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Mensajes del libro «Administración de la iglesia y el ministerio de la palabra, La»
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CAPÍTULO OCHO

LA OBRA DE EDIFICACIÓN DE LA IGLESIA REQUIERE EL CONOCIMIENTO DE DIVERSOS ASUNTOS

LA IMPORTANCIA DE CONOCER DIVERSOS ASUNTOS

  En este capítulo abarcaremos diversos asuntos que necesitamos conocer. A fin de edificar la iglesia, necesitamos conocer a las personas así como diversos asuntos. Si únicamente pretendemos ser personas fervientes que predican el evangelio para salvar pecadores y enseñar algunas verdades a fin de perfeccionar a los santos, no será necesario que conozcamos ciertos asuntos. Sin embargo, si hemos de edificar la iglesia, debemos conocer a las personas así como algunos asuntos necesarios. Necesitamos aprender a conocer aquellas personas que contactamos y a las que tienen el deseo de servir al Señor. Tenemos que conocer sus motivos, debemos enterarnos de si su carne ha sido subyugada, y debemos conocer su espíritu. También es necesario que conozcamos la naturaleza de estos asuntos, así como el resultado, la relación y el impacto que tienen estos asuntos.

  Los asuntos que necesitamos conocer tienen muchos aspectos. Por ejemplo, un hermano que ama al Señor puede decir que el Señor lo movió a dar diez mil dólares a la iglesia. Por un lado, debemos agradecer al Señor y regocijarnos porque tal hermano tiene la disposición de ser utilizado por el Señor de esta manera. Por otro, debemos comprender que este asunto no es tan sencillo. Necesitamos tener cierta comprensión en cuanto al asunto de los donativos. Esto quiere decir que debemos discernir el motivo, la naturaleza, el método y el propósito del donativo de este hermano. También necesitamos conocer los posibles resultados y el alcance que tiene la ofrenda de dicho hermano. Si simplemente agradecemos al Señor y aceptamos la ofrenda, esto demuestra que nuestra obra no está en pro de la edificación de la iglesia, por el contrario, estará derribando la iglesia.

  Debemos buscar la iluminación del Señor por medio de la oración y la reflexión a fin de examinar la historia y el trasfondo de la persona que está dando este donativo. Debemos considerar su reputación y posición en la sociedad y la fuente de donde procede el dinero de su ofrenda. Además, debemos considerar delante del Señor sus intenciones y el espíritu en el que da su ofrenda. Cuando los ancianos reciben una suma importante de dinero como donativo para la iglesia, deben invertir el tiempo necesario para entender cómo fue obtenida tal suma de dinero. Sobre todo, deben considerar seriamente el efecto potencial directo o indirecto que puede causar dicha ofrenda. En otras palabras, los ancianos necesitan tener un conocimiento básico concerniente a este asunto.

  Supongamos que otro hermano dice que él quiere ofrendar cincuenta mil dólares para ayudar a los hermanos que se hallan en pobreza. Aunque esto es bueno, no es tan sencillo. No debemos simplemente agradecer al Señor por este hermano, pensando que ésta es una ayuda oportuna para los santos necesitados. No debiéramos pensar que simplemente por el hecho de distribuir los cincuenta mil dólares entre los pobres, la iglesia será edificada. Por el contrario, debemos considerar si dicha ofrenda puede acarrear daño a la iglesia. Esto es semejante a una operación quirúrgica que puede causar que una persona pierda la vida en lugar de ser sanada, o a una comida que puede causar que una persona se enferme en lugar de ser nutrida. Si hemos de edificar la iglesia, no debemos actuar como personas ingenuas. Necesitamos aprender a entender cabalmente cada situación. Entonces podremos determinar lo que debemos hacer y cómo debemos actuar.

  El hecho de discernir cada asunto no sólo tiene que ver con la administración de la iglesia, sino también con el ministerio de la palabra. Si carecemos de conocimiento en cierto asunto, nuestros mensajes, en lugar de ser de ánimo, podrían causar desánimo. Así que, si deseamos aprender a edificar la iglesia, necesitamos aprender a discernir algunos asuntos. Tenemos que aprender a conocer cada asunto que se relacione directa o indirectamente con la iglesia, en tanto que sea un asunto el cual podamos inquirir o abordar. Nuestra destreza para administrar la iglesia dependerá de nuestra capacidad para conocer a las personas y discernir los diferentes asuntos. Nuestra habilidad para predicar la palabra y para laborar para el Señor depende de nuestro conocimiento de las personas y de algunos asuntos. Incluso nuestra capacidad para visitar a la gente y brindarle ayuda depende de tal conocimiento.

  Algunos hermanos responsables actúan de manera inapropiada al administrar la iglesia debido a su carencia de conocimiento en diferentes asuntos. Podría ser que algunos mensajes edifiquen a los santos individualmente, pero que ello ocasione daños a la iglesia y no la edificación. Esto se debe a un conocimiento inadecuado de diversos asuntos. La falta de un conocimiento apropiado puede causar que derribemos la iglesia mientras tratamos de edificarla.

TOMAR CUIDADO DE LOS SANTOS NECESITADOS

  Dos hermanos occidentales, uno de los cuales era doctor, estuvieron entre nosotros por algún tiempo, pero su obra no trajo grandes beneficios. Ellos tenían el deseo de servir con los santos, pero nos percatamos de que no obtuvieron mucho fruto, ni fueron capaces de beneficiar a los demás hermanos. Su carencia de resultados estaba relacionada con la obra de edificación de la iglesia. Tuvimos el sentir de que su participación en el servicio resultaría en una gran pérdida para la edificación de la iglesia. En torno a este asunto, aquellos que sirven al Señor nunca deben caer en chismes ni ser descuidados en sus conversaciones. De hecho, nuestro contacto con esos dos hermanos, en vez de edificar la iglesia, suscitó muchos problemas.

  Según nuestra perspectiva, la raíz de los problemas se debía a que no conocíamos cabalmente qué clase de personas eran estos hermanos. Tampoco sabíamos a ciencia cierta lo que ellos podían hacer ni cuál podía ser el resultado de su obra. Todos aquellos que tenían contacto con ellos caían en confusión y tenían poca claridad. Los hermanos ayudaron a muchos santos apoyándolos con tratamientos médicos gratuitos y en ocasiones pagando sus gastos de hospital; no obstante, su obra finalmente resultó en daño para la iglesia en lugar de resultar en edificación.

  Un día mi esposa y yo fuimos a visitar al hermano que era médico, y en el camino nos encontramos a una hermana cuyo hijo había contraído tuberculosis y había sido operado en dos ocasiones por este hermano médico. Esta hermana sentía que era la misericordia del Señor que el hermano médico sólo le hubiera cobrado la mitad del costo de la primera operación y la segunda operación la hubiera hecho libre de costo. Por un lado, este hermano ciertamente fue muy amable al tomar cuidado de los pobres, y por otro, los hermanos que él atendía le estaban agradecidos; pero no ganaron más de Cristo en tal experiencia. Así que, esta experiencia no obró para la edificación de la iglesia. Además, aquellos a quienes ayudó no fueron mejorados en cuanto a su persona, sino que sentían que eran inferiores a dicho hermano médico y a los hermanos responsables de la iglesia. Por consiguiente, lo que este hermano hacía, aunque lo hacía en amor, en lugar de edificar la iglesia, la derribaba.

  Si este hermano realmente hubiera tenido la carga de ayudar materialmente a los santos, él podía aun haber aceptado el pago de la consulta médica, y quizá habría sido guiado por el Señor a depositar algo en la caja de las ofrendas. De esta manera los hermanos y hermanas habrían recibido la ayuda directamente de parte de Dios. Así, ellos no tendrían el sentimiento de haberse rebajado ante ningún hombre; ni tendrían el sentir de haber recibido la ayuda de manos de un hombre o de la iglesia. Ellos simplemente sentirían que Dios mismo los había visitado. Esto realmente edificaría en ellos un noble carácter.

  Si cuando ayudamos a los hermanos o hermanas les causa sentirse inferiores o sentir que son deudores nuestros, estaremos derribando la iglesia en vez de edificarla. Nuestra ayuda nunca debe causar que otros se sientan agradecidos con nosotros. En otras palabras, ellos nunca deben sentirse inferiores que nosotros. No deben sentir que son nuestros beneficiarios. Si causamos tal sentir en ellos, nos convertimos en una organización de caridad y no en una iglesia. Los santos no deben sentir simplemente agradecimiento hacia nosotros, hacia la iglesia o hacia los ancianos. Debemos siempre conducirlos a Cristo; únicamente esto resulta en la edificación de la iglesia.

  Si tenemos una actitud de dar limosnas, de mostrar lástima o de ayudar a los santos pobres, estaremos corrompiendo la iglesia del Señor. Aunque la hermana cuyo hijo había contraído tuberculosis agradecía repetidamente y alababa al Señor, todo su ser ya se había corrompido. En su situación degradante, ella se volvió dependiente de otros e incluso supeditada a ellos. Aquellos que siempre reciben ayuda de los demás no pueden ser edificados en su carácter, ni puede ser edificada la iglesia. En este respecto, estos dos santos occidentales verdaderamente necesitaban recibir una comunión de nuestra parte. Sin embargo, no fuimos capaces de ayudarles en este asunto. Esto demostró que no tenemos discernimiento acerca de tales asuntos. Además, debido a esta carencia, nuestra obra aquí no puede edificar la iglesia.

  Siempre que tomemos cuidado de los hermanos o hermanas en necesidad, debemos considerar si lo que hacemos servirá para edificarlos o derribarlos. Esto dependerá de nuestra capacidad para discernir cada asunto.

RECIBIR AYUDA DE PARTE DE DIOS Y NO DE LOS HOMBRES

  Nunca debemos quedar en deuda con los demás. Debemos aceptar solamente la ayuda directa de Dios y no de los hombres. Durante los últimos cien años que se ha mantenido la obra cristiana aquí, la iglesia realmente no ha sido edificada, sino que más bien ha sufrido mucho daño y estragos. Los misioneros occidentales necesitan aprender la lección de cómo se debe ayudar a las personas en el Señor sin hacer de ellos sus beneficiarios. La gente debe sentir que la ayuda que recibe viene de Dios y no de los hombres.

  No es edificante que los hermanos occidentales hagan sentir a las personas que ayudan que ellas son sus beneficiarios. Al hacer esto, los hermanos occidentales se hacen a sí mismos superiores a los demás. Esto nunca edificará la iglesia. Esto corrompe la iglesia. Si se da la ayuda de una manera secreta, dicha ayuda beneficiará a otros.

NUNCA DEBEMOS CONSIDERAR A OTROS SUPERIORES NI CONSIDERARNOS A NOSOTROS INFERIORES

  Los hermanos occidentales tenían buenas intenciones, pero necesitaban reconsiderar la manera en que actuaban. Ciertamente su manera era inapropiada, pues no era edificante. Muchos hermanos aquí se asociaban con ellos durante largo tiempo, considerando que todo lo que provenía del Occidente era bueno y provechoso. Nunca pensábamos que teníamos que ayudarles en este aspecto por considerarnos inferiores a ellos. Nunca debemos tener un alto concepto de nosotros mismos, ni tampoco considerarnos inferiores. Muchas veces necesitamos la ayuda de los hermanos occidentales en muchas áreas, pero esto no quiere decir que todo lo que venga del Occidente sea correcto. Todo depende de nuestra capacidad para discernir los diversos asuntos.

  Muchas veces hemos recibido ayuda de los hermanos occidentales, pero ellos también necesitan recibir ayuda de nosotros. Debemos ser humildes y recibir ayuda de parte de ellos, pero esto no significa que todo lo que ellos hacen es apropiado. Si los criticamos, lo hacemos con el fin de que todos podamos aprender la lección. Cuando los ancianos deciden estudiar cierto libro de la Biblia, nadie que tenga experiencia en asuntos espirituales o en su conducta podría insistir en que se estudie otro libro. Estos hermanos ciertamente eran competentes en el campo médico; pero en cuanto a la administración de la iglesia y en abordar los asuntos espirituales, ellos eran unos bebés que apenas habían empezado a hablar.

  El hecho de ser aptos para suplir la necesidad de la iglesia no depende de cuál libro de la Biblia se estudie. Se puede satisfacer la necesidad espiritual de los santos usando cualquiera de los libros de la Biblia. Estos hermanos no eran hermanos responsables de la iglesia, pero les dieron a los santos una impresión negativa. Antes de brindar cierto suplir a la iglesia, corregían a los hermanos; y antes de hacer manifiesta su capacidad, ellos criticaban a otros. Esto muestra una carencia en el aprendizaje de los asuntos espirituales y su incompetencia para tratar con los demás. Tal carencia daña la obra de edificación de la iglesia. Así pues, necesitamos aprender a conocer a las personas y a discernir los diversos asuntos.

  Al aprender a servir al Señor, debemos ser capaces de discernir los diversos asuntos. No debiéramos pensar que todo lo que viene del Occidente es bueno. Invitamos a los hermanos occidentales con gran expectación, pero el resultado de su visita nos atemorizó. Por el lado de ellos, su conducta fue inapropiada, y por nuestro lado, no sabíamos cómo dirigirnos a ellos. Nosotros recibimos muchos “platillos occidentales”, pero estos hermanos occidentales rechazaron nuestras “recetas chinas”. Esto no es otra cosa que orgullo.

  Si hemos de efectuar la obra de edificación de la iglesia, tenemos que aprender a discernir los diversos asuntos. Si sólo apreciamos las cosas del Occidente y despreciamos las cosas del Oriente, la iglesia nunca será edificada. El Señor no es sólo Señor de los judíos, Él es también Señor de los gentiles. Del mismo modo, Él es Señor tanto de los occidentales como de los chinos. Él no imparte Su luz únicamente a los occidentales. Así que, aunque no debemos ser orgullosos, tampoco debemos sentirnos inferiores. Siempre debemos analizar si un asunto es correcto o incorrecto, si es provechoso o no lo es. No debemos tener el concepto de que todo lo que es del Occidente es bueno y, por lo tanto, debemos recibirlo; antes bien, debemos aprender a conocer a las personas y a discernir los asuntos.

  Al efectuar la obra de edificación de la iglesia del Señor, tenemos que aprender a discernir los asuntos. No debemos tratar ningún asunto a la ligera. Debemos considerar y evaluar cuidadosamente todos los asuntos que se relacionan con nosotros y con los demás santos. Antes de tomar cualquier decisión, debemos considerar la fuente de donde procede cada asunto y las consecuencias que dicho asunto puede traer. Debemos aprender esta lección. Todo médico debe considerar cuidadosamente el medicamento que ha de recetar a su paciente. No podemos actuar de una manera apresurada, burda ni ordinaria; más bien, siempre debemos ser cuidadosos y actuar con cautela. Necesitamos pasar tiempo en la presencia del Señor a fin de considerar cuidadosamente cómo hemos de tratar con otros. Ya que estamos edificando la iglesia, debemos aprender a discernir los asuntos. Esto se aplica a la administración de la iglesia, al ministerio de la palabra y a nuestro contacto con los demás.

CÓMO PODEMOS LLEGAR A CONOCER LOS DIVERSOS ASUNTOS

  Al tener contacto con las personas, debemos siempre discernir cada asunto. Ciertamente no podemos interferir en los asuntos que no nos competen, pero nunca debemos ignorar aquellos asuntos que tienen que ver con nosotros. Por consiguiente, debemos aprender a discernir tales asuntos. No obstante, nuestro aprendizaje se dará de una manera gradual y no de forma apresurada.

  Al aprender a conocer estos asuntos, hay varios puntos que exigen nuestra atención. Primero, debemos considerar que detrás de cada asunto hay una persona involucrada. Cuando la persona es recta, el asunto también suele ser recto. Por esta razón, debemos saber quién es la fuente de dicho asunto. Necesitamos conocer al iniciador o proponente de tal asunto. Si en la fuente de dicho asunto existe algún problema, de seguro habrá problemas aun si el asunto parece correcto. Siempre es necesario llegar al fondo de cada cuestión.

  En segundo lugar, necesitamos conocer el motivo que hay detrás de cada asunto. Una persona podría dar diez mil dólares buscando obtener el reconocimiento de otros. Y otro podría dar diez mil dólares sólo porque otros le criticaron por no dar. El motivo en ambas situaciones es incorrecto. Debemos tener en cuenta el motivo de las personas al hacer algo. Esto no quiere decir que si el motivo es correcto, todo lo demás estará correcto. También necesitamos saber si la naturaleza es la correcta. Por ejemplo, tal vez un hermano que desea algo impropio recibe una ayuda de otro hermano. Aunque la ayuda pueda ser motivada por amor, el objeto mismo que la recibe es impropio.

  Tercero, aún si la naturaleza del asunto es correcta, necesitamos saber si la manera en que se hacen las cosas es la correcta. Por ejemplo, un hermano que quiere dar una ofrenda de diez mil dólares podría simplemente traer el dinero y entregárnoslo. En este caso, debemos hacerlo entender que ésa no es la manera correcta. Él debe depositar el dinero en la caja de las ofrendas. Debemos enseñarle a orar a fin de conocer las necesidades de la iglesia. Entonces él entenderá que su ofrenda no es para un individuo o para un propósito en particular. La manera de enseñarle es tener comunión con él. Cuando él acuda al Señor, lo que haga edificará la iglesia. Por una parte, no debemos simplemente pensar que una ofrenda de diez mil dólares es maravillosa; pero por otra, tampoco debemos rechazar a la ligera al que lo ofrece. Debemos aprender cuál es la mejor manera de ocuparnos de este asunto y estar conscientes de los resultados.

  Cuarto, debemos saber cuál podría ser el resultado de cada asunto. Tal vez la manera en que se lleve a cabo cierto asunto puede ser apropiada, pero el efecto que éste causa podría no serlo. Si el efecto no parece ser bueno, sería mejor no tocar dicho asunto. Esto es sólo un breve esbozo. La administración de la iglesia, el ministerio de la palabra y la visitación a los santos debe llevarse a cabo de acuerdo con estas consideraciones. Si practicamos esto, será fácil para nosotros aprender a discernir cada asunto. Si discernimos los asuntos de esta manera, edificaremos la iglesia en lugar de dañarla. Así que, necesitamos aprender a discernir la fuente y la naturaleza de cada asunto a fin de encontrar la manera más apropiada de manejar cada situación con miras a la edificación de la iglesia.

  Si existe algún problema en la persona que da la ofrenda, debemos ayudarla a resolver el asunto de su persona. Si tiene un motivo erróneo, debemos ayudarle en este respecto. Si el problema reside en la manera en que está llevando a cabo este asunto, o bien en el resultado o el efecto de dicho asunto, no debemos ignorar el problema ni manejarlo a la ligera, pues ello tiene un impacto en la edificación de la iglesia. Debemos ayudar a dicho hermano, corrigiéndolo y enseñándolo de manera apropiada. Esto edificará la iglesia.

  Si manejamos los asuntos de manera ligera y descuidada, perderemos la oportunidad de edificar la iglesia. Debemos discernir cada asunto que se nos presenta y aprovechar siempre la oportunidad para edificar y enseñar a aquellos que están involucrados. Hacer esto edificará la iglesia. Si los santos pueden recibir nuestra ayuda en el asunto de las ofrendas materiales, ellos serán edificados genuinamente y serán edificados corporativamente en la iglesia.

  En nuestra obra y servicio debemos comprender que ser orgullosos no tiene sentido y que considerarse inferiores a los demás es aún peor. Es inútil pensar que nosotros siempre estamos en lo correcto; asimismo, lo es pensar que siempre estamos equivocados. Ambas actitudes son incorrectas e insensatas. Siempre que venga a nosotros una persona o un asunto, debemos detectar la fuerza y la debilidad de tal persona, y descubrir la fuente y naturaleza de dicho asunto. De este modo, sabremos cómo ayudar a las personas a ser edificadas con otros en la iglesia y cómo manejar los diversos asuntos. Esto es la verdadera edificación.

ESTAR SIEMPRE ALERTA CONTRA EL SENTIDO DE SUPERIORIDAD NACIONAL Y CONTRA LAS COSTUMBRES DEL MUNDO

  La edificación de la iglesia no depende de reconocer que todas las cosas occidentales son mejores. Aun si el ochenta por ciento de las cosas occidentales fueran mejores, al menos veinte por ciento de las cosas orientales también lo son. No debemos pensar que la gente del Occidente siempre está en lo correcto. De otro modo, las iglesias del Lejano Oriente y las iglesias del Occidente no podrían ser edificadas juntas.

  Hace un par de días un hermano occidental comentó que varios servidores que viven en la casa de los obreros fueron a una fiesta de cumpleaños a la casa de su familia. Él había invitado a los servidores de la casa de los obreros para celebrar el cumpleaños de su hijo. No debemos introducir costumbres mundanas entre nosotros. Desde que decidimos tomar el camino del recobro del Señor, no hemos celebrado ni una sola fiesta de cumpleaños durante treinta años. No queremos decir que no tengamos falla alguna, pero sí afirmamos que algunos misioneros occidentales deben ser amonestados. Ellos han venido al Oriente para llevar a cabo la obra del Señor, pero a la vez, están dañando dicha obra. El hecho de celebrar el cumpleaños del niño e incluso de extender una invitación a los servidores es un acto de la carne que daña la obra del Señor.

  Esto puede alentar incluso a los que viven en la casa de los obreros para que ellos también celebren los cumpleaños de sus hijos. Esto es intolerable. Nos hemos dejado influenciar por los hermanos occidentales en vez de ejercer nuestra influencia sobre ellos. Aquellos que laboran para el Señor deben ser muy cuidadosos. Siempre que recibamos una invitación, debemos enterarnos quién está incluido y cuál es el propósito de dicha reunión. Predicamos la verdad concerniente a no amar al mundo, y deseamos que nadie ame al mundo. Durante los últimos treinta años los colaboradores no han celebrado los cumpleaños de sus hijos ni de sus propios padres. Debemos aprender esta lección a fin de edificar la iglesia. De otro modo, nuestra labor será como un proverbio chino que dice: “Estamos moliendo soya sin hacer tofú”. Nuestra labor será en vano. Por consiguiente, si hemos de descubrir la fuente de todo asunto, no debemos ser orgullosos ni tampoco demasiado humildes.

  En una ocasión, antes de invitar a predicar a un hermano occidental, consideramos mucho el hecho de que él había agradecido públicamente a aquellos que le enviaron tarjetas navideñas. Aunque ciertamente yo he recibido cierta ayuda espiritual por medio de este hermano, en este asunto en particular era él quien necesitaba recibir ayuda. Ya que Dios condena la Navidad, si alguien nos envía tarjetas navideñas, no debemos darle las gracias por ello. Este ejemplo muestra que no todas las cosas del Occidente son correctas. Los hermanos occidentales necesitan nuestra ayuda en muchos aspectos. Aunque ellos no han visto claramente la verdad del terreno local de la iglesia, aun así, rechazan ser ayudados en este particular. Incluso debaten y argumentan concerniente al terreno de la iglesia. Esto manifiesta que tienen un sentido de superioridad nacional. A fin de que las iglesias del Oriente y del Occidente puedan ser edificadas, los hermanos del Occidente deben abrirse a esta verdad del terreno de la iglesia. Lo que hemos defendido durante los últimos treinta años, no es cosa de juego. Hemos dado toda nuestra vida para poder tomar este camino. No debemos considerar ligeramente ninguno de los asuntos relacionados con la iglesia. Debemos luchar con desesperación por algunos asuntos cruciales y dejar a un lado otros asuntos. Respetamos los ministerios espirituales procedentes del Occidente, pero no estamos de acuerdo en afirmar que todo lo que proviene del Occidente sea correcto.

  Las iglesias están primero que nosotros. Aceptamos a los hermanos occidentales que están entre nosotros, y debemos permitirles que sirvan al Señor. No obstante, debemos aprender a conocer a las personas y a discernir los asuntos. También debemos saber claramente lo que podemos aceptar y lo que debemos rechazar. Tenemos que discernir todos los asuntos, aun tratándose de hermanos o hermanas jóvenes. Debemos promover las cosas que son apropiadas y restringir las que no lo son. El hecho de meramente predicar el evangelio con el fin de salvar pecadores y edificar individualmente a los creyentes, no hará que la iglesia del Señor sea genuinamente edificada. Tenemos que atraer a otros hacia Cristo y ayudarles a ser establecidos y edificados con otros en la iglesia.

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