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Mensajes del libro «Adiestramiento para maestros»
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Adiestramiento para maestros

PREFACIO

  Este libro se compone de los mensajes dados por el hermano Witness Lee en Anaheim California, el 23 y el 25 de junio de 1984.

LA NATURALEZA DE LA ESCUELA DE LA VERDAD

  Mi carga en este mensaje es definir la naturaleza de la Escuela de Verano de la Verdad. Una vez que entendamos claramente la naturaleza de esta escuela, sabremos qué hacer y cómo hacerlo.

No debemos enseñar teología, sino ministrar al Dios Triuno como alimento espiritual

  Por su naturaleza, la Escuela de la Verdad no es un lugar de enseñanzas, sino donde infundimos y ministramos algo particular a nuestros jóvenes. Podemos usar como ejemplo un restaurante. El propósito de un restaurante no es impartir enseñanzas acerca de la comida, sino servir alimentos. Aquellos que sirven en un restaurante no presentan a las personas el menú y luego les dan enseñanzas acerca de la comida. En lugar de eso, ellos suministran a los clientes los diferentes platillos, para que éstos los coman. Debemos aplicar el mismo principio en la Escuela de Verano de la Verdad, la cual en cierto sentido es una escuela, pero en realidad debería ser un “restaurante”. Nuestra meta no es mostrar a los jóvenes un “menú” y luego enseñarles algo acerca de Dios; más bien, nuestra intención es servirles y ministrarles a Dios mismo en diversas formas, mediante variados “platillos”, para que ellos coman. Así que, la naturaleza de la Escuela de la Verdad consiste en ministrar y servir el Dios Triuno a nuestros jóvenes.

  Sin embargo, la situación que prevalece en los seminarios de hoy es muy distinta. Los instructores de los seminarios prestan muy poca o ninguna atención a ministrar el alimento espiritual a los estudiantes. En vez de ministrarles a Dios, ellos principalmente les enseñan teología, que es el simple conocimiento acerca de Dios. En otras palabras, no ministran a Dios mismo a los estudiantes. No deseamos que nuestra Escuela de la Verdad se asemeje a una escuela teológica ni a un seminario; más bien, ésta debe ser un “restaurante” que suministre el Dios Triuno a los jóvenes.

Conducir a los jóvenes al Dios Triuno utilizando los libros de lecciones, los cuales se basan en la Biblia

  En las Escuelas de Verano de la Verdad, nuestro único texto es la Biblia, y nuestros libros de lecciones están basados en ella. Nuestra meta es conducir a los jóvenes, no a los libros de lecciones, sino al Dios Triuno, por medio de dichos libros. Estos libros sólo deben ser el medio o canal por el que los jóvenes sean llevados al Dios Triuno. Si usted comprende esto, entonces también entenderá que no es suficiente con dar una clase desarrollando las lecciones, como si estuviera enseñando en una escuela pública; más bien, debe aspirar a que todos los jóvenes que estén a su cargo asimilen al Dios Triuno. No guíe a los jóvenes al libro de lecciones; más bien, condúzcalos al propio Dios Triuno, usando el libro únicamente como instrumento para que ellos sean atraídos a Dios y ganen más de El. Esto significa que nuestra meta no consiste en enseñar el libro de lecciones, sino en conducir a los jóvenes a Dios mismo mediante dicho libro. Esta es la naturaleza de la Escuela de la Verdad.

  Al enseñar y laborar durante el verano en la Escuela de la Verdad, usted debe conducir a todos los alumnos en su clase a Dios. Por lo tanto, como maestro, usted necesita orar al respecto y procurar con diligencia alcanzar este objetivo. Los maestros deben laborar para que cada joven a su cargo sea atraído a Dios y lo obtenga a El. De manera que al concluir todas las lecciones, sus alumnos deben haber obtenido al Dios Triuno y ser llenos de El, y no simplemente haber recibido conocimiento acerca de Dios según la letra.

LA SINGULARIDAD DE LA BIBLIA

  Ya que nuestro único libro de texto es la Biblia, debemos considerar otros aspectos de lo que es la Biblia. Aparentemente la Biblia es como cualquier otro libro, una simple composición de palabras. Pero, si bien todos los libros seculares son iguales en naturaleza, la Biblia es esencialmente distinta de todos ellos. En otras palabras, la Biblia es única.

El aliento santo

  Quisiera mencionar nuevamente lo que 2 Timoteo 3:16 dice: “Toda la Escritura es dada por el aliento de Dios”. Las Escrituras son el aliento de Dios, la exhalación que nos imparte o infunde a Dios. Por consiguiente, la Biblia es el aliento mismo de Dios, y el aliento de Dios es el Espíritu de Dios, porque Dios es Espíritu (Jn. 4:24). De hecho, la palabra griega traducida Espíritu es pneuma, que también se traduce aliento. Así que, podemos decir que el Espíritu Santo es el aliento santo (cfr. Jn. 20:22). Dios es Espíritu, y el Espíritu es el aliento santo. Decir que toda la Escritura es dada por el aliento de Dios, equivale a decir que la Biblia misma es el aliento, la exhalación del Ser divino, quien es el Espíritu. Dios exhaló Su Ser, y esta exhalación vino a ser la Biblia. A esto es a lo que se refiere 2 Timoteo 3:16 cuando dice que las Escrituras fueron dadas por el aliento de Dios.

Espíritu y vida

  En Juan 6:63 el Señor Jesús dice: “El Espíritu es el que da vida ... las palabras que Yo os he hablado son espíritu y son vida”. La palabra que procede de la boca del Señor Jesús es espíritu, esto es, pneuma. Sus palabras son la corporificación misma del Espíritu, quien da vida. Esto indica que la palabra que procede de la boca del Señor es Su propio aliento, es decir, la exhalación de Su Ser. Esta es una indicación adicional de que las palabras de la Escritura fueron dadas por el aliento de Dios.

La espada del Espíritu

  En Efesios 6:17 Pablo nos exhorta a tomar la espada del Espíritu, el cual es la palabra de Dios. El referente que antecede a la frase el cuales, es el Espíritu, y no la espada, lo cual indica que el Espíritu mismo es la palabra de Dios. Cuando leemos la Biblia debemos tratarla como el Espíritu mismo. Juntamente con 2 Timoteo 3:16 y Juan 6:63, este versículo de Efesios revela que la Biblia es el aliento de Dios. Ya que Dios es Espíritu, lo que El exhala también debe de ser Espíritu. Por consiguiente, las palabras de la Biblia son la exhalación de Dios, el aliento mismo de Dios como Espíritu.

UTIL PARA ENSEÑAR, PARA REDARGÜIR, PARA CORREGIR, PARA INSTRUIR EN JUSTICIA

  En 2 Timoteo 3:16 no sólo dice que la Escritura es dada por el aliento de Dios, sino también que es útil “para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia”. Por el lado de Dios, la Biblia es Su aliento; por el lado del hombre, la Biblia es útil en cuatro aspectos: para enseñar, convencer, corregir e instruir. La secuencia en que estos términos se presentan es muy significativa. ¿Por qué se menciona primero enseñar y no instruir? ¿Por qué aparece corregir antes de instruir, y redargüir antes de corregir? Y, ¿por qué lo primero es enseñar? Según el orden, enseñar debe ser primero, y luego redargüir, corregir e instruir.

Enseñar es revelar o quitar el velo

  ¿Qué es enseñar? ¿Cómo entiende usted el término enseñar? Necesitamos conocer lo que este vocablo denota de acuerdo con el uso que le da Pablo.

  Si tenemos la suficiente y apropiada experiencia espiritual, nos daremos cuenta de que en el versículo 16, enseñar equivale a revelar. La enseñanza es, de hecho, una revelación divina. Puesto que enseñar equivale a revelar, al enseñar a los jóvenes en su clase de la Escuela de la Verdad, usted debe presentarles una revelación.

  Revelar es quitar los velos. Al enseñar a los jóvenes debemos quitar o correr el velo que cubre sus ojos espirituales, a fin de que puedan ver lo que es el Dios Triuno. Aunque cierto asunto puede estar oculto a la vista de ellos, por medio de la enseñanza usted gradualmente debe quitar el velo que les impide ver. Esto es enseñar.

  Cuando ministremos en la Escuela de la Verdad, no debemos permitir que ningún velo permanezca sobre los ojos de los jóvenes. Antes bien, en tanto ellos nos escuchan, los velos deben ser retirados gradualmente de sus ojos. Así pues, enseñar es quitar los velos. Debemos laborar en la Escuela de la Verdad con este firme propósito: ¡quitar los velos!

  Ahora entendemos que la Biblia es útil para enseñar, porque es útil para revelar, para quitar los velos. Un velo no puede ser quitado repentinamente, ni eliminado de una sola vez; más bien, es retirado poco a poco. Debemos removerlo gradualmente; un poco en una ocasión, y otro poco en otra. Si hacemos esto, nuestra enseñanza traerá revelación. Si enseñamos siempre de esta manera, siempre impartiremos revelación a los demás. De este modo, los que reciban nuestra enseñanza siempre verán más del Dios Triuno.

  Esta definición de la enseñanza se aplica no solamente a los que laboran en las Escuelas de la Verdad, sino a todo aquel que ministra la palabra del Señor, a todo el que habla por el Señor. Cuando usted hable en una reunión de la iglesia, su hablar debe remover los velos y sus palabras siempre deben transmitir revelación.

El redargüir viene de la revelación que recibimos

  Es muy significativo que en el versículo 16 la palabra enseñar sea seguida por la palabra redargüir o amonestar. Se presenta en este orden porque nadie puede ver algo de Dios sin ser redargüido por la revelación. Todos los que reciban nuestra enseñanza verán algo, y lo que vean los redargüirá, los amonestará y los convencerá de su error.

  Cuando recibimos una visión de Dios, nos damos cuenta de nuestros errores, transgresiones, carencias y pecados. Como resultado de tal revelación, somos reprendidos. Dicha reprensión proviene de la revelación que recibimos. Sin embargo, muchas veces al leer las Escrituras no recibimos ninguna revelación, y por lo tanto, no recibimos ninguna reprensión. Pero si mientras leemos las Escrituras recibimos alguna revelación, dicha revelación nos amonestará y nos redargüirá.

La corrección

  Siguiendo esta secuencia, después de la reprensión viene la corrección. La enseñanza o revelación nos trae reprensión, y al ser reprendidos y redargüidos, recibimos corrección. Tal corrección implica rectificar lo que está mal y volver al camino recto, siendo restaurados en él.

La instrucción en justicia

  Después de ser corregidos debemos recibir la instrucción adecuada, que es la instrucción en justicia. Aunque Pablo no usó ningún modificador al mencionar los términos enseñar, redargüir y corregir, sí introdujo un modificador al mencionar el verbo instruir, ya que habló de instruir en justicia. Aquí la justicia se refiere la norma que distingue lo correcto de lo errado. Así pues, somos instruidos en el camino de la justicia con el fin de estar en lo correcto.

  La razón por la que somos redargüidos y reprendidos es porque estamos mal en muchos aspectos. Tal vez estemos mal con Dios, con Cristo y con el Espíritu. Quizás estemos mal con la iglesia, con los hermanos y las hermanas, o es posible que lo estemos con nuestro cónyuge, nuestros padres, nuestros hijos, nuestros vecinos e incluso con nosotros mismos. Podemos estar equivocados en la forma en que gastamos nuestro dinero, en la manera en que usamos el tiempo, o en el modo en que nos vestimos y el estilo en que nos peinamos. Ya que podemos estar errados en tantos aspectos, somos reprendidos por medio de la revelación que recibimos al leer las Escrituras.

  Muchas veces en nuestra experiencia somos redargüidos al recibir una revelación. Puedo testificar que a menudo he sido redargüido por una revelación o una enseñanza recibida mientras leía la Biblia o recibía una enseñanza. ¿No ha tenido usted tal experiencia? Puesto que somos pecaminosos e injustos, necesitamos la reprensión que viene mediante la enseñanza.

  Podemos memorizar versículos de la Biblia y recitarlos sin tener ninguna experiencia de ser redargüidos. Pero siempre que recibimos una revelación en la Palabra, dicha revelación nos amonesta y expone cuán pecaminosos somos. Esta amonestación no viene directamente del hombre ni de Dios; más bien, proviene de la enseñanza de la Palabra. Tal clase de reprensión nos corrige espontáneamente, y al ser corregidos somos instruidos en justicia; esto nos calibra.

  Podemos ser regulados en cierto asunto y ser traídos a la posición correcta, pero esto no implica que hayamos adquirido la posición correcta definitivamente, pues al poco tiempo podemos fallar de nuevo en el mismo asunto. Por ejemplo, supongamos que un hermano esté mal con su esposa. Bajo la revelación de la Palabra es redargüido y corregido. Luego, se arrepiente, pide perdón a su esposa, y como resultado de eso está bien con ella. Pero después de unos días puede volver al mismo problema con ella, por lo que una vez más necesitará ser reprendido, corregido y calibrado.

EL HOMBRE DE DIOS DEBE LLEGAR A SER CABAL

  En 2 Timoteo 3:17 Pablo dice: “A fin de que el hombre de Dios sea cabal, enteramente equipado para toda buena obra”. Un hombre de Dios es un Dios-hombre, uno que participa de la vida y naturaleza de Dios (Jn. 1:13; 2 P. 1:4), siendo así uno con Dios en Su vida y naturaleza (1 Co. 6:17), y por ende, expresándolo. Este Dios-hombre, el hombre de Dios, es producido por el aliento e infusión de Dios. El aliento o exhalación divina, al infundirse en el hombre, produce los Dios-hombres.

No buenos hombres, sino Dios-hombres

  Es posible que usted sea un buen hombre, pero no un Dios-hombre. Debemos ser Dios-hombres, pero en vez de eso sólo logramos ser buenos hombres. Cuanta más enseñanza y revelación recibamos, más Dios-hombre llegaremos a ser. Sin embargo, es difícil abandonar de una vez por todas el concepto de ser buenos, ya que esto es como la barba del hombre, que vuelve a aparecer después de ser afeitada, o como la hierba, que vuelve a crecer después de haber sido cortada. Por experiencia sabemos que el deseo de ser buenos siempre regresa. Tal vez en su caso el concepto de ser bueno haya sido podado parcialmente, pero seguramente lo que ha sido cortado volverá a aparecer. Si ésta es nuestra situación, aunque seamos hombres de Dios o Dios-hombres, continuaremos con algo añadido en nuestra naturaleza: el concepto de ser buenos. Necesitamos que la enseñanza de las Escrituras afeite ese concepto una y otra vez.

El resultado de ser enseñados, redargüidos, corregidos e instruidos en justicia

  La frase a fin de que al principio de 2 Timoteo 3:17 indica que este versículo es un resultado del versículo anterior. El resultado de la enseñanza, la reprensión, la corrección y la instrucción en justicia es que el hombre de Dios llegue a ser cabal.

  En la Escuela de la Verdad la enseñanza que usted imparta debe ser una revelación, es decir, una enseñanza que logre quitar los velos. De este modo, los jóvenes que estén en su clase recibirán una revelación de Dios mismo, y esa revelación les permitirá ver, ser redargüidos, corregidos e instruidos apropiadamente en justicia, para que así estén bien tanto con Dios como con los hombres. El resultado de esto es que el hombre de Dios sea cabal y esté equipado para toda buena obra.

  El propósito de la Escuela de la Verdad no es dar una simple información intelectual a nuestros jóvenes. Más bien, nuestra meta es impartirles enseñanza tras enseñanza, y revelación tras revelación, a fin de que logren ver a Dios y entender su propia condición. De esta manera serán redargüidos, corregidos e instruidos, y tendrán la relación correcta tanto con Dios como con los hombres, con el fin de que el hombre de Dios sea cabal, enteramente equipado para toda buena obra. Tal persona será un verdadero hombre de Dios, un Dios-hombre genuino, que inhala constantemente al Dios Triuno, recibiendo así revelación, amonestación, corrección e instrucción en justicia.

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