
Lectura bíblica: Jn. 1:4, 14, 18, 51; 2:16-22
Quisiera resaltar y explicar brevemente tres puntos acerca de la lectura bíblica que se halla al comienzo de este capítulo. Primero, Juan 1 empieza diciendo que en el principio era la Palabra, que la Palabra era Dios, que en Él estaba la vida y que un día esta Palabra se hizo carne y fijó tabernáculo entre los hombres. Éstas son palabras de gran trascendencia con una connotación profunda y amplia. Necesitamos tener un profundo entendimiento del trasfondo del Antiguo Testamento a fin de entender el significado de estas palabras.
Por ejemplo, Juan 1:4 dice: “En Él estaba la vida”. Al leer este versículo tenemos que conocer el trasfondo del Antiguo Testamento. Al comienzo del Antiguo Testamento, Génesis 2 dice que después que Dios hizo al hombre, lo puso frente al árbol de la vida. ¿Qué es exactamente el árbol de la vida? ¿Cuál es la razón por la cual Dios puso al hombre frente al árbol de la vida? Si usted se detiene en Génesis 2, le resultará difícil contestar estas preguntas. Sin embargo, si continúa leyendo, cuando llegue a Juan 1, encontrará una frase que dice: “En Él estaba la vida”. Esto significa que la vida que estaba relacionada con el árbol de la vida mencionado en Génesis 2, la vida que era misteriosa para el hombre, estaba en Él. En el principio era la Palabra, y en la Palabra estaba la vida.
Un día esta Palabra se hizo carne, o dicho de otro modo, la Palabra que era Dios entró en el hombre. Juan dice que éste era Dios que fijaba tabernáculo entre los hombres. Esto también tiene un trasfondo en el Antiguo Testamento. En los tiempos del Antiguo Testamento, había un tabernáculo entre los israelitas. Por medio del tabernáculo Dios moraba entre los israelitas para suplir todas sus necesidades. El Dios que moraba en el tabernáculo era de quien los israelitas obtenían el suministro para satisfacer todas sus necesidades en el desierto. El Dios que moraba en el tabernáculo era su luz; el Dios que moraba en el tabernáculo era su revelación; el Dios que moraba en el tabernáculo era su guía; el Dios que moraba en el tabernáculo era su suministro; y el Dios que moraba en el tabernáculo era para ellos la fuente de todo. Todos sus problemas eran resueltos por el Dios que moraba en el tabernáculo. Cuando estaban en guerra, el Dios que moraba en el tabernáculo peleaba por ellos. Cuando tenían necesidad de algo, el Dios que moraba en el tabernáculo venía a impartirles el suministro. Por consiguiente, en el desierto los israelitas lo recibían todo del tabernáculo, pues el Dios que estaba en el tabernáculo satisfacía todas sus necesidades. Si no hubiera existido el tabernáculo, o si el Dios que moraba en el tabernáculo se hubiera apartado de ellos, los israelitas no habrían encontrado solución a sus problemas ni habrían recibido el suministro para todas sus necesidades.
Ahora la Palabra se ha hecho carne; Dios ha entrado en el hombre. Juan dice que este acontecimiento era Dios que fijaba tabernáculo entre los hombres. Así como en el Antiguo Testamento el tabernáculo que estaba entre los israelitas era el centro de la unión de Dios con el hombre, de la misma manera este tabernáculo de Dios hecho carne es también el centro de la unión de Dios con el hombre. Así como en el Antiguo Testamento el tabernáculo era la fuente de todo suministro para los israelitas, del mismo modo este tabernáculo de Dios hecho carne es la fuente de todo suministro para el hombre. Por lo tanto, necesitamos tener un buen conocimiento del trasfondo bíblico para entender este punto; de lo contrario, no tendremos una comprensión completa.
En segundo lugar, Natanael se sorprendió cuando habló con el Señor porque el Señor lo vio debajo de la higuera antes de encontrarse con él. Sin embargo, el Señor le dijo: “Cosas mayores que éstas verás [...] Veréis el cielo abierto, y a los ángeles de Dios subir y descender sobre el Hijo del Hombre” (1:50-51). Creo que a estas alturas, hermanos y hermanas, ustedes ya saben a qué se refería el Señor Jesús aquí. Éste es el sueño de Jacob hecho realidad. Un día Jacob estaba en Bet-el, y en un sueño vio una escalera apoyada en la tierra, y su extremo tocaba el cielo; y los ángeles de Dios subían y descendían por ella (Gn. 28:12). Jacob dijo: “Esto no es otra cosa que la casa de Dios” (v. 17). Cuando él se levantó por la mañana, enseguida tomó la piedra que había puesto debajo de su cabeza, y la erigió como columna y derramó aceite encima de ella (v. 18). Entonces dijo: “Esta piedra que he erigido como columna será casa de Dios” (v. 22). Si ustedes permiten que este cuadro quede grabado en sus mentes y luego vuelven a leer lo que el Señor Jesús dijo, entenderán claramente su significado. Lo que Él dijo es que Él era la escalera que Jacob vio en el sueño. El Señor encarnado iba a unir la tierra con el cielo y a abrir el cielo a la tierra. Además, el resultado de unir el cielo con la tierra es que Dios obtendría una casa en la tierra.
Esto nos muestra que en el Evangelio de Juan, la meta y el resultado de la encarnación de Dios es que Dios se mezcle con el hombre para que sea producida la casa de Dios. Cuando el Señor se encarnó, en efecto Dios estaba fijando tabernáculo entre los hombres. Por lo tanto, el Señor mismo es una edificación producida por la mezcla de Dios y el hombre. El resultado de la encarnación es que el cielo es abierto a la tierra y la tierra se une con el cielo para que Dios pueda unirse con el hombre. Éste es el sueño de Jacob hecho realidad a fin de que Dios pueda obtener una casa sobre la tierra.
En tercer lugar, Juan 2 nos habla de cuando el Señor Jesús limpió el templo. Sabemos que lo que consta en la Biblia no se escribió de manera informal. El Señor Jesús hizo muchas cosas cuando estuvo en la tierra; sin embargo, entre todas ellas, el Espíritu Santo escogió, dejó por escrito y además describió aquellas que de manera especial tenían que ver con la verdad que Dios quiere revelar. Debido a esto, debemos creer que el Espíritu Santo tenía una intención específica al dejar por escrito en Juan 2 aquella ocasión en que el Señor Jesús limpió el templo.
En el versículo 18, después que el Señor limpió el templo, los judíos le preguntaron: “¿Qué señal nos muestras, ya que haces esto?”. El Señor Jesús les respondió y dijo: “Destruid este templo, y en tres días lo levantaré” (v. 19). Ésta era la única señal que Él les mostraría. ¿No les parece esto extraño? Aquí el Señor Jesús se refirió a Sí mismo como el templo. ¿Qué es este templo? Es Dios hecho carne para entrar en el hombre y para unirse al hombre. Jesús de Nazaret era el templo. El Señor dijo: “Destruid este templo, y en tres días lo levantaré”. Todos sabemos que esto se refiere a la resurrección del Señor. Su encarnación fue la manera en que Él fijó tabernáculo entre los hombres; por lo tanto, Su cuerpo de carne era el templo de Dios. Los judíos lo iban a matar para destruir Su cuerpo, pero por medio de Su resurrección el Señor reedificaría Su cuerpo, el que los judíos destruirían. En otras palabras, Él iba a reedificar el templo que sería destruido por los judíos. Este tabernáculo, este templo, es el que un día haría que el cielo se abriera y que los ángeles de Dios ascendieran y descendieran sobre Él. Por consiguiente, el propósito del relato que hace Juan de estas cosas es mostrarnos únicamente que la encarnación, muerte y resurrección del Señor tenían como fin obtener un tabernáculo, un templo. Además, este tabernáculo, este templo, es la casa de Dios.
Lamentablemente, las personas raras veces prestan atención a estas cosas cuando leen el Evangelio de Juan. Tal vez se enteren al leer el Evangelio de Juan de que en el Señor estaba la vida y de que Él vino para que los hombres tengan vida. Sin embargo, eso no es suficiente. Debemos preguntar entonces: “¿Cuál es el propósito de que la vida esté en Él y de que Él haya venido para que el hombre tenga vida? ¿Qué quiere Él lograr al ser vida y al entrar en el hombre para ser su vida?”. Hermanos y hermanas, no sé si alguna vez hayan tenido esta pregunta. Hemos dicho repetidas veces que Él entró en el hombre en forma de alimento para ser su vida, a fin de que éste le disfrute. Ahora debemos preguntar: “¿Cuál es el propósito de que Él entre en el hombre para ser su vida y para que éste le disfrute? ¿Cuál es el resultado de esto?”.
Anteriormente, dijimos que al nacer nosotros medíamos un poco más de treinta centímetros y pesábamos unas siete u ocho libras, pero que hemos crecido en estatura y tamaño al ser edificados. ¿Cómo fuimos edificados? Al comer pollo, pato, pescado, carne, arroz, fideos y verduras. Al comer y digerir día tras día, fuimos creciendo lentamente hasta ser la persona que hoy somos, altos y pesados. Recuerden que la digestión equivale al crecimiento, a la edificación. Igualmente el hecho de que Dios entre en nosotros en forma de alimento para ser digerido en nosotros y ser nuestra vida tiene como propósito la edificación de Su Cuerpo espiritual.
La Biblia nos muestra que este Cuerpo es una casa. En Efesios el apóstol, por un lado, dice que la iglesia es el Cuerpo de Cristo y, por otro, dice que la iglesia es una casa espiritual (1:22-23; 2:19-22). Con respecto a nosotros, nuestro cuerpo es nuestra casa. Hablando con propiedad, nosotros moramos en nuestro cuerpo. En 2 Corintios 5 el apóstol nos dice que nuestro cuerpo es una morada temporal y que un día seremos revestidos con un cuerpo resucitado, el cual es una morada eterna (vs. 1-3). Cuando una persona está próxima a irse de este mundo, solemos decir que va a partir, es decir, que va a dejar su cuerpo. Esto concuerda con lo que la Biblia quiere decir cuando afirma que un cuerpo es una casa. La iglesia es el Cuerpo de Cristo y también es la casa de Dios. Por consiguiente, la intención de Dios al entrar en el hombre en forma de alimento, al ser digerido en el hombre y al ser vida para el hombre es edificar el Cuerpo de Cristo, esto es, edificar Su casa.
En la encarnación el Señor se vistió de un cuerpo humano, como un solo individuo, y dicho cuerpo era muy limitado. Sin embargo, el Cuerpo que Él edificó después de Su muerte y resurrección no se limita a un solo individuo, sino que incluye a todos los que le pertenecen y han existido a través de los siglos y en toda la tierra. Si usted entiende que la historia del Evangelio de Juan no está limitada por el tiempo ni el espacio, entonces sabrá que hoy el Señor Jesús todavía está aquí “resucitando”. No sé si entienden esta afirmación. Esto significa que hoy el Señor Jesús todavía está realizando la obra de resurrección. El templo que destruyeron los judíos bajo la instigación de Satanás era únicamente el cuerpo del Señor en la carne; pero el templo que Él edificó después de Su resurrección es un templo agrandado que incluye a todos los que creen en Él a través de los siglos y en toda la tierra. Hoy este templo todavía está en el proceso de edificación. Es por ello que dije que el Señor todavía está realizando hoy la obra de resurrección.
Ahora veremos el propósito por el cual el Señor vino a ser vida, según se muestra en el Evangelio de Juan. Él vino para ser vida a fin de que Dios y el hombre puedan unirse para ser un edificio, una casa. Esta casa es el templo de Dios, la casa de Dios. Aunque esto se muestra claramente en Juan, lamentablemente muchos, cuando leen este libro, no lo ven fácilmente. Cuando las personas leen expresiones como tabernáculo, destruid y en tres días levantaré el templo, y el cielo abierto, y a los ángeles de Dios subir y descender sobre el Hijo del Hombre, les resulta muy difícil entender el significado. Pero después de haberles explicado esto, creo que ahora todos entienden claramente. Juan nos muestra que cuando Dios se hizo hombre y vino para ser la vida del hombre, Su intención era tener un tabernáculo entre los hombres, y dicho tabernáculo era el templo de Dios. Aunque este templo fue destruido, el Señor por medio de Su resurrección reedificó el templo y también lo agrandó. Este templo está unido al cielo y hace que los cielos sean abiertos. Ésa fue la escena que se vio en Bet-el. Por lo tanto, el que Cristo llegue a ser la vida del hombre tiene como finalidad edificar Bet-el, la casa de Dios.
Ahora prestaremos atención al punto principal de cada capítulo del Evangelio de Juan. Primero prestaremos atención a la primera mitad del libro, los capítulos del 1 al 13. El capítulo 1 es un bosquejo general, que nos dice de forma resumida que el Señor era la Palabra en el principio. Las palabras de una persona son su explicación; por lo tanto, el Señor es la explicación de Dios, la expresión de Dios. Nadie ha visto a Dios jamás; solamente Él le ha dado a conocer (v. 18). En Él estaba la vida (v. 4). Un día Él se hizo carne y fijó tabernáculo entre los hombres para traer vida al hombre (v. 14).
Los capítulos del 2 al 13 nos muestran cómo Él satisface todas las necesidades del hombre y resuelve todos sus problemas. Debemos ver que en el universo Dios desea edificarse en el hombre y edificar al hombre en Sí mismo. Dios quiere que el hombre sea Su morada, y también quiere que el hombre le tome como su morada. Sin embargo, el hombre a quien Dios desea edificar como Su morada tiene toda índole de necesidades y problemas. Quisiera pedirles hermanos y hermanas que consideren lo siguiente: Dios quiere morar en ustedes tomándolos como Su morada, y también quiere que ustedes moren en Él tomándolo como su morada. Sin embargo, ¿qué clase de personas eran ustedes antes? Creo que todos tendremos que decir de corazón que antes de ser salvos, nuestra verdadera condición era miserable. Éramos materiales inservibles. Recuerden que después que Juan nos da un bosquejo general en el capítulo 1, continúa describiéndonos en los capítulos del 2 al 13 cómo el hombre a quien Dios desea edificar se halla en una condición miserable y está lleno de necesidades y problemas. Él también dice cómo Dios llegó a ser la vida del hombre para satisfacer todas sus necesidades y resolver todos sus problemas.
El capítulo 2 habla acerca de la primera señal que hizo el Señor, la cual consistió en cambiar el agua en vino. Aquí la fiesta de bodas representa el deleite de la vida humana, y el vino representa la vida humana. Así como el deleite de la fiesta de bodas depende del vino, igualmente el deleite de la vida humana depende de la vida. Así como el vino se acabó, también la vida humana llegará a su fin y se acabará. Por lo tanto, Juan 2 nos dice que el primer aspecto de la condición humana es que su vida se acabará y llegará a su fin. Si ustedes observan todos los acontecimientos que ocurren entre los hombres, comprenderán que lo más lamentable es que la vida del hombre se acabe. ¿Tiene usted un doctorado? Un día su doctorado todavía estará aquí, pero usted se habrá ido. Tal vez usted sea un millonario; un día sus riquezas todavía estarán aquí, pero usted se habrá ido. ¡Oh, la vida humana tiene un final! Tal vez usted tenga hijos e hijas, y muchos nietos, pero un día su vida se acabará y llegará a su fin. Éste es el primer aspecto de la condición humana. Antes de ser salvos, el primer aspecto de nuestra condición era que éramos hombres cuya vida se acaba.
Una costumbre en mi ciudad natal era que los ricos casi siempre tenían al menos un ataúd de la mejor calidad en la sala de su casa, preparado para los mayores en la familia. Cuando yo era niño, los ataúdes eran lo que más miedo me causaba, así que no me gustaba ir a las salas de otras casas. No logro imaginarme los pensamientos de los que habían preparado un ataúd para sí mismos al ver el ataúd todos los días. Es como si el ataúd estuviera esperándolos cada día a que ellos vengan y se acuesten allí.
Ésta es la condición de nuestra vida humana. El hombre come, bebe y disfruta de la tierra, asistiendo a una “fiesta de bodas”, pero él mismo se halla en muerte, es decir, su vida acabará. Por lo tanto, el Señor Jesús vino para satisfacer esta necesidad del hombre, para resolver este problema. Él usó la señal de cambiar el agua en vino para revelar que Él es el Señor de vida. Él puede cambiar el agua de muerte en el vino de vida. Él es vida, y ha venido para que el hombre tenga vida (10:10). Por lo tanto, cuando Dios viene para ser la vida del hombre, Él primero resuelve el problema de que la vida humana se acaba.
El capítulo 3 habla acerca de un hombre moral, un hombre honorable, que temía a Dios y se esforzaba por hacer el bien para agradar a Dios. Éste es otro aspecto de la condición humana. Creo que muchos hermanos y hermanas eran más o menos así antes. Se esforzaban por ser virtuosos y se empeñaban en hacer el bien. Aunque inevitablemente pecaban, al mismo tiempo se complacían en hacer el bien para agradar a Dios. Sin embargo, el Señor que viene a ser la vida del hombre nos muestra que este esfuerzo por hacer el bien es inútil. El problema del hombre delante de Dios no tiene que ver con hacer el bien, sino con ser regenerado, es decir, con recibir a Dios como vida en su interior.
Por consiguiente, independientemente de cuán buena sea una persona, todavía necesita recibir la vida de Dios a fin de ser regenerada. Esto no tiene que ver con el comportamiento, sino con la vida. No se trata de hacer el bien o el mal, sino de si hemos recibido o no a Dios como vida a fin de ser regenerados. Lo que al hombre le falta no es un buen comportamiento, sino la vida. El problema del hombre no estriba en su comportamiento, sino en la vida que posee. Por lo tanto, Dios viene a ser la vida del hombre a fin de resolver el problema que él tiene en cuanto a la vida.
El capítulo 4 nos muestra un cuadro relacionado con la sed. Vemos a un Señor sediento que pide que le den de beber, y a una pecadora sedienta que viene a sacar agua para beber. El Señor está sediento, y la pecadora también. Éste es otro aspecto de la condición humana que revela que el hombre que Dios desea edificar es una persona sedienta.
Todos coincidirían en que la vida humana es una vida en la que se experimenta sed. Creo que todos hemos tenido la experiencia de estar sedientos. De no haber estado sediento, usted no habría buscado al Señor. En Juan 4 el Señor nos revela que Él es la fuente viva. Él no es el pozo de Jacob. El agua del pozo de Jacob no puede calmar la sed; todo el que beba de ese pozo volverá a tener sed. El Señor es la fuente de agua viva, y el que beba de Él no tendrá sed jamás (vs. 13-14). Dios viene a ser la vida del hombre a fin de que los que Él edifique no tengan sed jamás, sino que el agua que Él les dé sea en ellos una fuente de agua viva que brote para vida eterna (v. 14).
Ahora llegamos al capítulo 5. En este capítulo vemos a un hombre que por treinta y ocho años había estado enfermo, acostado y sin poder moverse. Éste era un hombre imposibilitado que quería moverse, pero no tenía la fuerza, por lo que no conseguía hacer lo que deseaba. Esto nos muestra lo imposibilitado que se encuentra el hombre. Creo que todos reconocemos que éramos así en el pasado. En verdad deseábamos hacer el bien, pero no podíamos hacerlo. Realmente queríamos movernos, pero no podíamos. Sin duda éramos personas que estaban paralizadas; éramos paralíticos que por mucho tiempo habían estado enfermos. Éste es otro aspecto de la condición humana. Sin embargo, Dios entra en el hombre para ser su vida, y de ese modo hace que el que es débil llegue a ser fuerte, y que el que no puede moverse se pueda mover. Anteriormente, estábamos en nuestro lecho y nos llevaban en él, pero ahora nosotros llevamos nuestro lecho y vamos camino a casa.
¿Cómo recibimos al Señor como vida? Lo recibimos como vida por medio de Su palabra. El Señor dijo: “Los muertos oirán la voz del Hijo de Dios; y los que la oigan vivirán” (v. 25). Recibir la palabra del Hijo de Dios es recibir al propio Hijo de Dios. Quienquiera que reciba al Hijo de Dios pasará de muerte a vida. Esto hace que los débiles se vuelvan fuertes. Puesto que la muerte es la mayor debilidad que existe, cuando la vida entra, la debilidad desaparece.
El capítulo 6 habla de una multitud que deseaba ser alimentada. Este cuadro claramente nos muestra que la condición humana es una de hambre. El Señor dijo: “Yo soy el pan de vida; el que a Mí viene, nunca tendrá hambre” (v. 35), “El que me come, él también vivirá por causa de Mí” (v. 57), y “Las palabras que Yo os he hablado son espíritu y son vida” (v. 63). Estas palabras nos dicen que si el hombre recibe al Señor y le disfruta, será satisfecho con alimento.
El capítulo 7 habla acerca de la religión. Los judíos iban a celebrar la Fiesta de los Tabernáculos, y en el último día de la fiesta, el Señor Jesús alzó la voz, diciendo: “Si alguno tiene sed, venga a Mí y beba” (v. 37). Esto nos muestra que la religión no puede calmar la sed del hombre para siempre. Mientras el hombre tenga una religión, una creencia, y participe gozosamente de las fiestas religiosas, tarde o temprano habrá un último día en la fiesta, habrá un final. En el último día de la fiesta, al final de la fiesta, el hombre todavía estará sediento. Por esta razón, el Señor dijo: “Si alguno tiene sed, venga a Mí y beba. El que cree en Mí, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva” (vs. 37-38). No sólo el hombre deja de estar sediento, sino que incluso puede saciar la sed de otros. Éste es otro aspecto de la condición humana y la solución que Dios provee al venir a ser la vida del hombre.
Algunos hermanos y hermanas quizás hayan sido religiosos que celebraban festividades religiosas como la Navidad y las Pascuas. Probablemente usted llegó a estar muy gozoso mientras celebraba la fiesta, pero cuando ésta acabó, en ese momento sintió que la religión no podía calmar su sed. Únicamente el Dios que viene a ser la vida del hombre puede calmar la sed en su interior e incluso hacer que él llegue a ser ríos de agua viva, agua viva que desborda para satisfacer a otros e impartirles un suministro.
El capítulo 8 nos presenta el relato de una mujer pecaminosa que había cometido el pecado más inmoral y deshonroso. Los judíos dijeron que según la ley de Moisés, ella debía ser apedreada. Esto nos muestra que la ley condena a muerte a los pecadores. Sin embargo, este Dios que viene a ser la vida del hombre es capaz de salvar a los pecadores de la esclavitud del pecado. Éste es otro aspecto de la condición humana y la solución que el Señor provee.
El capítulo 9 nos muestra otro aspecto de la condición del hombre: la ceguera. Hermanos y hermanas, ustedes tienen que confesar que en el pasado estaban ciegos (no creo que esto los ofenda). Cada uno de nosotros vivía a ciegas y daba tumbos en este mundo pecaminoso. No conocíamos a Dios ni tampoco las cosas eternas. Sin embargo, desde que entró en nosotros el Dios que entra en el hombre para ser su vida, Él alumbró nuestros ojos interiores.
Cuando el Señor abrió los ojos del hombre ciego, lo hizo ungiendo sus ojos con saliva y lodo y mandándolo a que se lavara en el estanque de Siloé, y él se lavó y regresó viendo. En el pasado cuando leía este pasaje no entendía su significado; me parecía todo ello como un juego de niños. Pero poco a poco, a medida que fui entendiendo la mezcla de Dios con el hombre, entendí el significado. El lodo nos representa a nosotros los seres humanos, porque los seres humanos fuimos hechos de barro; todos nosotros somos un terrón de barro, un terrón de lodo. Lo que sale de la boca del Señor son Sus palabras, las cuales son el Señor mismo. Así que, el Señor viene a mezclarse con nosotros, hombres de barro, lo cual nos muestra la mezcla de Dios con el hombre. Esta mezcla hace que nosotros, que estamos ciegos, podamos ver.
Hermanos y hermanas, si interiormente ustedes no se mezclan con Dios, permanecerán ciegos para siempre. Pero cuando Dios se mezcla con ustedes, hombres de barro, por medio de las palabras que salen de Su boca, sus ojos son abiertos. Por lo tanto, otro aspecto de la condición humana es que el hombre es ciego por nacimiento. Es necesario que el Dios que viene a ser la vida del hombre entre en él y se mezcle con él, a fin de que los ojos del hombre sean abiertos y alumbrados.
Ahora llegamos al capítulo 10. El capítulo 10 y el capítulo 9 se relacionan con la condición humana en dos aspectos. Uno es el aspecto de estar ciego, y el otro es el aspecto de estar perdido. Los que están ciegos son aquellos que están perdidos; son ovejas sin pastor. El Señor de vida es el buen Pastor, y el buen Pastor pone Su vida por las ovejas para que ellas reciban Su vida. Él vino para que las ovejas tengan vida. Toda oveja que le recibe como vida, por un lado, experimenta que sus ojos son abiertos, que puede ver y, por otro, que regresa al rebaño para estar bajo Su mano, bajo Su pastoreo.
Me gusta mucho el himno #44 del himnario chino. La primera estrofa dice que bendecimos el nombre de nuestro Padre como hijos que han sido enseñados por la gracia, y que nos regocijamos porque gracias a Su vida fuimos traídos de regreso al rebaño. Esto es exactamente lo que dice Juan 10. Una vez que Su vida entra en nosotros, ésta nos hace regresar al rebaño. Anteriormente éramos ovejas perdidas; pero debido a que Su vida entró en nosotros, llegamos a ser ovejas que pertenecen al rebaño y que están siendo pastoreadas bajo la mano del buen Pastor.
El capítulo 11 nos habla acerca de un hombre que estaba enfermo y que después murió, fue puesto en un sepulcro e incluso hedía. Sin embargo, el Señor que vino a ser la vida del hombre hizo que él resucitara de los muertos, saliera del sepulcro y fuera liberado de toda atadura. Esto nos muestra que el hombre que Dios desea edificar anteriormente estaba en muerte y en un sepulcro, pero que ahora ha sido vivificado al entrar Dios en él.
El capítulo 12 no menciona ningún aspecto particular de la condición humana. El punto principal en este capítulo es lo dicho por el Señor: “Si el grano de trigo no cae en la tierra y muere, queda solo; pero si muere, lleva mucho fruto” (v. 24). Cuando el Señor dijo esto quería decir que tenía que pasar por la muerte y la resurrección a fin de impartirle al hombre Su vida, es decir, a fin de impartirse a Sí mismo en el hombre como vida, y de ese modo satisfacer todas sus necesidades mencionadas anteriormente.
Ahora llegamos al capítulo 13. El capítulo 13, que es una conclusión a la primera mitad del Evangelio de Juan, nos muestra que el Señor, quien viene para ser la vida del hombre a fin de resolver todos sus problemas y satisfacer cada una de sus necesidades, ama a los que son Suyos y reciben Su suministro, y cuida de ellos a lo sumo. De este modo, ellos pueden llegar a ser los materiales con los cuales Dios puede construir Su edificio como Su Cuerpo y Su morada.
Este capítulo empieza diciendo que el Señor, habiendo amado a los Suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el fin (v. 1). Esto significa que Él está preparado para asumir todas las responsabilidades de ellos. Luego el capítulo 13 procede a contar la historia de cuando el Señor lavó los pies de los discípulos. Esta historia revela que Él cuida de aquellos que amó, redimió, regeneró, ganó y está edificando, y asume la responsabilidad por ellos hasta el fin. Si una persona está dispuesta a lavarle a usted los pies, ello indica que no hay nada que ella no esté dispuesta a hacer por usted. Este Dios que viene para ser la vida del hombre cuida de usted y asume toda la responsabilidad por usted. Éste es el contenido del capítulo 13.
Demos ahora un breve repaso. El capítulo 2 nos dice que la vida del hombre se acaba; el capítulo 3 dice que el hombre necesita nacer de nuevo; el capítulo 4 dice que el hombre está sediento; el capítulo 5 dice que el hombre está imposibilitado; el capítulo 6 dice que el hombre está hambriento; el capítulo 7 dice que la religión no puede saciar la sed del hombre; el capítulo 8 dice que el hombre vive en pecado; el capítulo 9 dice que el hombre está ciego; el capítulo 10 dice que el hombre está perdido; el capítulo 11 dice que el hombre está muerto; el capítulo 12 dice que el Señor tiene que impartirle al hombre Su vida; y el capítulo 13 dice que el hombre necesita del cuidado del Señor y que el Señor cuida del hombre a lo sumo. Todo esto nos revela las condiciones en que se halla el hombre a quien Dios desea edificar y sus necesidades.
Puesto que el hombre a quien Dios desea para Su edificación se halla en tal condición, Dios necesita resolver todos sus problemas y satisfacer todas sus necesidades. Damos gracias al Señor porque al venir a ser la vida del hombre, Él satisface todas sus necesidades y resuelve todos sus problemas. Él puede cambiar la vida que se acaba por otra que no se acaba. Una vez que Él entra en el hombre, hace que el hombre sea regenerado. Únicamente Él es el agua viva que hace que el hombre no tenga sed jamás. Él también es el pan de vida que hace que el hombre no tenga más hambre. Si un hombre vive por Él, Él hace que ríos de agua viva fluyan de su interior para regar y satisfacer a otros. Él puede hacer fuerte al débil. Él rescata y libera al hombre del pecado para que no sea más esclavo del pecado. Él da vista a los ciegos y trae al perdido de regreso al rebaño que Él pastorea. Él resucita a los muertos y los libera. Él puede hacer todas estas cosas al impartir Su vida al hombre, y cuida al hombre hasta lo sumo, asumiendo todas las responsabilidades por el hombre.
En síntesis, la primera mitad del Evangelio de Juan nos dice que Dios vino para estar entre los hombres a fin de ser edificado con los hombres. Cuando el Señor se hizo carne, en efecto, Él fijó tabernáculo entre los hombres. El cuerpo del Señor era el tabernáculo. Más tarde, el Señor mismo dijo que Su cuerpo era un templo, y aunque el hombre lo destruiría, Él lo levantaría otra vez por medio de Su muerte y resurrección. De este modo, el templo sería agrandado, y no estaría limitado sólo a Él. En resurrección Él entra en muchas personas para mezclarse con ellas; en esto consiste la edificación del templo. Sin embargo, puesto que las personas a quienes Él está edificando están llenas de toda clase de problemas, Juan nos muestra, empezando a partir del capítulo 3, cómo el Señor resuelve todos los problemas de ellas y satisface todas sus necesidades al entrar en ellas para ser su vida.
Ahora examinemos la segunda mitad del Evangelio de Juan del capítulo 14 al 21. A partir del capítulo 14 el Evangelio de Juan da un giro. El pensamiento central de la primera mitad, del capítulo 1 al 13, es que Dios se hace carne y entra en el hombre. El pensamiento central de la segunda mitad, del capítulo 14 al 21, es Su “ida”. Cuando los discípulos escucharon al Señor decir que tenía que irse, se sintieron turbados. Por ello, al comienzo del capítulo 14 el Señor les dijo: “No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en Mí. En la casa de Mi Padre muchas moradas hay” (vs. 1-2). A partir de aquí el Señor se dirigió al tema de la morada.
Ahora debemos plantear una pregunta muy importante. ¿A qué se refiere la expresión la casa de Mi Padre mencionada aquí? Sabemos que ésta no es la primera vez que se menciona la casa del Padre en el Evangelio de Juan. Incluso en el capítulo 2, cuando el Señor purificó el templo, dijo: “No hagáis de la casa de Mi Padre casa de mercado” (v. 16). Muchos hermanos y hermanas no tienen ninguna dificultad en reconocer que la casa del Padre en este versículo se refiere al templo en aquel tiempo. Sin embargo, es extraño que cuando las personas llegan a la casa del Padre mencionada por el Señor en Juan 14, piensan que esto se refiere al cielo. Por dos mil años, muchos expositores de la Biblia han interpretado la casa del Padre como el cielo. Incluso muchos himnos del cristianismo se refieren a la casa del Padre como el cielo. En la Biblia, tanto en el Antiguo Testamento como en el Nuevo, la casa de Dios y la casa del Padre se mencionan muchísimas veces. Lo extraño es esto: los expositores de la Biblia coinciden unánimemente en que la casa de Dios en el Antiguo Testamento se refiere al templo, mientras que la casa de Dios en el Nuevo Testamento se refiere a la iglesia; no obstante, la casa del Padre mencionada en Juan 14:2 es considerada la única excepción y se interpreta como el cielo. Esto es sin duda muy extraño.
Hermanos y hermanas, me pregunto si ustedes todavía creen que la casa del Padre es el cielo cuando leen Juan 14:2. El Señor dice: “En la casa de Mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, Yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros. Y si me voy y os preparo lugar, vendré otra vez, y os tomaré a Mí mismo” (vs. 2-3). ¿Qué quiere decir el Señor cuando dice voy? ¿Cómo prepara Él un lugar para nosotros? ¿Dónde está este lugar? Él dice que vendrá otra vez y nos recibirá. ¿La frase vendré otra vez se refiere a Su segunda venida en el futuro? Debemos hallar respuesta a todas estas preguntas.
De joven, cuando recién fui salvo, escuché a un predicador hablar sobre Juan 14, que hasta el día de hoy dejó en mí una profunda impresión. Él dijo: “El Señor nos dijo que se iba a preparar un lugar para nosotros, y que cuando ese lugar estuviera preparado, vendría otra vez. Esta venida ocurrirá un día en el futuro. El Señor está ahora en la casa del Padre, y esta casa es la mansión celestial. Él se fue allí a preparar un cuarto para cada uno de nosotros los que somos salvos. A esto se refería el Señor cuando dijo que se iba a preparar un lugar para nosotros. Cuando Él haya preparado este lugar, vendrá otra vez y nos recibirá. El Señor lleva ya más de mil novecientos años, pero aún no ha venido a recibirnos porque el lugar no ha sido completamente preparado. ¡Oh, le ha tardado al Señor todopoderoso más de mil novecientos años, y todavía la mansión no ha sido completamente preparada! ¿Pueden imaginarse cuán lujoso y espléndido será ese lugar? Por consiguiente, debemos darle gracias al Señor y alabarlo. Además, no necesitamos edificar una casa muy buena en la tierra, pues ésta no es nuestra morada eterna. Ahora el Señor está edificando una casa mejor para nosotros en el cielo, y ésta será nuestra morada eterna”. Él habló bastante bien y yo lo escuché con gran entusiasmo.
Ya han pasado treinta años, y el Señor me fue guiando poco a poco para que llegara a entender el asunto de la mezcla de Dios con el hombre. Debido a esto, cuando leí nuevamente el Evangelio de Juan, entendí muy claramente el significado de que el Señor se fuera a preparar la casa del Padre. Me di cuenta de que “preparar un lugar” se refiere a que el Señor edifique la iglesia. Permítanme hacerles esta pregunta, hermanos y hermanas. En Mateo 16 el Señor Jesús dijo: “Edificaré Mi iglesia” (v. 18), y en Juan 14 el Señor Jesús dijo que Él prepararía una casa. Consideren cuántas edificaciones tiene el Señor en este universo. ¿Tiene Él dos edificaciones o una sola? ¿Cómo puede el Señor estar edificando la iglesia en la tierra y al mismo tiempo estar edificando una mansión en el cielo como casa de Dios? ¿O será que la edificación de la iglesia es la misma edificación de la casa de Dios? En otras palabras, ¿son la edificación de la iglesia en Mateo 16 y la preparación de un lugar en Juan 14 dos asuntos o uno solo?
Los que están de acuerdo en interpretar la casa del Padre en Juan 14 como el cielo tienen una explicación aparentemente clara. Dicen que el lugar que el Señor está preparando es la ciudad mencionada en Hebreos 11, la cual Abraham, Isaac y Jacob esperaban con anhelo, y que ésta también es la ciudad santa, la Nueva Jerusalén, mencionada en Hebreos 12 y Apocalipsis 21. Estamos de acuerdo con esto. Pero debemos preguntar: “¿Es la ciudad santa, la casa de Dios, algo diferente de la iglesia? ¿Será que hoy Dios está edificando la iglesia en la tierra y también la ciudad santa en el cielo?”. Queridos hermanos y hermanas, ¿pueden ustedes creer que Dios tenga dos edificaciones hoy? Hace cinco o seis años, yo le pregunté al Señor con toda seriedad si Él tiene dos edificaciones en el universo. La respuesta que recibí fue claramente una respuesta negativa. Dios tiene una sola edificación en todo el universo. Dios jamás edificará una mansión en el cielo como Su casa. Al contrario, Dios está edificando a Sus redimidos como Su casa. Dios no está edificando un lugar; antes bien, Él está edificándose en aquellos que redimió. Dios está edificándose a Sí mismo en el hombre, y edificando al hombre en Sí mismo, para que Él y el hombre puedan mezclarse juntos de modo que lleguen a ser una casa.
Juan claramente nos dice que el hecho de que Dios se hiciera carne equivalía a que Él fijara tabernáculo entre los hombres, y que el cuerpo de carne del cual se vistió era un tabernáculo, que también era un templo. Los judíos quisieron matarlo para destruir este templo, pero Él resucitó en tres días, y de ese modo reedificó este templo y lo agrandó para que llegara a ser el templo eterno. En Juan 2 el Señor claramente dijo que este templo es la casa del Padre. Por favor, tengan en cuenta que cuando el Señor vuelve a mencionar la casa del Padre en Juan 14, ¿puede esta casa estar en el cielo? Es muy obvio que de ningún modo se refiere al cielo. Esta casa del Padre se refiere a una casa espiritual producida por la mezcla de Dios con el hombre. Esto les quedará muy claro a ustedes después que lean Juan del 14 al 17.
El Señor dijo: “En la casa de Mi Padre muchas moradas hay [...] voy, pues, a preparar lugar para vosotros. Y si me voy y os preparo lugar, vendré otra vez, y os tomaré a Mí mismo, para que donde Yo estoy, vosotros también estéis” (14:2-3). ¿Dónde está el Señor? Hemos visto que el Señor claramente dijo que Él estaba en el Padre. Por lo tanto, cuando el Señor dijo: “Para que donde Yo estoy, vosotros también estéis”, quería decir que Él haría que nosotros también estuviéramos en el Padre. Cuando el Señor habló estas palabras, los discípulos, incluso Pedro, Jacobo y Juan, aún no estaban en el Padre. Debido a esto, el Señor dijo que se iría para hacer algo, es decir, que iba a abrir un camino, a preparar un lugar, para introducirlos en el Padre. Por consiguiente, vemos que esta acción de preparar un lugar equivale a edificar al hombre en Dios. El Señor parecía decir: “Yo estoy en Dios, pero vosotros estáis fuera de Dios. Donde Yo estoy hoy vosotros no podéis estar. Es por ello que voy a preparar un lugar, y cuando esté preparado, vendré otra vez y os tomaré para que donde Yo estoy, vosotros también estéis. Yo me voy, y al decirles que me voy me refiero a que estoy próximo a morir. Mi muerte abrirá un camino para vosotros y resolverá los problemas que hay entre vosotros y Dios. Después que muera, vosotros podréis acercaros a Dios. Además, Mi muerte os hará aptos para entrar en Dios”. Por consiguiente, al decir que Él vendría de nuevo después de preparar un lugar, el Señor no se estaba refiriendo en absoluto a Su segunda venida en el futuro.
Hermanos y hermanas, esto es completamente diferente de los conceptos que recibimos en el pasado del cristianismo tradicional. Por consiguiente, tenemos que pedirle al Señor que nos conceda una luz clara al respecto. Espero también que leamos Juan 14, 15, 16 y 17 más detenidamente a fin de ver la revelación central del Evangelio de Juan, a saber: Dios fija tabernáculo con el hombre para edificar el templo y dar cumplimiento al sueño de Jacob en Bet-el a fin de obtener una edificación en el universo que sea la morada mutua de Dios y el hombre.