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Mensajes del libro «Adiestramiento para maestros»
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CAPITULO DOS

RECIBIR LA PALABRA COMO ESPIRITU VIVIENTE Y VENIR AL PLENO CONOCIMIENTO DE LA VERDAD

  Lectura bíblica: 2 Ti. 3:16-17; Jn. 6:63; Mt. 4:4; Ef. 6:17-18; 1 Ti. 2:4

  Hemos visto que, por naturaleza, la Palabra santa es el aliento de Dios, y que su función es dar revelación al quitar los velos. Así pues, la enseñanza adecuada siempre retira los velos. Una vez que los velos hayan sido quitados, podremos recibir la reprensión, la corrección y la instrucción en justicia, “a fin de que el hombre de Dios sea cabal, enteramente equipado para toda buena obra” (2 Ti. 3:17).

LAS PALABRAS DEL SEÑOR SON ESPIRITU Y SON VIDA

  Ahora consideremos otro versículo importante relacionado con la naturaleza de la Biblia, Juan 6:63. En este versículo el Señor Jesús declara: “El Espíritu es el que da vida ... las palabras que Yo os he hablado son espíritu y son vida”. Esto indica que las palabras del Señor son la corporificación misma del Espíritu de vida. Cuando recibimos Sus palabras mediante el ejercicio de nuestro espíritu, recibimos el Espíritu mismo, que nos da vida.

  Siempre que leamos la Biblia debemos recibir vida, y cuando enseñemos la Biblia a otros, ellos también deben recibir vida. Si al leer la Palabra no recibimos vida, seguramente hay algo errado en nuestra manera de leerla. Si al leer la Palabra y al enseñarla a otros no empleamos nuestro espíritu, habrá ausencia de vida. Así pues, tal vez leamos algún pasaje bíblico, unos cuantos versículos o incluso varios capítulos, sin recibir con ello ningún suministro de vida. Esto se debe a nuestra carencia de espíritu al leer las Escrituras. Si no percibimos la presencia del Espíritu mientras leemos la Biblia, ello debe advertirnos que algo está mal y que debemos corregirlo.

  Bajo este mismo principio, cuando laboremos como maestros de los jóvenes en la Escuela de la Verdad, debemos cerciorarnos de que el espíritu esté presente en nuestra enseñanza. De no ser así, debemos rectificar nuestra manera de enseñar. Impartir una clase en la Escuela de la Verdad no es lo mismo que enseñar en una escuela pública o secular. En una escuela común no se requiere del espíritu, pero en nuestra escuela de verano, ciertamente necesitamos de mucho espíritu.

INHALAR Y EXHALAR A DIOS

  Sabemos por experiencia que para disfrutar de la presencia abundante del espíritu en nuestra lectura y enseñanza de la Biblia, requerimos de mucha oración. Así que, necesitamos ser personas de oración; es decir, personas que constantemente respiren al Señor, que siempre inhalen a Dios. Cuando leemos la Biblia inhalamos al Señor, y cuando enseñamos acerca de ella, lo exhalamos. Al impartir una clase en la Escuela de la Verdad, debemos exhalar a Dios, impartiéndolo en los estudiantes.

  La Biblia es el aliento de Dios, y este aliento es el Espíritu que da vida. Cuando usted respira el Espíritu, recibe no sólo la revelación, la reprensión, la corrección y la instrucción, sino que además recibe vida. Cuando tocamos el Espíritu al leer la Biblia, recibimos vida. Del mismo modo, al enseñar en la Escuela de la Verdad, requerimos tocar el Espíritu. Debemos tener la sensación de que estamos tocando no sólo el Espíritu de Dios, sino también el espíritu de nuestros estudiantes. Debemos percibir que estamos exhalando a Dios y que, a la vez, nuestros alumnos lo están inhalando, lo cual establece una comunicación mutua en la que nosotros exhalamos y ellos inhalan. Esto comprueba que la manera en que estamos enseñando es la correcta, puesto que mediante este ejercicio ministramos vida a los jóvenes.

  Al enseñar la Biblia debemos ser muy estrictos con nosotros mismos, corrigiéndonos una y otra vez. Es posible que en cada sesión tengamos que enmendarnos varias veces. Si no tenemos éxito al enseñar las primeras lecciones, debemos volvernos al Señor con mucha oración. Debemos orar hasta que entremos a la atmósfera del Señor, entonces podremos inhalarlo. Sólo así, siendo personas que inhalan a Dios en oración, podremos retornar a nuestra clase y exhalar lo que hayamos recibido de Dios.

NUTRIR A OTROS CON LA PALABRA QUE PROCEDE DE LA BOCA DE DIOS

  En Mateo 4:4 el Señor Jesús dijo: “No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios”. Aquí vemos que la palabra que sale de la boca de Dios es nuestro verdadero alimento. Esto indica que la Biblia no sólo imparte vida, sino que también nutre. Cuando enseñamos la Biblia a otros, debemos nutrirlos. Espero que todos los jóvenes que estén bajo su cuidado tengan la sensación de que no sólo están siendo enseñados, sino también nutridos. Si nuestra enseñanza los nutre o no, depende de nosotros.

  Los instructores de los seminarios de hoy quizás afirman que están enseñando la Biblia; pero el hecho es que la mayoría de sus estudiantes no son nutridos en absoluto, debido a que sus instructores les enseñan la Biblia de una manera inadecuada. Ellos pretenden enseñar la Biblia del mismo modo que en las escuelas públicas enseñan materias como geografía, historia, ciencias y matemáticas; por consiguiente, no suministran nutrimiento alguno. Nosotros debemos enseñar de modo diferente. Cuando enseñamos las Escrituras a los jóvenes en la Escuela de la Verdad, debemos nutrir a los estudiantes con el suministro de vida, esto es, con las palabras que salen de la boca de Dios.

  Nosotros debemos ser personas llenas de vida, es decir, canales orgánicos por los cuales fluyan las palabras de Dios. La palabra de Dios proviene de Su boca, y nosotros debemos permitir que Su palabra fluya por nosotros como canales. Es posible que en una reunión cierto hermano se levante a leer la Biblia o a dar alguna enseñanza sobre ella sin nutrir a nadie, pero cuando otro hermano hace lo mismo, todos los presentes son nutridos. Esta diferencia se debe a que en la lectura o en el hablar del hermano viviente fluía un espíritu abundante, mientras que el otro hermano carecía por completo de espíritu. El mismo principio se aplica cuando uno imparte una clase en la Escuela de la Verdad. Nuestra enseñanza debe ser dada en el espíritu y debe llevarse a cabo con el espíritu. Al enseñar, necesitamos convertirnos en un canal viviente por el que fluya la palabra de Dios. Si nos convertimos en tal cauce vivo, los alumnos de nuestra clase recibirán el alimento espiritual necesario para ser nutridos.

LA ESPADA DEL ESPIRITU ACABA CON EL ENEMIGO

  Ahora consideremos Efesios 6:17. En este versículo Pablo nos exhorta a recibir “la espada del Espíritu, el cual es la palabra de Dios”. Cuando yo era un cristiano joven no entendía cómo la palabra de Dios podía ser una espada. Podía entender lo que era ser iluminado por la Biblia, porque al leerla era iluminado por ella; inclusive, hasta cierto grado también fui amonestado, corregido e instruido por la Biblia misma a estar bien con Dios y con los hombres. Pero no entendía cómo la Biblia podía convertirse en una espada, en un arma ofensiva para contender contra el enemigo. Para entender esto se requiere de mucha experiencia espiritual.

  Es una experiencia común que los cristianos sean iluminados, redargüidos, corregidos e instruidos por la Biblia, pero no muchos de ellos han experimentado la palabra de la Biblia como la espada capaz de derrotar al enemigo. Esto se debe a que sólo toman la palabra de la Biblia para enseñar, redargüir, corregir e instruir; sin percibir la presencia del Espíritu en la Palabra, ni relacionarse en absoluto con El. Aun los incrédulos pueden ser iluminados al leer las Escrituras. También ellos pueden ser amonestados, corregidos e instruidos al leer lo que la Biblia dice en cuanto al honor, el amor, la humildad y la honestidad, pero todo ello sin tocar el Espíritu en su lectura. Sin embargo, si nosotros deseamos tomar la Palabra como una espada para pelear contra el enemigo, debemos acudir a ella llenos del Espíritu.

La palabra de Dios es la espada de una manera indirecta

  Según lo que Pablo dice en Efesios 6:17, la palabra de Dios es la espada, no en una manera directa, sino indirectamente. Pablo habla de “la espada del Espíritu, el cual es la palabra de Dios”. Aquí la alusión es indirecta, pues la espada no es la palabra directamente. Más bien, la espada es el Espíritu, y luego el Espíritu viene a ser la palabra. Esto indica que para contender con Satanás, el enemigo, debemos primero tomar la Biblia como Espíritu. Es posible que, aun sin el Espíritu, podamos enseñar a los jóvenes lo que la Biblia dice acerca de honrar a sus padres y pedirles perdón cuando hayan actuado mal con ellos. Pero si hemos de usar la palabra de la Biblia como una espada que aniquile al enemigo, dicha palabra tiene que llegar a ser el Espíritu en nuestra experiencia.

Entender Efesios 6:17 basados en nuestra experiencia

  Ahora les pido que consideren la manera práctica en que las palabras de la Biblia pueden convertirse en la espada del Espíritu, la cual nos capacite para contender contra el enemigo. ¿Puede usted dar un ejemplo o un testimonio de esto? Efesios 6:12 revela que nuestros enemigos son los espíritus malignos, “los gobernadores del mundo de estas tinieblas”, “huestes espirituales de maldad en las regiones celestes”. ¿Puede dar algún testimonio de acuerdo con su experiencia, de cómo ha eliminado a estos enemigos usando la palabra como espada? A fin de dar tal testimonio necesitamos entender Efesios 6:17 basados en nuestra experiencia, acudiendo a la Biblia conforme al Espíritu y no simplemente de una manera intelectual. Me preocupa que en nuestra Escuela de la Verdad los maestros instruyan a los jóvenes simplemente de una manera intelectual, como si estuvieran dando clases en una escuela secular. Todos debemos aprender a enseñar la Biblia conforme al Espíritu.

  Efesios es un libro que presenta la iglesia como el Cuerpo de Cristo, que habla de la vida y la unidad del Cuerpo (4:4), y que revela que el Cuerpo es la plenitud de Aquel que todo lo llena en todo (1:23). Debemos darnos cuenta de que nuestras opiniones, pensamientos, temperamento, emociones, vida natural, e incluso nuestros puntos de vista, muchas veces pueden ser usados por las potestades de las tinieblas en el aire para dañar la vida del Cuerpo. Aunque somos creyentes y estamos en la iglesia, aún tenemos nuestras emociones, pensamientos, opiniones, vida natural y nuestros propios puntos de vista. Y muchas veces nos ofendemos, no tanto por las acciones de otros, sino debido a nuestras emociones o a nuestra opinión. Una silla nunca puede ofenderse porque no tiene sentimientos. No importa cómo usted la trate, ésta jamás se ofenderá; pero cuán fácil es que se ofendan los hermanos y las hermanas en la iglesia.

  Las hermanas se ofenden con mucha facilidad debido a sus emociones. Supongamos que un hermano mayor de edad reprenda a cierta hermana, y ella se ofende a causa de sus emociones. Entonces las potestades malignas que están en el aire se introducen para sacar provecho de la situación, y lograr que ella no olvide dicha ofensa. Aparentemente el problema radica en sus emociones, pero en realidad, el problema consiste en que sus emociones han sido controladas por las huestes malignas en los aires. Esto quiere decir que el verdadero enemigo no son las emociones de esta hermana, sino el espíritu maligno en el aire, el cual se aprovecha de su debilidad a fin de dañar la vida de iglesia. Debido a que el enemigo usa las emociones de esta hermana, ella afecta primero a su esposo, y luego, a los demás hermanos. Como resultado de ello, parte del Cuerpo es contaminado. Si esta hermana desea derrotar al enemigo en tal situación, tiene que aprender a tomar la palabra como Espíritu, para que así, tal palabra se convierta en la espada con la que ella pueda combatir al enemigo.

Para ser preservados en la vida de iglesia y en el ministerio, se requiere tomar la palabra como Espíritu

  Esto es algo que he aprendido a través de muchos años de experiencia. No soy una persona hecha de “piedra” que no pueda ofenderse. Ciertamente he sido ofendido muchas veces en la vida de iglesia y en mi vida familiar. Si me preguntan cómo he podido vencer todas esas ofensas, les diré: tomando la palabra como Espíritu. La palabra que recibo como Espíritu se convierte en la espada con la que aniquilo al enemigo. Aparentemente la espada del Espíritu mata mis emociones, pero en realidad, mata al espíritu maligno que está en el aire, el cual trata de aprovecharse de mis emociones. Esta espada mata mis emociones directamente, pero también mata al espíritu maligno indirectamente. Es así como me ha sido posible superar toda ofensa.

  Al escuchar esto, tal vez algunos pregunten: “Hermano Lee, muéstrenos un versículo que pueda matar nuestras emociones directamente y al poder maligno que está en el aire indirectamente”. Este no es asunto de un versículo específico que trate con nuestras emociones, sino de aplicar Efesios 6:17 a nuestra experiencia. Supongamos que uno de los ancianos de mi localidad me ofende. Debido a que soy temeroso del Señor, no me atrevo a hablar de esto con nadie. Al siguiente día me levanto temprano a tener comunión con el Señor en Su Palabra. Tal vez no lea ningún versículo relacionado con mis emociones; simplemente empiezo a leer la Biblia ejercitando mi espíritu. Quizás lea Génesis 1:1, que dice: “En el principio creó Dios los cielos y la tierra”. Al leer este versículo recibo la palabra de manera viviente, como Espíritu, y tal Espíritu, que es la palabra, se convierte en la espada que da muerte a mis emociones directamente y a las huestes malignas indirectamente. Entonces, toda ofensa desaparece espontáneamente, y la iglesia no sufre ningún daño. Pero si permitimos que una ofensa permanezca, esto perjudicará seriamente la vida de iglesia. Creo que muchos de nosotros hemos tenido la experiencia de recibir la palabra de Dios de este modo.

  Si no fuera por la palabra como Espíritu, que es la espada que mata, no podríamos permanecer en la vida de iglesia por años. Durante más de medio siglo he estado viajando, visitando las iglesias y teniendo contacto con miles de santos. Sin la palabra como Espíritu que aniquila a todo enemigo, no podría estar todavía aquí ministrando. Si hubiera mantenido viva la ofensa de cierta iglesia o de cierto hermano, hace mucho que habría sido inutilizado para el ministerio. Lo que me ha preservado en la vida de iglesia y en el ministerio es la obra aniquiladora de la palabra que actúa como Espíritu.

El antibiótico espiritual

  Supongamos que cierto hermano se siente incómodo con la iglesia de su localidad. Por consiguiente, emigra a otra ciudad pensando que la iglesia allí le será más agradable. Sin embargo, después de algún tiempo tampoco se sentirá a gusto en esa iglesia local, así que vuelve a mudarse de ciudad. Pero también en este nuevo lugar pronto es ofendido por alguien o por algo, y de nuevo tiene que irse a otra parte. Tal persona no es capaz de participar en la edificación de la iglesia; por el contrario, ya que nunca extermina al enemigo que opera en él, causa mucho daño a la iglesia.

  De acuerdo con la palabra de Pablo al final de la Epístola a los Efesios, que es un libro relacionado con la iglesia, debemos tomar la palabra de Dios de una manera orgánica, es decir, tomarla como Espíritu. De esta manera el Espíritu llega a ser la espada capaz de matar. Esta espada primero nos mata directamente, y luego mata indirectamente a las potestades de las tinieblas que están en el aire. Podemos comparar esta manera de matar con el efecto de un antibiótico, el cual actúa sobre los microbios que originan las enfermedades en nuestro cuerpo. Si queremos que nuestro cuerpo se recupere, los microbios tienen que ser neutralizados por dicho antibiótico. La palabra que recibimos como Espíritu de una manera viva, es el antibiótico espiritual que elimina “los microbios” que nos atacan. Cuando estos microbios son exterminados, las huestes malignas que están en el aire no tienen manera de operar en nosotros. Entonces podemos disfrutar de una vida del Cuerpo y una vida de iglesia saludables.

  Esta es la manera en que he sido preservado en la vida de iglesia y en el ministerio durante tantos años. Si no fuera por la obra aniquiladora de la palabra que opera como Espíritu, mi ministerio habría sido anulado hace mucho tiempo. Una vez más subrayo que necesitamos recibir la palabra de Dios de una manera viva, si queremos experimentar al Espíritu como la espada aniquiladora. Cuando la palabra llega a ser el Espíritu, el Espíritu se convierte en la espada, y la espada del Espíritu es capaz de matar los microbios que operan en nosotros, y a los espíritus malignos que están en los aires. De este modo, el Cuerpo, la vida de la iglesia y nuestro ministerio, estarán a salvo. Esto hará posible que nuestro ministerio perdure por mucho tiempo. No obstante, el ministerio de ciertos hermanos no ha perdurado porque en lugar de que el enemigo fuera exterminado, fue su ministerio el que ha sido eliminado.

  ¡Recibamos la palabra de Dios de manera viva! A medida que la palabra llegue a ser el Espíritu en nuestra experiencia, esta palabra no sólo nos sanará, sino que también acabará con el enemigo.

  Todos aquellos que enseñan en la Escuela de la Verdad deben ayudar a los jóvenes, no sólo a recibir la palabra buscando conocer las verdades bíblicas, sino a recibirla como el Espíritu viviente. Cuando los jóvenes reciben la palabra como Espíritu viviente, el Espíritu llega a ser la espada en su experiencia. Recibir la palabra de este modo requiere de mucha oración. Esta es la razón por la que necesitamos orar-leer adecuadamente. Al orar-leer las palabras de la Biblia, tomamos dicha palabra de una manera orgánica, pues la recibimos como Espíritu.

EL PLENO CONOCIMIENTO DE LA VERDAD

  En 1 Timoteo 2:4 Pablo nos dice que Dios “quiere que todos los hombres sean salvos y vengan al pleno conocimiento de la verdad”. Tal parece que actualmente la meta de los cristianos es conducir a otros a la salvación, pero no se preocupan por llevarlos más adelante, hasta alcanzar el pleno conocimiento de la verdad. El propósito de las Escuelas de la Verdad es guiar a nuestros jóvenes, no sólo a la salvación, sino también al pleno conocimiento de la verdad. En este versículo la palabra verdad no significa doctrina, sino realidad, lo cual alude a todas las realidades reveladas en la Palabra de Dios, que son principalmente: Cristo como la corporificación de Dios y la iglesia como el Cuerpo de Cristo. Toda persona salva debe conocer y entender cabalmente estos asuntos. En nuestras escuelas de verano debemos esforzarnos por guiar a los jóvenes a un conocimiento práctico del Dios Triuno. Si hemos de lograr esto, primero debemos experimentarlo nosotros.

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