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Mensajes del libro «Estudio-Vida de Lucas»
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Mensaje 73

LA RESURRECCION DEL SALVADOR-HOMBRE

(4)

  Lectura bíblica: 1 Co. 15:45; Jn. 14:16-20; 12:24b; 1 P. 1:3; Ef. 1:20-23

  Este mensaje es la continuación del anterior, en el cual comenzamos a estudiar el aspecto subjetivo de la resurrección del Salvador-Hombre. El primer asunto que vimos al respecto fue que cuando el Salvador-Hombre resucitó, se transfiguró en Espíritu vivificante para entrar en Sus creyentes (1 Co. 15:45; Jn. 14:16-20).

EL PROCESO DE LA RESURRECCION

  La resurrección del Salvador-Hombre fue un proceso. Este proceso comenzó inmediatamente después de que el Señor nació. Por lo tanto, no debemos pensar que Su resurrección comenzó en el tercer día después de Su crucifixión.

  Si examinamos a fondo el Nuevo Testamento, entenderemos que la resurrección comienza con la muerte. En los treinta y tres años en que el Señor vivió como humano en la tierra, El experimentó la muerte, o sea, murió para Sí y para con todo lo que no era Dios. Por lo tanto, la vida que El llevó estaba en la muerte.

  En Lucas 12:50 el Salvador-Hombre indicó que estaba muy angustiado y deseaba ser liberado: “De un bautismo tengo que ser bautizado; y ¡cómo me angustio hasta que se cumpla!” La palabra griega traducida angustio puede también traducirse “constriño”. El Salvador-Hombre estaba constreñido en Su carne, de la cual se había vestido en la encarnación. Por lo tanto, necesitaba morir, ser bautizado en la muerte física, de manera que Su ser divino ilimitado e infinito, junto con Su vida divina, pudiesen ser liberados de El. En este versículo vemos que el Señor llevó una vida en la muerte, o sea murió para Sí, y que esta clase de vivir está relacionada con el proceso de resurrección.

  Lo dicho por el en cuanto a considerarse como un grano de trigo nos muestra el hecho de que la resurrección comienza con la muerte: “De cierto, de cierto os digo, que si el grano de trigo no cae en la tierra y muere, queda solo; pero si muere, lleva mucho fruto” (Jn. 12:24). Cuando se siembra un grano de trigo en la tierra, allí muere, pero mientras que muere, también crece. Lo extraño es que, si un grano de trigo no muere, no crece. Supongamos que ponemos un grano de trigo en una mesa. Dicho grano no morirá, ni tampoco crecerá. Para que el grano de trigo crezca, debemos enterrarlo para que muera, ya que crece cuando muere. Si no muere, el grano de trigo no crecerá.

  Ahora, tenemos que ver que la resurrección de un grano de trigo no comienza cuando brota de la tierra. Cuando el grano de trigo brota de esta manera, algunos tal vez digan: “¡Mirad, vemos la resurrección del grano de trigo!” No es incorrecto decir que el brote del grano de trigo tiene que ver con la resurrección. Pero lo que estamos recalcando aquí es que la resurrección de un grano de trigo no comienza con el brote del grano, sino mucho antes. La resurrección de un grano de trigo comienza con la muerte del grano.

  Teniendo presente el ejemplo de un grano de trigo que muere y crece, podemos ver que mientras Cristo moría, al mismo tiempo resucitaba. ¿Cuándo comenzó la resurrección de Cristo? No debemos decir que comenzó tres días después de Su crucifixión. Según el cuadro del grano de trigo que muere y crece, la resurrección de Cristo comenzó mientras moría. El mismo se comparó con un grano de trigo que cae en la tierra para morir, a fin de que se produzcan muchos granos. El Señor Jesús, como el grano de trigo, crecía, brotaba y resucitaba, aún cuando moría.

MUERE PARA VIVIR

  Ahora que tenemos el principio de que la resurrección del Salvador-Hombre comenzó cuando El moría, tenemos que hacernos una pregunta: ¿Cuándo murió el Señor Jesús? ¿Murió en el día de la Pascua? El Nuevo Testamento indica que El comenzó a morir inmediatamente al nacer. A lo largo de los años que estuvo en la tierra, El moría para vivir. Diariamente, a cada instante, moría. Esto quiere decir que cuando vivía en la casa de un carpintero pobre, en realidad moría. Por lo tanto, el proceso de Su resurrección comenzó mientras moría.

  Es significativo que el Señor Jesús dijo: “Yo soy la resurrección y la vida” (Jn. 11:25). El Señor no dijo que El es la vida y la resurrección, sino que El es la resurrección, y luego, la vida. ¿Por qué se menciona primero la resurrección en Juan 11:25? Porque a lo largo de Su vida, el Señor Jesús moría y resucitaba al mismo tiempo.

  Cuando el Señor Jesús dijo a Marta que su hermano resucitaría otra vez, ella contestó: “Yo sé que resucitará en la resurrección, en el día postrero”. Marta veía la resurrección como algo del futuro, antes del milenio. Por lo tanto, el Señor le dijo: “Yo soy la resurrección y la vida”. Dijo que El es la resurrección ahora, la resurrección en el presente. No dijo: “Yo seré la resurrección”, sino: “Yo soy la resurrección”. El Señor podía decir esto porque mientras vivía como ser humano, resucitaba al morir.

  ¿Cuándo comenzó la muerte del Señor? Su muerte comenzó inmediatamente después de nacer. ¿Cuándo comenzó la resurrección del Señor? Su resurrección comenzó mientras moría. El Salvador-Hombre moría para vivir, y vivía al morir.

  La vida que el Señor llevó en la tierra por treinta y tres años y medio fue una vida de morir para vivir, o sea, una vida en la cual vivía al morir. Finalmente, Su muerte se completó en la cruz, y Su resurrección se completó en el tercer día después de Su crucifixión. Su muerte tuvo un comienzo y también un final, al igual que Su resurrección. Les animo a llevar este asunto al Señor en oración.

  ¡Alabado sea el Señor porque El era el Salvador-Hombre, quien moría para vivir, y vivía al morir! Cuando vivía, moría y al mismo tiempo que moría, resucitaba. Los treinta y tres años y medio de vivir en la tierra fue un largo proceso de muerte y de resurrección. En El, la resurrección y la muerte iban juntas.

  Conforme a nuestra opinión, quizás pensemos que el Señor Jesús debió haberle dicho a Marta: “¿Sabes que Yo soy la vida? Un día moriré, y luego seré la resurrección”. Sin embargo, el Señor le dijo que El era la resurrección y la vida. El hecho de que El era la resurrección demuestra también que El era la vida. Si El no hubiera resucitado, no habría podido vivir.

  Cuando una persona nace, ¿empieza a vivir o a morir? En realidad, tan pronto como una persona nace, empieza a morir. La muerte, por lo tanto, no es un accidente. Al contrario, la muerte es un proceso. Para algunos, este proceso es corto; para otros, es muy largo. Pero sin importar el caso, todos los incrédulos están en el proceso de muerte.

  ¿Cuál es nuestra situación los creyentes? ¿Morimos o vivimos? Hoy nosotros, los creyentes, morimos para vivir, y vivimos al morir. Los incrédulos sólo mueren, pero nosotros morimos y vivimos, o sea, estamos en la muerte y en la resurrección. En realidad, cuanto más morimos, más resucitamos.

LA RESURRECCION, UN PROCESO DE TRANSFIGURACION

  En el mensaje anterior dijimos que mediante la encarnación, a Dios se le agregó el elemento humano. En otras palabras, por medio del proceso de encarnación Dios se puso la humanidad. De manera semejante, en el proceso de la resurrección ciertos elementos fueron agregados al Espíritu. En particular, estos elementos incluyen la vida humana del Señor y Su muerte todo-inclusiva. Por lo tanto, la resurrección fue un proceso de transfiguración, en el cual estos elementos fueron introducidos en el Espíritu vivificante todo-inclusivo, el mismo que entró en los creyentes.

EL DIOS TRIUNO MORA EN NOSOTROS

  Tenemos que leer detenidamente Juan 14:10-20 una y otra vez para entender que cuando el Salvador-Hombre resucitó se transfiguró en Espíritu vivificante. En Juan 14 vemos que cuando el Hijo vino, el Padre estaba en El. Además, cuando el Espíritu vino, el Hijo estaba con El. Por lo tanto, el Espíritu viene como la consumación del Dios Triuno. Esto quiere decir que el Espíritu viene como el Dios Triuno, es decir, cuando el Espíritu viene, el Dios Triuno viene.

  En la Biblia la palabra hebrea traducida “Espíritu” es ruach; y del griego es pnéuma. Ambas palabras denotan la palabra espíritu, aliento, aire. Podemos decir que nuestro Dios Triuno es como el aire tan disponible que lo podemos inhalar. Ahora entendemos por qué Romanos 10:8 dice que la palabra no está lejos de nosotros sino cerca, incluso en nuestra boca y en nuestro corazón. Cuando creemos en esto y respondemos invocando al Señor Jesús, El entra en nosotros.

  Cuando el Señor está en nosotros, el Espíritu, el Hijo y el Padre están en nosotros. El aire espiritual que respiramos es en realidad el Dios Triuno. A veces cuando me pongo a pensar en esto, estoy fuera de mí con gozo en el Señor.

  ¿Sabe usted dónde está el Dios Triuno? ¡El está ahora en nosotros! Esto concuerda con lo que el Señor dijo en Juan 14. El dijo que rogaría al Padre que nos diera otro Consolador, el Espíritu de realidad, quien estaría en nosotros. Pero más tarde el Señor añadió que El mismo estaría en nosotros (v. 20). Basándonos en la revelación presentada en Juan 14, vemos que el Dios Triuno mora en nosotros.

EL DIOS TRIUNO SE IMPARTE EN EL HOMBRE TRIPARTITO

  Cuando estudiamos la Biblia, tenemos que poner atención particular a secciones tales como Juan 14:10-20. Debemos poner mucha más atención a estos versículos que a los que hablan de que los maridos deben amar a sus propias mujeres, y de que las mujeres deben sujetarse a sus propios maridos. Lo que vemos en Juan 14:10-20 sobrepasa nuestros pensamientos naturales, los cuales se entretienen fácilmente con las enseñanzas del amor, la sumisión y la humildad. Sin embargo, en el capítulo catorce de Juan el Señor Jesús no dijo nada de ser humilde, ni tampoco de que las mujeres deben sujetarse a sus maridos o de los maridos deben amar a sus mujeres, sino que habla de Sí mismo, del Padre y del Consolador. Por consiguiente, tenemos que poner atención particular a esta revelación.

  Antes de que yo fuera salvo, estudié los escritos de Confucio. Este dijo mucho en cuanto a las mujeres que se sujetan a sus maridos. De hecho, la Biblia enseña que una mujer debe estar sujeta a su marido, mientras que Confucio enseña una sujeción triple para la mujer. Cuando leía la Biblia después de que fui salvo, aún me hallaba en la influencia de dichas enseñanzas. Pero con el tiempo aprendí a poner más atención a lo que la Biblia revela en cuanto al Dios Triuno que se imparte a Sí mismo en el hombre tripartito. Este es el tema principal de todo mi ministerio. Este es el punto focal de todos mis mensajes, tanto en las conferencias como en los entrenamientos. Animo a todos los santos a que pongan su atención al asunto crucial de que el Dios Triuno se imparte a Sí mismo en el hombre tripartito, y que hablen de esto a los otros.

  ¿Sabe usted lo que se revela en Juan 14:10-20? Aquí vemos la revelación del Dios Triuno que se imparte a Sí mismo en el hombre tripartito. Al respecto, Juan 14:20 dice: “En aquel día vosotros conoceréis que Yo estoy en Mi Padre, y vosotros en Mí, y Yo en vosotros”. En este versículo “vosotros” se refiere al hombre tripartito, y “Yo” al Dios Triuno. Por lo tanto, la frase Yo en vosotros indica que el Dios Triuno está en el hombre tripartito. Por supuesto, para ver esto cabalmente, necesitaríamos estudiar a fondo todo el Nuevo Testamento.

  Para que el Dios Triuno estuviera en el hombre tripartito, fue necesario que El pasara por ciertos procesos: la encarnación, la vida humana, la muerte y la resurrección. Después de haber pasado por ellos, el Dios Triuno no sólo está en el trono, sino también en nosotros. ¡Qué maravilloso! Cuando el Salvador-Hombre resucitó, se transfiguró en Espíritu vivificante y ahora como Espíritu El mora en nosotros.

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