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Mensajes del libro «Busqueda del cristiano, La»
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La búsqueda del cristiano

PREFACIO

  Este libro es una traducción de mensajes dados en chino por el hermano Witness Lee en el verano de 1950 en Taipéi, Taiwán.

EL CORAZÓN DEL HOMBRE SE INCLINA A DIOS

  El corazón tiene que ser ocupado y llenado con Dios. Si una persona permite que Dios ocupe su corazón, otras cosas no entrarán en él. Permítanme que les dé el siguiente ejemplo: mientras estoy en mi cuarto, si se entra un gato, yo lo echaré; y si entra un perro, también lo echaré. Si llegara a entrar un cerdo, lo echaría aún más rápido. Pero si me voy de mi cuarto, el gato, el perro e incluso el cerdo pueden entrar. Por lo tanto, el corazón del hombre debe ser ocupado por Dios; de lo contrario, muchas cosas entrarán. Si examinamos los corazones de los hombres, descubriremos que el corazón de ningún ser humano está vacío. Es precisamente por esta razón que el hombre se siente confundido, siente que se le nubla la visión y que no es capaz de discernir hacia qué se inclina su corazón.

  En realidad, el corazón del hombre es como el papel pegajoso que se usa para atrapar moscas en el verano. Todo lo que entra en contacto con el papel matamoscas queda adherido allí. No importa si es un cabello, una pluma o un pañuelo, en cuanto tiene contacto con el papel matamoscas queda adherido. Ocurre lo mismo con el corazón del hombre. Cuando toca la literatura, la literatura se le pega. Cuando el corazón del hombre “toca” el dinero, el dinero se adhiere a él. El hombre se siente confundido debido a que son muchas las cosas que se adhieren a su corazón. Por ejemplo, el corazón de una esposa puede estar ocupado por su esposo, sus hijos, la casa, el dinero, la ropa, la nevera y el carro. Además de todo esto, ella desea al Señor. Por consiguiente, ¿cómo puede ella evitar que los ojos de su corazón se nublen? Es muy difícil que el corazón del hombre esté vacío. Cuando una persona es joven, su corazón es desenfrenado; pero después que envejece, su corazón se nubla.

  Una vez mientras Charles Spurgeon predicaba, dijo: “¡Miren a este hombre que está aquí! Sus pies han crecido en su corazón!”. Todos se pusieron de pie pero no vieron nada extraño. Entonces, explicó: “Los pies de este hombre son para andar sobre la tierra y el corazón no debe tocar la tierra, pero hoy todas las cosas de la tierra han entrado en el corazón del hombre. Es por eso que digo que los pies del hombre han crecido en su corazón”. ¿Es esto una broma? Muchas veces le pregunto a un niño: “¿Deseas tener al Señor Jesús?”, y su respuesta es: “Sí, quiero tener al Señor Jesús”. Luego le pregunto: “¿Quieres ropa?”, y dice: “Sí, quiero ropa”. Después le pregunto: “¿Quieres unos dólares?, y contesta: “Sí, quiero unos dólares”. ¿No es esto un buen ejemplo de “pies que crecen en el corazón”? Todos nuestros corazones son impuros. Esta impureza no necesariamente significa que tengamos pecados y suciedad. Tal vez no tengamos ningún pecado ni nada sucio, pero es posible que sí tengamos muchos intereses y pasatiempos. En Génesis, después de que el hombre perdió a Dios a causa de la caída, empezó a buscar muchas otras cosas para reemplazarlo. Como resultado, los miles de años de historia humana nos muestran que después de abandonar a Dios, el hombre cayó en el mundo materialista y hasta ahora no ha podido rescatarse a sí mismo.

EL HOMBRE CAE EN LA TRAMPA DE LAS COSAS MATERIALES Y DE LOS PECADOS

  La caída del hombre tuvo dos resultados: uno es que el hombre cayó en la trampa de las cosas materiales, y la otra es que el hombre cayó en la trampa de los pecados. Las cosas materiales son para el deleite del hombre. Si el hombre tiene a Dios, no necesita de las cosas materiales para su deleite. Pero puesto que el hombre perdió a Dios y no tiene a Dios, necesita tener el disfrute de las cosas materiales. Las cosas materiales por ser un sustituto de Dios, son una imitación falsa. Aquellos que recalcan la importancia del disfrute de lo material buscan satisfacción y consuelo en el mundo material porque no tienen a Dios. Una persona que tiene a Dios pone a un lado las cosas materiales. Cuando la carne del hombre tiene ansias por las cosas materiales, esto lo conduce a muchas concupiscencias. Una vez alguien me preguntó si estaba bien ir a un teatro. Yo le dije que no. Entonces me dijo que ir al teatro no era pecaminoso. Es cierto que el teatro en sí no es pecaminoso, pero sí puede despertar su concupiscencia y llevarlo a pecar. A muchas personas les gusta ir al cine, y algunas películas no son necesariamente pecaminosas. Sin embargo, después de ir al cine varias veces, su concupiscencia se despertará. De la misma manera, ponerse ropa bonita y usar cosméticos no son necesariamente cosas pecaminosas. Sin embargo, este disfrute puede despertar la concupiscencia y conducirlo al pecado. El disfrute de las cosas materiales siempre conduce al pecado. Éste es un principio inalterable.

  Las personas más disolutas son las que disfrutan más de las cosas materiales. Ellas hacen hincapié en el disfrute de la comida, el vestido, la vivienda y de un medio de transporte, y al final son conquistadas por sus concupiscencias. Por lo tanto, el resultado de caer en la trampa de las cosas materiales es que el hombre cae en la trampa de los pecados. Las cosas materiales hacen que la concupiscencia del hombre se desarrolle. Todas las diferentes clases de cosas materiales han sido organizadas y sistematizadas hasta formar un mundo material. El hombre existe en el mundo únicamente para su vivir, el cual se mantiene por medio del alimento, el vestido, el abrigo y el transporte. Cuando una persona tiene algún problema relacionado con su vivir, su disfrute es afectado. Si no tiene lo suficiente para comer, si no tiene un abrigo para calentarse, si no tiene un lugar donde vivir y si no tiene un medio de transporte, eso significa que sus necesidades básicas aún no han sido resueltas. Y estos asuntos están relacionados con el disfrute de las cosas materiales.

  El disfrute de las cosas materiales se ha desarrollado hasta convertirse en un sistema al cual la Biblia llama cosmos, que significa “mundo”. Todas las diferentes cosas materiales se han convertido en un sistema que atrapa al hombre. En esto consiste el mundo. El mundo despierta la concupiscencia del hombre. Cuando la concupiscencia del hombre se despierta, es fácil que el hombre caiga en pecado. Cuando la concupiscencia del hombre se manifiesta, no hay forma de que él escape del pecado. Por consiguiente, maquillarse o ir a un drama no es pecado, pero después de participar de estas cosas unas cuantas veces, el pecado entra. La caída del hombre en la trampa del pecado consiste de dos aspectos: uno es el disfrute y el otro es el pecado. Algunos manifiestan su concupiscencia de una manera cruda, sin ningún tipo de “cosmético” o “adorno”, mientras que otros manifiestan su concupiscencia de forma “refinada” y “noble”. Pero, en cualquier caso, todos ellos participan de un disfrute que conduce a la concupiscencia y resulta en pecado. En conclusión, dondequiera que la gente disfrute de las cosas materiales, allí estará la concupiscencia y también el pecado.

LA META CRISTIANA ES DIOS MISMO

  El problema hoy es que el disfrute de lo material ciertamente conduce a la concupiscencia del mundo. Además, el hombre al caer entró en el mundo de las cosas materiales. Sin embargo, una escasez de alimento y de vestido son verdaderos problemas personales. Cuando estas circunstancias se presentan, ¿cómo deben vivir los cristianos en la tierra? Algunos describen el corazón del pueblo chino como un corazón centrado en el dinero. Dicen que los chinos y los judíos son los únicos dos pueblos en la tierra que verdaderamente aman el dinero y que en particular los chinos adoran a dioses para hacerse ricos. Me temo, que ahora algunos han creído en Jesús con la intención de conseguir riquezas, pues los testimonios que ellos dan no edifican en absoluto. Por ejemplo, alguien dijo: “Ayer por la mañana compré un cargamento de telas, pero en la tarde el precio subió. Gracias al Señor he podido ganar mucho dinero”. Consideren este otro ejemplo: una anciana ora por su hijo que ha salido de la ciudad en un viaje de negocios, y dice: “Oh Dios, protege a mi hijo, guárdalo de accidentes y bendice su negocio. Tú sabes que nuestra familia de diez miembros depende económicamente de él”. En realidad, esta clase de testimonio y oración no están de acuerdo con el deseo de Dios. Si Dios tiene misericordia de ustedes, no los hará ricos, porque la riqueza es Satanás mismo disfrazado. Para hablarles con franqueza, les digo que ése es el mundo y ése es el pecado; en realidad ésa no es una bendición. Debido a que nuestro corazón no es puro siempre esperamos que Dios nos bendiga y nos dé paz. Aquellos que adoran a Buda ofrecen cánticos y ruegos, con la esperanza de que los dioses que otorgan bendiciones y paz respondan a sus ruegos. Sin embargo, los cristianos no deben orar así, por cuanto esta clase de oración no agrada a Dios. La Biblia dice: “Porque ¿qué aprovechará al hombre, si gana todo el mundo, y pierde la vida de su alma? ¿O qué dará el hombre a cambio de la vida de su alma?” (Mt. 16:26). Si una persona desea seguir al Señor, debe vender todos sus bienes y darlos a los pobres, y entonces tendrá un tesoro en los cielos (19:21).

  Los cristianos hoy en día se encuentran en una situación tan lamentable que valoran lo que los santos del primer siglo desechaban. En el capítulo 1 de Eclesiastés, Salomón declaró que todas las cosas bajo el sol son vanidad de vanidades (v. 2). Si Dios nos diera cosas materiales, Él nos estaría dando vanidad. En el Nuevo Testamento, Pablo, quien era un hombre que conocía a Dios, dijo que las cosas materiales eran desechos, estiércol y cosas apestosas sin valor (Fil. 3:7-8). Sin embargo, muchos cristianos hoy consideran estas cosas apestosas como si fueran un tesoro. Esto se debe a que el hombre, después de que cayó en la trampa del disfrute de las cosas materiales, no es capaz de discernir la verdadera naturaleza de estas cosas. Es por eso que algunos incluso preguntan desconcertados: “¿Está usted hablando en serio al decirnos que no debemos preocuparnos por el alimento ni por nuestra subsistencia? ¿Por qué tenemos que venir a una religión que ni siquiera puede proveernos lo necesario para nuestro vivir?”. Muchas personas han hecho esta clase de preguntas. Esto sólo nos muestra la situación tan lamentable en que se encuentran los hombres que han caído en la trampa de las cosas materiales. Sin embargo, la salvación que Dios efectúa nos libera de la condición caída del mundo material, así como nos ha librado de nuestras concupiscencias. Por consiguiente, los cristianos no deben tomar nada más que a Dios mismo como su meta.

EL MODELO CRISTIANO

  En los primeros dos o tres siglos aparecieron estos cristianos modelos. A ellos no les importaba nada que no fuera Cristo; como resultado, abandonaron toda su riqueza y fama, y estuvieron dispuestos a pasar hambre y a sufrir el martirio. Incluso en los siglos XIII y XIV todavía se podía encontrar este tipo de cristianos. Un ejemplo de esto es Francisco de Asís. Él provenía de una familia adinerada y había recibido una gran herencia de su padre. Pero un día mientras meditaba recibió una revelación. Él pudo ver que una persona pierde a Dios si gana riquezas, y que si gana a Dios no habrá en él ningún espacio para las riquezas. Francisco de Asís había encontrado la meta de la vida humana, la cual es simplemente Dios mismo. Él comprendió que si quería cualquier cosa que no fuera Dios, perdería a Dios. Ese día el Señor le dijo: “Vende todos tus bienes”, y él respondió resueltamente: “Señor, venderé todos mis bienes para seguirte a Ti”.

  En otra ocasión, mientras Francisco de Asís meditaba en la presencia de Dios, alguien le dijo en broma que él estaba pensando en casarse. Al oír esto respondió: “¡Tienes toda la razón! Estaba pensando en comprometerme con una joven llamada Pobreza. De hecho, acabo de comprometerme con Pobreza”. Después de decir esto, se puso en pie y ese mismo día entregó todos sus bienes a los pobres. Muchos cristianos se sintieron muy conmovidos por él y respondieron de la misma manera. Éste es el modelo cristiano y la meta cristiana. Si los hijos de Dios desean ganar a Dios, tienen que abandonar sus riquezas materiales y estar dispuestos a ser pobres. El aire no puede entrar en una taza que está llena de agua; el agua tiene que ser derramada para que el aire pueda entrar. Quiera Dios tener misericordia de nosotros para que podamos ver esta realidad.

  Puesto que somos hijos de Dios, nuestra meta no es el disfrute ni la paz, sino Dios mismo. Quizás algunos digan que no pueden creer en esta clase de cristianismo; sin embargo, muchos han creído en Cristo. En los pasados dos mil años decenas de miles de cristianos se han hecho pobres voluntariamente para seguir al Señor. Hoy en día, si deseamos seguir el camino del recobro, necesitamos también esta clase de visión y carga, y así poder testificar, diciendo: “¡Todas las cosas son basura! Lo que busca mi corazón no es paz ni bendiciones, sino a Dios mismo”. John Bunyan fue alguien muy conocido en la historia de la literatura inglesa; él es el autor de El progreso del peregrino. Se cree que en una ocasión él exclamó a gran voz: “¡Oh cielos, vengan! ¡Oh tierra ven! Yo alabaré al Señor, a quien sirvo, si me lleva al cielo; y si me manda al infierno, todavía lo alabaré”. A él no le importaba el cielo ni el infierno; lo único que le interesaba era Dios. Él no deseaba ni el disfrute de la era presente ni las bendiciones de la era venidera, sino Dios mismo. Éste es el modelo apropiado de los cristianos, y ésta también es la búsqueda apropiada de los cristianos.

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