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Capítulos de libros «La Primera Epístola de Pablo a Los Corintios»
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Mis lecturas
  • Algunos mss. antiguos dicen: testimonio. Lo que el apóstol anunció fue el misterio de Dios, el cual es Cristo como corporificación de Dios y la iglesia como expresión de Cristo (Ro. 16:25-26; Col. 1:26-27; 2:2; 4:3; Ef. 3:4-6, 9).

  • O, superioridad. Pablo no vino a Corinto para exhibir una elocuencia excelente y superior ni una sabiduría filosófica al anunciar el misterio de Dios.

  • El Cristo crucificado era el único tema, el centro, el contenido y la sustancia del ministerio del apóstol. Debido a esto, cuando Pablo iba a ministrar la palabra del testimonio de Dios a los griegos, quienes exaltaban la elocuencia y adoraban la sabiduría, él se propuso no saber nada sino al Cristo todo-inclusivo, y a éste crucificado. ¡Qué determinación! Debe servirnos de modelo a todos nosotros.

  • Jesucristo denota la persona del Señor. La expresión éste crucificado se refiere al ejemplo del vivir del Señor, Sus acciones, Su obra y Su manera de hacer las cosas, e indica Su humillación y afrenta. Para derribar el orgullo que los griegos tenían de su sabiduría elevada, aquí Pablo no se refirió a la resurrección del Señor en gloria (Lc. 24:26) ni a Su ascensión en exaltación (Hch. 2:33, 36).

  • Se refiere a la debilidad física del apóstol, la cual tal vez se debía a los sufrimientos físicos que experimentó al ser perseguido por causa del evangelio. Él no se mostraba como un hombre físicamente fuerte mientras estaba entre los griegos, los cuales procuraban ser fuertes no sólo psicológicamente en sus filosofías, sino también físicamente en sus ejercicios gimnásticos.

  • El temor es el sentimiento interno; el temblor es la manifestación externa. Internamente el apóstol temía pasar por alto a Cristo al ejercer su ministerio entre los griegos, quienes buscaban sabiduría; y externamente temblaba, temiendo ser afectado por la aspiración prevaleciente que ellos tenían de obtener más sabiduría. Por tal temor y temblor él se mantuvo fiel y firme, conforme a la visión celestial, en el ministerio que Dios le había asignado, evitando así toda desviación. Los judíos religiosos estaban orgullosos de su religión tradicional, y los griegos filosóficos eran arrogantes en su sabiduría mundana. Al ministrar a Cristo a ambos, el apóstol estaba en temor y mucho temblor. ¡Qué contraste tan grande había entre él y ellos!

  • Las palabras persuasivas de sabiduría provienen de la mente humana; la demostración del Espíritu procede del espíritu. Las palabras y la predicación del apóstol no provenían de su mente con palabras especulativas, sino que procedían de su espíritu con la liberación y la exhibición del Espíritu y, por ende, de poder.

  • La sabiduría de los hombres es la filosofía rudimentaria; el poder de Dios es el Cristo todo-inclusivo (1 Co. 1:24).

  • Es decir, destruidos (la misma palabra que se usa en 1 Co. 1:28).

  • La sabiduría de Dios es Cristo (1 Co. 1:24), quien es el misterio oculto (Col. 1:26-27), destinado, designado y ordenado de antemano, antes de los siglos, para nuestra gloria.

  • Es decir, en la eternidad.

  • He. 1:2 y la nota 5; He. 11:3

  • Cristo, quien es el Señor de gloria (v. 8). Cristo es nuestra vida hoy (Col. 3:4) y nuestra gloria en el futuro (Col. 1:27). A esta gloria Dios nos ha llamado (1 P. 5:10) y nos introducirá en la misma (He. 2:10). Ésta es la meta de la salvación realizada por Dios.

  • El campo de visión del ojo es reducido, el campo de percepción del oído es más amplio, y el campo de comprensión del corazón no tiene límite. Dios en Su sabiduría (es decir, en Cristo) dispuso y preparó para nosotros muchas cosas profundas y escondidas, tales como la justificación, la santificación y la glorificación. Todas éstas son cosas que el ojo humano jamás ha visto, que el oído humano jamás ha oído, y que el corazón humano jamás ha comprendido.

  • Lit., sobre.

  • Para comprender las cosas profundas y escondidas que Dios dispuso y preparó para nosotros y también para participar de ellas, no sólo se requiere que creamos en Él, sino que también le amemos. Temer a Dios, adorarle, y creer en Él (es decir, recibirle) no es suficiente; amarlo es el requisito imprescindible. Amar a Dios significa centrar todo nuestro ser —espíritu, alma y cuerpo, junto con nuestro corazón, alma, mente y todas nuestras fuerzas (Mr. 12:30)— totalmente en Él, es decir, dejar que todo nuestro ser sea ocupado por Él y se pierda en Él, de modo que Él llegue a serlo todo para nosotros, y nosotros seamos uno con Él de un modo práctico en nuestra vida diaria. De esta manera tenemos la comunión más cercana y más íntima con Dios, y podemos internarnos en Su corazón y comprender todos sus secretos (Sal. 73:25; 25:14). Así, no sólo comprendemos sino que también experimentamos y disfrutamos las cosas profundas y escondidas de Dios y participamos plenamente de ellas.

  • Diferente de enseñó. Ser enseñado tiene que ver con la mente; pero recibir revelación está relacionado con nuestro espíritu. Para comprender las cosas profundas y escondidas que Dios preparó para nosotros, nuestro espíritu es más necesario que nuestra mente. Cuando todo nuestro ser es uno con Dios al amarle en comunión íntima, Él nos muestra en nuestro espíritu, por medio de Su Espíritu, todos los secretos del Cristo que es nuestra porción. En esto consiste la revelación de las cosas escondidas que Dios planeó en Su sabiduría con respecto a Cristo, las cuales jamás subieron en corazón de hombre.

  • La palabra griega se usa con referencia a una investigación activa e implica la adquisición de conocimiento exacto, no por un descubrimiento casual sino por exploración. El Espíritu de Dios explora las profundidades de Dios con respecto a Cristo y nos las muestra en nuestro espíritu para nuestra comprensión y participación.

  • Se refiere a las cosas profundas de Dios, que son Cristo en Sus muchos aspectos como nuestra porción eterna, la cual Dios dispuso de antemano, preparó y nos dio gratuitamente. Éstas jamás subieron en corazón de hombre, pero el Espíritu de Dios nos las revela en nuestro espíritu. Así que, debemos ser espirituales para poder participar de ellas. Debemos proceder, actuar y vivir en nuestro espíritu para poder disfrutar a Cristo como el todo para nosotros.

  • El espíritu del hombre es la parte más profunda del ser humano. Tiene la capacidad de penetrar la región más íntima de las cosas del hombre, mientras que la mente del hombre sólo puede conocer las cosas superficiales. Así también, sólo el Espíritu de Dios puede conocer las cosas profundas de Dios. Los creyentes corintios habían descuidado el espíritu del hombre y el Espíritu de Dios, y en lugar de eso habían optado por vivir en su mente por medio de la filosofía. De allí que este libro muestre que es esencial tener la experiencia adecuada de estos dos espíritus para la práctica de la vida de iglesia.

  • Alabado sea el Señor porque nosotros, los que nacimos de Dios por Su Espíritu, hemos recibido el Espíritu de Dios. Por lo tanto, estamos perfectamente capacitados para conocer las cosas profundas de Dios, las cuales Él nos dio por Su gracia para nuestro deleite.

  • La palabra griega significa combinar o juntar, tal como se hace al interpretar o explicar. Esta palabra es común en la Septuaginta: Gn. 40:8; 41:12, 15.

  • El pensamiento aquí es hablar lo espiritual con palabras espirituales. El énfasis no está en la persona a quien se habla, sino en el medio por el cual las cosas espirituales son expresadas. El apóstol habló lo espiritual, lo cual es lo profundo de Dios con respecto a Cristo, con palabras espirituales, las cuales son las palabras espirituales enseñadas por el Espíritu.

  • El v. 13 enfatiza los medios espirituales, es decir, las palabras espirituales usadas para comunicar las cosas espirituales. Los vs. 14-15 recalcan el objeto espiritual al cual se habla, es decir, el hombre espiritual (no el hombre anímico), capaz de discernir las cosas espirituales. Así pues, tanto los medios como el objeto deben ser espirituales. Las cosas espirituales deben ser habladas con palabras espirituales al hombre espiritual.

  • Un hombre anímico es un hombre natural, uno que permite que su alma (que consta de la mente, la parte emotiva y la voluntad) domine todo su ser y que vive regido por su alma, sin hacer caso de su espíritu, sin usar su espíritu e incluso comportándose como si no tuviera espíritu (Jud. 1:19). Tal hombre no recibe las cosas del Espíritu de Dios y no es capaz de conocerlas. Al contrario, las rechaza. Los judíos religiosos, los cuales exigían señales, y los griegos filosóficos, quienes buscaban sabiduría (1 Co. 1:22), eran tal clase de persona, para quienes las cosas del Espíritu de Dios eran necedad (1 Co. 1:23).

  • Se refiere a las profundidades de Dios con respecto a Cristo como nuestra porción.

  • El hombre anímico en su constitución intrínseca carece de la capacidad para percibir lo espiritual. Por consiguiente, no puede conocer las cosas espirituales.

  • O, examinar, investigar; y así llegar a un entendimiento claro con respecto a la verdad del asunto.

  • Aquí la palabra espiritualmente se refiere al espíritu del hombre, el cual es impulsado por el Espíritu de Dios para que ejerza plenamente su función y reemplace así el dominio y el control que el alma humana ejerce sobre el hombre. Sólo por medio de un espíritu así el hombre puede discernir las cosas del Espíritu de Dios. De acuerdo con el siguiente versículo, un hombre que es gobernado y controlado por su espíritu es un hombre espiritual. Puesto que Dios es Espíritu, todas las cosas del Espíritu de Dios son espirituales. Por lo tanto, el hombre debe usar el espíritu humano para discernir, conocer, las cosas del Espíritu de Dios (Jn. 4:24).

  • Un hombre espiritual niega su alma y no vive por ella, sino que permite que todo su ser sea dominado por su espíritu, es decir, su espíritu regenerado, en el cual mora el Espíritu de Dios y al cual el Espíritu de Dios infunde energía. Además, vive por ese espíritu, obrando y actuando conforme al mismo (Ro. 8:4). Tal persona espiritual puede discernir las cosas del Espíritu de Dios debido a que la capacidad de percepción espiritual en su constitución puede manifestar su función.

  • Puesto que somos orgánicamente uno con Cristo, tenemos todas las facultades que Él tiene. La mente es la facultad de la inteligencia, el órgano del entendimiento. Tenemos tal órgano, la mente de Cristo; por tanto, podemos conocer lo que Él conoce. Tenemos no solamente la vida de Cristo, sino también la mente de Cristo. Es necesario que Cristo sature nuestra mente, a partir de nuestro espíritu, haciendo que nuestra mente sea una con la Suya.

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