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Mensajes del libro «Busqueda del cristiano, La»
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CAPÍTULO SIETE

TOMAR COMO PUNTO DE PARTIDA LA PARTE MÁS PROFUNDA DE NUESTRO SER

DOS ASPECTOS DE UN CRISTIANO

Es peculiar para los hombres

  Cuando un cristiano vive una vida normal delante de Dios, exhibe ciertas características que lo distinguen de las demás personas. Tito 2:14 dice que Dios nos redimió de toda iniquidad y que purificó para Sí un pueblo especial o peculiar. Esto significa, que si una persona, que ha recibido la salvación de Dios, vive en dicha salvación hasta convertirse en un cristiano normal, su modo de vivir parecerá peculiar para los demás. Puesto que él no sigue la corriente del mundo como otros lo hacen, llega a ser una persona peculiar para los hombres. Ésta es una característica del cristiano. Los cristianos son diferentes a la gente del mundo. Los que practican una religión se comportan casi igual que la gente del mundo, pero no sucede así con los cristianos. Puesto que ellos han recibido la salvación de Dios, el mundo los considera peculiares por la manera en que se conducen en su vida diaria normal. Por tanto, los cristianos son un pueblo peculiar. Es así como ellos se manifiestan ante los hombres.

Experimenta contradicciones dentro de sí

  Por otro lado, un cristiano experimenta contradicciones internas. Si un cristiano vive delante de Dios, sin apartarse del camino correcto, los hombres lo verán como una persona peculiar. Al mismo tiempo, también experimentará contradicciones internas. Cuanto más una persona ame al Señor, más peculiar será para los hombres y más contradicciones internas experimentará. Eso significa que algo en su interior desaprueba todo lo que hace, habla y expresa externamente. Su ser interior se opone, entra en conflicto y contradice su ser exterior. Si un cristiano no es peculiar ante los demás ni experimenta contradicciones interiores, entonces hay algo que no está bien con respecto a él. Puesto que todo lo que hablamos aquí se encuentra dentro de la esfera del vivir cristiano, quisiera presentar estos dos aspectos como dos principios que están delante de todos nosotros; y esperamos que los tomemos y los usemos siempre como un patrón para medirnos a nosotros mismos. Siempre que perdamos nuestra característica externa de ser peculiares y nuestra característica interna de experimentar contradicciones internas, podemos estar seguros de que nos hemos degradado. Si un cristiano es normal delante de Dios, definitivamente será peculiar para los hombres y tendrá contradicciones internas. Ser peculiares y experimentar contradicciones son dos requisitos que tiene una persona que ama al Señor.

LOS CRISTIANOS SE CONDUCEN TOMANDO COMO PUNTO DE PARTIDA LA PARTE MÁS PROFUNDA DE SU SER

  Además, debemos considerar otro principio. ¿Delante de Dios, cuál debe ser el punto de partida del andar cristiano? En otras palabras, cuando un cristiano realiza cierta acción, ¿dónde se origina dicha acción? Por ejemplo, una persona podría pedirme —como cristiano que soy— que haga algo por él. Por supuesto, yo tendría en cuenta de si esto sería beneficioso para él. Si es beneficioso, lo haré. Pero esto, es hacer las cosas conforme a mi manera de pensar. Si pienso que es correcto, lo hago; de lo contrario, no lo hago. Eso significa que yo actúo tomando mi manera de pensar y mi criterio como el punto de partida. Otro ejemplo, es cuando alguien que no es cristiano recibe una invitación para asistir a un banquete, él empieza a considerar si debe ir. Por supuesto, el hecho de reflexionar o pensar viene a ser el punto de partida para su decisión. Sin embargo, los cristianos normales no deben conducirse conforme a su manera de pensar o criterio, sino según el sentir que tienen en la parte más profunda de su ser.

Seguir el sentir de la parte más profunda de nuestro ser: el espíritu

  ¿Por qué la parte más profunda de nuestro ser debe ser el punto de partida de nuestro andar cristiano? Tenemos que comprender que nuestra capacidad para considerar y discernir las cosas no es digna de confianza. Aun si fuera acertada, es posible que la decisión no fuera agradable a Dios, puesto que tiene un punto de partida equivocado. Como cristianos, tenemos al Espíritu de Dios quien mora en nosotros (Ro. 8:11), y también tenemos a Dios en nosotros (Fil. 2:13; He. 13:20-21). Este Dios que está dentro de nosotros vive en nuestra parte más profunda, que es nuestro espíritu. No es fácil analizar el espíritu, pero sí podemos percibirlo. Ese sentir que tenemos en lo más profundo de nuestro ser, es el sentir que está en nuestro espíritu. Cristo vive en la parte más profunda de nuestro ser, que es, en nuestro espíritu (Ro. 8:10; 2 Co. 13:3, 5). Por consiguiente, un cristiano normal es alguien que se conduce conforme al sentir en su espíritu. Si queremos ser de aquellos que siguen a Cristo, debemos seguir el sentir que está en la parte más profunda de nuestro ser, porque es allí donde Cristo mora.

  Espero que no tratemos este asunto de forma ligera. Sobre todo aquellos que han sido salvos recientemente deben prestar mucha atención a esto. Muchos cristianos tienen una gran carencia en su experiencia espiritual porque no entienden este asunto. Las religiones siempre se enfocan en enseñar de forma externa a las personas; su punto de partida está fuera de nuestro ser. Pero la salvación de Dios no es así. Después de haber recibido la salvación de Dios, esta salvación permanece en nosotros y nos exige tomar un punto de partida que está dentro de nosotros. Desde ese momento, ya no debemos andar según nuestro propio discernimiento y según lo que percibimos; más bien, debemos andar según el sentir de la parte más profunda de nuestro ser, esto es, el sentir de nuestro espíritu, debido a que Cristo vive en nuestro espíritu, que es la parte más profunda de nuestro ser.

  Permítanme darles un ejemplo. Supongamos que un día mientras oramos y buscamos del Señor, sentimos en lo más profundo de nuestro ser que no debemos seguir usando la ropa que vestimos. No se trata de si nos gusta o no nos gusta esa ropa; más bien, percibimos un sentir de desaprobación mientras oramos. Por tanto, nos sentimos incómodos si seguimos usando esa ropa. Quizás procuremos tener comunión y le consultemos a cierto hermano al respecto. Tal vez el hermano sea discreto y nos diga: “Esa ropa se ve bien. No veo por qué no debiera usarla”; sin embargo, seguimos incómodos a pesar de lo que él nos dice. ¿Qué debemos hacer entonces? ¿Seguimos su consejo o actuamos según el sentir interno? Un cristiano normal sin considerar nada más, debe tomar el sentir interno como el punto de partida para su andar diario.

No razonar

  Muchos de los que son recién salvos, debido a su frescura en la vida divina, tienen una percepción bastante acertada acerca del pecado. Por el contrario, muchos que han sido cristianos por muchos años están en mixtura y con frecuencia guían a otros por el camino equivocado. Todos sabemos que la piel de la planta de nuestros pies se endurece y se hace más gruesa cuando caminamos mucho y, como resultado, se vuelve insensible. En cambio, la piel de los bebés es suave y, por ende, es muy sensible. Hay algunos que aman al Señor y constantemente son disciplinados por Él. Ellos no tienen una “piel gruesa ni endurecida”; al contrario, ellos han sido “rejuvenecidos” interiormente. Eso significa que han llegado a ser personas de experiencia. Después de haber sido disciplinados y quebrantados delante de Dios, ellos han llegado a ser muy sensibles. Quizás nos encontremos con un hermano así y le preguntemos: “Ayer por la mañana después de orar, no sentí paz de usar esta ropa. ¿Qué debo hacer?”. Puesto que él es una persona de experiencia delante del Señor, en lugar de mentirle, le dirá: “Puesto que no siente paz, no debe usarla más”. Él no razonará ni argumentará al respecto.

  Sin embargo, otros razonarían y discutirían a favor de los demás. Algunos que han sido cristianos por mucho tiempo aparentemente no han cometido grandes equivocaciones en su vida, pero debido a que su comunión con el Señor se ha interrumpido, no tienen en cuenta a Dios para nada. Si le presentamos nuestra pregunta a un cristiano así, nos dirá: “¿Y qué tiene de malo? Esa ropa es bastante elegante. ¿Por qué se siente incómodo usándola?”. Aunque sin duda él es salvo, tiene problemas con su comunión con el Señor. Si nos conducimos conforme a sus palabras, nos desviaremos. Si vestimos esa ropa, nadie nos criticará ni dirá que estamos equivocados, ni nadie nos condenará con base en las enseñanzas de la Biblia. Sin embargo, habremos cometido un error, no porque hayamos incumplido alguna regla, sino porque hemos quebrantado un principio básico. ¿Por qué? Debido a que nosotros los cristianos debemos tomar como punto de partida el sentir interior. Hablando con propiedad, todo lo que hagamos debe originarse en la parte más profunda de nuestro ser. Por ejemplo, el hermano Hwang me preguntó si estaba bien tener un negocio en sociedad con otro hermano. Si yo soy alguien que ha tenido experiencia en el Señor y le teme, no tomaré una decisión por él; más bien, le recordaré y le diré: “¿Ya le ha presentado este asunto a Dios en oración? ¿Ya le ha pedido a Él una respuesta? ¿Ya ha tenido comunión con Él? ¿Tiene algún sentir en la parte más profunda de su ser?

  En cierta ocasión vino un hermano para hablar conmigo acerca de su boda, y me preguntó: “¿Cuál es la manera apropiada de celebrar una boda cristiana?”. Le dije: “Cada vez que veo que se celebra una boda en el salón de reunión de la iglesia en Taipéi, es como si estuviera viendo lepra. Ciertas cosas que son inmundas y que Dios condena se manifiestan allí. Toda esa situación me hace sentir muy incómodo. Todos los invitados desean bendecir a la nueva pareja, pero la manera en que la novia entra al salón y la manera en que se arregla anula por completo la bendición de Dios y Su presencia”. Nada es más sensible que el sentir hallado en nuestro espíritu. Si una persona no está resfriada, su olfato será muy agudo. Podrá percibir el aroma de cualquier cosa fragante o cualquier mal olor que esté junto a él. Sin embargo, la sensibilidad del espíritu humano es más aguda que la de cualquier otro órgano. Ni siquiera nuestra perspicacia es tan aguda como nuestro espíritu. La parte más sensible de nuestro ser es nuestro espíritu humano. No es necesario que les digamos a otros si hemos orado o no. Ellos conocerán nuestra situación inmediatamente después de tener contacto con nosotros. Por esta razón, le dije a ese hermano: “He ofendido a todos los que se han casado en el salón de reuniones de Taipéi al decir que casi todas las bodas que se han celebrado allí eran una expresión de lepra. Pero yo creo que el Dios a quien servimos condena esto de la misma manera”.

  En cuanto a nuestras prácticas pasadas, no me atrevo a decir ni bueno ni malo para no influenciar a nadie, pero sí me atrevo a decir que no hemos tenido ni la bendición de Dios ni Su presencia. Yo le dije a ese hermano: “En cuanto a su boda, no puedo decirle lo que debe hacer, pero creo que usted sabe lo que tiene que hacer. Si una persona ha estado padeciendo de una fiebre de 40 C grados, ¿de qué serviría decirle que no tenga fiebre de 40 C para su boda? Todo lo que usted le diga será inútil. Si alguien quiere ser leproso, hay que dejarlo, pues no habrá nadie que pueda detenerlo”. Entonces el hermano dijo: “Entonces eso está mal”. Sin embargo, no se trata simplemente de bien o mal; más bien, se trata de una situación que es ajena a Dios y en la cual no hay ningún contacto con Dios. Como regla general, una buena reunión de bodas es una reunión en la cual celebramos una fiesta juntamente con el Señor. Una boda que se celebra en Dios es una en la cual está Su presencia especial. Sin embargo, las reuniones de bodas que se efectuaron en el pasado carecían de la presencia de Dios. Finalmente, le dije al hermano que las dos personas que se van a casar deben acudir al Señor y orar, y luego proceder conforme al sentir que reciban en su oración. En resumen, deben hacerlo todo conforme al sentir de paz que está en la parte más profunda de su ser.

Presentarle al Señor todas las cosas

  Como regla general, un cristiano debe tomar ese sentir interior como el punto de partida. Básicamente, no necesita buscar consejo de nadie. Es posible que algunas bodas sean babilónicas y otras provengan del abismo; no todas las bodas provienen de Jerusalén. Puesto que somos salvos, debemos presentarle al Señor todo asunto y orar, diciendo: “Señor, puesto que vives en mí, ¿qué quieres hacer Tú?”. Eso es lo que significa ser cristiano. Creo que casi nadie ha orado al Señor en cuanto a todo lo relacionado con su boda. Muchos cristianos que están por casarse únicamente se enfocan en consideraciones externas y no toman como punto de partida la paz interna. Como resultado, pocas semanas después de la boda, tienen que acudir a Dios para pedir perdón. El hecho de que tengan que pedir perdón es un claro indicio de que no hicieron las cosas conforme al sentir interno. No debemos proceder simplemente conforme a consideraciones externas, costumbres externas, preceptos humanos, opiniones humanas y recomendaciones humanas, todo lo cual Dios condena. En lugar de ello, tenemos que aprender a conducirnos conforme a la parte más profunda de nuestro ser.

  Si un joven viene a preguntarnos: “Voy a comprometerme con una joven, ¿qué debo hacer ahora? ¿Y qué debo hacer más tarde cuando me case?”. Ahora, por supuesto, ya sabemos cómo responder y le diremos: “No puedo decidir por ti. No puedo ser tu señor ni tu amo”. De hecho, cuando algunos hermanos de edad se enteran de que dos jóvenes van a casarse, se entusiasman mucho y ofrecen su consejo sin que nadie se los pida. Tales personas no entienden lo que significa ser un cristiano. Una vez hubo un hermano que vino a hablarme acerca de su matrimonio, y me dio todos los detalles de su situación. Sencillamente le dije: “Hermano, ¿has orado seriamente acerca de ese asunto delante de Dios? ¿Le has entregado todas estas cosas a Dios? ¿Estás tú en las manos de Dios? ¿Cuál es el sentir que percibes en la parte más profunda de tu ser?”. Me dijo: “He orado por este asunto por mucho tiempo. Pero cuanto más oro, más confundido me siento. Por tanto, quisiera oír lo que usted tiene para decirme porque usted tiene una experiencia más profunda en el Señor. Así que, si usted me dice que está bien, entonces está bien; y si me dice que nada está bien, entonces nada está bien”. Al oír estas palabras, pensé, ¡esto es muy serio! Por tanto, no me atreví a decir si estaba bien o mal, sino que simplemente le dije: “No puedo decidir por ti. Tú tienes que presentarle este asunto al Señor”. Aquel hermano esperaba que yo ideara un plan o tomara la decisión por él, pero no me atreví a hacerlo. Finalmente, le dije: “No te angusties por esto. El asunto es bastante sencillo. Todo lo que tienes que hacer es presentárselo a Dios, entregarte a Él y pedirle Su dirección. Puedes decirle: ‘Si este asunto proviene de Ti, haz que lo vea con absoluta claridad en mi interior; pero si no proviene de Ti, permite que pueda percatarme de cuál es la obstrucción’”. Es muy sencillo. Todos tenemos que aprender a presentarle a Dios todos nuestros asuntos y a vivir conforme a la parte más profunda de nuestro ser.

Hacerlo todo desde adentro

  A fin de ser un cristiano normal delante de Dios, tenemos que aprender a hacer todo según lo que tenemos por dentro, es decir, conforme a la parte más profunda de nuestro ser. Cuando ayudamos a otros, debemos aprender a guiarlos a su interior, a la parte más profunda de su ser. No les demos una lista de preceptos humanos, ni les pidamos que hagan cosas según nuestra comprensión de las cosas ni tomemos decisiones por ellos. Este tipo de cosas son impropias de los cristianos y sobrepasan los límites del vivir cristiano. Muchos cristianos de mayor edad no han sido disciplinados en su carne ni quebrantados en su modo de ser; tales personas están llenas de opiniones, métodos e ideas cada vez que alguien les pide algún consejo. Esto no es ser un cristiano, sino más bien un sabelotodo.

  Los cristianos viven delante de Dios y han aprendido a presentar delante del Señor los asuntos de los demás y también los suyos. No se atreven a tomar decisiones por su propia cuenta; más bien, esperan que Dios les dé una dirección clara en su interior. Esto es ser un cristiano. No debemos ser cristianos en un sentido externo, sino en un sentido interno. Ser un cristiano en un sentido externo equivale a ser un cristiano que vive aparte de Cristo. Las opiniones humanas, los métodos humanos, las tradiciones cristianas e incluso las enseñanzas bíblicas, todo ello, son cosas externas si es que no han pasado por el sentir interior. Ser un cristiano en un sentido externo es algo muy superficial que delante de Dios no tiene ningún valor. Un cristiano genuino lo hace todo conforme a su sentir interior. Todos los asuntos los presenta en oración y espera recibir un sentir interior antes de tomar una decisión. Incluso un nuevo creyente debe saber esto y conducirse de esta manera. Una persona así ciertamente tiene paz interna, reposo, fortaleza y vigor.

  Los verdaderos cristianos no prestan atención a rituales externos; en vez de ello, se preocupan por la vida interior y por el espíritu (Ro. 2:29). Lo que puede considerarse apropiado y bueno externamente no es necesariamente apropiado y bueno delante de Dios. Lo que cuenta delante de Dios es que seamos apropiados y buenos interiormente. Hasta ahora son muy pocos los cristianos que andan por esta senda. Aunque muchas personas han aceptado el cristianismo, sólo unos pocos verdaderamente han vivido de esta manera delante de Dios. Algunos han sido salvos y han recibido bendiciones de parte de Dios, pero no viven en su espíritu ni en las bendiciones de Dios; todavía actúan conforme a las tradiciones y costumbres, y según lo que otros dicen o lo que otros hacen. En otras palabras, actúan conforme a factores externos. Tenemos que aprender a ser sencillos, olvidándonos de nuestro afecto natural y de las tradiciones cristianas, y preocupándonos únicamente por el hecho de que Cristo vive en nosotros y de que nosotros podemos tener comunión con Él. De este modo, procedemos y hacemos algo únicamente cuando Cristo nos da paz, y nos detenemos cada vez que el sentir de paz desaparece. No nos interesará lo que otros nos digan, sino únicamente lo que Cristo nos diga interiormente y el sentir interior que Él nos dé.

  En conclusión, los cristianos son peculiares para los hombres, experimentan contradicciones en su interior y viven delante de Dios según la parte más profunda de su ser. Después de que algunos cristianos empezaron a andar por esta senda, se encontraron con muchas dificultades y cometieron muchos errores. Sin embargo, aunque aparentemente han cometido errores mientras viven delante de Dios, en principio están en lo correcto. Por tanto, los cristianos deben vivir y andar discretamente, es decir, sin exhibirse públicamente. Si bien los cristianos no deben hacer nada de manera furtiva, tampoco deben exhibirse públicamente. A algunas personas les gusta hacer alarde cuando hacen una buena obra. Esto no concuerda con la vida cristiana. Los cristianos genuinos viven delante de Dios. Independientemente de cuántas buenas obras hagan, nadie lo sabe excepto el Señor y ellos. Este principio lo vemos en Mateo 6. A veces una persona ora un poco y desea que otros la escuchen o que la sigan, al ofrecer más oraciones después de ella. Sin embargo, los que están con ella no sentirán que su oración tenga ningún peso espiritual. Lo normal es que aunque usted sea humilde, no exhibe su humildad ante los hombres; que aunque usted sea manso, no hace alarde de su mansedumbre ante los hombres. Hay ocasiones en que aquellos que se muestran humildes o mansos nos hacen sentir muy incómodos. Esto se debe a que sus acciones son motivadas por factores externos y no por el sentir interior.

UN HOMBRE ESPIRITUAL ES ESPONTÁNEO E INGENUO

  Discúlpenme por decirles que a muchos cristianos les gusta imitar a otros. En especial, les gusta imitar a los seminaristas en la manera en que caminan mientras sostienen la Biblia en sus manos y luego de unos pasos se detienen para mirar hacia el cielo. Esto es ser pretencioso. No se olviden que cuanto más espiritual una persona sea, más espontánea, ingenua y común será. Cuando usted observa su humildad, no parece ser la de una persona humilde. Cuando uno observa su mansedumbre, no parece ser la de alguien que es manso. No podemos ver mansedumbre en él así como tampoco ninguna rudeza. Él se comporta de una manera muy espontánea e ingenua, sin ninguna hipocresía.

  En la Edad Media en Francia, hubo un predicador famoso que era muy elogiado y cuya predicación era muy bien recibida. Una vez visitó un lugar y muchos vinieron para darle la bienvenida, pero él los eludió. En lugar de salir a ellos, él se fue a un parque para estar con un grupo de niños. Encontró allí una tabla de madera e improvisó un balancín; luego puso a dos niños en un extremo, él se hizo en el otro extremo, y empezó a jugar con ellos. Los que habían venido a recibirlo lo estuvieron buscando por todas partes hasta que finalmente lo encontraron montado en un balancín jugando con algunos niños. Muchos de ellos sintieron como si les hubieran echado encima un balde de agua fría. No podían entender cómo podía un hombre espiritual jugar con niños. Por esta razón, algunos empezaron a decir que él no era espiritual; más tarde, en sus propias palabras, él dijo que prefería que lo consideraran una persona no espiritual antes que una persona espiritual.

NUESTRA ESPIRITUALIDAD ES UN ASUNTO QUE ESTÁ DELANTE DE DIOS

  Si somos espirituales o no, esto debe estar delante de Dios, no delante de los hombres. No somos verdaderos cristianos si lo somos únicamente en apariencia. Somos cristianos únicamente si lo somos en nuestro interior. El Señor Jesús dijo que no debemos permitir que nuestra mano izquierda sepa lo que hace la derecha (Mt. 6:3). Un cristiano de peso es un cristiano que lo es en su interior; es un cristiano que es regido por su sentir interior. Tal cristiano es peculiar para los hombres y experimenta contradicciones en su interior; más aún, hace todas las cosas delante de Dios tomando la parte más profunda de su ser como el punto de partida. Ésta es la razón por la cual Pablo dijo: “El hombre espiritual juzga todas las cosas; pero él no es juzgado por nadie” (1 Co. 2:15). ¿Por qué nadie puede discernir al hombre espiritual? Porque externamente un hombre espiritual es muy sencillo y, al igual que Pablo, puede tener una presencia corporal débil, y su palabra puede ser menospreciable (2 Co. 10:10). Sin embargo, interiormente tiene peso espiritual, y es una persona que se conduce en Cristo y vive delante de Dios. En esto consiste ser un cristiano.

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