Mostrar cabecera
Ocultar сabecera
+
!
NT
-
Navega rápidamente por los libros de vida del Nuevo Testamento
AT
-
Navega rápidamente por los libros de vida del Antiguo Testamento
С
-
Mensajes del libro «Adiestramiento para maestros»
1 2 3 4
Чтения
Marcadores
Mis lecturas

CAPITULO TRES

APRENDER A ENSEÑAR LA ECONOMIA DE DIOS DE UNA MANERA QUE CONDUZCA A LA EXPERIENCIA

  Lectura bíblica: 1 Ti. 1:3-4; 2 Ti. 1:6-7; 2:2, 22

  En los libros de 1 y 2 Timoteo se nos muestra la manera en que debemos enseñar a otros. Con respecto a la enseñanza, Pablo exhortó a Timoteo, diciendo: “Lo que has oído de mí mediante muchos testigos, esto confía a hombres fieles que sean idóneos para enseñar también a otros” (2 Ti. 2:2). Estudiemos lo que estos dos libros nos dicen en cuanto a la manera práctica de impartir nuestra enseñanza.

NO ENSEÑAR COSAS AJENAS A LA ECONOMIA DE DIOS

  En 1 Timoteo 1:3-4 Pablo se dirigió a Timoteo, uno de sus más íntimos colaboradores, diciéndole: “Como te exhorté, al irme a Macedonia, a que te quedases en Efeso, para que mandases a algunos que no enseñen cosas diferentes, ni presten atención a mitos y genealogías interminables, que acarrean disputas más bien que la economía de Dios que se funda en la fe”. Esto indica que algunos enseñaban cosas diferentes y ajenas a la economía o administración de Dios.

La administración doméstica de Dios

  La palabra griega traducida economía significa “ley doméstica”, lo cual implica distribución. Esta palabra denota manejo doméstico, administración familiar o gobierno familiar, y por ende, alude a una distribución, un plan o una economía, a fin de llevar a cabo tal administración. Por tanto, esto también es una economía doméstica. La economía de Dios en fe es Su economía doméstica, la cual consiste en impartirse en Cristo a Su pueblo escogido, con miras a obtener una casa que lo exprese, que es la iglesia (3:15), el Cuerpo de Cristo. El ministerio de Pablo estaba centrado en la economía de Dios (Col. 1:25; 1 Co. 9:17), mientras que las diferentes enseñanzas de los disidentes eran usadas por el enemigo de Dios para distraer a Su pueblo, apartándolo de dicha economía.

No ser distraídos por otros asuntos bíblicos

  La enseñanza del Nuevo Testamento se centra en la economía de Dios, es decir, en Su administración. No obstante, en los siglos posteriores a la culminación de la Biblia, empezaron a surgir enseñanzas ajenas a la economía de Dios. Esto debe servirnos de advertencia que debemos aprender de la historia a no enseñar nada aparte de la economía de Dios.

  En 1 Timoteo 1 Pablo hace un contraste entre la economía de Dios y las diferentes enseñanzas. De acuerdo con las palabras de Pablo presentadas en este pasaje, algunos enseñaban la ley y las genealogías en vez de la economía de Dios. En la Biblia, la ley ciertamente es un tema importante. El judaísmo fue edificado sobre el fundamento de la ley, de la cual los judaizantes eran muy celosos y a la cual se consagraban totalmente. La Biblia también contiene muchas genealogías, tales como la genealogía de Abraham y la de David. Así que, en el versículo 4 la palabra genealogías probablemente se refiere a las genealogías del Antiguo Testamento, las cuales eran adornadas con fábulas (Tit. 3:9).

  Existen muchos otros temas en la Biblia, tales como la historia y las profecías, que pueden convertirse en enseñanzas que nos distraigan de la economía de Dios. Algunos se desvían y se apartan de la economía de Dios al leer los libros de los Salmos y Proverbios. Si al leer la Biblia no somos regulados por una visión clara de la economía de Dios, podríamos ser fácilmente distraídos, no tanto por alguna herejía, sino por otros asuntos incluidos en las Escrituras. Tal vez al escuchar esto usted se pregunte si algo bíblico puede constituir una distracción. Es un hecho histórico que en los siglos pasados la mayoría de los cristianos han sido distraídos y desviados de la economía de Dios, por diversos asuntos bíblicos.

  Debemos prestar oídos a la exhortación de Pablo de no enseñar cosas diferentes a la economía de Dios. Creemos que desde los tiempos de los apóstoles no se le había dado tanto énfasis a la economía de Dios como hoy en el recobro del Señor, y en especial durante los últimos veinte años. Dios tiene un plan maravilloso: El desea, en Su Trinidad, impartirse en Su pueblo escogido. Esta es la economía de Dios. Nuestra enseñanza debe ser gobernada por una visión clara de la economía de Dios. Todo lo que enseñamos debe estar relacionado con Su economía.

La economía de Dios es nuestra única carga, perspectiva y visión

  Al enseñar en la Escuela de la Verdad, no debemos tener otra carga, perspectiva ni visión aparte de la economía de Dios. Requerimos no sólo tener la carga por la economía de Dios, sino también ser saturados y permeados con ella. Al funcionar como maestros debemos tener en mente una sola cosa: la economía de Dios. Debemos ser capaces de declarar: “La economía de Dios es mi carga, mi perspectiva y mi visión. Todo mi ser ha sido saturado de esta economía divina, y no sé nada más”. Ciertamente impartiremos muchas lecciones, pero cada lección tendrá la economía de Dios como su estructura y su contenido. Sólo cuando entendamos claramente este asunto básico, cumpliremos el objetivo de las Escuelas de la Verdad.

AVIVAR EL FUEGO DEL DON DE DIOS

  Mencionamos anteriormente que en 2 Timoteo 2:2 Pablo exhortó a Timoteo a que encargara a hombres fieles lo que había oído de él. Estos hombres fieles debían ser, además, idóneos para enseñar a otros. A fin de cumplir con esta comisión, Timoteo mismo tenía que estar ardiente en espíritu. Es por eso que Pablo le recordó que debía avivar “el fuego del don de Dios” que estaba en él (1:6).

La vida divina y el Espíritu divino

  Ahora debemos hacernos la siguiente pregunta: ¿Cuál era el don de Dios que Timoteo debía avivar? Tal vez los creyentes pentecosteses digan que esto se refiere al don de hablar en lenguas. Pero esto es muy dudoso, especialmente porque en los últimos escritos de Pablo casi no se mencionan los asuntos milagrosos. Más bien, pienso que el don mencionado en el versículo seis es el don de la vida eterna. Un don, por supuesto, es dado por alguien. Dios ciertamente nos dio algo, y lo primero que nos dio fue la vida divina. Todos hemos recibido la vida eterna, la vida divina. Además, creo que este don era el don del Espíritu divino. Tanto la vida eterna como el Espíritu divino o Espíritu eterno, son Dios mismo.

Abrir todo nuestro ser a la corriente de aire

  Para entender el don mencionado en el versículo seis, debemos plantearnos otra pregunta: ¿Cómo podemos avivar el fuego del Espíritu Santo? La mayoría de los cristianos piensa que es el Espíritu Santo quien aviva nuestro espíritu. ¿Somos nosotros los que avivamos al Espíritu, o es El quien nos aviva a nosotros? En este asunto de avivar el fuego del don de Dios, es posible que aún estemos influenciados por la enseñanza cristiana tradicional. Según la enseñanza tradicional, los creyentes deben pedir por el Espíritu, no avivarlo. Pedir algo implica que no lo tenemos. Por lo tanto, pedir por el Espíritu implica que aún no lo tenemos. Por el contrario, avivar el Espíritu denota que ya lo tenemos. El “fuego” del Espíritu está en nosotros tal como una “fogata”, pero para que el fuego arda se requiere una “corriente de aire”. Avivar el fuego implica abrirle paso a la corriente de aire necesaria. Este ejemplo nos da una idea de lo que quiere decir avivar el Espíritu como el don de Dios que está en nosotros.

  Dios nos ha otorgado dos dones preciosos: Su vida divina y Su Espíritu divino. Pero nosotros tenemos que avivar el fuego del don de Dios. El primer paso para avivar este don no es ejercitarnos, sino abrir todas las “puertas” y “ventanas”. Es decir, que debemos abrir todo nuestro ser: la mente, la parte emotiva y la voluntad; debemos abrir por completo el alma, el corazón y el espíritu. Cada mañana debemos acudir al Señor y abrirnos a El. No obstante, en muchas ocasiones pasamos tiempo con el Señor sin abrir nuestro ser a El. De este modo, el fuego nunca arderá.

  Aquellos que enseñan en las escuelas de la verdad tienen que abrir todo su ser: su espíritu, su corazón, su alma, su mente, su parte emotiva y su voluntad, a fin de que la “corriente de aire” pueda entrar libremente. El Espíritu ya reside en nosotros, pero necesitamos cooperar avivando el fuego de este Espíritu. Me preocupa que los maestros de nuestra Escuela de la Verdad sean personas herméticas, cerradas a la corriente del aire divino. Ciertamente tenemos el Espíritu y la vida eterna, pero al estar cerrados, la corriente de aire no puede entrar. Si ésta es nuestra situación, lo que enseñemos a los jóvenes será simple conocimiento personal o un repaso mecánico de lo que dice el Libro de lecciones. Tal tipo de enseñanza sólo transmite muerte. Antes de impartir cada lección, primero debemos avivar el fuego del don que está en nosotros. Cuanto más abramos nuestro ser, más arderá este fuego. La corriente de aire que se produzca por nuestra acción de abanicar logrará avivar el fuego, el cual arderá por horas, o incluso durante todo el día.

Invocar el nombre del Señor Jesús y ejercitar nuestro espíritu

  En 2 Timoteo 2:22 Pablo exhorta a Timoteo a seguir “la justicia, la fe, el amor y la paz, con los que de corazón puro invocan al Señor”. Si nuestro ser está cerrado, será necesario invocar el nombre del Señor Jesús. Al invocar al Señor debemos abrir no sólo la boca, sino también el espíritu y el corazón. Sólo así la corriente de aire podrá entrar y avivar el fuego de la vida eterna y del Espíritu eterno que están en nuestro ser. Avivemos el fuego del don de Dios, hasta que el don se convierta en una llama viva. Entonces podremos enseñar a los jóvenes, no de una manera fría ni intelectual, con una mente “de hielo”, sino con la llama ardiente. Si usted es una persona muy sobria e intelectual, sus enseñanzas serán tan frías como témpanos de hielo. ¡No sea tan frío; más bien, abanique el don que está en usted, hasta que éste se convierta en una llama que haga arder su ser entero!

  Hasta aquí hemos visto que debemos enseñar la economía de Dios y avivar el fuego del don de Dios, abriendo todo nuestro ser e invocando el nombre del Señor Jesús. Además, ciertamente debemos ejercitar nuestro espíritu. Después de exhortar a Timoteo a que avivara el fuego del don de Dios, Pablo añadió: “Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de cordura” (1:7). Aquí el espíritu denota nuestro espíritu regenerado y habitado por el Espíritu Santo (Jn. 3:6; Ro. 8:16). Avivar el fuego del don de Dios se relaciona con nuestro espíritu regenerado. La frase de poder se refiere a nuestra voluntad, de amor alude a nuestra parte emotiva, y de cordura tiene que ver con nuestra mente. Esto indica que tener una voluntad fuerte, una parte emotiva llena de amor, y una mente sobria, tiene que ver con tener un espíritu fuerte para ejercitar el don de Dios que está en nosotros.

CULTIVAR UN ESPIRITU DE ORACION

  Debemos ser aquellos que enseñan la economía de Dios, que avivan el fuego del don de Dios, que invocan el nombre del Señor Jesús y que ejercitan el espíritu. Ahora, debemos considerar otro asunto crucial: la necesidad de ser personas de oración.

  Ciertamente ustedes, como creyentes de Cristo, han recibido la vida eterna y el Espíritu divino, pero temo que aun así sigan impartiendo sus clases con “agua helada” y no con el “fuego”. Hemos subrayado el hecho de que, a fin de tener el fuego, debemos dar libre acceso a la corriente de aire, y esto se logra abriendo nuestro ser al Señor. Cada mañana necesitamos que la corriente de aire avive el fuego del don de Dios. Pero supongamos que usted acaba de pasar por una situación muy desagradable con su cónyuge, y por ahora le parece imposible avivar el fuego. Quizás pasen algunos días hasta que usted pueda avivar otra vez el fuego por sí mismo, pero esto le será mucho más fácil si ora con un pequeño grupo de santos. Si usted ora individualmente, tal vez siga influenciado por la situación negativa que pasó con su cónyuge y eso le impida avivar el fuego. Pero si ora con otros, ellos avivarán el fuego que está en usted. Con el tiempo usted también podrá orar para avivarlos a ellos. De esta manera la corriente de aire entrará y hará que la llama se encienda.

  Si desea impartir su lección con la llama encendida, tiene que ser una persona de oración. Si hace esto, traerá consigo este espíritu de oración a su clase. De este modo podrá avivar el espíritu de oración en los jóvenes que estén bajo su cuidado; entonces, todos serán animados a orar. Esto requiere una atmósfera de oración. No imparta la lección a menos que éste sea el ambiente que prevalezca en su clase. Para crear tal atmósfera de oración, debe apartar suficiente tiempo en cada sesión para orar con los jóvenes.

  ¿Sabe usted en qué consiste una reunión viviente? Es una reunión donde se respira una atmósfera de oración. Todos los que hablan de parte del Señor saben que es fácil hablar en una reunión donde hay una atmósfera de oración. De otra manera, resulta muy difícil compartir, pues habrá la sensación de estar hablando en un cementerio.

  Debemos recordar que enseñar en la Escuela de la Verdad es totalmente diferente a dar enseñanzas en una escuela secular. Allí no se requiere avivar el fuego del don de Dios para dar una clase. Pero para enseñar en nuestras escuelas de verano, es necesario ser hombres de oración y poseer el fuego que es capaz de crear una atmósfera de oración.

ENSEÑAR DE ACUERDO CON LA EXPERIENCIA, Y NO CONFORME A LAS DOCTRINAS

  Una vez que hayamos avivado el fuego del don de Dios, despertado nuestro espíritu que ora, y propiciado una atmósfera llena de oración, estaremos listos para impartir nuestra clase. No debemos enseñar conforme a la doctrina, sino de acuerdo con la experiencia.

Aplicar cada punto de nuestra enseñanza a la experiencia práctica y personal

  Supongamos que un maestro está dando una lección acerca de la condición caída del hombre y de su necesidad de salvación. No debe pedir a sus estudiantes que simplemente memoricen y reciten todos los puntos relacionados con dicho tema. Esto sería enseñar de una manera doctrinal. En cambio, si enseña de acuerdo con la experiencia, podrá ayudar a los jóvenes a ver que en ellos se encuentra la naturaleza caída. Puede pedirles, por ejemplo, que describan el cuadro de su propia condición caída, y no sólo que aprendan unas cuantas doctrinas al respecto. Por ejemplo, tome el asunto de mentir. En relación con esto, sus alumnos deben entender que debido a que nacieron en pecado, no es necesario que alguien les enseñe a mentir, sino que mienten espontáneamente. Esta es la manera de enseñar conforme a la experiencia y no de una manera doctrinal.

  Uno de los puntos de la lección acerca de la necesidad que el hombre tiene de ser salvo, es que éste se halla bajo la condenación de Dios. El hombre pecó al desobedecer el mandamiento de Dios, y por consecuencia quedó bajo la condenación. Si enseñamos esto de una manera doctrinal, surgirán preguntas tales como: ¿cuál es el mandamiento de Dios? ¿qué significa ser condenado? ¿qué implica estar bajo la condenación de Dios? Pero si hemos de enseñar conforme a la experiencia, debemos ayudar a nuestros estudiantes a estar conscientes de que han pecado, porque han desobedecido algunos mandamientos. Además, debemos lograr que reconozcan que muchas veces han desobedecido las demandas de su conciencia. Podemos decirles: “¿Puede usted afirmar que nunca ha desobedecido a su conciencia? Si alguna vez ha desobedecido a su conciencia, entonces ciertamente ha pecado”. Al hablarles de este modo, les ayudaremos a entender por su propia experiencia lo que significa estar bajo el juicio de Dios.

  Debemos ser diestros en enseñar a otros tocando la experiencia de ellos. Tratemos de aplicar cada punto de nuestra enseñanza a la situación práctica y personal de nuestros oyentes.

No dar discursos, sino hablar de una manera personal

  Cuando enseñemos a los jóvenes en nuestra clase, debemos hablarles frecuentemente de un modo personal y práctico. Por ejemplo, podemos decirles: “¿No se siente usted infeliz cuando su hermano o hermana tiene algo que usted no tiene? ¿Acaso no odia esto? Además, ¿no es cierto que ha ofendido a sus padres muchas veces? ¿No siente en lo profundo de su ser que es incorrecto ofender a sus padres? ¿No es verdad que debe honrarlos, respetarlos, apreciarlos y amarlos?” En vez de hablar llanamente de los puntos mencionados en la lección, hable con los jóvenes de una forma personal. Cada punto de la lección debe ser presentado de una manera que impresione a los jóvenes en cuanto a su experiencia. Apliquemos cada punto a la situación real de nuestros estudiantes.

  Cuando imparta una clase en la Escuela de la Verdad, no debe simplemente dar un mensaje o discurso; más bien, debe hablar con los jóvenes en una manera personal y directa, aplicando cada punto de la lección a la experiencia de ellos. Al hablarles debe considerar a cada uno en particular, prestando atención a sus expresiones. Esto le ayudará a conocer las necesidades específicas de cada uno. Luego, en las sesiones siguientes, debe tratar de satisfacer esas necesidades. Si el Señor le guía a hacerlo, puede dialogar personalmente con un determinado joven y pedirle que ore con usted. De este modo le ayudará a abrir su ser, fortalecerá su espíritu de oración y podrá llevarlo a la experiencia de las verdades que esté presentando en clase.

  El mismo principio se aplica a la predicación del evangelio. Cuando predicamos el evangelio, no debemos reunir personas y simplemente presentarles un mensaje, sino que debemos fomentar una relación directa y personal con ellos. Ciertamente será necesario dar un mensaje, pero además de ello, y una vez que hayamos percibido la condición de los asistentes, debemos hablar con ellos de una manera personal en cuanto a su necesidad. Y finalmente debemos orar con ellos. Todos necesitamos aprender a hacer esto.

Propiciar un espíritu de oración

  Lo que es más difícil al enseñar conforme a la experiencia, es lograr que las personas oren con nosotros. Podemos presentar un mensaje y hablarles directamente, pero cuando llega el momento en que es necesario orar, tal vez nos encontremos carentes de un espíritu de oración. Si no tenemos tal espíritu, no podremos avivar el espíritu de oración en los demás. Si queremos avivar el espíritu de oración en nuestros oyentes, nosotros mismos debemos ser personas llenas del espíritu de oración.

  Espero que en su clase haya mucha oración. La oración adecuada logrará por lo menos tres cosas: impresionará de una manera práctica a los jóvenes acerca de los puntos de la lección; avivará el espíritu de oración en ellos; y los hará ser vitales. De esta manera, todos los asistentes a la Escuela de la Verdad serán vivificados.

  La meta de nuestra Escuela de la Verdad no es simplemente adiestrar a los jóvenes en el conocimiento de la verdad. El simple conocimiento de la doctrina es en sí vano, y no debemos confiar en él. Más bien, debemos impresionar a nuestros jóvenes con la verdad, que es la realidad de la economía de Dios. Nuestra carga es impartirles esta verdad. A fin de cumplir con esta responsabilidad, debemos poner en práctica todas las instrucciones mencionadas en este mensaje. Primero, nosotros mismos debemos ser gobernados por una visión clara de la economía de Dios; luego, hemos de avivar el fuego del don de Dios que está en nosotros; y finalmente requerimos ser hombres de oración, aquellos que cultiven una atmósfera capaz de avivar el espíritu de oración en los demás. Como maestros de la Escuela de Verano de la Verdad, debemos estar preparados para orar en cualquier momento. Sólo así estaremos listos para enseñar.

Biblia aplicación de android
Reproducir audio
Búsqueda del alfabeto
Rellena el formulario
Rápida transición
a los libros y capítulos de la Biblia
Haga clic en los enlaces o haga clic en ellos
Los enlaces se pueden ocultar en Configuración