Lit., santuarios. La solución a la perplejidad del salmista con respecto a la prosperidad de los malvados fue obtenida en el santuario de Dios. En primer lugar, el santuario de Dios, Su habitación, está en nuestro espíritu (Ef. 2:22) y, en segundo lugar, dicho santuario es la iglesia (1 Ti. 3:15). Por tanto, para entrar en el santuario de Dios debemos volvernos a nuestro espíritu e ir a las reuniones de la iglesia. Una vez que estamos en el santuario —en el espíritu y en la iglesia— tendremos otra perspectiva, una percepción particular, de la situación en que se encuentran los malvados (vs. 18-20). En nuestro espíritu y en la iglesia recibimos revelación divina y obtenemos la explicación a todos nuestros problemas.