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Mensajes del libro «Administración de la iglesia y el ministerio de la palabra, La»
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CAPÍTULO DIEZ

LA SELECCIÓN DE MATERIAL PARA LA MINISTRACIÓN DE LA PALABRA

EL OBJETIVO DEL MINISTERIO DE LA PALABRA ES QUE LAS PERSONAS RECIBAN EL SUMINISTRO DE VIDA

  Todo aquel que ministra la palabra debe prestar atención al material que utiliza. La selección del material es de suma importancia e involucra muchos detalles. Aquellos que ministran la palabra deben entender que el objetivo de ministrar la palabra es proveer el suministro de vida. Además, la palabra que ministramos debe resolver los problemas de los oyentes y producir en ellos un sentimiento de necesidad. No sólo debe llevarlos a considerar ciertos asuntos, sino que debe suministrarles vida, dar solución a sus problemas y crear en ellos un sentimiento de cierta necesidad. Debemos apegarnos a estos principios al seleccionar el material que hemos de usar para ministrar la palabra.

  Se han producido más libros sobre el cristianismo que sobre cualquier otro tema. El número de exposiciones bíblicas publicadas es enorme. Si un ministro de la palabra piensa que no necesita apoyarse en publicaciones de otras editoriales, es una persona orgullosa e insensata. Además, un ministro de la palabra puede pensar que sólo necesita apoyarse en libros publicados por editoriales cristianas. Tal ministro ya ha fracasado en cuanto al ministerio de la palabra. Además, aquellos que ministran la palabra no deben depender solamente de materiales encontrados en libros.

EL MATERIAL BÁSICO EN EL MINISTERIO DE LA PALABRA DEBE CONSISTIR EN LECCIONES APRENDIDAS PERSONALMENTE Y EN CARGAS RECIBIDAS DE PARTE DEL SEÑOR

  El material básico en el ministerio de la palabra debe consistir en lecciones aprendidas personalmente y en cargas recibidas de parte del Señor. Tal vez queramos compartir un mensaje basándonos en alguna lección que hayamos aprendido y en alguna carga que hayamos recibido. Podemos consultar con otras fuentes buscando algunos puntos de vista, explicaciones y ejemplos que estén relacionados con las lecciones que hemos aprendido y las cargas recibidas. Es útil leer regularmente libros de referencia a fin de ampliar nuestro conocimiento, pero si un ministro de la palabra formula sus mensajes basándose en libros de referencia sin aprender personalmente lecciones ni recibir algunas cargas, su hablar viene a degradarse y a perder efectividad. El ministerio de la palabra se basa en las lecciones aprendidas personalmente y en las cargas recibidas. Un ministro de la palabra que no aprende ninguna lección en lo personal ni recibe carga alguna de parte del Señor no debería hablar ningún mensaje en público.

  Por lo tanto, aquellos que ministran la palabra deben continuamente aprender lecciones en lo personal al ser tratados por el Señor, ya sea en asuntos grandes o pequeños. Deben también aprender a recibir cargas. Deben recibir la carga de predicar el evangelio y dar un mensaje. Deben recibir cargas constantemente. Aun cuando los hermanos y hermanas amen al Señor fervientemente, todavía hay una carencia de edificación entre nosotros. Así que, se requiere que recibamos la carga de guiar a los hermanos y hermanas a fin de producir un profundo sentir en ellos de una falta de edificación. Necesitamos recibir esta carga de parte del Señor y liberar dicha carga mediante el ministerio de la palabra.

VIGILAR NUESTRO CORAZÓN A FIN DE ESTAR LIBRES DE ORGULLO

  Al llevar a cabo el ministerio de la palabra, no debemos ser orgullosos. Sería necio ser orgullosos al preparar un mensaje pensando que nuestro material es mejor que el de otros. Incluso si nuestro material fuera el mejor, cuando consultemos con otros, nuestro conocimiento será ampliado y nuestro sentir por la palabra se hará más profundo. En resumen, cuando seleccionamos el contenido para ministrar la palabra, por una parte, debemos examinarnos y verificar que nuestra base es alguna lección que hayamos aprendido personalmente y alguna carga que hayamos recibido, y por otra parte, debemos cuidar de nuestro corazón a fin de estar libres de orgullo.

  El mensaje de una persona se degrada y se vuelve pecaminoso si él tiene que buscar en otras fuentes el material para su mensaje, puesto que él mismo no tiene nada que decir. Es una ofensa para Dios si la palabra que ministramos no tiene como base nuestra experiencia personal o alguna carga recibida de parte del Señor. Hablar de esa manera tan descuidada sería pecado. Todo mensaje debe tener como base nuestra experiencia personal y ser liberado a partir de una carga. Ésta debe ser la base o fundamento para el ministerio de la palabra. Al ministrar la palabra, no debemos ser orgullosos. Incluso debemos estar abiertos a usar libros de referencia y a recibir ayuda de otros. Por ejemplo, si leímos un libro hace varios años sobre cierto tema en particular, bien podemos volver a leerlo. Nuestra intención y actitud son sanas, pues simplemente estamos consultando otro material a fin de obtener ayuda de otros. Sin embargo, no debemos recopilar material de una manera indiscriminada. Tener esta actitud es correcto y ello muestra que nuestro corazón es recto.

SELECCIONAR MATERIAL QUE SEA VIVIENTE, Y NO SIMPLEMENTE NOVEDOSO E INUSUAL

  Al prepararnos para ministrar la palabra, tenemos que concentrarnos en material que sea viviente, no en algo que transmita muerte. Si aquellos que ministran la palabra procuran ser diferentes de otros, serán tentados a escoger material novedoso e inusual, aunque transmita muerte. Por consiguiente, sus mensajes serán frívolos y no conllevarán ningún sabor de vida. Por tanto, cuando nosotros preparemos un mensaje, debemos desechar la idea de ser originales, de utilizar materiales que sean novedosos e inusuales. En cambio, debemos esforzarnos por ministrar mensajes que sean vivientes y llenos del suministro de vida. Por ejemplo, aunque muchos hayan hablado anteriormente acerca de la regeneración, siempre podemos hablar de este mismo tema. La regeneración es un tema antiguo que no tiene nada novedoso ni inusual; pero si nuestro contenido es viviente, nuestro hablar será rico, lleno de suministro y de sabor. Si sólo nos preocupamos por contar historias y nos olvidamos de suministrar vida, somos simplemente narradores profesionales. Aunque los santos se ríen con nuestros cuentos, nuestro hablar será una ofensa para el Señor.

EVITAR LA EXPOSICIÓN EXHAUSTIVA DE LA ESCRITURA

  En nuestra búsqueda por el material, debemos evitar explicar exhaustivamente las Escrituras. La Biblia no es un libro tan sencillo. Si nuestro mensaje se basa en la Biblia, no habrá ningún problema. Pero si intentamos presentar una exposición exhaustiva de la Biblia, hallaremos muchas dificultades, pues compartir basándonos en la Escritura es diferente de presentar una exposición exhaustiva de la Biblia. Podemos ministrar un mensaje basándonos en unos cuantos versículos. Por ejemplo, cuando citamos Hebreos 2:3, que dice: “¿Cómo escaparemos nosotros, si descuidamos una salvación tan grande?”, con el fin de elevar el aprecio de la audiencia acerca de la salvación, esto es simplemente compartir tomando como base la Biblia. Pero cuando tratamos de explicar el significado de las palabras salvación y descuidar, estamos presentando una exposición bíblica. Los que ministran desde el podio deberían evitar la exposición exhaustiva de las Escrituras. Pueden hablar de la Biblia, pero no deben exponerla exhaustivamente.

  La exposición bíblica es un asunto muy serio. Por lo tanto, debemos evitar el uso de material que nos conduzca a exponer exhaustivamente la Escritura, pues hacer esto no conlleva mucha vida y es sujeto a errores. Hablando con propiedad, sólo aquellos que posean el don de la enseñanza deben atreverse a presentar una exposición bíblica, y no todos tienen este don. Podemos usar las palabras de la Biblia para presentar un mensaje, pero hacer una exposición exhaustiva de la Escritura puede crear algunos problemas. Por consiguiente, sería mejor evitar usar compendios que sean exposiciones de la Biblia.

  La mayoría de los libros que exponen la Biblia sólo imparten conocimiento, pero no suministran mucha vida. Además, existen muchas maneras de exponer las Escrituras. Un mismo pasaje de la Biblia a menudo tiene diferentes interpretaciones. Cuando era joven, leí un buen libro acerca de las setenta semanas del libro de Daniel. Después de leerlo, empecé a hablarles a otros sobre lo que había aprendido. Más tarde comprendí que estaba actuando como un insensato, y me reí de mí mismo porque existen diferentes interpretaciones sobre las setenta semanas, y todas parecen lógicas. Presentar una exposición bíblica es un asunto sumamente serio. Debemos hacer lo posible por evitar la exposición de la Biblia.

  A lo largo de los siglos, la mayoría de los sermones se han basado en versículos de la Biblia. Por ejemplo, el Doctor John Sung usó el “flujo de sangre” mencionado en Lucas 8:43 para dar un sermón acerca de la sangre preciosa del Señor, pero lo hizo sin hacer una exposición de este versículo. Nosotros debemos evitar presentar una exposición de ningún pasaje de la Biblia a menos que vayamos a establecer una base bíblica. La exposición de las Escrituras es necesaria cuando requerimos establecer bases bíblicas definidas. Sólo debemos exponer la Biblia dentro de los límites de esta base real. Debemos mantenernos siempre dentro de estos límites; de otra manera, nuestro mensaje transmitirá muerte. Debemos aferrarnos al principio básico de que un mensaje debe ser viviente. Si deseamos que nuestro mensaje sea viviente, no debemos impartir simples doctrinas vacías; no debemos limitarnos a presentar una exposición bíblica.

  Debemos exponer la Biblia sólo cuando necesitemos establecer bases bíblicas para transmitir un pensamiento a las personas. Tan pronto como tal necesidad sea cumplida, no es necesario dar más explicaciones. Además, citar a otros autores puede causar confusión entre los santos debido a los distintos puntos de vista hallados en los diferentes libros de exposición bíblica.

  La primera vez que leí la Biblia, invertí mucho tiempo leyendo libros de referencia concerniente a las profecías halladas en la Biblia. En Mateo 24 el Señor Jesús dijo que “dos mujeres estarán moliendo en el molino; la una será tomada, y la otra será dejada” (v. 41). Un expositor autoritativo entre la Asamblea de los Hermanos dijo que la que fue dejada era la mejor, y dio muchas razones para sustentar su afirmación. ¿Cómo puede ser dejada la mejor? Nosotros creemos que la que fue tomada era la mejor. Así que, si no tenemos el discernimiento adecuado, seremos confundidos.

  Hay muchos libros en el cristianismo; por ende, los ministros de la palabra a menudo se ven tentados a usarlos. Aunque deben consultar diferentes libros, algunos de estos libros son inexactos en sus declaraciones. Por ejemplo, Andrew Murray realmente conocía al Señor interiormente; sin embargo, sus exposiciones no siempre eran tan acertadas. Podemos confiar en sus experiencias espirituales, pero no podemos siempre confiar en sus exposiciones de la Biblia.

  Cuando el hermano T. Austin-Sparks estuvo en Taiwán, él afirmó que la Nueva Jerusalén no existía. Él fue más allá de su medida y empezó a exponer la Biblia. No podemos aceptar esa exposición suya. Aunque tenemos en muy alta estima la ministración del hermano Austin-Sparks en cuanto a ciertos asuntos espirituales, no podemos seguirlo en cuanto a dicha exposición. Si la Nueva Jerusalén no existe, ¿en dónde estarán los creyentes? Por esta razón, hemos sido muy cuidadosos en cuanto a la exposición de la Biblia. Hablando de una manera general, no es difícil seleccionar material para ministrar la palabra. Pero si no estamos absolutamente seguros sobre cierto material o estudio de exposición bíblica, simplemente no debemos aceptarlo. Tampoco debemos pretender dar una exposición de la Escritura, a menos que sea absolutamente necesario.

  A lo largo de los siglos, distintas personas espirituales han realizado una exposición de la Biblia; pero ha sido difícil para ellos no cometer algunos errores. Andrew Murray, el hermano Austin-Sparks e incluso la señora Jessie Penn-Lewis cometieron serios errores en sus exposiciones bíblicas. Aquellos que ejercían la vida interior tenían buenas experiencias espirituales, pero su exposición de las Escrituras estaba muy alejada. La hermana Dora Yu era muy espiritual, pero ella también no fue muy exacta al exponer la Biblia. En una ocasión ella dijo que ser salvos no equivalía a ser regenerados, y que aquellos que habían sido salvos aún necesitaban arrepentirse a fin de ser regenerados. Así que, debemos evitar los libros de exposición de la Biblia al seleccionar material para nuestros mensajes. Es mejor no acudir a material que toque exposición bíblica a menos que haya una necesidad definida, y que estemos seguros de que sea una interpretación acertada.

NO CONVERTIR LOS MENSAJES EN ENSEÑANZAS DOCTRINALES

  La base y el principio que rigen la selección del material adecuado son: que suministre vida a las personas, que dé solución a sus problemas y que produzca un sentir de necesidad dentro de ellas. Ésta es la manera en que debemos seleccionar el material para las reuniones de jóvenes. Aunque nuestros mensajes puedan ser educativos, debemos evitar que se convierta en un curso o una serie de instrucciones. Por ejemplo, la así llamada “Escuela Dominical” ha llegado a ser simplemente un curso que consta de cincuenta y dos temas de estudio. Los niños pueden pasar a través de estas lecciones sin obtener mucho interiormente en cuanto a la vida espiritual, el contenido del evangelio y la experiencia de vida.

  Por ejemplo, yo asistí a una escuela primaria cristiana y fui uno de los alumnos más destacados en la escuela dominical. Incluso serví como maestro asistente de dicha escuela dominical, pero no obtuve nada de esa escuela. Por esta razón digo que debemos eliminar el término escuela de la reunión de niños. No queremos tener una escuela dominical; simplemente queremos reuniones de niños. No queremos sembrar en los niños el concepto de que las reuniones de niños son un curso o una sesión de estudio en la cual ellos deberán recitar y memorizar. Debe ser que ellos, al venir a la reunión de niños, sientan que hayan sido tocados e infundidos interiormente. Así que, nuestras reuniones de niños deben enfocarse en lograr que ellos lleguen a ser niños y jovencitos piadosos que viven delante del Señor. Si podemos causar una impresión en ellos en cuanto a cómo ser una persona apropiada, en cuanto a tener temor de Dios o en cuanto a la salvación, ellos recibirán una buena ayuda.

  En la reunión de niños en Manila, los servidores de los niños querían contarles la historia de Sansón y Dalila porque en varios cines de Manila estaban pasando una película sobre la historia de amor de Sansón y Dalila. Tomar esto como la base para escoger el material es un error, es tomar un camino equivocado. No debemos hablar erráticamente a los niños, un día de Samuel, el siguiente día de David, después de Saúl, y posteriormente de Pedro, dándoles simplemente bosquejos para memorizar y luego poniéndoles pruebas sobre el material visto. Esto es inútil, y es incorrecto. Necesitamos tocar sus sentimientos.

  Por ejemplo, la reunión de niños que conducía D. L. Moody, aunque parecía una escuela dominical, realmente no lo era. Moody tenía una carga genuina por las almas de ellos. En una ocasión él invitó a una niña a su reunión para niños. La niña le prometió asistir pero no fue. Varios días después Moody se la encontró de nuevo; y cuando la niña lo vio, corrió hacia una taberna y se escondió bajo una cama. Moody corrió tras ella y la sacó de donde estaba. Después de eso, la niña asistió a la escuela dominical de Moody. Si tuviéramos una carga como la de Moody, tendríamos éxito en nuestra obra. Debemos prestar atención a este asunto de la carga; todas las demás cosas son secundarias.

  No debemos impartir lecciones como maestros de una escuela primaria, donde separan a los niños por edades para darles clases. No debemos darles lecciones a los niños y al empezar preguntarles: “¿Cuál fue la lección que vimos la semana pasada? ¡Cierto, fue acerca de David! ¿Quién fue David?”. Entonces los niños contestarán: “David fue una persona conforme al corazón de Dios”. “David fue rey por cuarenta años”. Entonces respondemos: “Muy bien, tienen un cien”. Si nuestras reuniones de niños son de esta manera, estamos haciendo una obra de muerte, y debemos detenernos. La reunión de niños en Taipéi todavía tiene este mismo sabor.

  El material que usemos debe ser viviente. Podemos hablar a los niños acerca de amar a sus hermanos y hermanas, acerca del amor de Dios, y de cómo Dios creó al hombre con un corazón que tiene la capacidad para amar. No necesitamos hablarles acerca del amor espiritual. Debemos transmitirles el sentir de que el amor que hay dentro de ellos viene de Dios, y que ellos deben amar a sus hermanitos y hermanitas. Entonces ellos se sentirán culpables si no aman a sus hermanos y hermanas. En la siguiente reunión podemos hablarles acerca de honrar a sus padres, y pedirles que obedezcan a sus padres. Este hablar es viviente. Esto no quiere decir que no debamos usar las historias de la Biblia. Podemos usar una historia en la Biblia para ejemplificar el amor a nuestros hermanos y hermanas. Esto no es un curso de estudios, sino una aplicación viviente.

  Esto debe ser aplicado a la obra con los jóvenes. Aquellos que sirven a los más jóvenes deben entender que no podemos depender de las reuniones educativas. Si dependemos de esto, fracasaremos. Desde el año 1946 y hasta 1948 no hubo reuniones de jóvenes en Shanghái. Incluso no se usaba el término “reuniones de jóvenes”. En ese tiempo el cuidado de los jóvenes se llevaba en base a una carga. Los santos pastoreaban a los jóvenes individualmente. Es una lástima que nuestras conferencias de jóvenes universitarios se llevan a cabo a manera de clases de enseñanza por asignaturas. Todos los que hablen por el Señor deben aprender que nuestro mensaje debe edificar a las personas sin tener que impartir una clase. No estamos aquí para dar clases a los jóvenes. Esto es una actividad muerta que no imparte vida en las personas.

  Aquellos que hablan tienen que recibir la carga de laborar entre los jóvenes uno por uno. Debemos pastorearlos mediante la oración y por medio de muchas maneras a fin de que el Señor pueda ganarlos. No siempre debemos enseñarles sobre Adán, Abel, Enoc y Abraham y lo que ellos hicieron. Ellos pueden memorizar todo esto en una semana y a la siguiente semana ya no lo recuerdan. Enseñar de esta manera no sirve de nada. Necesitamos más bien tocar sus sentimientos de una manera que nunca lo olviden. Hacer ejercicios mentales y memorizar no es más que recibir letra muerta. No necesitamos poner mucha atención en tales cosas. Además, no debemos preocuparnos por la cantidad de jóvenes que asiste a las reuniones. En vez de ello, debemos esforzarnos en aprender lecciones vivientes, en tener experiencias de vida y en recibir una carga viviente para laborar con los jóvenes. Debemos realizar una obra centrada en encender el fuego en ellos que los motive a encender el fuego en otros. Únicamente esta clase de obra es viviente.

APRENDER A TOCAR EL SER INTERIOR DE LAS PERSONAS

  Bajo este mismo principio, cuando demos un mensaje, no debemos hablar de una manera científica. Por ejemplo, si damos una enseñanza siguiendo estrictamente los títulos y subtítulos de un bosquejo, habremos fallado en nuestra labor. Aunque no es malo leer un bosquejo, es más importante aprender a tocar los sentimientos de las personas. Si ponen demasiado énfasis en los puntos de un bosquejo a manera de memorización, es posible que los santos no sean capaces de recordar los puntos abarcados. Aun si los pueden recordar, los olvidarán muy pronto si no fueron tocados en algún punto en particular. Los hermanos que ministran pueden hablar extensamente, pero su prioridad debe centrarse en impartir en las personas algo que sea viviente y que toque el ser interior de ellos. De este modo, incluso si la gente olvida el bosquejo, algo sólido permanecerá en ellos.

  Además, debemos aprender a no introducir el entrenamiento a las reuniones de la iglesia. La naturaleza del entrenamiento es diferente de la naturaleza de las reuniones de la iglesia. No debemos tratar a los hermanos y hermanas de la iglesia como entrenantes. Los hermanos y hermanas pueden olvidarse de los puntos del bosquejo y de los versículos de la Biblia; pero si son tocados por algo, al término de la reunión orarán, confesarán sus pecados e incluso predicarán el evangelio. Si esto sucede, es un indicador de que el hablar ha sido viviente y abastecedor. La carne de un bistec está unida al hueso; pero cuando servimos el bistec, debemos darles la carne y no sólo el hueso. Ciertamente un bosquejo es importante porque muchos puntos contenidos en él pueden tocar el interior de las personas. Sin embargo, cuando los alimentemos, debemos suministrarles la “carne” y no los “huesos”, pues es muy difícil masticar los huesos. Éste es un asunto importante.

  Así que, debemos aprender a usar solo el material que puede tocar los sentimientos de las personas a fin de que ellos sean tocados, aun si no entienden mucho del mensaje. Tal clase de hablar es poderoso porque es claro y rico en contenido sin necesidad de enfatizar razonamientos lógicos ni elevados; más bien, toca profundamente los sentimientos de las personas.

  Tenemos una carga pesada acerca de nuestra ministración de la palabra. El ministerio de la palabra es muy débil en el día del Señor por la mañana, en la reunión de media semana, en las reuniones de hogar, en la reunión de los jóvenes e incluso en las reuniones de niños. Tenemos muchos problemas con nuestra ministración de la palabra. El hablar es muy débil y da por resultado una condición muy debilitada entre los santos. La razón principal de esta debilidad en el hablar es que nuestro hablar es muerto. Si cuando hablamos damos letra muerta, la suministración en general será de debilidad. Por lo tanto, todos los hermanos que llevan la responsabilidad de ministrar la palabra deben esforzarse y buscar una manera para que su compartir produzca un suministro vivo y no transmita muerte. Esto requiere que dejemos de hablar como si estuviéramos impartiendo una clase siguiendo un bosquejo rígidamente. Nuestra vida espiritual requiere enseñanza, pero no debemos ser tan rígidos. Debemos evitar los materiales que se asemejen a la enseñanza sistemática de una escuela. No debemos encargar tareas a los hermanos y hermanas; más bien, debemos tocar sus sentimientos a fin de plantar algo sólido en ellos.

  Si no hacemos esto al ministrar la palabra, esto indica que no tenemos la habilidad para ministrar la palabra. Si tenemos la habilidad para ministrar, sabremos tocar los sentimientos de los santos y suministrarles vida, ya sea que hablemos como tartamudos o seamos elocuentes para hablar, y sin importar que seamos del agrado de los hermanos y hermanas.

LA IGLESIA TIENE LA URGENTE NECESIDAD DE REALIZAR LA OBRA DE EDIFICACIÓN POR MEDIO DEL MINISTERIO DE LA PALABRA

  Hemos llegado a un punto crítico donde necesitamos urgentemente realizar la obra de edificación. Si meramente salvamos pecadores y los edificamos en su crecimiento espiritual, estaremos repitiendo la obra que el cristianismo ha llevado a cabo por los últimos cien años. Dicha obra no ha producido el edificio de Dios, Su morada. Si una persona ha sido edificada con otros en la localidad de Kaohsiung, y él emigra a la ciudad de Huelen o a Tainán, él seguirá siendo una persona edificada corporativamente. Aunque él deje Kaohsiung, no abandona el edificio; él sigue siendo parte de esta casa espiritual, la cual no está limitada por tiempo ni espacio. Adondequiera que vaya, él es parte de la edificación del Cuerpo de Cristo. Él es una persona edificada en el único edificio de Dios en el universo. Esto es diferente a una persona que simplemente ha sido salva, y a una persona que es meramente espiritual. Ésta es una persona edificada. Sólo tal persona es parte de la morada de Dios y puede funcionar como miembro del Cuerpo de Cristo adondequiera que él vaya.

  Dios necesita tal grupo de personas sobre la tierra hoy. Él requiere urgentemente una obra de edificación. Si deseamos participar en esta obra, es necesario efectuar la administración de la iglesia y, mayormente, el ministerio de la palabra. El ministerio de la palabra es primero, y la administración de la iglesia le sigue. En la actualidad nuestra mayor carencia es el ministerio de la palabra. Éste es un problema muy serio. Todas nuestras reuniones son pobres, débiles, bajas, frías, muertas y superficiales, debido a la carencia del ministerio de la palabra. La administración de la iglesia tiene una importancia secundaria. Así que, los hermanos que a menudo hablan desde el podio deben considerar este asunto seriamente y esforzarse por aprender la lección acerca de la ministración de la palabra. Nunca debemos confiar en que tengamos antigüedad. No debemos pensar que por el hecho de haber estado hablando durante muchos años somos capaces de producir un mensaje apoyándonos en nuestras notas y libros de referencia. Dicho mensaje no será valioso ni tendrá el impacto. No afectará a los demás y no dará en el blanco.

  Es preciso que aprendamos a causar cierta inquietud en los hermanos y hermanas cuando ellos escuchen un mensaje nuestro. Ellos deben seguir sintiendo cierta espinita clavada aun cuando olviden el tema del mensaje y el contenido. Deben sentir como si un mosquito les hubiera picado. Como resultado de ello, no pueden tener reposo después de la reunión, debido a que algo les fue inyectado en su ser.

  Las hermanas deben tener también esta habilidad al visitar a otras hermanas. Si les preguntamos a otros si han leído la Biblia o si han orado, simplemente los avergonzaremos. No debemos estar en muerte; más bien, debemos ser vivientes y desarrollar algunas habilidades. Puede ser que no abordemos ningún asunto espiritual; pero ellos, sin darse cuenta, recibirán una inyección espiritual de parte nuestra. Podemos hablar con la gente acerca del mundo que ellos aman, pero al término de nuestra conversación, ellos se sentirán “espinados”; no tendrán descanso y se sentirán turbados. Necesitamos aprender a lograr esto.

EL MINISTERIO DE LA PALABRA Y EL SERVICIO EN LA IGLESIA REQUIEREN UNA COORDINACIÓN VIVIENTE

  Con mucha oración y consideración necesitamos tener comunión entre aquellos con quienes servimos acerca de nuestro hablar. Cuando estuve sirviendo en el norte de China, entre 1940 y 1943, había un hermano cuya situación me preocupaba constantemente. En ocasiones, venía a mí una carga acerca de él mientras yo estaba hablando desde el podio; y yo expresaba que ese hermano necesitaba ser visitado. Los hermanos y hermanas que me escuchaban recibieron la carga y lo visitaron. Sin embargo, en el presente, debido a que todos los hermanos sólo procuran hablar de una manera excepcional a fin de adquirir fama, no se preocupan por recibir carga alguna. Esto no puede considerarse un servicio.

  Es una lástima que los hermanos del norte de China no salieran del continente. Los mensajes que ellos daban satisfacían prácticamente la necesidad, y ellos no compilaban sus mensajes a la carrera. Cuando los santos regresaban de visitar a hermanos y hermanas, daban un reporte de sus visitas. Los lunes por la mañana, desde las ocho hasta las tres de la tarde, teníamos comunión acerca de la condición de los hermanos y hermanas que visitaban. En ocasiones incluso orábamos y ayunábamos por ellos. Como resultado de esto aprendimos muchas lecciones. Considerábamos cómo ayudar a aquellos que estaban teniendo problemas y cómo enfrentar tales problemas. Muchas veces, después que una persona era visitada, experimentaba un avivamiento. Nuestro hablar y nuestra obra de visitación operaban conjuntamente. Pero esta obra conjunta no se llevaba a cabo en medio de discusión, sino en una coordinación espontánea. En esto consiste la coordinación práctica y verdadera.

  El hablar desde el podio era viviente, y los que asistían a las reuniones también lo eran. Muchos de los santos se maravillaban porque la palabra liberada en el mensaje satisfacía exactamente su necesidad. Siempre que ellos venían a una reunión, su problema era resuelto. El mensaje tocaba su problema y su ser interior; por ende, su problema se solucionaba, y su necesidad era satisfecha. Lo que se hablaba era simplemente la palabra viviente. Ésta fue la situación por casi dos años, debido a que los servidores anhelaban y procuraban compartir una palabra viviente, y no algo rutinario. Ellos no eran desorganizados ni sueltos, ni hablaban lo que les parecía. Por consiguiente, dondequiera que ellos iban, su liderazgo en las iglesias era viviente.

  El mejor período de nuestra coordinación en cuanto al ministerio de la palabra fue entre 1940 y 1943. Nuestra situación presente no se asemeja a la situación que vivimos en ese entonces. La coordinación que teníamos en aquel tiempo entre aquellos que servían y aquellos que ministraban la palabra era una coordinación viviente. El material impreso no era tan accesible como lo es el día de hoy, ni había tantos arreglos prácticos como ahora; sin embargo, todo era muy viviente.

CONCLUSIÓN

  En resumen, no podemos seguir siendo individualistas. Debemos aprender a depender de los demás, confiando a ellos nuestras vidas. Al servir, debemos aprender a coordinar con los demás. No debemos seguir ordenanzas muertas ni dar mensajes que impartan muerte; antes bien, debemos estudiar la manera viviente y aprender las lecciones necesarias. Además, debemos recibir una carga y entender las necesidades de las personas. Debemos conocer los distintos problemas de los santos, los problemas que enfrentan los niños, los jóvenes y los hermanos de edad avanzada. Basados en este conocimiento, al hablar, podemos tocar tanto a los de edad avanzada, a los jóvenes y a los que son padres. Todo aquel que escuche el mensaje será tocado. La iglesia necesita tal palabra viviente a fin de que sea introducida una situación viviente.

  Hoy en todas nuestras reuniones hallamos muerte. Tanto la reunión de los niños como las reuniones de los jóvenes y la reunión del día del Señor son conducidas conforme a ordenanzas muertas. Dichas reuniones son nuestra responsabilidad. No podemos continuar así. La obra del Señor y la iglesia están sufriendo una pérdida, y la principal responsabilidad recae en aquellos que ministran la palabra. El suministro de vida que se transmite mediante el ministerio de la palabra es importante para los niños, los jóvenes, los padres, los hermanos mayores y para todos los santos que trabajan.

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