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Capítulos de libros «La Epístola de Pablo a Los Efesios»
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  • ¡Qué hecho tan glorioso que podamos ser imitadores de Dios por ser Sus hijos amados! Como hijos de Dios, tenemos Su vida y naturaleza. Nosotros lo imitamos no por nuestra vida natural sino por Su vida divina. Es por la vida divina de nuestro Padre que nosotros Sus hijos podemos ser perfectos como Él es (Mt. 5:48).

  • Así como la gracia y la realidad (la verdad) son los elementos básicos mencionados en Ef. 4:17-32, así también el amor y la luz (vs. 8-9, 13) son los elementos básicos de la exhortación del apóstol en Ef. 5:1-33. La gracia es la expresión del amor, y el amor es la fuente de la gracia. La verdad es la revelación de la luz, y la luz es el origen de la verdad. Dios es amor y Dios es luz (1 Jn. 4:8; 1:5). Cuando Dios es expresado y revelado en el Señor Jesús, Su amor se convierte en gracia, y Su luz se convierte en verdad. Después de recibir en el Señor a Dios como gracia y de conocerle como la verdad, acudimos a Él y disfrutamos de Su amor y Su luz. El amor y la luz son más profundos que la gracia y la verdad. Por lo tanto, el apóstol primero tomó la gracia y la verdad como los elementos básicos para su exhortación, y luego el amor y la luz. Esto implica que él quería que nuestro andar diario fuera más profundo, y que avanzara desde los elementos exteriores hacia los interiores.

    El amor es la sustancia interna de Dios, mientras que la luz es el elemento expresado de Dios. El amor de Dios, el cual es interno, se puede sentir, y la luz de Dios, la cual es externa, se puede ver. Nuestro andar en amor debe estar constituido de ambos elementos, la sustancia amorosa y el elemento iluminador de Dios. Éstos deben ser la fuente interna de nuestro andar. El amor y la luz son más profundos que la gracia y la verdad.

  • En Ef. 4:32 el apóstol presentó a Dios como el modelo para nuestro andar diario. Aquí nos presentó a Cristo como el modelo para nuestro vivir. En 4:32 Dios en Cristo es nuestro modelo, ya que en esa sección la gracia y la realidad (la verdad) de Dios, expresadas en la vida de Jesús, son tomadas como los elementos básicos. Pero aquí Cristo mismo es nuestro ejemplo, porque en esta sección el amor que Cristo nos expresa (vs. 2, 25) y la luz que Cristo hace resplandecer sobre nosotros (v. 14) son tomados como los elementos básicos.

  • Algunos mss. antiguos lo traducen: os amó.

  • Una ofrenda es presentada para poder tener comunión con Dios, mientras que un sacrificio se ofrece para la redención del pecado. Cristo se entregó a Sí mismo por nosotros como ofrenda, para que pudiéramos tener comunión con Dios, y como sacrificio, para redimirnos del pecado.

  • Al amarnos, Cristo se entregó a Sí mismo por nosotros. Esto fue para nuestro beneficio, pero también fue olor fragante que satisfizo a Dios. Al seguir Su ejemplo, debemos andar en amor no solamente para otros, sino también para ser olor fragante que satisfaga a Dios.

  • Nada daña más a la humanidad que la fornicación. Ella es especialmente perjudicial para el propósito e intención de Dios con respecto a la creación del hombre y también es perjudicial para la vida de iglesia de los creyentes en el Cuerpo de Cristo. Esto se basa en 1 Co. 5.

  • Personas separadas para Dios y saturadas de Él, que llevan una vida conforme a la naturaleza santa de Dios.

  • Dar gracias a Dios es proferir a Dios como la verdad, mientras que hablar necedades o bufonerías viles es proferir a Satanás como falsedad.

  • La palabra griega denota conocimiento subjetivo.

  • La palabra griega denota conocimiento objetivo.

  • El reino de Cristo es el milenio (Ap. 20:4, 6; Mt. 16:28) y también es el reino de Dios (Mt. 13:41, 43 y las notas). Los creyentes han sido regenerados y entraron en el reino de Dios (Jn. 3:5), y hoy en día están en la vida de iglesia, viviendo en el reino de Dios (Ro. 14:17). Sólo los vencedores, no todos los creyentes, participarán del milenio. En el siglo venidero los creyentes derrotados e inmundos no tendrán herencia en el reino de Cristo y de Dios, que es el milenio. Véase la nota Mt. 5:203b y la nota He. 12:281a.

  • Nosotros no sólo estábamos en tinieblas, sino que éramos las tinieblas mismas. Ahora no solamente somos hijos de luz sino la luz misma (Mt. 5:14). Así como Dios es luz, Satanás es tinieblas. Éramos tinieblas porque éramos uno con Satanás. Ahora somos luz porque somos uno con Dios en el Señor.

  • El v. 2 nos dice que andemos en amor, y este versículo, que andemos como hijos de luz.

  • Como Dios es luz, así también nosotros, los hijos de Dios, somos los hijos de luz.

  • La bondad corresponde a la naturaleza del fruto de la luz; la justicia es la manera o el procedimiento por el cual es producido el fruto de la luz; y la verdad es la realidad, la expresión real (Dios mismo), del fruto de la luz. El fruto de la luz debe ser bueno en naturaleza, justo en procedimiento y real en expresión a fin de que Dios sea expresado como realidad de nuestro andar diario.

    El fruto de la luz en bondad, justicia, y verdad está relacionado con el Dios Triuno. La bondad se refiere a Dios el Padre, porque el único que es bueno es Dios (Mt. 19:17). La justicia se refiere a Dios el Hijo, porque Cristo vino a cumplir el propósito de Dios conforme al procedimiento justo de Dios (Ro. 5:17-18, 21). La verdad se refiere a Dios el Espíritu, porque Él es el Espíritu de realidad (Jn. 14:17). La verdad también denota la expresión del fruto en la luz.

  • Las obras infructuosas de las tinieblas son vanidad, mientras que el fruto de la luz es verdad, realidad (v. 9).

  • O, exponedlas, dejadlas al descubierto.

  • O, expuestas, descubiertas.

  • Este que duerme y que necesita la reprensión mencionada en los vs. 11, 13 también está muerto. Necesita tanto despertar de su sueño como levantarse de los muertos.

  • Cuando reprendamos o pongamos en evidencia a alguien que está dormido, muerto y en tinieblas, Cristo resplandecerá sobre él. Nuestra reprensión o ponerlo al descubierto en la luz es el resplandecer de Cristo.

  • El quinto aspecto de un andar digno del llamamiento de Dios es vivir siendo llenos en el espíritu (vs. 15-21). Los primeros cuatro aspectos de este andar digno son: guardar la unidad, crecer en Aquel que es la Cabeza, aprender a Cristo y vivir en amor y en luz. El resultado de manifestar estos cuatro aspectos de un andar digno es que somos espontáneamente llenos en nuestro espíritu. Como resultado de ser llenos internamente se producirán en nosotros la sumisión, el amor, la obediencia, el cuidado por otros, y todas las otras virtudes de una vida cristiana apropiada con respecto a la vida de iglesia, la vida familiar y la vida comunitaria. ¡Qué vida tenemos cuando mostramos los cinco aspectos de un andar que es digno del llamamiento de Dios!

  • Es decir, aprovechando cada oportunidad favorable. Esto significa ser sabios en nuestro andar (v. 15).

  • En este siglo maligno (Gá. 1:4), cada día es un día malo lleno de cosas perniciosas; éstas hacen que nuestro tiempo sea usado de manera inadecuada, que sea reducido y arrebatado. Por lo tanto, tenemos que andar sabiamente para poder redimir el tiempo, aprovechando cada oportunidad disponible.

  • Entender la voluntad del Señor es la mejor manera de redimir nuestro tiempo (v. 16). La mayor parte de nuestro tiempo es malgastado porque no conocemos la voluntad del Señor.

  • Embriagarnos con vino es ser llenos en el cuerpo, mientras que ser llenos en el espíritu (nuestro espíritu regenerado, no el Espíritu de Dios) es ser llenos de Cristo (Ef. 1:23) hasta la medida de la plenitud de Dios (Ef. 3:19). Embriagarnos con vino en nuestro cuerpo físico nos trae disolución, pero ser llenos de Cristo, la plenitud de Dios, en nuestro espíritu, hace que rebosemos de Cristo al hablar, cantar, salmodiar y dar gracias a Dios (vs. 19-20), y también hace que estemos sujetos los unos a los otros (v. 21).

  • Los vs. 19-21 modifican la frase sed llenos en el espíritu del v. 18. Los salmos, himnos y cánticos espirituales no sólo son para ser cantados y salmodiados, sino también para que nos los hablemos unos a otros. El hablar, cantar, salmodiar, darle gracias a Dios (v. 20), y el someternos unos a otros (v. 21) no solamente son el rebosar producto de ser llenos en el espíritu, sino que también son la manera en que somos llenos en el espíritu.

  • Los salmos son poemas largos, los himnos son poemas más cortos, y los cánticos espirituales son poemas aún más cortos. Todos éstos son necesarios para que seamos llenos del Señor y para rebosar de Él en nuestra vida cristiana.

  • Debemos darle gracias a Dios el Padre, no sólo en los tiempos buenos sino en todo tiempo, y no sólo por las cosas buenas sino por todas las cosas. Aun en los tiempos malos debemos darle gracias a Dios nuestro Padre por las cosas malas.

  • La realidad del nombre del Señor es Su persona. Estar en Su nombre es estar en Su persona, en Él mismo. Esto implica que debemos ser uno con el Señor en darle gracias a Dios.

  • Someternos unos a otros también es una manera de ser llenos en el espíritu con el Señor (v. 18) y es lo que rebosa cuando somos llenos. Esto es vivir siendo llenos en nuestro espíritu de todas las riquezas de Cristo hasta la medida de la plenitud de Dios.

  • Debemos sujetarnos unos a otros; los jóvenes a los mayores y los mayores a los jóvenes (1 P. 5:5).

  • Según el contexto de los versículos siguientes, estar en el temor de Cristo es temer ofender a la Cabeza. Esto guarda relación con la posición de Cristo como Cabeza (v. 23) e incluye estar sujetos los unos a los otros. Véase la nota Ef. 5:331b.

  • La relación entre las esposas y los maridos está relacionada con ser llenos en el espíritu. Sólo al ser llenos en nuestro espíritu podemos tener una vida matrimonial apropiada, la cual es una figura de la relación que existe entre Cristo y la iglesia.

  • Ésta es una manera de sujetarnos implícita en el v. 21. El apóstol en su exhortación con respecto a la vida matrimonial, se dirige primero a las esposas, porque las esposas, como Eva en Gn. 3, se desvían del camino correcto más fácilmente que los maridos. En 1 P. 3:7 vemos que la esposa es el vaso más frágil. En las exhortaciones de Pablo con respecto a esposas y maridos, a hijos y padres, así como a esclavos y amos, él cuidó primero de la parte más frágil y luego de la parte más fuerte.

  • La mayoría de las esposas aprecian y respetan a los maridos de otras; por eso, el apóstol exhorta a las esposas a que estén sujetas a sus propios maridos como al Señor sin importar qué clase de maridos tengan. Según el mismo principio, cuando Pablo se dirigió a los maridos, los exhortó a que amaran a sus propias esposas (vs. 28, 33). Si deseamos vivir conforme a la realidad, por gracia, y en amor y luz, no debemos comparar a nuestro cónyuge con el de otros.

  • El marido como cabeza de su esposa tipifica a Cristo, quien es la Cabeza de la iglesia.

  • Cristo no sólo es la Cabeza de la iglesia, sino también el Salvador del Cuerpo. El hecho de que Él sea la Cabeza es cuestión de autoridad, mientras que el hecho de que Él sea el Salvador es cuestión de amor. Debemos estar sujetos a Él como nuestra Cabeza y debemos amarlo como nuestro Salvador.

  • El pensamiento aquí es el siguiente: aunque los maridos no son los que salvan a sus esposas en la manera en que Cristo es el Salvador de la iglesia, las esposas de todos modos deben estar sujetas a sus maridos como la iglesia lo está a Cristo.

  • Según lo que Dios ha ordenado, la sujeción de las esposas a sus maridos debe ser absoluta, sin concesión alguna. Esto no quiere decir que ellas deban obedecer a sus maridos en todo. Obedecer es diferente a estar sujetos. Con relación a la obediencia, el énfasis está en el cumplimiento, mientras que en cuanto a la sumisión, el énfasis está en la subordinación. En las cosas pecaminosas, en las cosas en contra de Dios y del Señor, las esposas no deben obedecer a sus maridos. Sin embargo, ellas deben seguir sujetas a ellos. En una situación similar, los tres amigos de Daniel desobedecieron la orden del rey de Babilonia de adorar al ídolo, aun así, permanecieron sujetos a la autoridad del rey (Dn. 3:13-23).

  • Lo opuesto de estar sujeto sería regir; sin embargo, el apóstol no exhortó a los maridos a regir a sus esposas sino a amarlas. En la vida matrimonial, la obligación de la esposa es estar sujeta y la del marido es amar. La sujeción de la esposa y el amor del marido constituyen la vida matrimonial apropiada que tipifica la vida de iglesia normal, en la cual la iglesia está sujeta a Cristo y Cristo ama a la iglesia. El amor es el elemento mismo, la sustancia interna, de Dios (1 Jn. 4:8, 16). La meta de este libro es introducirnos en la sustancia interna de Dios para que disfrutemos a Dios como amor y disfrutemos Su presencia en la dulzura del amor divino, y así amemos a otros como Cristo lo hacía.

  • El amor del marido hacia su esposa tiene que ser como el amor de Cristo por la iglesia: el marido debe estar dispuesto a pagar un precio, incluso a morir, por su esposa.

  • El propósito de Cristo al entregarse a Sí mismo por la iglesia es santificarla, no sólo separándola para Sí mismo de todo lo profano, sino también saturándola de Su elemento para que ella sea Su complemento. Él logra este propósito al limpiarla por el lavamiento del agua en la palabra.

  • Lit., lavacro. En el griego aparece el artículo definido antes de esta palabra, y esto hace que se refiera al mismo lavacro que era conocido por todos los judíos. En el Antiguo Testamento los sacerdotes usaban el lavacro para lavarse de su contaminación terrenal (Éx. 30:18-21). Ahora el lavacro, el lavamiento del agua, nos lava de la contaminación.

  • Según el concepto divino, aquí el agua se refiere a la vida de Dios que fluye, la cual es tipificada por una corriente de agua (Éx. 17:6; 1 Co. 10:4; Jn. 7:38-39; Ap. 21:6; 22:1, 17). Aquí el lavamiento del agua es diferente del lavamiento de la sangre redentora de Cristo. La sangre redentora nos lava de nuestros pecados (1 Jn. 1:7; Ap. 7:14), mientras que el agua de vida nos lava de los defectos de la vida natural de nuestro viejo hombre, tales como manchas, arrugas y cosas semejantes, según se menciona en el v. 27. Al separar y santificar la iglesia, el Señor primero nos lava de nuestros pecados con Su sangre (He. 13:12) y luego, con Su vida, nos lava de nuestras manchas naturales. Ahora estamos en este proceso de lavamiento a fin de que la iglesia sea santa y sin defecto (v. 27).

  • La palabra griega denota una palabra específica para el momento. El Cristo que mora en nosotros como Espíritu vivificante siempre nos habla una palabra específica, actual y viviente para quitar metabólicamente lo viejo y reemplazarlo con lo nuevo, realizando una transformación interna. La purificación por el lavamiento del agua de vida está en la palabra de Cristo. Esto indica que en la palabra de Cristo se encuentra el agua de vida. Esto está tipificado por el lavacro situado entre el altar y el tabernáculo (Éx. 38:8; 40:7).

  • En el pasado, Cristo, el Redentor, se entregó a Sí mismo por la iglesia (v. 25) para redimirla e impartirle vida (Jn. 19:34). Hoy en día, Él, como Espíritu vivificante, santifica a la iglesia a través de la separación, la saturación, la transformación, el crecimiento y la edificación. En el futuro, Él, como el Novio, presentará a la iglesia a Sí mismo como Su complemento para Su satisfacción. Por lo tanto, Cristo ama la iglesia con miras a separarla y santificarla, y el propósito de esta separación y santificación de la iglesia es presentársela a Sí mismo.

  • En esta sección de exhortación el apóstol presentó otro aspecto de la iglesia, el de la novia. Este aspecto revela que la iglesia procede de Cristo, como Eva procedió de Adán (Gn. 2:21-22), que ella tiene la misma vida y naturaleza que Cristo, y que llega a ser uno con Él como Su complemento, así como Eva fue una sola carne con Adán (Gn. 2:24). La iglesia como nuevo hombre está relacionada con la gracia y la realidad, mientras que la iglesia como novia de Cristo está relacionada con el amor y la luz. La exhortación del apóstol en el cap. 4 está enfocada en el nuevo hombre, el cual tiene gracia y realidad como sus elementos básicos, mientras que su exhortación en este capítulo está enfocada en la novia de Cristo, la cual tiene amor y luz como sus sustancias básicas. Debemos andar como el nuevo hombre en gracia y realidad, y debemos vivir como la novia de Cristo en amor y luz.

  • La gloria es Dios expresado. Así que, ser glorioso es expresar a Dios. Finalmente, la iglesia presentada a Cristo será una iglesia que exprese a Dios.

  • La mancha aquí representa algo de la vida natural, y las arrugas están relacionadas con la vejez. Sólo el agua de vida puede lavar metabólicamente tales defectos por la transformación realizada por la vida divina.

  • Ser santo significa estar saturado de Cristo y ser transformado por Él, y ser sin defecto significa no tener manchas ni arrugas, no tener nada de la vida natural de nuestro viejo hombre.

  • Sustentarnos es alimentarnos con la palabra viviente del Señor. Cuidar con ternura es criarnos con amor tierno acogiéndonos con tierno cuidado, enterneciéndonos externamente con cálido afecto para que internamente podamos tener un reposo dulce y confortable. Ésta es la manera en que Cristo cuida de la iglesia, Su Cuerpo.

  • Esto fue lo que Dios dispuso en conformidad con Su economía (Gn. 2:24; Mt. 19:5).

  • Lit., estarán una carne.

  • Cristo y la iglesia como un solo espíritu (1 Co. 6:17), tipificado por un marido y una esposa como una sola carne, son el gran misterio.

  • Puesto que una esposa debe respetar a su marido como la cabeza (siendo el marido aquel que tipifica a Cristo, la Cabeza de la iglesia), deberá temer a su marido en el temor de Cristo (v. 21).

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