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Mensajes del libro «Autobiografía de una persona que vive en el espíritu, La»
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CAPITULO SIETE

EL TEMPLO Y LA VIRGEN

  Lectura bíblica: 2 Co. 6:14-18; 7:1; 11:2-4

EL TEMPLO DE DIOS

  En 2 Corintios 6:14—7:1 vemos el séptimo aspecto de una persona que vive en el espíritu: el templo de Dios. En estos versículos Pablo menciona algunos asuntos negativos que contaminan el templo de Dios, tales como: los incrédulos, la injusticia y las tinieblas (v. 14); Belial, el cual se refiere a Satanás, el diablo (v. 15); y los ídolos (v. 16). Estas cinco cosas negativas e inmundas podrían contaminar el templo de Dios; por tanto nosotros, como templo de Dios, debemos apartarnos de tales cosas. Sin embargo, es fácil decir que debemos apartarnos, pero no es nada sencillo hacerlo. Ya que somos parte del templo de Dios, debemos considerar seriamente si nos hemos apartado por completo de estas cosas negativas. ¿Nos hemos apartado de los incrédulos, de la injusticia, de las tinieblas, de Satanás el enemigo y de todo lo relacionado a los ídolos?

  Como cautivos, es necesario ser capturados; como cartas, permitir que Cristo se escriba en nosotros; como espejos, no tener velo; como vasos, ser quebrantados; y como embajadores, estar en la tierra absolutamente bajo la autoridad del Señor representando Sus intereses. El embajador de los Estados Unidos en Alemania está allí para velar por los intereses de los Estados Unidos y se encuentra en ese país totalmente bajo la autoridad del gobierno de los Estados Unidos. Como colaboradores de Dios, debemos estar atados a El, y como templo de Dios, debemos ser santos y apartarnos de todas las cosas negativas. En 7:1 Pablo dice: “Así que, amados, puesto que tenemos estas promesas, limpiémonos de toda contaminación de carne y de espíritu, perfeccionando la santidad en el temor de Dios”. La contaminación de carne y de espíritu al que este versículo hace referencia son las cinco cosas negativas mencionadas en 2 Corintios 6:14-16. Algunos de estos asuntos contaminan la carne, en tanto que otros contaminan el espíritu. Los ídolos y Belial contaminan el espíritu, por lo cual es necesario apartarse y purificarse de todas estas cosas negativas.

  Una casa siempre expresa a la persona que la ocupa. Cuando alguien entra a la casa de un estadounidense, inmediatamente se da cuenta de que un estadounidense vive en ella; y si entra a la casa de un japonés, al instante percibe que allí vive un japonés. Esto se debe a que una casa siempre expresa a la persona que mora en ella. Puesto que nosotros somos la morada de Dios, debemos expresar a Dios, el Residente. Aunque usted diga que forma parte del templo de Dios, quizás todavía esté unido en yugo desigual con los incrédulos, o esté involucrado en asuntos injustos y oscuros, o esté asociado con Belial y los ídolos. A fin de ser realmente el templo de Dios, es menester apartarnos por completo de estas cosas negativas y perfeccionar la santidad en el temor de Dios. Si decimos que somos el templo de Dios, Su morada, pero nos aferramos a lo que no sea conforme a la naturaleza de Dios ni a Su carácter, no estamos perfeccionando la santidad en el temor de Dios.

  La santidad consiste en apartarnos de todo lo que no sea Dios. Como templo de Dios, debemos separarnos de todo lo que va en contra de Su naturaleza divina, de todo lo que se opone al carácter santo de Dios. Perfeccionar la santidad equivale a hacer que esta separación sea completa y perfecta, es decir, que todo nuestro ser —espíritu, alma y cuerpo— sea completamente apartado y santificado para Dios (1 Ts. 5:23). Esto es lo que significa estar plenamente reconciliados con Dios. Puesto que hemos visto que somos el templo de Dios, debemos apartarnos de estas cosas y perfeccionar la santidad en el temor de Dios. Si no hacemos esto, ofenderemos a Dios y Su gloria shekinah se apartará de nosotros.

UNA VIRGEN DESPOSADA CON CRISTO

  Pablo dijo a los corintios: “Porque os celo con celo de Dios; pues os he desposado con un solo esposo, para presentaros como una virgen pura a Cristo” (2 Co. 11:2). Todos los santos, especialmente los hermanos, debemos ver que somos parte de esta virgen desposada con Cristo. Delante del Señor y para con El debemos considerarnos mujeres, vírgenes, y amar al Señor así como se ama a un esposo. Un hermano, aunque esté casado, forma parte de la esposa de Cristo. Todos los creyentes somos vírgenes, no importa si somos hermanos o hermanas (Cnt. 1:3), y formamos parte de esa virgen corporativa desposada con Cristo. No es correcto comportarse como varón delante de Cristo, pues esto insulta al Señor quien es la Cabeza; más bien, debemos conducirnos como una virgen. Muy pocos hermanos están conscientes de que, aunque son varones, con relación a Cristo son vírgenes. Pablo desposó con Cristo a los creyentes como una virgen pura y casta.

  En 2 Corintios 11:3 Pablo dice: “Pero temo que como la serpiente con su astucia engañó a Eva, se corrompan vuestros pensamientos, apartándose de alguna manera de la sencillez y pureza para con Cristo”. Como vírgenes debemos ser puros y sencillos. La palabra sencillez en este versículo también puede traducirse simplicidad, lo cual se refiere a la absoluta lealtad, la firme fidelidad, que los creyentes tienen para con Cristo. En el aspecto de ser como vírgenes, debemos ser puros; pero con relación a nuestro esposo, debemos ser sencillos. Los divorcios son el resultado de situaciones matrimoniales complicadas. Si las esposas se relacionaran con sus esposos en simplicidad, no habría divorcios. Una mujer casada debe ser sencilla en el trato con su esposo. Muchas esposas son engañadas y tentadas a dejar de ser sencillas, y se vuelven complicadas. Por ejemplo, analizan al esposo y al compararlo con otros hermanos, llegan a la conclusión de que éste no tienen ni la cultura ni los modales que otros hermanos tienen. Cuanto más analizan y comparan a su esposo con otros, más lo menosprecian. En el principio la serpiente engañó a Eva con su astucia, y hoy sigue haciendo lo mismo con muchas “Evas”.

  Los apóstoles infundían a Cristo en las personas al ministrarles de una manera sencilla. Sus enseñanzas acerca de Cristo eran sencillas. De hecho, aun Cristo se presentó en los evangelios con simplicidad. En el Evangelio de Juan, Cristo se presenta como la puerta (10:1), la vid (15:1) y el pan de vida (6:48). El apóstol Pablo también era sencillo y presentó a Cristo como nuestro único Esposo. En cambio, algunos de los predicadores de aquel tiempo presentaban a Cristo de una manera complicada, y no en simplicidad. Por eso Pablo dice que éstos predicaban a “otro Jesús” (2 Co. 11:4). Pablo temía que ellos sedujeran y corrompieran los pensamientos de los corintios, y los apartaran de la simplicidad para con Cristo. En el principio Dios presentó el árbol de la vida a Adán y a Eva de una manera sencilla (Gn. 2:9). Luego, el seductor, el tentador, la serpiente misma, logró que Eva se volviera complicada. El árbol de la vida tiene un solo elemento: la vida. El árbol de la vida es sencillo; en cambio, el árbol del conocimiento del bien y del mal, que tiene el elemento de muerte, es complicado.

  Para seguir al Señor, andar en el espíritu y vivir en el Lugar Santísimo, debemos ser simples. Varias personas me han aconsejado que no enseñe de una manera tan sencilla, sino que debo abrir los ojos de los creyentes para que vean muchas diferentes clases de enseñanzas. Cuando Adán y Eva comieron del árbol del conocimiento del bien y del mal, la Biblia dice que “fueron abiertos los ojos de ambos” (Gn. 3:7). La serpiente le dijo a Eva: “Sino que sabe Dios que el día que comáis de él, serán abiertos vuestros ojos, y seréis como Dios, sabiendo el bien y el mal” (Gn. 3:5). Los ojos de Eva fueron abiertos, lo cual muestra que es mejor cerrar nuestros ojos a todo y quedarnos en la sencillez para con Cristo. Debemos tener la actitud de que no nos interesa nada, salvo la sencillez: de conocer a Cristo como nuestro Salvador, nuestro Señor, nuestra vida, nuestro esposo y como nuestro todo; de experimentar a la iglesia como la expresión única de Cristo; y de practicar la vida de iglesia en el terreno único de la unidad. Esto es tan sencillo.

  La enseñanza de los apóstoles se centra en Cristo y la iglesia, pero las demás enseñanzas causan muchas complicaciones. Por eso Pablo exhortó a Timoteo para que mandase a algunos que no enseñen cosas diferentes (1 Ti. 1:3). Muchos cristianos no saben qué dirección tomar debido a que una persona “espiritual” dice una cosa, mientras que otra persona “espiritual” dice lo opuesto. La abundancia de distintas enseñanzas que predominan actualmente en el cristianismo hace que muchos cristianos se pregunten quién tiene la razón. Por ello, debemos aprender a ser necios en cuanto a nuestra sencillez para con Cristo. Cuando comencé a viajar para ministrar la Palabra en la China continental, siempre traía conmigo una biblioteca portátil. Metía mi ropa en una maleta pequeña y mis libros en un baúl grande. Sin embargo, cuanto más viajaba para el Señor y en el Señor, la cantidad de libros fue menguando hasta que terminé viajando sólo con un libro en mi mano: la Biblia. Me gustaba ser neciamente sencillo para con Cristo.

  Tenemos que aprender a cerrar nuestros oídos a toda enseñanza diferente. En 2 Timoteo 4:3-4 dice: “Porque vendrá tiempo cuando no soportarán la sana enseñanza, sino que teniendo comezón de oír, se amontonarán maestros conforme a sus propias concupiscencias, y apartarán de la verdad el oído y se volverán a los mitos”. Tener comezón de oír significa tener oídos que buscan el hablar placentero para su propio deleite. Tener comezón de oír y apartar de la verdad el oído es el factor principal de que la decadencia de la iglesia empeore. No debemos permitir que nuestros oídos tengan comezón de oír ni debemos amontonarnos maestros. Nuestros ojos y oídos deben permanecer cerrados según la sencillez para con Cristo. Andemos en nuestro espíritu, permanezcamos sobre el terreno genuino de la unidad y sigamos al Señor de una manera simple, como vírgenes.

  Una mujer casada no debe comparar a su esposo con otros, sino comprender que el esposo que tiene es el mejor de los mejores. Ella debe estar locamente satisfecha con su esposo y ciegamente convencida de que él es el mejor hombre para ella. Debe mantener siempre la actitud de que ningún otro esposo en la tierra es tan bueno como el de ella. Si una mujer se conduce con esta clase de sencillez, tendrá una dulce vida matrimonial. El porcentaje de divorcios ha llegado a ser tan alto debido a que las mujeres hoy no son sencillas con respecto a sus esposos. Nosotros debemos ser sencillos para con Cristo y estar ciegamente satisfechos sólo con El. Sólo Cristo nos interesa, y nada es tan bueno como El. Cristo es lo mejor de lo mejor, y nosotros simplemente lo amamos. Para nosotros sólo existe un árbol: el árbol de la vida. No nos interesa el otro árbol lleno de complicaciones.

  Cada vez que nos fijamos en un esposo que no sea Cristo, nos salimos del Lugar Santísimo, de nuestro espíritu; asimismo, cuando practicamos la vida de iglesia de una manera distinta a la que la Biblia revela, estamos fuera de nuestro espíritu. Cuanto más avancemos en la vida de iglesia siguiendo “ciegamente” a nuestro amado Señor Jesús, más permaneceremos en el espíritu, es decir, en la presencia del Señor, en el Lugar Santísimo, y más seremos edificados con los demás santos. Pero si ponemos en duda la práctica de la vida de iglesia que se revela en la Biblia, inmediatamente entramos en el alma, en el Lugar Santo, y nos salimos del espíritu, del Lugar Santísimo, es decir, nos salimos de la tierra de Canaán y andamos vagando por el desierto.

  Algunos que tomaron el camino del recobro del Señor tuvieron un buen comienzo, pero en cierto momento las mentes y los pensamientos de ellos se corrompieron, y se apartaron de la sencillez y pureza para con Cristo. La serpiente se acercó a ellos en la forma de un interrogante, de la misma forma que lo hizo con Eva. La serpiente preguntó a Eva: “¿Conque Dios os ha dicho: No comáis de todo árbol del huerto?” (Gn. 3:1). Cuando permitimos que la serpiente ponga en nosotros un interrogante en cuanto a lo que Dios ha dicho, somos seducidos y engañados y nos salimos inmediatamente del espíritu. Es menester que aprendamos a ser sencillos para con Cristo. Si queremos seguir al Señor, debemos ser simples. Pablo celaba a los creyentes con el celo de Dios porque quería que fueran sencillos para con Cristo, el único esposo de ellos.

  Debemos recordar los ocho aspectos que hemos estudiado acerca de una persona que vive en el espíritu, los cuales son: un cautivo, una carta, un espejo, un vaso, un embajador, un colaborador, un templo y una virgen. Como cautivos, debemos ser capturados; como cartas, debemos permitir que Cristo se escriba en nosotros; como espejos, debemos estar sin ningún velo; como vasos, debemos ser quebrantados; como embajadores, debemos velar por los intereses del Señor y estar completamente bajo Su autoridad; como colaboradores, debemos estar atados al Señor; como templo, debemos apartarnos de todo lo que no sea Dios y perfeccionar la santidad en el temor de Dios; y como virgen, debemos ser sencillos. Aprendamos a ser sencillos; esto nos guardará en el espíritu.

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