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Mensajes del libro «Arbol de la vida, El»
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CAPITULO NUEVE

CRISTO ABRE PASO AL ARBOL DE LA VIDA

  Lectura bíblica: Gn. 3:22-24; He. 4:12, 14-16; 10:19-20

LOS REQUISITOS DE LA GLORIA, JUSTICIA Y SANTIDAD DE DIOS, CUMPLIDOS POR LA MUERTE DE CRISTO

  Génesis 3:22-24 dice: “Y dijo Jehová Dios: He aquí el hombre es como uno de nosotros, sabiendo el bien y el mal; ahora, pues, que no alargue su mano, y tome también del árbol de la vida, y coma, y viva para siempre. Y lo sacó Jehová del huerto del Edén, para que labrase la tierra de la que fue tomado. Echó, pues, fuera al hombre, y puso al oriente del huerto de Edén querubines, y una espada encendida que se revolvía por todos lados, para guardar el camino del árbol de la vida”. Los querubines representan la gloria de Dios (He. 9:5). El requisito de la gloria de Dios le cierra al hombre caído el acceso al árbol de la vida. La espada representa el juicio realizado por la justicia de Dios. Tenemos que cumplir con la justicia de Dios; de otro modo, estamos bajo Su juicio. El fuego representa la santidad de Dios. Los requisitos de la gloria, justicia y santidad de Dios impidieron que el hombre caído obtuviera acceso al árbol de la vida. El acceso al árbol de la vida no podría abrírsele al hombre, sino hasta que estos requisitos se cumpliesen.

  Hebreos 4:14-16 dice: “Por tanto, teniendo un gran Sumo Sacerdote que traspasó los cielos, Jesús el Hijo de Dios, retengamos la confesión. Porque no tenemos un Sumo Sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo igual que nosotros, pero sin pecado. Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para recibir misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro”. En estos versículos se encuentra a Cristo en calidad de Sumo Sacerdote ascendido a los cielos. En segundo lugar, este Cristo ascendido puede compadecerse de nuestras debilidades. Aunque El está en los cielos y nosotros estamos en esta tierra, El puede ser conmovido por nuestras debilidades. En tercer lugar, en el versículo 16 se nos manda a acercarnos al trono de la gracia. El versículo 14 nos dice que Cristo, quien está sentado en el trono de la gracia, está en los cielos. ¿Cómo, pues, podemos acercarnos al trono de la gracia en los cielos? Antes de resolver este problema, leamos los versículos 12 y 13 del capítulo cuatro: “Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón. Y no hay cosa creada que no sea manifiesta en Su presencia; antes bien todas las cosas están desnudas y expuestas a los ojos de Aquel a quien tenemos que dar cuenta”. Hebreos 10:19-20 dice: “Así que, hermanos, teniendo firme confianza para entrar en el Lugar Santísimo por la sangre de Jesús, entrada que El inauguró para nosotros como camino nuevo y vivo a través del velo, esto es, de Su carne”. Estos versículos nos afirman que tenemos firme confianza para entrar en el Lugar Santísimo. El trono de la gracia equivale al propiciatorio hallado en el Lugar Santísimo (Ex. 25:17, 21). Por tanto, acercarnos al trono de la gracia significa entrar en el Lugar Santísimo. Entramos en el Lugar Santísimo por la sangre de Jesús, por el camino nuevo y vivo.

  Hemos visto que el árbol de la vida es simplemente Dios mismo en Su Trinidad presentado a nosotros. Pero debido a la caída del linaje humano, el hombre se volvió pecaminoso y el acceso al árbol de la vida fue cerrado. El hombre carecía de la gloria de Dios (Ro. 3:23). También el hombre estaba bajo la condenación de la justicia de Dios y estaba en contra de la santidad de Dios. Dios seguía deseando que el hombre le disfrutara como el árbol de la vida, pero Su gloria, Su justicia, y Su santidad no dejaban que el hombre caído se acercara al árbol de la vida. Ningún hombre caído puede pasar por lo siguiente: los querubines, la espada aniquiladora y el fuego ardiente. Si un hombre quiere comer del árbol de la vida, tiene que cumplir con los requisitos de la gloria, justicia y santidad de Dios.

  Por un lado, la condición caída del hombre, el pecado del hombre, tiene que resolverse, debe quitarse. Por otro, es necesario que se satisfagan todos los requisitos de la gloria, justicia y santidad de Dios. De otro modo, no hay manera en que los seres humanos coman del árbol de la vida. ¿Dónde está el árbol de la vida? El árbol de la vida está en el Lugar Santísimo. ¿Cómo podría una persona pecaminosa pasar por el atrio, entrar en el Lugar Santo y pasar por el velo interior para entrar en el Lugar Santísimo y comer del árbol de la vida? En el altar del atrio, los sacrificios resolvieron el problema de la condición caída del hombre y de sus pecados. El altar tipifica la cruz de Cristo. En la cruz, no sólo fue resuelto el pecado, sino que también se rasgó el velo (He. 10:20). Este es el segundo velo (He. 9:3) que estaba dentro del tabernáculo y tipificaba la carne de Cristo. Cuando Su carne fue crucificada, este velo se rasgó (Mt. 27:51), dándonos así a nosotros los que estábamos excluidos de Dios, simbolizado por el árbol de la vida (Gn. 3:22-24), acceso al Lugar Santísimo a fin de que tengamos contacto con El y le tomemos como el árbol de la vida para nuestro disfrute. Cristo, el sacrificio eterno y todo-inclusivo, murió en la cruz, en el altar. El cumplió con todos los requisitos de la justicia de Dios, de Su santidad y de Su gloria. Por Su muerte, Cristo nos abrió el camino para que comiéramos a Dios, el árbol de la vida. Es por esto que Cristo nos dijo en Juan 14 que tenía que ir a preparar un lugar para nosotros.

  El Evangelio de Juan nos dice que el Verbo quien era Dios se hizo carne (1:14), y éste es el Cristo, el Mesías (1:41), Aquel que es la vida (14:6), la luz (8:12), el alimento (6:35), la bebida (7:37-38), el aire (20:22), el pastor (10:11), la puerta (10:1), y muchas otras cosas. ¿Cómo podría ser Cristo tantas cosas para nosotros? Tenemos el pecado por dentro, y cometemos pecados por fuera. Si Cristo ha de impartirse en nosotros como tantas cosas, tiene que resolver el problema del pecado y de los pecados. La gloria, justicia y santidad de Dios no le permitirían que se impartiese a personas pecaminosas. Por consiguiente, Cristo tuvo que satisfacer los requisitos de la gloria, justicia y santidad de Dios por medio de Su muerte en la cruz.

LA MANERA EN QUE EL DIOS-HOMBRE FUE HECHO DISPONIBLE PARA NOSOTROS

  Ahora necesitamos ver cómo este Dios-hombre fue hecho disponible para nosotros. Para ilustrarlo, vamos a usar el ejemplo de una familia que consume una sandía. Los padres no dejan que los niños coman con manos sucias. Primero los hijos tienen que lavarse las manos antes de comer la sandía. Luego, la sandía se corta en pedazos. Cuando los hijos comen las rebanadas, éstas llegan a ser jugo, el cual se puede digerir fácilmente. Por un lado, los hijos se limpian; por otro, el jugo está a su disposición para que lo digieran. El Dios Triuno ha sido procesado de modo semejante. Para poder entrar la sandía en los niños, la secuencia es ésta: primero la sandía, luego las rebanadas, y finalmente el jugo. La sandía entera es un cuadro del Padre; las rebanadas representan al Hijo, y el jugo, al Espíritu. El Padre no es solamente el Padre, sino también el Hijo. Y el Hijo no es solamente el Hijo, sino también el Espíritu. En otras palabras, esta sandía también consiste de rebanadas que podemos comer y el jugo que podemos ingerir. La sandía desaparece después de comerse. Originalmente, la sandía estaba en la mesa, pero después de comerse, la sandía está en toda la familia. El Padre está en el Hijo, y el Hijo es el Espíritu, quien es como el jugo. En realidad, el Espíritu está más disponible que el jugo porque el Espíritu es el aire (gr., pneuma y heb. ruach). Tanto el pneuma y el ruach pueden traducirse como cuatro palabras diferentes: el aire, el aliento, el viento y el espíritu. Cristo, el Dios-hombre, en la resurrección llegó a ser Espíritu vivificante. Esta gran sandía llegó a ser el jugo que refresca.

APRENDER A EJERCITAR EL ESPIRITU PARA TOCAR Y DISFRUTAR A CRISTO

  Cristo, por Su muerte, eliminó todas las cosas negativas, tales como nuestra naturaleza pecaminosa y nuestros pecados. El nos limpió con Su preciosa sangre y en Su resurrección llegó a ser el Espíritu vivificante. El fue transfigurado en Espíritu vivificante. Ahora estamos preparados y El está disponible. Todo lo que se necesita hacer es disfrutarle. Después de lavarse y limpiarse las manos los niños, y después de que el jugo se hace disponible, sería necedad que los hijos escucharan la sandía o la miraran y no la comieran. Muchos de nosotros hemos actuado así para con el Señor. Por toda nuestra vida cristiana, hemos escuchado, aprendido, observado, leído y estudiado, pero no hemos comido. Hemos estado muertos de hambre pero no hemos tenido hambre. Si necesitamos desesperadamente el alimento y no tenemos hambre, esto significa que estamos enfermos. El Señor reprendió a la iglesia que estaba en Laodicea porque decían que eran ricos, cuando en realidad eran pobres (Ap. 3:17). Eran pobres, pero no sentían que eran pobres. Creían que eran ricos. Pensaban que lo sabían todo. Tenían todas las doctrinas, pero no tenían la meta. El Señor mismo no cenaba con ellos. Que el Señor tenga misericordia de nosotros y nos libre de las doctrinas y enseñanzas que nos distraen del disfrute de Cristo.

  Debemos aprender a comer y a beber del Señor ejercitando el órgano apropiado para recibirle. El órgano apropiado es nuestro espíritu. Nuestro Señor maravilloso, el árbol de la vida, el Verbo hecho carne, el Dios-hombre, murió para abrir el camino y preparar el lugar. Por medio de Su muerte, El ha eliminado todas las cosas negativas y nosotros estamos limpios. También en Su resurrección llegó a ser Espíritu vivificante. Si queremos tocar a este Espíritu, tenemos que ejercitar nuestro espíritu. “Dios es Espíritu, y los que le adoran, en espíritu ... es necesario que adoren” (Jn. 4:24). No debemos simplemente ejercitar nuestra mente para entender, aprender y estudiar, sino que debemos ejercitar nuestro espíritu para tener contacto con El, beberle y comerle. Por Su sangre, nuestra conciencia ha sido purificada, así que nuestro espíritu está limpio y libre de toda condenación. Tenemos paz para tocarle. Cuanto más nos abrimos al Señor desde nuestro espíritu, más tenemos la paz y la sensación de que El es uno con nosotros. Podemos tener contacto con El, el Espíritu vivificante que está en nosotros, y disfrutarle.

  Es por esto que Hebreos 4:12 nos dice que el espíritu tiene que ser dividido del alma. El alma es el verdadero problema. El trasfondo del libro de Hebreos está relacionado con los judaizantes que distraían a los creyentes y no les dejaban disfrutar a Cristo. Tal vez dijeran a cierto creyente hebreo: “Somos los descendientes de nuestros antepasados, los que recibieron la ley de nuestro Dios. Tenemos que creer en Jesús, pero no debemos abandonar la ley”. Este argumento doctrinal hubiera confundido a los creyente hebreos. Pablo escribió el libro de Hebreos para decirles a estos cristianos que debemos relacionarnos con el Cristo viviente y disfrutarle, y dejar de relacionarnos con una religión. No necesitamos una religión, sino una Persona viviente, quien es Cristo, el árbol de la vida. Si queremos tratar con la religión, necesitamos el alma, la mente. Pero si vamos a relacionarnos con una Persona viviente, quien es Cristo, el Espíritu vivificante, debemos aprender cómo ejercitar nuestro espíritu. Nuestro espíritu tiene que ser dividido de nuestra alma, la que perturba y engaña. Debemos distinguir entre nuestro espíritu y nuestra alma perturbadora y engañadora. Tenemos que aprender a ejercitar nuestro espíritu para tocar y disfrutar a Cristo, el Espíritu vivificante.

  Por un lado, Cristo está en los cielos. Por otro, El está en nuestro espíritu. Con el Cristo resucitado y ascendido no hay problemas de espacio o de tiempo. El es el mismo ayer, hoy y para siempre (He. 13:8). Es como el aire. Con respecto al aire, no hay problemas de espacio ni de tiempo. Como el aire, Cristo está en todas partes. El es celestial, no terrenal, y El es espiritual, no carnal. Debemos aprender cómo ejercitar nuestro espíritu para tener contacto con este Cristo celestial y espiritual, quien es el Espíritu vivificante. Con respecto a nosotros, hay problemas referentes a ayer, hoy y mañana. Tal vez digamos a otros que no nos visiten después de la medianoche. Pero el Señor nunca nos diría que no nos pongamos en contacto con El después de la medianoche. El siempre está disponible.

  El aire difiere del alimento. Ingerimos la comida a tiempos fijos, pero respiramos el aire todo el tiempo, aun cuando estamos dormidos. El aire no tiene problema en cuanto al espacio ni al tiempo. Una persona puede estar tan ocupada que se olvide de comer, pero nunca estará tan ocupada que se olvide de respirar. Siempre que nos volvamos al Señor y dondequiera que estemos, El estará allí como el aire divino, el pneuma divino. Donde está El, allí está el Lugar Santísimo. Donde está El, allí está el trono de la gracia. El hecho de que tengamos contacto con El depende de una sola cosa: el ejercicio de nuestro espíritu. Debemos tocar, sentir y atender a Su presencia en nosotros. Si usamos el órgano incorrecto, Su presencia nos estará escondida. Si tratamos de mirar la fragancia que está en el aire, usamos el órgano incorrecto. Si ejercitamos el sentido del olfato, inmediatamente sentiremos y disfrutaremos la fragancia.

  Todos los obstáculos, estorbos y cosas negativas, tales como el mundo, Satanás el diablo, los demonios, las tinieblas, el pecado, los pecados, y la carne han sido abolidos, y todos los requisitos de la gloria, justicia y santidad de Dios han sido satisfechos por completo. No tenemos problema ninguno en cuanto a tener contacto con Dios. Además, Dios ha pasado por un proceso para poder hacerse disponible para nosotros. La sandía se ha convertido en jugo. El Dios Triuno se hizo hombre, y este Dios-hombre, Jesús, llegó a ser Espíritu vivificante. Todo está preparado, y El está tan disponible como el aire. Espera que hagamos una sola cosa: ejercitar nuestro espíritu. Cuando ejercitamos nuestro espíritu para tocar al Señor, sentimos que estamos en el Lugar Santísimo y que estamos tocando el trono de la gracia. Podemos obtener la misericordia necesaria y hallar la gracia que fluye en nosotros como agua viva, las cuales constituyen nuestro socorro oportuno. Esta es la manera de disfrutar el árbol de la vida hoy. Creo que el Señor recobrará la experiencia del árbol de la vida entre Sus hijos.

  Cristo, por Su muerte todo-inclusiva y Su resurrección maravillosa, ha abierto el camino y preparado el lugar. Ahora es fácil que entremos en el Padre y que el Padre se introduzca en nosotros. Todo está cumplido, todo preparado, y Cristo ha llegado a ser Espíritu vivificante. El Espíritu vivificante es la máxima expresión del Dios Triuno. El era el Creador, el Dios todopoderoso, y como el Verbo se hizo carne. El es el Dios-hombre quien pasó por la muerte y la resurrección para llegar a ser Espíritu vivificante. Este Espíritu vivificante es el Creador, el Dios todopoderoso, el Padre, el Hijo y el Espíritu. Incluido en este Espíritu vivificante están la encarnación de Cristo, Su vivir humano, Su crucifixión, Su resurrección y Su ascensión. La justicia de Dios, Su santidad, Su gloria y el cumplimiento de todos los requisitos también están incluidos en el Espíritu vivificante. El nos está disponible. Lo único que necesitamos hacer es recibir a este Espíritu invocando el nombre del Señor (1 Co. 12:3; Hch. 2:17a, 21). Entonces le disfrutaremos en nuestro interior.

  El libro de Hebreos nos dice que debemos ser liberados de la religión y puestos en esta Persona viviente. Tenemos que abandonar la religión para tomar esta Persona viviente. Se requieren los sesenta y seis libros de la Biblia para definir quien es esta Persona viviente. Este Cristo viviente, maravilloso y admirable está tan disponible como el aire. Todos nuestros problemas y todas nuestras aflicciones han sido resueltos por Su muerte todo-inclusiva. Nuestra conciencia, la parte principal de nuestro espíritu, ha sido completamente purificada y limpiada. Debemos tener completa paz, plena confianza, un denuedo completo y la plena seguridad para acercarnos y tocarle. Podemos entrar en el Lugar Santísimo y tocar el trono de la gracia para disfrutarle como misericordia y gracia, como el agua que fluye y como la vida disfrutable.

  Como Espíritu vivificante, El es semejante al aire refrescante. Dondequiera que estemos y siempre que nos volvamos a El, allí estará El. Lo único que necesitamos entender es que necesitamos ejercitar nuestro espíritu para tener contacto con El. Cuando ejercitamos nuestro espíritu para tener contacto con El, estamos en el Lugar Santísimo tocando el trono de la gracia y disfrutando la fuente de la gracia, el Espíritu vivificante. Este es el disfrute del árbol de la vida, el cual nos transformará, equipará, fortalecerá, vestirá, y aun nos adornará con Cristo. De este disfrute todos nosotros seremos edificados como el edificio, el lugar de reposo, de Dios.

  Al final de la Biblia hay un edificio universal (Ap. 21:2). El trono es el centro de este edificio, y de este trono sale un río de agua viva (Ap. 22:1). El árbol de la vida crece en la corriente de este río para traer un suministro a todos los redimidos de Dios (v. 2). Esto no nos debe ser una doctrina, sino algo que experimentemos día por día y hora tras hora. El Señor necesita que un grupo de personas le disfrute, participe de El y le experimente de manera tan viva que se junten para ser Su expresión viviente. Ellos tendrán la imagen de Dios para expresar al Dios Triuno, la autoridad de Dios para representar al Señor soberano, y la vida de Dios para cumplir con todos los requisitos. Todo esto depende de una sola cosa: el disfrute del Dios Triuno como árbol de la vida. Necesitamos pedirle al Señor que haga de la comunión contenida en este capítulo una visión celestial y debemos rogar que El nos introduzca en la realidad de esta visión.

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