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Cuando David pasó un poco más allá de la cumbre,
aSiba, el ayudante de Mefiboset,
salió a su encuentro con un par de asnos ensillados, y sobre ellos doscientos panes, cien racimos de pasas, cien frutas de verano y un odre de vino.
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Y dijo el rey a Siba: ¿Por qué tienes esto? Y Siba respondió: Los asnos son para que monte la familia del rey, los panes y las frutas de verano, para que coman los jóvenes, y el vino, para que beban los que desmayen en el desierto.
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Y dijo el rey: ¿Dónde está el hijo de tu señor? Siba respondió al rey: Ahora habita en Jerusalén, porque dijo:
1Hoy me devolverá la casa de Israel el reino de mi padre.
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Entonces el rey dijo a Siba: Ahora todo lo que pertenece a Mefiboset es tuyo. Y respondió Siba: Me postro
ante ti. Oh mi señor, el rey, halle yo favor ante tus ojos.
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Cuando el rey David llegó a Bahurim, salió de allí uno de la familia de la casa de Saúl, el cual se llamaba
aSimei, hijo de Gera. Cuando salió, iba maldiciendo
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y arrojando piedras contra David y contra todos los siervos del rey David; y todo el pueblo y todos los hombres valientes estaban a la derecha y a la izquierda
del rey.
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Y Simei decía así mientras maldecía: Fuera, fuera, hombre sanguinario e indigno.
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Jehová ha hecho recaer sobre ti toda la sangre de la casa de Saúl, en lugar del cual has reinado; y Jehová ha entregado el reino en manos de tu hijo Absalón; y ahora
has sido sorprendido en tu propia maldad, porque eres hombre sanguinario.
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Entonces aAbisai, hijo de Sarvia, dijo al rey: ¿Por qué maldice este perro muerto a mi señor, el rey? Déjame pasar adelante y quitarle la cabeza.
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Pero el rey respondió: ¿
aQué tengo yo que ver con vosotros, hijos de Sarvia? Si él maldice, y si Jehová le ha dicho que maldiga a David, ¿quién, pues, podrá decir: ¿Por qué has hecho esto?
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Luego dijo David a Abisai y a todos sus siervos: He aquí, mi hijo, que ha salido de mis entrañas, busca mi vida; cuánto más, pues, hará así este benjamita. Dejadle solo y que maldiga, porque Jehová se lo ha mandado.
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Quizá mire Jehová el mal que me ha sido hecho, y Jehová me devuelva bien por su maldición de este día.
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David y sus hombres siguieron su camino, y Simei seguía por el lado de la colina frente a él, maldiciendo mientras iba; y le tiraba piedras y le arrojaba polvo.
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El rey y todo el pueblo que con él estaba llegaron fatigados, y él tomó refrigerio allí.
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Mientras tanto Absalón y todo el pueblo, los hombres de Israel, entraron en Jerusalén; y estaba con él Ahitofel.
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Y cuando Husai, el arquita, amigo de David, llegó a donde estaba Absalón, dijo Husai a Absalón: ¡Viva el rey! ¡Viva el rey!
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Y Absalón dijo a Husai: ¿Es esto tu bondad para con tu amigo? ¿Por qué no fuiste con tu amigo?
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Entonces Husai respondió a Absalón: No, sino que de aquel que elijan Jehová, este pueblo y todos los hombres de Israel, de aquél seré yo, y con él moraré.
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Además, ¿a quién debo servir? ¿No debe ser en la presencia de su hijo? Como yo serví en la presencia de tu padre, así estaré en tu presencia.
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Luego dijo Absalón a Ahitofel: Dad vuestro consejo sobre lo que debemos hacer.
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Y Ahitofel dijo a Absalón: Llégate a las
aconcubinas de tu padre, que él dejó para que guardasen la casa, y todo Israel oirá que te has hecho aborrecible a tu padre; y así serán fuertes las manos de todos los que están contigo.
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Entonces pusieron para Absalón una tienda sobre el terrado, y se llegó Absalón a las concubinas de su padre, ante los ojos de todo Israel.
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Y el consejo que daba Ahitofel en aquellos días era como si se consultara el oráculo de Dios; así era todo consejo de Ahitofel, tanto con David como con Absalón.