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Mensajes del libro «Estudio-Vida de Romanos»
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Mensaje 21

HEREDEROS DE LA GLORIA

(4)

  Lectura bíblica: Ro. 8:19-25, 8:31-34, 8:35-39; 5:2; 9:23

2. Al cooperar todas las cosas para nuestro bien en las circunstancias externas

  No podemos eludir el proceso mencionado en el mensaje anterior, pues por esto el Espíritu Santo intercede con gemidos. Dios el Padre conoce el propósito de los gemidos del Espíritu y, por eso, causa que todas las cosas cooperen para nuestro bien (v. 28). Después de los versículos 26 y 27, donde se menciona la intercesión del Espíritu, tenemos el versículo 28, que dice: “Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas cooperan para bien, esto es, a los que conforme a Su propósito son llamados”. El Espíritu Santo gime dentro de nosotros, intercediendo a nuestro favor, y Dios el Padre responde a esta intercesión causando que todas las cosas cooperen para nuestro bien. En el idioma griego, la frase traducida “todas las cosas” denota todos los asuntos, todas las personas y todas las cosas, todo en todo. Dios el Padre es soberano y dispone todas las cosas. Él sabe cuántos cabellos necesitamos (Mt. 10:30) y cuántos hijos debemos tener. Uno no debe quejarse de sus hijos, porque Dios no le daría ni más ni menos de los que necesita. Él es soberano. Él lo sabe todo. Él sabe si uno necesita hijos obedientes o desobedientes; Él sabe si los hijos de usted deben ser hombres o mujeres. Una y otra vez vuelvo a decir que Él lo sabe todo. Él dispone que todas las cosas, todos los asuntos y todas las personas cooperen para nuestro bien. Parece que Dios sacrifica a todos los demás sólo por nosotros. El esposo es sacrificado por el bien de la esposa, y la esposa por el bien del esposo. Asimismo los padres son sacrificados por el bien de los hijos, y los hijos por el bien de los padres. ¿Quién puede realizar tal obra? Solamente Dios. Yo le he dicho al Señor: “Señor, ¿por qué sacrificas a todos sólo por mí?”. Tengo la sensación interior de que todos los hermanos con quienes coordino, y aun todas las iglesias, son sacrificados sólo por mí. No obstante, cuando ustedes sufren, yo sufro aun más. Cuando la esposa sufre alguna pérdida, el esposo sufre más, y cuando los hijos sufren, los padres sufren más. Alabado sea el Señor porque Dios dispone que todas las cosas, todos los asuntos y todas las personas cooperen para el bien de aquellos que le aman y que han sido llamados por Él con el fin de cumplir Su propósito.

  El destino que Dios determinó de antemano para nosotros nunca puede cumplirse sin el arreglo divino que causa que todas las cosas cooperen para nuestro bien. Nuestro destino es ser hechos conformes a la imagen del Hijo primogénito de Dios. Todavía no hemos llegado a tener esta imagen, pero Dios el Padre está planeando, moldeándonos y actuando al causar que todas las cosas cooperen para nuestro bien. ¡Alabado sea el Señor! Mientras nosotros gemimos, Él está moldeándonos.

  Esto debe consolarnos. Si usted tiene un cónyuge agradable, debe darle alabanzas al Señor por ello, pero si su cónyuge es problemático, debe alabar al Señor por tal cónyuge. Ya sea que su cónyuge sea agradable o difícil, amable u hostil, o que sus hijos sean obedientes o desobedientes, de cualquier manera usted tiene un gran consuelo porque puede decirle al Señor: “Yo puedo cometer errores muchas veces, e incluso he cometido muchos errores, pero Tú nunca lo haces. Aun mis errores están en Tus manos. Si Tú no quisieras que yo cometiera errores, cambiarías toda la situación con tan sólo mover Tu dedo meñique, yo no los cometeré. Todo está en Tus manos”. Por lo tanto, todos debemos estar contentos cualquiera que sea nuestra situación.

  Sin embargo, no debemos ser tan espirituales que nos vayamos al extremo de pedirle al Padre que nos envíe sufrimientos. No oremos por sufrimientos; en vez de eso, debemos orar: “Padre, líbrame de la tentación; líbrame de toda clase de sufrimientos; guárdame de todo tipo de perturbación”. Aunque oremos de esta forma, algunas dificultades y aflicciones nos sobrevendrán. Cuando esto le suceda a usted, no se queje ni se preocupe; por el contrario, debe decir: “Padre, gracias por esto. Padre, si es posible, pasa de mí esta copa. No obstante, Padre, no se haga mi voluntad sino la Tuya”. Ésta es la actitud apropiada. Nunca debemos orar pidiendo al Padre que envíe los sufrimientos, sino que nos libre de los sufrimientos. Sin embargo, cuando éstos se presenten, no debemos desanimarnos, sino aceptarlos y continuar orando: “Padre, si es posible, aparta esto de mí. Manténme en Tu presencia; apártame de todo problema y distracción”. Por un lado, debemos orar de esta manera; por otro, debemos estar conformes con todo lo que el Padre nos dé, porque sabemos que todo está en Sus manos, y se nos presenta para que podamos ser conformados a la imagen de Su Hijo primogénito. Esta conformación nos prepara para ser glorificados.

  Ahora prosigamos a Romanos 8:31, donde dice: “¿Qué, pues, diremos a esto? Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros?”. No debemos tomar esta palabra conforme a nuestro concepto natural. Dios no es por nosotros conforme a nuestra manera, sino conforme a la Suya.

  El versículo 32 dice: “El que no escatimó ni a Su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará gratuitamente también con Él todas las cosas?”. La palabra todas en este versículo es la palabra griega pánta, que significa “todas las cosas, todos los asuntos y todas las personas”. Todos las cosas, todos los asuntos y todas las personas se nos dieron gratuitamente. Debemos creer que todas las cosas cooperan para nuestro bien. Aun nuestros enemigos existen para nuestro bien.

  “¿Quién acusará a los escogidos de Dios? Dios es el que justifica” (v. 33). Solamente Dios puede acusarnos, pero Él no lo hace sino que nos justifica.

  “¿Quién es el que condena? Cristo Jesús es el que murió; más aun, el que también resucitó, el que además está a la diestra de Dios, el que también intercede por nosotros”. En el versículo 10 vemos claramente que Cristo está en nosotros, pero aquí en el versículo 34 se nos dice que Cristo está a la diestra de Dios. Así que, en un mismo capítulo se nos dice que Cristo está en dos lugares distintos: en nosotros y a la diestra de Dios. ¿Dónde está Cristo? Debido a que Él es el Espíritu (2 Co. 3:17), Él es omnipresente. Cristo está tanto en los cielos como en la tierra, tanto a la diestra de Dios como en nuestro espíritu. Según el versículo 26, el Espíritu intercede dentro de nosotros, pero según el versículo 34, Cristo intercede por nosotros estando a la diestra de Dios. ¿Acaso tenemos dos intercesores, uno dentro de nosotros y otro a la diestra de Dios? No; los dos son uno solo. Esto es semejante a la electricidad que se encuentra en nuestros hogares así como en la central eléctrica; no obstante, la electricidad es una sola. De igual forma, Cristo intercede por nosotros, estando tanto a la diestra de Dios como en nuestro espíritu.

  Ahora me gustaría dirigir su atención al hecho de que en el versículo 30 todos los verbos están en tiempo pasado. Leamos este versículo de nuevo: “Y a los que predestinó, a éstos también llamó; y a los que llamó, a éstos también justificó; y a los que justificó, a éstos también glorificó”. Ya que la glorificación ocurrirá en el futuro, ¿por qué Pablo dice “glorificó” y no “glorificará”? Aunque la glorificación no ha ocurrido aún, Pablo usa el tiempo pasado. ¿Qué significa esto? Una vez más vemos que si sólo leemos la Biblia según las letras impresas, tendremos dificultad para entenderla. Yo le pregunto, ¿ya se llevó a cabo la glorificación? ¿Por qué el apóstol Pablo aquí dice “glorificó”? ¿Ha sido usted glorificado? La Biblia dice que ya fuimos glorificados. Todo lo que se menciona en el versículo 30 es un hecho consumado: fuimos predestinados, llamados, justificados y glorificados. No hay ningún problema con decir que fuimos predestinados, porque ésa fue una acción realizada en el pasado. Podemos también decir que fuimos llamados; sin embargo, muchos todavía no han sido llamados, por lo que debemos predicarles el evangelio para que puedan así ser llamados. Además, aunque fuimos justificados, muchos recién convertidos han de ser justificados. Más aun, ninguno de nosotros ha sido glorificado, incluyendo a Pablo mismo. No obstante, Pablo puso todo en tiempo pasado.

  Debemos tener presente que nosotros estamos limitados por el tiempo. Un gran maestro dijo que en el cielo no existe reloj, porque Dios es el Dios de la eternidad. Él es el Dios eterno; para Él no existe el tiempo. ¿Cuándo fuimos glorificados? Fuimos predestinados, llamados, justificados y glorificados en la eternidad pasada. Ante Dios, y de acuerdo con Su concepto, todo ya está cumplido. Dígame, si la glorificación no ha sido realizada todavía, ¿cómo podía el apóstol Juan haber visto la Nueva Jerusalén hace mil novecientos años? Él no estaba soñando; realmente la vio (Ap. 21:2). ¿Ha notado usted que casi todos los verbos usados en el libro de Apocalipsis, el cual está lleno de profecías de eventos futuros, se encuentran en tiempo pasado, indicando que todas esas cosas han sido realizadas? ¿Por qué menciono esto? Porque esto explica la razón por la cual el versículo 31 viene después del versículo 30. Nuestra predestinación ha sido asegurada; no necesitamos ninguna compañía de seguros. Nuestra justificación y glorificación están plenamente firmes, pues fueron aseguradas en el mismo Dios eterno. En todo el mundo no existe compañía de seguros que pueda igualarse con Él. Él mismo es la más grande compañía aseguradora. Nuestra salvación, justificación y glorificación están seguras porque Él ya lo realizó todo. Nosotros pensamos que la glorificación se llevará a cabo en el futuro, pero Dios la ve cumplida. En Dios todo es eterno. El hecho de que fuimos predestinados, llamados, justificados y glorificados, es eterno y no está sujeto al tiempo. Por eso, estamos asegurados.

D. La glorificación

1. La manifestación de los hijos de Dios en la libertad de la gloria

  Ahora, continuando con el versículo 19, llegamos a la glorificación: “Porque la creación observa ansiosamente, aguardando con anhelo la manifestación de los hijos de Dios”. En este versículo la palabra manifestación también puede traducirse “revelación” e indica correr el velo. Algo fue cubierto con un velo, pero un día el velo será removido y las cosas escondidas serán reveladas. Aunque somos hijos de Dios, estamos cubiertos con un velo y todavía no hemos sido revelados. Cuando el Señor Jesús estaba en la tierra, era el Hijo de Dios, pero Su carne humana servía como velo que lo cubría (Mt. 17:1-2). Ocurre lo mismo con nosotros. Aunque somos hijos de Dios, aún nos encontramos bajo un velo; pero un día este velo será quitado, lo cual será nuestra glorificación. Todos los hijos de Dios saldrán de debajo del velo y serán revelados. Entonces todo el universo contemplará los hijos de Dios.

  La creación aguarda con anhelo y espera ansiosamente ver la manifestación de los hijos de Dios, porque “la creación fue sujetada a vanidad, no por su propia voluntad, sino por causa del que la sujetó, con la esperanza de que también la creación misma será libertada de la esclavitud de corrupción, a la libertad de la gloria de los hijos de Dios” (vs. 20-21). Ya vimos que toda la creación está sujetada a vanidad, a cautiverio y a la esclavitud de corrupción. Su única esperanza consiste en ser libertada de esta esclavitud y trasladada a la libertad de la gloria de los hijos de Dios cuando los hijos de Dios sean manifestados. Aunque la creación se encuentra actualmente sujeta a una condición de vanidad y corrupción, Dios traerá el reino que la reemplazará. La presente condición está llena de vanidad y de esclavitud de corrupción, pero el reino venidero será un reino de la gloria de Dios, compuesto principalmente de los hijos de Dios, los cuales para ese entonces habrán sido manifestados o revelados. Cuando este reino se manifieste, toda la creación será libertada. La creación aguarda con anhelo y con ansia a que llegue este reino. Así que, “toda la creación gime a una, y a una está con dolores de parto hasta ahora” (v. 22). El universo se encuentra gimiendo y con dolores de parto esperando la manifestación de los hijos de Dios. Además, “nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu”, también gemimos mientras esperamos la filiación, la redención de nuestro cuerpo (v. 23).

  En el versículo 24 Pablo dice: “Porque en esperanza fuimos salvos; pero la esperanza que se ve, no es esperanza; porque ¿quién espera lo que ya ve?”. La esperanza mencionada en este versículo es la esperanza de gloria. Ya que ninguno de nosotros ha visto jamás esta esperanza, es una esperanza completa y genuina. Si hemos visto cierta porción de una esperanza, ya no es completa sino parcial. La esperanza de la gloria es una esperanza completa, porque no hemos visto ninguna parte de ella. Por lo tanto, estamos esperando tal esperanza, aguardándola “con perseverancia y anhelo” (v. 25).

2. Participaremos en la gloria de Dios

  Romanos 5:2 dice que “nos gloriamos por la esperanza de la gloria de Dios”, y 9:23 dice que somos “vasos de misericordia, que Él preparó de antemano para gloria”. Ésta es la gloria que se encontrará en la manifestación del reino venidero, en el cual participaremos nosotros, los que habremos sido revelados como hijos de Dios. Dios nos llamó a esta gloria (1 Ts. 2:12; 2 Ts. 2:14; 1 P. 5:10). Cristo mismo es la esperanza de esta gloria (Col. 1:27), la cual aguardamos y esperamos. Nuestra esperanza es simplemente Cristo quien será revelado como nuestra gloria. Desde ahora nos gloriamos y nos regocijamos en esta esperanza de gloria. En el día de nuestra glorificación participaremos en esta gloria. Cuando Cristo se manifieste, nosotros también seremos manifestados con Él en gloria (Col. 3:4). Éste es nuestro destino.

III. HEREDEROS QUE NO PUEDEN SER SEPARADOS DEL AMOR DE DIOS

  “¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación, o angustia, o persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o espada? Según está escrito: Por Tu causa somos muertos todo el día; somos contados como ovejas de matadero” (vs. 35-36). Aunque aquí ciertamente se refiere al sufrimiento, los versículos siguientes declaran: “Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de Aquel que nos amó. Por lo cual estoy persuadido de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni lo presente, ni lo por venir, ni potestades, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro” (vs. 37-39). No estamos derrotados; somos más que vencedores por causa de Dios quien nos ama. ¿Por qué Dios nos cuida tanto y hace tantas cosas por nosotros? Simplemente porque somos Sus amados. Nadie puede separarnos de Su amor. Una vez que Él nos ama, lo hace para siempre y con amor eterno. Nada podrá separarnos de Él. Debido a que Él nos ama y a que somos Sus amados, tarde o temprano todos seremos santificados, transformados, conformados y glorificados.

  Pablo era muy sabio y muy profundo. Hice notar anteriormente que él compuso las tres secciones de Romanos de acuerdo con los tres atributos de Dios: Su justicia, Su santidad y Su gloria. Sin embargo, finalmente Pablo nos guía al amor de Dios, porque nuestra seguridad no depende sólo de la justicia, santidad y gloria de Dios, sino también de Su amor. ¿Qué es el amor de Dios? El amor es el corazón mismo de Dios. El amor de Dios procede de Su corazón. La justicia es el camino de Dios, la santidad es Su naturaleza, la gloria es Su expresión, y el amor es Su corazón. Pablo, después de hablar de la justicia, santidad y gloria de Dios, nos conduce al corazón de amor de Dios. ¿Por qué demostró Dios Su justicia? Porque el hombre cayó. El hombre no era recto ante Dios y necesitaba Su justicia. ¿Por qué debe Dios ejercer Su santidad? Porque el hombre es común y ordinario, y Dios debe santificar a todos Sus escogidos comunes y ordinarios. ¿Por qué debe Dios darnos Su gloria? Porque todos Sus escogidos nos hallamos en una condición baja, miserable y vil. Por lo tanto, Él tiene que ejercer Su gloria a fin de transfigurarnos. Pero, ¿qué es lo que había en el corazón de Dios originalmente? El amor. Antes de que Dios ejerciera Su justicia, santidad y gloria, Él ya nos amaba. El amor fue la fuente, la raíz y el origen de todo. Dios nos amó antes de predestinarnos, nos amó antes de llamarnos, nos amó antes de justificarnos y nos amó antes de glorificarnos. Antes de todo y de cualquier otra cosa, Él nos amó. Nuestra salvación se originó con el amor de Dios. El amor es la fuente de todo lo que Dios hace por nosotros, y este amor es Su corazón mismo. El amor es la fuente de la salvación eterna de Dios, la cual incluye la redención, la justificación, la transformación, la conformación y la glorificación. La salvación se inició en el amoroso corazón de Dios.

  Por lo tanto, después de haberse realizado la obra salvadora de Dios, Su amor garantiza nuestra seguridad. El amor de Dios no es sólo la fuente de nuestra salvación, sino también la seguridad de nuestra salvación. Muchos cristianos hablan acerca de la seguridad eterna; la seguridad eterna es el amor de Dios. Dios no puede negar ninguno de Sus atributos. Nuestra seguridad es Su amor. En el versículo 31 Pablo pregunta: “¿Qué, pues, diremos a esto?”. ¿Qué diremos acerca de la predestinación, el llamamiento, la justificación y la glorificación? Lo único que podemos decir es: “¡Aleluya!”. “Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros?”. Ahora podemos entender esta palabra de una manera profunda. Dios es por nosotros debido a que desde la eternidad Su corazón nos amaba. Así que, Su amor es nuestra seguridad.

  Pablo habló acerca de este amor en Romanos 5:8 cuando dijo que “Dios muestra Su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros”. Al decir esto, Pablo, en realidad, introducía el amor de Dios y lo recomendaba. Cuando creímos en Jesús, el Espíritu Santo derramó el amor de Dios en nuestros corazones (5:5). Aunque Pablo mencionó el amor de Dios en Romanos 5, no lo abarcó cabalmente; esperó hasta que hubo abarcado completamente la inmensidad de la predestinación, llamamiento, justificación y glorificación efectuados por Dios. Después de terminar toda esta exposición, llegó al momento apropiado para presentarnos una plena revelación del amor de Dios. Pablo estaba convencido de que nada podía separarnos del amor de Dios, porque sabía que este amor no procede ni depende de nosotros, sino de Dios mismo. Este amor no fue iniciado por nosotros, sino por Dios en la eternidad. Debido a esto Pablo pudo afirmar que somos más que vencedores en todas las cosas. Él estaba convencido de que nada nos podría “separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro”.

  La expresión en Cristo Jesús tiene mucho significado. ¿Por qué dijo Pablo esto? Porque él sabía que si el amor de Dios se hubiera mostrado aparte de Cristo Jesús, habría problema. Aparte de Cristo Jesús, incluso un pequeño pecado como el enojarse nos separaría del amor de Dios. Sin embargo, el amor de Dios no es simplemente el amor de Dios en Sí mismo, sino el amor de Dios, que es en Cristo Jesús. Ya que el amor de Dios está en Cristo Jesús, todo está garantizado, y nosotros estamos seguros de que nada puede separarnos de Él. ¿Está usted seguro? Pablo lo estaba. Yo hablo de estar seguro, pero Pablo usó la palabra persuadido diciendo: “Estoy persuadido”. Pablo estaba convencido de que en todas las cosas “somos más que vencedores por medio de Aquel que nos amó”. Esto no quiere decir que podemos vencer por nuestra propia cuenta, sino que Dios es amor y que Cristo es victorioso. Dios nos ama y Cristo lo realizó todo por nosotros. Ya que el amor de Dios es eterno, Su amor en Cristo Jesús es nuestra seguridad. No sólo hemos recibido la justicia, santidad y gloria de Dios, sino que también estamos en Su corazón de amor. Ahora podemos entender 2 Corintios 13:14, que dice: “La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios, y la comunión del Espíritu Santo sean con todos vosotros”. El amor de Dios es la fuente. Por lo tanto, el apóstol Pablo nos ha conducido a través de la justicia, santidad y gloria de Dios, y nos ha introducido en el corazón del Dios de amor, donde ya nos hallamos. ¡Aleluya! Ésta es nuestra póliza de seguro eterna. Ahora usted sabe qué responder a la gente cuando le pregunta si usted tiene algún seguro de vida. Usted puede decir: “Tengo un seguro. Mi póliza de seguro se encuentra en Romanos 8:31-39. Estoy asegurado por el amor en el corazón de Dios”. Estamos asegurados por el eterno amor de Dios en Cristo Jesús.

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