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Mensajes del libro «Estudio-Vida de Marcos»
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Mensaje 50

LA MUERTE Y LA RESURRECCION QUE EL SALVADOR-ESCLAVO EXPERIMENTO PARA CUMPLIR LA OBRA REDENTORA DE DIOS

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  Lectura bíblica: Mr. 16:1-18

  En el capítulo dieciséis del Evangelio de Marcos se hallan tres eventos: la resurrección del Salvador-Esclavo (vs. 1-18), Su ascensión, por medio de la cual fue exaltado (Mr. 16:19) y la propagación universal del evangelio que llevó a cabo mediante Sus discípulos (Mr. 16:20). En este mensaje examinaremos la resurrección del Salvador-Esclavo.

LA RESURRECCION DE CRISTO SEGUN SE PRESENTA EN HECHOS

  Puesto que al Evangelio de Marcos pudiera llamársele el Evangelio de Pedro, examinemos lo que éste dijo acerca de la resurrección de Cristo según consta en el libro de Hechos. En los mensajes evangélicos que dio en los capítulos dos, tres, cuatro y cinco, Pedro habla de la resurrección del Señor, y en efecto, ésta era el centro de dichos mensajes.

Imposible que fuese retenido por la muerte

  En Hechos 2:23-24 Pedro dice: “A éste, entregado por el determinado consejo y anticipado conocimiento de Dios, matasteis clavándole en una cruz por manos de inicuos; al cual Dios levantó, sueltos los dolores de la muerte, por cuanto era imposible que fuese retenido por ella”. En el primer mensaje evangélico que predicó en el día de Pentecostés, Pedro dio testimonio de que Dios levantó al Jesús crucificado. Testificó de que la muerte no pudo retener a Cristo. Puesto que Cristo es la resurrección (Jn. 11:25), fue imposible que la muerte lo retuviese. ¿Podría la muerte retener la resurrección? Es imposible.

  En Hechos 2:32-36 Pedro habla de la resurrección y la ascensión de Cristo. Con respecto a la resurrección, dice en el versículo 32: “A este Jesús resucitó Dios, de lo cual todos nosotros somos testigos”. Pedro parece decir: “Nosotros estuvimos presentes cuando crucificaron al Señor Jesús, y le vimos después de resucitar. Así que, somos testigos oculares de Su resurrección”.

  En el versículo 33 Pedro añade: “Así que, exaltado a la diestra de Dios, y habiendo recibido del Padre la promesa del Espíritu Santo, ha derramado esto que vosotros veis y oís”. Este versículo habla de la ascensión de Cristo.

  En el versículo 36 Pedro alude a la resurrección y la ascensión: “Sepa, pues, ciertísimamente toda la casa de Israel, que a este Jesús a quien vosotros crucificasteis, Dios le ha hecho Señor y Cristo”. Jesús fue hecho Señor y Cristo en la resurrección y la ascensión.

El Autor de la vida

  En Hechos 3:15 Pedro dijo al pueblo que ellos habían matado al Autor de la vida, a quien Dios había resucitado. La palabra griega que se traduce autor significa fuente, originador, líder principal, y se refiere a Cristo como la fuente, el originador de la vida, y por ende, el Autor de ésta. Pedro dijo al pueblo que ellos habían matado al Autor de la vida, al que Dios había resucitado de los muertos. El parecía decirles: “Nosotros somos testigos oculares de la persona que es el origen, la fuente, de la vida. Ustedes lo mataron, pero la muerte no pudo retenerlo. Dios levantó de los muertos al Autor de la vida”.

La piedra del ángulo para el edificio de Dios

  En Hechos 4:10-12 Pedro predica una vez más acerca del Cristo resucitado: “Sea notorio a todos vosotros, y a todo el pueblo de Israel, que en el nombre de Jesucristo el nazareno, a quien vosotros crucificasteis y a quien Dios resucitó de los muertos, en Su nombre está en vuestra presencia sano este hombre. Este Jesús es la piedra menospreciada por vosotros los edificadores, la cual ha venido a ser cabeza del ángulo. Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos”. El Jesús crucificado, a quien Dios levantó de los muertos, es la piedra angular rechazada por los líderes judíos.

  Si leemos estos versículos detenidamente, nos daremos cuenta que la salvación se halla en el Cristo resucitado. Además, esta salvación produce el edificio de Dios, del cual el Salvador en resurrección es la piedra angular y el cual se halla en resurrección. Con esto vemos que la resurrección del Señor no sólo nos salva, sino que también produce el edificio de Dios. La salvación, al igual que el edificio de Dios, se experimentan en el Cristo resucitado.

Exaltado por Príncipe y Salvador

  En Hechos 5:30-31 Pedro dice: “El Dios de nuestros padres levantó a Jesús, a quien vosotros matasteis colgándole en un madero. A éste Dios ha exaltado a Su diestra por Príncipe y Salvador, para dar a Israel arrepentimiento y perdón de pecados”. Dios exaltó a Cristo por Líder y Salvador. Debemos ver que el hecho de que Jesús sea el Señor, el Cristo y la piedra angular se relaciona con el edificio de Dios, mientras que el que sea el Líder y nuestro Salvador tiene que ver con nuestra salvación. Además, El da el arrepentimiento y el perdón. Todo esto se lleva a cabo en resurrección. Así que, Pedro, en sus mensajes evangélicos, da testimonio de que el Señor Jesús está en resurrección.

LA EXPRESION DEL CRISTO PNEUMATICO

  Según el libro de Hechos, Pedro también expresó que el Cristo resucitado fue exaltado, que está ahora en los cielos y que se derramó como Espíritu sobre Sus creyentes, los escogidos de Dios, para hacerlos miembros de Su Cuerpo, lo cual tiene como fin formar el nuevo hombre.

  El nuevo hombre es la expresión del Cristo resucitado, y éste es el todo, es decir, el contenido y la realidad del nuevo hombre. Como ya vimos, el nuevo hombre es el reino de Dios donde El gobierna, reina y actúa para cumplir Su deseo. Así que, el reino es la esfera del gobierno de Dios donde El se expresa. Esto se da en resurrección.

  En el libro de Hechos Pedro también dice que el Cristo a quien vio y siguió está ahora en resurrección y en ascensión, las cuales no se pueden separar. Tanto la una como la otra están relacionadas con el Espíritu, quien hoy es la realidad del Cristo crucificado, resucitado y ascendido. Cuando tenemos al Espíritu, tenemos a Cristo, al Cristo pneumático. Al tenerle a El, tenemos también la realidad de Su resurrección y Su ascensión.

LA MUERTE TODO INCLUSIVA DE CRISTO

  Si entendemos el Nuevo Testamento en conjunto, nos daremos cuenta de que éste revela a una persona, el Dios Triuno quien se encarnó para ser un Dios-hombre. Este evento fue de mayor importancia que la creación. El Dios-hombre fue a la cruz y sufrió una muerte que lo incluyó todo, la cual quitó nuestros pecados, condenó al pecado, crucificó nuestro viejo hombre, le puso fin a la vieja creación, destruyó al diablo, Satanás, juzgó el cosmos satánico y abolió las ordenanzas que había entre las diferentes razas y clases sociales. De esta manera vemos que la muerte del Señor eliminó de una vez por todas cada factor negativo que hay en el universo.

  Ante Dios, todos los factores negativos fueron eliminados para siempre. Por supuesto, en nuestra experiencia todavía debemos hacer frente a los pecados, al pecado, al viejo hombre, a la vieja creación, a Satanás, al mundo y a las ordenanzas. No obstante, viene el día en que ante nuestros ojos, así como ante Dios, estos factores ya no existirán más.

  ¡Alabado sea el Señor por lo que logró la muerte todo inclusiva de Cristo! Al leer el relato de la crucifixión contenido en el evangelio de Marcos, debemos comprender que la muerte del Señor lo incluyó todo, pues le puso fin a todos los factores negativos y, como ya vimos, también liberó la vida divina que estaba dentro de El.

REGENERADOS PARA UNA ESPERANZA VIVA

  Mediante la muerte de Cristo, los escogidos de Dios fueron introducido en la resurrección. Al resucitar Cristo, el pueblo de Dios resucitó juntamente con El. En 1 Pedro 1:3 leemos lo siguiente al respecto: “Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que según Su grande misericordia nos regeneró para una esperanza viva, mediante la resurrección de Jesucristo de entre los muertos”. El Padre nos regeneró mediante la resurrección de Cristo para una esperanza viva, la cual tendrá su cumplimiento en la Nueva Jerusalén.

  La esperanza viva es una esperanza de vida, es decir, la esperanza de que la vida que está en nosotros se desarrollará y madurará.

  Usemos el nacimiento de un niño como ejemplo de la esperanza viva. Después de que nace el niño, la madre tiene una esperanza con respecto a él, la esperanza de que el niño crecerá y se desarrollará. Es posible que otra madre tenga la esperanza de que su hijo será un médico o incluso el presidente del país. El factor básico de dicha esperanza es la vida que está en el niño, la cual hace que su madre tenga esperanza en el futuro de éste.

  De la misma manera, mediante la resurrección de Jesucristo, nosotros fuimos regenerados para una esperanza viva, una esperanza de vida. Esta vida crece y se desarrolla hasta tener su consumación en la Nueva Jerusalén.

  La esperanza viva surge de nuestra regeneración. ¿Sabe usted cuándo fue regenerado? Tal vez su respuesta sea que, según su experiencia, usted fue regenerado hace algunos años, pero en realidad esto sucedió cuando Cristo resucitó. El que fuera regenerado antes de nacer constituye un hecho divino. Ante Dios, usted experimentó el segundo nacimiento antes que el primero.

EL PRIMOGENITO ENTRE MUCHOS HERMANOS

  Hechos 13:33 dice que la resurrección de Cristo fue un nacimiento para El, pues en ella fue engendrado como Hijo de Dios. En la resurrección y por medio de ella, el Señor Jesús como hombre nació como Hijo primogénito de Dios. La palabra primogénito indica que el Señor Jesús tiene hermanos. En Romanos 8:29 Pablo se refiere a Cristo como el primogénito entre muchos hermanos. En la resurrección, todos nacimos juntamente con Cristo y llegamos a ser Sus muchos hermanos. ¡Cuán maravilloso!

INTRODUCIDOS EN LA RESURRECCION

  Al leer el Evangelio de Marcos, debemos entender lo que incluye la muerte del Dios-hombre y lo que abarca Su resurrección. Cuando Cristo pasó por el proceso de muerte y resurrección, también a nosotros, representados por Pedro y los demás discípulos, se nos incluyó. En el capítulo catorce vemos que Pedro lloró, después de haber negado al Señor Jesús (v. 72). Podemos decir que lloró porque había sufrido una bancarrota espiritual. No obstante, por haber sido introducido en la muerte de Cristo, ésta le introdujo en la resurrección del Señor. En el día de Pentecostés, Pedro llegó a comprender esto, y allí ya no lo vemos llorando, sino proclamando el evangelio al pueblo de Israel. Pedro pudo decir: “Yo puedo contarles las buenas nuevas acerca de Cristo porque ahora estoy en Su resurrección. Aquel que resucitó mora en mí. El es el Espíritu compuesto que todo lo incluye, el cual me llena. El es uno conmigo, y yo, uno con El”. Pedro había sido introducido en la muerte y la resurrección de Cristo, en Aquel que había llegado a ser su reemplazo total.

  Ya vimos que la regeneración resulta en una esperanza viva, la cual consiste en que la vida divina que está en nosotros se desarrollará plenamente, es decir, que crecerá y se desarrollará en nosotros al máximo. Ya estamos en dicha vida, y ésta crece y se desarrolla en nosotros.

  En primer lugar, la vida divina produce la vida de iglesia, la cual es la realidad del reino. En el futuro, la vida llegará a su madurez en la experiencia de muchos en el milenio, el cual será la manifestación del reino de Dios. Finalmente, la vida divina que está en todos los creyentes se desarrollará plenamente en la Nueva Jerusalén, el reino eterno de Dios en el cielo nuevo y la tierra nueva. El desarrollo de la vida que recibimos cuando fuimos regenerados, llegará a su consumación.

  No hay duda de que carecemos de la debida comprensión de la vida divina que está en nosotros. No obstante, por lo menos tenemos un entendimiento básico del hecho de que mediante la resurrección de Cristo fuimos regenerados para una esperanza viva. Muchos santos incluso pueden dar testimonio de que en ocasiones han entrado en un éxtasis por medio de la oración y que al encontrarse en ese estado no sabían si estaban en la iglesia, el reino o la Nueva Jerusalén, pues estaban fuera de sí en el Señor. Todos necesitamos tener experiencias como éstas.

  Aunque somos de diferentes nacionalidades y venimos de diferentes lugares del mundo, todos hemos experimentado lo que es estar en resurrección. Cuando estamos fuera de nosotros mismos en el Señor, quizás sin saber donde estamos, experimentamos este hecho. Así que, por medio de la regeneración, se nos introdujo en la resurrección de Cristo.

  ¡Cuán maravilloso sería si siempre permaneciéramos en resurrección! Sin embargo, es posible que al enfrentarnos a los problemas tengamos la sensación de que éstos nos sepultan, que nos colocan en una tumba. No obstante, sabemos por la experiencia que cuando clamamos al Señor invocando Su nombre, experimentamos Su resurrección una vez más. Esta es la historia de nuestra vida cristiana. Por supuesto, los que no han creído en Cristo no tienen estas experiencias, pues no han sido regenerados. ¡Alabado sea el Señor que nos introdujo en Su maravillosa resurrección!

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