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Mensajes del libro «Estudio-Vida de Romanos»
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Mensaje 11

LA IDENTIFICACIÓN CON CRISTO

  Lectura bíblica: Ro. 6:1-23

  Ro. 5:12 marca un gran cambio de tema en la redacción de Pablo en el libro de Romanos. Ya hicimos notar que este cambio marca un giro de los pecados al pecado, de nuestra posición a nuestro modo de ser, y de la justificación a la santificación; o podríamos también decir, de la salvación a la vida. Después de dar este giro, Pablo se ocupa de nuestra persona en lugar de nuestra conducta. En los primeros cuatro capítulos y medio de Romanos, Pablo se preocupa principalmente de los hechos del hombre, no del hombre mismo, y abarca de manera cabal los hechos pecaminosos del hombre caído. El hombre fue trasladado de su estado caído a la esfera de la gracia, donde puede disfrutar a Dios. Sin embargo, éste fue simplemente un cambio de estado, esfera y posición. Hasta ahora no ha habido cambio alguno en el hombre mismo, en su naturaleza ni en su modo de ser. Aunque los hechos del hombre fueron tratados y su condición cambió, el hombre mismo no ha sido tocado.

  A partir de Romanos 5:12 Pablo se ocupa del hombre mismo. Debemos avanzar dejando atrás la condición del hombre, de la situación y circunstancias en las cuales se halla, así como de su estado general, pues todos estos asuntos fueron solucionados completamente en los capítulos anteriores. Tales problemas han sido resueltos, y el hombre ha sido limpiado, perdonado, justificado y reconciliado. Ahora el asunto en cuestión es el hombre mismo. En ninguna otra parte de la Palabra divina se pone al descubierto al hombre tal como en el libro de Romanos, del capítulo 5 al 8. En estos capítulos Pablo presenta un diagnóstico profundo del ser humano. En efecto, parece usar cada instrumento espiritual disponible para diagnosticar la enfermedad del hombre.

  ¿Qué clase de hombre se pone al descubierto en esta sección de Romanos? Un hombre que contiene el pecado, que se encuentra bajo el dominio del pecado y, por ende, bajo el justo juicio y condenación de Dios. Este hombre fue envenenado con la naturaleza maligna de Satanás y herido por el aguijón del veneno de pecado. El hombre mismo está completamente lleno de pecado; es un pecador no sólo en sus hechos terribles, sino también en su modo de ser y en su naturaleza. En cuanto al hombre mismo se refiere, él es totalmente pecaminoso. El pecado se encuentra en su cuerpo caído, y él mismo está bajo el dominio de la muerte por haber sido juzgado y condenado por Dios. Éste es el diagnóstico presentado en los capítulos del 5 al 8 de Romanos.

  Antes de continuar con Romanos 6 quisiera revisar el material que presentamos en la última parte del capítulo 5: los dos hombres, los dos hechos y los dos resultados, juntamente con las cuatro entidades gobernantes. Aunque en el capítulo 10 tratamos concisamente todos estos asuntos, tal vez beneficie al lector si los abordamos ahora desde otro punto de vista.

  Lo que ahora pretendo hacer es establecer una distinción clara y definida entre todo lo que pertenece a Adán y todo lo que pertenece a Cristo. Para hacer esto, podemos utilizar la terminología de débito y crédito que se usa en la contabilidad. Con base en las dos columnas de débito y crédito, podemos hacer cálculos y mantener una cuenta. No soy el primero en usar el término cuenta para referirme a los asuntos espirituales, pues el apóstol Pablo, quien era un buen contador celestial, ya usó este término. En varias ocasiones en el libro de Romanos, Pablo emplea la palabra considerar, la cual también significa “contar”, “imputar” o “tener calculado”. Primero, Dios contó la fe de Abraham como justicia (4:3, 9, 22). Cuando Abraham reaccionó o respondió a Dios, es decir, cuando creyó en Él, Dios, como el Contador principal de los asuntos celestiales, miró las cifras y pareció decir: “La fe de Abraham debe ser contada por justicia. Yo acredito a Abraham con justicia”. Así que, Dios sumó justicia en la columna de crédito en la cuenta de Abraham. Además, Pablo dijo que el pecado no se carga a la cuenta de uno donde no hay ley (5:13). Decir que el pecado no es contado equivale a decir que no es contabilizado. Sin la ley, el pecado existía, pero no estaba asentado en el libro de contabilidad de Dios. Cuando llegamos a Romanos 6, debemos usar las matemáticas espirituales y usar la contabilidad (v. 11). Ya que fuimos crucificados juntamente con Cristo y resucitados juntamente con Él, debemos registrar este hecho en nuestro libro de contabilidad, es decir, debemos contarnos o considerarnos a nosotros mismos muertos al pecado y vivos para Dios.

  Procedamos a definir las dos columnas, una columna de débito y otra de crédito o haber, una para Adán y la otra para Cristo. El primer asiento que aparece en la columna de débito en el registro contable es Adán mismo, quien constituye un gran débito para todos nosotros. El asiento que viene inmediatamente después de Adán, es la transgresión, o cualquier otro sinónimo de ésta, como delito o desobediencia. Según Romanos 5, los términos transgresión, delito y desobediencia, se refieren exactamente a lo mismo; son usados intercambiablemente para designar la caída de Adán. Esta caída causó un tremendo débito, el cual, al traducirse en cifras contables, es una gran suma que llega a los billones. El tercer asiento de la columna de débito es el pecado, el cual entró por medio de la transgresión de Adán. Conforme a Romanos 5, el juicio ejecutado sobre los hombres, el cuarto asiento de la columna de débito, aparece después del pecado. Nuestro Dios es muy sobrio. No solamente es justo sino también sobrio: Él siempre está alerta y nunca duerme. Inmediatamente después de que Adán cometió la transgresión, Dios intervino y ejerció Su juicio. Así que, el juicio siempre viene después del pecado. No pensemos que debemos esperar hasta el día de nuestra muerte para ser juzgados, porque todos fuimos juzgados en Adán desde hace seis mil años. Fuimos juzgados aun antes de haber nacido. De manera que el juicio es el cuarto elemento de la columna de débito. El quinto elemento es la condenación. Dios condena después de juzgar. Por lo tanto, Adán, juntamente con todos aquellos que están incluidos en él, se halla bajo la condenación. Ya que todos procedemos de Adán, todos estábamos incluidos cuando él fue condenado.

  ¿Cuál es el total que resulta de la columna de débito? El total resultante es la muerte. Así que, podemos anotar la muerte como el sexto asiento de dicha columna, aunque en realidad ésta es la suma total de los cinco primeros asientos. La suma que resulta de Adán, más la transgresión, el pecado, el juicio y la condenación, dan como resultado la muerte; éste es el resultado final de la columna universal de débito que aparece en el libro de contabilidad del género humano.

  Pero, ¡aleluya por la columna de crédito! En la contabilidad universal también existe una columna de crédito. El primer asiento de esta columna es Cristo, quien está en contraste con Adán, aunque en realidad no existe comparación alguna entre los dos. Pablo dice: “Pero no es el don de gracia como fue el delito” (5:15). Adán no es como Cristo, ni siquiera se puede comparar con Él. Cristo es muy superior a Adán. Cuando Cristo es contabilizado en la columna de crédito, billones de ceros vienen después de Su cifra. Estoy tan feliz de que toda esta suma esté ahora en nuestro haber. No me preocupa el débito relacionado con Adán. Pues ahora tengo a Cristo.

  Inmediatamente después de Cristo tenemos el segundo asiento de la columna de crédito, el cual es la obediencia. La obediencia de Cristo al someterse a la muerte de cruz es llamada Su acto de justicia. Estos dos términos, obediencia y acto de justicia son en realidad sinónimos. El acto de Adán es llamado transgresión, delito y desobediencia; pero el acto de Cristo es llamado obediencia o acto de justicia. ¿Cuál es el valor de la obediencia de Cristo? No existe computadora que pueda calcular semejante cifra.

  Tal como la obediencia y la justicia de Cristo están en contraste con la desobediencia y la transgresión de Adán, de igual manera la gracia queda en contraste con el pecado. Por lo tanto, la gracia es el tercer asiento registrado en la columna de crédito o haber. ¿Cuál elemento es más prevaleciente, el pecado o la gracia? Pablo nos dice claramente que no existe comparación porque “donde el pecado abundó, sobreabundó la gracia” (5:20). ¿Hasta qué punto la gracia excede al pecado? No lo sé, y aun Pablo mismo simplemente asegura que “mucho más”. No debemos preocuparnos por el débito del pecado, porque el haber de la gracia es mucho más abundante (5:17).

  Hemos visto que el juicio es el cuarto asiento de la columna de débito. ¿Cuál asiento de la columna de crédito corresponde a éste? Es el don de la justicia (5:17). Tal vez usted nunca antes haya entendido este asunto. ¿Cuál es el significado de la palabra don en el capítulo 5 de Romanos? Algunos dirán que significa hablar en lenguas, y otros afirmarán que se relaciona con los dones milagrosos. Sin embargo, al leer Romanos 5, vemos que el don aquí mencionado se refiere a la justicia de Dios. Romanos 5:17 habla de la abundancia de la gracia y del don de la justicia. La gracia de Dios ha sido revelada, viniendo a nosotros y dándonos un don gratuito: la justicia de Dios. Si usted lee Romanos 5 una y otra vez, se dará cuenta de que esto es así, que el don mencionado en Romanos 5 es la misma justicia dada a nosotros por la gracia de Dios. Ya vimos que la gracia es Dios mismo como nuestro disfrute. Como resultado de este disfrute, la gracia, que es la justicia misma de Dios, nos es concedida como un don. Como resultado directo del pecado vino el juicio, y como resultado de la gracia, obtenemos la justicia. De manera que, la justicia es contraria al juicio. En tanto tengamos la justicia de Dios, no estaremos bajo Su juicio. La justicia elimina el juicio. Si yo tengo la justicia de Dios, ¿quién puede juzgarme? Al tener Su justicia soy tan justo como Dios. En tanto tengamos el don de Su justicia, nadie podrá juzgarnos.

  Después del don de justicia, aparece en la columna la justificación, la cual es contraria a la condenación. Hasta aquí tenemos un total de cinco asientos en la columna del haber. La suma total de todo esto es la vida, la cual puede también considerarse el sexto asiento.

  Hagamos el balance de nuestra cuenta. Tenemos la muerte como la suma total de la columna de débito, y la vida como la suma total de la columna de crédito. ¿Cuál es mayor? Ciertamente la respuesta es: la vida. Pero no hablamos de nuestra vida física (la vida bíos, Lc. 8:14), ni de nuestra vida anímica (la vida psujé, Mt. 16:25, 26; Jn. 12:25), sino de la vida de Dios, la cual es divina, eterna, increada e ilimitada y capaz de sorber la muerte (la vida zoé, 11:25; 14:6; Col. 3:4). Esta vida es Cristo mismo como nuestra vida de resurrección. Por esto, la suma total en la columna de crédito o haber es mucho mayor que el total que arroja la columna de débito.

  Tomando todo esto como base, podemos ahora pasar a Romanos 6. Si no tuviéramos Romanos 5 como nuestra base, nunca podríamos entender claramente Romanos 6. Ya no se trata de dos situaciones o condiciones distintas, sino de dos personas, o dos hombres. El primer hombre es Adán con todos los débitos en su contra, y el segundo es Cristo con todo el crédito a Su favor. ¿A cuál de estas personas pertenece usted?

I. IDENTIFICADOS CON CRISTO EN SU MUERTE Y RESURRECCIÓN

  Ya que todos nacimos en Adán, ¿cómo podemos decir que ahora estamos en Cristo?

A. Bautizados en Cristo

  En Romanos 6:3 Pablo dice: “¿O ignoráis que todos los que hemos sido bautizados en Cristo Jesús, hemos sido bautizados en Su muerte?” Aunque nacimos en la primera persona, Adán, fuimos bautizados en la segunda, Cristo. ¡Cuán lamentable es que los creyentes argumenten acerca de la formalidad externa del bautismo! Algunos disputan acerca de la clase de agua que deben usar, y otros discuten acerca del método más correcto de bautizar a la gente. Ser bautizados significa ser introducidos en Cristo y en Su muerte. No importa si somos buenos o malos, nacimos en Adán. Pero ahora vemos otro hombre, Cristo. ¿Cómo podemos entrar en Él y ser parte de Él? Lo hacemos al ser bautizados en Él. El significado del bautismo es poner al hombre en Cristo. Esto no es simplemente un rito o un formalismo, sino una experiencia llena de significado. En el acto del bautismo debe efectuarse un verdadero traslado espiritual, y si no tenemos una profunda comprensión de esto, no debemos participar en el bautismo. Nunca debemos bautizar a nadie de manera puramente ritualista. Debemos tener la certeza y el entendimiento de que al bautizar a alguien lo ponemos dentro de Cristo. Una vez que entendemos el significado del bautismo, no volveremos a permitir que éste se convierta en un simple formalismo. El bautismo es un acto por medio del cual introducimos a los miembros de Adán en la muerte, trasladándolos así de Adán a Cristo. Al ser bautizadas, las personas son puestas en Cristo. En Romanos 6:3 la preposición griega, en la frase bautizados en es eis y da a entender que uno es puesto en Cristo. ¡Cuántos han errado el blanco en este asunto del bautismo por causa de sus argumentos facciosos acerca de las formas y los métodos! Siempre que bauticemos a alguien, solamente debe interesarnos introducirlo en la Persona de Cristo. Es terrible perpetuar un ritual, pero es maravilloso bautizar a las personas introduciéndolas en Cristo.

  ¡Alabado sea el Señor porque fuimos bautizados en Cristo! Aunque nacimos en Adán, mediante el bautismo fuimos identificados con Cristo en Su muerte y resurrección. Mediante Su muerte y resurrección Cristo fue transfigurado, pasando de la carne al Espíritu. Aun Cristo mismo necesitó la muerte y la resurrección para ser transformado y pasar de la carne al Espíritu. De igual manera, mediante la identificación con Cristo en Su muerte y resurrección, fuimos trasladados de Adán a Cristo. Cuando fuimos bautizados en Cristo, fuimos trasladados: antes formamos parte de Adán, ahora formamos parte de Cristo. Ahora no estamos más en Adán. Estamos completamente en Cristo. Éste es el hecho de la identificación. Ahora debemos ver y entender claramente dos asuntos adicionales relacionados con esto.

B. Bautizados en Su muerte: creceremos juntamente con Él en la semejanza de Su muerte

  Romanos 6:5 dice que “hemos crecido juntamente con Él en la semejanza de Su muerte”. ¿Qué significa esto? La expresión la semejanza de Su muerte en Romanos 6:5 se refiere al bautismo. El bautismo es la semejanza de la muerte de Cristo. En el bautismo hemos crecido juntamente con Cristo. Los traductores de la Biblia han encontrado gran dificultad al traducir la expresión crecer juntamente. Sin embargo, si nos apegamos al significado de esta palabra según el idioma original, la dificultad será resuelta. Esta palabra griega es la misma que se usa en la parábola del sembrador, en Lucas 8:7, donde se refiere a los espinos que crecieron juntamente con el trigo. De igual manera nosotros hemos crecido juntamente con Cristo. Cuando fuimos bautizados en Cristo, en un sentido morimos, pero, en otro sentido, empezamos a crecer. Esto es muy similar a la siembra de semilla en la tierra. Aparentemente la semilla es sembrada, pero en realidad empieza a crecer. Al ser bautizados en Cristo todos hemos crecido juntamente con Él en la semejanza de Su muerte, y ahora seguimos creciendo juntamente con Él. Ya hemos crecido, y aún seguimos creciendo.

C. Andamos en novedad de vida

  También crecemos juntamente con Cristo en la semejanza de Su resurrección (Ro. 6:4-5). ¿Qué es la semejanza de Su resurrección? Es la novedad de vida. Todos los creyentes debemos andar en novedad de vida y todos debemos ver estas dos verdades: hemos crecido juntamente con Cristo en el bautismo y crecemos juntamente con Él en la semejanza de Su resurrección, es decir, en la novedad de Su vida de resurrección. Si vemos esto, habremos entendido que hemos muerto con Él y que ahora crecemos juntamente con Él. Fuimos sepultados con Él en el bautismo, y ahora crecemos con Él en Su resurrección, es decir, en Su vida divina. Debemos andar conforme a lo que vemos, es decir, debemos andar en novedad de vida.

II. SABER Y CONSIDERAR

A. Saber al recibir la visión

  En Romanos 5 vimos que nacimos en Adán y que en él fuimos constituidos pecadores. Pero en Romanos 6 hemos sido bautizados en Cristo e identificados con Su muerte y resurrección. Así que, ahora estamos en Cristo. Ya que estamos en Él, todo lo que Él ha experimentado es también nuestra historia. Él fue crucificado y resucitó. Así que, Su crucifixión y resurrección son también nuestras. Éste es un hecho glorioso, el cual no sólo debemos entender, sino también ver. Necesitamos orar y pedirle al Señor que Él nos dé una visión clara del hecho glorioso de que estamos en Él, y de que fuimos crucificados y resucitamos juntamente con Él. Para saber esto es necesario que tengamos una visión o revelación al respecto. Esta visión es esencial para nuestro conocimiento. Después de ver cierto asunto, ya no podemos decir que no lo conocemos. Dios realizó el glorioso hecho de ponernos en Cristo; así que, fuimos crucificados y resucitamos junto con Él.

  Nuestro conocimiento se basa en lo que vemos, y lo que vemos emana de la visión que hemos recibido. Necesitamos una visión para ver que fuimos crucificados con Cristo en Romanos 6:6-7, y que hemos resucitado juntamente con Él en Romanos 6:8-10. Si hemos visto estos dos aspectos de la realidad de nuestra identificación con Cristo, sabremos que estamos muertos al pecado y que vivimos para Dios.

  Éste no es un asunto que dependa de nuestra fe, sino de nuestra visión. Cuando recibimos la visión de este glorioso hecho, lo único que podemos hacer es creer en ella y entender que morimos juntamente con Cristo y que también resucitamos junto con Él. Mediante esta visión recibimos plena seguridad de que estamos muertos al pecado y que ahora vivimos para Dios.

  Debo subrayar una vez más que necesitamos recibir una visión para poder ver el glorioso hecho revelado en Romanos 6. Muchos creyentes sólo tienen el conocimiento doctrinal de este capítulo, pero nunca han recibido la visión de la verdad que en él se revela. Entender algo de manera doctrinal es completamente diferente a recibir la visión acerca de ello. El problema relacionado con Romanos 6 es muy común entre los creyentes. Muchos creen entender la doctrina presentada en Romanos 6, pero jamás han visto el hecho que contiene este capítulo. Otros hacen hincapié en la necesidad de creer, pero si uno no ve el hecho, será difícil creer mediante el entendimiento doctrinal. Una vez que usted reciba la visión con respecto al hecho, creerá en ello espontáneamente. Por lo tanto, lo que Pablo quiso decir por “sabiendo esto”, es en realidad la necesidad de ver el hecho mediante una visión espiritual. Así que, todos debemos orar pidiendo que el Señor nos libre de estar satisfechos con el entendimiento doctrinal de Romanos 6 y nos conceda una clara visión en nuestro espíritu para que veamos el hecho glorioso revelado en este capítulo. Entonces conoceremos la realidad del mismo.

B. Considerar al creer

  Basados en lo que vemos del hecho revelado en Romanos 6, debemos hacer nuestro balance de contabilidad espiritual. Debemos considerarnos a nosotros mismos muertos al pecado pero vivos para Dios (6:11). Por un lado, debemos considerarnos muertos al pecado; por otro, debemos considerarnos vivos para Dios, lo cual se basa en lo que hemos visto. Ya que he visto que morí juntamente con Cristo y que crezco juntamente con Él en Su resurrección, automática y continuamente me considero muerto al pecado y vivo para Dios. Éste es un asunto que requiere llevar una contabilidad de nuestra parte. Tenemos un gran crédito a nuestro favor en nuestra cuenta, el cual se basa en que estamos muertos al pecado y vivos para Dios.

  Considerarnos muertos es creernos muertos al ver los hechos. Al verlos, nos consideramos muertos al pecado y vivos para Dios creyendo que fuimos crucificados y resucitamos con Él. Al ver el hecho, nos creemos incluídos. Entonces podemos considerarnos muertos al creer lo que hemos visto.

  A muchos cristianos se les enseñó la técnica de considerarse muertos al pecado, e intentan practicarla. Pero finalmente, todos podemos comprobar por nuestra propia experiencia que dicha técnica no da resultado. Éste no es un asunto que dependa de una técnica, sino de ver el hecho o la realidad, lo cual da por resultado una fe espontánea. El simple hecho de utilizar la técnica de considerarnos muertos, basados en un entendimiento doctrinal, sin ver la realidad del hecho, nos llevará siempre al fracaso. Sólo después de que el apóstol Pablo menciona el asunto de saber como resultado de haber visto el hecho (vs. 6, 10), él nos indica que debemos considerarnos muertos al pecado pero vivos para Dios (v. 11). Para esto se necesita la visión que produce la fe. Si hemos visto el hecho, creeremos y, basados en esto, nos consideraremos muertos.

III. COOPERAMOS AL RECHAZAR EL PECADO Y AL PRESENTAR NUESTRO SER

  Al considerarnos muertos al pecado pero vivos para Dios, debemos presentar nuestros miembros a Dios como “armas de justicia” (6:13). La mayoría de las versiones no traducen esta porción de la Palabra de esta forma, o sea, en vez de armas usan la palabra instrumentos. Sin embargo, la misma palabra griega se usa también en 2 Corintios 6:7 en la expresión que se traduce “armas de justicia”. Pablo dice que él tiene las armas de justicia. Así que, en Romanos 6 también se habla de armas de justicia y no de instrumentos de justicia, debido a la guerra que existe entre la justicia y la injusticia. Romanos 7:23 comprueba que dentro del hombre se libra una feroz batalla. Además, Romanos 13:12 nos dice “vistámonos con las armas de la luz”. Esto también demuestra que hay una batalla que se está llevando a cabo. En dicha batalla no necesitamos instrumentos, sino armas. Cada miembro de nuestro cuerpo constituye un arma. Debemos estar siempre alerta para la batalla, pues estamos constantemente en guerra. Una vez que entendemos que estamos muertos al pecado y vivos para Dios, considerándolo hecho, debemos presentar nuestros miembros como armas de justicia para pelear la buena batalla.

  Además, debemos presentarnos a nosotros mismos a Dios como esclavos, y nuestros miembros como armas de justicia (6:16, 19, 22). Si nos presentamos a Dios como esclavos y presentamos nuestros miembros como armas de justicia, seremos santificados espontáneamente, lo cual significa que tomamos parte con el Cristo resucitado quien mora en nosotros como nuestra vida. Nos mantenemos firmes en la vida eterna. De esta forma le damos a la vida eterna la oportunidad de obrar dentro de nuestro ser, para separarnos de todo lo común y santificarnos. El resultado de presentar todo nuestro ser a Dios es la santificación. Así que, en nuestra experiencia primero vemos, luego nos consideramos muertos, después presentamos nuestro ser ante Dios, luego rechazamos el pecado y, finalmente, cooperamos con Dios.

  Debemos rechazar el pecado porque todavía mora en nuestro cuerpo caído (6:12). No cooperemos más con el pecado. Debemos rechazarlo y cooperar con Dios. No debemos ser tan espirituales que lleguemos a la pasividad total. La pasividad es terrible. Si somos pasivos, podemos fácilmente engañarnos. No debemos ser ni pasivos ni activos, ya que ni lo uno ni lo otro es de valor alguno. ¿Qué debemos hacer entonces? Debemos ver el hecho consumado, considerarnos muertos al pecado y vivos para Dios, rechazar el pecado y cooperar con nuestro Dios. No debemos hacer nada por nuestra propia cuenta. Usted no debe tratar de amar a su esposa o someterse a su esposo por sus propias fuerzas, ni debe esforzarse por ser amable o caballeroso por sí mismo. Lo que debe hacer es rechazar el pecado. Cuando el pecado venga a usted con una proposición, debe decirle: “Pecado, apártate de mí, no tengo nada que ver contigo”. No permita que el pecado continúe enseñoreándose de usted (6:14). Esto quiere decir que debe rechazar el pecado y volverse a Dios diciendo: “Señor, soy Tu esclavo, quiero cooperar contigo. Si amo o no a mi esposa, depende de Ti. En el asunto de amar, yo quiero cooperar contigo. Deseo ser Tu esclavo. Seguiré todo lo que Tú hagas y cooperaré contigo”. No sea ni pasivo ni activo. Simplemente rechace el pecado y coopere con Dios. Si hace esto, no sólo será justo, sino también santificado. Experimentará un gran cambio subjetivo que afectará su manera de ser.

  El resultado de la santificación es la vida eterna (6:22). Así que Romanos 8 viene después de Romanos 6. Romanos 6 concluye con la santificación que se da para vida eterna, pero Romanos 8 comienza con el Espíritu de vida. No me pregunte dónde se debe ubicar Romanos 7. Aunque este capítulo está en la Biblia y no puede ser quitado, sí puede ser erradicado de nuestra experiencia. Bien podríamos saltar del final del capítulo 6 al principio del capítulo 8.

  Lo que el apóstol Pablo quiere decir en Romanos 6 es que, por un lado, participamos del hecho de haber sido crucificados y de haber resucitado con Cristo, y por otro, del hecho de que tenemos la vida divina. El hecho de haber sido crucificados y de haber resucitado con Él, nos trasladó de Adán a Cristo. La vida divina nos capacita para llevar una vida santificada. Es imprescindible ver que hemos sido trasladados. Basándonos en esta visión, por fe nos consideramos trasladados. Luego debemos cooperar con la vida divina, rechazando el pecado y presentando nuestro ser y nuestros miembros a Dios. Tenemos la base para rechazar el pecado porque ahora “no estamos bajo la ley sino bajo la gracia” (6:14). El pecado no tiene ninguna base ni derecho de exigir algo de nosotros; por el contrario, al mantenernos bajo la gracia, tenemos todo el derecho para rechazar al pecado y su poder. A la vez, al estar firmes del lado de Cristo, presentamos nuestro ser y nuestros miembros como esclavos a Dios, con el fin de que la vida divina pueda obrar en nuestro ser santificándonos, no sólo en cuanto a nuestra posición ante Dios, sino también en cuanto a nuestra manera de ser, lo cual se logra por medio de la santa naturaleza de Dios.

  En resumen, podemos decir que todos los creyentes fuimos bautizados en Cristo. Al ser bautizados en Él, fuimos identificados con Él en Su muerte y resurrección. Hemos crecido juntamente con Él en Su muerte y estamos ahora creciendo juntamente con Él en Su vida de resurrección. Vemos que estamos muertos al pecado y vivos para Dios, y lo consideramos así en nuestro libro de contabilidad celestial. Basados en este hecho contable, nos presentamos como esclavos a Dios y presentamos nuestros miembros como armas de justicia. Esto proporciona la oportunidad para que la vida divina dentro de nosotros haga su obra santificadora. Entonces aprendemos a rechazar el pecado y a cooperar con Dios. El resultado de todo esto es la santificación, la cual produce la vida eterna. ¡Alabado sea nuestro Señor!

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