
Este libro está compuesto de los mensajes dados por el hermano Witness Lee en Irving, Texas del 23 al 25 de mayo de 1992.
Hubo una era antes de Adán. En esa era, la era preadamítica, existían la economía divina y el caos satánico.
En la era preadamítica, la creación de los cielos y la tierra fue asunto de la economía divina (Gn. 1:1; Job 38:4-6). Dios creó los cielos y la tierra a partir de la nada.
El orden de la creación estimuló a los ángeles a cantar y dar voces de júbilo. Job 38:7 denota que los ángeles cantaron y se regocijaron cuando vieron el hermoso universo que Dios había creado.
En la era preadamítica, la economía divina en la creación del universo fue seguida por el caos satánico.
Satanás, el arcángel, se rebeló en contra de Dios, y una tercera parte de los ángeles se le unió en su rebelión (Is. 14:12-15; Ez. 28:13-18; Ap. 12:4). Dado que el número de ángeles es inmenso, que una tercera parte de los ángeles se haya unido a Satanás en su rebelión significa que un gran número de ellos le siguió.
Después de la rebelión de Satanás, Dios ejecutó Su juicio. El universo se convirtió en un caos bajo el juicio de Dios: los cielos se oscurecieron y la tierra quedó desordenada y vacía (Job 9:5-7; Gn. 1:2a). Debido a que la rebelión de Satanás contaminó no sólo la tierra, sino también los cielos, tanto la tierra como los cielos fueron juzgados por Dios. Los cielos se oscurecieron, y la tierra quedó desordenada y vacía. Eso fue un caos.
Génesis 1:1 dice: “En el principio creó Dios los cielos y la tierra”. Aquí vemos la economía de Dios en Su creación del universo. Según la traducción adecuada, el versículo 2a dice a continuación: “Y la tierra quedó desierta y vacía”. Esto indica que la tierra perdió toda forma y quedó sumida en un caos.
Después del caos satánico en la era preadamítica, Dios restauró el universo. En el universo restaurado, también es posible ver la economía divina y el caos satánico.
Génesis 1:2b no es un relato de la creación efectuada por Dios, sino de cómo El restauró el universo caótico.
Primero, Dios restauró los cielos, particularmente sus luminarias, y la tierra, especialmente su terreno (Gn. 1:2b-19). La luz era para que la vida fuera producida y preservada y también para que creciera. La tierra también era para que la vida fuera producida.
En el universo restaurado, Dios creó al hombre para que éste le expresara en cuanto a Su imagen y le representara en cuanto a Su dominio (Gn. 1:26-28). Dios creó al hombre a Su imagen para que éste pudiera expresarle, y le dio dominio para que pudiera representarle.
Dios puso al hombre frente al árbol de vida (Gn. 2:8-17). El árbol de la vida es figura de Cristo como incorporación de la vida divina. Así que, cuando Dios puso al hombre frente al árbol de la vida, estaba dando a entender que el hombre debía tomar a Dios en Cristo como vida para que la economía divina fuera llevada a cabo.
Después de la economía divina en el universo restaurado, de nuevo tenemos el caos satánico.
El caos satánico en la vieja creación comenzó cuando Satanás, la serpiente, tentó al hombre induciéndolo a que tomara del árbol del conocimiento del bien y del mal (Gn. 3:1-5). Tanto el bien como el mal pertenecen al mismo árbol, y ahora en la misma persona podemos ver tanto el bien como el mal.
Génesis 3:6 y 7 nos muestran que el hombre fue engañado y cayó. Esto constituyó el caos en el universo restaurado.
En la caída del hombre vemos primero la economía divina y luego vemos el resultado del caos satánico.
Es un hecho maravilloso que hasta en la caída del hombre estaba la economía divina.
En Génesis 3, luego de que Adán y Eva fueron envenenados y cayeron, estaban temerosos de Dios y se escondieron de El. Sin embargo, Dios vino a buscar al hombre caído y perdido, llamándole y diciéndole: “¿Dónde estás?” (v. 9). Después de encontrar al hombre perdido y caído, Dios prometió que Cristo vendría como simiente de la mujer y destruiría a la serpiente, es decir, destruiría a Satanás. Antes de que Dios hiciera esta promesa, Adán y Eva han de haber estado temblando de miedo. Dios les había dicho que si comían del árbol del conocimiento del bien y del mal morirían, y de seguro esperaban morir. Mas entonces oyeron las buenas nuevas, las alegres nuevas, tocante a que la simiente de la mujer —tipo y figura de Cristo— vendría y destruiría a la malvada serpiente. Sin duda esas fueron buenas noticias. Con respecto a estas buenas nuevas, Hebreos 2:14 dice: “Así que, por cuanto los hijos participaron de carne y sangre, él también participó de lo mismo, para destruir por medio de la muerte al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al diablo”.
En la economía divina en la caída del hombre, Dios también prometió que dejaría vivir al hombre y que le proveería de una cubierta (Gn. 3:20-21). La vida de la que aquí se habla denota la vida eterna de Dios, y la cubierta tipifica la redención que Dios había de enviar en Cristo.
Dándose cuenta de que eran pecadores, Adán y Eva trataron de cubrir su desnudez con delantales hechos de hojas de higuera. Sin embargo, Dios les hizo abrigos de piel y los vistió. Dios sacrificó un animal, probablemente un cordero, y con la piel de este animal hizo una cubierta para ambos. Esto tipificó la redención que Dios había de proveer en Cristo.
En la economía divina en Génesis 3 hubo dos promesas y una provisión. Dios prometió que El vendría y destruiría a la serpiente, y prometió que le daría la vida divina al hombre caído. Luego El proveyó una cubierta, dando a entender que Cristo vendría para cumplir la redención para cubrir al hombre caído a fin de que éste fuera justificado delante de Dios. Esto constituye un evangelio completo.
En Génesis 3:22-24 vemos que el caos satánico tuvo un resultado.
Al restaurar la creación, Dios con todo propósito creó un huerto placentero, que fue llamado Edén. Debido a la caída, el hombre fue expulsado de ese huerto. Este fue el primer aspecto del resultado producido por el caos satánico.
El segundo aspecto de este resultado fue que la entrada al árbol de la vida le fue cerrada al hombre caído. La entrada había de permanecer cerrada hasta que Cristo viniera a cumplir la redención y abriera así el camino al árbol de la vida.
En las etapas adicionales y la consumación de la caída del hombre, vemos más aspectos de la economía divina y del caos satánico. La caída del hombre tuvo por lo menos cuatro etapas, y luego llegó a una consumación.
En la economía divina, Dios fue bueno y misericordioso.
Abel aceptó la promesa de Dios al ofrecer lo mejor de su rebaño, y así recibió el favor de Dios (Gn. 4:4). Lo mejor del rebaño tipifica a Cristo. Debido a que Dios apreció la ofrenda de Abel, Abel fue justificado y aceptado por Dios. Según la economía divina, Abel fue recobrado y justificado.
El nombre Enós significa frágil. Enós, un hombre frágil, invocó el nombre de Jehová para recibir Su rico suministro (Gn. 4:26). Enós era débil y frágil. Invocando el rico nombre de Jehová, este hombre frágil recibió de Jehová un rico suministro. Ciertamente esto tiene que ver con la economía divina. Hoy día nosotros también practicamos invocar el nombre del Señor. Esta práctica tuvo comienzo con la tercera generación de la humanidad.
Enoc caminó con Dios y Dios se lo llevó (Gn. 5:21-24). Aunque el hombre cayó y fue expulsado del huerto de Edén, hubo un hombre caído que pudo andar con Dios y a quien Dios finalmente se llevó. Esto también tiene que ver con la economía divina.
Noé no sólo caminó con Dios, sino que también preparó un arca para la realización de la economía divina (Gn. 6:8-22). El arca tipificaba a Cristo y era para que la humanidad se salvara. La raza humana fue salva por medio del arca que Noé preparó conforme a la revelación e instrucción de Dios.
Según Génesis 8:20-22, Noé edificó un altar y ofreció holocaustos (tipo de Cristo) a Dios para agradarle a El a fin de que la tierra fuera preservada en su sistema. Nosotros ahora también deberíamos edificar un altar y orar; es decir, debemos presentarnos ante el altar y ofrecer a Cristo a Dios. Al ofrecer a Cristo a Dios, deberíamos orar así: “Oh, Dios, perdona a nuestro país. La inmoralidad y el caos son una ofensa para Ti, que eres el Dios justo. Te pedimos que recuerdes la cruz en la que Tu Hijo, nuestro Señor Jesús, murió”. Venir a la cruz y ofrecer a Cristo a Dios es la economía divina. Si lo hacemos, es posible que ayudemos a salvar el país en el que vivimos.
Al parecer Adán tuvo muchos hijos, pero solamente dos de ellos, Abel y Caín, se usan como modelos en la Biblia. Abel es un modelo de la economía divina, y Caín es un modelo del caos satánico.
Caín rechazó la promesa de Dios y mató a su hermano Abel, atrayendo sobre sí el juicio y la maldición de Dios (Gn. 4:3-16). En vez de ofrecer algo del rebaño, es decir, algo que fuera tipo de Cristo, él ofreció el resultado de su propio trabajo, lo cual ofendió a Dios. El Dios justo jamás aceptará nada que provenga del propio trabajo de un pecador.
Parecía que Caín estaba haciendo algo bueno al ofrecerle a Dios el resultado de su propio trabajo. Sin embargo, poco después de que su ofrenda fue rechazada por Dios, Caín hizo algo malo: mató a su hermano. En él podemos ver el bien y el mal, lo cual indica que él seguramente pertenecía al árbol de la ciencia del bien y del mal. Actualmente la situación es la misma en la sociedad. Por un lado, un caballero hace muchas cosas buenas; por otro lado, la misma persona hace cosas malas.
En las etapas adicionales de la caída del hombre, el hombre vino a ser carne y el pecado del hombre fue sobremanera grande, al punto que Dios lo juzgó enviando un diluvio (Gn. 6:3, 5-7, 13; 7:10-11; 17:23a).
En la consumación de la caída del hombre, el hombre se rebeló contra Dios, se exaltó a sí mismo y adoró ídolos en Babel junto con Satanás, para estorbar la economía divina (Gn. 11:1-9). Antes de esto, se levantó un hombre poderoso llamado Nimrod (Gn. 10:8-11). Nimrod, un tipo del anticristo, edificó Babel y Nínive. Babel era un lugar de ídolos, y los nombres de los ídolos estaban escritos en los ladrillos de la ciudad. En Babel el hombre se rebeló contra Dios, se exaltó a sí mismo y adoró ídolos.
Veamos ahora la economía divina y el caos satánico en el hecho de que una nueva raza de la humanidad fue establecida. La vieja raza cayó en un caos, así que a partir de la humanidad caótica, Dios levantó una nueva raza, de la cual Abraham fue el primero.
En Génesis 11:31 y 12:4 dice que Dios llamó a Abraham a que saliera de la tierra de idolatría y le llevó a la tierra que El le había prometido. La tierra que Dios prometió es la buena tierra.
Dios también le prometió a Abraham Su bendición, el evangelio, para las naciones en la simiente de Abraham: Cristo como la centralidad y la universalidad de la economía divina (Gn. 12:2-3; 18:18; 22:18). Tal como la simiente de la mujer es Cristo, así la simiente de Abraham también es Cristo.
Cristo es una simiente triple: la simiente de la mujer, la simiente de Abraham y la simiente de David (2 S. 7:12). Como simiente de la mujer, simiente de María, Cristo ha efectuado la redención para derrotar y destruir a Satanás y para tratar con nuestro pecado y con nuestros pecados. Como simiente de Abraham, Cristo ha traído Dios a nosotros y nos ha llevado a nosotros a Dios. Esta es la bendición. Como simiente de David, Cristo ha hecho venir el reino.
En la revelación con respecto a Cristo como la simiente triple podemos ver un evangelio completo. ¿Qué es el evangelio? El evangelio es las buenas nuevas de que Cristo ha destruido a Satanás, que nos ha redimido de nuestros pecados, que ha traído a Dios a nosotros y que nos ha llevado a nosotros a Dios para que disfrutemos la bendición de Dios, y que nos ha introducido en el reino, donde Dios reina por medio de Sus redimidos, quienes son Su organismo. Esto es el evangelio con respecto a Cristo como la simiente triple.
Abraham, Isaac y Jacob edificaron un altar para presentar las ofrendas (que tipifican a Cristo) a Jehová, y vivieron en tiendas como peregrinos, esperando la consumación de la economía divina (Gn. 12:7-8; 26:25; 33:18-20; He. 11:9). Ellos edificaron un altar para ofrecer lo que Dios quería: las ofrendas como tipos de Cristo. Que vivieran en tiendas denota que nunca se establecieron en la tierra, sino que eran viajeros, es decir, eran ajenos a la tierra. Ellos esperaban la Nueva Jerusalén, la ciudad que tiene fundamentos, la consumación de la economía de Dios.
Abraham se casó con Agar (Gn. 16:1-5). Esto dio lugar a la historia negativa de Agar y su hijo Ismael (Gn. 21:8-10). Dios expulsó a Ismael, y Agar fue desechada, ya que no era la verdadera esposa, sino una concubina.
Jacob y toda su familia descendieron a Egipto. Esto dio por resultado que la raza de Israel quedara bajo la esclavitud y la tiranía de Egipto (Ex. 1:8-14). La bendición no se obtiene yendo a Egipto (el mundo), sino saliendo de Egipto y perseverando hasta alcanzar la consumación de la economía de Dios: la Nueva Jerusalén.
En el caso del pueblo de Israel —una nueva raza humana levantada por Dios— de nuevo vemos la economía divina.
En la economía divina el pueblo de Israel pasó por el juicio de Dios y salió de Egipto (Ex. 12:1-14; 13:7—14:31). Primero, Dios les dio la redención. Mediante la pascua, en la cual se mataba un cordero y se rociaba sangre, ellos pasaron por el juicio de Dios. Esto constituyó la redención que Dios les dio. Sin embargo, debido a que todavía estaban en Egipto, Dios también les dio la salvación para liberarlos de la tiranía egipcia. Así que, los hijos de Israel disfrutaron dos cosas de parte de Dios: la redención y la salvación.
Luego de que el pueblo de Israel pasara por el juicio de Dios y saliera de Egipto, llegó a ser un pueblo que viajaba por el desierto. Como se revela en Exodo 16:1—17:7 y en 1 Corintios 10:3 y 4, en el desierto Dios le dio al pueblo de Israel maná del cielo (el cual tipifica a Cristo) y agua (que tipifica al Espíritu) de la roca que se movía (la cual tipificaba a Cristo). Sólo cuando salieron de Egipto pudieron disfrutar de estas provisiones. Esto indica que si nosotros ahora emigráramos, es decir, si viajáramos con el Señor, disfrutaríamos la bendición de Su provisión.
En el caso del pueblo de Israel en el desierto, no sólo vemos la economía divina, sino también el caos satánico.
Los hijos de Israel llegaron a ser viajeros benditos y andaban con Dios, pero llegaron a confiar mucho en sí mismos en cuanto a guardar los mandamientos de Dios (Ex. 19:7-8). Dios los llevó al monte Sinaí, donde se reunió con ellos y les habló. Confiando mucho en ellos mismos y no conociéndose a sí mismos, dijeron: “Todo lo que Jehová ha dicho, haremos” (v. 8a). Esto ofendió a Dios, pues era indicio de que no se conocían a sí mismos. Ellos debieron haber dicho: “Señor, Tú sabes que somos seres caídos. No podemos guardar Tu palabra. Necesitamos Tu misericordia, Tu gracia, Tu redención y Tu salvación”. A Dios le satisface oír algo así. Sin embargo, lo que el pueblo de Israel dijo fue totalmente diferente y resultó ofensivo para Dios, quien entonces procedió a decretar la ley. El pueblo, confiando tanto en sí mismo, quebrantó la ley aún antes de que les fuese dada.
En el desierto el pueblo de Israel se desvió de la línea central de la economía divina y tomó una línea secundaria, la ley (Ex. 20:1-21).
Por último, consideremos los restantes aspectos de la economía divina y el caos satánico en el Antiguo Testamento.
En Exodo 25—Levítico 27, Dios le mandó al pueblo de Israel que edificara el tabernáculo para que fuese Su morada y que le sirviera a través de los sacerdotes por medio de las ofrendas. El tabernáculo, los sacerdotes y las ofrendas tipifican a Cristo. Hasta en el Antiguo Testamento el pueblo de Dios vivía no sólo mediante la ley, sino también por medio del tabernáculo, los sacerdotes y las ofrendas. Si hubiesen vivido sólo mediante la ley, todos hubiesen sido condenados.
Veamos el ejemplo representado por David. Aunque David era victorioso y fue un buen rey, no era perfecto conforme a la ley. El cometió fornicación, conspiró para matar a uno de sus soldados, y le robó la mujer a ese soldado. La genealogía de Cristo en Mateo 1 dice: “David engendró a Salomón de la que fue mujer de Urías” (v. 6). La expresión la que fue mujer deUrías no es favorable, dado que recalca el gran pecado de David y muestra que existe esta mancha en la genealogía de Cristo. Ciertamente David no era perfecto conforme a la ley, pero sí lo era conforme al tabernáculo, el sacerdocio y las ofrendas. Luego de haber confesado sus pecados de asesinato y fornicación, David aplicó la ofrenda (Sal. 51:19), y por medio de la ofrenda fue perdonado. En realidad, David fue perdonado mediante Cristo, quien es el tabernáculo, el sacerdote y las ofrendas.
El tabernáculo representa a Cristo como la incorporación del Dios misericordioso y lleno de gracia. Juan 1:14 dice: “El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros ... lleno de gracia y de verdad”. Este versículo no dice que el Verbo, quien es Cristo, se hizo carne, lleno de justicia y rectitud. Si Cristo sólo hubiese estado lleno de justicia y rectitud, Dios nos hubiese condenado a todos. Sin embargo, Cristo como el tabernáculo era lleno de gracia, y como tal tabernáculo, El nos trajo a Dios. Luego El murió por nuestros pecados. En Su muerte en la cruz, El era el sacerdote y también las ofrendas. Por consiguiente, mediante Cristo como el tabernáculo, el Sacerdote y las ofrendas, los pecadores hemos sido redimidos, salvados y regenerados. Más aún, según la economía de Dios, también hemos sido renovados, santificados, transformados, conformados a la imagen de Cristo y glorificados con El en Su gloria.
La genealogía de Cristo en Mateo 1 es un extracto de todo el Antiguo Testamento. Esta genealogía es un extracto del Antiguo Testamento, no en el lado de la ley, sino en el lado del tabernáculo, el sacerdocio y las ofrendas. Según la economía de Dios, es la genealogía de Aquel que es la simiente triple, Aquel que es la simiente de la mujer, la simiente de Abraham y la simiente de David. Cristo nació de María, quien era descendiente de David por la línea de su hijo Natán. José, esposo de María, era descendiente de David por la línea de su hijo Salomón. Por consiguiente, los dos eran descendientes de David, y por medio de ellos vino Cristo.
En Josué 3 y 4 vemos que Israel entró en la buena tierra. Eso tuvo que ver con la economía de Dios.
Otro aspecto de la economía divina lo constituye el hecho de que Israel erigiera el tabernáculo del arca en Silo (Jos. 18:1).
Una vez más a la economía divina le siguió el caos satánico.
Los sacerdotes de Israel se degradaron y se corrompieron (1 S. 2:12-17, 22-34).
En medio de esta situación caótica, el arca, que era usada de manera supersticiosa, fue capturada por los enemigos de Israel (1 S. 4:1—5:2). Los sacerdotes fueron muertos y el arca fue capturada.
En la economía divina, Dios levantó a David como un hombre conforme a Su propio corazón, para que hiciera Su voluntad (1 S. 13:14).
David recuperó el arca de Dios (2 S. 6:1-19).
David deseaba edificar un templo para Dios y preparó los materiales y el lugar para la edificación del templo de Dios (2 S. 7:2; 1 Cr. 22:1-19; 29:1-19; 2 Cr. 3:1).
Salomón edificó el templo para Dios y puso allí el arca (1 R. 5:4-5; 6:2; 7:51—8:11).
David cayó en pecado, y su familia se convirtió en un desastre (2 S. 11—18). Esto fue resultado de los pecados de David de asesinato y fornicación. Como resultado de los pecados de David, su familia no tuvo paz. Absalón, uno de sus hijos, mató a otro de sus hijos y luego se rebeló contra David y hasta procuraba matarlo.
Salomón cayó en pecado y su reino fue dividido en dos (1 R. 11:1-40).
La degradación de los reyes, la corrupción de los sacerdotes, la falsedad de los profetas, y los males del pueblo de Israel eran intolerables. Esta caótica situación se narra en 1 y 2 Reyes y en los libros de los profetas.
Por último, Jerusalén fue destruida, el templo fue quemado, y el pueblo de Israel fue capturado por los babilonios (2 Cr. 36:17-20). ¡Qué enorme caos! Esta situación caótica aún prevalece en Israel en estos días.
Después de setenta años de cautiverio, los cautivos fueron liberados y regresaron a la tierra de sus padres (Esd. 1).
El templo de Dios con el altar para las ofrendas (tipos de Cristo) fue reedificado (Esd. 3).
El remanente de David que regresó produjo a Cristo como el Mesías en Su primera venida (Mt. 1:1, 6b-16; Lc. 3:22-31). Cristo nació por medio de José y María, quienes eran descendientes de los cautivos que regresaron.
Los cautivos que regresaron no hacían nada con respecto a la edificación del templo de Dios (Hag. 1). Ellos debían haber estado jubilosos y debían haber procurado la edificación del templo, pero en vez de eso se quedaron sin hacer nada, olvidándose de la reedificación del templo.
Los cautivos que regresaron estaban en una situación caótica. Esto puede verse en los libros de Nehemías, Hageo y Malaquías.
El Antiguo Testamento termina en caos, pero no en desánimo. Al contrario, había mucha esperanza. Los judíos piadosos esperaban al Mesías y anhelaban la venida del Mesías. Así que, el Antiguo Testamento termina no sólo en caos, sino también en expectación: la expectación de la venida de Cristo.
La venida de Cristo se compone de dos partes: la primera venida y la segunda venida. La primera venida de Cristo fue el inicio de la economía neotestamentaria, y la segunda venida de Cristo será la consumación de dicha economía. La primera venida se ve en el comienzo de Mateo y la segunda venida se puede ver al final de Apocalipsis. La era de la iglesia, es decir, el tiempo que transcurre entre estas dos venidas, es en realidad la venida de Cristo. Cristo está en el proceso de venir a través de todos los miembros de la iglesia, a través de la adecuada vida de iglesia.
Todo el Nuevo Testamento es un asunto que atañe a la venida de Cristo, quien es el Maravilloso. En medio del inicio de la economía neotestamentaria y de su consumación, se encuentra el proceso de la iglesia, y la vida de iglesia es el proceso de la venida de Cristo. Cristo está en el camino de Su venida, y la vida de iglesia es el camino por el cual viene. Cristo ha venido para dar comienzo a la economía neotestamentaria, y El vendrá para consumarla. Ahora El está en camino para venir, y este camino es la iglesia. Por consiguiente, si estamos en la iglesia, estamos en Su venida.