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Mensajes del libro «Acerca de las reuniones en casa»
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CAPÍTULO CINCO

LA FUNCIÓN DE LAS REUNIONES DE HOGAR

  La Biblia dice que la iglesia es una familia. Una familia nunca puede ser demasiado numerosa. En principio la familia es diferente de un reino; un reino es una unidad que incluye a muchas personas, pero una familia no es así. Por un lado, la Biblia nos dice que la iglesia es la familia de Dios; por otro, nos dice que la iglesia es el reino de Dios (Ef. 2:19 Mt: 16:18-19). Una familia se edifica sobre la unidad del individuo, mientras que un reino se edifica sobre la unidad de la familia. Por consiguiente, para que una familia sea saludable, primeramente se necesitan ciudadanos saludables; para que una sociedad sea saludable, se necesitan familias saludables; y para que se produzca un país fuerte, se necesitan sociedades saludables. Por un lado, la iglesia es el reino de Dios; y por otro, es la familia de Dios. El reino de Dios se edifica sobre la base de la familia. El cristianismo caído ha descuidado el aspecto de la familia. Desde que nos subdividimos en diferentes salones de reunión, no hemos recalcado la familia, por lo cual hemos tenido muy poco crecimiento. Debemos seguir el recobro del Señor y regresar al principio, esto es, al núcleo familiar. Cuando el núcleo familiar es fuerte, el reino es fuerte.

LA IGLESIA ES DE DIOS, DE CRISTO Y DE LOS SANTOS

  Los componentes de una familia no se diferencian en categorías de hombre y mujer, viejo y joven, ni fuerte y débil. En el ejército es donde se hacen este tipo de diferenciaciones. A veces quisiéramos que nuestras reuniones de hogar fueran como un ejército, donde todos los miembros se comportan de manera ordenada y cada uno es un combatiente. Sin embargo, eso no sería una familia. Hay quienes tienen una perspectiva totalmente diferente de las reuniones de hogar y piensan de esta manera: “Mi reunión de hogar es una reunión de hermanos que son ‘don nadie’. ¿Qué podemos hacer? Nunca escucho un buen mensaje”. Así como no está bien tener el concepto de querer apoyar una reunión de hogar con el deseo de ser el líder del grupo, tampoco está bien tener el concepto de querer convertir en soldados a todos los asistentes de las reuniones. Además, debemos abandonar el concepto de ir a las reuniones de hogar para escuchar a alguien hablar. Tales conceptos conllevan muchos microbios y enfermedades.

  Les suplico a los hermanos que mantengan una actitud calmada con respecto a las reuniones de hogar. Debemos ver que los apóstoles salieron a establecer iglesias, no a establecer una obra apostólica. Después que los apóstoles establecieron iglesias, ellos no exaltaron a los ancianos, dándoles una posición elevada. En el cristianismo, cuando un pastor o predicador sale a establecer iglesias, cuanto más labora, más las iglesias terminan recayendo sobre sus hombros. Las personas en la sociedad consideran determinado grupo de cristianos como la iglesia establecida por el pastor fulano de tal, y consideran otro grupo como la iglesia del predicador fulano. Si dicho pastor o predicador se va a otro lugar, de inmediato las personas que permanecen se quedan como un grupo de huérfanos, sin padre ni madre. Poco después, la iglesia también se dispersa y deja de existir. Entre nosotros hay algunos ancianos que, cuando administran la iglesia, cuanto más la administran, más la iglesia llega a ser de ellos. El Nuevo Testamento nos muestra que la iglesia es la iglesia de Dios, la iglesia de Cristo y la iglesia de los santos (Hch. 20:28; Ro. 16:16; 1 Co. 14:33). La Biblia en ningún momento la llama la iglesia de los apóstoles ni la iglesia de los ancianos.

  Los apóstoles decían que predicaban a Cristo Jesús como Señor y a ellos mismos como esclavos de todos (2 Co. 4:5). Los apóstoles no son los señores y amos de la iglesia, sino los esclavos de la casa de Dios. Los obreros no son los amos de la iglesia, sino los esclavos de todos los santos. Los santos son los hijos de Dios. Cada vez que algunos llegan a ser colaboradores o apóstoles, llegan a ser esclavos de los hijos de Dios. Ésta es la verdad revelada en la Biblia.

  En Mateo 20 el Señor Jesús dijo que entre los gentiles los que son grandes ejercen sobre ellos autoridad, mas “entre vosotros no será así” (vs. 25-26). En Mateo 23 el Señor Jesús dijo que a los fariseos les encanta ocupar los primeros asientos, pero que nosotros no deberíamos ser así, sino que el más grande entre nosotros sería nuestro servidor (vs. 6-11). Mientras el Señor impartía estas enseñanzas, Pedro debió de haber visto esto con sus propios ojos y haberlo escuchado con sus propios oídos. Por ello, escribió estas palabras en 1 Pedro 5: “Los ancianos [...] no como teniendo señorío sobre lo que se os ha asignado, sino siendo ejemplos del rebaño [...] y todos, ceñíos de humildad en el trato mutuo” (vs. 1, 3, 5). Estas palabras sirven para recordarnos que los ancianos y los apóstoles no son los amos y señores. Los amos de la iglesia son, primeramente, Dios el Padre, en segundo lugar, el Señor Jesús y, tercero, los santos. Los que administran la iglesia, los que toman la delantera en la iglesia, e incluso los que establecen las iglesias, todos ellos, son esclavos. Los apóstoles son esclavos, y los ancianos también son esclavos. Solamente los santos son los amos.

  En el cristianismo no sólo los obreros, el clero y los que administran la iglesia han abandonado su posición, sino también los santos. Los santos voluntariamente han abandonado su posición como amos. Debemos siempre recordar que la iglesia es la iglesia de Cristo y la iglesia de los santos. La iglesia de ningún modo es la iglesia de los colaboradores ni la iglesia de los ancianos. Este entendimiento correcto de la iglesia es sumamente crucial. Si usted se da cuenta de que es el dueño de la iglesia, sin duda alguna hará todo lo posible por conservar su posesión. Por ejemplo, si una casa en particular es suya y usted es el dueño de esa casa, ciertamente hará todo lo posible por mantener esa casa en buen estado, reparando donde hay daños y arreglando los lugares en el techo donde hay goteras. Sin embargo, si simplemente alquila la casa, no le importará la casa en absoluto. Es posible que su actitud sea ésta: “Si la casa tiene goteras, que las tenga; y si la casa se daña, que se dañe. Con tal de que pueda acostarme y dormir tranquilo, estaré contento. Al fin y al cabo, esta casa no es mía, sino que le pertenece a otro”.

LOS DUEÑOS DE LA IGLESIA SON LOS SANTOS

  Queridos hermanos, todos debemos tener este nuevo concepto, un nuevo sentir de que somos los propietarios de la iglesia. El hecho de que la iglesia sea el reino de Dios se basa en que la iglesia sea la familia de Dios. Es imposible que la iglesia sea fuerte si la familia no es fuerte. Para que la familia sea fuerte, cada santo debe ser un propietario. Los colaboradores sólo son esclavos de la casa. Quien lo sirve a usted no es el amo; usted es el amo de la iglesia. Al respecto, no debemos permitir que el cristianismo caído determine la atmósfera y sabor entre nosotros, llevándonos a exaltar a los predicadores, ancianos y ministros, y haciéndonos olvidar que los verdaderos amos son los santos. Esta noche estamos aquí para hacer todo lo posible por cambiarles este concepto. Si no logramos cambiar este concepto, entonces seguiremos en la esfera del cristianismo caído. Debemos ver esta luz, la cual es sumamente grande. A todos nos encantan las reuniones grandes, pero las reuniones grandes no existen por causa de las reuniones grandes. El propósito de las reuniones grandes es producir a los santos, para que luego ellos sean edificados como una sola familia.

  Hechos 14 deja constancia de que el apóstol Pablo fue a Iconio, a Listra y a otros lugares, predicando el evangelio en todo lugar. Probablemente en menos de un año regresó para establecer ancianos en cada lugar. Todos los que llegaron a ser ancianos eran ancianos “bebés” que habían sido salvos por menos de un año. El concepto del apóstol era en última instancia hacer que los santos recordaran claramente que él, el apóstol, no tenía la intención de edificar la iglesia sobre sí mismo. Pablo predicaba el evangelio para que la gente fuera salva, establecía iglesias en todo lugar, designaba a algunos como ancianos, y luego les entregaba cada iglesia local a sus respectivos ancianos. Los padres tienen el concepto equivocado de considerar a sus hijos como niños. Al padre siempre le parece que sus hijos no saben hacer bien esto y aquello; y la madre siempre dice que sus hijas no saben cocinar. Le parece que sus hijas no saben hacerlo, y por tanto, ellas deben dejar que ella cocine. Como resultado, estos hijos e hijas en realidad no saben hacer nada; todos parecen ser personas lisiadas. Sin embargo, bajo el liderazgo de Pablo, los “bebés” llegaron a ser ancianos.

EL SEÑOR NO ESTABLECE LÍDERES EN EL NUEVO TESTAMENTO

  En el Nuevo Testamento el Señor nunca nombró a un solo líder para que tomara la delantera. En efecto, nombró doce apóstoles, pero no nombró a un apóstol principal, ni nombró a uno para que convocara una reunión. En Hechos 6 la iglesia nombró a siete hermanos para que sirvieran a las mesas, pero de entre estos siete no encontramos a ninguno que fuera el líder. Cuando llegó el momento de nombrar a los ancianos, Pablo tampoco nombró a un anciano “principal”. En la práctica de la vida de iglesia, nuestro concepto es que de entre los cinco ancianos debe haber uno que sea el principal. Sin embargo, este concepto difiere del concepto divino, y también difiere del concepto bíblico. Este concepto nos lleva de regreso al Antiguo Testamento. En el Antiguo Testamento el pueblo de Dios estaba bajo el gobierno divino. En el Lugar Santísimo Dios revelaba el deseo de Su corazón por medio del Urim y el Tumim, y luego el sumo sacerdote se lo comunicaba al pueblo (Nm. 27:21). En esos días, no había rey en Israel. Sin embargo, el pueblo después quiso imitar a los gentiles y tener un rey que los gobernara. El hecho de pedirle a Dios un rey ofendió a Dios a lo sumo, pues eso significaba que lo rechazaban como su Rey (1 S. 8:4-7). Ellos querían un rey visible, no a Dios. Dios era su Rey invisible, el Rey en su espíritu. Dios quería vivir en el espíritu de ellos para que pudieran conocer a Dios. Si ellos vivían en la carne, no podrían conocer a Dios. Finalmente, Dios les dio un rey, a Saúl, quien les causó mucha aflicción. Establecer un rey es contrario al principio del gobierno divino. En la iglesia no debemos tener el concepto de establecernos un rey, y mucho menos debemos ambicionar ser rey.

  Algunos piensan que entre nosotros debe haber un líder fuerte. Según ellos, ese líder debe ser establecido a fin de que todos tengan un sentido de responsabilidad. Sin embargo, ése es un concepto enteramente humano. Cuando practicamos las reuniones de hogar, nadie es cabeza, pero todos tienen un sentido de responsabilidad. La iglesia es la iglesia de los hermanos y de los santos. De ahora en adelante, cada hermano y hermana debe asumir parte de la responsabilidad, por cuanto son los dueños de la iglesia. La iglesia les pertenece a ustedes, a mí y a los santos.

LA NECESIDAD DE TENER CONCIENCIA DEL CUERPO AL ADMINISTRAR LA IGLESIA

  En el pasado siempre que les pedíamos a ciertos hermanos que se encargaran de un salón de reuniones, quienes se hacían cargo competían entre sí por los recursos humanos y financieros para ese salón. Hermanos, por favor, recuerden que cuando administran la iglesia, no están administrando en beneficio de esa iglesia local, sino en beneficio del Cuerpo universal de Cristo. Si un hermano en determinada iglesia local siente la carga de mudarse a Suramérica, no deben impedírselo, sino más bien darle gracias al Señor por ello y animarlo a ir, ofreciéndole dinero para cubrir sus viáticos, apoyo económico para su familia y para sus gastos de sostenimiento por tres años. Si están dispuestos a hacer esto, la iglesia será bendecida. Cuando administramos la iglesia, debemos tener conciencia del Cuerpo y no usar nuestro juicio personal para juzgar nada. Según nuestro parecer, Jacob era una mala persona, pero el Señor dijo: “A Jacob amé, mas a Esaú aborrecí” (Ro. 9:13; Mal. 1:2-3). Asimismo, según nuestro modo de hacer las cosas, nosotros queremos administrar bien la iglesia donde estamos, pero Dios desea traer un buen orden a Suramérica. En toda la tierra hay más de seiscientas iglesias. Por la misericordia del Señor, desde el comienzo hasta hoy he tratado a cada iglesia por igual sin discriminación alguna. Espero que ustedes también tengan conciencia del Cuerpo. Ustedes están aquí sirviendo a la iglesia, no por causa del servicio, sino por causa del Cuerpo del Señor en toda la tierra. Espero que no sólo los colaboradores y ancianos tengan esta actitud, espíritu, sentir y sabor, sino también cada uno de los hermanos y hermanas.

  El principio básico por el cual el Señor edifica a la iglesia consiste en establecer las reuniones de hogar como la base. Cuando vamos a una reunión de hogar, nunca debemos tener la actitud de que si vamos a establecer dicha reunión de hogar, estamos yendo a ejercer el liderazgo. Debemos ir a una reunión de hogar para fortalecerla y enriquecerla, pero no para ser cabeza. Debido a que uno va allí para ejercer su función, y también brinda un suministro a la reunión más que los demás, naturalmente a los ojos del Señor dicho santo es una columna en esa reunión de hogar, y esa reunión de hogar se ha fortalecido gracias a su función. Pero, desde su perspectiva, simplemente fue a ejercer su función sin pensar en ser el líder.

TODOS LOS MIEMBROS DESARROLLAN SUS DONES ESPIRITUALES

  La Biblia claramente nos muestra que el Señor a propósito no designó a ninguna persona como cabeza, a fin de que todos los miembros desarrollasen sus propios dones espirituales. En el proceso del desarrollo natural, los más fuertes asumirían una mayor parte de la responsabilidad. Esto mismo se aplica a las reuniones de hogar, a cada salón de reunión y a la iglesia. De este modo, el Señor podrá tener un camino por el cual avanzar, y nosotros podremos salir del sistema organizativo. Esta luz debe ser muy resplandeciente entre nosotros. En la iglesia, primeramente no tenemos una organización y, en segundo lugar, no tenemos una jerarquía. No tenemos personas que estén por encima controlando a los que están por debajo, ni tenemos personas que estén por debajo siguiendo a los que están arriba. Nuestra relación no es la de superiores con inferiores. No tenemos una organización, sino que simplemente nos relacionamos y tenemos comunión.

  Debido a la manera en que disponíamos el liderazgo en el pasado, en estas últimas décadas y durante un largo período de sufrimiento hemos descubierto que tenemos muchas deficiencias. No sólo los hermanos y hermanas no han sido perfeccionados, sino que tampoco lo han sido quienes participan en el liderazgo. Cuando reconsidero todo el Nuevo Testamento en cuanto a estos asuntos, veo que el Señor nunca estableció líderes. Por esta razón, debemos permitir, por la gracia del Señor, que los santos se desarrollen mucho en los dones. Como resultado del desarrollo, naturalmente se hará manifiesto que algunos son más fuertes y otros son más débiles. De este modo, los más fuertes asumirán una mayor parte de la responsabilidad, mientras que los más débiles asumirán la medida de responsabilidad que les corresponde. En consecuencia, los que asumen más responsabilidad espontáneamente vendrán a ser columnas. Esperamos que ahora todos los hermanos adopten esta actitud y tengan esta clase de espíritu, para que de manera positiva empiecen a practicar las reuniones de hogar y a ejercer su función conforme a la medida que el Señor les ha dado. Si el Señor le ha dado a usted una mayor medida, entonces naturalmente será una columna en esa reunión de hogar. Mientras usted presente fielmente lo que el Señor le ha dado, habrá cumplido su función. Entonces el Señor tendrá más cabida en usted, y la iglesia también recibirá el beneficio por medio suyo.

EL SUMINISTRO BÁSICO EN LAS REUNIONES PROVIENE DE LA PALABRA DE DIOS Y DEL ESPÍRITU DE DIOS

  El suministro básico en una reunión proviene de la Palabra de Dios; la vitalidad, motivación o poder básico en una reunión proviene del Espíritu Santo. El Señor nos ha dado dos grandes dones: uno es Su Palabra divina, que es la Biblia; y el otro es el Espíritu Santo, quien es la fuente de nuestra motivación, vitalidad y poder. Independientemente de que se trate de una reunión grande o una reunión pequeña, a fin de que ésta sea rica y fuerte se necesitan la palabra del Señor y el Espíritu. Algunos creen que si uno tiene al Espíritu Santo, tiene la palabra del Señor. En realidad, prestar atención sólo al Espíritu y no a la Palabra del Señor resulta en pobreza. La Biblia dice que la palabra está relacionada con el Espíritu (Ef. 6:17; Jn. 6:63). Durante todos estos años, nosotros en el recobro del Señor hemos sido muy bendecidos por el Señor debido a la palabra del Señor y a la verdad del Señor.

  En las reuniones de hogar debemos promover la Palabra del Señor. A fin de fortalecer y enriquecer nuestras reuniones, debemos aprender a usar los mensajes del Estudio-vida. Los mensajes del Estudio-vida pueden ayudarnos en nuestro estudio de la Biblia al igual que una buena máquina nos puede ayudar a realizar algo. El Estudio-vida está en sus manos; lo que necesitan es aprender a usarlo. Espero que en dos reuniones una reunión de hogar pueda abarcar un mensaje del estudio-vida. Cuando ustedes asistan a la reunión de hogar, no deben dividir el mensaje de manera rígida, es decir, si el mensaje consta de ocho páginas, leen cuatro páginas esta vez y dejan cuatro páginas para leer la próxima vez, como si fueran doctores matasanos realizando una operación. En vez de ello, deben tener en cuenta las secciones. La primera vez que lean un libro nuevo, deben estudiar su contexto, y la segunda vez deben estudiar su tema. Si queremos estudiar bien los mensajes del Estudio-vida en las reuniones de hogar, cuando lleguemos a los puntos de la verdad contenidos en los mensajes, debemos hablar acerca de ellos apropiadamente, recalcando los puntos importantes y dedicándoles un poco más de tiempo. De esta manera, el mensaje podrá ser estudiado completamente.

  Mejor aún sería si antes de la reunión de hogar, cada hermano y hermana leyera el mensaje una vez, y que pudiera digerirlo y prepararlo un poco de antemano. Durante la reunión, los hermanos que forman parte del núcleo del grupo, quienes son más fuertes en conocimiento, más ricos en vida y saben expresarse con mayor facilidad, deben asumir la responsabilidad de explicar los nuevos términos para el beneficio de todos. Cuando lleguen a los puntos cruciales, espontáneamente podrían orar-leerlos. En ese momento, si algunos se sintieran conmovidos, podrían ofrecer oraciones. O quizás algunos, después de escuchar las palabras del mensaje, pueden recordar sus experiencias pasadas y ofrecer alguna comunión. O incluso otros, después de comer y sentirse satisfechos, podrían sentir gracia en sus corazones y acordarse de un cántico, y todos pueden empezar a cantarlo juntos. Si no hay un cántico ni hay inspiración, no escojan a la ligera un himno para cantarlo. Esto es como meterle a alguien en la boca una dentadura postiza.

LAS REUNIONES DE HOGAR SON LA PIEDRA DE TOQUE DE LA EDIFICACIÓN DE LA IGLESIA

  Vemos claramente que la edificación de la iglesia se basa en las reuniones de hogar. ¿Y quién edifica las reuniones de hogar? No son los colaboradores ni los ancianos, sino los hermanos y hermanas. Las reuniones de hogar son la piedra de toque (prueba con la que se determina tanto la calidad como la autenticidad) de la edificación de la iglesia. La iglesia se edifica sobre este fundamento.

  De acuerdo con la situación actual, lo primero que se debe hacer en las reuniones de hogar es restaurar a quienes no se han estado reuniendo desde hace mucho tiempo. Espero que todos los hermanos y hermanas se movilicen para buscar, según sus respectivas direcciones, a quienes no se han estado reuniendo desde hace mucho tiempo y los restauren para que asistan a las reuniones de hogar. Lo segundo que se debe hacer es motivar a todo hermano y hermana, ya sea joven o anciano, a que abra su casa para las reuniones al menos una vez cada dos semanas. Deberían tener una reunión del evangelio en los hogares cada dos semanas. Gradualmente, deben educar e iluminar a quienes participan de las reuniones de hogar, proveyéndoles el material evangélico y animándolos a hablar por el Señor y abrir sus hogares. En cada uno de estos hogares debe predicarse el evangelio, de casa en casa. Tercero, debemos hacer lo posible para que las personas continúen asistiendo a las reuniones. Cuando una persona venga, dedíquese a ella y haga lo posible para que permanezca. La responsabilidad de hacer que las personas permanezcan, no puede recaer en los colaboradores, los ancianos ni en unas pocas personas; esta responsabilidad debe recaer sobre quienes se reúnen en los hogares, esto es, sobre los hermanos y hermanas. Ésta es una gran responsabilidad que deben asumir quienes se reúnen en los hogares. Cuarto, deben fortalecer las reuniones de hogar. A fin de tener reuniones ricas, debemos impartir abundantemente la palabra del Señor en tales reuniones. Y quinto, debemos hacer que las reuniones de hogar cumplan el propósito que el Señor tiene para la iglesia. El Señor desea ganar un Cuerpo viviente que lo exprese en la tierra.

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