
Los mensajes contenidos en este libro acerca de las reuniones de hogar fueron dados como una serie de mensajes de entrenamiento en abril de 1985, en Taipéi, Taiwán. Éstos fueron traducidos del chino.
Juan vino y exclamó: “Arrepentíos”. Después de Juan, el Señor Jesús también dijo: “Arrepentíos” (Mt. 4:17). Arrepentirse significa cambiar nuestros conceptos. Cuando el Señor envió a los setenta discípulos, ellos también predicaron a las personas que debían arrepentirse (Lc. 10:9-11). El día de Pentecostés, cuando el Espíritu Santo descendió, Pedro se puso en pie y también pronunció las mismas palabras. Los judíos entonces le preguntaron: “¿Qué haremos?”. Pedro les dijo: “Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo” (Hch. 2:38). Les decía que ser bautizados significa enterrar toda su vejez. Que enterrasen todas las cosas judías equivalía a que enterrasen toda su vejez. Habían de enterrar todas las doctrinas judaicas, las viejas tradiciones judías, la ley y el Antiguo Testamento mosaico. De esta manera la iglesia fue completamente nueva desde su mismo comienzo.
El tema de este mensaje es “El fundamento de las reuniones de la iglesia”. En cualquier cosa que usted haga, siempre habrá una base o fundamento. Incluso el idioma tiene su fundamento. Las veintiocho letras del alfabeto son el fundamento del idioma español. ¿Cuál es el fundamento de las reuniones de la iglesia? No es difícil descubrir en el libro de Hechos de qué manera los tres mil y luego los cinco mil se reunieron después de ser salvos. Ellos se reunían en el templo y de casa en casa, de una casa a otra. Cuando estaban en el templo, principalmente Pedro y Juan eran los que hablaban. No obstante, si usted les pidiera a los apóstoles Pedro y Juan que visitaran a los tres y cinco mil que fueron salvos, lo cual implicaría visitar al menos varios miles de hogares, aunque gastaran la suela de sus zapatos saliendo a visitar a los nuevos creyentes, no lograrían visitarlos a todos ellos.
En aquel tiempo no había en absoluto diferentes enseñanzas. Los que eran salvos, a pesar de que habían sido salvos por sólo un día o dos, empezaron a reunirse en sus hogares. Ellos definitivamente no hablaban acerca de las enseñanzas de Moisés, ni de las doctrinas de Isaías. En cada casa los creyentes hablaban de lo que habían escuchado personalmente de Pedro en el templo.
Las reuniones de hogar constituían el fundamento de las reuniones de la iglesia. Las reuniones grandes que se efectuaban en el templo no eran el fundamento. Una vez que las reuniones grandes cesaron en el templo, dichas reuniones dejaron de existir. Los creyentes fueron producidos en las reuniones grandes, y luego fueron conducidos a las reuniones de hogar. Las reuniones de la iglesia no fueron edificadas en las reuniones grandes celebradas en el templo, sino más bien en cada casa, es decir, de casa en casa.
Hechos 8 dice que hubo una gran persecución en Jerusalén poco después de que los tres mil y cinco mil fueron salvos. Todos ellos se fueron de Jerusalén y solamente quedaron los apóstoles. Esto nos permite ver que la propagación del evangelio del Señor y la extensión del testimonio de la iglesia del Señor no dependían primordialmente de los apóstoles, sino de los que habían sido esparcidos. Ellos condujeron a las personas a la salvación en todos los lugares adonde fueron. Les aseguro que durante ese tiempo no hubo reuniones grandes. Las reuniones grandes no son el fundamento de la iglesia. Las reuniones de casa en casa, las reuniones en los hogares, son el fundamento de la iglesia. Las reuniones grandes son algo semejante a patinar sobre hielo. Son las reuniones de hogar las que realmente pueden retener a las personas. Esta luz es muy clara en la Biblia.
Vimos esto desde el principio, y por eso alentamos a los santos a emigrar hace cincuenta o sesenta años. Sin embargo, era muy difícil conducir a las personas a la salvación en esos días en la China continental, y no había reuniones grandes de las cuales depender. Bautizar a cinco personas era un acontecimiento tremendo. En los dieciocho años que transcurrieron entre 1922 y 1940, no más de treinta y siete personas fueron bautizadas en una sola ocasión. En 1940 la iglesia en Chifú vio la luz acerca de que la iglesia predica el evangelio. Desde aquel entonces, en cada ocasión fueron bautizadas cien personas o más. Fue debido al incremento numérico que vimos la necesidad de reunirnos en los hogares, pero no llegamos a reunirnos en grupos pequeños. Las reuniones de grupos pequeños no surgieron sino hasta que llegamos a Taiwán.
En Taipéi, primeramente empezamos a reunirnos en el viejo local. Cuando ganamos a más personas, decidimos reunirnos en varias áreas. Luego, cuando más personas fueron añadidas, las dividimos conforme a los hogares. Estas reuniones de hogar trajeron a varios miles de personas. Las iglesias en toda la isla de Taiwán aumentaron de cuatrocientas o quinientas personas, a cuarenta o cincuenta mil en el período de 1949 a 1957. Sin embargo, en 1958 nos distrajimos y empezamos a ir cuesta abajo. El declive no era muy empinado, sino más bien poco pronunciado. Hemos venido caminando cuesta abajo desde 1958, por veintisiete años.
Cuando por primera vez escapamos de las reuniones grandes en las denominaciones para escalar esta montaña, escalamos hacia las reuniones de hogar. Pero antes de llegar a esta cumbre, nos distrajimos y no pudimos subir más, y en vez de ello nos fuimos cuesta abajo. De hecho, nos fuimos cuesta abajo al punto de centrar nuestra atención en las reuniones grandes y en los oradores elocuentes. Todo el que es elocuente atrae a las personas. Los santos han adquirido el hábito de escuchar sermones. Antes de asistir a una reunión, primero preguntan quién es el orador. Si es Pablo, todos acuden; y si es Marcos, dicen: “No tengo tiempo para ir”. Por consiguiente, el fundamento de la iglesia ya no es los hogares, sino los predicadores y las reuniones grandes. Esto no es otra cosa que el cristianismo caído.
En el cristianismo se recalca muy poco las reuniones de hogar o las reuniones de grupo pequeño. Por lo general, tienen una congregación y cada congregación contrata un pastor. Si este pastor tiene un doctorado, una buena capacidad, sociabilidad y elocuencia, y si al abrir la boca puede hablar tanto del pasado como del presente y tanto del Oriente como del Occidente, sin lugar a dudas su congregación florecerá y prosperará. Cuando un predicador famoso viene, decenas de miles de personas pueden venir a escuchar el sermón; y cuando se va, todos también se van. Todos patinan sobre el hielo, y puesto que el hielo es muy delgado, éste se derrite por completo cuando el predicador famoso se va.
¿Por qué las personas realizan reuniones de avivamiento en el cristianismo? Porque están desinfladas. Tener una reunión de avivamiento es como poner una inyección para fortalecer el corazón. El fundamento del cristianismo no se halla en las reuniones de hogar, sino en sus reuniones grandes. Es posible que los practicantes de la iglesia denominacional nunca hayan hablado entre sí. Cuando yo era pequeño, asistí con mi madre a un culto dominical por casi veinte años. Nunca hablé con nadie, ni nadie le dirigió la palabra a mi madre. Todos se vestían muy elegantes los domingos para ir a la iglesia, y se sentaban silenciosamente en la banca. Cuando levantábamos nuestras cabezas, lo primero que mirábamos era el número de los himnos en el tablero, y de ese modo nos enterábamos de qué himnos iban a cantarse esa mañana. Alguien entonces pedía que se cantaran estos himnos. Después de cantar, alguien predicaba el sermón y luego otra persona hacía ciertos anuncios. Por último, se daba la bendición a la congregación, después de lo cual todos nos levantábamos del asiento. No le dirigía la palabra a nadie, ni nadie me dirigía la palabra a mí, sino que cada uno seguía su propio camino. ¿Dónde estaban la comunión y comunicación mutua, y la perseverancia en la enseñanza de los apóstoles, de lo cual habla la Biblia?
La condición del cristianismo caído consiste en depender de las reuniones grandes, de la capacidad humana y de los oradores elocuentes. Hace sesenta años, el Señor nos mostró que la verdad de la Biblia no consistía en seguir este camino, sino más bien en recalcar la comunión mutua. ¿Cómo puede haber comunión mutua en una iglesia de diez mil miembros? Si se pretende hacer esto por medio de las reuniones grandes, entonces no nos sería fácil conseguir hablar al menos una vez con cada miembro, aun después de reunirnos por diez años. Pero si las personas vienen a una casa, tienen que hablar aunque normalmente no tengan la costumbre de hacerlo, y su situación se hará manifiesta por medio de sus palabras. Es posible que incluso usted descubra qué clase de enfermedad ellos tienen por medio de su hablar. Las reuniones de hogar son el fundamento de la iglesia.
El pasado invierno leí un libro titulado The Pilings [Los pilotes], el cual fue escrito por un sacerdote católico chino. En este libro se menciona que la iglesia, a fin de ser edificada, debe valerse de pilotes para su fundamento a fin de ser estable. Dichos pilotes, o soportes, son las reuniones de hogar. Como ejemplo de este punto, él dijo que el salón de reuniones de la iglesia en Taiwán practicaba las reuniones de hogar y que éstas hincan los pilotes mejor que cualquier otra cosa.
En años recientes hicimos mucho hincapié en las reuniones grandes. Cuando veíamos que la asistencia disminuía, cambiábamos la línea de nuestro hablar. Si veíamos que a la gente no le gustaba lo que estaba escuchando, cambiábamos el tema. Sea que intentáramos hacer las cosas de una u otra manera, nuestra única preocupación era el orador. Sin embargo, en realidad no sabíamos cómo utilizar nuestro tesoro familiar: las reuniones de hogar. Así que, volvimos a depender de las reuniones grandes y seguir el camino del cristianismo. Ésta es mi carga esta noche: debemos cambiar nuestros conceptos. Las reuniones grandes tienen su utilidad, pero las personas en todo el mundo están paradas “sobre el hielo”. Queremos guiar a algunas de ellas a que patinen hacia “tierra firme” y poder retenerlas en las reuniones de hogar. Solamente así podrá la iglesia sobrevivir.
Según mi experiencia de varias décadas, sé que cuando las reuniones de hogar fueron establecidas, al comienzo los que no se habían estado reuniendo simplemente volvieron a reunirse y dieron sus testimonios. Esto trajo alegría a todos. No obstante, después de la segunda o tercera semana, ¿de qué otra cosa podíamos hablar? Servir un postre una y otra vez hizo que se perdiera el sabor. ¿Por qué estas reuniones no duraron mucho? Porque no tenían contenido. Hoy ustedes ya han experimentado este sabor. Mientras yo estaba en los Estados Unidos, recibí una carta de algunos hermanos de Taipéi que decía: “La situación de las reuniones de hogar en Taipéi es una tercera parte arriba, otra tercera parte abajo y la otra tercera parte en un punto de equilibrio”. En términos de contabilidad, la columna del haber sumaba lo mismo que la del debe; en otras palabras, era un esfuerzo perdido. Esto se debe a que todos tienen el concepto de que todavía dependemos de las reuniones grandes. Ustedes todavía están esperando que un orador competente venga y les predique.
A fin de que las reuniones de hogar perduren, debemos traer a Cristo. Cristo es lo único que no se marchitará, lo único que no menguará. Hay un himno muy famoso en el cristianismo que dice: “Las flores hermosas se marchitarán y la luna llena menguará; solamente mi mejor amigo jamás me dejará”. El mejor amigo es el Señor Jesús. Quizás usted diga que su reunión de hogar no ha menguado ni se ha marchitado, pero me temo que más de la mitad de nuestras reuniones de hogar ya son como una flor nocturna; ya es después de la medianoche y han comenzado a ponerse mustias. Por lo tanto, esta noche quiero proclamarles a ustedes el mensaje de Juan el Bautista: “¡Arrepentíos!”. Arrepentirse significa cambiar nuestros conceptos. Deben cambiar sus conceptos. No hagan hincapié en las reuniones grandes. Por lo menos, deben pensar que las reuniones de hogar están en el mismo nivel que las reuniones grandes.
Reconozco que las reuniones grandes tienen su utilidad y son necesarias. En estos momentos estamos buscando un terreno donde podamos construir un salón de reuniones grande. Puedo garantizarles que el Señor ciertamente nos conducirá al éxito. En cuanto se termine la construcción del salón de reuniones grande, dentro de un año y medio ustedes verán los diferentes usos que le daremos. ¿Acaso no queremos evangelizar a Taiwán? Por lo menos quinientos nuevos colaboradores debieran ser levantados cada año. Estos hermanos y hermanas jóvenes necesitan ser adiestrados y el adiestramiento requiere un lugar donde puedan vivir. En este terreno no sólo habrá un salón de reuniones, sino también un lugar para actividades que sirva como un campamento de fines de semana. Los veintiún salones de reunión de Taipéi son veintiún unidades. También hay aproximadamente veinte iglesias satélites alrededor de Taipéi. Por lo tanto, en conjunto tenemos cuarenta unidades, y cada unidad puede usar esta propiedad por una semana. Además, también podrá usarla la obra universitaria de las iglesias en cada localidad.
Nuestro evangelio debe propagarse a los hogares, ciudades y aldeas. Sin embargo, a fin de realmente obtener un buen material, debemos ir a los jóvenes estudiantes. Por esta razón, debemos laborar en los recintos universitarios. Con base en nuestra experiencia pasada, los campamentos de verano e invierno son la manera más eficaz de laborar en las universidades. Nosotros vamos a la universidad a contactar algunos amigos del evangelio. Cuando llega el fin de semana, no vamos al cine ni a bailar a fiestas. Sólo vamos a buscar los amigos del evangelio. Entonces podemos decirles: “Nuestra iglesia tiene un campamento en la montaña con un jardín y dormitorios. ¿Por qué no vamos y nos quedamos allí por un día?”. Si los llevan a la montaña para dar un paseo por el lugar y conversar un poco con ellos, ciertamente serán salvos.
Vamos a construir un baptisterio en las montañas para que las personas puedan ser bautizadas en cuanto son salvas. Cada semana podremos traer personas en grupos a la montaña. De los diez que llevemos a la montaña, tal vez no todos sean bautizados, pero al menos sí lo sean siete u ocho. Esto es algo que he estado deseando en mi corazón. Esto ciertamente vale la pena promover. Aquellos de ustedes que participan al menos un poco en la obra en las universidades saben que ésta es la manera más eficaz. Especialmente hoy en Taiwán, cuando llega el fin de semana, a los estudiantes no les gusta quedarse en el recinto universitario. A ellos definitivamente les gustará viajar. El mejor lugar es subir a la montaña. De manera que el salón de reuniones grande ciertamente tiene su utilidad; no obstante, si simplemente hacemos esta clase de obra y no tenemos un fundamento, entonces estaremos siguiendo el camino de patinar sobre el hielo, y muchos así se marcharán. Así como vienen patinado, de igual manera se irán.
Cuando se trata de la obra de Dios, el comienzo es siempre lo mejor. Pero después que ésta le es confiada al hombre, empieza a ir cuesta abajo. El comienzo de Hechos fue excelente. Allí estaba la “pista de patinaje” en las reuniones grandes para atraer a la gente, y muchos vinieron a patinar. Luego se tuvieron las reuniones de casa en casa para conducir a las personas al fundamento de la iglesia. En cuanto una persona se hacía parte de las reuniones de hogar, se quedaba. Ésta es la sabiduría de Dios.
Las iglesias en el recobro del Señor en los cinco continentes suman aproximadamente seiscientas cincuenta en total. En particular en Centroamérica y Suramérica, la tasa de crecimiento ha aumentado muy rápidamente, y continúa aumentado. Mi obra en los Estados Unidos está llena de actividades, pero con todo tuve que regresar para dar dirección a Taipéi, para poner un buen fundamento aquí, debido a que éste es el modelo. Si la fuente no está clara, la obra no podrá propagarse a ningún lugar. Por lo tanto, les ruego a todos ustedes que tomen la carga de orar y de combatir juntos. No menosprecien las reuniones de hogar. El esfuerzo que pongamos ahora es lo que determinará si tendremos éxito y si el Señor logrará abrir un camino entre nosotros. De lo contrario, el Señor tendrá que buscar otro grupo de personas y nosotros nos iremos cuesta abajo, llegando a ser un grupo más del cristianismo.
Hermanos y hermanas, cuando ustedes vengan a la reunión, ¿esperan escuchar a un buen orador? El concepto que tienen de depender de los buenos oradores debe cambiar. Eso es lo primero que quiero hacer esta noche. ¿Qué debemos hacer después que todos hayamos cambiado este concepto? Todos hemos tenido experiencias en las que nuestros conceptos han cambiado. Todo el mundo experimenta un cambio en sus conceptos cuando es salvo. Después de esto, todos tuvimos que aprender a orar, leer la Palabra, conocer la verdad, crecer en vida, experimentar a Cristo, ganar a Cristo y disfrutar de las riquezas de Cristo. Cristo es nuestra buena tierra de Canaán. Si laboramos en Él, si diariamente laboramos en Cristo, segaremos una buena cosecha.
Dios siempre obra de manera equilibrada. Como se puede ver, el hombre tiene dos manos y dos hombros. El lado izquierdo corresponde a las reuniones grandes, y el lado derecho, a las reuniones de hogar; por lo tanto, las reuniones grandes y las reuniones de hogar se equilibran. Después que seamos equilibrados de esta manera, debemos redoblar nuestra oración, nuestra lectura de la Biblia, nuestra capacidad de ver la luz en la Biblia y nuestra experiencia de Cristo.
En la iglesia, todos los hermanos y hermanas aman al Señor. Es debido a que aman al Señor que siento la carga de guiarlos. Puesto que ustedes aman al Señor, deben tomar en serio las cosas del Señor. Su amor por el Señor no debe ser un hablar vano. ¿No aman al Señor? Permítanme decirles, la Biblia nos dice que el Señor sólo tiene una manera de edificar Su iglesia, de alcanzar Su meta, y dicha manera es realizar las reuniones de hogar. No se puede conseguirlo con las reuniones grandes. Las reuniones grandes del cristianismo son comparables a la era de los jueces. La era de los jueces dependía enteramente de un gigante espiritual. Cuando se levantó Sansón, aquello fue muy bueno; pero cuando murió, Israel llegó a su fin. La era de los jueces del Antiguo Testamento prefigura el cristianismo actual. Si únicamente prestamos atención a las reuniones grandes y descuidamos las reuniones de hogar, estaremos recreando la historia de la era de los jueces. Debemos cambiar nuestros conceptos. No queremos tener jueces; lo que queremos son los hogares. Cada hogar tiene que ser fuerte, y a fin de tener un hogar fuerte, ustedes primero deben ser fuertes.
Es preferible que en las reuniones de hogar no haya más de doce personas. Lo mejor es que haya cinco o seis. Siete u ocho también es un buen número; y ocho o diez es aceptable. Debido a que amamos al Señor y tomamos en serio Sus asuntos, oramos diariamente, leemos la Palabra, aprendemos la verdad, vemos la luz, experimentamos a Cristo diariamente y laboramos en Cristo. Cuando nos reunimos, todos los ocho o diez de nosotros tenemos experiencias que compartir. Así espontáneamente dejaremos de ser parte de la audiencia que depende del hablar de otros. La noche pasada conocí a un hermano holandés, que hablaba muy bien el chino. Me dijo que podía hablar holandés y que también había aprendido alemán, francés, inglés y chino. Así que él sabe hablar cinco idiomas. Hoy en día, ¿qué es más fácil, que ustedes sigan a Cristo, experimenten a Cristo y le disfruten o que un holandés como este hermano aprenda chino? Si él puede convertir su lengua holandesa en una lengua china y hablar chino, ¿por qué no podemos nosotros convertir nuestra lengua en una “lengua que hable Cristo”? Es porque no estamos dispuestos. Amamos al Señor, y todos los días cargamos nuestra Biblia y nos apuramos para irnos a las reuniones. No simplemente traigamos nuestra Biblia; les ruego que la lean y aprendan a hablar la palabra de Cristo. Entonces tendrán experiencias que traer a las reuniones, y las reuniones serán ricas.
El Espíritu en el libro de Hechos es el Espíritu que habla. Él habla continuamente. Si en una reunión todos desean ser los primeros en hablar, y si antes de que uno acabe de hablar, otro desea poder hablar, ¿no sería ésa una reunión rica? Si tenemos reuniones así vez tras vez, el gusto que todos tienen por las reuniones grandes cambiará. Los que hemos traído recientemente y los que no han estado reuniéndose por un buen tiempo ya no estarán tan preocupados por las reuniones grandes, y pensarán que las reuniones pequeñas son también muy buenas. Una reunión de la iglesia como ésta habrá dejado de edificar sobre el fundamento equivocado y edificará sobre el fundamento correcto. Sólo una iglesia como ésta merece ser alabada. Ya no importa si el orador elocuente va a venir hoy o no, pues podremos reunirnos por nosotros mismos. Eso es un indicio de que dicha iglesia tiene un fundamento.
La iglesia en Taipéi es grande y estable, aunque quizás no muy confiable. Si el concepto aquí cambia al punto de que la iglesia sigue floreciendo y progresando aun si los supuestos oradores competentes no vienen por diez años, entonces habremos tenido éxito. Debemos predicar el evangelio y guiar a los hermanos y hermanas a estar firmes, de modo que todos sean un soldado y nuestro ejército esté en todas partes. De este modo, la iglesia será estable. Cuando eso suceda, realmente podremos evangelizar a Taiwán. Pero si continuamos dependiendo de las reuniones grandes y ni siquiera podemos evangelizarnos a nosotros mismos, ¿cómo podremos evangelizar a Taiwán? Si su pequeña familia aún no ha sido evangelizada y sus parientes aún no han sido evangelizados, será imposible evangelizar a Taiwán. Necesitamos que el Espíritu Santo inicie la obra para que aun un recién salvo pueda hablar. Cada familia ha de hablar; todos han de hablar. Toda persona salva ha de ser un predicador.
Espero que el concepto de todos cambie. Una vez que nuestros conceptos cambien, el resultado será el siguiente: nuestra oración y lectura de la Biblia serán intensificadas; nuestra comunión con el Señor será intensificada; también lo será nuestra búsqueda de la luz y de la verdad y nuestra capacidad de ver la visión; asimismo creceremos en vida para seguir al Señor, disfrutaremos a Cristo y ganaremos a Cristo. Si ustedes tienen todas estas cosas, tendrán algo que decir en cualquier reunión a la que asistan. Actualmente en sus reuniones de hogar se dan algunos testimonios y se piden algunos himnos, pero eso principalmente se hace de manera natural. Algunas de estas cosas se han convertido en preceptos. Ni la manera natural ni la manera de tener preceptos es correcta. ¿Qué es lo correcto entonces? Ustedes deben quedarse en casa a fin de orar más, leer más la Biblia, tener más comunión con el Señor, tener más experiencias de vida y procurar recibir más luz y verdad. Si hacen esto cada día, cuando se pongan en pie para hablar, lo que digan no será natural ni conforme a preceptos. Ustedes tendrán tantas riquezas de las cuales desbordarán. Este asunto de desbordar es la manera en que seguimos al Espíritu. Anteriormente yo no sabía qué significaba ser movidos por el Espíritu, pero ahora entiendo esto claramente. Significa que usted ora, lee la Biblia, experimenta al Señor y entonces es lleno interiormente del Señor. Así, adondequiera que vaya, el Espíritu Santo lo mueve a usted. Cuando usted está lleno y viene a la reunión de hogar, su hablar no será conforme a la manera natural ni tampoco conforme a algún precepto. En lugar de ello, será el desbordamiento de las riquezas del Señor. Usted rebosa y yo también reboso. Esa reunión de hogar entonces será rica. En las reuniones de hogar hablamos en un lenguaje cotidiano. Todos pueden hablar este tipo de lenguaje. Usted habla conforme a todo lo que oye en su vida cotidiana. No necesita montar un espectáculo ni fingir; usted simplemente desborda de manera natural y espontánea. El fundamento de la iglesia no radica en los largos sermones de los apóstoles, sino en los hogares. Allí usted da un testimonio, y yo doy una palabra de iluminación. Si todos hablan y participan, habrá abundancia. Al ver y escuchar esto, los nuevos asistentes y los hermanos que recientemente han sido recobrados serán beneficiados. De este modo, el fundamento de la iglesia será sólido y la iglesia perdurará.
Lo primero que necesitamos hacer es cambiar nuestros conceptos. Las reuniones de hogar no son simplemente un método. De ahora en adelante no ensalzaremos las reuniones grandes ni tampoco las despreciaremos; más bien, tendremos por igual las reuniones grandes y las reuniones de hogar. Según la situación actual, no debemos pensar que para recobrar a alguien exitosamente, debemos traerlo a las reuniones grandes. Por supuesto, es muy bueno hacer eso, pero no debe ser un requisito. Con tal de que esa persona pueda venir a las reuniones de hogar cada semana, eso será muy bueno. Primeramente, pongamos un buen fundamento en él. En segundo lugar, quienes asisten a las reuniones de hogar deben hacer lo posible por recobrar a los que no han estado reuniéndose por algún tiempo. En Taipéi, hay varios miles de hermanos y hermanas que no se han estado reuniendo. Los tres mil o cinco mil de ustedes que se reúnen regularmente deben participar en las reuniones de hogar a fin de recobrar a los que no se han estado reuniendo por mucho tiempo. Tercero, prediquen el evangelio extensamente. La predicación del evangelio en los hogares debe salir a partir de los hogares. Incluso la obra en las universidades debe surgir de los hogares. Los hogares son el fundamento. Si los hogares no son fuertes e incluso si usted mismo necesita de pastoreo, entonces, ¿quién podrá pastorear? Si las reuniones de hogar no son fuertes, ni siquiera la obra con los niños podrá llevarse a cabo. A fin de que una nación sea fuerte, los hogares tienen que ser fuertes. A fin de que una iglesia sea fuerte, las reuniones de hogar deben ser fortalecidas y edificadas. Los hogares son el fundamento, la base, de todas las actividades. Cuarto, retengan a las personas. Las reuniones de hogar deben retener y sustentar a las personas, e incluso hacer que anhelen volver a reunirse. Ustedes deben laborar en las reuniones de hogar al grado en que ellas tengan el poder de atraer a las personas y retenerlas. Quinto, deben lograr que las riquezas predominen en las reuniones de hogar, es decir, el contenido de las reuniones de hogar debe ser rico. Sexto, cuando las reuniones de hogar lleguen a ser así de ricas, se logrará la meta más elevada, que es expresar a Cristo.
No es fácil edificar las reuniones de hogar. Esto es como una gran montaña muy elevada que no es nada fácil de escalar. Así pues, una vez que empecemos por cambiar nuestros conceptos y luego continuemos recobrando a los que no se han estado reuniendo por un buen tiempo, predicando extensamente el evangelio, y sustentando, fortaleciendo y enriqueciendo el contenido de las reuniones, finalmente alcanzaremos la meta más elevada de Dios con respecto a la iglesia, a saber: expresaremos Cristo. Que el Señor tenga misericordia de nosotros y que todos oremos por este asunto.