Según la Biblia, hay tres asuntos relacionados con el Salvador-Hombre que son especialmente importantes; éstos son Su muerte, Su resurrección y Su ascensión. Junto con la Persona del Salvador-Hombre, estos asuntos se revelan claramente en la Biblia. Sin embargo, la mayoría de los maestros cristianos no los han presentado en forma adecuada.

  La Persona de Cristo es, por supuesto, un gran misterio que se relaciona con la Trinidad Divina y la incluye directamente. Esto quiere decir que cuando consideramos la Persona de Cristo, no podemos pasar por alto la Trinidad Divina.

  La obra redentora todo-inclusiva de Cristo incluye Su encarnación. Dicha obra comenzó con Su encarnación y concluyó con Su resurrección. Todo lo que Cristo hizo durante los treinta y tres años y medio que estuvo en la tierra formaba parte de esa obra. Yo creo que en este estudio-vida hemos presentado claramente la encarnación de Cristo. En los mensajes del Estudio-vida de Marcos y de Lucas hemos hablado mucho de la vida humana de Cristo. Finalmente, llegamos a la conclusión de la obra redentora de Cristo con los tres asuntos vitales y cruciales de Su muerte, Su resurrección y Su ascensión.

LOS SIETE ASPECTOS DEL SALVADOR-HOMBRE EN SU MUERTE

  Ya vimos que cuando el Salvador-Hombre murió en la cruz tenía un estatus séptuplo. Esto quiere decir que en Su muerte El era el Cordero de Dios (Jn. 1:29), un hombre en la carne, un hombre de la vieja creación, la serpiente (Jn. 3:14), el Primogénito de toda creación (Col. 1:15), el Pacificador (Ef. 2:15) y un grano de trigo (Jn. 12:24).

  Una manera sencilla de acordarnos de los siete aspectos del Salvador-Hombre en Su muerte consiste en recordar los tres aspectos mencionados en el Evangelio de Juan. Primero se nos dice que Cristo era el Cordero de Dios que quitó el pecado del mundo; segundo, fue tipificado por la serpiente de bronce; y tercero, El era el grano de trigo que cayó en la tierra y murió. El Cordero de Dios quitó nuestro pecado, la serpiente de bronce destruyó la vieja serpiente, Satanás y el grano de trigo liberó la vida divina. ¡Aleluya, el pecado ha sido quitado, Satanás ha sido destruido y la vida divina ha sido liberada!

  Después de ver estos aspectos en el Evangelio de Juan, estudiaremos los cuatros aspectos restantes. Cristo, en el aspecto del Primogénito de toda creación, murió llevando consigo toda la vieja creación a la cruz. También, como el postrer Adán, llevó al viejo hombre a la cruz. Y no sólo eso, también fue crucificado como un hombre en la carne. En 2 Corintios 5:21 se dice que El fue hecho pecado por nosotros. El pecado está relacionado con la carne. Por lo tanto Romanos 8:3 dice que Dios envió a Su Hijo en semejanza de carne de pecado y en cuanto al pecado. En la cruz Cristo condenó el pecado en la carne. Por último, Cristo murió como Pacificador, Aquel que abolió las ordenanzas de la cultura y la vida humanas. Por consiguiente, en la cruz Cristo era el Cordero, la serpiente, el grano de trigo, un hombre en la carne hecho pecado por nosotros, el postrer Adán, o sea, un hombre en la vieja creación, el Primogénito de toda creación y el Pacificador. Así, caracterizado por estos siete aspectos, El murió como nuestro Redentor.

  Después de que hemos visto estos siete aspectos del Salvador-Hombre en Su muerte, también tenemos que ver varios aspectos de Su resurrección y Su ascensión. Es difícil encontrar un libro que hable de los siete aspectos del Señor en Su muerte, como también es difícil encontrar escritos que abarquen los numerosos asuntos que veremos en cuanto a Su resurrección y a Su ascensión. Debido a que las enseñanzas actuales han descuidado muchos de estos asuntos, en el recobro del Señor deseamos presentarlos. Nada de lo que hablamos en estos mensajes es producto de nuestra imaginación. Al contrario, todo punto proviene de la Palabra divina. Todo lo que vimos en cuanto a la muerte, la resurrección y la ascensión de Cristo proviene de un estudio diligente de la Palabra bajo la luz divina.

  Cuando consideramos la resurrección del Salvador-Hombre, tenemos que humillarnos y vaciarnos de pensamientos que nos preocupan. Por ejemplo, tenemos que entender que la resurrección de Cristo no tiene nada que ver con las cosas de la semana santa, tales como los huevos de colores.

  Con respecto a la resurrección del Señor hay dos aspectos principales: el objetivo y el subjetivo. Ambos contienen numerosos aspectos. En este mensaje y en el siguiente abarcaremos el aspecto objetivo de la resurrección de Cristo. Luego, estudiaremos el aspecto subjetivo de la resurrección de Cristo, el cual tiene que ver con lo que debe forjarse en nuestro ser.

DIOS VINDICA Y APRUEBA AL SALVADOR-HOMBRE JUNTO CON SU OBRA REDENTORA TODO-INCLUSIVA

  El primer punto del aspecto objetivo de la resurrección del Salvador-Hombre consiste en que Dios lo vindica y lo aprueba, junto con Su obra redentora todo-inclusiva. Mediante la resurrección Dios vindicó y aprobó al Salvador-Hombre y a Su obra redentora. En otras palabras, Dios vindicó la persona y la obra del Salvador-Hombre.

  Con respecto a cada uno de nosotros tenemos nuestra persona y nuestra obra. La primera es lo que somos, y la segunda lo que hacemos. Cuando se critica a otras personas siempre se critica a la persona o a su obra.

  Por cierto ésta era la situación del Señor Jesús. Según los cuatros evangelios, se criticó mucho, especialmente por parte de los líderes judíos, a la Persona y a las obras de Cristo. En cuanto a Su Persona, algunos dijeron que El era un samaritano (Jn. 8:48), que estaba fuera de Sí, es decir, que estaba demente (Mr. 3:21) y poseído por un demonio (Jn. 8:49). Además, los fariseos condenaron Sus obras diciendo que eran blasfemias contra Dios. Los líderes religiosos, sin duda, negaron, rechazaron y condenaron al Salvador-Hombre. Le sentenciaron a muerte y le crucificaron. Esta era la actitud de los líderes de la nación judía, aquellos entre los cuales Cristo nació, vivió y obró.

  Los líderes religiosos consideraron al Salvador-Hombre peor que a un criminal y un asesino, como alguien peor que Barrabás. Ellos condenaron y rechazaron tanto Su persona como Sus obras. Rechazaron al Salvador-Hombre a tal grado que le sentenciaron a morir en la cruz.

  Supongamos que el Salvador-Hombre no hubiese resucitado. Supongamos que Su cuerpo se hubiera quedado en el sepulcro. Si fuera así, los líderes religiosos habrían ganado el caso. Sin embargo, Dios resucitó a Cristo y al hacerlo le vindicó. Esta clase de vindicación fue extraordinaria. Después de que el Señor fue crucificado y sepultado, Dios le resucitó de entre los muertos.

Dios lo resucita

  En el libro de los Hechos se nos dice varias veces que Dios levantó, o sea, resucitó al Señor Jesús. Por ejemplo, refiriéndose a El, Hechos 2:24 dice: “Al cual Dios levantó, sueltos los dolores de la muerte” y 2:32: “A este Jesús Dios resucitó, de lo cual todos nosotros somos testigos”. Hechos 3:15 menciona al “Autor de la vida, a quien Dios resucitó de los muertos” y 4:10 al: “Jesucristo el nazareno ... a quien Dios resucitó de los muertos”. Hay en este libro otros versículos que hablan de que Dios resucitó a Jesús de entre los muertos, los cuales son 5:30; 10:40; 13:30, 33-34, 37; 17:31 y 26:8. La razón por la cual este hecho se repite tan frecuentemente se debe a que Hechos es un libro que testifica la resurrección de Cristo. El testimonio de los apóstoles tenía que ver con la resurrección del Salvador-Hombre. Dios vindicó a Cristo al resucitarle.

Dios lo vindica

  La Persona y la obra del Salvador-Hombre fueron rechazadas y condenadas. Los líderes religiosos pensaron que ya que lo habían crucificado, ahora podían reposar con gozo. Sin embargo, Dios vino y resucitó al Señor Jesús. Dios no discutió ni tampoco celebró una conferencia para negociar con ellos. Es posible que Dios dijera: “No estoy interesado en hablar con vosotros que sois unos insensatos. Haré una cosa: Resucitaré a Aquel mismo que crucificasteis. El hecho de que lo resucito indica que vindico a Su Persona y a Su obra, pero es una vergüenza para los que le condenaron”.

  El Señor Jesús fue el punto decisivo en la historia de la humanidad. Lo que El hizo afectó al mundo entero. Mediante la resurrección, Dios, el Juez supremo, vindicó al Salvador-Hombre y a Su obra redentora.

Dios lo aprueba

  En la resurrección de Cristo, Dios no sólo vindicó a Su persona y Su obra, sino también lo aprobó. Al resucitar al Señor Jesús, es como si Dios dijera a la nación judía y a sus líderes: “Yo apruebo al que condenasteis. Decís que Jesús blasfemaba contra Mí. Pero Yo apruebo lo que El hizo, lo que El dijo y lo que El era. Pensasteis que podíais darle muerte. En la cruz El padeció en vuestras manos, pero llevó a cabo Mi obra de redención. Apruebo Su obra redentora. El efectuó la redención que Yo planeé en la eternidad pasada. Así que no solamente lo vindico, sino que también apruebo a Su Persona y Su obra”.

  Según Juan 10, el Señor Jesús puso Su vida y volvió a tomarla por el mandamiento de Dios. Puesto que Dios le mandó poner Su vida, también vindicó y aprobó a Su persona y Su obra. Otra vez, Dios parecía decir: “Si Yo no aprobara a Jesús el nazareno, le habría dejado en el Hades. Después de que fue sepultado, fue al Hades. Sin embargo, Yo le he resucitado del Hades y del sepulcro, para declararles que apruebo lo que El hizo, y que lo vindico”. Así, al resucitarlo, Dios hizo callar a los que condenaron al Salvador-Hombre.

Una prueba de que Dios nos justifica

  La resurrección de Cristo, la cual indica que Dios lo vindica, comprueba que Dios nos justifica. Romanos 4:25 dice que Cristo “fue entregado por nuestros delitos, y resucitado para nuestra justificación”. La muerte de Cristo satisfizo totalmente los justos requisitos de Dios para que nos pueda justificar (Ro. 3:24). Su resurrección es una prueba de que Dios está satisfecho de que El murió por nosotros y que Su muerte hace que Dios nos justifique. En el Resucitado, somos aceptados por Dios. Por lo tanto, Romanos 4:25 dice que Cristo fue resucitado para nuestra justificación.

  Supongamos que Cristo murió por nosotros y por nuestros pecados y fue puesto en el sepulcro, pero que Dios no lo resucitó. Si ésta fuera la situación, ¿podría usted todavía creer que Dios aceptó Su muerte? ¿Podría creer que Su muerte satisfizo los requisitos de Dios y cumplió Sus deseos? No podríamos creer en esto si Cristo aún estuviera en el sepulcro. Sin embargo, el Salvador-Hombre no se encuentra allí. Dios lo resucitó de entre los muertos, y El regresó en resurrección. Esto es una prueba contundente de que Dios ha aceptado Su muerte por nosotros, y que Su muerte satisfizo los requisitos de Dios y realizó todo lo que Dios quiso que El hiciera por nosotros.

  Usemos el ejemplo del pago de una deuda. Suponga que usted debe a alguien una suma enorme de dinero y no puede pagar la deuda. Sin embargo, un amigo rico suyo interviene en el asunto y la paga por usted, y luego le da el recibo como prueba de ello. Cuando usted vea el recibo que lleva la firma de su acreedor, la cual indica que toda la deuda haya sido pagada, usted se pondrá muy contento sabiendo que le ha liquidado la deuda.

  Nosotros, los pecadores, estábamos en deuda con Dios. Sin embargo, Cristo murió en la cruz por nuestros pecados. ¿Cómo sabemos que Dios nos ha perdonado? Lo sabemos porque Dios resucitó a Cristo de entre los muertos para nuestra justificación.

  ¿Cómo sabemos que Dios nos ha justificado, que nos ha aceptado? Lo sabemos porque Dios resucitó a Cristo de entre los muertos. La resurrección de Cristo comprueba que Dios nos justificó, y es una prueba contundentemente de que Su muerte satisfizo los requisitos de Dios, y que El le aceptó como nuestro Redentor. La resurrección de Cristo es el recibo, la prueba, de que nuestra deuda ha sido pagada. ¡Alabado sea el Señor por el Cristo resucitado quien es nuestro “recibo”!

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