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Mensajes del libro «Estudio-Vida de Lucas»
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Mensaje 75

LA RESURRECCION DEL SALVADOR-HOMBRE

(6)

  Lectura bíblica: 1 Co. 15:45; Jn. 14:16-20, 26; 12:24b; 1 P. 1:3; 2 Co. 5:17

  En los mensajes anteriores hablamos de los aspectos objetivo y subjetivo de la resurrección del Salvador-Hombre. Con respecto al aspecto subjetivo, vimos que cuando Cristo resucitó, en efecto se transfiguró en Espíritu vivificante para entrar en Sus creyentes, hizo germinar la nueva creación para impartir en ellos la vida divina con el fin de regenerarles, y se propagó para producir la iglesia, la cual es Su reproducción. Este mensaje concluirá la serie de mensajes referente a dicho aspecto de la resurrección de Cristo. El punto conclusivo consiste en que la resurrección del Salvador-Hombre resulta en que El vive en nosotros. El resultado de la transfiguración, la germinación y la propagación del Salvador-Hombre es que El vive en Sus creyentes.

EL SALVADOR-HOMBRE VIVE EN SUS CREYENTES

Hace germinar a los creyentes

  Mediante la resurrección el Salvador-Hombre se transfiguró en Espíritu vivificante. Luego, entró en nosotros, la vieja creación y nos hizo germinar, de modo que llegamos a ser la nueva creación. Pablo usó la expresión la nueva creación en 2 Corintios 5:17: “De modo que si alguno está en Cristo, nueva creación es; las cosas viejas pasaron; he aquí son hechas nuevas”. La vieja creación abarca los cielos, la tierra, billones de entidades y el linaje humano. Pero la nueva creación sólo abarca el pueblo escogido y redimido de Dios. El pueblo de Dios perteneció antes a la vieja creación. Sin embargo, cuando Cristo, el Espíritu vivificante, entró en nosotros, nos hizo germinar con el Dios Triuno para que fuésemos la nueva creación.

  Esta germinación depende de un “germen”, y el germen con el cual Cristo nos hizo germinar es el Dios Triuno. Aunque esta palabra no le suene muy bien, no obstante, es la verdad que el Dios Triuno es el germen con el cual el Cristo pneumático nos hizo germinar. ¡Aleluya, que se nos hizo germinar con el “germen divino”! Es un hecho que se nos hizo germinar con el Dios Triuno, tenemos en nosotros este germen divino. Puesto que se nos hizo germinar mediante la resurrección del Salvador-Hombre, fuimos regenerados (1 P. 1:3).

Pneumático

  El hecho que el Salvador-Hombre hace germinar la nueva creación equivale a Su propagación, Su multiplicación. En los evangelios tenemos a un solo Cristo, el Cristo único, pero en Juan 20, después de que se infundió el Espíritu Santo como aliento en los discípulos, hubo por lo menos ciento veinte “Cristos”. Según el capítulo uno de Hechos, estos ciento veintiuno, los ciento veinte discípulos más el Señor Jesús, estuvieron en una reunión de oración que duró más de diez días. En Hechos 1 hubo ciento veintiún Cristos que se reunieron para orar. Más tarde, en el día de Pentecostés, se hicieron germinar otros tres mil. El único Cristo se convirtió primero en ciento veintiún Cristos, y luego, en tres mil ciento veintiún Cristos. Esta germinación es en realidad la reproducción del Cristo pneumático en Su resurrección.

  En el día de Pentecostés, Cristo vivía en tres mil ciento veinte de Sus miembros. Ese Cristo era el Cristo pneumático, el Espíritu vivificante. Este Cristo pneumático es en realidad Cristo mismo en resurrección.

  Aquí no debemos hablar del Cristo resucitado, sino del Cristo en resurrección. Cristo mismo es la resurrección, y la realidad de ésta es el Espíritu vivificante. De hecho, el Espíritu vivificante es la resurrección. Cristo en resurrección es la resurrección misma, y ésta es el Espíritu vivificante.

  El Espíritu vivificante es la realidad de la resurrección. Si uno no está en el Espíritu vivificante, tampoco está en resurrección. Pero si está en el Espíritu vivificante, sin duda está en resurrección.

Cristo en resurrección vive en nosotros

  Juan 14:16-20 revela que el Cristo resucitado vive ahora en nosotros. En los versículos 16 y 17 el Señor dice: “Yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre: el Espíritu de realidad, al cual el mundo no puede recibir, porque no le ve, ni le conoce; pero vosotros le conocéis, porque permanece con vosotros, y estará en vosotros”. Conforme al versículo 16, el Señor rogaría al Padre para que diera a los discípulos otro Consolador. El Hijo era el primer Consolador y rogó al Padre que enviara otro Consolador, el Espíritu de realidad, quien estaría en nosotros. Luego en el versículo 18 el Señor añade: “Nos os dejaré huérfanos; vengo a vosotros”. Al leerlo con el versículo 17, esto indica que “El” [el sujeto de “esté”], quien es el Espíritu de realidad en el versículo 17, se convierte en el “Yo” del versículo 18. Esto indica que después de Su resurrección, el Señor fue hecho el Espíritu de realidad. Más tarde, el Señor, refiriéndose al día de Su resurrección, dice en Juan 14:20: “En aquel día vosotros conoceréis que Yo estoy en Mi Padre, y vosotros en Mí, y Yo en vosotros”. Aquí el Señor dice claramente “Yo en vosotros”, revelando que El mismo estaría en nosotros.

  El Señor, al vivir en nosotros, no deja de estar en el Padre. Por un lado, en Juan 14:20 El dice: “Yo estoy en Mi Padre”, y por otro, “Yo en vosotros”. Sin duda, el Señor no está diciendo: “Cuando Yo entro en ti, dejo de estar en Mi Padre”. Al contrario, aquí el Señor parece decir: “Cuando entro en ti, entraré en ti con el Padre. No sólo estoy en el Padre, sino que el Padre también está en Mí. Por lo tanto, cuando estoy en ti, el Padre quien está en Mi también lo está”.

  Lo que el Señor dice en el versículo 23 comprueba que la interpretación que damos del versículo 20 es correcta: “El que me ama, Mi palabra guardará; y Mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada con él”. Que el Padre y el Hijo hagan morada con nosotros equivale a la expresión Yo en vosotros del versículo 20. ¿Quién está en nosotros? El “Yo” que está en nosotros no solamente es el Hijo, sino el Hijo con el Padre. Pero ¿qué hay del Espíritu? En Juan 14:26 el Señor Jesús habla de “el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en Mi nombre”. El Hijo vino en nombre del Padre (Jn. 5:43) porque el Hijo y el Padre son uno solo (Jn. 10:30). Ahora vemos que el Espíritu es enviado en nombre del Hijo porque el Espíritu y el Hijo también son uno solo (2 Co. 3:17). Este es el Dios Triuno —el Padre, el Hijo, y el Espíritu— que nos llega como el Espíritu. Por lo tanto, cuando el Espíritu viene, el Hijo y el Padre también vienen.

  Cuando conjugamos estos versículos, vemos que Aquel que está en nosotros no es tan sencillo. Sin duda, El es el Hijo, pero es el Hijo en quien está el Padre, y también el Hijo quien viene con el Espíritu. Por lo tanto, vemos que el “Yo” en Juan 14:20 es el Dios Triuno.

Vemos al Señor porque El vive en nosotros

  En Juan 14:19 el Señor Jesús dice: “Todavía un poco, y el mundo no me verá más; pero vosotros me veis; porque Yo vivo, vosotros también viviréis”. Si el Señor hubiera permanecido en el sepulcro, no habría vivido, y los discípulos no le habrían podido ver otra vez. Sin embargo, este versículo indica que porque El vive, le veremos. El dijo que resucitaría y viviría, y que también viviríamos. ¿Qué significa esto? Tenemos que estudiar el Nuevo Testamento en su totalidad para poder entender este versículo. Lo que el Señor dice: “Vosotros me veis; porque Yo vivo, vosotros también viviréis” significa “Yo viviré en vosotros para que viváis”. El Señor Jesús nos está diciendo que después de Su resurrección El vivirá en nosotros.

  Llegando a este punto, déjeme hacerles una pregunta: ¿Han visto al Señor Jesús? Es posible que respondan diciendo que han visto al Señor Jesús en los santos, en los creyentes. Quien conteste la pregunta de esta manera carece de un entendimiento adecuado con respecto a Juan 14:19. El Señor no dice en este versículo: “Vosotros me veis porque me veis en los creyentes”, sino que le vemos porque El vive en nosotros. Vivimos porque El vive. Esto quiere decir que vivimos porque El vive en nosotros con el propósito de hacernos vivir.

  Debemos responder a esta pregunta diciendo: “Vemos al Señor porque El vive en mí”. Por ejemplo, un hermano ve a su mujer porque ella vive con él. Pero Aquel que nosotros vemos ahora no sólo vive con nosotros, sino también en nosotros. En todo instante El vive en nosotros, y por eso, le podemos ver.

  El coro de un himno muy conocido, “El vive”, dice:

  ¡El vive, El vive! ¡Hoy vive el Salvador! ¡Conmigo está y me guardará, Mi amante Redentor! ¡El vive, El vive! Me imparte salvación Sé que El viviendo está porque Vive en mi corazón.

  Este es un buen himno, y lo aprecio. El coro dice que sabemos que Cristo vive porque está con nosotros y nos guarda. Sin embargo, es mucho mejor decir que sabemos que Cristo vive en nosotros porque vive en mi corazón. Respondiendo a la pregunta: “¿Cómo sabe usted que Cristo vive?” el coro de este himno dice: “Vive en mi corazón”. Sabemos que el Señor vive, no solamente porque está con nosotros y nos guarda, sino también vive en nosotros.

  ¿Cómo sabe usted que Cristo vive? Debe responder diciendo: “Yo sé que El vive porque El vive en mí”. De la misma manera, si se nos pregunta que si hemos visto al Señor Jesús, debemos decir: Sí, he visto al Señor, puesto que El vive en mí. Incluso ahora mismo que me hace esta pregunta, El vive en mí. Puesto que El vive en mí, le veo. Incluso mientras que hablo con ustedes, me está hablando. Yo soy simplemente un transmisor, o sea, yo digo lo que El me dice”.

  Lo que el Señor dijo: “Porque Yo vivo, vosotros también viviréis” sin duda se cumplió en su totalidad en el día de Pentecostés. Cuando Pedro se puso de pie con los once, se veía al Cristo en resurrección. Lo que Pedro dijo también era Cristo en resurrección. Si alguien hubiera preguntado a Pedro dónde estaba Cristo, es posible que habría dicho: “Cristo está aquí. ¿No me ves? Si me ves a mí, ves a Cristo porque El vive en mí”.

EXPERIMENTAMOS A CRISTO EN LA RESURRECCION

El Cristo quien es la resurrección

  Con respecto a nuestra experiencia de Cristo en resurrección, podemos usar la expresión “el Cristo pneumático”. Aunque no nos gusta hablar del Cristo espiritual, nos gusta la expresión “el Cristo pneumático”. Esta expresión indica que Cristo es el Espíritu que da vida. El Cristo pneumático es en realidad el Espíritu vivificante, no en sentido doctrinal sino experimental. A lo largo de los siglos, muchos maestros cristianos han dicho que en nuestra experiencia Cristo es idéntico al Espíritu. Doctrinalmente esto es difícil de explicar; sin embargo, por experiencia sabemos que Cristo es el Espíritu que vive en nosotros.

  Según el Nuevo Testamento, tanto Cristo como el Espíritu viven en nosotros. Entonces ¿tenemos dos vidas en nosotros o una? La mejor respuesta a esta pregunta es decir que Aquel que vive en nosotros es el Cristo pneumático, el Cristo quien es el Espíritu vivificante.

  Los creyentes frecuentemente dicen: “Nuestro Cristo vive; tenemos un Cristo vivo”. Pero muchos cristianos no saben que este Cristo vivo es el Cristo en resurrección y el Cristo quien es la resurrección. En Juan 11:25 el Señor Jesús dijo: “Yo soy la resurrección”. Aquí vemos que Cristo mismo es la resurrección. El propio Cristo quien está ahora en resurrección es la resurrección misma.

Andar en resurrección

  El Nuevo Testamento nos exhorta a que andemos por el Espíritu (Gá. 5:16, 25). Andar por el Espíritu simplemente quiere decir andar en resurrección. Para experimentar esto necesitamos negarnos de manera que Cristo pueda vivir en nosotros. Si morimos, Cristo vive. Cristo vive en nosotros al morir nosotros.

Morir para que Cristo pueda vivir en nosotros

  Ahora que Cristo vive en nosotros, estamos íntimamente relacionados con El. Podemos decir que El y el creyente llegan a ser una “semilla”. Usted es la cáscara y El es la vida que se halla por dentro. La cáscara tiene que morir a fin de que la vida en ella pueda vivir. Por lo tanto, cuando morimos, Cristo vive. Morimos para vivirle, y El vive al morir nosotros.

  Decir que Cristo vive en nosotros como resultado de que morimos es una “lógica celestial” o una “filosofía celestial”. Esta clase de filosofía es mucho mejor que cualquier filosofía humana, la cual es natural. Nuestra filosofía consiste en que morimos para que Cristo pueda vivir en nosotros. Conforme a esta lógica celestial, Cristo vive cuando morimos.

  El hecho de que Cristo vive en nosotros cuando morimos tiene que ver con la resurrección. Pablo dice: “A fin de conocerle, y el poder de Su resurrección” (Fil. 3:10). No podemos conocer a Cristo sin conocer el poder de Su resurrección, porque el Cristo mismo que vive hoy en nosotros es la resurrección. La resurrección es el Cristo pneumático quien es el Espíritu vivificante.

Andar conforme al Espíritu, quien es la realidad de la resurrección

  Hace más de cuarenta años, el hermano Nee nos dijo que la realidad de la resurrección es el Espíritu. Aunque no explicó mucho lo que significaba al decir esto, lo que él dijo me impresionó mucho. Sin embargo, también estaba turbado y me dije para sí: “¿Cómo podemos decir que el Espíritu es la realidad de la resurrección?” Después de muchos años de estudio y de experiencia, puedo testificar que la resurrección, el Cristo pneumático y el Espíritu vivificante son uno solo. Este Cristo es la resurrección, y ésta es el Espíritu vivificante.

  Puesto que el Espíritu es la realidad de la resurrección, tenemos que andar conforme al Espíritu. Cuando andamos conforme al Espíritu, andamos en resurrección. Cuando andamos mediante el Espíritu vivificante, andamos con el Cristo vivo y este Cristo vivo es el Cristo en resurrección.

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