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Mensajes del libro «Estudio-Vida de Romanos»
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Mensaje 31

UNA PALABRA DE CONCLUSIÓN

  Lectura bíblica: 16:1, 17-18, Ro. 16:25; 15:5

I. EL DIOS REVELADO EN EL LIBRO DE ROMANOS

  Ya vimos que Dios es revelado progresivamente en todo el libro de Romanos. Esta revelación se lleva a cabo en doce etapas distintas.

  En primer lugar, Romanos nos muestra a Dios en Su obra de creación (1:19-20). Dios es invisible; sin embargo, las cosas invisibles de Él, Su eterno poder y Su naturaleza divina, se ven con toda claridad, siendo percibidas por medio de las cosas creadas por Él.

  En segundo lugar, Romanos nos revela a Dios en la condenación que ejerce sobre la humanidad (cap. 2). El hombre, después de haber sido creado, cayó y se convirtió en pecador, lo cual introdujo la condenación de parte de Dios.

  Después de esto, Romanos nos presenta al Dios de la redención (cap. 3). La condenación que Dios ejerce sobre el hombre revela que éste necesita ser salvo. Sin embargo, el justo Dios, para poder salvar al hombre pecador, requiere que éste sea redimido.

  A partir de la obra redentora, Dios es revelado en Su obra de justificación (caps. 3—4). Dios es justo y de ninguna manera puede ser injusto. La muerte redentora de Cristo cumplió y satisfizo los justos requisitos de Dios por nosotros los pecadores. Por lo tanto, no solamente le proporciona a Dios la base justa sobre la cual justificar a todo aquel que crea en la obra redentora de Cristo, sino que también obliga a Dios a cumplir dicha justificación.

  A continuación, vemos a Dios en Su obra de reconciliación (cap. 5). No sólo éramos pecadores, sino también enemigos de Dios. La obra justificadora de Dios se basa en la obra redentora de Cristo, y da por resultado la reconciliación. En ella, nos gozamos en Dios y le disfrutamos en todo lo que Él es para nosotros.

  Además de esto, Dios se revela a nosotros por medio de la identificación con Cristo (cap. 6). Dios no sólo nos reconcilió consigo mismo, sino también nos identificó con Cristo. Nacimos en Adán, pero Dios nos trasladó de Adán a Cristo. En Romanos 6 Dios llegó a ser el Dios de la identificación, habiendo ya realizado una gran obra para poder hacernos uno con Él. Dios nos identificó consigo mismo en Cristo.

  Romanos también nos muestra que podemos experimentar a Dios mediante la santificación (caps. 6—8). Él nos ha hecho uno con Cristo de tal manera que podamos ser santificados no sólo en cuanto a nuestra posición, sino también en nuestro propio carácter, nuestro modo de ser. Así que, la identificación produce la santificación. En la santificación, Él es el Dios que mora en nuestro espíritu. ¡El mismo Dios que nos creó, redimió y justificó está ahora en nosotros! Él ya no solamente se relaciona con nosotros de manera objetiva, sino también de manera subjetiva. Él ya no está solamente en los cielos, tan lejos de nosotros; está ahora dentro de nuestro ser, en “nuestro espíritu” (8:29-30).

  El libro de Romanos también revela que Dios puede ser disfrutado por nosotros en la glorificación (cap. 8). Nos conoció de antemano, nos predestinó, nos llamó y nos justificó. Ahora nos santifica y en el futuro nos glorificará (vs. 29-30).

  Además, Dios se nos revela aun más en Su amor, el cual asegura nuestro destino (vs. 31-39). Mediante la justificación Él nos hizo partícipes de Su justicia; mediante la santificación Él forja Su santidad dentro de nuestro ser; y en la glorificación Él nos introducirá en Su gloria. Su amor es la garantía de todo esto.

  Podemos también ver a Dios en Su obra de elección (caps. 9—11). Nosotros no le elegimos a Él; por el contrario, Él nos eligió a nosotros. Su elección es nuestro destino; al ser elegidos por Él, fuimos predestinados a participar de Él.

  Al final, Dios es glorificado en el Cuerpo de Cristo (cap. 12). En este capítulo vemos que Dios está en el Cuerpo. Aquí Él no es solamente Dios en el espíritu de los creyentes, sino Dios en una entidad colectiva y corporativa.

  Por último, Romanos nos revela que Dios es expresado en la vida de iglesia (cap. 16). El Cuerpo de Cristo es espiritual y universal, y tiene que ser expresado prácticamente en distintas localidades como iglesias. Dios es expresado en Cristo, Cristo es expresado en Su Cuerpo, y el Cuerpo de Cristo es expresado en las iglesias. Cuando llegamos a Romanos 16, descubrimos que Dios está en las iglesias locales. Por un lado, Dios se encuentra en nuestro espíritu; pero por otro, Él está en todas las iglesias locales.

II. LA CONSUMACIÓN DE LA OBRA DE DIOS

  En el capítulo 1 de Romanos encontramos la palabra creación, y en el capítulo 16 hallamos el término iglesias. Es muy fácil hablar de cómo Dios realizó la creación, a saber: sólo habló la palabra, y la creación llegó a existir. Sin embargo, es difícil decir cómo Él produjo las iglesias. Dios tuvo que realizar una obra en varias etapas como parte de un largo proceso que incluyó: redención, justificación, reconciliación, regeneración, santificación, transformación, conformación y glorificación. Como resultado de este proceso, Dios formó las iglesias, las cuales son la cumbre, la consumación, de la obra de Dios y de Su edificación. No hay nada más elevado que esto. Por lo tanto, el libro de Romanos termina en el capítulo 16. En este capítulo la obra del Señor alcanza su cima. Cuando leo Romanos 16, estoy satisfecho porque Él está satisfecho. Debemos decirle a Dios: “Señor, Tú ya no puedes ir más allá, pues has alcanzado la cumbre”. Con el establecimiento de las iglesias en Romanos 16, el Dios eterno alcanzó la cumbre más alta de Su obra y está satisfecho con ello.

  Los maestros cristianos en su gran parte dicen: “Miren hacia adelante, hacia el futuro. Éste es un mundo maligno y esta era está en tinieblas. Por eso, debemos mirar adelante y esperar en el futuro”. Sin embargo, ésta no es la actitud de Pablo en el libro de Romanos. Si nosotros hubiéramos escrito Romanos, habríamos añadido otro capítulo en el cual habríamos dicho: “Queridos hermanos, mirad la situación presente tan deplorable. Debemos esperar en el futuro, en el día en que seamos arrebatados. Entonces estaremos en los cielos”. No obstante, Pablo no habló de esta manera en Romanos y debe haber tenido una razón por la cual no lo hizo. Aunque a los cristianos les gusta soñar con un futuro en el cielo, Pablo sabía que lo que el Señor desea es que las iglesias se manifiesten en la tierra. Nosotros miramos hacia el futuro, pero el Señor desea primeramente que se practique la vida de iglesia en el presente. Pablo sabía que el Señor estaba satisfecho con obtener iglesias locales sobre la tierra.

  Si usted estudia todos los libros del Nuevo Testamento, descubrirá que ningún otro libro aparte de Romanos termina con una melodía tal como la que encontramos en los últimos tres versículos del capítulo 16 de este libro. Aunque algunos se refieren a estos versículos como una doxología o bendición, yo prefiero llamarlos una melodía. Cuando Pablo escribió estas palabras, estaba entusiasmado, contento y satisfecho. Ni siquiera el libro de Apocalipsis concluye con semejante melodía. En Romanos 16 tenemos las iglesias locales, y cuando tenemos éstas, tenemos lo suficiente para estar entusiasmados, contentos y satisfechos. Una vez que tenemos las iglesias locales, ¿qué más necesitamos? Después de que Pablo reveló la vida de iglesia, incluyendo muchas de las virtudes y atributos de los santos queridos, él estuvo muy feliz y concluyó su epístola con una melodía de alabanza.

  Pablo concluyó ofreciendo sus alabanzas y diciendo: “Al que puede confirmaros según mi evangelio, es decir, la proclamación de Jesucristo, según la revelación del misterio, mantenido en silencio desde tiempos eternos” (16:25). No necesitamos nada más. Simplemente necesitamos reconocer que Dios nos ha dado todo, y luego mantener lo que ya tenemos. Pablo dijo que Dios puede confirmarnos según su evangelio, y no según el evangelio de Marcos o Lucas. ¿Cuál es la diferencia entre los evangelios de Marcos o Lucas y el evangelio de Pablo? En Marcos y Lucas tenemos la salvación, pero en ninguno de ellos encontramos las iglesias. Sin embargo, el evangelio de Pablo incluye las iglesias y presenta un cuadro de la vida de la iglesia local, mencionando a personas como Febe, quien servía a la iglesia, y a Prisca y a Aquila, quienes arriesgaron sus propias vidas por las iglesias. Nunca olvide que el evangelio de Pablo tiene dieciséis capítulos, y no ocho ni doce.

  Vuelvo a decir que Pablo estaba entusiasmado y satisfecho al final del libro de Romanos. Dios empezó desde la creación y alcanzó la cumbre con las iglesias locales. Por lo tanto, Romanos es un extracto de toda la Biblia. La Biblia empieza en Génesis con la creación y concluye en Apocalipsis con la Nueva Jerusalén, la cual es el conjunto de todas las iglesias locales y la consumación de toda la obra edificadora de Dios. Romanos concluye con las iglesias locales, y la Biblia en conjunto concluye con la Nueva Jerusalén como la totalidad de todas las iglesias locales. Ésta es la perspectiva desde el punto de vista de Dios.

III. UNA PERSPECTIVA PRÁCTICA

  Ahora debemos considerar la perspectiva desde nuestro lado. En el capítulo 1 vimos que éramos pecadores y que ninguna cultura ni religión podía ayudarnos. Sin importar la clase de personas que éramos, todos estábamos bajo la condenación de Dios. Nuestros problemas empezaron a ser resueltos en el capítulo 3 con la redención que Cristo efectuó. Luego vinieron la justificación, la reconciliación, la identificación, la santificación, la conformación, y finalmente la glorificación. Después de esto, llegamos al capítulo 12, donde nos encontramos en el Cuerpo de Cristo, en el proceso de transformación. Hemos llegado a ser miembros del Cuerpo. Muchos cristianos están satisfechos con la experiencia de Romanos 8; se conforman con ser santos y espirituales. Sin embargo, otros van más allá y hablan acerca del Cuerpo según se revela en Romanos 12. No obstante, si uno les pregunta al respecto, descubrirá que muchos de ellos están desilusionados y dicen: “Nosotros sabemos que sí existe el Cuerpo, pero no podemos practicarlo. ¿Dónde está el Cuerpo? ¿Cómo podemos experimentarlo y practicarlo?” Algunos cristianos usan las expresiones la vida del Cuerpo y el ministerio del Cuerpo, pero lo que entienden por el ministerio del Cuerpo es que unas cuantas personas ministran en lugar de un solo pastor. Ése es su concepto del ministerio del Cuerpo. Por lo tanto, debo preguntarles: ¿Dónde está el Cuerpo? Muchos cristianos que buscan más del Señor simplemente no pueden encontrarlo ni tienen la manera de ponerlo en práctica.

  La mayoría de los que hablan del Cuerpo presentado en Romanos 12, han descuidado la práctica mostrada en Romanos 14. Sin embargo, es imposible tener la realidad del capítulo 12 sin tener la práctica del capítulo 14. Sin Romanos 14 no podemos tener el Cuerpo, porque sin la práctica de recibir a los creyentes revelada en dicho capítulo, los cristianos permanecerán divididos por sus conceptos doctrinales. Las doctrinas dividen; la vida une. La historia cristiana ha demostrado plenamente que ninguna doctrina edifica; toda doctrina es facciosa. Sin importar si la doctrina es bíblica o no, correcta o incorrecta, aun así divide al Cuerpo. El cristianismo ha sido cortado en miles de pedazos por causa de tantas doctrinas diferentes. Sin excepción, cada doctrina ha producido una secta o un grupo disidente. Debemos darnos cuenta de que no solamente las doctrinas heréticas dividen, sino aun las doctrinas más correctas, sanas, fundamentales, bíblicas y espirituales. Por lo tanto, no debemos dedicar nuestra atención a las doctrinas. En vez de eso, deberíamos orar: “Señor, rescátanos de todos los conceptos doctrinales. Señor, atráenos sólo a Ti. Tú eres nuestro único concepto; nuestro concepto es Cristo”. Cristo es uno solo; las doctrinas son muchas; Cristo debe ser nuestro único concepto.

  Esto fue lo que Pablo quiso decir cuando nos pidió ser de un mismo sentir según Cristo Jesús (15:5). Los creyentes judíos en los tiempos antiguos observaban muchos principios doctrinales. También muchos de los creyentes gentiles se adherían a ciertos conceptos filosóficos. La historia eclesiástica nos muestra que durante los tiempos del apóstol Pablo, el contexto religioso de los judíos y el trasfondo cultural de los gentiles provocaron muchos problemas en la vida de iglesia. Aunque los judíos y los gentiles eran creyentes genuinos del Señor Jesús, trajeron consigo sus conceptos de acuerdo con su trasfondo y los introdujeron en la vida de iglesia. Los judíos trajeron consigo sus creencias religiosas, y los gentiles, sus conceptos filosóficos. Algunos llamados creyentes gentiles consideraron que su filosofía concordaba con muchas de las enseñanzas bíblicas. Como resultado, a los santos les era difícil ser uno. Así que, Pablo les instó a abandonar sus conceptos doctrinales por causa de la unidad. Pablo exhortó por igual a los creyentes judíos y gentiles a que acudieran a Cristo, y que lo tomaran a Él como su único concepto y como su vida. Pablo dijo a aquellos creyentes que Cristo era para todos, tanto para los de la circuncisión como para los gentiles. Cristo es la raíz de Isaí, la fuente de provisión para todos los judíos, como también Aquel que se levanta para enseñorearse de los gentiles. Cristo rige a los gentiles con dulzura y gracia, trayéndoles sanidad. Cristo abraza a ambos pueblos, a judíos y a gentiles, y los reúne en un solo Cuerpo. De manera que debemos olvidar nuestro pasado, ya sea judío o gentil, nuestro contexto, ya sea filosófico o religioso, y centrarnos en el Cristo que es nuestro concepto único. No debemos tener nada, sólo a Cristo. Si alguien le preguntara acerca de su filosofía, usted debe contestar: “No conozco ninguna filosofía; sólo conozco a Cristo”. Y si alguien le pregunta acerca de su religión, debe responder: “No tengo ninguna religión; sólo tengo a Cristo. Él es mi vida y mi todo”. Cristo es la raíz de Isaí y también el que gobernará sobre los gentiles.

  En el libro de Romanos vemos que el apóstol Pablo se había entregado completamente a las iglesias. En 16:1 él recomendó a Febe, una diaconisa de la iglesia en Cencrea. La primera recomendación hecha por Pablo tenía que ver con una hermana que servía en una iglesia en particular. No debemos recomendar a ningún hermano que no esté establecido en alguna iglesia local específica. No debemos decir: “Les recomiendo a la hermana tal y tal, quien pertenece al Cuerpo de Cristo y quien anda viajando siempre alrededor del mundo”. No dudo que tal hermana pertenezca al Cuerpo de Cristo, pero ¿dónde está su iglesia local? Una vez que sepa cuál es su iglesia, me gustaría saber qué clase de hermana es en dicha localidad. ¿Se reúne solamente los domingos en la mañana a recibir enseñanzas? ¿Es una hermana que sirve en la iglesia? ¿Cómo es su servicio en la iglesia? La iglesia es muy práctica; no es solamente un término o una teoría. Por tanto, debemos ser prácticos en la vida de iglesia y participar en una función definida en nuestra iglesia local, tal como lo hacía la hermana Febe en la iglesia local de Cencrea. Nosotros éramos pecadores bajo la condenación de Dios en el capítulo 1; pero mediante el proceso presentado en los capítulos del 3 al 15, llegamos a ser los santos que conforman las iglesias locales del capítulo 16. ¡Alabemos a Dios por Su obra de redención, santificación, transformación y de edificación! Ésta es Su obra maestra en Su mover.

IV. LAS ESTACIONES PRESENTADAS EN EL LIBRO DE ROMANOS

  En el libro de Romanos vemos varias estaciones. Muchos cristianos se detienen en la estación de la justificación en Romanos 4. Otros han ido más adelante a la estación de la santificación en el capítulo 8. Otros cristianos, quienes buscan más del Señor, han avanzado aun más hasta el capítulo 12, una estación en la cual ellos hablan acerca del Cuerpo pero carecen de la experiencia del Cuerpo. Así que, podemos llamar el capítulo 12 la estación de los que hablan acerca del Cuerpo. Si usted está contento con permanecer en Romanos 12, no tendrá la experiencia verdadera y práctica del Cuerpo, porque es únicamente en las iglesias locales que el Cuerpo llega a ser completamente real. Si usted no está en ninguna iglesia local, no podrá tocar el Cuerpo. La palabra Cuerpo simplemente será un término vacío para usted. Si quiere estar en el Cuerpo, debe estar en una iglesia local. Por lo tanto, nuestra estación se encuentra en el capítulo 16, la última estación del libro de Romanos. ¿Dónde se encuentra usted? Hemos pasado las estaciones de justificación y santificación, y la estación de hablar acerca del Cuerpo. Alabado sea el Señor porque nos encontramos en la última estación, en las iglesias locales, donde experimentamos la vida genuina del Cuerpo. Al permanecer y reposar en esta estación, podemos unirnos a Pablo en su melodía final de alabanza.

V. UNA ADVERTENCIA EN CUANTO A LA DIVISIÓN

  A pesar de todo lo expuesto, en Romanos 16, un capítulo que revela la máxima consumación de la obra de Dios, Pablo habla de un asunto negativo, porque el enemigo de Dios, Satanás, aún está aquí trabajando. “Ahora bien, os exhorto, hermanos, que os fijéis en los que causan divisiones y tropiezos en contra de la enseñanza que vosotros habéis aprendido, y que os apartéis de ellos. Porque tales personas no sirven a nuestro Señor Cristo, sino a sus propios vientres, y con suaves palabras y lisonjas engañan los corazones de los ingenuos” (vs. 17-18). Mientras disfrutamos la vida de iglesia, debemos estar alertas de aquellos que causan divisiones. En el versículo 17 Pablo hace referencia a “la enseñanza”. ¿Qué es esta enseñanza? Es la enseñanza del apóstol, tal como en el libro de Romanos. Cualquier discusión o disensión contraria a la enseñanza del apóstol es divisiva, y debemos mantenernos alertas, con ojo vigilante en cuanto a ella. De acuerdo con el versículo 17, debemos apartarnos de aquellos que causan divisiones y tropiezos en contra de esta enseñanzas. Aun en los tiempos de Pablo existían problemas de división causadas por los disidentes. Por lo tanto, debemos estar siempre alerta con aquellos. De otra forma, la vida de iglesia podría ser perjudicada por las “suaves palabras y lisonjas” de los disidentes que buscan engañar a los ingenuos. La mayoría de los que están en la vida de iglesia son sencillos. Es imprescindible que seamos sencillos para vivir en la vida de iglesia. Sin embargo, es posible que algunos se acerquen a usted con palabras suaves, lisonjeros y elocuentes, buscando dividir la iglesia y hacer que usted tropiece. No piense que usted no puede ser engañado; esté siempre alerta.

  ¿Cómo podemos discernir a aquellos que vienen a nosotros con palabras lisonjeras? Hay una sola manera de hacerlo. Debemos preguntarnos si lo que dicen causará división. No debemos aceptar nada que cause división, a pesar de cuán suaves y agradables puedan parecernos las palabras. Debemos rechazar todo lo que sea contrario a la enseñanza del libro de Romanos; debemos renunciar a ello enérgicamente. Además, debemos alejarnos de aquellos que hablen de tal manera. Si Pablo hizo frente a esa clase de dificultad en su tiempo, ciertamente la misma también ocurrirá en nuestro tiempo debido a la sutileza del enemigo. Así que, mientras nos encontremos felices, animados y alabando al Señor por la vida de iglesia, debemos mantener el ojo vigilante por causa de aquellos que causan divisiones. No debemos dejarnos engañar por las palabras suaves de los hombres, sino que debemos formularnos la pregunta: ¿Son estas palabras contrarias a la enseñanza del apóstol; pueden causar división? Debemos prestar atención a la advertencia que nos da el apóstol Pablo en el último capítulo de Romanos.

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