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Mensajes del libro «Estudio-Vida de Mateo»
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Mensaje 49

LA MINIATURA DE LA MANIFESTACION DEL REINO

  Desde el capítulo trece de Mateo, el versículo 53, hasta el versículo 8 del capítulo diecisiete, se describe el camino que se debe tomar para seguir al Rey celestial, desde el momento en que El fue rechazado hasta el inicio de la manifestación del reino. Sus seguidores no sólo participaron del rechazo que El recibió de parte de los judíos (Mt. 13:53-58), sino que incluso fueron perseguidos y hechos mártires por el sistema político de los gentiles (Mt. 14:1-12). Aunque ellos estuvieron con el Señor en el desierto, en condiciones de pobreza, El les cuidó sobreabundantemente (Mt. 14:13-21). Cuando ellos estuvieron en el mar tormentoso, azotados por el viento que les era contrario, el Señor vino hacia ellos andando sobre el mar, calmó la tempestad y los condujo a tierra a salvo (Mt. 14:22-34). Luego muchos enfermos fueron sanados al tocarle (Mt. 14:35-36), pero los que adoraban a Dios hipócritamente, vinieron a El acusándole y diciendo que Sus discípulos habían quebrantado las tradiciones (Mt. 15:1-20). Posteriormente Sus discípulos le siguieron por la región de los gentiles, donde una persona endemoniada fue sanada (Mt. 15:21-28). Después de esto, le siguieron junto al mar de Galilea y subiendo a un monte. Allí acudieron a El grandes multitudes, y El sanó a los que tenían toda clase de enfermedades y también alimentó a la multitud, supliendo sus necesidades en aquel árido desierto (Mt. 15:29-39). Después de esto, los fundamentalistas y los modernistas de ese tiempo se le acercaron para tentarle pidiéndole señal del cielo, y El les respondió que Su muerte sería la única señal que ellos recibirían (Mt. 16:1-4). Después, El advirtió a Sus discípulos que se guardasen de la levadura tanto de los fundamentalistas como de los modernistas (16:5-12). Después de todo esto, El condujo a Sus discípulos hasta los linderos de la tierra santa, cerca de la región de los gentiles, con el fin de que ellos recibieran una revelación acerca de Su Persona, de la iglesia, y de la cruz como camino por el cual entrar al reino (Mt. 16:13-28). Finalmente, El los introdujo en la gloria, en la manifestación del reino (Mt. 17:1-8). En este mensaje veremos que la transfiguración del Señor fue una miniatura del reino (Mt. 16:28; 17:1-13).

  Si comparamos todo lo mencionado hasta aquí con nuestra experiencia personal, nos daremos cuenta de que el camino que debemos tomar hoy es exactamente el mismo que se revela en la sección de Mateo que extiende de 13:53 a 17:8. En la senda que conduce a la gloria enfrentamos rechazo, tormentas y acusaciones. En esta senda también somos alimentados, nos guardamos de la levadura, y recibimos la revelación de Cristo y la iglesia. Además, tomamos el camino de la cruz, y negamos el yo y la vida del alma. Estos son los pasos que conducen hacia la gloria.

  En el Evangelio de Mateo, del versículo 53 del capítulo trece al versículo 8 del capítulo diecisiete, tenemos una maravillosa sección doctrinal. Hace treinta y cuatro años, compartí un mensaje sobre esta porción de la Palabra en Shangái. Apenas había llegado a ese lugar para unirme a la obra que llevaba a cabo el hermano Nee, cuando me pidieron dar un mensaje el domingo por la mañana. Entonces tuve la carga de ministrar sobre el tema de la senda que conduce a la gloria. Le pedí a la congregación que leyera más de tres capítulos de Mateo, desde el final del capítulo trece hasta la primera parte del capítulo diecisiete. Luego di un largo mensaje sobre estos capítulos. La mayoría de los puntos de ese mensaje eran los mismos que se presentan en estos mensajes sobre la senda que conduce a la gloria. Aunque aún yo no había visto que podemos alimentarnos del Señor, la estructura de mi mensaje era la misma que la presentada en estos capítulos. ¡Qué maravilloso es estar en la senda que conduce a la gloria! Puedo dar testimonio de que durante los últimos cuarenta y cuatro años he seguido cada paso de este camino. He experimentado rechazos, necesidades materiales, tormentas y acusaciones. Además, he recibido la revelación con respecto a Cristo y la iglesia. Debido a que he caminado por este trayecto durante tantos años, en cierto sentido ya he entrado en la gloria. Otros más de entre nosotros también han entrado a esta gloria o están muy cerca de ella. Aunque algunos de nosotros estemos en la gloria, todavía nos encontramos en el camino hacia un mayor grado de gloria. Todos debemos continuar avanzando en esta senda hasta que regrese el Señor.

I. EL REINO VIENE EN LA TRANSFIGURACION

  En Mt. 16:28 dice: “De cierto os digo: Hay algunos de los que están aquí, que no gustarán la muerte, hasta que hayan visto al Hijo del Hombre viniendo en Su reino”. Esto se cumplió cuando el Señor se transfiguró en el monte alto (Mt. 17:1-2). Su transfiguración fue Su venida con Su reino, la cual fue vista por tres de Sus discípulos, Pedro, Jacobo y Juan.

II. LA TRANSFIGURACION DE CRISTO SE EFECTUA SOBRE UN MONTE ALTO

  En Mateo 17:1 leemos: “Seis días después, Jesús tomó consigo a Pedro, a Jacobo y a Juan su hermano, y los llevó aparte a un monte alto”. Puesto que la transfiguración del Señor sucedió seis días después de que se dieron las revelaciones acerca de Cristo y iglesia en el capítulo dieciséis (dadas al pie del monte Hermón), el monte alto que se menciona aquí debe de ser el mismo monte. Para recibir la revelación acerca de Cristo y la iglesia, debemos estar lejos del ambiente religioso; pero para ver la visión del Cristo transfigurado, necesitamos estar sobre un monte alto, muy por encima del nivel terrenal.

  El versículo 2 dice: “Y se transfiguró delante de ellos, y resplandeció Su rostro como el sol, y Sus vestidos se volvieron blancos como la luz”. Muy pocos cristianos comprenden que cuando Cristo se transfiguró, El vino en Su reino. Anteriormente hemos indicado que la venida del Señor no acontecerá repentinamente; más bien, ésta será gradual. En cierto sentido el Señor vendrá de los cielos, pero en otro sentido, El se manifestará desde nuestro interior. Cuando El nos sature plenamente, se realizará el tiempo de Su venida. Si relacionamos Mateo 17:1 con 16:28, veremos que Su venida fue realmente Su transfiguración, y ésta, Su glorificación; en otras palabras, cuando El fue transfigurado a la vez fue glorificado.

  Ahora debemos ver lo que significa ser transfigurado. Cuando Cristo, quien es Dios, se hizo hombre, Su divinidad fue encarnada, fue depositada en Su humanidad. El era una Persona única en Su género, pues poseía tanto la divinidad como la humanidad. De hecho, Su divinidad estaba escondida en Su humanidad. Exteriormente El era un hombre, pero interiormente El era Dios mismo. Dios estaba escondido, contenido, oculto dentro de este hombre. La gloria es Dios manifestado, Dios expresado. No es ninguna otra cosa más que Dios mismo manifestado y visto por el hombre. El Dios escondido dentro de la humanidad de Jesús era la gloria. De manera que, el glorioso elemento divino estaba oculto dentro del elemento humano de Jesús. Mientras El caminaba sobre la tierra, nadie podía ver Su divinidad gloriosa. Muchos vieron los milagros y entendían que El era alguien extraordinario, pero antes de Su transfiguración, nadie había jamás visto la gloria que estaba encerrada dentro de El. Pero, un día El llevó a tres de Sus discípulos más íntimos a un monte alto, y se transfiguró ante ellos. Que el Señor Jesús se transfigurase significa que Su humanidad fue saturada, y empapada con Su divinidad. Podríamos decir que Su humanidad fue empapada con Su divinidad. En ese momento de transfiguración, cuando el Señor fue glorificado, El vino en Su reino, lo cual indica que la venida de Cristo en Su reino está relacionada con Su transfiguración. Donde se tiene Su transfiguración, se halla también la llegada del reino; ésta es la glorificación del Señor, Su transfiguración; y Su glorificación es la saturación de Su humanidad por Su divinidad. Este es el significado de la transfiguración. Ya que el Señor ha sido transfigurado, El está ahora en gloria.

  En la transfiguración de Cristo, Su humanidad fue glorificada, o sea, fue introducida en la gloria de Dios. Antes de ese tiempo, Dios sí estaba en El, pero la humanidad de Cristo aún no estaba en la gloria de Dios. Pero en Su transfiguración, Su humanidad fue totalmente saturada con Su gloriosa divinidad. En la manifestación venidera del reino, así será Cristo. El será el Cristo que posee divinidad y humanidad, pero Su humanidad será completamente empapada con Su divinidad.

  Se acerca el día en que no sólo veremos esto, sino que también lo experimentaremos. Ahora la vida divina con la naturaleza divina está en nuestro ser; sin embargo, todavía tenemos nuestra humanidad natural. Por muy espirituales y santos que seamos, nuestra humanidad sigue siendo natural; aún no ha sido saturada con la gloria divina. Pero cuando venga la manifestación del reino, nuestra humanidad será glorificada por la gloriosa divinidad dentro de nosotros.

  Quizá los opositores digan que esto equivale a evolucionar hacia Dios. Pero esto no es una evolución hacia Dios; más bien es la glorificación. Los opositores deberían leer Romanos 8:30, donde dice: “Y a los que predestinó, a éstos también llamó; y a los que llamó, a éstos también justificó; y a los que justificó, a éstos también glorificó”. Me gustaría preguntar a los opositores acerca de qué creen que significa ser glorificados. ¿Creen que ser glorificados es meramente entrar en una esfera de gloria? Este es un entendimiento muy superficial de la glorificación. Ser glorificados significa ser saturados con la gloria de Dios; equivale a ser transfigurados, no por fuera, sino desde nuestro interior. Un día seremos una gran sorpresa para los incrédulos. En 2 Tesalonicenses 1:10 dice que El vendrá “en aquel día para ser glorificado en Sus santos y ser admirado en todos los que creyeron”. Los incrédulos se quedarán asombrados al ver nuestra glorificación. Ya que en nuestra humanidad somos iguales que los incrédulos, éstos no pueden ver ninguna diferencia entre nosotros y ellos. Pero se acerca el día cuando verán una gloriosa diferencia, porque nuestra humanidad será saturada con la divinidad, y nosotros seremos un pueblo glorioso. No solamente seremos espirituales, santos, puros y limpios, sino también gloriosos. Esta será la venida del reino, y estamos aguardando que se lleve a cabo.

III. MOISES Y ELIAS, QUIENES REPRESENTAN A LOS VENCEDORES ANTIGUOTESTAMENTARIOS, ESTARAN EN LA MANIFESTACION DEL REINO

  El versículo 3 dice: “Y he aquí se les aparecieron Moisés y Elías, hablando con El”. Moisés y Elías representan a los vencedores del Antiguo Testamento quienes estarán en la manifestación del reino. Ambos aparecieron en la venida del reino, lo cual significa que estarán presentes en la manifestación del reino.

IV. PEDRO, JACOBO Y JUAN, QUIENES REPRESENTAN A LOS VENCEDORES NEOTESTAMENTARIOS, ESTARAN EN LA MANIFESTACION DEL REINO

  En esta miniatura de la manifestación del reino no vemos solamente a los vencedores del Antiguo Testamento, sino también a los vencedores del Nuevo Testamento, representados por Pedro, Jacobo y Juan. En esta manifestación previa vislumbramos la plena manifestación del reino que tendrá lugar en el futuro.

V. MOISES Y ELIAS, QUIENES REPRESENTAN LA LEY Y LOS PROFETAS, SON INCORRECTAMENTE CONSIDERADOS IGUALES A CRISTO

  Moisés murió, y Dios escondió su cuerpo (Dt. 34:5-6); Elías, por otro lado, fue arrebatado por Dios al cielo (2 R. 2:11). Dios a propósito hizo estas dos cosas con el fin de que Moisés y Elías aparecieran con Cristo en el monte de la transfiguración. Ellos también fueron preservados por Dios para que sean los dos testigos en la gran tribulación (Ap. 11:3-4). Moisés representa la ley, y Elías, los profetas; la ley y los profetas son los constituyentes del Antiguo Testamento que testifican plenamente acerca de Cristo (Jn. 5:39). Aquí Moisés y Elías aparecieron y hablaron con Cristo acerca de Su muerte (Lc. 9:31), la cual se había proclamado en el Antiguo Testamento (Lc. 24:25-27, 44; 1 Co. 15:3).

  Hemos indicado que Dios escondió el cuerpo de Moisés, y que Elías fue llevado a los cielos. Sin embargo, Elías no fue llevado hasta el tercer cielo. Hechos 2:34 indica que aparte de Cristo nadie ha ascendido al cielo. De manera que, Elías no estaba en el tercer cielo. Dios escondió el cuerpo de Moisés, y guardó a Elías hasta el día de la transfiguración de Cristo. Cuando Cristo fue transfigurado, los dos aparecieron juntamente con El.

  En el versículo 4 Pedro dijo: “Señor, bueno es que nosotros estemos aquí; si quieres, haré aquí tres tiendas: una para Ti, otra para Moisés, y otra para Elías”. Esto indica que Pedro reconoció a Moisés y a Elías. Tal vez usted se pregunte cómo pudo Pedro reconocerlos. En la conversación que el Señor tuvo con Moisés y Elías, debe de haber existido algún indicio de la identidad de ellos, lo cual hizo que Pedro pudiera reconocerlos. Es posible que Pedro hubiera dicho: “¡Este es Moisés, y éste es Elías! ¡Cuán feliz estoy de verlos! ¡Oh, qué maravilloso es estar aquí!”

A. El concepto natural de Pedro

  Al emocionarse tanto, Pedro hizo la absurda propuesta de hacer tres tiendas, una para el Señor, una para Moisés y otra para Elías. Con esto, él puso a Moisés y a Elías en el mismo nivel que Cristo, es decir, él igualó la ley y los profetas, que están representados por Moisés y Elías, a Cristo. Esto estaba absolutamente en contra de la economía de Dios, en la cual la ley y los profetas solamente dan testimonio de Cristo; no deben ser puestos en el mismo nivel que el Señor.

B. La revelación del Padre

  El versículo 5 dice: “Mientras él aun hablaba, he aquí una nube luminosa los cubrió; y he aquí salió de la nube una voz que decía: Este es Mi Hijo, el Amado, en quien Me complazco; a El oíd”. Esta declaración del Padre, dada para vindicar al Hijo, se pronunció por primera vez después de que Cristo subió de las aguas del bautismo, lo cual representó Su resurrección de entre los muertos. En este versículo tenemos la segunda vez que el Padre declaraba la misma cosa, y en esta ocasión lo hizo para vindicar al Hijo en la transfiguración, la cual prefigura el reino venidero. Según la economía de Dios, después de que Cristo vino, debemos escucharle sólo a El, y no escuchar más a la ley ni a los profetas, ya que los dos se cumplieron en Cristo y por medio de El.

C. Después de escuchar la voz, a nadie ven sino únicamente a Cristo

  Cuando los discípulos escucharon la voz proveniente de la nube, “se postraron sobre sus rostros, y tuvieron gran temor” (v. 6). Después de que el Señor se acercó a ellos, los tocó, y les dijo que no temieran, ellos levantaron la vista y, “a nadie vieron sino a Jesús solo” (v. 8). Pedro propuso ubicar a Moisés y a Elías junto con Cristo, es decir, igualar la ley y los profetas a Cristo, pero Dios se llevó a Moisés y a Elías, y no permitió que quedara nadie más sino sólo Jesús. La ley y los profetas solamente eran sombras y profecías, y no la realidad misma; la realidad es Cristo. Ahora que Cristo, la realidad, está aquí, ya no necesitamos más las sombras ni las profecías. En el Nuevo Testamento no debe quedar nadie más que Jesús mismo. El es el Moisés de hoy, y como tal, El imparte la ley de vida en Sus creyentes. Jesús también es el Elías de hoy, y como tal, El habla por Dios y lo proclama en Sus creyentes. Esta es la economía neotestamentaria de Dios.

  Dios se llevó a Moisés y a Elías porque El no toleraba ver que Su pueblo considerase a nadie igual a Su Hijo Jesucristo. Por lo tanto, cuando los discípulos vieron al Señor Jesús, ellos no vieron a nadie más, excepto a El. Esto fue una lección para ellos. En el reino, Dios no permitirá que ni la ley ni los profetas sean considerados iguales a Cristo. Ya que el reino ha venido, no debe quedar nadie, sino únicamente Cristo.

  En la economía de Dios hoy Cristo es el Legislador viviente, Aquel que se ha impartido a Sí mismo en nuestro ser como el Dador de la ley de vida. De manera que, Cristo es nuestro verdadero Moisés, quien fue un tipo o sombra de Cristo. La ley que Moisés dio no fue la ley verdadera, sino la ley de letras muertas. La ley verdadera es la ley de vida, la cual sólo Cristo puede darnos. Debido a que El nos ha dado la ley de vida, El es el verdadero legislador. Además, en la economía de Dios Cristo es el verdadero profeta. Elías también fue un tipo, una sombra de Cristo, quien es el verdadero profeta (Hch. 3:22). Cristo está dentro de nosotros no sólo para impartir la ley de vida en nuestro ser, sino también para hablar por Dios. Ya que tenemos a Cristo como el verdadero Moisés y el verdadero Elías, no necesitamos de ningún otro Moisés ni Elías en la economía neotestamentaria de Dios.

  Mientras esperamos la venida del reino, debemos aprender a no ubicar a Moisés ni a Elías, ni a nadie más en el mismo nivel que Cristo. En cambio, debemos aprender a experimentar a Cristo como nuestro Moisés y nuestro Elías. El es quien imparte la ley de vida dentro de nosotros. En otras palabras, El está regulándonos desde nuestro interior como nuestro Moisés actual, verdadero y subjetivo. Además, El es también nuestro Elías actual y subjetivo, que constantemente habla por Dios y proclama a Dios dentro de nosotros. Debemos escuchar sólo a El.

  Después de que el Señor se transfiguró ante de Sus discípulos, Pedro debe haber sentido tanto alegría como pena. El debe haberse sentido triste porque Dios lo amonestó. Fue un asunto muy serio el haber sido reprendido en una situación tan gloriosa. Mientras todos estaban pasando un tiempo agradable, Pedro habló neciamente, y fue reprendido por ello. Tal vez Jacobo y Juan le dijeron: “Pedro, tú siempre estás haciendo cosas como ésta. Esperamos que ahora aprendas la lección. Mientras nosotros estábamos pasando un tiempo muy agradable con el Señor Jesús en la montaña, tú estabas hablando cosas absurdas; por eso fuiste reprendido. Pero Pedro, nosotros también fuimos sacudidos por causa de ello. Si tú no hubieras sido sacudido, nosotros tampoco lo hubiéramos sido. Por favor, no vuelvas a hacer esto”.

VI. LA MANIFESTACION DEL REINO ES MANTENIDA EN SECRETO

  El versículo 9 dice: “Mientras descendían del monte, Jesús les mandó, diciendo: No digáis a nadie la visión, hasta que el Hijo del Hombre haya resucitado de los muertos”. La visión del Jesús transfigurado y glorificado sólo puede verse claramente en la resurrección de Cristo. Aquí podemos ver el principio de que la manifestación del reino sólo puede revelarse en resurrección. Todo el que no esté en resurrección no tiene derecho a ver esto. Si creemos en la resurrección y la vivimos, estaremos en la gloria, aunque la manifestación del reino aún no haya venido. Cuando vivimos y andamos en resurrección, tenemos la sensación de estar en la gloria, y de que podemos ver la gloriosa manifestación del reino. De manera que, la manifestación del reino sólo puede ser revelada a los que están en resurrección. Por esta razón, el Señor Jesús encargó a Sus discípulos que no hablasen acerca de Su venida en Su reino.

VII. JUAN EL BAUTISTA ES EL ELIAS QUE VIENE ANTES DEL REINO

  En el versículo 10 los discípulos del Señor le preguntaron: “¿Por qué, pues, dicen los escribas que es necesario que Elías venga primero?” El hecho de que Elías viniera primero concuerda con Malaquías 4:5-6. En el versículo 11 el Señor respondió: “A la verdad, Elías viene, y restaurará todas las cosas”. Esto se cumplirá durante la gran tribulación, cuando Elías será uno de los dos testigos (Ap. 11:3-4), según se profetizó en Malaquías 4:5-6. En el versículo 12 el Señor añadió: “Mas os digo que Elías ya vino, y no le conocieron, sino que hicieron con él lo que quisieron; así también el Hijo del Hombre va a padecer a manos de ellos”. Esto se refiere a Juan el Bautista (v. 13), quien vino en el espíritu y el poder de Elías (Lc. 1:13-17) y fue rechazado (11:18) y decapitado (14:3-12).

  Los discípulos encontraban un problema teológico. Parece que ellos le estuvieran diciendo al Señor: “Señor Jesús, Tu reino ya ha venido, y nosotros lo hemos visto. Pero los escribas nos dijeron que Elías aparecería antes de la venida del reino. Nosotros vimos Tu venida en Tu reino, pero Elías aún no ha aparecido”. ¿Cómo pues es esto?” Los discípulos estaban perturbados porque ellos tenían cierto conocimiento doctrinal de las Escrituras. Si yo hubiera sido uno de ellos, habría preguntado lo mismo. En contraste con la propuesta absurda de Pedro sobre el monte, esta pregunta era lógica. A menudo, cuando nos encontramos en una situación gloriosa, hacemos cosas incoherentes. Pero después de ser iluminados y pensamos sobriamente, nos volvemos muy lógicos.

  El Señor Jesús dijo a los discípulos que Elías vendría y restauraría todas las cosas (v. 11). Esta palabra indica que la venida del reino aún no se había cumplido, es decir, que en el futuro vendría una manifestación plena del reino. Antes de esto, Elías aparecería. Por un lado, Elías ya vino, pero por otro, todavía no vino plenamente. Juan el Bautista era Elías, pero él no era la plenitud de Elías. La plena venida de Elías se llevará a cabo en el futuro. El Elías que ya había venido fue rechazado y muerto. Los discípulos entendieron que el Señor se estaba refiriendo a Juan el Bautista. Al igual que la transfiguración de Cristo fue la venida del reino, pero no de manera plena, así la venida de Juan el Bautista fue la venida de Elías, pero no en plenitud. Antes de la plena venida del reino, Elías habrá venido plenamente.

  En la Biblia, el cumplimiento de la profecía sucede siempre así. Primero viene un cumplimiento parcial, y después el cumplimiento completo. Esto en principio es también verdad en cuanto a nuestra experiencia de estar en la gloria. Durante los años pasados, yo tuve experiencias de estar en la gloria, pero estas experiencias no fueron completas. Sin embargo, cuando venga la plena manifestación del reino de Cristo, entraremos plenamente en la gloria. Hoy vemos en la transfiguración de Cristo una miniatura de la venida de la manifestación del reino. Esta miniatura nos asegura que la manifestación plena llegará.

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