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Capítulos de libros «La Primera Epístola de Pedro»
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  • Los creyentes, al nacer por medio de la regeneración (1 P. 1:3, 23), llegan a ser como niños recién nacidos que, al ser nutridos por la leche espiritual, pueden crecer en vida para avanzar en su salvación, la cual tiene por finalidad el edificio de Dios.

  • Las cinco cosas negativas aquí mencionadas forman una secuencia. La malicia es la raíz, la fuente, y la maledicencia es la expresión. El engaño, las hipocresías y las envidias son los peldaños que conducen de la fuente a la expresión.

  • La exhortación contenida en los vs. 1-10 está basada en lo que revela el cap. 1, el cual recalca tres obras principales efectuadas por el Dios Triuno en los creyentes: la obra regeneradora del Padre (1 P. 1:3, 23), la obra redentora del Hijo (1 P. 1:2, 18-19) y la obra santificadora del Espíritu (1 P. 1:2). Por estas obras los creyentes pueden ser un pueblo santo que lleva una vida santa (1 P. 1:15-16). Con base en esto, Pedro exhorta a los creyentes a crecer en la vida divina (v. 2) para que sean edificados como casa espiritual (v. 5).

  • Nosotros los que creemos en Cristo llegamos a ser piedras vivas, iguales a Él, por medio de la regeneración y la transformación. Nosotros fuimos hechos de barro (Ro. 9:21). Sin embargo, en la regeneración recibimos la simiente de la vida divina, la cual crece en nosotros y así nos transforma en piedras vivas. Cuando Pedro se convirtió, el Señor le dio un nombre nuevo: Pedro, que significa: una piedra (Jn. 1:42), y cuando recibió la revelación referente a Cristo, el Señor le reveló además que Él era la roca, una piedra (Mt. 16:16-18). Con estos dos incidentes quedó impreso en Pedro el hecho de que Cristo y Sus creyentes son piedras para el edificio de Dios.

  • U, honorable; diferente de la palabra usada en 1 P. 1:19. Aquella palabra denota preciosidad en esencia; ésta denota una preciosidad que el hombre reconoce y honra.

  • Una piedra viva no solamente posee vida, sino que también crece en vida. Cristo es la piedra viva para el edificio de Dios. Aquí Pedro pasa de la metáfora de la simiente, la cual pertenece al reino vegetal (1 P. 1:23-24), a la de una piedra, la cual pertenece al reino mineral. La simiente sirve para plantar vida; la piedra sirve para edificar (v. 5). El pensamiento de Pedro pasa de la siembra de la vida al edificio de Dios. Cristo como vida para nosotros es la simiente; mas para el edificio de Dios Él es la piedra. Después de recibirle como simiente de vida, necesitamos crecer a fin de experimentarle como la piedra que vive en nosotros. De este modo Él también hará de nosotros piedras vivas, transformadas con Su naturaleza pétrea para que seamos edificados juntamente con otros como casa espiritual sobre Él como fundamento y piedra angular (Is. 28:16).

  • O, agradable, bondadoso.

  • El Señor puede ser saboreado, y Él tiene un sabor agradable y bueno. Si le saboreamos, anhelaremos la leche nutritiva de Su palabra (v. 2).

  • Es decir, resultando en. Crecer en vida resulta en nuestra salvación. Esta salvación es el resultado del crecimiento en vida y no es la salvación inicial. La plena y completa salvación de Dios abarca un período muy largo: desde la regeneración, que incluye la justificación, hasta la glorificación (Ro. 8:30). En la regeneración recibimos la salvación inicial (véase la nota 1 P. 1:55e). Luego, necesitamos crecer hasta llegar a la salvación plena, la madurez que lleva a la glorificación, al alimentarnos de Cristo como la leche nutritiva de la palabra de Dios. Ésta será la salvación de nuestra alma, la cual nos será revelada cuando el Señor Jesús sea manifestado (1 P. 1:5 y la nota 5; 1 P. 1:9-10, 13). Sin embargo, según el contexto, para salvación se refiere directamente a ser edificados como casa espiritual hasta ser un sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios en el v. 5, y a que anunciéis las virtudes de Aquel en el v. 9.

  • Crecer es un asunto de vida y en vida. Recibimos la vida divina por medio de la regeneración, y necesitamos crecer en esta vida y con esta vida al ser nutridos con la leche que se transmite en la palabra de Dios.

  • Es decir, lo citado en los vs. 6-8.

  • Se refiere a la desobediencia de los judíos, la cual les hizo tropezar.

  • Las palabras linaje, sacerdocio, nación y pueblo son sustantivos colectivos y se refieren a los creyentes corporativamente. Como linaje, nosotros los creyentes hemos sido escogidos; como un sacerdocio, un cuerpo de sacerdotes, pertenecemos a la realeza; como nación, somos santos; como pueblo, somos posesión de Dios, una posesión que Dios adquirió y que ahora Él tiene como Su tesoro especial (Tit. 2:14 y la nota 4). La frase linaje escogido denota que descendemos de Dios; real sacerdocio, que servimos a Dios; nación santa, que somos una comunidad para Dios; y pueblo adquirido indica que para Dios somos preciosos. Todo esto tiene un sentido corporativo. Por consiguiente, necesitamos ser juntamente edificados (v. 5).

  • Véase la nota 1 P. 2:56 y la nota 1 P. 2:57. Real denota que la posición de nuestro sacerdocio es una posición de realeza, tal como la de Cristo el Rey, nuestro Sumo Sacerdote, tipificado por Melquisedec (He. 7:1-2, 26 y la nota 1; Gn. 14:18).

  • Véase la nota Ro. 1:23. Santa denota la naturaleza de la nación.

  • En contraste con engaño, mencionado en el v. 1. Es decir, sin propósito encubierto, sin ninguna otra meta que la de nutrir el alma.

  • Esta palabra griega, traducida racional en Ro. 12:1, es un adjetivo derivado del sustantivo palabra, por ende, de la palabra; relativo a la mente (en contraste con el cuerpo), al raciocinio, y por consiguiente, racional, lógico, razonable. La leche de la palabra no es leche para el cuerpo, sino leche para el alma, el ser interior. Es transmitida en la palabra de Dios para nutrir nuestro hombre interior por medio del entendimiento de nuestra mente racional, y es asimilada mediante el uso de nuestras facultades mentales.

  • Espiritual denota la capacidad que la vida divina tiene de vivir y crecer; santo denota la capacidad de la naturaleza divina para separar y santificar. La casa de Dios subsiste principalmente por la vida divina; por ende, es espiritual. El sacerdocio subsiste principalmente por la naturaleza divina; por tanto, es santo.

  • El sacerdocio santo es la casa espiritual. En el Nuevo Testamento se usan tres palabras griegas con relación al sacerdocio: ierosúne, en He. 7:12, se refiere al oficio sacerdotal; ieratéia, en He. 7:5, se refiere al servicio sacerdotal; y ieráteuma, aquí y en el v. 9, se refiere a la asamblea de los sacerdotes, el cuerpo de sacerdotes, a un sacerdocio. El cuerpo coordinado de sacerdotes es la casa espiritual edificada. Aunque Pedro no dirigió sus dos epístolas a la iglesia, ni usó el término iglesia en este versículo al recalcar la vida corporativa de los creyentes, sí usó las expresiones casa espiritual y sacerdocio santo, para referirse a la vida de iglesia. No es la vida espiritual vivida de una manera individualista sino de una manera corporativa, la que puede cumplir el propósito de Dios y satisfacer Su deseo. Él desea una casa espiritual que sea Su morada, un cuerpo de sacerdotes, un sacerdocio, para Su servicio. La perspectiva de Pedro con respecto al servicio corporativo de los creyentes en coordinación es la misma que la de Pablo en Ro. 12. Este servicio nace de tres pasos vitales en la vida espiritual: el nuevo nacimiento (v. 2a), el crecimiento en vida al ser nutridos con Cristo (v. 2b) y la edificación con los creyentes.

  • Algunos mss. omiten: hasta ser.

  • La leche nutritiva de la palabra alimenta nuestra alma, a través de la mente, y también nutre nuestro espíritu, haciendo que seamos espirituales y no personas centradas en el alma, aptos para ser edificados como casa espiritual de Dios.

  • La meta de Dios en cuanto a los creyentes es tener una casa edificada con piedras vivas, no piedras separadas y esparcidas, ni tampoco un montón de piedras, sino piedras edificadas.

  • Alimentarse de Cristo tomando la leche nutritiva de la palabra de Dios no sólo sirve para que crezcamos en vida, sino también que seamos edificados. El crecimiento tiene como fin la edificación.

  • Véase la nota 1 P. 2:42.

  • En el griego, una palabra similar a la que se traduce preciosa en los vs. 4, 6. El propio Cristo escogido por Dios como piedra, más aún como piedra angular que para Dios es preciosa, es lo más preciado para Sus creyentes; en cambio, para los incrédulos Él es una piedra rechazada y menospreciada.

  • Los líderes del judaísmo (Hch. 4:11), quienes deberían edificar la casa de Dios. Ellos rechazaron totalmente a Cristo. El Señor predijo que ellos le rechazarían (Mt. 21:38-42).

  • El Cristo resucitado llegó a ser la cabeza del ángulo. Pedro en sus primeras predicaciones ya les había anunciado esto a los judíos (Hch. 4:10-11).

  • El Cristo confiable (v. 6), al ser rechazado, vino a ser una piedra de tropiezo en la cual tropezaron los judaizantes que lo rechazaron (Mt. 21:44a).

  • Los sacrificios espirituales que los creyentes ofrecen en la era neotestamentaria conforme a la economía de Dios son:
    1) Cristo como la realidad de todos los sacrificios de los tipos antiguotestamentarios, tales como el holocausto, la ofrenda de harina, la ofrenda de paz, la ofrenda por el pecado y la ofrenda por las transgresiones (Lv. caps. 1—5);
    2) los pecadores que son salvos mediante nuestra predicación evangélica, ofrecidos como miembros de Cristo (Ro. 15:16)
    3) nuestro cuerpo, nuestras alabanzas y lo que hacemos para Dios (Ro. 12:1; He. 13:15-16; Fil. 4:18).

  • Véase la nota Ef. 2:203d.

  • Lit., venganza.

  • Los calumniadores (v. 12).

  • A los hermanos como conjunto, como familia, los hermanos según el sentimiento de fraternidad (también en 1 P. 5:9).

  • Cristo es la piedra escogida por Dios como piedra angular para Su edificio (Ef. 2:20).

  • Este pasaje de Os. 2:23 fue citado por Pablo en Ro. 9:24-27, refiriéndose primeramente a los gentiles y luego al remanente de Israel, “porque no todos los que descienden de Israel son Israel” (Ro. 9:6). Aquí Pedro, citando estas palabras, se dirige a los destinatarios de su carta, los creyentes judíos en la dispersión. En otro tiempo ellos eran descendientes de Israel, pero no eran israelitas. Por lo tanto, no eran el pueblo de Dios en el sentido del Nuevo Testamento. Ahora, después de ser llamados por Dios, llegaron a ser el pueblo de Dios, Su posesión personal, Su tesoro. A ellos se les concedió la misericordia de Dios, la cual nunca antes se les había concedido.

  • Los deseos carnales están en el cuerpo caído del hombre (Ro. 7:18, 23-24) y batallan contra su alma, su ser interno, compuesto de la mente, la voluntad y la parte emotiva (Ro. 7:19-23).

  • Es decir, hermosa en sus virtudes.

  • Ésta debe ser la santa manera de vivir (1 P. 1:15) y la buena conducta en Cristo (1 P. 3:16), una vida no solamente dedicada a Dios sino también llena y saturada de Dios. Esta manera de vivir está en contra de la vana manera de vivir de los incrédulos (1 P. 1:18).

  • El significado básico de esta palabra en griego es observación, inspección, supervisión, vigilancia. El día de la visitación es el día cuando Dios velará por Su pueblo peregrino, como un pastor vela por sus ovejas errantes, y el día en que llegará a ser el Pastor y Guardián de sus almas (v. 25). Por consiguiente, el día de la visitación de Dios es el tiempo cuando Él nos cuida vigilantemente.

  • Todo lo mencionado entre este versículo y el v. 20 son detalles que muestran las buenas obras de la excelente manera de vivir (v. 12).

  • O, proclaméis a los cuatro vientos. Primero debemos nacer de nuevo y crecer en vida (v. 2), y luego debemos ser edificados y servir corporativamente (v. 5). Ahora necesitamos proclamar, anunciar. Servir corporativamente consiste en satisfacer a Dios ofreciendo a Cristo como sacrificios espirituales; proclamar es beneficiar a otros al exhibir como evangelio las virtudes de Aquel que nos llamó de las tinieblas a Su luz admirable.

  • O, excelencias, virtudes excelentes y gloriosas (2 P. 1:3 y la nota 11); se refiere a lo que Dios es y tiene, y a Su luz admirable, la cual tiene su consumación en Su gloria. Dios nos ha llamado a Su virtud y Su gloria y por medio de ellas (2 P. 1:3).

  • Las tinieblas son la expresión y la esfera de Satanás en muerte; la luz es la expresión y la esfera de Dios en vida. Dios nos llamó y nos libró de la esfera satánica, de la esfera de muerte de las tinieblas, y nos llevó a Su esfera vital de luz (Hch. 26:18; Col. 1:13).

  • Para la expresión y glorificación del Señor (v. 12).

  • Lit., creación, como en Col. 1:15. Se refiere a cualquier cosa hecha, a cualquier persona, edificio, regulación u ordenanza.

  • Véase la nota 1 P. 1:174d.

  • Aquí la gracia se refiere a la motivación de la vida divina dentro de nosotros y a su expresión en nuestro vivir, la cual en nuestro comportamiento llega a ser grata y aceptable ante el hombre y ante Dios (v. 20). La misma palabra griega se traduce mérito en Lc. 6:33-34 y gracias en Ro. 7:25. Así también en el versículo siguiente.

  • O, a causa de la conciencia ante Dios. Tener conciencia de Dios significa estar consciente de la relación que uno tiene con Él, lo cual indica que uno vive en una comunión íntima con Dios, manteniendo una conciencia buena y pura ante Él (1 P. 3:16; 1 Ti. 1:5, 19; 3:9; 2 Ti. 1:3).

  • Según el contexto (vs. 20-21), esto debe de referirse al maltrato infligido por los amos incrédulos, quienes se oponían a sus siervos creyentes y los perseguían a causa del testimonio cristiano de ellos (1 P. 3:14-18; 4:12-16).

  • O, jactancia.

  • Hemos sido llamados a disfrutar la gracia y expresar a Dios en medio de nuestros sufrimientos, aunque éstos sean injustos (vs. 18-20).

  • Lit., patrón de escritura, modelo debajo del escrito (usado por los estudiantes para calcar letras y aprender a escribirlas). El Señor puso delante de nosotros Su vida de sufrimiento para que la copiemos al calcarla y al seguir Sus pisadas. Seguir este modelo no es simplemente una imitación de Él y de Su vida, sino una reproducción producida cuando le disfrutamos a Él como gracia en nuestros sufrimientos (véase la nota 1 P. 2:191), a fin de que Él mismo, como Espíritu que mora en nosotros con todas las riquezas de Su vida, se reproduzca en nosotros. Nosotros llegamos a ser la réplica exacta del original, no una mera imitación de Él, producida al tomarle como nuestro modelo.

  • Todo, insertado aquí, se refiere a todos los sufrimientos del Señor. El Señor siempre encomendaba los insultos y heridas que recibía a Aquel que juzga justamente en Su gobierno, al Dios justo, a quien Él mismo se sometió. Esto indica que el Señor reconoció el gobierno de Dios mientras llevó una vida humana en la tierra.

  • Véase la nota 1 P. 1:172, párr. 2.

  • Esto muestra que cuando el Señor se ofreció como sacrificio (He. 7:27) en la cruz, Él llevó nuestros pecados en Su cuerpo en la cruz, el verdadero altar de la propiciación.

  • Un sufrimiento que dio por resultado la muerte.

  • Sanados de la muerte. Estábamos muertos (Ef. 2:1), pero Cristo al sufrir la muerte nos sanó de nuestra muerte para que vivamos en Su resurrección.

  • Cristo fue nuestro Redentor al morir en el madero (v. 24). Ahora Él es el Pastor y el Guardián de nuestra alma en la vida de resurrección que está en nosotros. Así puede guiarnos y proveernos vida para que sigamos Sus pisadas según el modelo presentado por Sus sufrimientos (v. 21).

  • La cruz hecha de madera; un instrumento romano usado para la pena capital a fin de ejecutar a los malhechores, según fue profetizado en el Antiguo Testamento (Dt. 21:23; Gá. 3:13).

  • Lit., estando lejos; por tanto, habiendo muerto. En la muerte de Cristo, nosotros morimos a los pecados (Ro. 6:8, 10-11, 18).

  • En la resurrección de Cristo (Ef. 2:6; Jn. 14:19; 2 Ti. 2:11).

  • La justicia está relacionada con el gobierno de Dios. Nosotros fuimos salvos para vivir rectamente bajo el gobierno de Dios, para vivir de una manera que satisfaga los justos requisitos de Su gobierno.

  • Nuestra alma es nuestro ser interior, nuestra verdadera persona. Nuestro Señor, como Pastor y Guardián de nuestras almas, nos pastorea al cuidar del bienestar de nuestro ser interior y al velar por la condición de nuestra verdadera persona.

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