
La historia del cristianismo, es una crónica del curso que el cristianismo tomó sobre la tierra, donde nos describe su desarrollo que tuvo en los pasados dos mil años y la condición en la que se encuentra hoy delante de todo el mundo. Necesitamos tener el conocimiento de esta historia a fin de entender la condición del cristianismo. Asimismo necesitamos recibir la revelación que nos transmite la Palabra de Dios, a fin de ver qué es la iglesia que Dios desea.
¿Qué es la iglesia? ¿Qué es lo que contiene la iglesia? Es posible que muchos cristianos encuentren difícil contestar estas preguntas. Algunos dicen que la iglesia es el agrandamiento del principio de Cristo. ¿Cuál es entonces el principio de Cristo? El principio de Cristo es que Dios se añade al hombre. Por consiguiente, la iglesia es la suma total de Dios que está en todos aquellos que tienen a Dios.
La iglesia tiene una característica única: la simplicidad. Esta característica no se halla en ninguna sociedad ni organización mundana. Al principio la iglesia fue producida de una manera sencilla sin la intervención de manos humanas. Hoy en día, con respecto al tiempo, la iglesia ha estado en la tierra por dos mil años; y, con respecto al espacio, la iglesia se ha propagado por toda la tierra. Sin embargo, en este proceso la iglesia se fue deformando al pasar por manos humanas.
La iglesia, que en los pasados dos mil años se propagó de oriente a occidente y ahora está entre nosotros, ya no se encuentra en su forma original. Simplemente considere lo siguiente: si un objeto pasara de mis manos a las suyas y después pasara a doscientas manos más, ¿qué le sucedería? ¿No se alteraría su forma? Debemos creer en Cristo y en la Biblia, pero no debemos creer en el cristianismo en su forma actual. Cristo es inmutable. A través de los siglos muchas personas han tratado de cambiar a Cristo; sin embargo, Cristo permanece igual. Antes de la primera Guerra Mundial sopló en Europa un viento fuerte que intentaba cambiar a Cristo. Este viento rápidamente pasó a los Estados Unidos, y después de la primera Guerra Mundial fue a China. Pero Cristo no pudo ser alterado. De igual manera, la Biblia también es inmutable. Sin embargo, lo que llamamos cristianismo ha sido alterado tan drásticamente que hoy en día es imposible reconocerlo.
Debemos tener una fe absoluta en Cristo y en las Escrituras. Pero debemos poner en tela de juicio cada uno de los asuntos y aspectos relacionados con el cristianismo. Por ejemplo, cuando vemos una capilla, debemos preguntarnos: ¿Había capillas en la iglesia original? Cuando oímos repicar las campanas de la iglesia, debemos preguntarnos: ¿la iglesia original tenía campanas? Cuando vemos la cruz, también debemos preguntarnos: ¿la iglesia original tenía cruces? Cuando vemos el clero, con mayor razón debemos preguntarnos: ¿había clero en la iglesia original? Con respecto a todo lo relacionado con la condición actual del cristianismo, muy seriamente debemos preguntarnos si estas cosas realmente existían en el principio. Hay demasiadas cosas en el cristianismo que no son conforme a la Biblia. Sin embargo, en la iglesia verdadera todo debe conformarse a la Biblia.
Yo fui salvo cuando todavía estaba en la escuela. Un año antes de que fuera salvo, ya era un supuesto miembro de la iglesia. Después de ser salvo, empecé a leer la Biblia con diligencia, y poco a poco fui descubriendo que en la iglesia donde me reunía habían muchas prácticas que no podía encontrar en la Biblia. Como consecuencia, surgieron en mí muchos interrogantes con respecto a estas cosas. Cada vez que tenía oportunidad, iba a ver al pastor u otros líderes de la iglesia para hablar de estos asuntos. Sin embargo, cuanto más me hablaban, más sentía que algo andaba mal. Ellos no tenían muchas de las cosas que yo había encontrado en la Biblia, y, por otro lado, tenían muchas otras cosas que no había encontrado en la Biblia. Ellos habían cambiado casi todo, salvo las verdades fundamentales tales como el hecho de que Jesús es nuestro Salvador y de que Jesús es el Dios verdadero. Es por esta razón que debemos poner en tela de juicio al cristianismo actual.
La característica principal de la iglesia original era su simplicidad. Pero la iglesia hoy, después de haber sido alterada, ya no es sencilla. Según el principio de simplicidad, cuando surgió la iglesia primitiva, no había en ella muchas de las cosas que vemos en el cristianismo actual, ni siquiera tenía un lugar físico para adorar, como una catedral, que es algo que se valora tanto hoy en día. Los creyentes se reunían a veces en las plazas públicas, otras veces en el pórtico de Salomón y en otras ocasiones en sus hogares. Básicamente, no había capillas ni catedrales. El concepto de construir lugares físicos para adorar a Dios era inexistente hasta que se produjo la degradación de la iglesia bajo el catolicismo romano. La Iglesia Católica Romana introdujo en el cristianismo costumbres y prácticas paganas, incluyendo la idolatría. Los eruditos de la arquitectura estarán de acuerdo en que los mejores edificios y estructuras de Europa son las catedrales. Por ejemplo, se ha dicho que la Catedral de San Pedro, en el Vaticano, se construyó a un costo de 90,000,000 de libras esterlinas, una cantidad que en dólares habría que multiplicar varias veces más. Esto nos muestra en cuanta estima se tienen las catedrales en el cristianismo degradado.
El templo en el Antiguo Testamento era un edificio físico, y los templos o santuarios de los ídolos gentiles también eran construcciones físicas. Los judíos consideraban que el templo santo era la mejor construcción que tenían. El templo original fue destruido, y el segundo templo tardó cuarenta y seis años construirlo. Asimismo la mejor obra de arquitectura en cualquier parte de China se puede ver en los templos o santuarios. Sin embargo, cuando originalmente la iglesia fue establecida, la adoración a Dios no se llevaba a cabo “ni en este monte ni en Jerusalén”, sino “en espíritu” (Jn. 4:21, 23). Lo único que le interesa a Dios es nuestro espíritu. Por esta razón, la Biblia nos dice que, individualmente, nuestro cuerpo es el templo del Espíritu Santo. Eso significa que Dios mora en nosotros (1 Co. 6:19; Ef. 2:22). Corporativamente, la iglesia es la casa de Dios, la morada de Dios. Esto significa que Dios mora en la iglesia (1 Ti. 3:15). Por lo tanto, la iglesia no es un edificio físico para adorar de forma religiosa.
Según el concepto religioso del hombre, una casa que es usada para las reuniones de la iglesia es diferente de cualquier otra casa. Una vez conocí a un grupo de creyentes de Tientsin que llamó a su local de reuniones “salón de asamblea santo”. Me preguntaba si estas personas no llamarían también sus hogares “residencias santas”. Por supuesto, un salón de reuniones y una casa común y corriente son distintas, pero la diferencia estriba únicamente en el propósito para el cual se usan, no en el hecho de que sean lugares santos o comunes. Cuando el Señor empezó Su obra de recobro en China, surgieron cristianos que siguieron el camino del recobro en muchas ciudades importantes. En aquel tiempo hubo un grupo de creyentes jóvenes que estaban estudiando medicina en la universidad de Ch’i-Lu. Después de que vieron la luz del Señor, empezaron a amarlo fervorosamente. Debido a que eran estudiantes que vivían en dormitorios, no tenían una casa o lugar donde reunirse. Por consiguiente, su primera reunión de la mesa del Señor tuvo lugar en un cementerio. Ellos pusieron el pan y la copa en una mesa donde se ofrecían sacrificios, y de esta manera ellos adoraron al Señor y lo recordaron. Sin embargo, todos los que asistieron a aquella reunión testificaron que nunca antes habían tocado la realidad de los cielos ni sentido lo precioso que es el Señor, tanto como ese día.
La iglesia es verdaderamente sencilla. Es tan sencilla que pareciera no tener nada que ver con reglas o preceptos. Sin embargo, hoy en día tal parece que no podemos partir el pan ni adorar al Señor a menos que tengamos un piano y una mesa. Recuerden que ésta es una situación degradada y deformada. Es posible que alguien diga que las catedrales de la Iglesia Católica son imponentes, que los cánticos sagrados son solemnes y que los obispos inspiran reverencia. Esto muestra que jamás se le ha ocurrido que estas cosas corresponden a una situación deformada. En contraste, el local de reuniones de la iglesia en Shanghái no tenía ningún atractivo por fuera ni por dentro, pero aun así, el lugar se llenaba cada vez que había una reunión. Una vez, dos hermanos chinos del exterior asistieron a una reunión allí y se quedaron atónitos. Uno de ellos dijo: “Vi muchos lugares de adoración en los Estados Unidos, pero nunca estaban llenos. Jamás me imaginé que cuando regresara a mi tierra iba a ver a tanta gente apiñada en un lugar sin atractivo como este”. Esto le pareció muy maravilloso a él, pero no a nosotros porque la iglesia primitiva era igual: consideraba las cosas físicas como algo secundario.
Como hijos de Dios, tenemos que comprender que todas las cosas físicas finalmente serán destruidas. Debemos edificar únicamente con las cosas que son espirituales. Al cristianismo degradado siempre le gusta mostrar a las personas un piano de cola, un púlpito hermoso y una fachada bellísima. No debemos ser así. La iglesia no necesariamente recibirá más de las bendiciones de Dios si logra conseguir un espléndido edificio; en lugar de ello, la verdadera bendición de Dios es cuando la iglesia tiene la presencia de Dios con Su vida, poder y fuerza. A veces los creyentes tienen el deseo de reunirse al aire libre, pero a algunos les preocupa que no haya podio ni piano. En realidad, la iglesia originalmente no tenía estas cosas. Las cosas físicas son secundarias porque lo que estamos edificando no es algo físico, sino algo espiritual, donde las personas son fortalecidas en su interior. Ésta es la intención de Dios.
Por otra parte, en la iglesia primitiva tampoco había jerarquía. Sin embargo, hoy en muchas organizaciones cristianas hay una clase especial de personas llamada clero. ¿Es esto conforme a la Biblia? Usted puede servir a Dios y yo también puedo servirlo. Todos podemos servir a Dios. ¿Hay alguna diferencia entre su servicio y mi servicio a Dios? Quizás tengamos diferentes funciones y énfasis, pero en esencia su servicio y el mío no deben ser diferentes. Si todos deseamos lograr la meta original de Dios, cada uno de nosotros debe servir a Dios (1 P. 2:9).
En la iglesia primitiva, todo creyente era alguien que servía. Antes de ser salvos, ellos vivían para mammon, pero desde el día en que fueron salvos, fueron sacados del mundo y apartados para el Señor. Aunque todavía tenían sus ocupaciones, éstas eran únicamente un medio de subsistencia. Su ocupación principal era servir a Dios. Debemos ser como los primeros creyentes si deseamos servir a Dios. Nuestro trabajo debe ser para nosotros una ocupación secundaria, simplemente un medio para ganarnos la vida. Debemos comprender que ya no vivimos en esta tierra para ganarnos la vida, sino para servir a Dios. Los primeros apóstoles y discípulos vivieron de esta manera.
En el año 313 d. C., el emperador Constantino hizo del cristianismo la religión estatal y la promovió grandemente. Les recomendó a los romanos que se unieran a la iglesia y les prometió recompensas. Básicamente, los que se unieron a la iglesia buscando recompensas eran personas que no eran regeneradas ni salvas y, por ende, no podían servir a Dios. Ellas entraron a formar parte del cristianismo, pero Cristo no entró en ellas. Eran personas que no habían sido salvas ni habían salido del mundo; al contrario, todavía eran uno con el mundo. Cuando aumentó el número de este tipo de personas, algunas decidieron introducir en el cristianismo el sistema judaico con sus prácticas. En el judaísmo no todos podían servir a Dios, sino únicamente los sacerdotes. Estos supuestos cristianos introdujeron el sistema sacerdotal judío en el cristianismo, a fin de continuar llevando una vida mundana sin preocuparse por las cosas espirituales. Así que todos los asuntos espirituales les fueron confiados a los sacerdotes. En la Iglesia Católica se llamó “padres” a los sacerdotes. Los que se conocen como “padres” de la Iglesia Católica son equivalentes a los sacerdotes del judaísmo, y las túnicas largas que usan son iguales a las que usaban los sacerdotes del Antiguo Testamento.
Durante la época de la Reforma, las reformas que Lutero llevó a cabo fueron muy limitadas. De hecho, las iglesias protestantes heredaron muchas tradiciones de la Iglesia Católica Romana. La Iglesia Católica tenía sacerdotes, mientras que las iglesias protestantes tenían pastores. Muchas de las iglesias protestantes se llamaron iglesias estatales. Por ejemplo, la Iglesia Anglicana, o la Iglesia de Inglaterra, se estableció como iglesia estatal con sus pastores y obispos, quienes recibían su salario del gobierno. Hasta el día de hoy, cuando el rey o la reina de Inglaterra es coronado, el arzobispo tiene que poner sus manos sobre él o ella.
Cuando la Iglesia Episcopal se propagó a China, seguía siendo una iglesia estatal y conservaba su clero, el cual era una copia del sistema sacerdotal de la Iglesia Católica Romana. Más tarde, en el protestantismo surgieron iglesias privadas. Algunos cristianos vieron en la Biblia la verdad en cuanto al bautismo, o sea, que una persona debe ser bautizada después de creer en el Señor. Otros vieron que la iglesia debía ser administrada por los ancianos. Por consiguiente, los que estaban a favor del bautismo formaron la iglesia bautista, y los que estaban a favor de que la administración de la iglesia estuviera a cargo de los ancianos formaron la iglesia presbiteriana. Más tarde, John Wesley fue levantado por el Señor y, como resultado, se levantó la iglesia wesleyana. Todas estas supuestas iglesias tenían un sistema pastoral. Hoy en día en la Iglesia Católica Romana los sacerdotes continúan ejerciendo los oficios sagrados y sirviendo a Dios a favor de la gente común. Asimismo, las iglesias estatales protestantes tienen sus obispos y las iglesias privadas tienen sus pastores. Este concepto del sistema clerical perjudica mucho a las personas y les impide servir a Dios.
En el recobro del Señor no hay pastores; en lugar de ello, todos somos hermanos (Mt. 23:8-11). Los creyentes se llaman entre sí hermanos y hermanas. Si un hermano de entre nosotros sirve a Dios, entonces todos debemos servir a Dios. A veces, con respecto al asunto de las visitaciones, un hermano puede decir: “Es mejor que fulano de tal visite a esa persona porque así ella será salva de forma definitiva”. Por un lado, el hermano que dice esto muestra que a él le importan mucho las almas de las personas, y debemos sentirnos muy gozosos por ello; pero, por otro lado, ¿por qué él mismo no va a visitar y a predicar el evangelio a esa persona? Si él va, es posible que no pueda predicar la palabra con tanta claridad, pero de todos modos debe salir a visitar continuamente. Después de muchas visitas, podría pedirle a alguien que lo acompañe. No hay clases especiales entre nosotros. Todos podemos y debemos participar en cada uno de los aspectos del servicio a Dios. Una persona que es salva tiene la vida de Dios en su interior y puede tener comunión con Dios. Por consiguiente, debe servir a Dios. Todos nosotros, y no sólo unos pocos, debemos participar en el servicio a Dios.
¿En qué consiste el cristianismo degradado? Consiste en que cada uno se preocupa únicamente por sus propios asuntos y, por otro lado, deja el servicio a Dios en manos de unos cuantos pastores o clérigos. Así como la gente le pide a los abogados que se encargue de sus pleitos legales y le pide a los doctores que curen sus enfermedades, de la misma forma los cristianos les piden a los pastores que sirvan a Dios por ellos. Esto está completamente equivocado. En la iglesia original no existía esta práctica. Ni Pedro ni Pablo practicaron esto. Pedro habría dicho: “Yo soy tu hermano”, y Pablo habría expresado lo mismo. ¿En qué consiste la degradación de la iglesia? Si hay mil ochocientos santos en la iglesia pero sólo doscientos o trescientos sirven a Dios, ésa es una señal de la degradación de la iglesia. Entonces, ¿cuál sería la condición normal de la iglesia? La condición normal de la iglesia consiste en que si hay mil ochocientos santos, todos ellos sirven a Dios. Todos ellos participan en los servicios de predicar el evangelio, orar y alabar. Todos ellos son hermanos que sirven juntos delante de Dios.
Algunos santos me pidieron que presidiera en su reunión de bodas, la cual se iba a efectuar en el salón de reunión. Yo les dije que la iglesia original no tenía esta práctica y que quizás ellos podrían celebrar su reunión de bodas en la casa de algún hermano o hermana que tuviera una sala grande. Aunque llevo mucho tiempo sirviendo a Dios y he llegado a conocer a miles de creyentes, nunca he celebrado una reunión de bodas. Esta clase de servicio intermediario es una situación degradada y debe ser erradicada de nuestro medio. Es por eso que durante nuestras reuniones, muchas veces me gusta sentarme en la última fila. A veces, en la mesa del Señor, aunque algunas oraciones son muy débiles, no me atrevo a decir nada. Simplemente mantengo esta posición: que no tenemos a ningún pastor ni a nadie que presida la reunión entre nosotros. Sin embargo, cuando estoy en el podio y Dios me da una palabra que debo comunicar, no rehuyo a esta responsabilidad porque ése es mi ministerio. Sin embargo, el propósito de la mesa del Señor es que todos los santos adoren a Dios y, por tanto, todos deben ejercer su función.
Cuando alguien está enfermo en nuestra familia, especialmente si está muy enfermo, por lo general les pedimos a los santos que consideramos más espirituales que oren por el enfermo. Este tipo de acción generalmente tiene dos implicaciones: primero, que creemos que nosotros somos incapaces de hacer esta clase de oración por sanidad; y segundo, debido a nuestra superstición, pensamos que esta clase de oración será más eficaz si la hacen aquellos que son más espirituales. Todos debemos entender claramente que en la iglesia no hay nadie que gobierne ni nadie que se especialice en la oración. Todos podemos orar y debemos orar. La degradación del cristianismo dio por resultado el llamado clero. La Iglesia Católica se hizo tan grande que tiene un Papa que se ha convertido en un rey de reyes que emite decretos que no pueden ser alterados. Aunque el Papa no puede gobernar en toda la tierra, sí gobierna en la Iglesia Católica a nivel mundial. El Señor Jesús dijo que no debíamos ser como los gentiles que tienen gobernantes, y también que el que quisiera hacerse grande entre ellos debía estar dispuesto a hacer las cosas más insignificantes (Mt. 20:25-27). En el servicio de limpieza en algunos locales, cuando los hermanos responsables limpian los baños, esto es de mucho aliento para los santos pues muestra que todos somos hermanos delante del Señor y, por tanto, que no hay jerarquía entre nosotros. Si introducimos la jerarquía en la iglesia, la iglesia vendrá a ser una sociedad. Tal vez podamos contratar sirvientes para nuestros hogares, pero en la iglesia no hay sirvientes contratados. Tal vez tengamos jefes que están sobre nosotros en la sociedad, pero no en la iglesia. La iglesia normal, es muy sencilla, está compuesta únicamente de hermanos y hermanas; no existe otra categoría de personas.
A menudo la gente pregunta: “¿Cómo puedo hacerme miembro de la iglesia? ¿Cuál es el proceso para uno hacerse miembro?”. Cuando una persona ora y recibe al Señor, ése es el procedimiento y de ese modo ya está en la iglesia. Recuerden, siempre que una iglesia hable de procedimientos o normas, eso significa que ya ha caído en degradación. La iglesia es muy sencilla, pues únicamente tiene un solo Dios, un solo Señor y un solo Espíritu Santo y una sola Biblia. En esto consiste la sencillez de la iglesia: ella no tiene catedrales, ni una clase intermediaria, ni tampoco presta atención exagerada a las riquezas. Algunos podrían preguntar: “Ya que el Señor lo ha bendecido tanto a usted, ¿por qué no construye una gran catedral con un campanario más alto que el de las otras catedrales?”. Pedro dijo que él no tenía plata ni oro (Hch. 3:6). Pablo dijo que él padecía desnudez y que no tenía un lugar dónde morar (1 Co. 4:11). La iglesia no tiene mucha riqueza, y cuando tiene un poquito de exceso, lo distribuye entre los pobres y necesitados.
Yo tenía una familia joven cuando dejé mi trabajo para servir al Señor, y también puedo testificar que lo que el Señor me dio en un año era mucho más de lo que había tenido antes. Sin embargo, nada de lo que recibimos debemos conservarlo para nuestro disfrute. Tenemos muchos hermanos y hermanas que aún no tienen un lugar donde vivir, aún les hacen falta muchas cosas. Algunos de ellos deberían estar descansando en su cama, pero han tenido que seguir trabajando para obtener su sustento. Más aún, gran parte de la obra del evangelio tiene muchos gastos. Por consiguiente, delante del Señor no debemos ser ricos, sino más bien debemos llevar una vida de iglesia sencilla, una vida en la que, al igual que Pablo, vivimos “como pobres, mas enriqueciendo a muchos” (2 Co. 6:10).