
Un cristiano posee al menos cuatro cosas: en primer lugar, tiene a Cristo; una persona que no tiene a Cristo no es cristiana. En segundo lugar, tiene la Biblia; tercero, tiene la iglesia; y cuarto, tiene a otros cristianos o compañeros en el Señor. Además de esto, un cristiano tiene cuatro características que lo distinguen.
En primer lugar, un cristiano es peculiar a los ojos del mundo, es decir, es muy distinto de la gente del mundo. Si un cristiano anda al igual que la gente del mundo, pese a que tal vez no sea un cristiano falso, ciertamente será un cristiano que despierta dudas. Un cristiano normal es definitivamente una persona peculiar a los ojos de los hombres.
En segundo lugar, si un cristiano vive delante de Dios y mantiene su comunión con Él, su sentir interior y su conducta externa estarán en conflicto. A menudo, su ser interior desaprobará su vivir, su actitud y su modo de hablar, los cuales son externos. En otras palabras, un cristiano apropiado siempre experimentará contradicciones entre su sentir interior y su conducta externa. Esto es normal. Así pues, un cristiano es alguien que es peculiar y que está lleno de contradicciones.
Tercero, si un cristiano vive delante de Dios, en todo lo que haga será regido por la parte más profunda de su ser. Rehusará exhibir ante los demás sus buenas obras porque todo lo hace de forma interna. Un cristiano que actúa y se mueve desde su interior es una persona espontánea, ingenua y sincera, sin pretensión externa y sin imitar. Todo lo que hace en su andar diario, lo hace motivado por la parte más profunda de su ser, porque es allí donde mora el Espíritu de Dios. Por tanto, toma la parte más profunda de su ser como el punto de partida de su andar, lo cual significa que Dios mismo es su punto de partida. Por consiguiente, un cristiano no vive ni anda ni se conduce por lo externo, sino por lo que está en lo profundo de su ser. Interiormente él está en la luz y es bueno, pero externamente es espontáneo y no se limita simplemente a realizar actividades externas.
En resumen, las primeras tres características de un cristiano son el hecho de que es peculiar a los ojos de los hombres, experimenta contradicciones internas y anda delante de Dios, tomando la parte más profunda de su ser como el punto de partida. Las personas del mundo se sumergen en la corriente de este siglo, pero un cristiano genuino no sigue a esa corriente, no se deja amoldar conforme a este siglo (Ro. 12:2) y definitivamente no sigue los malos ejemplos de los demás. Por consiguiente, los demás lo ven como una persona peculiar. Interiormente, tiene la presencia de Dios, el conocimiento de Cristo y la iluminación del Espíritu Santo, los cuales constantemente desaprueban su andar y su vivir externos. Tal vez los demás no lo condenen; de hecho, es posible que lo elogien. Sin embargo, interiormente, él siempre se condena a sí mismo por no estar a la altura de la norma de Dios. Esto es debido a que él se mantiene en comunión con el Señor. Cuanta más comunión tiene con el Señor y más se acerca a Él, más contradicciones experimenta. Cuanto más disfruta de la presencia del Señor, más le parece que muchos aspectos de su vivir son incompatibles con la voluntad de Dios y con Su santidad. Por tanto, su ser interior siempre está en desacuerdo con su conducta externa, y constantemente percibe que hay contradicciones entre lo interno y lo externo. Más aún, un cristiano apropiado es alguien que todo lo que hace delante de Dios, procede de la parte más profunda de su ser.
Un cristiano, además de ser una persona peculiar, que experimenta contradicciones y que toma la parte más profunda de su ser como el punto de partida, es guiado por el Señor en todo. ¿Qué significa guiar? Quizás esta palabra resulte difícil de entender. De hecho, la Palabra de Dios habla mucho acerca del asunto de ser guiados. Sin embargo, la mayoría de las personas no hablan mucho de esto. ¿Qué significa ser guiados? Por ejemplo, es posible que yo quiera ir a cierto lugar pero no sepa cómo llegar allí, así que consigo a alguien para que me guíe allí: él va delante de mí y yo lo sigo, voy detrás. Esto se aplica no sólo al hecho de andar, sino también a la manera de tratar algún asunto. Esto es lo que la Biblia llama dirigir o guiar.
Una persona debe ser guiada por Dios en todas las cosas, como por ejemplo con respecto a cómo conducirse, cómo andar y cómo vivir. En general, debe ser guiada por Dios en todas las cosas, grandes o pequeñas, que tienen que ver con su comida, vestido, vivienda y medio de transporte, así como con su familia, consigo mismo y con su educación o conocimiento. No importa cuánto la gente nos elogie, si todavía existen áreas en nuestra vida y en nuestro ser que no están sujetas a la dirección de Dios, nosotros sentiremos que todavía tenemos problemas en nosotros.
Un cristiano normal es alguien que es guiado hasta en el asunto más insignificante de su vivir. Alguien podría preguntar: “¿Y qué insignificante sería el asunto más insignificante?”. Según lo que he aprendido, debemos tener comunión con Dios y ser guiados por Él aun en la manera en que nos cortamos el cabello. También debemos ser guiados con respecto a cuánto debemos gastar al comprar un par de zapatos. Comúnmente, los cristianos son tan competentes que no les importa saber cuál es la voluntad de Dios ni Su beneplácito. Es sólo cuando tienen que tomar una decisión muy importante que oran, diciendo: “Señor, estoy a punto de casarme. ¿Qué debo hacer? Tengo que buscar un trabajo. ¿Cómo debo proceder?”. En otras palabras, oran y consultan con respecto a los asuntos de mayor trascendencia, mas no con respecto a los pequeños detalles de su vida cotidiana. Este tipo de cristiano es anormal y no tiene buena salud. Un cristiano normal y saludable es alguien que vive con el Señor y le presenta todos sus asuntos, sean éstos grandes o pequeños.
En realidad, lo que nosotros consideramos como cosas grandes, a los ojos de Dios son cosas pequeñas. ¿Qué cosas tenemos que sean tan grandes? Nuestra estatura no pasa de los seis pies. Las cosas grandes de nuestra vida son pequeñas a los ojos de Dios. Sin embargo, Dios desea que nosotros le consultemos hasta en los asuntos más insignificantes. Por ejemplo, comúnmente no nos gusta que nuestros hijos hagan nada sin nuestro consentimiento. Incluso en cosas tan triviales como comerse una manzana o una galleta, queremos que ellos nos consulten. Los padres no se sienten muy contentos si su hijo o hija es tan competente que puede pasar un día entero sin que los necesite. A los jefes les molesta que sus empleados los interrumpan, pero a los padres no les molesta que sus hijos acudan a ellos continuamente. Cuando uno de sus hijos viene a usted para decirle que quiere una manzana y otro viene para decirle que quiere jugar con la pelota, ¡cuán contento se siente! Por tanto, un cristiano no debe simplemente orar todos los días; más bien, debe orar y tener comunión con el Señor a cada momento durante todo el día. Por ejemplo, antes de tomar la decisión de ir a Kaohsiung, usted tiene que preguntarle a Dios: “Oh Dios, deseo ir a Kaohsiung; ¿qué piensas al respecto?”. Después de haber orado y sentir paz para ir, debe consultar nuevamente con respecto a qué día debería ir. Una vez que sepa claramente qué día debe ir, debe continuar consultándole al Señor: “Señor, ¿cuál tren debo tomar?”. Dios no teme que nosotros lo molestemos; así que debemos sentirnos libres para preguntarle. Si hacemos esto, no sólo seremos bendecidos con respecto al asunto por el cual hemos consultado, sino que también al buscar al Señor de esta manera, podremos tener más comunión con Dios y, como resultado, seremos llenos de la naturaleza de Dios.
Yo antes iba a Pekín (Beijing), donde había un hermano que había nacido en cierto lugar de América del Sur que había sido gobernado por el pueblo británico. Físicamente, él era igual a nosotros, pues tenía el mismo color de piel y ojos, pero su temperamento era el temperamento de un inglés, y también hablaba como un inglés. Como era un buen amigo mío, yo me quedaba en su casa cada vez que iba de visita a Pekín. Una vez le dije: “Evidentemente tú eres chino, pero tu temperamento es completamente el de un extranjero”. ¿Por qué él, siendo chino, se comportaba como un inglés? Porque desde el día en que nació, se había relacionado todos los días con ingleses. Por consiguiente, en él se había infundido la naturaleza y el temperamento de los británicos. Esto nos muestra por qué los cristianos siempre debemos orar. Es al inquirir constantemente a Dios en todas las cosas, que Su naturaleza y Sus elementos llegan a formar parte de nuestra constitución.
Después de que somos salvos en el Señor, Dios desea que seamos llenos de Él y seamos semejantes a Él, de modo que Su naturaleza, Su vida y Sus elementos lleguen a ser parte de nuestra constitución. De una cosa podemos estar seguros: si una persona decide todo según su propio discernimiento, si trata todos los asuntos usando sus propios métodos y toma todas las decisiones conforme a sus preferencias, entonces cuando los demás la toquen, sentirán únicamente que es una persona competente, una persona de una firme determinación; pero no podrán sentir el sabor ni la presencia de Dios. Por el contrario, si una persona le consulta a Dios en todas las cosas, entonces espontáneamente la perspectiva de Dios llegará a ser su perspectiva, la naturaleza de Dios vendrá a ser su naturaleza, y los elementos de Dios, sus elementos. Por ejemplo, si vemos a una persona con regularidad y mantenemos un continuo contacto con ella, sin que nos demos cuenta, llegaremos a parecernos a ella en ciertos aspectos. Un esposo y una esposa son el mejor ejemplo de esto; después de estar casados por muchos años, empiezan a parecerse cada vez más.
En 1934 un joven de Tientsin que estaba aprendiendo a servir al Señor estaba siempre conmigo asistiéndome. Un año él fue a Shanghái, y después de que dio el primer mensaje, muchos se sorprendieron al ver cómo se parecía a mí en el tono y en los gestos. Cuando estamos con alguien todos los días y de una manera íntima —quizás viviendo con esa persona— su modo de ser y el tono de su voz espontáneamente llegarán a ser nuestro modo de ser y el tono de nuestra voz. De igual manera, si un cristiano constantemente busca a Dios y tiene comunión con Él, entonces la naturaleza de Dios espontáneamente vendrá a ser la suya. Si un cristiano únicamente busca a Dios para que lo prospere o para que tenga éxito, eso es insignificante. Pero si creemos que el propósito por el cual los cristianos viven en la tierra es simplemente alcanzar el éxito y recibir bendiciones, no estaremos considerando muy valiosa la salvación de Dios. Los cristianos no deben estar interesados en tener una carrera exitosa ni un camino próspero; más bien, deben preocuparse únicamente por mantener su comunión con Dios. Si un cristiano mantiene una comunión con Dios que es cada vez más íntima y profunda, podrá llevar la salvación a otros incluso al grado en que él mismo vendrá a ser una bendición para otros. Adondequiera que vaya, la salvación de Dios también irá allí para alcanzar a todos por medio de él. A él no le interesará el éxito ni la fortuna de las personas, sino simplemente que la salvación de Dios halle la manera de fluir por medio de él. Un cristiano así es un cristiano que tiene peso espiritual.
Sin embargo, no es posible imitar o fingir ser esta clase de cristiano. De igual manera, no es posible que ese hermano cristiano que nació y se crió en América del Sur se comporte como chino porque estuvo con ingleses desde su juventud y gradualmente asimiló en su constitución la naturaleza de los ingleses. Si a diario tenemos comunión con Dios, la naturaleza y los elementos de Dios espontáneamente llegarán a ser parte de nuestra constitución. Asimismo, la salvación de Dios y las bendiciones de Dios podrán ser impartidas a otros por medio de nosotros. Es por eso que debemos acercarnos a Dios, orar y ser guiados por Dios a fin de que los elementos de Dios lleguen a formar parte de nuestra constitución.
Hace aproximadamente cien años hubo un hombre espiritual en Inglaterra llamado George Müller, el cual fundó un orfanato. Él era alemán pero se hizo ciudadano inglés después que se fue a Inglaterra para predicar el evangelio. Su esposa era también británica. Cuando fue guiado por Dios para establecer un orfanato, él no realizó ninguna actividad para levantar fondos, sino que únicamente oró. Él era alguien que consultaba con Dios en todo. Podemos decir que él era alguien que buscaba a Dios en oración todo el día. Por un lado, él administraba lo relacionado con el orfanato; pero por otro, él esperaba en Dios, tenía comunión con Dios y discutía todas las cosas con Él. Si bien recuerdo, cada vez que se reunía con alguien o trataba de resolver alguna dificultad, hablaba con las personas externamente y al mismo tiempo hablaba con Dios en su interior; de manera muy semejante a como lo hacen los hombres de negocios de Shanghái, quienes siempre tienen dos teléfonos, uno en cada mano. Esto me anima mucho, pues no sólo Müller oraba por los asuntos, sino que aun mientras discutía los asuntos con otros, continuaba consultándole a Dios, buscando Su dirección. En su autobiografía él dijo que antes de hacer cualquier cosa, le preguntaba a Dios si le agradaba cierto asunto. Luego le preguntaba si quería que él lo hiciera, pues era posible que Dios quisiera que algo fuera hecho en el universo pero no necesariamente por medio de él. Así que cuando Müller entendía claramente que Dios quería que él lo hiciera, la tercera pregunta que le hacía era cuándo quería que lo hiciera. La cuarta pregunta era dónde debía hacerlo, y la quinta, cómo hacerlo. Müller le presentaba a Dios estos cinco puntos y preguntaba atentamente: “Oh Dios, ¿Es Tu intención hacer esto? Si Tú no deseas hacer esto, entonces yo no tocaré el asunto ni haré nada”. Müller era alguien que le consultaba a Dios todas las cosas, fueran grandes o pequeñas. Ésta era su práctica momento a momento.
Hubo cierto cristiano que tenía un cargo de jefe, quien, mientras hacía negocios con otros, a menudo les decía: “Debo regresar ahora, pues tengo que consultarle a mi Jefe”. Entonces la otra persona le preguntaba: “¿Quién es su Jefe?”. Pero él contestaba con una sonrisa: “Usted tiene un jefe, y yo también tengo el mío. Mi Jefe es alguien que usted aún no conoce”. Lo que él quería decir era que le consultaría prudentemente al Señor porque Él era su Jefe. Un cristiano apropiado es alguien que aprende a vivir diariamente delante del Señor y que practica dejarse guiar por Él. De lo contrario, definitivamente algo andará mal con dicho cristiano, aun cuando los demás lo consideren una persona correcta y apropiada. Cuando vamos a comprar un traje, debemos preguntarle al Señor qué color o estilo debemos escoger. Si pensamos que está bien comprar el traje porque tenemos suficiente dinero en nuestro bolsillo y el traje nos queda bien, eso indicará que tenemos un grave problema. Las personas empezarán a tener dudas con respecto a nosotros. Se preguntarán: “¿Este cristiano está dentro o fuera de Dios, o será que aún no ha entrado en la esfera de la gracia de Dios?”.
Un cristiano apropiado vive y mora con el Señor. El Señor es su Amo, su Complemento y su Compañero. Diariamente vive delante del Señor, anda con el Señor, mora con el Señor y descansa con Él. Así es un cristiano bueno y apropiado. Un cristiano que vive de esta manera siempre será guiado por el Señor y tendrá presente al Señor. Él sabrá lo que el Señor quiere que haga, y dónde y cuándo hacerlo. Tal cristiano será alumbrado, y será fresco, puro y lleno de la presencia del Señor. Muy fácilmente verá los problemas que surgen porque vive delante de Dios. Cada vez que nos encontremos con él, tendremos la sensación de que estamos con Dios. Siempre podremos percibir que Dios está sobre él y en él. ¿Por qué? Porque él es una persona que tiene comunión con Dios y consulta con Dios en todo. Él no ejerce su propio discernimiento natural ni dispone nada propio. Todo lo que hace procede del Señor y es para el Señor. Todo lo hace conforme a la dirección de Dios.
A fin de poder aprender la lección de ser guiados, primero debemos entender claramente lo que significa ser guiados. Por lo general pensamos que el propósito de ser guiados consiste en obtener algún beneficio personal. Éste es un concepto inapropiado. Los chinos prestan demasiada atención a los beneficios y a la fortuna. Lo que ocupa sus mentes es la esperanza de tener una larga vida, recibir bendiciones y tener paz. De vez en cuando la gente me hace esta pregunta: “Señor, si yo creo en Jesús, ¿será Él más eficaz que Buda? ¿Puede hacer rico a mi hijo y hacer que mi nuera tenga hijos?”. Para ellos, creer en Jesús es lo mismo que adorar a Buda. Sus mentes están ocupadas con el pensamiento de obtener paz y riquezas. Muchas personas creen en el Señor con la intención de obtener bendiciones, paz y prosperidad. El Señor ha sido muy bondadoso y considerado con nosotros, pues ha respondido algunas oraciones de este tipo. Sin embargo, la meta final que el Señor desea alcanzar cuando responde a nuestra oración no es simplemente que obtengamos paz, sino que Él pueda ganarnos y llenarnos, de modo que poseamos Su naturaleza y Su imagen. El Señor está laborando hacia esta meta.
La Biblia nos dice que el Señor es el Alfarero, y que nosotros somos el barro (Ro. 9:21). A menudo un alfarero toma un trozo de barro sin moldear, le da unas palmaditas suavemente, quita el exceso y endereza los ángulos torcidos. Finalmente le da forma y cuece el barro en el horno. Los cristianos son como barro en las manos del Señor, y Él desea hacernos Sus vasos. Es por eso que debemos dejar que Él nos guíe. En primer lugar, no debemos considerar las bendiciones como nuestra prioridad. De lo contrario, no podremos ser guiados por el Señor. Alguien una vez me preguntó: “Tengo algunos problemas. Si yo le oro a Dios de todo corazón, ¿quitará Él todas las dificultades?”. Le dije: “No sé cuál es el camino que Dios ha dispuesto para usted. Ciertamente Él puede cambiar cualquier situación, pero no sé si Él estará dispuesto a hacer esto por usted. A veces Él nos pone en una situación angustiosa para que podamos ser cocidos una y otra vez. Por medio del fuego Él puede hacer de usted un vaso precioso en Sus manos”. No debemos usar nuestra acción de creer en el Señor a fin de obtener algunas bendiciones conforme a nuestra voluntad, mas no conforme a la Suya.
En segundo lugar, a fin de ser guiados por el Señor debemos conducirnos en el mundo no con sabiduría carnal, sino con la gracia de Dios (2 Co. 1:12). Una persona que depende de su propia capacidad no puede ser guiado por el Señor. Todos los que han sido guiados por el Señor han aniquilado su propia sabiduría carnal y su capacidad. Quizás temamos que si nuestra capacidad es destruida, no tendremos nada ni podremos hacer nada. En realidad, la persona más competente es aquella cuya capacidad y sabiduría carnal han sido quebrantadas. ¿No es Dios más capaz de lo que somos nosotros? ¿No es Él más sabio que nosotros? En Londres hubo una cristiana de edad avanzada que tenía un hijo muy inteligente. Cada mañana, cuando su hijo estaba por irse a la oficina, ella repetidas veces le recordaba que no viviera según la sabiduría de su carne, sino según la gracia de Dios.
Tercero, tenemos que aprender a consagrarnos a Dios. Una persona que no se ha consagrado a Dios no puede ser guiada por Él. Tenemos que consagrar absolutamente a Dios nuestra familia y todo nuestro ser con todo lo que tenemos y todo lo que somos. Sólo entonces el Señor podrá guiarnos. Entonces podremos aprender a depender del Señor y a pedirle que nos guíe en las cosas grandes y en las pequeñas. Por ejemplo, alguien podría preguntarnos: “¿Le gustaría ir conmigo a dar un paseo por Tamsui?”. No es necesario que seamos rígidos y nos arrodillemos a orar, pero sí tenemos que consultarle a Dios en nuestro interior, presentándole el asunto para conversarlo con Él. Si seguimos al Señor, andamos por Su camino y nos entregamos a Dios, conversando con Él sobre todos los asuntos, sean grandes o pequeños, y recibimos Su dirección de una manera clara antes de hacer cualquier cosa, entonces verdaderamente estaremos andando en el Señor y con Él.
En resumen, los cristianos poseen cuatro cosas: Cristo, la Biblia, la iglesia y otros cristianos por compañeros. Los cristianos poseen también cuatro características: son peculiares, experimentan muchas contradicciones internas, toman la parte más profunda de su ser como el punto de partida y son guiados por el Señor. Esto es maravilloso. Si como cristianos hemos llegado a un punto en el que simplemente seguimos la corriente de la sociedad, entonces nos hemos degradado y hemos perdido nuestra condición normal de cristianos. Por otra parte, si vivimos delante de Dios y mantenemos nuestra comunión con Él, definitivamente seremos peculiares para los hombres, experimentaremos muchas contradicciones internas —pues siempre estaremos en contra de nosotros mismos—, y nos conduciremos como cristianos andando conforme a la parte más profunda de nuestro ser. Además, no tomaremos decisiones por nosotros mismos ni seremos individualistas, sino que diariamente seremos guiados por el Señor, permitiendo que Él tome decisiones por nosotros, y ande y viva con nosotros. No nos comportaremos descuidadamente; más bien, viviremos delante del Señor, andaremos con Él y seremos guiados por Él, tanto en las cosas grandes como en las pequeñas.