
Lectura bíblica: 1 Ti. 2:4; 3:15; 2 Ti. 2:15, 25
Las epístolas de 1 y 2 Timoteo fueron escritas por causa de la decadencia de la iglesia y para inocular a los creyentes contra tal decadencia. Esto es especialmente cierto en el caso de 2 Timoteo, una epístola que fue escrita en el tiempo en que empezaron a degradarse las iglesias establecidas por Pablo en el mundo gentil. Tal situación constituyó una prefigura de la decadencia que prevalece actualmente en el cristianismo. Debido al influjo de esta decadencia, es apremiante instruir a nuestros jóvenes en todo lo que Pablo enseñó a Timoteo. Esta clase de enseñanza los inoculará, o vacunará, contra la decadencia y degradación de la iglesia. El hecho de que Pablo mencionara en sus escritos “los postreros días” (2 Ti. 3:1), indica que sus escritos se aplican no sólo a su época, sino también a los tiempos actuales por los que atravesamos. Todos nececitamos ser inoculados en contra de la decadencia al conocer las verdades reveladas en estos dos libros.
En 1 y 2 Timoteo se enfatiza fuertemente la verdad. Pablo nos dice que Dios “quiere que todos los hombres sean salvos y vengan al pleno conocimiento de la verdad” (1 Ti. 2:4). La decadencia de la iglesia se debió a un conocimiento deficiente de la verdad. En 1 Timoteo la decadencia se introdujo sutilmente por medio de enseñanzas extrañas (1:3), y en 2 Timoteo se desarrolló abiertamente e incluso empeoró por causa de las herejías (2:16-18). Si queremos resolver el problema de la decadencia de la iglesia, debemos asirnos de la verdad. En 1 Timoteo se subrayan dos realidades: que Dios quiere que todos los salvos vengan al pleno conocimiento de la verdad, y que la iglesia es la columna y fundamento de la verdad (3:15). Y en 2 Timoteo se da énfasis a que debemos trazar correctamente la palabra de la verdad, sin ninguna distorsión (2:15), y que procuremos que los que se hayan desviado de la verdad retornen a ella (v. 25).
Desafortunadamente, la palabra verdad no se ha interpretado adecuadamente. Muchos lectores de la Biblia creen que la verdad es un asunto relacionado con la doctrina. Pero en el Nuevo Testamento, especialmente en 1 y 2 Timoteo, la verdad no se refiere a la doctrina, sino a la realidad en cuanto a Cristo y la iglesia conforme a la economía neotestamentaria de Dios. Si hemos de entender adecuadamente la palabra verdad en el Nuevo Testamento, debemos saber que dicha palabra se refiere a todas las realidades de la economía de Dios, que son el contenido de la revelación divina trasmitida por la santa Palabra (véase la nota 6 de 1 Jn. 1:6).
Antes de enseñar a los jóvenes en las escuelas de la verdad, usted mismo debe recibir la inoculación de Pablo y ser lleno, permeado y saturado con la verdad. Si estudia detenidamente 1 y 2 Timoteo, se dará cuenta de que la estructura de estos dos libros es la estructura de la verdad, y que la estructura de la verdad es el elemento mismo con el que Pablo inoculaba.
¿Cuál es el elemento intrínseco de esta inoculación? ¿Cuál es la estructura de la verdad? Al leer detenidamente 1 y 2 Timoteo podemos ver que la estructura de la verdad es el Dios Triuno con Su redención todo-inclusiva. La obra redentora de Dios incluye la salvación. Tal redención fue efectuada por Dios. Cuando esta redención se aplica a nosotros, llega a ser la salvación. Así que, la salvación es lo que experimentamos de la obra redentora de Dios. La estructura de la verdad divina es simplemente el Dios Triuno y Su obra redentora, que llega a ser nuestra salvación.
Para enseñar a los jóvenes de una manera viviente, es necesario aprender todos los aspectos de la verdad presentada en las Escrituras en cuanto al Dios Triuno, es decir, el Padre, el Hijo y el Espíritu. Esto significa que necesitamos ser saturados con la verdad, o realidad: la Trinidad Divina. Además, debemos profundizar en la verdad relacionada con la redención divina, esto es, en la manera en que el Padre la planeó, el Hijo la cumplió y el Espíritu la aplica. Por consiguiente, debemos ver claramente cómo la redención efectuada por el Dios Triuno llega a ser nuestra salvación plena.
El tema general de la primera serie de lecciones en la Escuela de Verano de la Verdad, es la salvación completa que Dios efectúa. La obra salvadora de Dios equivale a la verdad, ya que la estructura misma de esta verdad es el Dios Triuno con Su obra redentora todo-inclusiva. En los escritos de Pablo, esta verdad se presenta como una inoculación contra la decadencia del cristianismo. Por una parte, podemos hablar de la estructura de la verdad, y por otra, del elemento de la inoculación. Dicha inoculación es similar a una dosis de medicina que contiene varios elementos. Los elementos de esta “dosis” ministrada por Pablo a manera de inoculación son: el Dios Triuno —el Padre, el Hijo y el Espíritu— y Su obra redentora todo-inclusiva.
Para ayudar a los jóvenes a experimentar la salvación completa de Dios, es necesario exponer la condición caída de ellos, que involucra el pecado, Satanás y el mundo, esto es, el sistema satánico. Estos elementos negativos tienen que ver con la verdadera condición de aquellos que han sido salvos. Si queremos experimentar y disfrutar la salvación completa de Dios, debemos considerar nuestra condición y su relación con el pecado, Satanás, el mundo y otros asuntos negativos.
Nuestra preparación para enseñar no consiste en conocer perfectamente el libro o compendio de lecciones; más bien, consiste en profundizar en la verdad relacionada con la salvación plena de Dios. Esto significa que debemos poseer el conocimiento, entendimiento y experiencia del Dios Triuno y Su redención todo-inclusiva, en relación con todos los aspectos de la condición caída del hombre. Al prepararnos para enseñar, no es suficiente con leer el Libro de lecciones; como maestros de la Escuela de la Verdad, debemos sumergirnos en la verdad divina. Espero que tomemos en serio la imperiosa necesidad de sumergirnos en la verdad divina, que es la realidad del Padre, el Hijo y el Espíritu, y la realidad de Su redención todo-inclusiva, aplicándola a la condición del hombre caído.
Tal vez al escuchar esto usted se desaliente, pensando que no tiene la capacidad de enseñar a los jóvenes. Le ruego que no asuma tal actitud. Es posible que su experiencia sea limitada, pero esa medida de experiencia ciertamente lo hace apto para enseñar.
Al enseñar, no elija temas peculiares que puedan estimular la curiosidad de sus oyentes. Tampoco es saludable que despliegue su conocimiento en cuanto a otras materias, como la historia o la ciencia. Es una vergüenza exhibir nuestros conocimientos intelectuales de esta manera. Más bien, debe concentrarse por completo en la economía de Dios y limitarse a ella. Todo el tiempo que dure la clase, que en realidad es muy corto, debe utilizarlo para presentar la verdad de la economía de Dios.
Una vez más, quiero mencionar que debe sumergirse y empaparse totalmente de la verdad divina. La Escuela de la Verdad no sólo debe ser una escuela para los estudiantes, sino también para los maestros. Espero que usted sea el primero en aprender la verdad. No puede enseñar a los demás si no aprende usted primero. Del mismo modo, no puede ministrar algo que no ha experimentado y disfrutado personalmente. Unicamente podrá ministrar a otros lo que usted mismo haya disfrutado; de otra manera, su enseñanza será solamente doctrinal, y por lo tanto, vana.
Consideremos ahora la práctica de enseñar conforme a la experiencia y no según la doctrina. Supongamos que usted desarrolla la lección diecisiete, la cual trata de la transformación. El Libro de lecciones dice: “La transformación es el resultado de la santificación y tiene que ver con el alma del hombre”. Pedir a los alumnos que simplemente memoricen y entiendan los hechos, es enseñar conforme a la doctrina. Si queremos enseñar de acuerdo con la experiencia, debemos tener comunión con ellos acerca de la razón por la cual la transformación es el resultado de la santificación. Si hacemos esto, cambiaremos nuestra enseñanza de la doctrina a la experiencia. Tal comunión en cuanto a la experiencia les dejará una profunda impresión.
Al hablarles de esta manera, y al analizar juntamente con ellos por qué decimos que la transformación es el resultado de la santificación, quizá uno de los estudiantes ofrezca una explicación. Tal vez diga que la santificación nos separa del mundo, nos cambia y nos santifica mediante la naturaleza santa de Dios, y que como resultado de esto, experimentamos un cambio metabólico, a saber, la transformación. Si alguien habla de esta manera, inmediatamente debe hacerle ciertas preguntas, como por ejemplo: “¿Y qué de usted? ¿Ya fue transformado por la naturaleza santa de Dios? ¿Ya fue hecho santo por medio de esta naturaleza divina?” Tal manera de enseñar se relaciona íntimamente con la experiencia.
En cambio, si usted no ha sido saturado con la verdad en cuanto a la santificación, y no ha experimentado la santificación, sólo puede enseñar asuntos doctrinales. Unicamente será capaz de repetir lo que haya leído en el Libro de lecciones. Si sólo ha recibido la “educación” en cuando a la doctrina de la letra impresa, sólo podrá enseñar doctrinalmente que la transformación es el resultado de la santificación, y que ésta se relaciona con el alma del hombre. Pero ni usted ni sus estudiantes conocerán cabalmente la verdad o realidad de la santificación y la transformación. Debido a que no tiene experiencia, no podrá ministrar vida a los jóvenes que estén en su clase. Sólo trasmitirá conocimiento, como si estuviera enseñando en una escuela teológica. Si enseña de esta manera, arruinará nuestra Escuela de la Verdad y dañará a los estudiantes.
Para enseñar conforme a la experiencia, tenemos que convertir cada punto doctrinal de la lección en experiencia. Supongamos que cierta lección contiene cinco puntos. Al prepararnos, debemos tratar de convertir cada punto doctrinal en experiencia. Esto requiere mucha práctica. Después de hacer esta conversión en nuestro tiempo de preparación personal, debemos hablar a los jóvenes relacionando cada punto con la experiencia. Cuanto más hablemos de esta manera, más velos quitaremos de nuestros alumnos. Entonces ellos recibirán una visión que los exponga, y espontáneamente serán introducidos en la experiencia de la verdad que usted está presentando.
Pero si sólo imparte las doctrinas de los materiales impresos, únicamente transmitirá conocimiento intelectual a los estudiantes. Como resultado de esto, ellos no obtendrán nada en su experiencia. Además, el conocimiento que reciban les perjudicará, pues en otra ocasión que escuchen acerca de la transformación, tal vez digan: “Yo ya sé eso. Escuché de ello en la Escuela de la Verdad. Ya sé que la transformación es el resultado de la santificación y que tiene que ver con el alma del hombre. También sé que la transformación significa que cierto elemento cambia en naturaleza y en forma”. No debemos dañar a los jóvenes dándoles un simple conocimiento. Por el contrario, debemos enseñarles de acuerdo con la experiencia, a fin de que obtengan el máximo provecho al impartir en ellos la verdad. Este es un asunto crucial.
También en la vida de la iglesia debemos hablar de acuerdo con la experiencia. En las reuniones, en la comunión, al pastorear a los santos y al visitar a otros para predicarles el evangelio, siempre debemos hablar conforme a la experiencia, y no según la doctrina. Al hacer esto “mataremos dos pájaros de un solo tiro”: el “pájaro” de la experiencia y el de la doctrina. De esta forma, las personas con quienes hablemos recibirán tanto la enseña como la experiencia. Espero que de ahora en adelante se esfuercen para poner esto en práctica.
El ministerio en el recobro del Señor nunca presenta las enseñanzas conforme a la doctrina, sino de acuerdo con la vida. Es por esta razón que nuestro estudio bíblico se llama Estudio-vida. Pero aunque no damos énfasis a la doctrina, nuestro modo de enseñar transmite mucho conocimiento. Cada mensaje de nuestro Estudio-vida de las Escrituras transmite cierta cantidad de enseñanza, pero la impresión que queda en el lector no es la impresión doctrinal, sino el sabor de la experiencia y el disfrute de Dios, Cristo y el Espíritu. Con el tiempo uno aprende la enseñanza, pero es una enseñanza mezclada con la experiencia, una enseñanza aprendida mediante la experiencia.
Sinceramente pienso que su participación en la Escuela de Verano de la Verdad es una gran oportunidad para que usted mismo aprenda algo. Si trata de convertir cada punto de las lecciones en experiencia, recibirá una enorme ayuda. Tal vez descubra que no sabe cómo convertir la doctrina en experiencia, debido a que carece de dicha experiencia. Esto le expondrá, y entonces, por lo menos sabrá dónde se encuentra. Descubrirá que sabe muchas cosas en una manera doctrinal, pero no las ha aprendido en la experiencia. Luego, al preparar su lección, lo primero que hará es considerar su experiencia. En cada punto se preguntará: “¿Tengo la experiencia de este asunto? ¿Tengo la suficiente experiencia en este punto? ¿Puedo enseñar a otros esto de acuerdo con la experiencia?” Tal vez llegue a la conclusión de que su experiencia no es suficiente para dar un testimonio, y mucho menos para enseñar una clase a los jóvenes. Así que, será compelido a orar, diciendo: “Señor, ten misericordia de mí. Necesito experimentar este asunto”. Esta es la manera de prepararse para enseñar cada lección.
Les animo a prepararse no sólo en lo personal, sino también junto con otros maestros que enseñan a los jóvenes. Practiquen reunirse entre sí y relacionen cada punto de la lección con su experiencia. Además, les aconsejo que practiquen la manera de convertir los puntos doctrinales en experiencia. Esto constituirá una buena preparación para enseñar basados en la experiencia. Si hacen esto, no sólo los jóvenes, sino toda la iglesia será beneficiada por la Escuela de la Verdad. Adoptemos este modo de enseñar a los jóvenes en nuestras Escuelas de la Verdad, celebradas durante el verano.