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Capítulos de libros «La Epístola de Pablo a Los Filipenses»
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  • O, fastidioso, tedioso, problemático.

  • Regocijarse en el Señor es una salvaguardia, una seguridad.

  • Es decir, vigilar siempre. Por un lado, el apóstol aconsejó a los filipenses que se regocijaran en el Señor; por otro, les advirtió que siempre se guardaran de los judaizantes.

  • Puesto que no se usa ninguna conjunción entre ninguna de estas tres cláusulas, deben de referirse a la misma clase de personas. Los perros son inmundos (Lv. 11:27), los malos obreros son malignos, y los mutiladores del cuerpo son aquellos que merecen desprecio. (Los es un término despectivo para referirse a los de la circuncisión. Véase la nota Gá. 5:121). Los perros aquí mencionados son los judaizantes. En cuanto a su naturaleza, los judaizantes son perros inmundos, en cuanto a su conducta son obreros malignos, y en cuanto a su religión ellos son mutiladores del cuerpo, gente de la cual avergonzarse. En un libro de este género, tocante a la experiencia y el disfrute de Cristo, el apóstol advirtió a los creyentes gentiles contra tales personas inmundas, malignas y despreciables.

  • Los creyentes neotestamentarios, verdaderamente circuncidados por la crucifixión de Cristo (véase la nota Gá. 5:111a y la nota Col. 2:111). Ellos son absolutamente diferentes de los judaizantes. Sirven como sacerdotes por el Espíritu de Dios, no por las ordenanzas de la ley; se glorían en Cristo, no en la ley; y no tienen confianza en la carne, sino en el Espíritu.

  • En el griego, servimos aquí y servicio en Fil. 2:17 se refieren al servicio sacerdotal.

  • En los vs. 2-3 hay un contraste triple: los creyentes que sirven por el Espíritu de Dios, en contraste con los perros; los creyentes que se glorían en Cristo, en contraste con los malos obreros; y los creyentes que no confían en la carne, en contraste con los mutiladores del cuerpo.

  • La carne aquí comprende todo lo que somos y tenemos en nuestro ser natural. El hecho de que los judaizantes confiaran en su circuncisión era señal de que su confianza se basaba en su carne, y no en el Espíritu.

  • El día en que un verdadero israelita había de circuncidarse (Gn. 17:12). Ser circuncidado en este día lo distinguía de los ismaelitas (Ismael fue circuncidado a los trece años, Gn. 17:25) y los prosélitos, quienes eran circuncidados en una fecha posterior.

  • El linaje llamado por Dios, los verdaderos descendientes de Abraham (Ro. 11:1; 2 Co. 11:22). Pablo no era descendiente de los prosélitos, que habían sido injertados en el linaje del pacto de Dios.

  • Tribu preciosa y fiel en cuya región se hallaba la ciudad real de Jerusalén y el templo de Dios (Dt. 33:12).

  • Un hebreo nacido de padres hebreos con antepasados hebreos por ambas partes.

  • La ley de Moisés, que era respetada por todos los judíos ortodoxos.

  • Los fariseos eran la secta más estricta de la religión judía (Hch. 26:5; 23:6), una secta extremadamente celosa por la ley de Moisés. Véase la nota Mt. 3:71a.

  • El celo por la ley de Moisés y por la religión judía (Gá. 1:14 y la nota 1).

  • Es decir, hallado o mostrado irreprensible. Esto era a los ojos del hombre, según el juicio del hombre. A los ojos de Dios, según Su justa ley, ninguna carne es irreprensible (Gá. 2:16b).

  • Los vs. 7-8 son el corazón de este libro. Aquí nosotros somos llevados a experimentar a Cristo.

  • Lo mencionado en los vs. 5-6.

  • Pablo contó todo tipo de ganancia como pérdida porque traían un solo resultado, a saber, perder a Cristo, tal como lo indica la frase por amor de Cristo.

  • Todas las cosas que en un tiempo fueron ganancia para Pablo, le estorbaban y entorpecían su participación y disfrute de Cristo. Por tanto, por amor a Cristo todo lo que era ganancia era una pérdida para él.

  • Los vs. 8-11, siendo en conjunto una frase larga, son como los peldaños de una escalera, los cuales nos llevan más y más arriba hasta que lleguemos a la cumbre mencionada en el v. 11.

  • Pablo contó como pérdida, por amor de Cristo, no sólo las cosas de su antigua religión, enumeradas en los vs. 5-6, sino también todas las demás cosas.

  • La excelencia del conocimiento de Cristo proviene de la excelencia de Su persona. Los judíos consideran la ley de Dios dada a través de Moisés la cosa más excelente de toda la historia humana; por esto, tienen celo por la ley. Pablo también tenía ese celo. Pero cuando Dios le reveló a Cristo (Gá. 1:15-16), Pablo vio que la excelencia, la supereminencia, la preciosidad suprema, el mérito sobrepujante, de Cristo superaba por mucho la excelencia de la ley. Su conocimiento de Cristo vino a ser la excelencia del conocimiento de Cristo. A causa de esto, estimaba como pérdida no sólo la ley y la religión establecida según la ley, sino todas las cosas.

  • La frase en cuanto a, que puede traducirse según, se usa tres veces en los vs. 5-6, con la ley, con el celo y con la justicia. En los vs. 7-8 la frase por amor de se usa dos veces con Cristo, y la palabra por, una vez, con la excelencia del conocimiento de Cristo; ambas expresiones podrían traducirse por causa de. Cristo está en contraste con la ley, con el celo por ella y con la justicia que está en ella. La excelencia del conocimiento de Cristo y Cristo mismo están en contraste con la ley y con todas las cosas. Por amor de Cristo y por la excelencia del conocimiento de Cristo, Pablo dejó la ley, su celo por ella, la justicia que está en ella y todas las demás cosas. Esto indica que Cristo y la excelencia del conocimiento de Cristo son muy superiores a la ley y a cualquier otra cosa.

  • Se refiere a la escoria, el desecho, la inmundicia, lo que se tira a los perros y, por ende, comida de perros, estiércol. No hay comparación entre tales cosas y Cristo.

  • Conocer a Cristo no es meramente saber de Él, sino que es ganar Su propia persona. Cristo es la corporificación de la plenitud de la Deidad (Col. 2:9) y la realidad de las sombras de todas las cosas positivas (Col. 2:16-17). Para obtener algo se requiere pagar un precio. Ganar a Cristo es experimentar, disfrutar y poseer todas Sus inescrutables riquezas (Ef. 3:8) al pagar un precio.

  • Pablo había estado por completo en la religión judía, bajo la ley y siempre había sido hallado por otros en la ley. Pero en su conversión fue trasladado de la ley y de su antigua religión a Cristo, llegando a ser “un hombre en Cristo” (2 Co. 12:2). Ahora él esperaba ser hallado en Cristo por todos los que lo observaban, es decir, los judíos, los ángeles y los demonios. Esto indica que él aspiraba a que todo su ser estuviera sumergido en Cristo y saturado de Él para que todos los que lo observaran lo hallaran totalmente en Cristo. Únicamente cuando seamos hallados en Cristo Él será expresado y magnificado (Fil. 1:20).

  • “No teniendo mi propia justicia…sino…la justicia procedente de Dios”; ésta era la condición en la cual Pablo deseaba ser hallado en Cristo. Él no quería vivir en su propia justicia, sino en la justicia de Dios, y ser hallado en tal condición trascendente, expresando a Dios al vivir a Cristo, y no por guardar la ley.

  • La justicia que proviene de los esfuerzos del hombre por guardar la ley, como lo menciona el v. 6.

  • Lit., la fe de Cristo. Véase la nota Ro. 3:221. La fe con la cual nosotros creemos en Cristo proviene de nuestro conocimiento de Cristo y de nuestro aprecio por Él. Es Cristo mismo, infundido en nosotros mediante nuestro aprecio por Él, que viene a ser nuestra fe, la fe en Él. Por esto, es la fe de Cristo la que nos introduce en una unión orgánica con Él.

  • La justicia que es Dios mismo vivido y expresado por nosotros para ser nuestra justicia por medio de nuestra fe en Cristo. Tal justicia es la expresión de Dios, quien vive en nosotros.

  • Es decir, sobre la base o la condición de fe. La fe es la base, la condición, sobre la cual recibimos y poseemos la justicia que proviene de Dios, la justicia más elevada, que es Cristo (1 Co. 1:30).

  • Para poder conocer (experimentar) a Cristo y el poder de Su resurrección y la comunión en Sus padecimientos, Pablo vivía en una condición en la cual no tenía su propia justicia, sino la justicia que proviene de Dios. En el v. 8 se ve que la excelencia del conocimiento de Cristo viene por revelación. Pero aquí conocerle viene por medio de nuestra experiencia, es decir, se refiere a tener el conocimiento de Él que se adquiere al experimentarle, experimentarle en el pleno conocimiento de Él. Pablo primero recibió la revelación de Cristo, luego buscó la experiencia de Cristo, la cual consiste en conocer y disfrutar a Cristo en nuestra experiencia.

  • El poder de la resurrección de Cristo es Su vida de resurrección, la cual lo resucitó de los muertos (Ef. 1:19-20). La realidad del poder de la resurrección de Cristo es el Espíritu (Ro. 1:4). Conocer y experimentar este poder requiere que seamos identificados con la muerte de Cristo y que seamos conformados a ella. La muerte es la base de la resurrección. Para experimentar el poder de la resurrección de Cristo, necesitamos vivir una vida crucificada, tal como Él lo hizo. Ser conformados a Su muerte le proporciona al poder de Su resurrección una base desde la cual Su vida divina pueda levantarse para ser expresada en nosotros.

  • Participar de los padecimientos de Cristo (Mt. 20:22-23; Col. 1:24), una condición necesaria para experimentar el poder de Su resurrección (2 Ti. 2:11) al ser conformados a Su muerte. Pablo procuraba conocer y experimentar no sólo la excelencia de Cristo mismo, sino también el poder vital de Su resurrección y la participación en Sus padecimientos. En el caso de Cristo, los sufrimientos y la muerte vinieron primero, seguidos por la resurrección; en el caso nuestro, el poder de Su resurrección viene primero, seguido por la participación en Sus sufrimientos y el ser conformados a Su muerte. Primero recibimos el poder de Su resurrección; luego, por este poder somos capacitados para participar de Sus sufrimientos y vivir una vida crucificada en conformidad con Su muerte. Tales padecimientos sirven principalmente para producir y edificar el Cuerpo de Cristo (Col. 1:24).

  • Tomar la muerte de Cristo como el molde para la vida de uno. Pablo vivía continuamente una vida crucificada, una vida bajo la cruz, tal como vivió Cristo en Su vivir humano. Mediante tal vida el poder de resurrección de Cristo se experimenta y se expresa. El molde de la muerte de Cristo se refiere a la experiencia de Cristo de hacer morir continuamente Su vida humana para poder vivir por la vida de Dios (Jn. 6:57). Nuestra vida debe ser conformada a tal molde al morir nosotros a nuestra vida humana para vivir la vida divina. Ser conformados a la muerte de Cristo es el requisito para conocerle y experimentarle a Él, y también para conocer y experimentar el poder de Su resurrección y la comunión en Sus padecimientos.

  • Es decir, alcanzase. Esto requiere que nosotros corramos triunfalmente la carrera para obtener el premio (1 Co. 9:24-26; 2 Ti. 4:7-8).

  • La resurrección sobresaliente, que será un premio para los santos vencedores. Todos los creyentes que mueran en Cristo tendrán parte en la resurrección de los muertos cuando el Señor regrese (1 Ts. 4:16; 1 Co. 15:52). Pero los santos vencedores disfrutarán una porción superior, una porción sobresaliente, de esa resurrección. Véase la nota He. 11:352b.

    Llegar a esta superresurrección indica que todo nuestro ser ha sido resucitado paulatina y continuamente. Dios primero resucitó nuestro espíritu que estaba en una condición de muerte (Ef. 2:5-6); luego, desde nuestro espíritu Él procede a resucitar nuestra alma (Ro. 8:6) y nuestro cuerpo mortal (Ro. 8:11), hasta que todo nuestro ser —espíritu, alma y cuerpo— sea completamente resucitado de nuestro viejo ser por Su vida y con Su vida. Éste es un proceso en vida por el cual tenemos que pasar, y una carrera que tenemos que correr hasta que lleguemos a tal resurrección, la superresurrección, nuestro premio. Así que, la superresurrección debe ser la meta y el destino de nuestra vida cristiana. Podemos alcanzar esta meta solamente al ser conformados a la muerte de Cristo, o sea, al vivir una vida crucificada. En la muerte de Cristo pasamos por un proceso en resurrección por el cual somos trasladados de la vieja creación a la nueva.

  • Pablo ya había obtenido la salvación que es común a todos los creyentes, por medio de la fe común a todos ellos (1 Ti. 1:14-16), pero no había obtenido aún la porción extra de la resurrección. Para obtener tal porción él tenía que proseguir, correr y acabar su carrera triunfalmente.

  • Cuando se convirtió.

  • En su búsqueda presente.

  • O, completado, madurado (en vida).

  • La misma palabra griega se puede traducir persigo, con el sentido de seguir adelante, ir en pos. Es así como Pablo corrió la carrera para obtener el premio y alcanzar la madurez. Antes de ser salvo, él perseguía a Cristo. Después de ser salvo, seguía en pos de Cristo al grado de perseguirlo, pero en un sentido positivo.

  • Ganar, echar mano, tomar posesión, capturar.

  • Cuando Pablo se convirtió, Cristo le asió, tomó posesión de él, a fin de que él a su vez asiera a Cristo, tomara posesión de Cristo. Cristo lo ganó para que él ganara a Cristo (v. 8).

  • Ganado, echado mano, tomado posesión, capturado. Así también en el v. 13.

  • Pablo había experimentado a Cristo y ganado de Él en gran manera; con todo y eso, no consideraba que hubiese experimentado a Cristo en plenitud o que lo hubiese ganado a lo sumo. Pablo proseguía con todas sus fuerzas a la meta: ganar a Cristo al grado máximo.

  • A fin de ganar a Cristo a lo sumo, Pablo no solamente había olvidado sus experiencias en el judaísmo sino que también se negaba a estancarse en sus antiguas experiencias de Cristo. Él olvidaba el pasado. No olvidar nuestras experiencias del pasado y quedarnos estancados en ellas, por muy genuinas que hayan sido, estorban nuestra búsqueda de Cristo.

  • Cristo es insondablemente rico. Hay un vasto territorio de riquezas Suyas que podemos poseer. Pablo se extendía para ver si podía llegar a los confines de este territorio.

  • Véase la nota Fil. 3:125c.

  • El pleno disfrute de Cristo y el ganarlo a Él.

  • El máximo disfrute de Cristo en el reino milenario como recompensa para los corredores de la carrera neotestamentaria que obtienen la victoria.

  • Ser llamados a lo alto tiene como fin que obtengamos el premio al cual Dios nos llama desde los cielos. Este llamamiento celestial (He. 3:1) corresponde a nuestra ciudadanía celestial en el v. 20 no es un llamamiento terrenal como el que se les hizo a los hijos de Israel en la carne. Este llamamiento a lo alto nos insta a tomar posesión de Cristo, mientras que el llamamiento terrenal se les hizo a los hijos de Israel para que tomaran posesión de la tierra física.

  • Es decir, completamente crecidos. La madurez es una de las etapas. Es posible que seamos maduros pero que no lo seamos en plenitud. Madurez aquí es usado en un sentido relativo, es decir, ni ser niños ni hombres plenamente maduros. Por lo tanto, es necesario proseguir y seguir creciendo.

  • En este libro lo dicho a los creyentes de Filipos está enfocado en la mente, la parte principal del alma. En este libro se les manda combatir unánimes junto con el evangelio personificado (Fil. 1:27), tener un mismo pensamiento, estar unidos en el alma, tener este único pensamiento (Fil. 2:2; 4:2), que haya en ellos la misma manera de pensar que hubo en Cristo (Fil. 2:5), y tener este mismo sentir, el cual se centra en ir en pos de Cristo y en ganarlo a lo sumo. Cuando nuestra mente se ocupa de esto, tenemos el mismo sentir, y por ende el mismo pensamiento, incluso el único pensamiento, que es: ganar a Cristo a lo sumo; además, estamos unidos en el alma, tenemos el mismo ánimo (Fil. 2:20) y somos hechos unánimes.

  • Nuestra meta debe ser ir en pos de Cristo. No debemos tener ningún otro interés. Dios nos revela que nuestra mente debe estar fija en esto, debe centrarse en seguir a Cristo. Él desea regular nuestra mente todo el tiempo, volviéndola hacia Cristo como centro.

  • Esta palabra concluye los versículos anteriores, y nos exhorta a hacer una sola cosa: andar conforme a la misma regla.

  • En aquello a que hemos llegado modifica a andemos.

  • Gr. stoijéo; significa andar en orden, derivado de stéjo, que significa disponer conforme a líneas regulares, marchar en filas, llevar el paso, ser conformados a la virtud y a la piedad, como es usado en Ro. 4:12; Gá. 5:25 y Gá. 6:16. Es diferente de la palabra traducida andan en los vs. 17-18, que significa vivir, comportarse, estar ocupado o pasearse, según se usa en Ro. 6:4; 8:4; 13:13; 1 Co. 3:3; Gá. 5:16 y Ef. 4:1, 17. Con esta palabra el apóstol nos exhorta a que andemos y a que pongamos orden a nuestras vidas —en aquello a que hemos llegado, al grado que hayamos avanzado— siguiendo la misma regla, estando en la misma fila, en la misma senda, en los mismos pasos. Cualquiera sea el estado al que hayamos llegado en nuestra vida espiritual, todos tenemos que andar, como lo hizo el apóstol, siguiendo la misma regla, en la misma senda, es decir, debemos ir en pos de Cristo hacia la meta para ganar Cristo al máximo como el premio del llamamiento a lo alto que Dios nos ha hecho. Véase la nota Gá. 5:252a.

  • La misma línea, la misma senda, los mismos pasos. La manera en que Pablo usa esta palabra indica que debemos andar por la misma senda según el mismo principio elemental.

  • Probablemente aquellos que practicaban la filosofía de los epicúreos, la cual promovía abandonarse a los placeres de comer y beber, y fomentaba la gratificación propia en otras cosas, todas las cuales eran contrarias a la cruz de Cristo. En el v. 2 vemos que los judaizantes perjudicaban a los filipenses. En este versículo los epicúreos les estaban causando otra clase de perjuicio. Mientras los judaizantes eran de origen judío, los epicúreos eran de origen pagano.

    Básicamente, la exhortación que vemos en este capítulo fue dada por causa de ambos grupos. Al hablar de los judaizantes Pablo edificó a los filipenses en cuanto al trato que se debe aplicar al alma (vs. 1-16), especialmente la mente, y su alusión a los epicúreos instruyó a los filipenses en cuanto al trato que debemos aplicar al cuerpo (vs. 17-21). Con respecto al alma debemos tener por basura todas las cosas religiosas, filosóficas y culturales. En cuanto al cuerpo, debemos ocuparnos de nuestras necesidades físicas, pero no debemos abandonarnos al disfrute físico excesivo.

  • La cruz de Cristo puso fin a la complacencia de las concupiscencias del cuerpo físico (Gá. 5:24).

  • Los epicúreos, quienes adoraban su vientre y servían a su estómago. Al promover el disfrute de comer y beber, se preocupaban más por complacerse y deleitarse en lo físico que por la ética y la moral. Su estómago era su dios.

  • Las cosas físicas, las cosas materiales, asuntos tales como comer y beber. Es verdad que necesitamos la comida y el vestido; sin embargo, no debemos abandonarnos al disfrute de estas cosas.

  • La palabra griega significa mancomunidad, asociaciones de vida.

  • En contraste con terrenal en el versículo anterior. Aquellos que practicaban la filosofía de los epicúreos ponían su mente en las cosas terrenales, pero nuestra ciudadanía está en los cielos.

  • La transfiguración de nuestro cuerpo es la consumación final de la salvación de Dios. En Su salvación Dios primero regenera nuestro espíritu (Jn. 3:6), ahora está transformando nuestra alma (Ro. 12:2), y por último transfigurará nuestro cuerpo, haciéndonos iguales a Cristo en las tres partes de nuestro ser.

  • Nuestro cuerpo natural, hecho de polvo sin valor (Gn. 2:7) y dañado por el pecado, la debilidad, la enfermedad y la muerte (Ro. 6:6; 7:24; 8:11).

  • El cuerpo resucitado de Cristo, saturado de la gloria de Dios (Lc. 24:26) y trascendente sobre la corrupción y la muerte (Ro. 6:9).

  • La transfiguración de nuestro cuerpo es efectuada por el gran poder del Señor, el cual somete todas las cosas a Él mismo (Ef. 1:19-22). Ésta es la fuerza todopoderosa del universo.

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