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Mensajes del libro «Estudio-Vida de Marcos»
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Mensaje 67

UNA VIDA QUE CONCUERDA CON LA ECONOMIA NEOTESTAMENTARIA DE DIOS Y QUE LA CUMPLE

(16)

  Lectura bíblica: Jn. 16:12-15; 20:22; Hch. 1:5, 8; 2:1-4, 17-18; 4:8, 31; 9:17; 13:9, 52; 6:3, 5; 7:55; 11:24; 8:29, 39; 16:6-7; Ro. 8:2, 9-11; 1 Co. 15:45b; 2 Co. 3:17-18; Fil. 1:19-21; 3:7-10

  En el Evangelio de Marcos vemos que el Señor Jesús llevó una vida en conformidad con la economía neotestamentaria de Dios. El es ambos el Sembrador y la semilla, y como tal se sembró en Sus discípulos. El Señor reunió a los discípulos, los escogidos de Dios, quienes eran la tierra, y se sembró en su interior a fin de crecer en ellos y que ellos crecieran en El. Además, El los llevó consigo a la cruz y les puso fin. Después de esto, los introdujo en Su resurrección. Habiendo visto todo esto en los mensajes anteriores, examinemos ahora cómo es que los discípulos son la continuación del Señor Jesús.

  El Evangelio de Marcos concluye con la ascensión del Señor. ¿Qué obra lleva a cabo El ahora que ha resucitado y ascendido? Para saber esto necesitamos el libro de Hechos.

LOS DOS ASPECTOS DEL ESPIRITU

  En el capítulo uno de Hechos, el Cristo resucitado instruyó a Sus discípulos que permaneciesen en Jerusalén hasta que recibiesen el bautismo en el Espíritu Santo. Les dijo: “Porque Juan bautizó con agua, mas vosotros seréis bautizados en el Espíritu Santo dentro de no muchos días” (v. 5). En el versículo 8 añadió: “Recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo”. El bautismo en el Espíritu Santo consiste en que el Espíritu descienda sobre los discípulos.

  En el primer capítulo de Hechos el Señor habla de que los discípulos experimentarían al Espíritu Santo cuando éste viniera sobre ellos. Pero ¿acaso no habían recibido ya el Espíritu Santo? Según Juan 20, el Señor, en la noche en que resucitó, apareció a Sus discípulos y sopló en ellos, y les dijo: “Recibid el Espíritu Santo” (v. 22). En este versículo al Espíritu Santo se le asemeja al aliento. El aliento es algo interno, algo relacionado con nuestra vida. Por tanto, en Juan 20:22 los discípulos recibieron el Espíritu Santo como soplo de vida.

  El Señor, cuarenta días después de Su resurrección, mandó a los discípulos que permanecieran en Jerusalén hasta que el Espíritu Santo descendiera sobre ellos. La finalidad del derramamiento del Espíritu sobre los discípulos era que éstos obtuvieran poder, y no para que recibieran la vida. En Juan 20 se recibe al Espíritu internamente como vida, mientras que en Hechos 1 lo recibimos por fuera como poder; para ser bautizados. Cuando se bautiza a alguien, la persona no bebe el agua; más bien, es sumergida en ella. De igual manera, el bautismo en el Espíritu Santo consiste en que el Espíritu venga sobre nosotros a fin de que recibamos poder.

  Las palabras que el Señor dirigió a los discípulos en cuanto al Espíritu Santo en Hechos 1 se cumplieron en el capítulo dos. En el día de Pentecostés “de repente vino del cielo un estruendo como de un viento recio que soplaba, el cual llenó toda la casa donde estaban sentados los discípulos. Y fueron todos llenos del Espíritu Santo” (Hch. 2:1-4). En el día de la resurrección del Señor, los discípulos recibieron el Espíritu Santo como aliento de vida. Cincuenta días después, en el día de Pentecostés, el Espíritu Santo vino sobre ellos como un viento recio que soplaba. Se puede ver fácilmente la diferencia entre el aliento y el viento. El objetivo del aliento es que tengamos vida, mientras que el del viento, que adquiramos poder. En Juan 20 y en Hechos 2 tenemos dos símbolos del Espíritu Santo: el aliento que nos da vida interiormente, y el viento que nos da poder exteriormente.

En la vida y el ministerio del Señor Jesús

  En el Señor Jesús también se ven los dos aspectos del Espíritu Santo. Primero, el Señor fue concebido por obra del Espíritu Santo (Lc. 1:35; Mt. 1:18, 20). Luego, a la edad de treinta años, cuando comenzó a ministrar, el Espíritu Santo descendió sobre El; fue bautizado en el Espíritu Santo (Lc. 3:21-22). Para la concepción del Señor fue necesaria la intervención del Espíritu en Su aspecto esencial, mientras que para Su bautismo en el Espíritu Santo se necesitó que el Espíritu en Su aspecto económico descendiera sobre El. Así que, para concebir al Señor fue necesario el aspecto esencial del Espíritu, mientras que para Su ministerio, el aspecto económico.

  El Señor Jesús fue concebido por obra del Espíritu Santo. Debido a esto, el Espíritu llegó a ser la esencia de Su ser; obtuvo la esencia divina del Espíritu Santo que lo engendró. Además, adquirió la esencia humana de parte de la virgen María. Al ser concebido con la esencia divina y nacer con la esencia humana, El fue constituido un Dios-hombre por nacimiento. Esto significa que Su ser, como Dios-hombre, tenía dos esencias: la divina y la humana. Así que, el Señor era tanto Dios como hombre; el Dios completo y un hombre perfecto. Esto está relacionado con Su ser, Su existencia.

  Por treinta años el Señor Jesús vivió en la tierra como un Dios-hombre, y a esa edad comenzó a ministrar. Para realizar Su ministerio necesitaba que el Espíritu de Dios descendiera sobre El, no en el aspecto esencial, sino en el económico. Este descenso del Espíritu sobre el Señor Jesús tenía como fin que El llevara a cabo la economía de Dios, no se relacionaba con Su existencia; para esto se requería que el Espíritu Santo en el aspecto esencial fuera Su esencia divina. Pero para llevar a cabo la economía de Dios, necesitaba que el Espíritu Santo descendiera sobre El en el aspecto económico.

En la experiencia de los discípulos

  Los discípulos también recibieron al Espíritu Santo tanto en Su aspecto esencial como en el económico. En Juan 20:22 recibieron el aspecto esencial, lo cual se relacionaba con su existencia espiritual, su ser espiritual. Al recibir al Espíritu Santo en Juan 20, recibieron la esencia divina. Después de recibir este aspecto del Espíritu, aún era necesario que recibieran al Espíritu en Su aspecto económico a fin de que ellos, como continuación del Señor Jesús, pudieran llevar a cabo la economía de Dios. Los discípulos tenían que realizar dicha economía de la misma manera que el Señor Jesús. El la efectuó por medio del Espíritu en Su aspecto económico, y ellos también debían hacer lo mismo. Por tanto, después de recibir el Espíritu en Su aspecto esencial, necesitaban recibirlo también en Su aspecto económico. Esto sucedió en el capítulo dos de Hechos.

  Ya subrayamos que en Juan 20:22 los discípulos recibieron al Espíritu Santo en Su aspecto esencial para que constituyera su ser espiritual y su existencia. En Hechos 1 vemos que los discípulos viven por su ser espiritual. Antes de Juan 20, es decir, antes de la muerte y la resurrección del Señor, los discípulos no habían sido vivificados en su ser espiritual para existir espiritualmente. Antes bien, tenían un ser caído, natural y carnal. Incluso después de que el Señor les había revelado Su muerte y Su resurrección por tercera vez (Mr. 10:32-34), los discípulos seguían disputando acerca de quién era el mayor (Mr. 10:35-45). Además, Pedro obviamente estaba en su ser natural cuando negó al Señor. Pero después de la muerte y la resurrección de Cristo, los discípulos recibieron al Espíritu en Su aspecto esencial como fuente de su ser espiritual. En Hechos 1, aunque aún no habían experimentado el derramamiento del Espíritu en el aspecto económico, ya lo habían recibido en Su aspecto esencial para su existencia espiritual. Así que, llegaron a ser personas espirituales.

  Los discípulos tenían al Espíritu en Su aspecto esencial, el cual formaba parte de su ser espiritual, pero aún necesitaban que el Espíritu Santo descendiera sobre ellos en el aspecto económico, lo cual sucedió en el día de Pentecostés. Cuando llegamos a Hechos 2 el Espíritu ya había sido plenamente consumado y estaba disponible para que los creyentes lo experimentaran.

En nuestra experiencia hoy

  ¿Cuándo recibió usted al Espíritu Santo en Sus aspectos esencial y económico? Quizás algunos digan que recibieron el aspecto esencial del Espíritu cuando fueron regenerados, y el económico, después de su regeneración. Según la perspectiva bíblica, nosotros recibimos al Espíritu Santo en Sus dos aspectos hace más de diecinueve siglos. Todos recibimos al Espíritu Santo en Su aspecto esencial en Juan 20. Posteriormente, los creyentes judíos recibieron al Espíritu en Su aspecto económico en Hechos 2, y los creyentes gentiles, en Hechos 10.

  Podemos emplear la compra de una casa como ejemplo de lo que es recibir al Espíritu. Supongamos que un hermano compra una casa antes de casarse. Más tarde, contrae matrimonio y posteriormente tienen hijos. La esposa y los hijos del hermano, ¿cuándo compraron la casa? La respuesta correcta es que la compraron cuando él la compró. El principio es el mismo en cuanto a recibir al Espíritu Santo. ¿Cuándo lo recibimos nosotros? Lo recibimos cuando los discípulos, nuestros representantes, lo recibieron.

  A lo largo de los siglos un gran número de personas han creído en el Señor Jesús. Cada vez que alguien cree en el Señor, ¿acaso viene El a esa persona, sopla en ella y luego la bautiza en el Espíritu Santo? No, el Señor Jesús infundió Su Espíritu en los creyentes y los bautizó en el Espíritu de una vez por todas. Ambos aspectos son un hecho consumado. En Juan 20 el Señor infundió en Su Cuerpo al Espíritu en Su aspecto esencial. Esto sucedió de una vez por todas. Ahora, así como la esposa y los hijos del hermano comparten la casa que éste compró antes de casarse y antes de que los hijos nacieran, de igual manera, nosotros, los que hemos llegado a ser miembros del Cuerpo de Cristo, tenemos parte en el Espíritu que el Señor impartió en Su Cuerpo. En el primer caso, no es necesario que la esposa y los hijos vuelvan a comprar la casa; simplemente necesitan disfrutar lo que el hermano compró. Asimismo, no es necesario que el Señor vuelva a infundir Su Espíritu en nosotros. Sencillamente debemos disfrutar del Espíritu que ya infundió en el Cuerpo. Después de que el Señor Jesús resucitó, El vino a Sus discípulos y reconociéndoles como Su Cuerpo, les infundió el Espíritu Santo en el aspecto esencial. Cincuenta días después, en el día de Pentecostés, bautizó la parte judía de Su Cuerpo en el Espíritu Santo. Posteriormente, en la casa de Cornelio, bautizó en el Espíritu a la parte gentil. En ese momento el Espíritu, cuya meta es el Cuerpo, fue consumado.

  Cuando un pecador cree en el Señor Jesús, su fe le une tanto al Señor como al Cuerpo, y de esta manera, el Espíritu llega a ser su porción. La persona entonces participa del soplo del Espíritu en Su aspecto esencial, el cual el Señor infundió en el Cuerpo, y del bautismo en el Espíritu en Su aspecto económico, el cual El derramó sobre Su Cuerpo.

  No debemos pensar que hay dos Espíritus o que el Espíritu pueda dividirse de alguna manera. Por el contrario, hay un solo Espíritu, pero con dos aspectos: el uno para esencia y el otro para economía. El primer aspecto es esencial; el segundo, económico. Hoy en nuestra experiencia tenemos los dos aspectos del Espíritu Santo.

EL ESPIRITU EN SUS ASPECTOS ESENCIAL Y ECONOMICO EN HECHOS

  Podemos decir que el libro de Hechos contiene dos líneas en cuanto al Espíritu: la línea del aspecto esencial y la del aspecto económico. Examinemos primero algunos versículos que hablen del aspecto económico del Espíritu, y luego algunos otros relacionados con el Espíritu esencial.

El Espíritu en Su aspecto económico

  Hechos 1:5 dice: “Porque Juan bautizó con agua, mas vosotros seréis bautizados en el Espíritu Santo dentro de no muchos días”. Esto se refiere claramente al Espíritu en Su aspecto económico. El versículo 8 añade: “Pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo”. El Espíritu que viene sobre nosotros es el Espíritu en Su aspecto económico.

  Hechos 2:4 dice que los discípulos “fueron todos llenos del Espíritu Santo”. Ellos fueron llenos del Espíritu para llevar a cabo su ministerio.

  Hechos 2:17-18 dice: “Y en los postreros días, dice Dios, derramaré de Mi Espíritu sobre toda carne, y vuestros hijos y vuestras hijas profetizarán; vuestros jóvenes verán visiones, y vuestros ancianos soñarán sueños; y de cierto sobre Mis esclavos y sobres Mis esclavas en aquellos días derramaré de Mi Espíritu, y profetizarán”. Estos versículos hablan del derramamiento del Espíritu, lo cual difiere del Espíritu que Cristo infundió en los discípulos cuando sopló en ellos el día que resucitó. El derramamiento del Espíritu de Dios se dio desde los cielos en la ascensión de Cristo. El uno constituye el aspecto esencial del Espíritu infundido en los discípulos para la vida y existencia espiritual de ellos; el otro es el aspecto económico del Espíritu derramado sobre ellos como poder para que ellos laboren para Dios.

  El aspecto económico del Espíritu Santo se menciona dos veces en Hechos 4. El versículo 8 dice que Pedro fue “lleno del Espíritu Santo”. Esto fue el aspecto económico del Espíritu para el ministerio. El versículo 31 dice que “todos fueron llenos del Espíritu Santo”. Esto también alude al mismo aspecto.

  En Hechos 9:17 vemos que Ananías fue enviado a Saulo de Tarso para que éste fuera lleno del Espíritu Santo en el aspecto económico: “Fue entonces Ananías y entró en la casa, y poniendo sobre él las manos, dijo: Hermano Saulo, el Señor me ha enviado —Jesús, quien se te apareció en el camino por donde venías— para que recibas la vista y seas lleno del Espíritu Santo”. Antes de que Ananías viniera a él, Saulo ya había recibido el Espíritu en Su aspecto esencial. En el momento en que invocó el nombre del Señor, comenzó a participar de dicho aspecto. Pero en 9:17, Ananías vino y le impuso las manos para que participara del Espíritu en el aspecto económico.

  Hechos 13:9 dice que Pablo fue lleno del Espíritu Santo. Esto también se refiere al aspecto económico.

El Espíritu en Su aspecto esencial

  Hay otros versículos en Hechos que se refieren al aspecto esencial del Espíritu. Uno de ellos es Hechos 6:3: “Buscad, pues, hermanos, de entre vosotros a siete varones de buen testimonio, llenos del Espíritu y de sabiduría, a quienes encarguemos de este menester”. Esto se refiere a ser llenos del Espíritu en Su aspecto esencial para vida. Para desarrollar el servicio mencionado en el capítulo seis no se requiere poder; se requiere vida junto con sabiduría y perseverancia. Esto requiere que seamos llenos del Espíritu de vida, no del Espíritu de poder. Ser llenos del Espíritu de poder tiene como fin que llevemos a cabo la economía de Dios, y nos llenamos del Espíritu de vida para nuestra existencia espiritual. En este versículo la palabra sabiduría alude al aspecto esencial del Espíritu, del cual uno se llena para obtener la vida.

  En Hechos 6:5 dice que Esteban era “varón lleno de fe y del Espíritu Santo”. De nuevo, esto se refiere al aspecto esencial del Espíritu.

  Cuando Esteban fue apedreado, estaba lleno del Espíritu en Su aspecto esencial: “Lleno del Espíritu Santo, puestos los ojos en el cielo, vio la gloria de Dios, y a Jesús que estaba a la diestra de Dios” (7:55). Este aspecto está relacionado con la vida, no con el poder; se trata del aspecto esencial del Espíritu.

  Hechos 11:24, hablando de Bernabé, lo describe como “varón bueno, y lleno del Espíritu Santo y de fe”. Este versículo también habla del aspecto esencial del Espíritu.

  Hechos 13:52 dice: “Y los discípulos estaban llenos de gozo y del Espíritu Santo”. Ellos no estaban lleno de poder, sino de vida. En este versículo los discípulos estaban llenos del Espíritu Santo esencialmente para vida, no para poder.

  Al repasar estos versículos del libro de Hechos vemos claramente los dos aspectos del Espíritu Santo. Por una parte está el aspecto esencial que se relaciona con nuestro ser espiritual; por la otra, está el aspecto económico que tiene que ver con la obra que llevamos a cabo para cumplir la economía neotestamentaria de Dios.

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