
En este capítulo hablaremos concerniente al tipo de testimonio que el Señor quiere que llevemos en esta era. A pesar de lo mucho que hemos hablado, aun necesitamos una visión y una revelación concerniente a estas cosas, de manera que podamos tener una visión genuina.
En el comienzo de la obra en el Oriente, Dios nos dio el sentir de que la condición del cristianismo no era la adecuada. Desde aquel entonces, hemos tenido interrogantes y dudas acerca del cristianismo de hoy. Estas dudas nos llevaron a considerar la condición actual del cristianismo así como a estudiar la Palabra del Señor. Nos dimos cuenta de que muchas prácticas halladas en el cristianismo no eran conforme a la Biblia. Nosotros abandonamos dichas prácticas, y en cada aspecto nos esforzamos por regresar al camino que según la Biblia se había tomado en el principio. Ese período podría ser llamado la etapa inicial del recobro.
En el principio no experimentamos un recobro instantáneo en muchos de los asuntos; más bien, fue un recobro gradual, asunto por asunto. En los primeros años muchos asuntos fueron recobrados. Aunque algunos puntos empezaron a ser recobrados en 1922, consideramos que el recobro oficialmente empezó en 1924. La etapa inicial del recobro fue completada en 1934.
Cuando la verdad acerca del terreno de la iglesia fue recobrada, el recobro llegó a la consumación de su etapa inicial. Alrededor de 1925 entendimos que la iglesia no debe estar dividida en sectas. La iglesia es una solamente y debe estar en unidad. Es un pecado para la iglesia dividirse en diferentes denominaciones. En aquel entonces éramos capaces de hablar un poco concerniente al sectarismo, pero no estábamos suficientemente claros ni entendíamos cabalmente lo que era una secta. Fue en algún momento entre 1928 y 1931 que logramos definir lo que era el sectarismo. En ese momento supimos que si una iglesia tiene un nombre particular, una comunión particular y una creencia particular, esa iglesia es una secta. Sin embargo, aún no teníamos mucha claridad concerniente a lo que es el terreno de la iglesia.
Aunque habíamos visto claramente que la iglesia es una sola y que no debe estar dividida en sectas, y entendíamos lo que era el significado del sectarismo, no fue sino hasta 1934 que la luz concerniente a la expresión de la iglesia en una localidad fue liberada a todos los santos entre nosotros con toda claridad y exactitud. Sin embargo, muchos de nosotros habíamos visto con claridad el asunto del terreno de la iglesia desde 1932.
En la primera edición del libro La ortodoxia de la iglesia, el hermano Nee estableció claramente que, durante un viaje que hizo a Europa y a Norteamérica en 1933, él tuvo contacto con ciertos grupos adscritos a la Asamblea de los Hermanos. Él también contactó a un buen número de santos de considerable reputación espiritual y asistió a sus reuniones. Fue en ese tiempo que él tuvo el primer contacto con el hermano T. Austin-Sparks.
El hermano Nee hizo ese viaje porque él había recibido una invitación de la Asamblea de los Hermanos de Londres. Pero él les dijo que su comunión con ellos no significaba que él se estuviese uniendo a la Asamblea de los Hermanos. Por lo tanto, él no fue restringido por dicha Asamblea cuando estuvo en Inglaterra. Además de los hermanos de la Asamblea, se encontró con otros creyentes quienes también conocían al Señor, y tuvo comunión con ellos. Él hace referencia a esto en el libro La ortodoxia de la iglesia. Durante ese viaje el hermano Nee visitó muchos lugares. Algunos de esos lugares se hallaban en una condición similar a la iglesia en Filadelfia; ellos mostraban señales de avivamiento, como lo profetizó el Señor en las siete epístolas de Apocalipsis. Otros lugares le parecieron semejantes a Laodicea. Ya que algunos lugares habían caído incluso en el pecado, otros mantenían una condición avivada, e incluso otros se habían dividido repetidamente, fue imposible hacer un análisis general de la condición de todos estos grupos de creyentes. Después de observar las diferentes condiciones de esos grupos y particularmente las divisiones en que habían caído, el hermano Nee empezó a cuestionarse sobre las bases que habían dado origen a las distintas divisiones entre la Asamblea de los Hermanos.
Él estudió y examinó todos los asuntos relacionados con la iglesia en la Biblia. Después de efectuar su estudio, él vio claramente, basándose en la Palabra de Dios, que existe una sola iglesia en el universo; pero que cuando la iglesia es manifestada, ésta es expresada en cada localidad. En otras palabras, existe sólo una expresión de la iglesia en cada localidad. Las numerosas divisiones que acontecieron entre la Asamblea de los Hermanos causaron que el hermano Nee se dedicara a estudiar hasta ver la luz en la Palabra de Dios. Él vio que la iglesia puede tener la distinción única de la localidad. Por ejemplo, la iglesia en Corinto y la iglesia en Éfeso eran dos iglesias separadas. La iglesia en Éfeso y la iglesia en Jerusalén eran también dos iglesias separadas. Además, en Jerusalén no podía haber dos o más iglesias. Del mismo modo, en Éfeso no podía haber dos o más iglesias. El hermano Nee vio esto basándose en la Palabra de Dios.
Antes que el hermano Nee viajara al extranjero en 1933, él estaba en el norte de la China y permaneció en mi casa por seis días. En ese tiempo la obra del Señor ya había empezado en el norte de China, pero yo todavía estaba trabajando; así que, decidí tener comunión con él para conocer cómo le parecería si yo conservara mi trabajo o si sirviera a tiempo completo. Él solamente me dijo: “Hermano, cuando tú no estás claro en algo, debes esperar hasta ver claramente”. Él regresó de su viaje al extranjero en otoño. Ese otoño yo estaba luchando interiormente en vista de que el Señor quería que yo dejara mi trabajo. En esa coyuntura, recibí una carta del hermano Nee. Cuando él envió la carta, él iba viajando en un barco en el mar Mediterráneo en su camino de regreso de Europa. Esa carta fue de gran ánimo y una gran confirmación para mí. La carta decía: “Hermano Witness, en cuanto a tu futuro, yo siento que debes servir al Señor a tiempo completo. ¿Qué siente usted? Que el Señor le guíe”.
Cuando yo recibí la carta, había transcurrido más de un mes desde que el hermano Nee la había escrito. Para ese entonces, yo había renunciado a mi trabajo y ya estaba laborando en Manchuria por tres semanas. Al regresar de Manchuria, leí la carta del hermano Nee y fui grandemente animado. La carta fue una fuerte confirmación para mí. Aunque habían pasado seis meses desde que yo había hablado con el hermano Nee, y él no acostumbraba escribirme, me envió estas palabras tan simples, claras y oportunas concernientes a dejar mi trabajo y servir de tiempo completo. Lo más asombroso de eso es que el hermano Nee escribió esa carta aproximadamente en el mismo tiempo que yo estaba luchando delante del Señor en cuanto a si yo dejaba mi trabajo o no. Sentí profundamente que esto era la dirección del Señor en este asunto; así que, tomé la determinación de ir a Shanghái a ver al hermano Nee. En el otoño fui a Shanghái. Ésa fue mi primera visita a Shanghái.
Fue alrededor de ese tiempo que el hermano Nee dijo que había visto claramente la luz concerniente al terreno de la localidad. Él acababa de regresar de Inglaterra, cuando vio este asunto en la Palabra de Dios. Por el lado espiritual, fue también en ese tiempo que él vio la revelación central concerniente a Cristo como la centralidad y la universalidad de Dios. Por lo tanto, él decidió convocar una conferencia nacional en enero de 1934. Mientras yo estaba en Shanghái, el hermano Nee me pidió que lo ayudara a responder algunas cartas sobre ciertos asuntos espirituales. Yo escribí una larga carta en representación del hermano Nee para el hermano Shien Hsieh Tien En de Cantón. Esta carta fue después publicada en Collection of Newsletters [Una colección de boletines] (véase The Collected Works of Watchman Nee [La recopilación de las obras de Watchman Nee], t. 25, págs. 75-80, 107-117). La carta tenía que ver principalmente con las denominaciones. En ese tiempo prestamos mucha atención a los asuntos espirituales y a las denominaciones. Solamente el hermano Nee estaba claro en lo referente al terreno; el resto de nosotros no lo habíamos visto. Sólo sabíamos que la iglesia debía ser una sola, y que las denominaciones estaban en error.
La carta que le escribí al hermano Hsieh Tien En fue mi primer artículo publicado por la Librería Evangélica que estaba a cargo del hermano Nee. Yo había laborado mucho para escribir este artículo, y aunque fue simplemente una carta, por su contenido parecía como un folleto. Muchos puntos en esa carta eran concernientes a las denominaciones; esa carta definía una denominación y el significado del sistema denominacional. En ese tiempo yo personalmente no estaba claro concerniente al terreno de la iglesia. Yo sabía lo que era la unidad y lo que era una denominación, y podía explicar lo que eran estos asuntos. Sin embargo, en ese tiempo yo no conocía el terreno de la iglesia. Los otros colaboradores tampoco estaban claros. Sólo el hermano Nee estaba completamente claro.
Cerca de ciento veinte hermanos y hermanas del norte de China asistieron a la conferencia en el mes de enero. Esta reunión especial fue un punto decisivo para el avance de la iglesia; también me influenció a mí personalmente. En dicha comunión, vimos el pecado que implica el sectarismo y la necesidad de la unidad de la iglesia. Por lo tanto, algunos colaboradores recibieron la carga concerniente a este asunto y determinaron tomar este camino.
Después de la conferencia regresé en barco al norte de China. Muchos hermanos que asistieron a la conferencia permanecieron en Shanghái y requirieron que el hermano Nee sostuviera unas reuniones de estudio de la Biblia para que les ayudase en cuanto a la manera de reunirse. Esto fue debido a que se estaban levantando algunas reuniones con muchos hermanos que habían dejado las denominaciones y las sectas, pero que no sabían cómo debían reunirse. El hermano Nee estuvo de acuerdo con ellos y aceptó, y los manuscritos de sus mensajes fueron más tarde redactados y publicados en el libro La vida de asamblea.
Yo no estuve presente durante esas reuniones, puesto que había regresado al norte de la China. Cuando regresé a Shanghái cuatro meses después, me enteré de ese estudio de la Biblia pero no pude leer esas notas. Fue sólo después que el hermano Nee terminó de redactar esos manuscritos que él me los entregó a mí y me pidió que escribiera un prefacio. Yo leí los mensajes cuidadosamente y entendí el contenido del estudio bíblico completo. Desde aquel entonces he sido profundamente impresionado con el hecho de que la expresión de la iglesia es local. La palabra expresión, sin embargo, no era usada en ese tiempo. Nosotros empezamos a usar la palabra expresión en 1950 en Taiwán, cuando definimos los límites de una iglesia local. Fue también alrededor de ese tiempo en 1934 que empezamos a tener comunión acerca del papel de la localidad, y la luz concerniente a la localidad nos fue confirmada. Cuando la revelación concerniente a la localidad fue confirmada, también recibimos confirmación acerca del terreno de la iglesia.
Durante la conferencia de enero, el hermano Nee liberó varios mensajes acerca del Cristo que es la centralidad de Dios, y llegó a tener claridad en lo referente al terreno genuino de la iglesia. Como resultado de ello, 1934 fue un año decisivo en el recobro del Señor, que nos permitió entrar en otra etapa. Vimos que Cristo es la centralidad y universalidad de Dios y que, como tal, Él es el contenido de la iglesia; también vimos que exteriormente la iglesia debe mantenerse sobre el terreno de la localidad. Después de esto, el hermano Nee no era el único que tenía claridad en cuanto a todos estos asuntos; nosotros, sus colaboradores, también lo entendimos claramente.
En 1934 un buen número de personas había comenzado a abandonar las denominaciones. Se había convertido en una tendencia, y casi en todas partes la respuesta fue entusiasta. Cada día recibíamos muchas cartas, siendo la mayoría de ellas acerca de abandonar las denominaciones. A mí me entregaban todas las cartas porque yo era el editor interino de Collection of Newsletters. Por esas cartas conocimos muchas historias acerca de los que dejaban las denominaciones. Recibíamos cartas procedentes de las áreas del norte, sur y central de la China. El asunto de abandonar las denominaciones incluso suscitó problemas entre los misioneros occidentales. Algunos misioneros que laboraban en La Misión al Interior de la China tuvieron una reunión especial para discutir la manera de confrontar dicha situación. A los ojos del cristianismo, se había levantado una revolución. Por todas partes había muchos que abandonaban las denominaciones.
Aquellos que dejaban las denominaciones implementaron la práctica general de salirse de ellas de manera pública, no secreta. En muchos casos, ellos escribían y firmaban una carta oficial solicitando a la denominación que removieran sus nombres del registro de miembros. Todo lo hacían de manera oficial. Aunque no era un reglamento, la práctica general era escribir una carta oficial en la que ellos anunciaban su decisión de abandonar la denominación. Los creyentes abandonaban las denominaciones con intenso fervor y vigor.
A principios de 1935, algunos colaboradores catalogaron de incorrecta la tendencia de abandonar las denominaciones, debido a que ello involucraba muchas complicaciones. Por tal razón, el hermano Nee habló con los colaboradores para clarificar el asunto de nuestro testimonio. Él dijo que abandonar las denominaciones no era parte de nuestro testimonio; más bien, nuestro testimonio es Cristo: Cristo como nuestro Salvador, Cristo como vida, Cristo como Rey victorioso, Cristo como Señor de todo, Cristo la centralidad de Dios y Cristo la universalidad de Dios. También señaló que el testimonio de Cristo está íntegramente en la iglesia, y que la iglesia es una sola y que el terreno de la iglesia es local. Todos estos asuntos los dejó bien en claro. En 1937 el hermano Nee dio una palabra adicional con respecto a cómo mantener el testimonio del Señor al establecer iglesias de localidad en localidad. Estos mensajes fueron compilados y publicados bajo el título Evaluando la obra, que ahora se conoce como La vida cristiana normal de la iglesia.
El Señor nos hizo surgir en el Oriente a fin de mantener el testimonio de Cristo que es expresado en la iglesia. Este testimonio comprende la salvación de las personas y el hacer de ellas personas espirituales. También incluye la edificación de los santos, localidad por localidad, con miras a constituir la morada corporativa de Dios y el Cuerpo de Cristo, de modo que Cristo pueda ser expresado mediante este vaso corporativo. Aunque la iglesia es expresada en diversas localidades, todas las iglesias locales deben ser una sola en su testimonio y tener comunión entre ellas. Esto es lo que el Señor nos ha mostrado, y éste es el testimonio que Él nos pide mantener.
Reconocemos que Dios ha usado diferentes maneras y muchísimos siervos a fin de salvar a millares de personas. Dios ha realizado mucho con respecto a la salvación, y no tanto mediante nosotros, sino por medio de otros. De hecho, nosotros debemos aprender de otros en lo que concierne a las diversas maneras de conducir a las personas a la salvación. Dios también ha realizado mucho con relación a la vida divina, valiéndose de otras personas cuya obra ha sido excepcional. Esto es particularmente cierto en el mundo occidental y también en la China. El Señor ha realizado muchas cosas tanto en el Oriente como en el Occidente con respecto a ayudar a las personas a ser espirituales, a consagrarse a sí mismas, a amarlo a Él, a vivir delante de Él, a temerle y a andar con Él.
Sin embargo, a nosotros el Señor nos ha dado una comisión especial relacionada con la realidad de una sola iglesia en una localidad, con la edificación y con la expresión del Cuerpo. Además de nosotros, nadie ha prestado atención a estos asuntos. Somos los únicos que se han centrado en estos asuntos y, debido a ello, hemos sufrido incluso la oposición. Hemos padecido los ataques de muchas personas de afuera principalmente por causa de estas verdades. Tales personas afirman que es suficiente salvar a las personas y ayudarles a ser espirituales, pero que no es necesario preocuparse por las reuniones y la edificación corporativa en cada localidad para constituir la expresión del Cuerpo de Cristo. Ellos argumentan que si tan sólo nos ocupáramos con la salvación y la espiritualidad de las personas, no tendríamos problemas con respecto a las denominaciones, la iglesia y el terreno de la iglesia. Aducen que las personas pueden ser salvas en la Iglesia Católica y en la Iglesia Presbiteriana, y que también pueden ser espirituales en la Iglesia Católica y en la Iglesia Presbiteriana.
Algunos creyentes creen que pueden ser espirituales por sí mismos. De igual modo, ellos creen que como son espirituales, pueden unirse con otros creyentes para estar unidos en espíritu. Entre los que piensan de esta manera se incluyen el señor Chía, quien es el pastor principal de la Iglesia Presbiteriana, el señor Kao, quien es el pastor principal de la iglesia de los cuáqueros, y el señor Cheng, un colaborador cristiano muy espiritual. Todos ellos eran sumamente espirituales. Según su pensamiento, puesto que estaban en Cristo y en el Espíritu Santo, ellos podían unirse para formar un grupo espiritual y todos juntos atenderían la obra. Así que, ellos publicaron una revista que llamaron La luz espiritual e invitaron a la hermana Ruth Lee para que fuese la editora. En 1925, después de haber visto la revelación sobre la unidad genuina de la iglesia y el pecado que representa el sistema denominacional, la hermana Ruth Lee se negó a continuar sirviendo como editora y decidió renunciar. Sin embargo, los pastores no estuvieron de acuerdo con ella. Después, cuando el gobierno nacionalista de la China libraba una lucha contra los caudillos, los soldados comunistas del ejército nacional prendieron fuego a los edificios eclesiásticos en Nankín y arrestaron a sus predicadores. La oficina de la revista La luz espiritual no se libró del fuego.
Yo sentía mucho respeto por estas personas espirituales. Aun puedo testificar con una conciencia pura que ellos eran cristianos piadosos que vivían en la presencia del Señor. Sin embargo, lo que respecta al terreno de la localidad y a la edificación del Cuerpo de Cristo no son simplemente asuntos que ministramos; éstos son asuntos que conforman nuestro testimonio. Yo hablé con el pastor Chía y con el pastor Cheng. Yo sólo podía humillarme ante ellos y recibir su guía espiritual, confesando que ambos son hermanos ancianos muy espirituales que temen a Dios y viven en la presencia de Dios. No obstante, ellos ni sabían ni entendían que Dios nos ha comisionado para portar el testimonio de la expresión local del Cuerpo. Estos hermanos incluso me exhortaron que no insistiera en seguir hablando de este asunto.
En una ocasión en 1937, tomé el mismo tren en que viajaba el Pastor Cheng. Aun cuando no puedo recordar los detalles de nuestra conversación, sí recuerdo que él me exhortó pidiéndome que dejara de ser tan insistente. Me dijo que para nosotros es suficiente predicar el evangelio diligentemente para que las almas sean salvas y hablar la verdad de Dios a los demás de modo que sean alimentados y perfeccionados. Él dijo que éste era el punto más elevado de todo cristiano. Su actitud era sincera, además de que él realmente nos valoraba y admiraba. Por la manera en que nosotros hablábamos y por la actitud que manifestábamos, él sabía que entendíamos con claridad las verdades y que teníamos un fundamento firme. Por lo tanto, el pastor Cheng e incluso el pastor Chía nos tenían en alta estima. Asimismo nosotros sentíamos gran respeto por ellos delante del Señor, así como respetamos a nuestros ancianos. También tuvimos comunión con el pastor Ting, y a él también le respetábamos. El pastor Ting tenía cerca de setenta años cuando yo tenía treinta. Él era una persona mayor que vivía en la presencia del Señor. Nosotros lo respetábamos y le amábamos, así como él también nos amaba y nos estimaba.
A estos hermanos ancianos les parecía hermoso que jóvenes como nosotros estuviésemos dispuestos a abandonar nuestro futuro para vivir dedicados al Señor. Ellos nos tenían en alta estima. Sin embargo, siempre pensaron que nosotros nos excedíamos. Una vez señalaron que nosotros éramos el mejor grupo de entre los chinos cristianos y que si nosotros cambiábamos nuestra postura para tomar el camino de en medio, vendríamos a ser el centro de las iglesias en China, y el futuro de las iglesias en China dependería de nosotros. Según su perspectiva, habíamos tomado una actitud extremista.
Sin embargo, nosotros vimos que el testimonio del Señor tiene un carácter dispensacional. Estos creyentes ancianos vieron algo durante su generación, pero no era la intención del Señor mantener el testimonio que había levantado en esa generación. El Señor siempre se mueve, y tiene el deseo de avanzar. Por esta razón, aunque respetábamos la porción de estos hermanos, sabíamos que Dios deseaba tomar otro paso en la China. Lo que el Señor desea va más allá de la salvación personal y la espiritualidad; Él desea obtener el testimonio de Su Cuerpo, el testimonio de la iglesia, en una localidad tras otra, a fin de obtener un vaso corporativo para Su expresión. Esto es lo que el Señor nos mostró hace más de veinte años.
Durante los veinte años pasados, hemos tenido muchas experiencias y hemos sufrido muchos golpes. Aun cuando esto nos ha afectado de algún modo, nunca hemos renunciado a este testimonio que nos fue encomendado. Experimentamos la influencia de algunas personas muy espirituales y de evangélicos gigantes. Éramos muy inferiores a ellos en lo que respecta al poder en el evangelio y a ciertos asuntos espirituales. No obstante, siempre sentimos que teníamos un testimonio que mantener. En ocasiones nos preguntábamos si éramos extremistas. Nos preguntábamos por qué aquellos que tenían poder en el evangelio y aquellos que eran tan espirituales no le prestaban atención al testimonio de la iglesia. Con frecuencia éramos probados en este asunto. Sin embargo, podemos testificar que cada vez que éramos probados, nuestra visión se hacía más clara. Hoy en día la intención del Señor en la tierra no recae en ganar almas ni personas espirituales; antes bien, Su deseo es edificar Su testimonio corporativo en cada localidad. En este respecto nuestra visión es muy clara.
Estudiamos la manera de resolver las dificultades que nos habían causado estas personas que eran poderosas en el evangelio y muy espirituales, pero que no exhibían el mismo testimonio que nosotros. Acudimos al Señor, pidiéndole que nos mostrara cuál debía ser nuestra actitud hacia ellos. Ciertamente, algunos eran muy poderosos en el evangelio. Por ejemplo, el doctor John Sung era un evangelista durante el tiempo en que nosotros recibimos la luz concerniente a este testimonio en 1935. Él iba por todos lados predicando el evangelio. Ya sea que sus saltos, sus puntapiés, sus gritos o sus lágrimas provinieran de la carne o si tuvieran un elemento del Espíritu, dondequiera que él iba, millares de personas se arrepentían cuando él predicaba. Él era poderoso en el evangelio, pero siempre nos reprendía a nosotros. No sabíamos qué actitud debíamos tomar con él, y los colaboradores de entre nosotros consideraban esto como un problema muy serio.
También conocimos al pastor Chía, quien poseía un conocimiento sustancial de la verdad y ocupaba una distinguida posición entre los teólogos. Pese a que él nos apreciaba mucho, se nos opuso debido a que habíamos tomado este camino. Una escuela teológica de prestigio, el Seminario para Damas Chinas en River Bay, Shanghái, también se nos opuso y les prohibió a sus estudiantes que participaran en nuestras reuniones en Shanghái. Era muy difícil saber cuál debía ser nuestra actitud ante tal oposición, que constaba de personas que o eran poderosas en el evangelio o tenían gran peso espiritual.
En la primavera de 1934, el hermano Nee y yo viajamos en un auto a River Bay. Fue un largo viaje en el cual él expreso cómo se sentía al respecto mientras conversábamos. Me preguntó qué creía yo que debíamos hacer, considerando que muchos estaban en contra nuestra. No podíamos negar que algunos de nuestros opositores predicaban el evangelio con gran poder. Tampoco podíamos negar que había otras personas verdaderamente espirituales, las cuales guiaban a otros a amar al Señor, les hablaban con respecto al camino de la cruz y los exhortaban e instruían en la verdad. Sin embargo, ellos nos rechazaban. Estábamos confrontando esta prueba, y no sabíamos qué actitud debíamos tener.
Después de mucha consideración, estudio, comunión y de buscar al Señor, finalmente todos los colaboradores sentimos que no podíamos renunciar a nuestro testimonio, y que no podíamos abandonar el terreno sobre el cual estábamos afirmados. Podíamos aceptar que predicaran el evangelio con poder así como lo referente a los asuntos espirituales, incluyendo el perfeccionamiento en la verdad y en la vida, pero de ninguna manera podíamos titubear en lo concerniente al terreno y el testimonio. Podíamos tener comunión con otros creyentes acerca de temas espirituales, y recibir y compartir con ellos los asuntos espirituales. Debíamos tener mutua comunión en cuanto al evangelio, los asuntos espirituales y la verdad; pero nunca podíamos comprometer este asunto del terreno de la iglesia. Decidimos que ésta debía ser nuestra actitud.
Intentamos recibir las cosas espirituales que otros compartían; aceptamos los asuntos relacionados con el evangelio y la verdad. Sin embargo, debido a esta actitud el hermano Yu Cheng-hwa se atrevió a aceptar todas las cosas procedentes de Madame de Guyon, incluyendo algunas cosas del catolicismo. El hermano hizo esto debido a que los colaboradores habían adoptado esta actitud de que recibiríamos todo lo relacionado con el evangelio, la espiritualidad o la verdad que una persona poseía, aun si ella perteneciera a una denominación o una secta, siempre y cuando no sacrificáramos nuestra postura concerniente al terreno.
En una reunión de colaboradores celebrada en Shanghái en 1937, tuvimos comunión en cuanto a la línea de Antioquía. El hermano Nee sugirió que debíamos proceder de dos maneras. Por una parte, todos debíamos salir a diferentes lugares y establecer reuniones para fines de la propagación; por otra, aquellos de entre nosotros que tenían claridad con respecto a la verdad deberían intentar laborar en las denominaciones, a fin de revelarles la verdad e impartirles el suministro espiritual. Después de esta comunión, comenzamos a laborar en la obra en ambos aspectos.
Sin embargo, poco después de dicha comunión, comenzó la guerra contra Japón. Esto causó el cese de la obra de propagación. En ese tiempo, había entre nosotros muchos intelectuales; muchos hermanos y hermanas trabajaban en el campo médico o en el campo educativo. Durante la guerra, muchos de ellos se mudaron a las provincias más distantes del frente de guerra y evacuaron los terrenos ocupados por los japoneses, tales como Nankín. No fue sino hasta el final de la guerra que volvimos a reunirnos en dichos lugares. Durante la guerra, Satanás había estado laborando para asestarle un golpe severo al hermano Nee. Como resultado, los que se habían mudado para alejarse de la guerra no habían recibido mucho suministro, y los creyentes que permanecieron en territorios ocupados por el enemigo se hallaban muy débiles. Por esta razón, el testimonio se había debilitado en todos lados.
Estando en esta débil condición, notamos que las denominaciones eran más eficientes en el evangelio, eran iguales que nosotros en términos de espiritualidad y habían producido hermanos instruidos en la verdad. Parecía que lo único que habíamos logrado era dejar las denominaciones. Nuestra situación era triste y deprimente. Después de la guerra, los hermanos que llevaban la delantera experimentaron grandes dificultades entre ellos porque por largo tiempo habían sido ignorados, probados y frustrados. Las iglesias sufrieron muchas pruebas. Cuando los santos regresaron a Shanghái, todos los colaboradores se reunieron para tener comunión. Con base en nuestro sentir y en las experiencias pasadas, decidimos que debíamos mantener el testimonio que habíamos visto en el principio, es decir, el testimonio de que existe una sola iglesia local en una localidad, y que todo asunto espiritual debía ser edificado sobre este único terreno. Aceptaríamos todas las cosas del evangelio, la espiritualidad y la verdad de parte de las denominaciones o de las sectas. Lo único que jamás cederíamos y en lo cual siempre insistiríamos era la verdad sobre el terreno de la iglesia. Siempre persistiríamos en tomar el terreno de una localidad para una iglesia; siempre mantendríamos el testimonio del Cuerpo de Cristo.
Nuestra relación con el hermano Austin-Sparks no se basaba en el terreno de la iglesia, sino en asuntos espirituales. Teníamos bien claro cuál era el deseo del Señor al mantenernos en el Oriente; también entendimos que debíamos recibir suministro de parte de otros ministerios. Aun cuando otros ministerios no tuviesen tanta claridad en cuanto al terreno, la posición o el trasfondo, ciertamente tenían una porción en el ministerio espiritual. Este principio aplica a quienes están vivos como a los que ya duermen. Madame de Guyon, por ejemplo, tenía un ministerio espiritual, pero era católica. El hecho de que ella estaba en el catolicismo no debería servirnos de excusa para rechazar el suministro espiritual de su porción. Sin embargo, esto no significa que recibiríamos las cosas del catolicismo. Conforme a este principio, deberíamos recibir el suministro de parte del doctor F. B. Meyer, de Andrew Murray y de la señora Jessie Penn-Lewis. Recibimos todas las riquezas espirituales que pudimos encontrar en los libros que fueron escritos a lo largo de los siglos, bien sea con relación al evangelio, la vida o la verdad. No obstante, rechazamos la posición que ellos mantenían, esto es, la organización que ellos representaban, porque no correspondía con nuestro testimonio y porque incluso dañaría nuestro testimonio.
El hermano Nee tuvo comunión con el hermano Austin-Sparks acerca de este asunto. El hermano Nee también se esforzó por recibir la ayuda espiritual que le brindaba el grupo del hermano Austin-Sparks, pero la cuestión del terreno de la iglesia no era un factor en nuestra relación con el hermano Austin-Sparks. Por esta razón, el hermano Nee dijo que el hermano Austin-Sparks no tenía la misma claridad que nosotros teníamos con respecto al terreno de la iglesia, y no le preguntamos al hermano Austin-Sparks acerca de su posición con respecto al terreno de la iglesia.
El grupo al cual pertenecía el hermano Austin-Sparks en Londres había abandonado las denominaciones. Por consiguiente, en cuanto a su postura, él tenía más claridad que Andrew Murray y estaba más avanzado que el Dr. Meyer o la señora Penn-Lewis. Así que, en cuanto a lo positivo, él es prácticamente irreprochable. Pero en cuanto a lo negativo, él no tenía la claridad que teníamos nosotros aquí en el Oriente. Nosotros vimos que el terreno de la iglesia es único y que solamente debe haber una iglesia en una localidad. Nosotros teníamos un entendimiento muy claro acerca de este punto desde el comienzo. Aun cuando diferíamos del hermano Austin-Sparks en lo concerniente al terreno, esto no fue causa de rechazo hacia su persona ni hacia su suministro espiritual. Nuestra actitud era recibir el suministro espiritual de parte de todos los ministerios que el Señor había dado a Su iglesia durante los siglos, sin importar cuál fuese su posición ni su trasfondo. Determinamos que no seríamos afectados por su trasfondo. Tal fue nuestra actitud.
Puesto que la visión del hermano Austin-Sparks era diferente de la nuestra en lo referente al terreno, el hermano Nee dijo que aún no había llegado el tiempo para invitarlo. No sólo eso, sino que el hermano Austin-Sparks ejercía cierta influencia espiritual en los demás; así que, si lo hubiésemos invitado a la China, ello habría causado problemas. Pero fue hasta después que comprendimos esto. Hago mención de esto para que podamos ver cuál es nuestro testimonio y cuál es la actitud apropiada que debemos mantener acerca de este testimonio.
El hermano Austin-Sparks visitó Taiwán por primera vez a fin de impartirnos el suministro espiritual. Su visita no causó problema alguno, porque no hablamos del terreno de la iglesia. Fue un tiempo muy agradable. Pero su segunda visita nos causó mucho dolor. El hermano Austin-Sparks debió haber mantenido la actitud de ministrar el suministro espiritual y no debió haberse referido al terreno. Si él hubiera hecho esto, no habría habido problemas. Sin embargo, en su segundo viaje el hermano Austin-Sparks sobrepasó los límites de su ministerio, y no sólo inquirió acerca de la práctica del terreno de la iglesia, sino que interfirió en dicha práctica.
Un hermano sugirió que yo probablemente había malentendido al hermano Austin-Sparks. Y yo también deseaba que se tratara de un malentendido, que el hermano Austin-Sparks no se había levantado en contra nuestra en cuanto a este asunto. Durante su visita, muchos santos comenzaron a flaquear, expresando que no era necesario prestar atención al asunto del terreno y que ser espirituales era suficiente. Esto comprueba que no se trataba de un malentendido.
El hermano Austin-Sparks nos reprendió públicamente, no sólo en conversaciones privadas. En una reunión él dijo públicamente: “Ustedes limitan a Cristo a una localidad y, por ende, hacen de Cristo un Cristo pequeño y hacen de la iglesia una iglesia pequeña”. Sus palabras comprueban que él persistía en imponernos su punto de vista. Éste era el problema que tuvimos que enfrentar.
Debemos estar muy claros concerniente al testimonio que el Señor desea que mantengamos en Su recobro. Le agradecemos al Señor por cualquiera de nosotros que es poderoso en el evangelio con miras a la salvación de las almas. Sin embargo, nos turbará si vemos a alguno actuar o hablar de una manera que afecte el terreno y nuestro testimonio. Si lo que usted hace no afecta este testimonio ni el terreno, entonces usted puede liberar su porción, y nosotros le acogeremos y lo tendremos como un colaborador nuestro, un estimado hermano o hermana. No somos estrechos.
Por ejemplo, conocimos a una hermana en Hong Kong que no había recibido la visión del terreno, pero que tenía comunión espiritual con nosotros. Esta hermana tenía la carga de servir al Señor en el Oriente. Ella nos escogió a nosotros, debido a que su deseo era estar con un grupo de hijos de Dios a quienes ella consideraba del agrado de la voluntad de Dios y personas espirituales. Decidió unirse a nosotros con base en el suministro espiritual, no con base en el asunto del terreno. Por tanto, nosotros la recibimos como una colaboradora nuestra, aun cuando no había visto lo concerniente al terreno. Esto se debe a que, en términos espirituales, ella verdaderamente era una colaboradora nuestra. Nunca interfirió con nuestra práctica en torno al terreno de la iglesia. Ella procuraba liberar su propia porción de modo que los hermanos y hermanas fueran edificados. Nosotros aceptábamos su suministro, y no la obligamos a ser uno con nosotros en lo concerniente al terreno. Ella no tenía ningún problema con nosotros. Sin embargo, ella necesitaba entender que se había unido a un grupo de hermanos y hermanas que estaban firmes sobre el terreno de la iglesia, que ellos estaban unidos sobre este terreno. Que aun si los hermanos que tomaban la delantera entre ellos se alejaran para amar al mundo, ellos seguirían tomando este camino, por cuanto éste es el camino que el Señor desea.
Ya que hemos recibido la visión acerca del terreno, debemos guardarla de manera incondicional. No existe un terreno medio. No hay cabida para un terreno neutral. Si el terreno de la denominación es correcto, no debemos tomar otro terreno; todos debemos adorar a Dios en las denominaciones. Si el terreno de la denominación es incorrecto, no puede haber conciliación entre ambos. Tenemos que estar absolutamente claros con respecto a este punto.
Hacer conciliación no redundará en la bendición. Al contrario, hará que ambas partes sufran. Entre nosotros ha habido muchos casos de tolerancia. Algunos casos involucraron a individuos, y otros casos involucraron a cierto grupo; algunos casos tomaron lugar en el sur de la China, y otros en el norte. El resultado siempre ocasionó daños y pérdidas; ninguna de las partes involucradas se benefició espiritualmente, y toda nuestra labor se volvió inútil. Además, la mayoría de los que intentaron alguna conciliación con las denominaciones, a la postre tomaron el camino de las denominaciones. Como resultado, se convirtieron en personas carentes de visión. Nunca debemos pensar que aquellos que están en las denominaciones podrían ayudarnos. Debemos darnos cuenta de que no sólo no nos pueden ayudar, sino que si nos acomodamos a ellos, ellos terminarán influenciándonos a nosotros.
En el norte de China, los japoneses me encarcelaron y me torturaron debido a que me negué a transigir con las denominaciones. Si yo hubiese transigido con las denominaciones, no me habrían encarcelado, y no habríamos tenido tantos problemas. Me echaron en la prisión debido a que me resistía a cooperar con las denominaciones. Nuestros amigos en las denominaciones trataron de atraerme para que formara parte de ellos y hacerme igual a ellos, pero me mantuve firme. Por consiguiente, hablaron con la policía militar japonesa y se expresaron de mí de manera desfavorable, la cual terminó por echarme en prisión. Después de interrogarme por tres semanas, la policía militar japonesa no pudo encontrar ninguna evidencia en mi contra. Ellos dijeron: “Señor Lee, le hemos interrogado durante tres semanas y media, pero no pudimos hallar ninguna falta en usted.... ¿Por qué razón los cristianos no hablan bien de usted?”. Esta pregunta me dio a entender que los que estaban en las denominaciones habían dicho a los japoneses toda clase de males con respecto a mí.
El presidente de la Asociación de Cristianos Unidos, quien era un compañero de estudios y vecino de un hermano de entre nosotros, escuchó que los japoneses me habían arrestado. Antes de mi encarcelamiento, la esposa de un pastor, desde el frente de su casa, habló con un grupo de gente y expresó estar muy gozosa de que los japoneses fueran a disciplinarme. Puesto que nunca cooperé con las denominaciones, ellos querían que los japoneses me disciplinaran. Realmente me hallé bajo amenaza de muerte mientras estaba en prisión porque, para la policía militar japonesa, matar a un chino le era tan fácil como matar a un pollo. El Señor preservó mi vida durante ese tiempo.
Después que salí de la prisión, nuestros amigos de las denominaciones me pidieron nuevamente que cooperara con ellos. No me obligaron; en lugar de ello, me informaron que había una conferencia en la que participarían doce congregaciones y que un orador de cada congregación debía dar un sermón. También me comunicaron el día que a mí me tocaba dar el sermón. Les dije a los hermanos que aun si me costaba la vida, yo no daría sermón alguno. Luego, un hermano de edad avanzada me acompañó en una visita que le hice al presidente de la Asociación de Cristianos Unidos, pues era mi sentir que, por cortesía, debía hacerle saber que no podía cumplir con esa tarea.
El presidente de la Asociación de Cristianos Unidos opinó que yo debería considerar el asunto y orar acerca de ello. Cuando yo le respondí que no tenía necesidad de orar, él dijo: “Señor Lee, lo que usted está haciendo es muy peligroso”. En un tono solemne le respondí: “Puesto que usted mismo ha dicho esto, me gustaría decirle que a lo sumo lo que usted puede hacer es mandar a arrestarme y echarme de nuevo en prisión”. Me costaba creer que hubieran usado la palabra peligroso cuando me estaban pidiendo mi cooperación. Estoy convencido de que esto era la artimaña del enemigo para obligarnos a ser iguales al resto del cristianismo. Durante ese tiempo, los que estaban en el cristianismo detestaban que nosotros fuésemos diferentes que ellos. Si hacíamos concesiones con ellos y nos hacíamos iguales a ellos, el enemigo aplaudiría fuertemente porque su plan habría tenido éxito.
Lo que Dios nos ha mostrado no tiene que ver meramente con la salvación ni con la espiritualidad. Él nos ha mostrado en donde un cristiano debe estar y en donde no debe estar. Éste es el testimonio que hemos llevado por más de treinta años. Sin embargo, Satanás nos ha estado alejando de este testimonio, queriendo conciliarnos con el cristianismo. Cuando esto suceda, Satanás habrá tenido éxito. Por consiguiente, tenemos que estar claros y ver nuestra necesidad de mantener esta diferencia.
El hermano Austin-Sparks no conocía esto cuando vino a Taiwán. Él salió de Taiwán en marzo y llegó a Londres en abril. En mayo él escribió un artículo para una revista en la cual nos elogió, diciendo: “Durante varios días hablé a un grupo selecto de más de quinientos siervos cristianos durante el día, y a más de dos mil creyentes durante la noche. Además, visitamos a las iglesias por algunos días, y todos con los que nos reunimos eran cristianos celosos. Sus rostros estaban radiantes mientras ellos esperaban la comunión con nosotros; devoraron cada palabra que les decíamos”. Él nos elogió a lo sumo.
No obstante, quisiera preguntarle al hermano Austin-Sparks si él conoce la razón principal del éxito de nuestra obra. Podría ser que muchos digan que la razón principal se debe a la obra del Espíritu Santo. Estamos de acuerdo con esto. Sin embargo, ¿por qué el Espíritu Santo no bendice la obra que se realiza basada sobre otros terrenos? Creo que el hermano Austin-Sparks conoció a muchos misioneros occidentales y a muchos otros hermanos que pertenecían a otros grupos cuando él estuvo en Taiwán. Todos ellos laboraban con celo. Ellos tienen más recursos y más talentos que nosotros. Algunos de ellos tienen incluso mejor educación y gozan de una mejor reputación. ¿Por qué el hermano Austin-Sparks no elogió la obra de ellos? ¿Por qué el Espíritu Santo no lleva a cabo una obra entre ellos?
Entendemos claramente que si alguno de nuestros resultados es digno de encomio, se debe a que no hemos hecho conciliación alguna con las denominaciones. Si desde 1949 nos hubiésemos conciliado con las denominaciones, nuestros resultados no serían los mismos. La razón principal de que nuestra obra puede ser encomiable es que nosotros nos mantenemos en el terreno apropiado. Lamentablemente, el hermano Austin-Sparks vio el resultado, pero no pudo ver cuál era la causa de ese resultado.
Comprendo que el hermano Austin-Sparks nos corrigiera, porque él se preocupaba por nosotros. Sus intenciones no eran malas. Sin embargo, él actuó semejante a un médico que hace el diagnóstico equivocado; lo que al hermano le parecía una enfermedad en realidad era nuestra vida misma. El terreno de la localidad no es ninguna enfermedad. Si esta práctica desaparece, nos sería imposible seguir existiendo.
Esto se puede comparar a una persona que acostumbra tomar té, pero rompe la tetera. No se da cuenta de que necesita de la tetera para seguir haciendo el té. Digamos que el té depende de la tetera para poder existir. La bendición que experimentamos se debe a que nosotros estamos firmes sobre el terreno de la localidad. Nuestra existencia depende de este terreno; el terreno es la base que nos sostiene. Por lo tanto, si permitimos que otros nos quiten nuestra base, nuestra “tetera”, no solamente desaparecerá la tetera que ellos detestan, sino que también el té que ellos aman se extinguirá.
Así pues, esto no depende de que uno tenga buenas o malas intenciones; nunca dudamos de las intenciones del hermano Austin-Sparks. Él se preocupaba por nosotros con un corazón puro y ferviente. Nosotros apreciábamos esto. Sin embargo, el terreno es un asunto que depende de la luz, y no de nuestra perspectiva. Esta comunión se imparte a fin de que tengamos claridad. Si ignoramos esta comunión, la historia se repetirá, y no obtendremos la bendición.
Durante los pasados dos mil años, Dios ha levantado muchos ministerios que han sido de gran utilidad. En los Estados Unidos, algunos ministerios tienen poder en el evangelio. Dios es muy grande, y ha hecho surgir a muchas personas espirituales. El hermano Austin-Sparks es un ejemplo de ello. Si bien el hermano Austin-Sparks se mantiene sobre un terreno muy similar al terreno de la localidad, no está afirmado sobre el terreno de la localidad. Muchos han tomado esa misma postura a través de la historia. Algunos de ellos, que no permanecieron sobre el terreno de la localidad, recibieron aún más revelación acerca de la Biblia que nosotros. Nosotros recibimos con gozo el suministro de parte de ellos, porque éstas son las riquezas que Dios le ha dado a Su iglesia. Incluso algunos que estaban en la Iglesia Católica, como Madame de Guyón y el hermano Lawrence, fueron hermanos de mucho peso espiritual y múltiples dones. Nosotros debemos recibir el suministro espiritual que todos ellos nos brindan.
Al mismo tiempo, empero, tenemos que estar muy claros de que el Señor nos ha levantado para llevar el testimonio de un solo Cuerpo a fin de que haya una expresión, una entidad representativa edificada, en cada localidad. No estamos exigiendo que todos los hermanos y hermanas tengan esta visión. No obstante, quisiéramos pedirles a los colaboradores, sean hermanos o hermanas, que se esfuercen por ministrar en el evangelio y en la verdad sin tocar o destruir el terreno de la iglesia. Si están dispuestos a cooperar, no habrá ningún problema; pero si ellos tocan o destruyen el terreno de la iglesia, causarán muchos problemas.
Que el Señor nos conceda gracia de modo que lleguemos a estar bien claros concerniente a estos mensajes a medida que avanzamos. Tenemos que entender bien en dónde estamos, y debemos humillarnos para recibir lo que nos sea de beneficio en el evangelio, la verdad y el suministro espiritual. Sin embargo, tenemos que estar completamente claros con relación al testimonio que el Señor desea que llevemos. Debemos proteger firmemente este testimonio. No debemos ser insensatos, es decir, no debemos guardar la visión sin mantenernos firmes sobre el terreno apropiado. Tampoco debemos proteger el terreno y al mismo tiempo rechazar las riquezas espirituales.
Si vemos este punto con claridad, podremos ayudar a aquellos que nos contacten. Recibimos el suministro espiritual que otros nos brindan, y también les ofrecemos nuestra ayuda. Debemos recibir la ayuda de otros con humildad, pero también debemos saber cuál es nuestro testimonio y cuál es nuestro terreno. Siempre debemos ayudarles a los demás cuando nos contacten. Nunca debemos hablarles de algo que no los edifique. Esto es hacerlo todo para la edificación. No debemos abstenernos de hablarles una palabra que los beneficie. Si podemos ayudar a otros de esta manera, sin abandonar nuestra posición, el testimonio del Señor será edificado.
Debemos aceptar la porción del hermano Austin-Sparks. El problema fue que el hermano Austin-Sparks fue más allá de su porción, y con ello nos perjudicó. Además, el problema se agrandó debido a que a algunos de nuestros hermanos les faltaba claridad. Si el hermano Austin-Sparks no se hubiera excedido en su porción, no hubiera habido problemas. De igual modo, si todos nuestros hermanos hubiesen estado bien claros, no habría habido problemas aun si el hermano Austin-Sparks sobrepasara sus límites. Por consiguiente, la clave reside en que tenemos que estar claros concerniente al terreno. Si tenemos la claridad, a nadie le será fácil movernos. Podrían decirnos lo que quisieran, pero no nos harían vacilar.
Todavía mantenemos una relación normal con el hermano Austin-Sparks; ésta no se ha dañado. Lo que estamos recalcando es que nos es difícil aceptar una perspectiva diferente a la nuestra en lo concerniente al terreno de la iglesia y en lo concerniente a la luz de esta verdad, por cuanto este terreno es nuestra vida misma y afecta nuestro testimonio.
Crea un problema cuando los hermanos de Occidente adoptan una actitud de superioridad. Sin embargo, esto no es razón para oponernos a ellos, y tampoco debemos reaccionar de manera negativa ni menospreciarlos. El único problema grave es que tenemos perspectivas diferentes en cuanto al terreno. La actitud de superioridad que ellos muestran impidió que tuviésemos más comunión al respecto. Aunque esto no fue algo intencional, se manifestó inconscientemente en su comportamiento.
Permítame darle un ejemplo. Debido a que soy oriundo de la China del norte, de manera inconsciente hablo con acento norteño. Yo no procuro hablar con acento norteño, pero mientras hablo dicho acento se hace manifiesto. Nací y crecí en el norte de la China, y también viví allí por varios años. Estoy constituido de los elementos del norte de la China. A menos que yo sea transformado, siempre me acompañará el acento norteño. Mientras viva, de manera inconsciente, me caracterizará un sabor chino y un acento propio de un chino norteño. De igual manera, las diversas influencias y políticas internacionales del siglo pasado y la posición que la China ha manifestado en la política internacional, ha causado que los hermanos de Occidente tengan una actitud de superioridad que es difícil de remover. Además de esto, nuestra historia en décadas pasadas nos ha llevado a adoptar una actitud de inferioridad.
Esto representa un problema para el Oriente y para el Occidente. He estado orando por este asunto por largo tiempo. Que el Señor me cubra con Su sangre. Ahora quisiera luchar en contra de este asunto, procurando quitar de en medio estas actitudes de inferioridad en los hermanos del Oriente y de superioridad en los hermanos de Occidente. Espero que estas actitudes dejen de manifestarse en el futuro cuando los hermanos y hermanas del Oriente y del Occidente se congreguen para tener comunión. En la actualidad, los creyentes del Oriente reciben la ayuda espiritual de los hermanos de Occidente sin problema alguno. Cosa que ya estamos haciendo. Sin embargo, los creyentes de Occidente necesitan humillarse a fin de recibir el suministro espiritual de parte de los creyentes del Oriente. Cuando ellos finalmente se abran para recibir tal comunión, el Señor les revelará a los creyentes de Occidente lo que nosotros hemos visto. Estoy convencido de que muy pronto los hermanos de Occidente vendrán aquí y vivirán en el Oriente por cierto período de tiempo para aprender de nosotros. Entonces ellos entenderán lo que el Señor está haciendo sobre la tierra hoy. Sólo el tiempo comprobará esto.
Muchos de ustedes, hermanos, tienen alrededor de veinte años de edad. Si el Señor retrasa Su venida, ustedes probablemente vivirán más tiempo que yo aquí en la tierra. Tal vez un día recordarán estas palabras. Esto es la misericordia que el Señor nos muestra, y no debemos ser orgullosos. Tenemos que estar claros acerca de lo que el Señor le ha dado a la iglesia durante los últimos dos mil años, y debemos entender qué significado tiene que el Señor nos haya levantado en el Oriente, en esta era. Debemos ser fieles para aprender las lecciones y laborar en la obra del Señor, y espero que podamos abstenernos de compararnos con otros. En tanto que seamos fieles, el resultado le compete al Señor, no a nosotros.