
Un cristiano tiene cuatro posesiones muy particulares: tiene a Cristo, la Biblia, la iglesia y a otros cristianos por compañeros. Además de esto, un cristiano tiene cuatro características particulares: delante de los hombres, es peculiar; con relación a sí mismo, experimenta contradicciones; delante de Dios, toma como punto de partida la parte más profunda de su ser; y en todas las cosas, es guiado por Dios.
En las Escrituras podemos ver que según la voluntad de Dios y lo dispuesto por Él, así como también en Su salvación, un cristiano es una persona extraordinaria. Si un cristiano es tan común y ordinario que no hay ninguna diferencia entre él y otro ser humano, entonces algo anda mal. Puesto que es una persona que ha sido salva y que tiene la vida de Dios en su interior, un cristiano tiene que ser una persona extraordinaria. Tito 2:14 nos dice que Cristo “se dio a Sí mismo por nosotros para redimirnos de toda iniquidad y purificar para Sí un pueblo especial [o peculiar], Su posesión personal”. Esto significa que Dios nos salva para que seamos un pueblo especial, un pueblo que sea Su única posesión, Su posesión peculiar. Ésta también ha sido nuestra experiencia.
En las Escrituras, cuando se dice que un cristiano es especial o peculiar, esto significa dos cosas. En primer lugar, significa que un cristiano es peculiar en su conducta externa. Casi todos perciben que los cristianos genuinos se comportan de una manera diferente a la gente del mundo. Muchas veces hemos dicho que el mundo es una corriente poderosa. En esta corriente, las personas, aun cuando no sigan los malos ejemplos ni hagan cosas malas, simplemente siguen la corriente del mundo. Sin embargo, un cristiano genuino, después de que es salvo, no sigue la corriente del mundo, sino que en muchas situaciones él va en contra de la corriente y siempre hacia arriba. Por consiguiente, se comporta de una manera distinta a los demás, y eso les parece peculiar a ellos. Por ejemplo, cuando algunas personas quieren ir al cine, a ellos les parece extraño que un cristiano no quiera ir. Todas las personas del mundo siguen en pos de la corriente, pero los cristianos no, debido a que han recibido la salvación del Señor.
En segundo lugar, cuando se dice que un cristiano es peculiar, esto significa que en su interior tiene una vida peculiar con una naturaleza peculiar. Aunque muchos cristianos saben que han sido salvos, no saben en qué radica la diferencia entre ellos y los incrédulos. La mayor diferencia radica en el hecho de que los cristianos tienen la vida del Señor en su interior. Todos sabemos que cierta vida posee cierta naturaleza con ciertas capacidades innatas. Por ejemplo, la vida del pez posee una naturaleza particular que le permite nadar en el agua. Si metiéramos a un ave en el agua, no sólo le disgustaría, sino que además su vida peligraría. Esto se debe a que las aves no tienen la capacidad innata de vivir en el agua. Las aves vuelan en el aire, mientras que los peces nadan en el agua. Tal vez a las aves les parezca que los peces son raros porque no pueden volar en el aire, sino que únicamente viven en el agua. En verdad es que los peces no son raros, sino que son diferentes. Sin embargo, la diferencia no estriba simplemente en el comportamiento, sino en la vida que tienen. Los peces viven en el agua no porque sean raros, sino porque tienen una vida que disfruta estar en el agua y que también es capaz de permanecer en el agua. De igual manera, todos los que creen en el Señor poseen Su vida, y esta vida tiene su propia naturaleza, su capacidad innata, la cual hace que ellos sean diferentes de los incrédulos. Esta diferencia es más elevada y mayor que la diferencia que existe entre las aves y los peces.
Permítanme explicar esto con un ejemplo. Antes de que una persona sea salva, siempre se pone contenta cuando recibe algo, ya sea que lo reciba como regalo, lo haya ganado merecidamente o lo haya conseguido de manera injusta. Sin embargo, ¿han experimentado ustedes que el gozo de dar es mucho mayor que el gozo de recibir? Por supuesto, nos sentimos gozosos cuando alguien nos da cierta cantidad de dinero o cualquier cosa material que nos trae deleite. Sin embargo, éste no es el gozo mayor. El mayor gozo lo experimentamos cuando damos a los demás. He tenido muchas experiencias de éstas. He sentido cierta medida de gozo cuando alguien me ha dado un regalo; sin embargo, ése es un gozo externo, no interno. Por otro lado, cuando me he ofrecido a ayudar a los hermanos y hermanas necesitados enviándoles donativos, he experimentado un gozo indescriptible. Muchos hermanos y hermanas no experimentan ningún gozo porque no están dispuestos a dar.
La vida que han recibido los cristianos tiene una naturaleza y una característica especial, ésta es, que da con alegría. El Señor Jesús le dijo a un joven que vendiera todos sus bienes y luego lo siguiera (Mt. 19:21). Juan el Bautista también dijo: “El que tiene dos túnicas, dé al que no tiene; y el que tiene alimentos, haga lo mismo” (Lc. 3:11). Cuando la vida de Cristo entró en nosotros, con ella entró también la naturaleza que nos lleva a dar con alegría. Si estamos dispuestos a dar algunos de nuestros bienes a los pobres, nos daremos cuenta que sentimos un gozo muy grande. Les digo con franqueza que, como cristianos, voluntariamente debiéramos apartar una parte de nuestros bienes y compartirla con los pobres y necesitados. Si ponemos esto en práctica, definitivamente tendremos gozo en nuestro interior.
Supongamos que algunos hermanos y hermanas tienen problemas económicos. Cuando otros hermanos y hermanas se enteran de esto, oran por estos hermanos necesitados delante del Señor y, secretamente, les proveen alguna ayuda económica. Ustedes podrán imaginarse qué gran gozo experimentarán los hermanos necesitados al recibir el suministro. Como consecuencia, el día en que ellos se enteren de que otros hermanos y hermanas también tienen problemas económicos, ellos contribuirán con una parte de sus recursos conforme a la dirección del Señor. Entonces el gozo que experimentarán será mucho más dulce que el gozo anterior. Espero que todos podamos gustar esta dulzura.
Además, un cristiano también tiene una naturaleza que se deleita en ceder ante los demás en lugar de resistirlos. En Mateo 5 el Señor Jesús nos dice: “A cualquiera que te abofetee en la mejilla derecha, vuélvele también la otra; y al que quiera litigar contigo y quitarte la túnica, déjale también la capa; y a cualquiera que te obligue a ir una milla, ve con él dos” (vs. 39-41). Esto no es una simple enseñanza; es la naturaleza de la vida del cristiano. Por ejemplo, es posible que usted tenga un negocio en sociedad con otro hermano, y que en el momento de arreglar cuentas, usted tenga una discusión con él acerca de las ganancias y los dividendos. Piense en esto: ¿se siente usted más contento cuando está peleando por su parte o cuando está dispuesto a recibir menos? Supongamos que usted y yo tenemos un negocio en sociedad. Al final del año, cuando hay que ajustar cuentas, usted quiere quedarse con el cincuenta por ciento de las ganancias, pero yo quiero el sesenta por ciento porque considero que trabajé más. ¿Quién experimentará gozo en tal situación, usted o yo? Al final, ninguno de nosotros experimentará gozo. Pero si usted, después de haber disfrutado de la gracia, me dice: “Hermano, usted puede quedarse con el cien por ciento de las ganancias”, entonces se sentirá gozoso. Y si yo también le digo a usted: “Hermano, usted puede quedarse con toda la ganancia”, entonces yo también estaré lleno de gozo.
Una vez, dos hermanos vinieron para hablar conmigo porque habían tenido una disputa sobre algunos negocios. El hermano A dijo que el hermano B le estaba pidiendo demasiado dinero, mientras que el hermano B dijo que era el hermano A quien no había cumplido su promesa porque ésa era la suma que habían acordado originalmente. Así que, me pidieron que representara a la iglesia y resolviera el asunto de una manera justa. Entonces, tuve comunión con los hermanos responsables, y todos ellos dijeron: “¡Eso es completamente irrazonable! ¿Cómo puede un hermano pedirle al otro que le dé más de lo que le corresponde? ¿Y cómo puede el hermano negarse a darle al otro lo que es debido?”. Todos ellos estaban de acuerdo en que el asunto debía resolverse equitativamente, pero no sabían cómo proceder, así que consultaron conmigo. Yo les dije: “Debemos decirle al hermano A que le dé todo al hermano B, y también debemos pedirle al hermano B que le dé todo al hermano A”. Según la enseñanza y el principio que la Biblia nos muestra, si cada hermano resiste al otro, esto no conducirá a ninguno de ellos a experimentar paz y gozo.
Así pues, cuando el hermano A vino para hablar conmigo, yo le dije: “Usted me pidió que arreglara el asunto de una manera justa, y yo siento que el mejor arreglo es ir más allá de lo que es justo”. Entonces me preguntó: “¿Qué quiere decir con eso de ir más allá de lo que es justo?”. Le dije que sencillamente tenía que darle todo al hermano B. Luego preguntó: “¿Cómo puede ser eso?”. Le dije: “Según lo que usted me dijo, lo justo es darle el treinta por ciento. Si mi consejo es conforme a lo que usted dice, aparentemente lo estaré ayudando, pero en realidad le estaría haciendo daño porque usted perdería su gozo. Por otro lado, si usted le da toda la ganancia al hermano B, tendrá gozo y su gozo será completo”. Después de escuchar estas palabras, el hermano A empezó a derramar lágrimas, pese a que no eran lágrimas de tristeza. Luego se arrodilló para orar y finalmente se marchó lleno de regocijo. Cuando vino el hermano B, también le dije: “Tenemos que ir más allá de lo justo. La Biblia, acertadamente nos dice, que cuando los hermanos se pelean unos con otros, lo único que obtienen a cambio es estiércol y pierden su gozo. Como cristianos, debemos ceder de buena gana ante los demás. A cualquiera que lo abofetee a usted en la mejilla derecha, debe volverle también la otra. Ser cristiano es poder volver la otra mejilla para que se la abofeteen. Si usted le da toda la ganancia al otro hermano, rebozará de gozo”. Después de escuchar esto, el hermano B también se arrodilló a orar porque ciertamente tenía la vida de Cristo.
Consideren esto: ¿quién tiene gozo, el que abofetea o el que es abofeteado? Los cristianos son muy peculiares, pues se regocijan cuando otros los abofetean, pero no se sienten contentos cuando abofetean a otros. Es por eso que les dije a esos dos hermanos que si insistimos en que nos traten justamente, sin duda perderemos nuestro gozo. La vida de los cristianos es una vida de paz y gozo. Cada vez que disputamos con los demás, perdemos la paz y el gozo. Si no nos ocurre esto, es posible que tengamos uno de estos dos problemas: o no somos salvos todavía, o la vida que está en nosotros aún no se manifiesta adecuadamente. La Biblia nos dice que es más bienaventurado dar que recibir (Hch. 20:35). Experimentamos más gozo en nuestro interior cuando damos que cuando recibimos.
Los cristianos poseen una vida que no sólo está dispuesta a dar, sino que además no le gusta hacer alarde. Por ejemplo, supongamos que una hermana que toca el piano recibe una invitación para dar un recital. Y en ese recital, ella toca maravillosamente y todos la elogian. ¿Creen ustedes que ella estará llena de regocijo al llegar a su casa? ¿Creen que ella podrá arrodillarse y orar? Si su condición es normal, ella no podrá irse a casa llena de gozo. De hecho, en cuanto reciba la lluvia de elogios, perderá su gozo interior. Esto es maravilloso. Pero si, por el contrario, a ella le va mal en su presentación, aunque se sienta desanimada externamente, al llegar a casa podrá arrodillarse a orar, y el Señor la llenará de gozo. No querer hacer alarde es la naturaleza especial de la vida extraordinaria del Señor Jesús.
A todas las personas del mundo les gusta jactarse de lo que son. Sin embargo, los cristianos son únicos en el hecho que no les gusta hacer alarde de sí mismos. Por ejemplo, cuando se trata de brindar ayuda a los demás, la mayoría de la gente se muestra muy deseosa de que todos se enteren de lo que han hecho. Sin embargo, los cristianos son renuentes a que otros se enteren y se sienten incómodos, e incluso, si su acción se ha hecho pública se sienten descontentos interiormente. Los cristianos pueden alabar a Dios y sentirse llenos de gozo únicamente cuando ayudan a otros sin hacer una exhibición pública y sin darse a conocer.
En muchos aspectos, los cristianos están en contraste con la gente del mundo, debido a que poseen una vida que es muy distinta a la de la gente del mundo. Por ejemplo, cuando alguien en el mundo es tratado de una manera injusta, le gusta vindicarse a sí mismo e incluso hace una declaración pública para sentirse más tranquilo. Sin embargo, si un cristiano hace lo mismo, perderá su gozo interior. Esto no se refiere a su ser externo, sino a su vida interior, a la vida que está en todos aquellos que tienen a Cristo en ellos. Cuando un cristiano sufre alguna injusticia, aunque naturalmente no se siente contento, la vida que está en él se regocija. Así que, en ese momento puede decirle al Señor: “Señor, alguien me ha tratado injustamente, pues ha dicho mentiras acerca de mí, pero Tú me conoces”. De esta manera él tiene un gozo interior. En esto consiste ser cristiano. Un cristiano tiene dentro de sí una vida extraordinaria que le comunica un sentir extraordinario, el cual lo lleva a vivir una vida que es extraordinaria y al mismo tiempo normal. A los ojos de los demás esta vida es poco común, pero es normal para el cristiano. Un cristiano es normal en el sentido de que es distinto de la gente del mundo y no sigue la corriente del mundo, porque posee una vida peculiar con una naturaleza peculiar, que es Cristo mismo. Aunque muchas de sus acciones no parezcan ser comunes, y hasta parecen extrañas o raras a los demás, ellas son manifestaciones de la vida peculiar que él recibió cuando fue salvo.
Hay muchos cristianos que no pueden orar ni agradecer en las reuniones. Por supuesto, con respecto a algunos, esto se debe a su timidez e introversión, pero con respecto a la mayoría de los cristianos, esto se debe a la falta de gozo y a la opresión que sienten en su espíritu. Tal vez no sientan que han cometido pecado ni hayan hecho nada malo, pero su espíritu no puede elevarse. La razón principal se debe a que han formado el hábito de descuidar el sentir en su espíritu. En cambio otros, cuando sienten que están equivocados, no pasan por alto este sentir; es por ello que se sienten liberados y libres en su espíritu. Cuando vienen a las reuniones, pueden orar y testificar espontáneamente. Algo difícil que ocurre con la mayoría de los cristianos es que a pesar de que tienen una vida peculiar con un sentir maravilloso, ellos, debido a que son desobedientes en sus circunstancias, no pueden manifestar en su vivir una condición apropiada. Como resultado, en su interior son cristianos, pero no viven como cristianos externamente. Tienen a Cristo en su interior, pero externamente no tienen la semejanza de Cristo. Todo esto se debe a que aunque tienen cierto sentir en su interior, no lo obedecen externamente. Por esta razón, no hay diferencia entre la vida que ellos llevan y la vida que lleva el común de la gente.
Es difícil encontrar a una persona sincera, a una persona que diga la verdad cien por ciento. Sin embargo, un cristiano no debe mentir. Una vez cuando iba a Shanghái, me tocó comprar un boleto para el transporte de mi equipaje. El maletero me dijo: “Señor, su equipaje pesa por lo menos cinco kilos, que es un poco más de diez libras, pero usted puede declarar que pesa sólo dos libras”. Me sentí incómodo porque no podía mentir, así que hice que pesaran mi maleta y terminé pagando más por el costo del flete. Yo sabía que el maletero quería ayudarme, pero también quería que mintiera, así que no podía hacerle caso. El maletero se quedó mirándome, y enojado me dijo: “¿No tiene otras cosas mejores en que gastar su dinero?”. Yo simplemente le sonreí pero no dije nada. Él añadió: “Usted es un viajero tonto. Usted sencillamente no conoce las reglas del juego”. Yo estuve allí de pie mientras él me regañaba. Muchas veces nos encontraremos en la misma clase de situación. ¿Qué debemos hacer cuando somos tentados? Si hubiera mentido y hubiera dicho que mi equipaje sólo pesaba dos libras como me lo sugería el maletero, habría obtenido un beneficio monetario pero habría perdido mi gozo interior. Por tanto, mantener nuestro gozo interior es mejor.
En otra ocasión, fui interrogado por las autoridades japonesas. El oficial japonés me preguntó: “¿Cree usted en Dios?”. Yo le respondí que sí creía en Dios. Luego me preguntó: “¿Quién es mayor, Dios o el emperador de Japón?”. Le dije que Dios era mayor. Luego volvió a preguntarme: “¿Quién es primero, Dios o su país?”. Le dije que Dios era primero. Al día siguiente, antes de que el oficial empezara su interrogación, un intérprete vino a verme y me dijo: “Señor Lee, ya que el oficial japonés quiere que usted diga que su país es primero, usted simplemente debe decir eso. ¿Por qué dice que su Dios es primero?”. Santos, espero que todos podamos ver claramente que en tales condiciones, los incrédulos están observándonos para verificar si somos especiales o diferentes de ellos. Nosotros podemos decirles la verdad y sufrir; o no decir la verdad y rehuir al sufrimiento. Las personas del mundo e incluso los demonios están esperando y observando para ver cómo los cristianos afrontan las tentaciones.
Así pues, vemos que algunos hermanos y hermanas no pueden orar debido a que actúan de manera contraria a la naturaleza de la vida que está en ellos. En su vivir continuamente mienten a los demás o se engañan a sí mismos. Lo más barato en este mundo es la mentira. Por ejemplo, cuando alguien viene a visitarnos, la manera más cómoda de deshacernos de él es pedirle a alguien que le diga: “Él no está en casa”. En la sociedad actual, bien sea en los hospitales, en las escuelas, en las oficinas o en otras organizaciones, es muy difícil encontrar personas que no mientan. Esto se debe a que mentir es la manera más fácil de resolver un problema. Todo lo que se necesita es decir o escribir algunas palabras que uno considere convenientes. Por ejemplo, las personas por lo general declaran de manera incorrecta los gastos que tuvieron durante un viaje de negocios o cobran incorrectamente las horas extras. En resumen, hay algo especial en los cristianos. Si somos cristianos, debemos ser personas genuinas y apropiadas que van por la senda correcta, a fin de manifestar en nuestro vivir la naturaleza extraordinaria de la vida que está en nuestro interior.
Aquellos que han vivido en Shanghái saben que las personas de allí tienen una práctica deshonesta con respecto al transporte público. Una vez cuando regresaba de Cha-pei a Shanghái, antes de llegar a mi destino, alguien se dio cuenta de que me iba a bajar del tranvía y se acercó para pedirme que le diera mi boleto, para luego revenderlo a otra persona y ganar dinero. Yo me negué a dárselo porque tenía la convicción de que no debía ayudarlo a pecar. Puesto que en varias ocasiones me negué a dárselo, un día casi tuve un enfrentamiento con él cuando volvimos a encontrarnos en el mismo tranvía. En otra ocasión, conocí a otra persona que también estaba tratando de vender boletos usados y me sermoneó, diciendo: “Los dueños de esta compañía son británicos. Usted, siendo chino, debería ayudar a sus paisanos a ganar un poco de dinero de los británicos”. Sin embargo, dentro de mí tengo una vida y una naturaleza peculiares. Si vivo y ando conforme a esta vida y naturaleza, mi espíritu se regocijará, trascenderá y podrá alabar a Dios; de lo contrario, me sentiré oprimido y careceré de gozo.
Por supuesto, nos resulta cómodo pedirle a alguien que le diga a una visita indeseada que no estamos en casa, y tampoco hacemos mal a nadie cuando ayudamos a alguien a ganar un poco de dinero permitiéndole vender nuestro boleto usado. Sin embargo, esto hará que perdamos nuestro gozo interior. Aunque los demás no hallen ningún defecto en nosotros, nuestro espíritu será afectado por la muerte y no podremos orar ni ofrecer alabanzas a Dios. En la sociedad de hoy son muy pocos los que pueden dejar de mentir. Es muy precioso que seamos incapaces de mentir. Es ciertamente difícil para nosotros ser veraces en un entorno que está tan lleno de mentiras e hipocresías. Sin embargo, todos los cristianos debemos tener claro que esto no es simplemente una enseñanza ni un principio de la Biblia, sino más bien esto es algo que corresponde a la naturaleza peculiar de la vida que está en nosotros. Esto requiere que estemos ejercitados y lo practiquemos.
Ir en contra de la corriente significa, por ejemplo, que aunque todos crean que está bien mentir, nosotros nos sintamos interiormente molestos si lo hacemos. Mentir hace que perdamos la capacidad de orar, alabar y tener comunión. Otros pueden mentir pero nosotros no; en esto radica la diferencia entre nosotros y las personas del mundo, y ésta es también nuestra peculiaridad. Por tanto, el Señor a menudo nos da un sentir que es diferente del sentir de la gente del mundo. Si pasamos por alto el sentir que recibimos de parte de Cristo y seguimos la corriente igual que el resto de la gente, habremos perdido nuestro camino delante de Dios, debido a que habremos perdido la naturaleza peculiar que está en nosotros. Sin embargo, si obedecemos a ese sentir y andamos conforme a él, llegaremos a ser un pueblo especial que está en este mundo como el pueblo peculiar de Dios que confirma Su testimonio maravilloso.