En los vs. 21-31 hay dos mujeres, Agar y Sara; dos ciudades, la Jerusalén terrenal y la Jerusalén celestial; dos pactos, uno de la ley y el otro de la promesa; y dos hijos, uno según la carne y el otro según el Espíritu. El apóstol quería que los gálatas supieran que eran hijos de la Jerusalén de arriba, hijos de la mujer libre, y quería que se apropiaran del pacto de la promesa y, conforme al Espíritu, disfrutaran del Espíritu todo-inclusivo como la bendición del evangelio (Gá. 3:14). En esta sección, Sara, la mujer libre, simboliza el pacto de la promesa, el cual también está simbolizado por la Jerusalén de arriba, que es nuestra madre; la madre simboliza la gracia, por la cual nacimos para ser hijos de Dios, quien es la fuente misma de la gracia. Así que, la mujer libre, el pacto de la promesa, la Jerusalén de arriba y la madre, todo ello se refiere a la gracia de Dios, que es el medio mismo de nuestro nacimiento espiritual. Fue de esta gracia, Cristo, que habían caído los gálatas quienes habían sido distraídos por el judaísmo (Gá. 5:4).