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Capítulos de libros «El Evangelio de Juan»
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  • En este evangelio han sido seleccionados nueve casos que demuestran que el Señor Jesús es la vida y el suministro de vida para el hombre. Los primeros seis casos, hallados en los caps. 3—7, forman un grupo de señales, las cuales indican que, por el lado positivo, el Señor es nuestra vida y nuestro suministro de vida para regenerarnos, satisfacernos, sanarnos, darnos vida, alimentarnos y saciar nuestra sed. Los últimos tres casos, hallados en los caps. 8—11, forman un grupo de señales, las cuales indican que, por el lado negativo, el Señor es la vida que nos libera de las tres cosas negativas principales: el pecado, la ceguera y la muerte.

    El caso de este capítulo revela todos los asuntos relacionados con el problema del pecado:
    1) la fuente del pecado: el diablo;
    2) los tres elementos principales del pecado: el adulterio y la fornicación, el homicidio y la mentira (vs. 3, 41, 44);
    3) la esclavitud del pecado;
    4) la consecuencia o resultado del pecado: la muerte;
    5) Aquel que no tiene pecado: el Señor;
    6) el único calificado para condenar el pecado: el Señor;
    7) el único apto para perdonar el pecado: el Señor;
    8) Aquel que puede librar del pecado a la gente: el Señor. El Señor es el Dios que siempre existe, el gran Yo Soy, quien llegó a ser el Hijo del Hombre y fue levantado en la cruz para llevar nuestros pecados; por lo cual, Él está calificado para perdonar nuestros pecados. Además el Señor, por ser el Dios eterno, puede entrar en nosotros para ser la vida y la luz y librarnos de la esclavitud y las tinieblas del pecado.

    El caso tratado en este capítulo nos muestra también que la religión (representada por el templo, vs. 2, 20) de la ley (vs. 5, 17) no puede librar al hombre del pecado y de la muerte; pero el Señor Jesús, el Yo Soy, quien llegó a ser el Hijo del Hombre y fue levantado en la cruz por causa de las personas envenenadas por la serpiente, puede hacer lo que la religión y la ley no pueden. Este capítulo nos muestra que Cristo, el gran Yo Soy, no solamente es contrario al pecado y la muerte, sino también a la religión y a la ley.

  • Esta pregunta, al igual que las de Jn. 4:20-25 y Jn. 9:2-3, requería un sí o un no como respuesta, lo cual pertenece al árbol del conocimiento, cuyo resultado es la muerte (Gn. 2:17). Pero la respuesta del Señor en el v. 7 los dirigió a Él mismo, quien es el árbol de la vida, cuyo resultado es vida (Gn. 2:9).

  • El hecho de que el Señor Jesús se inclinara fue una señal que hizo para avergonzar y aplacar a los escribas y fariseos orgullosos y justos en su propia opinión. Es posible que escribiera: “¿Quién de vosotros no tiene pecado?”.

  • Los escribas y fariseos no pudieron condenar a la mujer, debido a que todos ellos eran pecaminosos. El Señor Jesús era el único que no tenía pecado, y sólo Él estaba calificado para condenarla; sin embargo, Él no quiso hacerlo.

  • La luz de vida (Jn. 1:4) brilla dentro del hombre por el sentir interior de vida para librarlo del pecado.

  • O, condenáis.

  • Esto demuestra que cuando el Hijo estuvo en la tierra, el Padre estaba con Él en la tierra. El Padre jamás podría estar separado del Hijo, y el Hijo jamás podría estar separado del Padre. Mientras el Hijo estuvo en la tierra estuvo, al mismo tiempo, en el cielo con el Padre (Jn. 3:13). Esto prueba que cuando Dios se hizo carne (Jn. 1:14), era el Hijo con el Padre, y el Padre con el Hijo, en el Espíritu (es decir, el Dios completo: el Padre, el Hijo y el Espíritu), quien se hizo carne (1 Ti. 3:16). Véase también el v. 29.

  • Yo soy (vs. 28, 58) es lo que significa el nombre Jehová (Éx. 3:14), y Jehová es el nombre de Dios (Gn. 2:7), Aquel que es y que era y que ha de venir, el que existe por Sí mismo y para siempre (Ap. 1:4; Éx. 3:14-15). Este nombre se usa cuando se habla de Dios en Su relación con el hombre. Por lo tanto, indica que el Señor es el Dios que siempre existe, y que tiene una relación con el hombre. Quien no crea que el Señor es este mismo Dios, morirá en sus pecados.

  • Lo que el Señor dijo revela lo que Él es, en particular Su divinidad eterna, como el Yo Soy, del cual se habla en el versículo anterior. Éste es el elemento básico revelado en lo que Él dijo aquí.

  • La expresión levantado (o levantó) se usa también en Jn. 3:14 y Jn. 12:31-34. En 3:14 el Señor como Hijo del Hombre iba a ser levantado en forma de serpiente, para llevar sobre Sí el juicio de Dios en lugar de la gente envenenada por la serpiente. En 12:31-34 el Señor como Hijo del Hombre iba a ser levantado para echar fuera a la serpiente antigua, que es Satanás, el príncipe del mundo. Por lo tanto, en este capítulo, el Señor como Hijo del Hombre que fue levantado, puede librar del pecado, o sea del veneno de la serpiente, a las personas envenenadas por ésta.

  • En el griego ésta es la misma palabra que se traduce realidad en Jn. 1:14, 17. La verdad aquí no es la llamada verdad doctrinal, sino la realidad de las cosas divinas, la cual es el Señor mismo (véase la nota Jn. 14:62a; Jn. 1:14, 17). Este versículo dice que “la verdad os hará libres”, mientras que el v. 36, dice: “el Hijo os liberta”. Esto demuestra que el Hijo, el Señor mismo, es la verdad. Ya que el Señor es la corporificación de Dios (Col. 2:9), Él es la realidad de lo que Dios es. Por lo tanto, la realidad es el propio elemento divino de Dios conocido y experimentado por nosotros. Cuando el Señor como el gran Yo Soy entra en nosotros como vida, Él, por ser la luz, resplandece en nuestro interior introduciendo así el elemento divino como realidad en nosotros. Esta realidad, que es el elemento divino impartido en nosotros y experimentado por nosotros, nos libera de la esclavitud del pecado por medio de la vida divina que es la luz del hombre. Cuando el Señor como la Palabra de Dios se hizo carne (Jn. 1:14), Él nos trajo la realidad de Dios a fin de que Dios pudiera ser la gracia para nuestro disfrute (Jn. 1:17).

  • En este versículo dos palabras griegas se traducen conocer: la primera denota el conocimiento objetivo y exterior; la segunda se refiere a tener conciencia de algo de manera subjetiva e interna. El Señor Jesús dijo a los fariseos que ellos no conocían a Dios el Padre ni siquiera de manera objetiva y externa, pero que Él conocía al Padre de manera subjetiva e interna.

  • El Señor, el gran Yo Soy, es el Dios eterno que existe para siempre. Por eso Él era antes que Abraham y es mayor que Abraham (v. 53).

  • Según el principio establecido en el Jn. 2, esto también es cambiar la muerte en vida.

  • Véase la nota Jn. 6:633.

  • Puesto que el diablo es el padre de los mentirosos, él es el origen del pecado. El elemento divino de Dios, que opera como vida y luz en el hombre, libera al hombre de la esclavitud del pecado. Pero el elemento maligno del diablo, que opera como pecado por medio de la muerte y las tinieblas en el hombre, hace del hombre un esclavo del pecado. La naturaleza del diablo es una mentira y produce muerte y tinieblas. En las tinieblas hay falsedad, que es lo contrario de la verdad.

  • Aquí lo dicho por el Señor revela que en el diablo, el padre de las mentiras, hay cierta maldad específica que hizo que llegara a ser el origen del pecado. Esta maldad es algo suyo, es su posesión personal, y es algo que las demás criaturas no tienen.

  • Puesto que el diablo es el padre de los pecadores, éstos son hijos suyos (1 Jn. 3:10). El diablo es la serpiente antigua (Ap. 12:9; 20:2), y los pecadores también son serpientes, cría de víboras (Mt. 23:33; 3:7). Por lo tanto, ellos necesitan que el Señor sea levantado en la cruz con la forma de la serpiente por el bien de ellos (Jn. 3:14) para salvarlos no solamente del pecado, sino también del origen del pecado, el diablo (He. 2:14).

  • Véase la nota Jn. 1:61.

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