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Capítulos de libros «La Segunda Epístola de Pedro»
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  • Las palabras que los profetas hablaron son el contenido del Antiguo Testamento, las Escrituras (v. 16; 1:20), y los mandamientos que los apóstoles predicaron son el contenido del Nuevo Testamento, la enseñanza de los apóstoles (Hch. 2:42). Pedro usa ambas cosas para confirmar y fortalecer sus escritos como inoculación contra las enseñanzas heréticas de la apostasía. En su primera epístola, referente a la plena salvación de Dios, él hace alusión tanto a los profetas como a los apóstoles (1 P. 1:9-12). Luego, en la segunda epístola, referente al resplandor de la verdad divina, los menciona de nuevo (2 P. 1:12-21). Aquí por tercera vez hizo lo mismo.

  • Véase la nota 2 Ti. 3:12.

  • Tal vez sean los falsos maestros mencionados en 2 P. 2:1. Su burla era parte de la apostasía.

  • La promesa de la venida del Señor les fue dada a los padres por los santos profetas (v. 2) en el Antiguo Testamento (Sal. 72:6-17; 110:1-3; 118:26; Dn. 7:13-14; Zac. 14:3-9; Mal. 4:1-3).

  • La palabra griega significa presencia.

  • O, su propia terquedad les impide ver esto; es decir, intencionalmente ignoran esto; por tanto, lo pasan por alto. Los herejes que se burlan ignoran intencionalmente y niegan a propósito la palabra de Dios que los profetas hablaron en las Escrituras. Así que Pedro les pide a los creyentes que recuerden las santas palabras habladas por los profetas del Antiguo Testamento y por los apóstoles del Nuevo Testamento (vs. 1-2).

  • La promesa acerca de la venida del Señor (v. 4) es la palabra de Dios. Aquellos que se burlan no deberían rehusarse a entender que por la palabra de Dios los cielos y la tierra llegaron a existir (He. 11:3), y que por la misma palabra los cielos y la tierra están reservados (He. 1:3) para el día del juicio y de la destrucción de los hombres impíos (v. 7). De modo que los que se burlan deben tener la certeza de que por la palabra de Dios todo el universo físico, incluyéndolos a ellos, será juzgado por la venida del Señor.

  • En el principio, es decir, en los tiempos antiguos, Dios creó los cielos y la tierra (Gn. 1:1). Por la palabra de Dios (Sal. 33:6), primero llegaron a existir los cielos y luego la tierra (Job 38:4-7).

  • La frase surgió del agua y fue cimentada en medio del agua literalmente quiere decir estuvo de pie juntamente con (en yuxtaposición, lado a lado). Primeramente, en Gn. 1:1 la tierra llegó a existir, y luego, en Gn. 1:9, también por la palabra (el hablar) de Dios (Sal. 33:9), la tierra surgió del agua y fue cimentada en medio del agua, es decir, comenzó a subsistir en yuxtaposición con el agua, parcialmente fuera del agua y parcialmente sumergida en ella.

  • Se refiere a agua, la cual se menciona en el v. 5. La tierra surgió del agua y fue cimentada ordenadamente en medio del agua. Pero mediante la misma agua fue juzgada y destruida por el diluvio en los tiempos de Noé (Gn. 7:17-24), lo cual indica que nada quedó igual que al principio de la creación.

  • La palabra griega significa orden, un sistema, refiriéndose aquí al mundo y sus habitantes. La tierra del versículo precedente viene a ser el mundo de este versículo, es decir, no solamente la tierra, sino la tierra junto con sus habitantes como un sistema. Esto se refiere al mundo de la era de Noé, que fue juzgado por Dios con el diluvio debido a la pecaminosidad e impiedad de esa era (Gn. 6:5-7, 11-13, 17). Este libro se ocupa principalmente del gobierno divino y de todos sus juicios. El primer juicio sobre el mundo consistió en poner fin al mundo impío de los días de Noé por medio del diluvio. Pedro ha de haber tenido este pensamiento mientras escribía este versículo, dando a entender que esta era de apostasía también será juzgada en el día de la manifestación del Señor, tal como ocurrió en los días de Noé (Mt. 24:37-39).

  • Entonces se refiere a la era de Noé.

  • Es decir, fue destruido, demolido, devastado (Gn. 6:13, 17). Véase la nota 1, punto 1, del cap. 2.

  • Se refiere al diluvio de los tiempos de Noé (2 P. 2:5), que destruyó la tierra (Gn. 6:13, 17; 9:11). La tierra de entonces no permaneció igual, sino que experimentó un cataclismo al ser inundada con agua, y fue así destruida. Aquí Pedro entabla un intenso argumento con los herejes que se burlaban. Ellos decían que “todas las cosas permanecen así como desde el principio de la creación” (v. 4). Pero en realidad sí había sobrevenido un cataclismo a la tierra a causa de la impiedad de sus habitantes. Esto implica que el mundo actual no permanecerá como es, sino que pasará por otro cataclismo cuando el Señor venga con Su juicio sobre los rebeldes, incluyendo a los falsos maestros y los herejes que se burlan que están en la apostasía.

  • La misma palabra se refiere a la palabra de Dios mencionada en el v. 5, que está incluida en las palabras de los profetas en el Antiguo Testamento. Las enseñanzas falsas y heréticas de la apostasía son una desviación de la palabra de Dios hablada por los profetas en el Antiguo Testamento y por los apóstoles en el Nuevo Testamento. Por consiguiente, el antídoto que Pedro les inoculó para contrarrestar el veneno de las enseñanzas apóstatas fue la palabra santa con la revelación divina, la cual Pedro recalca repetidas veces.

  • En contraste con entonces en el v. 6. Se refiere a los cielos y la tierra actuales, los cuales permanecen por la palabra de Dios (Gn. 8:22) y no serán destruidos otra vez por agua, conforme al pacto que Dios hizo con Noé (Gn. 9:11), sino que serán quemados por fuego en el día del juicio y de la destrucción de los hombres impíos.

  • El fuego que consumirá los cielos y la tierra (v. 10) al final del milenio cuando se efectúe el juicio del gran trono blanco (Ap. 20:11). El juicio inicial de Dios sobre el universo fue ejecutado por agua (v. 6), pero Su juicio final será ejecutado por fuego. El agua solamente quita la inmundicia de la superficie, pero el fuego cambia la naturaleza de toda la sustancia. Éste es otro indicio de que los cielos y la tierra no permanecerán como hasta ahora, sino que serán purificados por medio del fuego, y de que los maestros falsos e impíos (2 P. 2:1) y los que se burlan (v. 3) serán juzgados y destruidos bajo el gobierno divino.

  • El juicio del gran trono blanco, el cual se llevará a cabo después del milenio y precederá al cielo nuevo y la tierra nueva (Ap. 20:11-15; 21:1). Por medio de ese juicio todos los impíos serán arrojados al lago de fuego para ser destruidos (véase la nota 2 P. 2:31). Puesto que será el juicio final sobre los hombres y los demonios (Ap. 20:13 y la nota), reviste gran importancia para el gobierno de Dios en el universo. Véase la nota 1 P. 1:172, párr. 2.

    Aquí Pedro pasa por alto los mil años de la era del milenio y va directamente de la venida del Señor al juicio del gran trono blanco. Para él, como para el Señor, esos mil años serán como un día (v. 8), un tiempo breve. Aquí Pedro trata el tema del juicio gubernamental de Dios. En la economía de Dios, el milenio no tiene nada que ver con el juicio final.

  • Véase la nota 1 P. 2:15, punto 2.

  • Incluyendo a los falsos maestros (2 P. 2:1) y a los herejes que se burlan (v. 3).

  • O, que no se os oculte.

  • El Señor Dios, por ser eterno, tiene una percepción del tiempo mil veces más condensada que la del hombre. Por tanto, con respecto al cumplimiento de Su palabra, especialmente de la palabra de Su promesa, lo crucial es el hecho y no el tiempo. Todo lo que Él ha prometido, tarde o temprano llegará a ser un hecho. Así pues, no debemos perturbarnos cuando sentimos que hay una demora conforme a nuestro cálculo del tiempo.

  • Seguramente se refiere a los que se burlan (v. 3).

  • O, retraso.

  • El Señor no pone todo Su interés en cumplir Su promesa, sino en Su pueblo, el cual es Su posesión personal, Su tesoro (1 P. 2:9; Tit. 2:14 y la nota 4). Él no desea que ninguno de nosotros, Sus preciosos redimidos, sea castigado por Su juicio gubernamental, sino que se nos prolongue el tiempo en que podamos arrepentirnos y escapar de Su castigo.

  • O, sea destruido. Véase la nota 2 P. 2:15, punto 1. Puesto que en este versículo vosotros se refiere a los creyentes en Cristo, perezca no se refiere a la perdición eterna de los incrédulos, sino al castigo infligido sobre los creyentes por la administración gubernamental de Dios (1 P. 4:17-18 y la nota 1 P. 4:182; 1 Ts. 5:3, 1 Ts. 5:8 y la nota 3).

  • Se refiere a los creyentes.

  • Arrepentimiento para salvación (v. 15), lo cual significa arrepentirse de no velar en espera del día de la venida del Señor (v. 10) y de no andar santa y piadosamente (v. 11).

  • Principalmente en un sentido de juicio (1 Ts. 5:2 y la nota 2) para el gobierno de Dios.

  • El día que el Señor tiene reservado para Su juicio (1 Ts. 5:3-4) vendrá antes del milenio (Ap. 18:1; 19:11; 20:4-6).

  • Se refiere al día del Señor.

  • Esto acontecerá después del milenio (Ap. 20:7, 11). Éste es otro indicio de que Pedro pasa por alto los mil años comprendidos en el milenio (véase la nota 2 P. 3:74).

  • Es decir, un sonido o ruido impetuoso. Tal vez sea la proclamación de un gran cambio efectuado en el universo, de lo viejo a lo nuevo.

  • Los elementos físicos que componen los cielos.

  • Compárense las palabras disolverán y quemadas con envolverás y mudados de He. 1:12 , huyeron y ningún lugar se encontró para ellos en Ap. 20:11, y pasaron en Ap. 21:1. El intenso calor con el cual arderán y serán disueltos los cielos y la tierra es el procedimiento que Dios usará para envolver los cielos y la tierra y hacerlos pasar a fin de que sean cambiados de lo viejo a lo nuevo (v. 13; Ap. 21:1). Éste será el juicio final y consumado que Dios ejercerá sobre Su creación según Su gobierno. En aquel entonces, todo lo material pasará, pero Su palabra eterna permanecerá para siempre (Mt. 24:35; 1 P. 1:25). La palabra de Su profecía permanecerá y se cumplirá en el tiempo que Él ha designado para que se cumpla Su voluntad eterna, independientemente del cambio que ocurrirá en el universo material.

  • Esto posiblemente se refiera a las obras de Dios en la naturaleza y las obras de arte del hombre.

  • Algunos mss. dicen: Por lo tanto, todas estas cosas han de ser disueltas, entonces ¿qué clase de personas debéis ser…?

  • Todas las cosas en los cielos y en la tierra fueron contaminadas por la rebelión de Satanás y la caída del hombre. Aunque todas las cosas que están en la tierra o en los cielos han sido reconciliadas con Dios por medio de Cristo mediante Su sangre (Col. 1:20 y la nota 4) —hasta las cosas celestiales fueron purificadas por la sangre de Cristo (He. 9:23 y la nota 1)—, de todos modos será necesario purificarlas por fuego en el juicio gubernamental de Dios, para que sean renovadas en naturaleza y apariencia en el nuevo universo de Dios (v. 13). Por lo tanto, ¿qué clase de personas debemos ser nosotros los hijos del Dios santo, en nuestra conducta santa y en piedad? Es decir, ¿qué clase de transformación debemos experimentar para llevar una vida conforme a la naturaleza santa y la piedad de Dios a fin de expresarle y ser capacitados para corresponder a Su gobierno santo?

  • El poder divino nos ha provisto de todo lo necesario para llevar una vida en santidad y piedad (2 P. 1:3).

  • Mientras llevamos una vida transformada, conduciéndonos de manera santa y piadosa, esperamos, aguardamos y apresuramos la venida del día de Dios.

  • La palabra griega significa presencia.

  • El día de Dios es el día del Señor (v. 10), y para los hijos de Israel en el Antiguo Testamento el día del Señor es el día de Jehová (Is. 2:12; Jl. 1:15; 2:11, 31; 3:14; Am. 5:18, 20; Abd. 1:15; Sof. 1:7, 14, 18; 2:2-3; Zac. 14:1; Mal. 4:1, 5). En tales expresiones, día se usa principalmente en el sentido de juicio para una disciplina gubernamental. El tiempo anterior a la venida del Señor es el “día del hombre”, en el cual el hombre juzga hasta que el Señor venga (1 Co. 4:3-5). Luego vendrá “el día del Señor”, el cual empezará con Su parusía (Su presencia, Mt. 24:3 y la nota 3) con todos sus juicios, y concluirá con el juicio sobre los hombres y los demonios en el gran trono blanco (Ap. 20:11-15 y las notas). La parusía (la presencia) del Señor comenzará cuando los santos vencedores sean arrebatados al trono de Dios en los cielos antes de la gran tribulación de tres años y medio (Ap. 12:5-6; 14:1). Luego todas las calamidades sobrenaturales contenidas en el sexto sello y en las primeras cuatro trompetas serán repartidas para castigar la tierra y lo que en ella hay, así como los cielos y sus cuerpos celestes (Ap. 6:12-17; 8:7-12). Esto será el comienzo de la gran tribulación. La gran tribulación, que constará principalmente de los ayes de las últimas tres trompetas, incluyendo las plagas de las siete copas, durará tres años y medio (Mt. 24:21-22, 29; Ap. 8:13; 9:1-21; 11:14; 15:5-8; 16:1-21). Ése será un tiempo de prueba para los habitantes de toda la tierra (Ap. 3:10), incluyendo a los judíos (Is. 2:12; Zac. 14:1-2; Mal. 4:1, 5; Jl. 1:15-20; 2:1, 11, 31) y a los creyentes en Cristo que hayan quedado en la gran tribulación (Ap. 12:17). Al final de la gran tribulación, la parusía (la presencia) de Cristo, junto con todos los vencedores, vendrá a los aires (Ap. 10:1), y los santos muertos serán resucitados y arrebatados junto con la mayoría de los creyentes que vivan, quienes habrán pasado por la gran tribulación, para reunirse con el Señor en el aire (1 Co. 15:52; 1 Ts. 4:16-17; Ap. 14:14-16). Después de esto, el Señor juzgará a todos los creyentes en Su tribunal en el aire (2 Co. 5:10). Luego el Señor celebrará Su banquete de bodas con los santos vencedores (Ap. 19:7-8). Inmediatamente después, el Señor y Su novia, compuesta de los santos vencedores, quienes son Su ejército, descenderán a la tierra (Zac. 14:4-5; Jud. 1:14; 1 Ts. 3:13) para combatir contra el anticristo y su ejército y derrotarlo; ellos capturarán al anticristo y a su falso profeta y los arrojarán vivos al lago de fuego (Ap. 19:11-21). Por ese tiempo, Babilonia la Grande será destruida (Ap. 17:1-18; 18:1-24; 19:1-3). Al mismo tiempo, el Señor librará, reunirá y restaurará a los hijos de Israel (Zac. 12:2-14; Ro. 11:26; Mt. 24:31; Hch. 1:6). Luego Satanás será atado y arrojado al abismo, el pozo sin fondo (Ap. 20:1-3). Entonces el Señor juzgará a las naciones (a los que estén vivos, Mt. 25:31-46; Jl. 3:2). Después de esto, vendrá el reino milenario (Ap. 20:4-6). Pasados los mil años, Satanás será desatado del abismo e instigará a ciertas naciones, Gog y Magog al norte del hemisferio oriental, para que lleven a cabo la última rebelión contra Dios. Ellos serán vencidos y quemados, y el diablo engañador será arrojado al lago de fuego (Ap. 20:7-10). Luego los cielos y la tierra serán totalmente purificados al ser quemados (vs. 7, 10). Entonces vendrá el juicio final sobre los hombres (los muertos) y los demonios, y probablemente también sobre los ángeles caídos (2 P. 2:4 y la nota 4), en el gran trono blanco (Ap. 20:11-15). Con esto Dios ejecutará Su juicio final sobre Su antigua creación en Su gobierno universal, además de los muchos juicios y castigos ejecutados el día del Señor para poner fin al antiguo universo. Entonces un universo nuevo comenzará, compuesto del cielo nuevo y de la tierra nueva, por la eternidad (Ap. 21:1), en el cual no habrá más juicio relacionado con el gobierno de Dios, porque no habrá allí ninguna injusticia. Por lo tanto, sin contar los mil años, el día del Señor será muy breve; es probable que no dure más de siete años. Ésta será la parte principal de la última semana (siete años) de las setenta semanas mencionadas en Dn. 9:24-27. Conforme a las Escrituras, no se puede considerar el día de Dios y el día del Señor como dos días diferentes: el día del Señor termina con el reino milenario, y el día de Dios empieza cuando son quemados los cielos y la tierra, después de lo cual viene el juicio del gran trono blanco. En realidad, dado que el juicio del gran trono blanco será ejecutado por el Señor Jesús (Hch. 10:42; 17:31; 2 Ti. 4:1), también será efectuado en el día del Señor. Dios no juzga a nadie; Él ha dado todo el juicio al Señor (Jn. 5:22).

  • Se refiere a la venida del día de Dios, en el cual se ejecutará juicio sobre cada parte de la antigua creación para ponerle fin. La venida de tal día dará por resultado que los cielos ya no podrán estar firmes ni permanecer, sino que serán disueltos, y sus elementos se fundirán en el calor intenso del fuego ardiente.

  • Después de la disolución de todas las cosas materiales, la promesa de Dios como Su palabra que perdura para siempre todavía existirá para que en ella Su pueblo redimido confíe y espere, con la expectación de un nuevo universo. No debemos poner nuestra esperanza en los elementos visibles, sino en lo que la palabra de Dios promete como destino nuestro, es decir, en los cielos nuevos y la tierra nueva, los cuales todavía no tenemos a la vista.

  • Los cielos nuevos y la tierra nueva son los cielos antiguos y la tierra antigua después de ser renovados y transformados mediante el fuego del juicio de Dios, tal como el nuevo hombre es nuestro viejo hombre renovado y transformado (Col. 3:9-10; 2 Co. 3:18).

  • O, hace su hogar.

  • La justicia es el factor principal por el cual Dios juzga a todas las criaturas de Su antigua creación en Su juicio gubernamental. Por consiguiente, en estos dos libros acerca del gobierno de Dios este asunto se recalca una y otra vez (1 P. 2:23-24; 3:12, 14; 4:18; 2 P. 1:1; 2:5, 7-8, 21; 3:13). El tema principal tratado en los escritos de Juan es el amor de Dios expresado en Su vida; en los escritos de Pablo, la gracia de Dios distribuida en Su economía; y en los escritos de Pedro, la justicia de Dios mantenida en Su gobierno. La vida, la economía y el gobierno de Dios son las estructuras básicas del ministerio de los tres apóstoles respectivamente. La vida es de amor, la economía es por gracia y el gobierno se basa en la justicia. Esta justicia morará en los cielos nuevos y la tierra nueva, saturando de manera prevaleciente el nuevo universo de Dios, y así lo mantendrá totalmente bajo el orden de justicia de Dios, de tal modo que nunca más habrá necesidad de juicio.

  • Ser hallados en paz por el Señor consiste en que a Su venida y ante Él seamos hallados justos, rectos y sin tener problema alguno con Dios ni con el hombre. Puesto que este libro da énfasis a la justicia para la administración gubernamental de Dios (véase la nota 2 P. 3:134), aquí exhorta a los creyentes, quienes se conducen en el camino de la justicia (cfr. 2 P. 2:21), a procurar llevar una vida en paz de modo que estén preparados para cuando venga el Señor con el juicio.

  • Los herejes, quienes dejan el camino recto y siguen el camino de la injusticia (2 P. 2:15), son defectos y manchas entre los creyentes (véase la nota 2 P. 2:133c); en cambio los creyentes, quienes procuran vivir en paz en el gobierno de Dios, no deben tener mancha ni defecto, igual que el Señor, quien es el Cordero sin mancha y sin defecto (1 P. 1:19).

  • Los que se burlan consideran que la longanimidad del Señor para con los creyentes es una demora, tardanza o negligencia (v. 9). Así es como ellos tuercen la palabra que el Señor habló por medio de los profetas en las Escrituras y por medio de los apóstoles en sus enseñanzas (v. 16). Por tanto, Pedro exhorta a los creyentes a considerar la longanimidad del Señor como salvación y no como demora, y a no torcer las profecías de los profetas ni las enseñanzas de los apóstoles, incluyendo las suyas y las de Pablo, a fin de no ser juzgados para destrucción, como los herejes lo serán cuando venga el Señor. Al hacer esto y procurar con diligencia ser hallados por el Señor en paz, sin mancha y sin defecto (v. 14), los creyentes se preparan para la venida del Señor con juicio.

  • La longanimidad que el Señor manifiesta al demorarse en cumplir Su promesa debe ser considerada como una prolongada oportunidad dada a los creyentes para que se arrepientan con miras a su salvación (v. 9 y la nota 3).

  • No se refiere a la salvación en su etapa inicial, sino a la salvación en su etapa de consumación (véase la nota 1 P. 1:55). El Señor ha demorado Su venida con la intención de evitar que muchos de Sus escogidos se pierdan la porción máxima de Su salvación plena.

  • Pedro, en su papel de apóstol (v. 2) y con la confirmación de la profecía de los profetas (v. 2), no fue el único en enseñar que la longanimidad del Señor debe ser contada como salvación, y no como demora. Pablo, otro de los apóstoles, enseñó lo mismo en sus escritos basándose en la palabra profética del Antiguo Testamento. Pedro se refiere a este hecho para confirmar lo que escribió.

  • Puesto que el antídoto que Pedro usó para contrarrestar las enseñanzas heréticas de la apostasía es la palabra santa hablada por los profetas del Antiguo Testamento y por los apóstoles del Nuevo Testamento, él no podía pasar por alto los escritos del apóstol Pablo, los cuales forman la mayor parte de las enseñanzas de los apóstoles que constituyen el Nuevo Testamento. Pedro en sus dos epístolas, que también forman parte de las enseñanzas de los apóstoles y constituyen también parte del Nuevo Testamento, se refiere varias veces a los profetas del Antiguo Testamento y a los apóstoles del Nuevo Testamento (1 P. 1:10-12; 2 P. 1:12-21; 3:2). Aquí habla muy positivamente del apóstol Pablo, diciendo que éste en todos sus escritos dijo algunas cosas difíciles de entender, a las cuales Pedro hizo referencia en sus escritos, y que torcer los escritos de Pablo equivale a torcer las Escrituras como lo hacen los herejes, lo cual les acarreará destrucción, es decir, serán juzgados por el Señor a Su regreso. Ésta es una severa advertencia tanto para los creyentes como para los herejes apóstatas.

  • Pedro en sus dos epístolas, compuestas de solamente ocho capítulos, abarcó toda la economía de Dios, desde la eternidad pasada antes de la fundación del mundo (1 P. 1:2, 20) hasta los cielos nuevos y la tierra nueva en la eternidad futura (2 P. 3:13). El reveló los asuntos cruciales relacionados con la economía de Dios, acerca de los cuales los profetas profetizaron y los apóstoles predicaron (1 P. 1:10-12), Pedro presenta estos asuntos desde cuatro perspectivas:
    1) Desde la perspectiva del Dios Triuno:
    Dios el Padre, conforme a Su presciencia, escogió un pueblo en la eternidad (1 P. 1:1-2; 2:9) y lo llamó a Su gloria (1 P. 5:10; 2 P. 1:3). Cristo, conocido por Dios desde antes de la fundación del mundo, pero manifestado en los tiempos postreros (1 P. 1:20), redimió y salvó a los escogidos de Dios (2, 1 P. 1:18-19) por medio de Su muerte substitutiva (1 P. 2:24; 3:18) y mediante Su resurrección en vida y Su ascensión en poder (1 P. 1:3; 3:21-22). El Espíritu, enviado desde el cielo, santificó y purificó a los que Cristo redimió y salvó (1 P. 1:2, 12, 22; 4:14). (Éstas son las cosas en las cuales los ángeles anhelan mirar, 1 P. 1:12). El poder divino del Dios Triuno les ha provisto a los redimidos todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad (2 P. 1:3-4), a fin de guardarlos para la salvación plena (1 P. 1:5). Dios además los disciplina (1 P. 5:6) por medio de Sus varios juicios gubernamentales (1 P. 1:17; 2:23; 4:5-6, 17; 2 P. 2:3-4, 9; 3:7), y los perfeccionará, confirmará, fortalecerá y cimentará por medio de toda gracia (1 P. 5:10). El Señor es longánime para con ellos a fin de que todos tengan la oportunidad de arrepentirse para salvación (vs. 9, 15). Luego Cristo aparecerá en gloria con la salvación plena que Él provee a los que le aman (1 P. 1:5, 7-9, 13; 4:13; 5:4).
    2) Desde la perspectiva de los creyentes:
    Ellos, como posesión de Dios, fueron escogidos por Él (1 P. 1:1-2; 2:9), llamados por Su gloria y virtud (1 P. 2:9; 3:9; 2 P. 1:3, 10), redimidos por Cristo (1 P. 1:18-19), regenerados por Dios mediante Su palabra viva (1 P. 1:3, 23), y salvos por medio de la resurrección de Cristo (1 P. 3:21). Ellos ahora son guardados por el poder de Dios (1 P. 1:5), son purificados para que se amen unos a otros (1 P. 1:22), crecen al alimentarse de la leche de la palabra (1 P. 2:2), en la vida divina desarrollan las virtudes espirituales (2 P. 1:5-8) y son transformados y edificados como casa espiritual, como sacerdocio santo para servir a Dios (1 P. 2:4-5, 9). Son el linaje escogido por Dios, Su real sacerdocio, Su nación santa, Su pueblo especial, adquirido para ser Su posesión personal y expresar Sus virtudes (1 P. 2:9). Son disciplinados por el juicio gubernamental de Dios (1 P. 1:17; 2:19-21; 3:9, 14, 17; 4:6, 12-19; 5:6, 9), llevan una vida santa de una manera excelente y piadosa para glorificarle (1 P. 1:15; 2:12; 3:1-2), como buenos mayordomos ministran la multiforme gracia de Dios para que Él sea glorificado por medio de Cristo (1 P. 4:10-11) (bajo el pastoreo ejemplar de los ancianos, 1 P. 5:1-4), y esperan y apresuran la venida del Señor (1 P. 1:13; 2 P. 3:12) a fin de que les sea otorgada una rica y abundante entrada en el reino eterno del Señor (2 P. 1:11). Además, ellos están a la espera de los cielos nuevos y la tierra nueva, en los cuales mora la justicia, en la eternidad (v. 13), y siguen creciendo en la gracia y el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo (v. 18).
    3) Desde la perspectiva de Satanás:
    Él es el adversario de los creyentes, o sea el diablo, quien como león rugiente anda alrededor buscando a quien devorar (1 P. 5:8).
    4) Desde la perspectiva del universo:

    Los ángeles caídos fueron condenados y esperan el juicio eterno (2 P. 2:4); el mundo impío de antaño fue destruido por un diluvio (2 P. 2:5; 3:6); las ciudades impías fueron reducidas a cenizas (2 P. 2:6); los maestros falsos y herejes burlones que profesen la apostasía así como la humanidad que viva de una manera maligna serán juzgados para destrucción (2 P. 2:1, 3, 9-10, 12; 3:3-4, 7; 1 P. 4:5); los cielos y la tierra serán consumidos por el fuego (vs. 7, 10-11); y todos los muertos y los demonios serán juzgados (1 P. 4:5). Luego vendrán los cielos nuevos y la tierra nueva como un nuevo universo, en el cual la justicia de Dios morará por la eternidad (v. 13).
    Pablo en sus escritos también habló de “estas cosas” (excepto de los cielos nuevos y la tierra nueva). Por lo tanto, Pedro se refiere a los escritos de Pablo a fin de fortalecer sus propios escritos, especialmente en lo tocante al juicio gubernamental y disciplinario que Dios ejerce sobre los creyentes. Pablo también recalca firmemente y repetidas veces este asunto en sus escritos (1 Co. 11:30-32; He. 12:5-11, 12:29; 2:3; 4:1; 6:8; 10:27-31, 39; 1 Co. 3:13-15; 4:4-5; 2 Co. 5:10; Ro. 14:10). Ésta debe haber sido la razón por la cual Pedro recomendó los escritos de Pablo.

    ¡Cuánta belleza y excelencia hay en esta recomendación! Aunque los corintios intentaron dividir a Pedro y a Pablo según sus propias preferencias divisivas (1 Co. 1:11-12), Pedro elogia a Pablo, diciendo que éste, tal como él, enseñaba “estas cosas”, y que los escritos de Pablo no deben ser torcidos, sino que deben ser considerados como “las otras Escrituras” y deben recibir el mismo respeto que el Antiguo Testamento. Es muy significativo que Pedro haga tal recomendación, dado que Pablo lo había reprendido cara a cara tocante a la fe neotestamentaria (Gá. 2:11-21). Esto indica que Pedro tuvo la entereza de admitir que los primeros apóstoles, tales como Juan, Pablo y él mismo, aunque difieran en estilo, terminología, expresión, en ciertos aspectos de sus puntos de vista y en la manera de presentar sus enseñanzas, todos ellos formaban parte del mismo y único ministerio, el ministerio del Nuevo Testamento (2 Co. 3:8-9; 4:1). Tal ministerio ministra a las personas al Cristo todo-inclusivo como la corporificación del Dios Triuno quien, después de pasar por el proceso de la encarnación, el vivir humano, la crucifixión, la resurrección y la ascensión, es impartido, por medio de la redención de Cristo y por la operación del Espíritu Santo, en Su pueblo redimido como única porción de vida, como provisión de vida, y como el todo para ellos, a fin de que sea edificada la iglesia como el Cuerpo de Cristo, el cual tendrá su consumación en la expresión plena, la plenitud, del Dios Triuno, conforme al propósito eterno del Padre. El Cristo maravilloso es el centro de su ministerio.

  • Esto indica que los que se burlan (v. 3) y sus seguidores han de haber torcido, no solamente pasado por alto (v. 5), las Escrituras y la enseñanza de los apóstoles.

  • Véase la nota 2 P. 2:15, punto 2. Según el contexto, la palabra destrucción aquí no se refiere a la perdición eterna, sino al castigo infligido por la disciplina gubernamental divina. Véase la nota 1 P. 4:182 y la nota 2 P. 3:94e.

  • Estar en guardia por causa de la apostasía, las enseñanzas heréticas, las cuales, torciendo los escritos de los apóstoles o las Escrituras (v. 16), pueden llevarlo a uno a la destrucción.

  • Ésta es la misma palabra que se usa en Gá. 2:13 tocante a Pedro, Bernabé y otros creyentes judíos.

  • Véase la nota 2 P. 2:72. La expresión los inicuos debe de referirse a los falsos maestros y a los que se burlan (2 P. 2:1; 3:3), quienes fueron los primeros herejes.

  • Esto es llegar a ser inconstantes (v. 16).

  • Esto indica que lo escrito por Pedro en sus dos epístolas se relaciona directamente con la vida divina. Crecer en la gracia consiste en crecer por el abundante suministro de la vida eterna provisto por el poder divino (2 P. 1:3-4), y crecer en el conocimiento del Señor equivale a crecer al comprender en nuestra experiencia lo que Cristo es. Esto es crecer en virtud de nuestro disfrute de la gracia y por nuestra aprehensión de la realidad de la verdad (Jn. 1:14 y la nota 6, Jn. 1:17 y la nota 1).

  • Hacer real el conocimiento de nuestro Señor equivale a la verdad, la cual es la realidad de todo lo que Él es, como vemos en Jn. 1:14, 17 (véase la nota Jn. 1:171). Pedro exhorta a los creyentes a crecer no solamente en la gracia, sino también en esta verdad.

  • Se refiere a nuestro Señor y Salvador Jesucristo. Puesto que tal alabanza es la misma ofrecida a nuestro Dios (Ro. 11:36; 16:27), indica que nuestro Señor y Salvador Jesucristo es Dios.

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