
Como personas que han sido salvas, debemos tener al menos un conocimiento básico con respecto a ciertos asuntos, tales como el hecho de que Dios existe, de que Jesús es nuestro Salvador, el hecho de que somos pecadores, de que nuestros pecados han sido perdonados y el hecho de que tenemos la vida del Señor en nosotros. Además de esto, debemos también saber cómo la Biblia llegó a existir, cómo fue transmitida de una generación a otra, cómo fue traducida y cuáles son sus diferentes funciones. También debemos saber quién es Cristo. ¿Él es Dios o es sólo un hombre? ¿Qué era Él en el pasado, y qué será en el futuro? Aparte de esto, debemos saber cómo se ha desarrollado el cristianismo sobre la tierra. ¿Cuál es la “antigua religión”? ¿Cuál es la “nueva religión”? ¿Qué cosa es la Iglesia Católica o la Iglesia Católica Romana? ¿Qué cosa es la Iglesia Griega Ortodoxa o la Iglesia Oriental Ortodoxa? Debemos tener un conocimiento básico de todos estos asuntos.
Todos los cristianos reconocen que la Biblia es la palabra de Dios, el hablar de Dios. Pero no es sólo eso, la Biblia es Dios mismo que le habla al hombre en un lenguaje humano. La Biblia procede de Dios y contiene el hablar de Dios; sin embargo, en ella Dios habla con palabras que son comprensibles para el hombre. Debido a que el hombre entiende únicamente el lenguaje humano, y debido a que Dios desea hablarle al hombre, Dios se ve obligado a usar un lenguaje que el hombre pueda entender. Podemos comparar esto a la manera en que usamos el lenguaje apropiado para expresar nuestras ideas a un extranjero; a pesar de que hablamos en un lenguaje extranjero, el contenido sigue siendo nuestros pensamientos.
Hay varios asuntos que son extremadamente cruciales en el universo. El primero de ellos es la creación de los cielos y la tierra por parte de Dios, lo cual comprueba que Dios existe. El hecho de que Dios creara todas las cosas comprueba Su existencia. Todos reconocen que la creación del universo, la existencia del universo, es un gran milagro. Aunque el universo es tan misterioso y grande, llegó a existir por medio de la creación, y se sostiene y se mantiene unida por medio de Cristo. Este asunto tan importante comprueba la existencia de Dios.
El segundo asunto que es extremadamente crucial en el universo es el hablar de Dios. Por supuesto, Dios creó el universo; sin embargo, si Dios simplemente usara el universo para probar Su existencia, sería difícil para el hombre comprenderlo y creer. Por consiguiente, Dios vino a hablarle al hombre. La creación de Dios confirma la existencia de Dios, mientras que el hablar de Dios nos provee una explicación de Dios, Dios mismo se da a conocer por medio de Su hablar. Por ejemplo, yo tengo algo en mi bolsillo, pero si no les dijera qué cosa es, ustedes tendrían que hacer toda clase de conjeturas tratando de adivinar lo que tengo. Algunos quizás acertarían en parte, mientras que otros estarían completamente errados, pero nadie podría estar absolutamente correcto. Sin embargo, una vez que les explico lo que tengo, nadie tendrá que adivinar, pues todos sabrán lo que tengo.
De la misma manera, la Biblia es una explicación. El universo es la creación de Dios, mientras que la Biblia es la palabra de Dios, la explicación de Dios. La creación es la obra de Dios, y la palabra de Dios es Su explicación. Su palabra claramente nos dice de dónde provino el universo, cómo se viene desarrollando, y cuál es su destino. Incluso nos dice detalladamente de dónde vino el hombre y hacia dónde se dirige. Esto es la Biblia. Todo aquel que realmente conoce la Biblia confesará que ella contiene las palabras que Dios habló para revelarse a Sí mismo, para revelar el universo y toda la creación, e incluso nos revela cuál es la relación que la humanidad tiene con Dios.
Dios es un Dios que habla; Él se revela a Sí mismo al hombre por medio de Su hablar. Quienes no conocen a Dios dirán que todas las cosas son realmente un misterio; pero los que conocen a Dios pueden entender Su revelación porque tienen al Espíritu por dentro y la Biblia por fuera. El universo no es un misterio para ellos, y todo lo relacionado con el universo es para ellos tan claro como el agua. Si Dios nunca hubiese hablado a la humanidad, entonces no podríamos saber cómo proceder mientras vivimos aquí en la tierra. Hebreos 1:1-2a dice: “Dios, habiendo hablado parcial y diversamente en tiempos pasados a los padres en los profetas, al final de estos días nos ha hablado en el Hijo”. Dios habló a los padres en tiempos pasados, pero ahora Él nos habla. Además, Dios no simplemente habla, sino que habla continuamente. Esto ciertamente es algo muy precioso y maravilloso.
Algunos podrían preguntar: ¿cómo puede la Biblia ser la palabra de Dios? ¿No fue la Biblia escrita por hombres? Esto no es difícil de explicar. Por ejemplo, cuando alguien lo llama a usted por teléfono y usted escucha la voz por el auricular, ¿diría usted que esa voz es la voz del auricular? Todos sabemos que la voz que se escucha por el auricular es la voz de la persona que está hablando por la línea telefónica. Aparentemente, la Biblia es la palabra de los hombres; pero en realidad, es Dios mismo que habla en los hombres y por medio de ellos. En 2 Timoteo 3:16 dice: “Toda la Escritura es inspirada por Dios” (Reina-Valera, 1995). En griego, la frase inspirada por Dios significa “dada por el aliento de Dios”. La Escritura es la palabra que Dios infundió en los hombres por medio de Su aliento y luego fue escrita por los hombres. Ella contiene los pensamientos de Dios, los cuales fueron “escritos” en los hombres y luego comunicados por medio de ellos. Podemos usar como ejemplo una grabadora. La voz que es exhalada por un cantante, se guarda en un disco y luego se puede escuchar nuevamente a través de un tocadiscos. Todos sabemos que la voz y las palabras que son guardadas en el disco son exactamente iguales a la voz y a las palabras del cantante. Lo mismo sucedió en el principio cuando Dios exhaló Sus pensamientos para que éstos fuesen recibidos por los hombres y luego comunicados por medio de ellos.
Todo escritor de las Escrituras confesaría con reverencia que lo que escribió no fueron sus propias palabras, sino las palabras de Dios. En el Antiguo Testamento se menciona frecuentemente que los hombres fueron inspirados por Dios. Balaam, quien fue un profeta perverso, originalmente se había propuesto maldecir a los israelitas, pero luego comprendió que esto no dependía de él, pues cada vez que abría su boca, salían palabras de bendición en vez de palabras de maldición. Éstas no eran las palabras que él se había propuesto hablar; al contrario, ellas fueron más allá de lo que él esperaba (Nm. 23—24). De este modo, nosotros podemos entender lo que significa ser inspirado por Dios. Dios habló por medio de los hombres al inspirarlos. Esto significa que el Espíritu de Dios vino sobre los hombres y escribió la palabra de Dios por medio de ellos. La Biblia fue escrita de esta manera.
Los escritores de la Biblia fueron aproximadamente cuarenta. Entre ellos, algunos eran hombres de noble estirpe, como el rey David, mientras que otros eran de una condición humilde, como Pedro; algunos eran pastores, como Amós, y otros eran muy cultos, como Moisés; algunos eran muy sabios, como Pablo; y otros personas muy sencillas, como Juan. Algunos vivían en palacios y otros en el desierto; algunos estuvieron en Judea y otros en Arabia. Todos tenían diferentes estilos, estuvieron en diferentes lugares, y escribieron en diferentes épocas, pero cuando juntamos todos sus escritos, ellos conforman la Biblia completa con una línea de pensamiento muy coherente. Esto nos muestra que la Biblia ciertamente fue producto de la inspiración de Dios. Dios primero escribió una porción por medio de Moisés, después de cierto tiempo, escribió otra porción por medio de Isaías; más tarde escribió por medio de Jeremías, y después lo hizo por medio de Daniel; finalmente, escribió por medio de Juan. Hubo por lo menos cuarenta escritores, pero todos ellos escribieron bajo la inspiración divina durante un periodo de más de 1500 años. El primer libro fue escrito por Moisés aproximadamente en el año 1500 a. C.; y el último libro fue escrito por el apóstol Juan entre el año 94 y 96 d. C., unos 1500 o 1600 años después de que fue escrito el primer libro. Toda la Biblia se compone de sesenta y seis libros. Estos libros fueron escritos en diversos lugares, tales como Palestina, Roma y Éfeso. Sin embargo, aunque fueron escritos en tantos lugares, durante un periodo de tiempo tan largo, y por medio de tantas manos, después de que fueron compilados, formaron la Biblia completa, en la cual todos los pensamientos coinciden. Esto es una prueba muy completa de que verdaderamente el origen la Biblia es Dios.
Es verdaderamente asombroso que la Biblia pudiera ser transmitida hasta nosotros. El primer libro del Antiguo Testamento, Génesis, fue escrito aproximadamente en el año 1500 a. C., y el último, Malaquías, fue escrito alrededor del año 400 a. C. En otras palabras, el Antiguo Testamento ya había terminado de escribirse en el año 400 a. C. Después de que el Señor Jesús vino, Él en Su predicación a menudo citaba las palabras del Antiguo Testamento. Esto comprueba que en Su época el Antiguo Testamento ya se había terminado de escribir.
Cuando el Señor Jesús estuvo en la tierra, puesto que la imprenta aún no había sido inventada, la Biblia tenía que ser copiada a mano en pieles de cordero. Los escribas judíos hacían las copias de las Escrituras con mucha reverencia. La historia nos cuenta que ellos escribían en pergaminos hechos de la mejor piel de cordero y tenían sumo cuidado al copiar los textos. Ellos contaban no sólo las palabras, sino cada una de las letras de cada línea. Si descubrían que una letra había quedado mal escrita, desechaban toda la copia. Se dice que los escritores también tenían que pronunciar cada palabra en voz alta antes de escribirla. Otro requisito era que tenían que limpiar la pluma antes de escribir el nombre de Dios en cualquiera de sus formas, y lavar todo su cuerpo antes de escribir la palabra Jehová. Esto nos muestra cuánta reverencia tenían ellos por las Santas Escrituras. Después de que el Señor Jesús partió de este mundo, los apóstoles fueron inspirados a escribir el Nuevo Testamento. Para el año 100 d. C. ya estaba completo todo el Nuevo Testamento. En el segundo siglo, las personas temerosas de Dios a menudo citaban las palabras del Nuevo Testamento en sus escritos. Esto demuestra que tan sólo cien años después de que el Señor partió, ya existía el Nuevo Testamento.
El Antiguo Testamento fue escrito en hebreo, el antiguo idioma de los judíos. Sin embargo, los siguientes cuatro pasajes, fueron escritos en arameo: Jeremías 10:11; Daniel 2:4—7:28; Esdras 4:8—6:18; y Esdras 7:12-26. Estos pasajes contienen relatos de eventos relacionados con los babilonios, quienes hablaban en el idioma arameo; es por eso que fueron escritos en arameo y no en hebreo. Los caldeos también adoptaron el idioma arameo. En la época del Señor Jesús, muchos judíos aún hablaban el idioma arameo. Para ese entonces el Imperio Romano ya había conquistado la tierra de Israel. Cuando el Imperio Romano conquistó todas las áreas alrededor del mar Mediterráneo y propagó la cultura griega a todos esos lugares, el idioma griego vino a ser la lengua común del Imperio Romano de ese tiempo. Por esta razón, los apóstoles emplearon el idioma griego al escribir el Nuevo Testamento.
Sin embargo, la Biblia que comúnmente usamos hoy no fue traducida de los manuscritos originales porque todos ellos se perdieron. Según los eruditos de los antiguos manuscritos, el manuscrito más antiguo que se ha descubierto data de los siglos III y IV d. C. En otras palabras, los manuscritos más antiguos sólo tienen entre 1500 y 1600 años de antigüedad. Aunque los manuscritos originales ya no existen, hay tres manuscritos antiguos que todavía existen. Se cree que estos tres son parte de las cincuenta copias de la Biblia que fueron hechas por edicto del emperador Constantino en el año 330 d. C.
De estos tres manuscritos, el más antiguo y más completo se le conoce con el nombre de Vaticanus y está guardado en la biblioteca del Vaticano. Fue hecho alrededor del año 350 d. C. y descubierto hace más de 500 años. La segunda copia, que fue maravillosamente escrita, es el manuscrito Sinaiticus. Fue descubierto en 1844 por el doctor Tischendorf, un reconocido erudito alemán, en un monasterio ubicado al pie del monte de Sinaí. Más tarde, fue puesto en la Biblioteca Real de Rusia hasta 1933, cuando fue vendida al museo de Londres por 100,000 libras esterlinas. La tercera copia es el manuscrito Alexandrinus. Esta copia fue presentada al rey Carlos I en 1628 por Cirilo Lucar, un patriarca griego de Alejandría, y también se halla guardada en el museo británico, en Londres. Por consiguiente, dos de estos tres manuscritos antiguos están en Londres y uno está en el Vaticano.
Alrededor del año 400 a. C. todos los libros del Antiguo Testamento ya se habían escrito. Para el año 300 a. C. los judíos que vivían en Egipto, en la ciudad de Alejandría, habían empezado a traducir la Biblia del hebreo al griego. Los cinco libros de Moisés se terminaron de traducir alrededor del año 270 a. C., y los demás libros del Antiguo Testamento se tradujeron en los siguientes ciento cincuenta años. Esto llegó a ser la traducción más antigua de la Biblia hebrea. Según la Carta de Aristeas, esta traducción fue hecha por setenta y dos eruditos, los cuales eran expertos en hebreo y en griego; por esta razón, se le llamó Septuaginta, la cual es la traducción más antigua de la Biblia. Más tarde, cuando el Imperio Romano unificó las áreas de los alrededores del mar Mediterráneo, algunos empezaron a traducir la Biblia al latín, pero sus traducciones se hicieron de una manera burda en lengua vernácula y contenían muchas cosas absurdas. En el año 384 d. C. Jerónimo, uno de los padres de la iglesia, condujo una revisión del Nuevo Testamento en latín; y su obra de traducir nuevamente el Nuevo Testamento terminó en el año 388 d. C. La traducción del Antiguo Testamento del hebreo original al latín se terminó en el año 404 d. C. Esta versión posteriormente fue llamada La Vulgata, que es una palabra latina que significa “hecha común”. Por consiguiente, también se conoce como la versión del latín “común” y hasta el día de hoy la Iglesia Católica Romana todavía la usa.
En la época de la Reforma, la obra principal de Lutero consistió en traducir la Biblia al alemán. Esto marcó el comienzo de la traducción de la Biblia a todos los diferentes idiomas. En cuanto a la Biblia en inglés, John Wycliffe fue el primero en traducir La Vulgata al inglés. Después William Tyndale y otros también se hicieron cargo de la obra de traducción. Sin embargo, debido a las grandes diferencias que había en las diferentes versiones, en 1604, el rey James I de Inglaterra organizó un comité para la traducción de la Biblia, y reunió a cincuenta eruditos para que se hicieran cargo de la obra de traducción. Posteriormente, en 1611, se publicó la versión oficial del inglés, conocida como la versión King James. Esta versión fue aceptada gradualmente por los cristianos como la versión estándar de la Biblia inglesa por su fluidez en el idioma inglés y su fidelidad al idioma original. Más tarde, en 1870, debido al progreso que se tuvo en el estudio de los idiomas originales y los manuscritos antiguos, un grupo de aproximadamente cien eruditos británicos y estadounidenses formaron un comité para revisar la versión King James. La revisión del Nuevo Testamento concluyó en 1881 mientras que la revisión del Antiguo Testamento se terminó en 1885. A esta traducción se le conoce con el nombre de Revised Version [Versión revisada]. Después de que se terminó esta obra, el comité transmitió todos los textos de Inglaterra a los Estados Unidos por telégrafo. Más tarde, luego que se hicieran más revisiones al vocabulario, se publicó otra edición en 1901 en los Estados Unidos, la cual se conoce como American Standard Version [Versión americana estándar]. Debido a que esta traducción era muy fiel al texto original, aproximadamente un noventa y cinco por ciento de lo que contenían las versiones que posteriormente se publicaron en chino se conformaron a esta versión.
La traducción al chino también tuvo un largo proceso. La primera obra de traducción que ha sido documentada del Nuevo Testamento y el libro de Salmos se efectuó entre los siglos XIII al XVI. Esta obra fue realizada por un grupo de sacerdotes católicos en china, incluyendo a John de Monte Corvino y Mateo Ricci. Luego, en 1807, Robert Morrison fue a China a predicar el evangelio. Durante su estadía, él tradujo la Biblia al idioma chino con la ayuda de un asistente chino llamado Liang Ya-fa. Esta versión se publicó en 1823. Posteriormente, se publicaron otras versiones de la Biblia en chino, pero casi todas ellas eran hechas en chino clásico. En 1885 John Griffith, un evangelista que predicó el evangelio en la región nororiental de China, tradujo el Nuevo Testamento usando el estilo chino semi-vernáculo.
Luego, en 1889, se publicó una versión del Nuevo Testamento, completamente en chino vernáculo. Un año más tarde, se efectuó en Shanghái una convención de las sociedades misioneras de las diferentes denominaciones protestantes de China. Durante ese tiempo, hubo discusiones bastante acaloradas en cuanto a la traducción de la Biblia al chino. Como resultado, se formó un comité de siete eruditos para que se encargara de la tarea. Después de laborar por veintiocho años, en 1919, se terminó toda la traducción de la Versión Unión al idioma chino oficial. El estilo literario era hermoso, superando muchísimo a las demás versiones. Por consiguiente, hasta hoy sigue siendo la versión más usada. En 1939, después de algunas revisiones, llegó a conocerse en inglés como la Versión Unión en mandarín, o simplemente La versión Unión.
A través de las generaciones los cristianos han tenido muchas maneras de leer la Biblia. Algunas requieren mucho tiempo y esfuerzo pero producen muy poco resultado, mientras que otras requieren igualmente mucho tiempo y esfuerzo pero no producen ningún resultado. Sin embargo, una manera de leer la Biblia que vale la pena probar, es leerla una vez al año. Todos los días lea un capítulo del Nuevo Testamento y tres del Antiguo Testamento; en otras palabras, lea cuatro capítulos cada día. De esta manera, podrá leer toda la Biblia en un año. Lo mejor es leer el Nuevo Testamento por la mañana y el Antiguo Testamento durante el día. Leer la Biblia de esta manera es aún más necesario para los nuevos creyentes. Después de levantarse por la mañana, antes de hacer cualquier cosa, debe orar y leer la Biblia. Esto no requiere mucho tiempo. Normalmente la gente piensa que no tiene suficientes horas en el día, pero si apartamos un tiempo para leer la Palabra y para orar, recibiremos el beneficio de redimir nuestro tiempo. Más importante que eso, nos nutrirá y abastecerá cada día; no sólo aumentará nuestro conocimiento, sino que también creceremos en la vida divina.
Además, cuando usted lea la Biblia, en primer lugar, debe seguir su secuencia. Lea el Antiguo Testamento comenzando desde Génesis, y el Nuevo Testamento comenzando desde Mateo, leyendo ambas partes de forma paralela, y llevando la secuencia capítulo por capítulo y versículo por versículo. De esta manera, fácilmente podrá terminar de leer la Biblia una vez cada año. En segundo lugar, no es necesario buscar recibir un entendimiento profundo. De hecho, buscar un entendimiento profundo más bien podrá convertirse en un estorbo. Cuando usted apenas está comenzando a leer la Biblia, cuanto más lea, mejor. No lea solamente más capítulos; más bien, lea más libros. Tercero, es necesario que preste atención a los hechos o al resumen de cada capítulo. Por ejemplo, Mateo 1 nos habla de dos cosas: en primer lugar, de la genealogía de Cristo, y en segundo lugar, del nacimiento de Cristo. Basta con que recordemos estos hechos.
Cuarto, reciba inspiración de cada capítulo que usted lee. Es posible que en ese capítulo haya una frase o unos cuantos versículos que lo hayan conmovido más. Usted debe meditar en ellos, hacer oraciones con base en ellos y memorizarlos. Por ejemplo, Mateo 1:21 dice: “Y dará a luz un hijo, y llamarás Su nombre Jesús, porque Él salvará a Su pueblo de sus pecados”. Si usted se siente conmovido por estas palabras “porque Él salvará a Su pueblo de sus pecados”, debe orar, diciendo: “Señor Jesús, te pido que me laves de todos los pecados que aún estén en mí. Señor, soy pecaminoso. Sálvame de mis pecados”. Al hacer esto, los beneficios que recibirá diariamente serán inconmensurables. Si no entiende cierto pasaje de la Palabra, no se ponga ansioso ni trate de entenderlo inmediatamente. Con el tiempo, cuando usted vuelva a leer ese pasaje, espontáneamente entenderá más y finalmente lo entenderá cabalmente.
Si leemos la Biblia de esta manera, cuanto más la leamos, más ayuda recibiremos y más creceremos en nuestra vida espiritual. Éste es un ciclo continuo de causa y efecto. Además, lo mejor es leer rápidamente todo el Antiguo Testamento; simplemente trate de retener en su memoria los hechos y con esto bastará. Los días feriados y las vacaciones son los mejores tiempos para leer la Biblia. En esas ocasiones, debemos dedicar más tiempo para leer y memorizar las Escrituras. Esto dará estabilidad a nuestra vida cristiana y nos ayudará a no resbalar. Cuando leemos la Biblia, nos acercamos a Dios; es por eso que cada vez que leemos la Biblia nos sentimos refrescados. A muchos de nosotros nos encanta leer revistas y periódicos; sin embargo, esta clase de lectura sólo logra que aumenten nuestras preocupaciones; no puede refrescarnos. En cambio, cuando leemos la Biblia siempre somos refrescados. Esto es sencillamente como un vaso que es lavado con agua; aunque el vaso está vacío, al menos está limpio.
Quizás alguien pregunte: “¿Cómo puedo leer la Biblia? Tengo muy mala memoria y no puedo acordarme de nada de lo que leo”. Recordar lo que hemos leído es otro asunto. El propósito principal de leer la Biblia es que seamos nutridos e iluminados para que así obtengamos fuerza para vivir, para tener luz en nuestro camino y tener crecimiento en nuestra vida espiritual. Espero que inmediatamente empecemos a practicar esto.