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Mensajes del libro «Estudio-Vida de Lucas»
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Mensaje 9

LA PREPARACION DEL SALVADOR-HOMBRE SE LLEVA A CABO EN SU HUMANIDAD Y CON SU DIVINIDAD

(7)

  Lectura bíblica: Lc. 3:23-38; 4:1-13

  En este mensaje examinaremos la persona y la prueba del Salvador-Hombre (3:23—4:13).

SU PERSONA

  En Lc. 3:23-38 vemos la persona del Salvador-Hombre. El versículo 23 dice: “Jesús mismo al comenzar Su ministerio era como de treinta años, hijo, según se creía, de José, hijo de Elí”. Treinta era la edad madura para el servicio de Dios (Nm. 4:3, 35, 39, 43, 47).

Cuatro aspectos del Cristo todo-inclusivo

  La crónica del Evangelio de Juan, el evangelio del Dios-Salvador empieza con Dios y llega al hombre (Jn. 1:1, 14). Aquel evangelio recalca Su divinidad para atestiguar Su condición divino-humana. La genealogía del Evangelio de Lucas, el evangelio del Salvador-Hombre, empieza con el hombre y se remonta hasta Dios (vs. 23, 38). Este evangelio recalca Su humanidad para afirmar Su condición humano-divina.

  Cristo, como el admirable centro de la Biblia, es todo-inclusivo y tiene muchos aspectos. Al comienzo del Nuevo Testamento se presentan cuatro biografías que describen los cuatro aspectos principales del Cristo todo-inclusivo. El Evangelio de Mateo testifica que El es el Rey, el Cristo de Dios según las profecías del Antiguo Testamento, el que trae a la tierra el reino de los cielos. El Evangelio de Marcos le presenta como el Esclavo de Dios, el que trabaja fielmente para Dios. El relato de Marcos es muy sencillo, porque un esclavo no necesita un registro detallado. El Evangelio de Lucas presenta una descripción completa de Cristo como el único hombre cabal y normal que ha vivido en la tierra, y por eso El es el Salvador de la humanidad. El Evangelio de Juan revela que El es el Hijo de Dios, Dios mismo, quien es vida para el pueblo de Dios. De los cuatro evangelios, Mateo y Lucas presentan la genealogía; Marcos y Juan no lo hacen. Para testificar que Jesús es el Rey, el Cristo de Dios mencionado en las profecías del Antiguo Testamento, Mateo necesita mostrarnos los antecesores y la condición de este Rey, a fin de comprobar que El es el sucesor legítimo al trono de David. Para demostrar que Jesús es un hombre cabal y normal, Lucas necesita mostrar la genealogía de este hombre, a fin de atestiguar que El satisface todos los requisitos para ser el Salvador de la humanidad. Al darnos el registro de un esclavo, Marcos no necesita darnos el origen de tal persona. Para revelar que Jesús es Dios mismo, Juan tampoco necesita darnos la genealogía humana del Señor. Al contrario, Juan declara que Cristo como Verbo de Dios es el propio Dios que era en el principio.

Dos genealogías

  En 3:23-38 la genealogía del Salvador-Hombre se remonta de Jesús a Adán. El versículo 38 dice: “Hijo de Enós, hijo de Set, hijo de Adán, hijo de Dios”. El reino, en el cual Cristo es Rey, está compuesto de los descendientes de Abraham, que incluyen tanto a sus descendientes en la carne como a quienes lo son por la fe. Por esta razón, la genealogía de Cristo presentada en Mateo comienza con Abraham, el padre del linaje llamado, y no con Adán, el padre del linaje creado. El reino de Dios no es edificado con el linaje creado, el de Adán, sino con el linaje llamado, el de Abraham, el cual incluye tanto a los israelitas verdaderos (Ro. 9:6-8) como a los que creen en Cristo (Gá. 3:7, 9, 29). Para comprobar, usando la genealogía de Jesús, que El es un hombre cabal calificado para ser el Salvador de la humanidad, Lucas remonta esta genealogía a Adán, la primera generación de la humanidad.

  La expresión hijo de Dios, usada con respecto a Adán en Lucas 3:38, no quiere decir que Adán nació de Dios y que poseía Su vida; de igual modo, hijo de José no quiere decir que Jesús nació de José, sino que se supuso que El era hijo de José (v. 23). Adán fue creado por Dios (Gn. 5:1-2), y Dios fue su origen. Sobre esta base, se podría decir que él era hijo de Dios, así como los poetas paganos consideraban que toda la humanidad era la descendencia de Dios (Hch. 17:28). Ellos fueron solamente creados por Dios, no regenerados por El. Esto es absoluta e intrínsecamente diferente de ser hijos de Dios como lo son los creyentes de Cristo. Estos han nacido de Dios, han sido regenerados y poseen Su vida y Su naturaleza (Jn. 1:12-13; 3:16; 2 P. 1:4).

Dios, Adán, Abraham y Jesús

  Al revisar retrospectivamente esta genealogía, descubrimos que, de Jesús (Lc. 3:23) a Dios, hay setenta y siete generaciones, en las cuales se ven la historia de la obra creadora de Dios, la caída del hombre, la promesa de Dios y la salvación del hombre: el hombre fue creado por Dios (v. 38; Gn. 1:26-27; 2:7); en Adán el hombre cayó (v. 38; Gn. 3); por medio de Abraham el hombre recibió la promesa de Dios (v. 34; Gn. 12:1-3); y en Jesús, quien es Cristo, el hombre es salvo (v. 23; 2:10-11).

  Nos debe impresionar mucho el hecho de que la genealogía del Señor Jesús presentada en Mateo comienza con Abraham y llega hasta Cristo, mientras que la genealogía de Lucas remonta desde Jesús hasta Dios. En la genealogía de Lucas hay cuatro nombres que son especialmente notables: Dios, Adán, Abraham, y Jesús. Fuimos creados por Dios, caímos en Adán, recibimos la promesa de Dios en Abraham, y fuimos salvos en Jesús, quien es Cristo. Por lo tanto, fuimos creados, caímos, recibimos la promesa y fuimos salvos. Podemos alabar al Señor por Dios, Abraham y Jesús. Después de que fuimos creados por Dios y caímos en Adán, recibimos la promesa de la salvación de Dios en Abraham. Luego en Jesús, quien es Cristo, fuimos salvos. Este es un resumen de la genealogía de nuestro Salvador-Hombre.

  Nuestro Salvador-Hombre no vino simplemente a salvarnos de una manera objetiva. Más bien, vino a salvarnos al unirse a nosotros. En El tenemos a Dios que se une al hombre. Esta genealogía comienza con un hombre y termina con Dios. ¡Qué maravilla! Debido a que la genealogía del Señor comienza con un hombre y termina con Dios, la cual incluye a Abraham y Adán, ella es verdaderamente única.

  Podemos decir que la genealogía del Señor y Su persona son nuestras también. Fuimos creados por Dios, caímos en Adán, recibimos la promesa en Abraham y fuimos salvos en Jesús, quien es Cristo. El Señor estaba en Dios, en Adán y en Abraham. Nosotros también estuvimos en Dios, en Adán y en Abraham, y ahora estamos en Jesús, nuestro Salvador-Hombre.

SU PRUEBA

Conducido por el Espíritu

  En 4:1-13 tenemos la prueba del Salvador-Hombre. Lucas 4:1 dice: “Jesús, lleno del Espíritu Santo, volvió del Jordán, y era conducido por el Espíritu en el desierto, donde fue tentado por el diablo cuarenta días”. Mateo 4:1 nos dice que el Señor Jesús fue conducido por el Espíritu al desierto para ser tentado. Después de ser bautizado en agua y ungido con el Espíritu de Dios, Jesús, como hombre, actuaba conforme a la dirección del Espíritu. Ante todo, el Salvador-Hombre ungido fue conducido por el Espíritu para ser tentado por el diablo. Esta tentación fue una prueba que demostraba que El estaba capacitado para ser el Salvador-Hombre.

  La palabra griega traducida diablo es diábolos, lo cual significa acusador, calumniador (Ap. 12:9-10). El diablo, quien es Satanás, nos acusa delante de Dios y nos calumnia delante de los hombres.

  En Mateo 6:13 el Señor Jesús enseñó a los discípulos a orar: “No nos metas en tentación”. Sin embargo, el Señor fue conducido por el Espíritu Santo al desierto con el fin de ser tentado por el diablo. El Señor Jesús era fuerte y pudo resistir la tentación. Nosotros, al contrario, no podemos resistir del todo la tentación. No debemos ser orgullosos, pensando que ya que tenemos el Espíritu esencial y el Espíritu económico, ahora somos capaces de resistir la tentación. Tal pensamiento indica que no nos conocemos a nosotros mismos.

  El Señor Jesús es el único que puede resistir la tentación del enemigo de Dios. Cuando El estaba en la tierra, era perfecto y fuerte. Por lo tanto, el Espíritu Santo, quien es Dios que llega al hombre, condujo a este hombre perfecto a entrar en tentación para derrotar el enemigo de Dios. Mediante la prueba del Salvador-Hombre, Dios pudo demostrar a Su enemigo, Satanás, el diablo, que hay un hombre que puede resistir la tentación.

  El Espíritu Santo nunca nos conducirá a ser tentados por el diablo, porque no somos capaces de resistir la tentación de Satanás. Aunque hemos sido regenerados y hasta cierto punto santificados y transformados, no podemos, sin embargo, resistir la tentación del maligno. Por lo tanto, debemos orar: “Oh Padre, no me induzcas a entrar en tentación”. No importa cuán fuerte nos sintamos, en realidad somos débiles y no podemos resistir la tentación de Satanás. En este universo el único que tiene la humanidad que puede resistir la tentación del enemigo de Dios es el Señor Jesús, nuestro Salvador-Hombre.

Toma la posición de hombre delante del diablo

  Según Lucas 4:3 el diablo dijo al Señor Jesús: “Si eres Hijo de Dios, di a esta piedra que se convierta en pan”. Jesús contestó: “Escrito está: No sólo de pan vivirá el hombre”. El Salvador-Hombre recién ungido no había comido en cuarenta días (vs. 1-2). A pesar de que mantuvo Su posición de hombre, El también era el Hijo de Dios, pues el Padre lo había declarado en Su bautismo (3:21-22). El Señor Jesús, a fin de cumplir Su ministerio, tenía que vencer al enemigo de Dios, el diablo, Satanás, y tenía que hacerlo como hombre. Por lo tanto, tomó la posición de hombre para enfrentarse al enemigo de Dios. El diablo, sabiendo esto, trató de inducirlo a dejar la posición de hombre y a tomar la posición de Hijo de Dios. Cuarenta días antes, Dios el Padre había declarado desde los cielos que Jesús era el Hijo amado del Padre. El sutil tentador tomó esa declaración como base para tentar al Señor Jesús. Si delante del enemigo el Señor hubiera asumido Su posición de Hijo de Dios, habría perdido la posición en la cual podía vencerlo.

  Hacer que una piedra se convierta en pan ciertamente habría sido un milagro. Eso fue propuesto por el diablo como tentación. Muchas veces el deseo de ver que se efectúe un milagro en ciertas situaciones es una tentación del diablo. El diablo tentó al primer hombre, Adán, con la comida (Gn. 3:1-6). Ahora tentó al segundo hombre, Cristo, con la misma cosa. El asunto de comer es una trampa que el diablo usa para atrapar al hombre.

  El diablo tentó al Salvador-Hombre induciéndole a ocupar Su posición de Hijo de Dios. Pero el Señor Jesús respondió diciéndole: “No sólo de pan vivirá el hombre”. Esto indica que El tomó la posición de hombre para hacer frente al enemigo. Los demonios se dirigieron a Jesús como el Hijo de Dios (Mt. 8:29), sin embargo, los espíritus malignos no confiesan que Jesucristo vino en carne (1 Jn. 4:3), porque al confesar que Jesús es hombre, reconocerían que están derrotados. Aunque los demonios confiesan que Jesús es el Hijo de Dios, el diablo no quiere que la gente crea que El es el Hijo de Dios, porque así creyéndolo las personas serán salvas (Jn. 20:31).

Adorar y servir sólo a Dios

  Lucas 4:5-7 dice: “Y le llevó el diablo a un alto monte, y le mostró en un momento todos los reinos de la tierra. Y le dijo el diablo: A Ti te daré toda esta potestad, y la gloria de ellos; porque a mí me ha sido entregada, y a quien quiero la doy. Si Tú postrado me adoras, todos serán Tuyos”. El diablo dijo al Señor Jesús que los reinos de la tierra habitada le habían sido entregados a él. Esto debió de haber sucedido en la era preadamítica. Aquí lo dicho por el diablo indica que cuando Dios ungió al arcángel y lo hizo cabeza de la era anterior a Adán (Ez. 28:13-14), la autoridad y la gloria del reino de la tierra ciertamente le fueron dadas. Lo dicho por el Señor en Juan 12:31 confirma esto. Después de que Satanás se rebeló contra Dios y se convirtió en Su enemigo, Dios lo juzgó (Is. 14:12-15), pero la ejecución plena del juicio de Dios sobre él no se completará sino hasta el final del milenio (Ap. 20:7-10). Por eso, él todavía tiene la autoridad sobre los reinos de la tierra hasta que llegue aquel tiempo. El tentó al Señor Jesús ofreciéndole esta autoridad y esta gloria. Su oferta maligna fue rechazada por el Cristo de Dios, pero será aceptada por el anticristo, el hombre de iniquidad (2 Ts. 2:3-4), al final de esta era (Ap. 13:4) para que ejecute sus artimañas malignas contra Dios.

  En Lucas 4:8 tenemos la respuesta del Señor a la tentación del diablo: “Escrito está: Al Señor tu Dios adorarás, y a El sólo servirás”. El Salvador-Hombre venció al diablo al mantenerse en la posición de hombre, en la cual se adora y se sirve solamente a Dios. Adorar o servir algo que no sea Dios con miras a obtener ganancias siempre es la tentación que el diablo emplea para conseguir adoración.

Se niega a demostrar que El es el Hijo de Dios

  En Lucas 4:9-11 vemos por tercera vez que el diablo tentó al Salvador-Hombre: “Y le llevó a Jerusalén, y le puso sobre el pináculo del templo, y le dijo: Si eres Hijo de Dios, échate de aquí abajo; porque escrito está: ‘A Sus ángeles mandará acerca de Ti, que te guarden; y, en sus manos te sostendrán, no sea que golpee Tu pie contra una piedra’ ”. Sin embargo, Jesús respondió y le dijo: “Dicho está: No tentarás al Señor tu Dios” (v. 12).

  Esta tentación se relaciona con la religión. El diablo tentó al Salvador-Hombre para que demostrara desde el pináculo del templo que El era el Hijo de Dios. Pero no había necesidad de que el Señor Jesús hiciera esto. Esto era una tentación que se usó para que El mostrara que como Hijo de Dios podía obrar milagrosamente. La idea de hacer las cosas milagrosamente que prevalece en la religión es una tentación del diablo.

Un indicio del más alto nivel de moralidad

  En el Evangelio de Lucas la secuencia de las tentaciones es diferente que la del Evangelio de Mateo. La secuencia dada en Lucas se relaciona con el más alto nivel de moralidad. Además, en Lucas la tentación de adorar al diablo a cambio de los reinos del mundo se da con más detalle. Esto también indica el más alto nivel de moralidad.

  Supongamos que le ofrecieran a usted todos los reinos de la tierra habitada con todas sus autoridades y gloria. ¿Qué haría usted? Yo no creo que ninguno de nosotros podría resistir dicha tentación. Sin embargo, el Salvador-Hombre, que vivió conforme al más alto nivel de moralidad, no pudo ser seducido ni conmovido por nada. Solamente una vida en el más alto nivel de moralidad, es decir, una vida en la cual los atributos divinos son expresados en las virtudes humanas, puede resistir tal tentación. Menciono esto para indicar otra vez que la crónica de Lucas recalca continuamente el más alto nivel de moralidad.

El diablo deja al Salvador-Hombre

  En 4:1-13 el Salvador-Hombre resistió al tentador y ganó la victoria. El tentador fue derrotado y le dejó. Al respecto, 4:13 dice: “Y cuando el diablo hubo acabado toda tentación, se apartó de El esperando un tiempo oportuno”. Esto indica que el diablo buscaría otro momento y regresaría para tentarle una y otra vez, en cualquier momento que considerase apropiado (Mt. 16:22-23; Jn. 8:40; Lc. 22:53; Jn. 6:70-71). El diablo se apartó del Señor Jesús, pero no le dejó permanentemente. En cambio, se fue hasta que viniera el momento oportuno.

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