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Capítulos de libros «Génesis»
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  • La primera caída del hombre fue provocada por Satanás al engañar al hombre por intermedio de la serpiente (2 Co. 11:3). La astuta serpiente era la corporificación de Satanás, el diablo, quien es el enemigo y adversario de Dios (Mt. 13:39a; Ap. 12:9 y las notas 3 y 4) así como el tentador del hombre (Mt. 4:3; 1 Ts. 3:5).

    Inmediatamente después de los dos primeros capítulos de Génesis, interviene Satanás; e inmediatamente antes de los dos últimos capítulos de Apocalipsis, Satanás es expulsado (Ap. 20:10). En el período comprendido entre los dos primeros capítulos de la Biblia y los dos últimos, Satanás, la serpiente, labora sin cesar para corromper y dañar la humanidad a fin de impedirle a Dios lograr Su propósito eterno. En toda generación, la meta de la obra divina de Dios es edificar el Cuerpo de Cristo para que Su Hijo, Cristo, sea expresado y la serpiente sea eliminada.

  • La serpiente vino a la mujer, no al hombre, por ser ella el vaso más frágil (1 P. 3:7).

  • Al tentar a la mujer, Satanás primero apeló a su mente cuestionando la palabra de Dios y haciéndole dudar de la misma. La pregunta de la serpiente inquietó la mente dubitativa de Eva, impidiendo que ella usase su espíritu para contactar a Dios. Así, el pensamiento maligno de Satanás entró en Eva contaminando su mente incluso antes que ella comiera del árbol del conocimiento.

  • El factor externo causante de la primera caída del hombre fue la tentación de la serpiente, y el factor interno fue que la mujer se arrogó la autoridad como cabeza (vs. 2-3, 6). La mujer representa la posición que le corresponde al hombre delante de Dios. Dios es el Marido del hombre (Is. 54:5); al hombre le corresponde la posición de esposa. Así como el hombre debe sujetarse a la autoridad de Dios, su cabeza, también la mujer debe sujetarse a la autoridad del hombre, su cabeza (1 Co. 11:3). Esto es una protección contra la insidia sutil del enemigo. Aquí Eva se arrogó la autoridad como cabeza al conversar directamente con la serpiente, sin tener la cobertura de su esposo; por tanto, cayó en la trampa puesta por la serpiente y fue engañada (1 Ti. 2:14). Este fracaso de Eva tipifica el fracaso del hombre al desechar a Dios y arrogarse la autoridad que corresponde a Dios como cabeza, actuando independientemente de Él, con lo cual le dio cabida a Satanás, el insidioso, para que éste le engañase. Véase la nota Ro. 7:41.

  • Estas palabras difamatorias del maligno hicieron que Eva malentendiera el amor de Dios y dudara de las intenciones del corazón de Dios al prohibirles comer del árbol del conocimiento del bien y del mal (Gn. 2:16-17). Esto envenenó su parte emotiva e hizo que Eva dejase de complacerse en Dios.

  • O, dioses.

  • En el proceso de su caída, el hombre fracasó al no usar su espíritu para contactar a Dios, con lo cual pasó por alto a Dios y lo rechazó. En lugar de ello, el hombre ejercitó su alma al razonar con la serpiente en su mente, al desear el árbol del conocimiento con su parte emotiva y al decidir, con su voluntad, tomar el fruto y comerlo.

  • El pavoroso resultado de la primera caída del hombre fue múltiple. Primero, el hombre transgredió el mandamiento de Dios (Gn. 2:17; Ro. 5:14) y vino a estar bajo la condenación de Dios (Ro. 5:16) y bajo maldición (vs. 17-19). Además, se alejó de Dios (v. 8) y se volvió ajeno a la vida de Dios (Ef. 4:18) contenida en el árbol de la vida (vs. 23-24). Más aún, los pensamientos, el sentir y la voluntad malignos de Satanás fueron inyectados en la mente del hombre, en su parte emotiva y en su voluntad, contaminando así su alma (vs. 1, 4-6). Debido a que el hombre comió del árbol del conocimiento, Satanás entró en el cuerpo del hombre y se convirtió en el pecado dentro de él (cfr. Ro. 7:8, 11, 17, 20 y la nota Ro. 7:81). Así, el cuerpo humano, que había sido creado puro y sin pecado, se transmutó convirtiéndose en la carne de pecado (Ro. 7:18a y la nota 2). Como consecuencia de la caída del hombre, su espíritu quedó en condición de muerte (cfr. Ef. 2:1, 5 y la nota Ef. 2:12a), aislándose de Dios y dejando de ejercer su función para con Dios. Por tanto, las tres partes del hombre —su cuerpo, alma y espíritu— fueron dañadas por la caída. Más aún, el hombre caído fue constituido pecador (Ro. 5:19) y vino a ser víctima de la muerte (Ro. 5:12, 14a; 1 Co. 15:22a). En consecuencia, el hombre fue dañado al punto de no poder cumplir el propósito de Dios, el cual consiste en expresar a Dios en Su imagen y representarlo con Su autoridad (Gn. 1:26). Por último, la caída del hombre causó que toda la creación fuese sujeta a vanidad y a la esclavitud de la corrupción (Ro. 8:20-21).

  • Aquí la conciencia del hombre comienza a desempeñar su función. La conciencia, que es una función del espíritu humano (véase la nota Gn. 2:75b, párr. 3), vino a existir desde que el hombre fue creado por Dios. Pero, no fue sino hasta que el hombre ingirió del árbol del conocimiento que se manifestó la función correspondiente a la conciencia. Después de la caída, Adán se sintió avergonzado por su desnudez (cfr. Gn. 2:25) debido a que la conciencia había sido activada en sus funciones. Desde entonces es responsabilidad de la conciencia del hombre rechazar lo malo y aceptar lo bueno. Véase la nota Ro. 9:12.

  • Las hojas de higuera proceden de la vida vegetal, la cual carece de sangre, necesaria para la redención (cfr. He. 9:22). Cubrirse con hojas de higuera representa las obras realizadas por el hombre al esforzarse por cubrir su pecaminosidad. Tales obras son inadecuadas para cubrir la desnudez del hombre y no consiguen que el hombre sea justificado, aprobado, por Dios (cfr. Ro. 3:20a). Véase la nota Gn. 3:211 y la nota Gn. 3:212a.

  • U, oyeron la voz de.

  • Heb. rúaj.

  • Aunque el hombre que Dios creó fue dañado por Su adversario, Dios —quien es inmutable e imperecedero— jamás cambiaría, anulando así Su economía eterna concebida por Él en la eternidad pasada y por la eternidad futura (Ef. 3:9-11). Por tanto, Dios tenía que rescatar al hombre que Él creó con miras a Su propósito inmutable, incluso al precio de ofrecer en sacrificio a Su Hijo unigénito (Jn. 3:16). Por esto, incluso desde la eternidad pasada, Cristo, el segundo de la Trinidad Divina, se dispuso a entrar en la esfera del tiempo (Mi. 5:2) para morir por el hombre caído conforme a la determinación divina hecha en el concilio de la Trinidad Divina en la eternidad pasada (Hch. 2:23 y la nota 1; 1 P. 1:18-20 y la nota 1 P. 1:201a).

  • Inmediatamente después de su caída, Adán y Eva supieron que el resultado de su transgresión sería la muerte (cfr. Ro. 1:32; 6:23a). Por tanto, se escondieron de la presencia del Señor, esperando ser sentenciados a muerte (v. 8). Sin embargo, Dios vino a buscarlos, no para emitir sentencia de muerte sino para predicarles el evangelio y salvarlos de su caída (cfr. Jn. 3:17; Lc. 19:10). Las primeras palabras con las cuales Dios predicó el evangelio fueron: “¿Dónde estás?”. Con esta pregunta no se emitía un juicio, sino que se iniciaba la proclamación de las buenas nuevas.

  • Dios interrogó a Adán y Eva no porque se hubiese propuesto condenarlos, sino porque deseaba conducirlos a confesar sus transgresiones (cfr. 1 Jn. 1:9).

  • Dios no juzgó a Adán y Eva, sino a la serpiente, maldiciéndola.

  • Esto implica que Dios puso límites a las actividades y operaciones de Satanás, confinándolas a la tierra. Siempre y cuando pongamos nuestra mente en lo que está por encima de la tierra, la serpiente, el diablo, Satanás, no podrá tocarnos (Col. 3:1-3; 1 Jn. 5:18; Ro. 16:20).

  • Aquí la mujer representa primero a Eva y después a la virgen María, la madre del Señor Jesús (Gá. 4:4). Además, ella representa a todo el pueblo de Dios que, ante Dios, toma la posición de mujer al confiar en Él (véase la nota Gn. 3:21), como lo indica la mujer universal de Ap. 12:1 (véase la nota allí). Por tanto, la enemistad entre la serpiente y la mujer es la enemistad que existe entre Satanás y todo el pueblo de Dios (véase la nota Ap. 12:42). La serpiente comenzó a manifestar su odio hacia el pueblo de Dios y comenzó a combatirlo cuando instigó a Caín a asesinar a Abel (Gn. 4:8; 1 Jn. 3:12), y esto continuará a lo largo de todas las generaciones hasta que Satanás sea arrojado al lago de fuego por la eternidad (Ap. 20:7-10).

  • La simiente de la serpiente es la gente que sigue a Satanás. Debido a que Satanás, la antigua serpiente (Ap. 12:9; 20:2), se inyectó como pecado en la carne del hombre (véase la nota Ro. 7:182), todos los hombres se han convertido en serpientes a los ojos de Dios (Mt. 23:33). Al ser seguidores de Satanás, ellos son sus hijos, su simiente, no por adopción sino por nacimiento (Mt. 3:7; 13:38; Jn. 8:44; 1 Jn. 3:10) y, por ende, poseen la naturaleza y vida serpentinas. Satanás usa tales personas para perseguir y combatir a la simiente de la mujer.

  • La simiente de la mujer es Jesucristo encarnado, quien es Dios mismo que nació de la virgen María para ser un hombre, según se profetiza en Is. 7:14, se cumple en Mt. 1:23 y se confirma en Gá. 4:4. Así que, esta promesa indica que Dios mismo vendría como simiente humana para herir la cabeza de aquella nociva serpiente. Por último, la simiente de la mujer es ensanchada para incluir a todos los creyentes vencedores, la parte más fuerte del pueblo de Dios, representados por el hijo varón de Ap. 12:5 (véase la nota 2 allí). El hijo varón, esto es, la simiente o descendencia corporativa de la mujer, incluye al Señor Jesús, quien como individuo es la simiente de la mujer. Según Sal. 2:8-9, Ap. 2:26-27 y Ap. 12:5, el Señor Jesús como el Ungido de Dios, los vencedores en las iglesias y el hijo varón regirán a las naciones con vara de hierro, lo cual prueba que el Señor Jesús, los vencedores y el hijo varón son una sola entidad. El Señor, el principal Vencedor (Ap. 3:21), es la Cabeza, el centro, la realidad, la vida y la naturaleza del hijo varón; y el hijo varón, formado por los vencedores que siguen al Señor, es el Cuerpo del Señor.

  • Que la cabeza de la serpiente sea herida por la simiente de la mujer se refiere a la destrucción de Satanás —quien tiene el imperio de la muerte— efectuada por el Señor Jesús mediante Su muerte en la cruz (He. 2:14 y la nota; 1 Jn. 3:8). Mientras el Señor destruía a la serpiente en la cruz, ella lo hirió en el calcañar, es decir, clavó Sus pies en el madero (Sal. 22:16).

    Mediante la muerte del Señor en la cruz, Satanás, la antigua serpiente, fue juzgado y echado fuera (Jn. 12:31; 16:11). Tal juicio será ejecutado de manera concluyente por los vencedores, el hijo varón, esto es, la simiente o descendencia corporativa de la mujer (Ap. 12:9 y la nota 1).

  • Experimentar sufrimiento y dolor en los embarazos (1 Ti. 2:14-15; 5:13-14) y ser gobernada por el esposo (1 Co. 11:3; 1 Ti. 2:11-12) es lo dispuesto por Dios como restricción y protección para la mujer, cuya iniciativa propició la caída.

  • O, dolor. Que la tierra produjera espinos y cardos (v. 18), que el hombre tuviese que sufrir, fatigarse y sudar todos los días de su vida (vs. 17, 19a) y que tuviera que volver a la tierra, o sea, muriera (v. 19b), fue lo dispuesto por Dios para restringir y proteger al hombre caído y pecaminoso.

  • Que significa viviente. La proclamación de las buenas nuevas hecha por Dios en el v. 15 al anunciar que la simiente de la mujer destruiría a la serpiente es la primera ocasión en toda la Biblia en que se proclama el evangelio. Después de haber escuchado las buenas nuevas, Adán creyó que él y Eva vivirían y no morirían (cfr. Jn. 3:14-16); por tanto, llamó a su esposa Eva, viviente. Así pues, Dios fue el primer predicador de las buenas nuevas del evangelio y Adán, el primer creyente.

  • Probablemente las pieles de corderos sacrificados en sustitución de los pecaminosos Adán y Eva, con derramamiento de sangre para perdón de pecados (He. 9:22). Que Dios matara a los corderos es una sombra que anuncia la muerte vicaria de Cristo como Cordero de Dios y el derramamiento de Su preciosa sangre para efectuar la redención, en base a la cual Dios justifica a los pecadores que creen en Él (Jn. 1:29; Ap. 13:8b; 1 P. 1:18-20; 3:18a; Ef. 1:7; Ro. 3:24).

    Que Dios vistiera a Adán y a su esposa con túnicas de pieles significa que Dios los justificó por medio de su fe (Ro. 3:28). Esas túnicas tipifican a Cristo como la justicia de Dios que nos cubre para poder ser justificados por Él (Jer. 23:6; 1 Co. 1:30). Tales prendas fueron hechas por Dios y reemplazaron las hojas de higuera que Adán cosió para cubrirse (v. 7). Véase la nota Lc. 15:225.

  • La verdadera sustitución tiene como base la unión. Después que Dios vistió a Adán con una túnica de pieles de cordero, Adán se hizo uno con el cordero; por tanto, el pecador fue hecho uno con su sustituto. En esto consiste la unión. Dicha unión hace que la sustitución sea eficaz. Al creer en el evangelio somos revestidos de Cristo, quien es puesto sobre nosotros como justicia que nos cubre (cfr. Lc. 15:22), y también somos puestos en Cristo (1 Co. 1:30), haciéndonos uno con Él. Puesto que somos uno con Cristo, todo cuanto Él logró en la cruz llega a ser nuestro. Creer en Jesucristo es ser uno con Él, o sea, ser hechos partícipes de una unión con Él (véase la nota Jn. 3:162d). En tal unión, todo cuanto Cristo es, todo cuanto Él posee, todo cuanto hizo y hará, así como todo cuanto logró y obtuvo, es nuestro. Véase la nota Gn. 6:143, párr. 2; la nota Gn. 8:181, párr. 2; la nota Éx. 12:222 y la nota 1 Jn. 2:22.

    Los principales elementos del evangelio están presentes en los vs. 15, 21, los cuales indican que Dios, el Creador del hombre, después de la caída de éste, se convirtió en su Salvador al venir como simiente humana que murió para destruir a Satanás, redimir al hombre caído y convertirse en la justicia del hombre, de modo que el hombre pudiera ser justificado y ser puesto en Dios para ser uno con Él.

  • Aunque Adán y Eva experimentaron un anticipo de la redención, aún no habían obtenido la redención verdadera, la cual fue lograda por Cristo en la cruz. Ellos todavía eran pecaminosos en su naturaleza. Si hubieran comido del árbol de la vida en tal condición, habrían permanecido para siempre con su naturaleza pecaminosa. Dios no permitió esto. El árbol de la vida, que representa a Dios mismo como vida para el hombre, no debe ser tocado por el hombre pecaminoso. Por tanto, antes que se efectuara la redención verdadera, Dios tenía que cerrar el camino al árbol de la vida. Una vez que la redención verdadera fuese efectuada, quitando el pecado del hombre (Jn. 1:29) y aniquilando la naturaleza pecaminosa del hombre (Jn. 3:14 y la nota; Ro. 8:3 y la nota 3), nuevamente sería posible tener acceso al árbol de la vida (Ap. 22:14).

  • Para cerrar el camino al árbol de la vida, Dios se valió de tres cosas: los querubines, las llamas de fuego y la espada. Los querubines representan la gloria de Dios (cfr. Ez. 9:3; 10:4; He. 9:5), las llamas de fuego representan la santidad de Dios (Dt. 4:24; 9:3; He. 12:29) y la espada aniquiladora indica la justicia de Dios (cfr. Lm. 3:42-43; Ro. 2:5). Estos atributos de Dios imponían al hombre pecaminoso ciertas exigencias. Ya que el hombre pecaminoso no podía cumplir tales exigencias (Ro. 3:10-18, 23), no le fue permitido tener contacto con Dios como el árbol de la vida sino hasta que Cristo cumplió con las exigencias propias de la gloria, santidad y justicia de Dios mediante Su muerte todo-inclusiva en la cruz, por la cual Él abrió un camino nuevo y vivo para que nosotros entremos al Lugar Santísimo y participemos del árbol de la vida (He. 10:19-20 y la nota He. 10:202b; Ap. 22:14 y la nota 4).

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