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Mensajes del libro «Carácter»
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CAPÍTULO CINCO

UN CARÁCTER ÚTIL AL SEÑOR

  Lectura bíblica: 2 Ti. 2:20, 21

  En este capítulo, al considerar el carácter de uno que sirve al Señor, deseamos ver 2 Timoteo 2:20-21, donde el apóstol indicó que para ser un siervo del Señor uno tiene que ser “útil al dueño”. Literalmente, esto significa hacer que el servicio que se rinde al Señor sea a la vez abundante y práctico. No es solamente un asunto de ser usado o no, sino de cuán práctico y cuán abundante sea este servicio. En otras palabras, debemos ser aquellos que sirven de forma práctica y abundantemente. Esto es lo que significa ser útil al Dueño.

EL SEÑOR NO UTILIZA LAS COSAS DEL HOMBRE

  Quisiera repetir que el Señor nunca utiliza lo que tenemos. Éste es el significado del fuego que ardía sobre la zarza sin consumirla. El fuego ardía sobre la zarza, pero no utilizaba los elementos de la zarza como combustible. No piensen que su destreza, sabiduría, talento y virtudes puedan ser el material que Dios use. No es así. Nada nuestro puede contribuir a nuestra utilidad al Señor. El Señor quiere que le sirvamos, pero no desea que ministremos de lo que tenemos. Más bien, Él quiere que ministremos lo que Él tiene. Ministrar a otros lo que tenemos en nosotros mismos es sumamente ofensivo a Dios. Como indicó Pablo en 2 Corintios 4, esto sería predicarnos a nosotros mismos, ministrarnos a nosotros mismos y no al Señor, y Él lo condena.

  En 2 Corintios 3 Pablo dijo que fuimos hechos ministros competentes de un nuevo pacto, no de nosotros mismos, sino de Dios. Luego, en el capítulo 4 nos mostró que él no sólo era insuficiente en sí mismo, sino que además no se predicaba a sí mismo; predicaba a Cristo Jesús como Señor. Pablo no se predicaba a otros ni se ministraba a otros, Pablo predicaba y ministraba a Cristo.

  Moisés era igual. Él no dependía de su propia manera de hacer las cosas para tratar con Faraón; más bien, era la autoridad de Dios manifestada a través de Moisés la que trataba con Faraón. Faraón no se enfrentaba con la habilidad, el talento ni la sabiduría de Moisés, sino que encontró en Moisés algo que no era Moisés, esto es, era el fuego que ardía sobre la zarza.

  El mismo principio se aplica a todos los que sirvieron al Señor en el Antiguo y el Nuevo Testamentos. Ninguno de los profetas antiguotestamentarios, ya sea Jeremías, Isaías, Daniel o cualquier otro, podía traer a la obra del Señor su propia destreza, sabiduría o habilidad. En otras palabras, lo que aquellos profetas predicaron no fue su propia habilidad, sabiduría ni destreza, sino a Jehová, quien venía sobre ellos y a las palabras de Jehová. Además, en el Nuevo Testamento, Pedro, Jacobo, Juan y Pablo no podían añadir nada de ellos mismos al servicio del Señor. Lo que ellos ministraban a los santos y a las iglesias era solamente Cristo mismo. Este punto tiene que estar bien claro.

  La cruz trabaja en nosotros para tratar específicamente con este asunto; nos quebranta y nos aniquila para tratar con este punto mismo. La cruz quebranta nuestra propia sabiduría y derriba nuestra persona que es tan capaz. ¿Por qué? Debido a que si nuestra destreza, sabiduría y habilidad no son subyugadas por el Señor, lo que hagamos definitivamente será de nosotros mismos y no del Señor. Por ejemplo, si Dios hubiese usado a Moisés a la edad de cuarenta años para salvar a Israel, su servicio hubiese estado lleno de su propia habilidad, destreza, sabiduría y conocimiento. Por ende, Dios le permitió chocar contra la pared. Ésa fue la cruz que quebrantó su talento, habilidad, sabiduría y destreza. Moisés fue un príncipe en el palacio y un capitán en el ejército. Sin embargo, fue disciplinado y se convirtió en un peregrino y en un pastor en el desierto. Dios utilizó todas estas experiencias para quebrantarlo.

  Tenemos que ver que cuando servimos en la iglesia y participamos en la obra del Señor, de ninguna manera podemos ministrar lo que poseemos en nosotros mismos. En cualquier momento en que mezclemos lo que tenemos con el servicio del Señor, la cruz vendrá a nosotros. Esto es muy difícil de entender, porque Dios desea que trabajemos en Su obra, pero no quiere lo que nosotros tenemos.

  El otro lado de este asunto es que aunque el Señor no desea usar lo que tenemos, Él quiere que le seamos útiles. Después de mucha consideración ante el Señor, creo que el asunto de ser “útil al dueño” tiene mucho que ver con el carácter de una persona. Nuestro talento y habilidad no se deben mezclar con el servicio del Señor. Sin embargo, nuestro carácter puede determinar si somos adecuados para ser útiles al Señor. El carácter de algunas personas le es útil, mientras que el de otros no. Aunque los que sirven al Señor no pueden traer lo que tienen al servicio, su carácter sí tiene que ser adecuado para el uso del Señor. Por esta razón, he estado repitiendo que para que seamos útiles al Dueño, tenemos que edificar un carácter que sea útil para Él. Hermanos y hermanas, tenemos una gran responsabilidad en este asunto.

CUATRO ASPECTOS DE SER ÚTIL AL DUEÑO

  ¿Qué tipo de persona es útil al Señor? Por lo menos hay cuatro aspectos. Primero, uno tiene que amar y desear al Señor. Si no ama ni desea al Señor, ni siquiera podemos hablar de serle útil. No necesitamos abarcar este asunto básico aquí. Segundo, uno tiene que tener una visión del Señor y un encuentro con Él. Necesita tener una revelación de que el propósito eterno de Dios es forjar a Cristo en nosotros y expresarlo a través de nosotros. Esto es importante. He conocido a muchos santos que aman al Señor, pero que no han visto a este Cristo de Dios. Solamente han visto a Jesús su Salvador, no al Cristo de Dios. Puede ser que sean fervientes y llenos de amor, pero en su servicio no ministran al Señor a otros, porque no han visto a este Cristo y no han recibido esta revelación. Para ser útil en las manos del Señor, una persona tiene que ver la revelación respecto a Cristo. Tercero, su yo, su persona, debe haber sido quebrantado por la cruz. Tiene que darse cuenta de que cualquier cosa que tenga y que proceda de él no puede ser traída al servicio del Señor. Su ser natural tiene que haber sido terminado en la cruz. Sólo aquellos que han visto su carne y su hombre natural se dan cuenta de cuán preciosa es la cruz. Solamente cuando usted ha visto que es carnal y que no es más que una zarza de espinos, un leproso y un hombre natural, entonces atesorará la experiencia de la cruz. A esto se le puede llamar la revelación del hombre natural o la revelación de la cruz. Después de tener un corazón para amar al Señor, tiene que tener por lo menos dos revelaciones, una con respecto a Cristo y la otra con respecto al yo, el cual también se relaciona con la cruz. No puede carecer de ninguno de estos tres aspectos.

  Sin embargo, estos tres aspectos no son suficientes. Si cuenta con éstos, tal vez pudiera hacer algo de valor, pero no algo extenso. Ciertamente impartirá y ministrará a Cristo, pero tal vez sea solamente una vez al año o a una persona en seis meses.

  Suponga que hay un hermano que ama sinceramente al Señor y que no está ocupado con el mundo. Él ha sido iluminado, ha visto al Cristo de Dios y ve que Cristo es el propósito de Dios en este universo, y que este Cristo tiene que ser forjado en los hombres y ser expresado desde ellos. Él tiene verdaderamente la revelación de Cristo. También ve que lo que más estorba a Cristo es su yo, su carne y su vida natural, y al ver esto cae derrotado; y posee el conocimiento de su vida natural, lo cual es la revelación de la cruz. Al encontrarse con este hermano, usted siempre siente que el Señor es muy dulce, muy precioso y muy grandioso. Sin embargo, ve cierta peculiaridad en este hermano. Por ejemplo, si le pregunta si tiene tiempo para ayudar a algunos hermanos que lo necesitan, él contestará: “Bien, bien”. Pero se olvida de ello tan pronto se va a su casa. Esto yo lo vi que sucedió en realidad. Este hermano verdaderamente ama al Señor, recibe misericordia y se ve a sí mismo y ve el camino de la cruz; pero algo le falta que lo hace inútil al Dueño.

  Es posible que este mismo hermano un día llegue a ser un anciano. Entonces, tal vez un hermano se acerque a decirle: “Cierta hermana tiene un problema serio relacionado con el matrimonio. Estaba comprometida con alguien, pero ahora está comprometida con otro. ¿Qué cree usted que debemos hacer?”. Quizás él diga: “Bueno, busquemos al Señor”. Luego, otro hermano viene y le dice: “La familia de cierto hermano está pasando por dificultades, él perdió su trabajo. ¿Qué debemos hacer?”. Es posible que él conteste: “Bueno, vamos a orar. Si el Señor no hace algo, ¿qué podemos hacer nosotros?”. No piense que no existen hermanos así. Me da temor cuidar de los asuntos de la iglesia con tales hermanos y hermanas. Cuando lo hago, inevitablemente me frustro. ¿Cuál es el problema con ellos? ¿Están carentes de amor para con el Señor o carecen del conocimiento de Cristo? ¿O es que no conocen la cruz lo suficiente? No es nada de esto, el problema radica totalmente en su carácter.

  Durante todos estos años hemos estado estudiando el asunto del servicio. Por medio de indagar e investigar continuamente, hemos llegado a la conclusión de que los cuatro aspectos anteriores son todos indispensables. Sin embargo, es asombroso ver que el cuarto aspecto, el aspecto del carácter, a menudo se rechaza o descuida con facilidad. Muchos suponen que siempre y cuando amen al Señor, vean a Cristo y conozcan el camino de la cruz, han alcanzado la cima. No obstante, los primeros tres aspectos son insuficientes. Un cocinero tiene que tomar cuatro pasos para preparar una comida: primero, tiene que salir a comprar al mercado; segundo, tiene que remover muchas cosas, tales como las hojas de los tallos, las escamas de los pescados y las raíces de los vegetales; tercero, necesita cocinar la comida; y cuarto, tiene que preparar las sillas, los platos, los palillos y las cucharas. ¿Por qué hace falta el cuarto paso? Ciertamente, el cocinero no va a servir los cubiertos y la mesa como comida. Sin embargo, sin palillos, cucharas, platos y una mesa, no se puede servir la cena apropiadamente. Estos utensilios que se usan para comer ilustran el carácter de aquellos que servimos al Señor. Sin ellos, la comida se quedará en las cacerolas. Aun se podría comer, pero no se disfrutaría. Nadie se comería los palillos y las cucharas juntamente con la comida; eso sería terrible. Le servimos una cena a las personas para que puedan comer la comida, pero no los utensilios. De manera similar, no ministramos a otros nuestro carácter, pero les llevamos a Cristo por medio de nuestro carácter.

  Por ejemplo, puede ser que cierto hermano sea distraído y olvidadizo. ¿Puede su carácter olvidadizo reemplazar al Cristo que él conoce interiormente? De ningún modo; pero su carácter afecta grandemente su servicio. Tiene que compensar esta falta si quiere ser adecuado para el uso del Señor. Tiene que aprender a recordar cosas. Debe llevar una libreta en el bolsillo para anotar las cosas que se tiene que hacer. Éste es solamente un ejemplo pequeño.

EL CARÁCTER DE LOS SIERVOS DEL SEÑOR EN EL ANTIGUO Y NUEVO TESTAMENTOS

  Consideremos ahora el carácter de aquellos que sirvieron al Señor tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamentos. De hecho, sería muy beneficioso que estudien el carácter de personas desde Abraham en el Antiguo Testamento hasta Juan en el Nuevo Testamento. Aquí solamente podemos escoger algunos de ellos para nuestra discusión.

  Según vemos en el Antiguo Testamento, el carácter de Moisés fue casi perfecto. Primero, recibió de sus padres el conocimiento de Dios cuando era joven. Éste fue un factor que contribuyó al desarrollo de su carácter. Segundo, Dios preparó un ambiente al llevarlo al palacio egipcio para conocer la cultura de esa era. Esto también fue un factor en el cultivo de su carácter. Tercero, Dios lo envió al desierto por cuarenta años para entrenar su carácter. Anteriormente era un príncipe en el palacio egipcio, ahora pastoreaba un rebaño, aprendiendo paciencia y humildad, y adquiriendo espontáneamente un carácter humilde. Por cuarenta años cuidó de sus ovejas en el frío que congelaba y en el calor que quemaba. Las pruebas severas y el sufrimiento que experimentó fueron para desarrollar su carácter, para lograr que fuera humilde, adaptable, perseverante, paciente y sensible.

  Además, un pastor debe tener cierto sentido de responsabilidad y un corazón para cuidar; tiene que ser fino y cabal. Un pastor tiene que guiar a su rebaño conforme a las necesidades que tiene el rebaño de beber, apacentar, descansar y moverse. Luego, debido a sus cuarenta años de entrenamiento en el desierto, Moisés pudo guiar a los israelitas por cuarenta años. Él aprendió sus lecciones por cuarenta años, así que pudo guiar por cuarenta años. Esto nos muestra hasta qué punto Dios podía usarlo, dependía de cuánto su carácter se había desarrollado ante el Señor. No hay duda de que el Dios que llenó a Moisés era ilimitado; sin embargo, la habilidad de Moisés de testificar y ministrar al Dios que lo llenó, estaba basada en el carácter que desarrolló durante sus años de pastoreo.

  Es claro que más adelante, cuando Moisés llegó a ser el siervo más grande de Dios, su carácter fue muy fuerte y capaz, así como fino, cabal y compasivo. La ley de Moisés es muy alta y está llena de detalles. Cuando habló de las ofrendas, hasta dio instrucciones de cómo manejar el estiércol. Discutió plenamente cómo tratar con los problemas que puede enfrentar una mujer antes de estar comprometida, después de estar comprometida pero antes de casarse, y después de estar casada. Cuando vuelva a leer el Pentateuco de Moisés, note que su carácter era fuerte y transparente; al mismo tiempo también era fino, cabal y adaptable. Ésta es la razón por la que el fuego de Jehová podía arder y manifestarse en él.

  En Deuteronomio él relató eventos desde el tiempo en que los israelitas recibieron la ley hasta los últimos días de su vida. ¡Cuán minuciosa era su memoria! Su compasión hacia los israelitas muchas veces era más profunda que la de una madre. Con tal carácter, no es de extrañar que el fuego de Dios pudiera arder en él. ¿Pertenecía todo esto a la vida espiritual de Moisés? Aquellos que no conocen a Dios pueden decir que sí; pero en verdad fue un asunto relacionado a su carácter. Debido a que Dios se manifestaba a través de él, Dios tenía que ser la vida, pero Moisés necesitaba un carácter que pudiera sostener la manifestación de Dios.

  Menciono esto repetidamente debido a que a lo largo de los siglos los que sirven al Señor han descuidado el asunto del carácter. Levantarse temprano en la mañana no es un aspecto de la vida espiritual; tampoco lo es recordar aquello que las personas le han encargado. Éstos son asuntos del carácter. La vida espiritual es el Cristo que ha sido constituido en usted, el Cristo que ha visto, el Cristo que ha conocido, el Cristo con el cual está lleno. El punto que queremos ver aquí es éste: si ha visto a Cristo y está ministrando Cristo a otros, ¿qué tipo de carácter debe tener para poder ser útil?

  Ahora llegamos a Pablo en el Nuevo Testamento. ¿No creen que al leer las catorce epístolas de Pablo tocan un carácter especial? ¿No perciben en ellas a un hombre que es tierno, que ayuda, que se adapta y que es franco? Él estaba lleno de Cristo, y el fuego de Cristo ardía dentro de él y sobre él. Sin embargo, lo que las personas percibían era un carácter diligente, una mente que trabajaba, una persona lista para hablar con franqueza, uno que cuidaba de otros y que estaba dispuesto a adaptarse a otros. Estos puntos del carácter constituyen la persona de Pablo. A veces podía ser extremadamente severo. Una vez preguntó: “¿Iré a vosotros con vara, o con amor y espíritu de mansedumbre?” (1 Co. 4:21). En otros momentos estaba lleno de gentileza. También preguntó: “¿Quién está débil, y yo no estoy débil? ¿A quién se le hace tropezar, y yo no ardo?” (2 Co. 11:29). ¡Qué persona tan responsable y concienzuda era él!

DEFICIENCIAS EN NUESTRO CARÁCTER

  Regresemos para considerarnos a nosotros mismos. He mencionado que la pereza es una gran deficiencia en nuestro carácter. Especialmente en cuanto a hermanos y hermanas jóvenes, si no edifican un carácter diligente, su trabajo no tendrá futuro. Como mucho, sólo será una flor bonita para que las personas la admiren; difícilmente podrá ser un vaso para suplir a los hijos de Dios. Aunque puede que conozca la cruz, a Cristo y al hombre natural, si no es lo suficientemente diligente, le será difícil ministrar Cristo a otros. Cristo será anulado por su pereza. Si no creen mis palabras ahora, las creerán dentro de veinte años. No sabe cuántas cosas usted echará a perder por la falta de diligencia en su carácter.

  Muchas personas están dispuestas a encargarse de las tareas grandes pero no las pequeñas. Esto también es una deficiencia del carácter. Si desea hacer solamente las cosas grandes y no las triviales, está acabado. Cualquiera que es útil en las manos del Señor tiene que ser completamente amplio por un lado, y extremadamente fino por el otro. Así como la ley de Moisés. Debe hacer bien los trabajos menores, y también debe llevar a cabo los encargos más grandes. Su carácter necesita ser disciplinado en este punto. Si encuentra placer solamente en predicar al Cristo todo-inclusivo y Su muerte todo-inclusiva en la cruz, pero no está dispuesto a encargarse de tareas triviales en su vida diaria, hay una deficiencia en su carácter.

  Además, existen aquellos que son descuidados en todo; esta característica los hace inapropiados para el uso de Dios. Ustedes deben adaptarse a otros, pero no deben tolerar el descuido. Si usted dio un mensaje pobre la noche anterior, no se puede excusar y dejarlo pasar descuidadamente. Debe condenarse a sí mismo, comprendiendo que no fue aceptable. A esto se le puede llamar una actitud progresiva. Algunas personas no tienen esto en su carácter y por ende no son útiles al Señor.

  Algunas personas son irresponsables. Además, su irresponsabilidad es espontánea y no intencional. Si se le pidiera a uno de ellos que sea un anciano, es posible que acepte, pero lo hará con un sentido de responsabilidad superficial. No pondría sobre sus hombros a las personas, las cosas ni los asuntos de la iglesia. Parece que cualquier cosa que se le encomienda se pierde o se desaparece. Solamente cuida de las cosas que se encuentra por casualidad. Esto se debe a que carece de un sentido de responsabilidad. Una persona inconsciente que sirve al Señor no puede esperar ser de ayuda a otros. No solamente debemos amar y cuidar a las personas, sino también aprender y practicar delante del Señor a ser conscientes. Una vez se nos encomiendan ciertos asuntos de la iglesia, nuestro corazón debe estar puesto en ellos. Debemos llevar en nuestro corazón a aquellos por quienes oramos. Aprendan a tener un sentido de responsabilidad.

  No hay necesidad de más ilustraciones. Si verifica con usted mismo, verá que aún hay muchas áreas de su carácter que no sirven para el Señor. Al ser uno que carece de las muchas cualidades que son útiles al Señor, debe emplear suficiente tiempo en ejercitarse a fin de edificar su carácter. Solamente entonces le será útil a Él.

  Nunca piensen que es más fácil ser uno que vigila la iglesia, predicar el evangelio o salvar almas, que hacer negocios mundanos. Esto es absolutamente falso. Al principio cuando fui salvo, aunque todavía no había recibido el llamado del Señor, por Su gracia, ya disfrutaba la lectura de la Biblia, iba a reuniones y, a veces, predicaba el evangelio. Conocí a un compañero de clases que había perdido su empleo por causa de su temperamento y su personalidad. Él vino a verme y me preguntó: “Tu estás relacionado con cierta denominación; ahora que perdí mi trabajo, ¿podrías recomendarme a ellos como predicador?”. Cuando escuché esto me quedé mudo. La suposición común hoy en día es que es más fácil predicar el evangelio y servir a la iglesia que hacer cualquier otra cosa; parece que no hay necesidad de un carácter apropiado y que tal trabajo se puede hacer de manera descuidada. Me dijeron que cualquiera que haya sido predicador por tres años no es capaz de hacer otra cosa. Debemos avergonzarnos de estas cosas.

  Tenemos que ver que para servir al Señor, predicar el evangelio, vigilar la iglesia y salvar almas, el mayor de los requisitos es tener un carácter humano apropiado. Para hacer estas cosas, más que para cualquier otro tipo de trabajo, se requiere diligencia, seriedad, perseverancia, valor, sacrificio propio, negarse a uno mismo, solicitud, consideración, ser progresivos y mejorar diariamente. Si estas cualidades no están en su carácter, será de poca importancia el estar disponible o no para el servicio del Señor.

  Por lo tanto, a fin de servir al Señor, predicar el evangelio y para establecer iglesias, tiene que edificar un carácter que sea útil al Señor. En su vida diaria necesita atender y aprender diligentemente todo lo relacionado al carácter, ya sea grande o pequeño. No debe colocar su ropa o sus libros descuidadamente; todas sus pertenencias deben tener su propio lugar. Esto le ayudará a edificar un carácter exacto de manera que no haga cosas de manera confusa y descuidada. Tiene que practicar ser exacto, sin hablar descuidada ni inexactamente, hasta recordar con precisión las palabras de la Biblia y sus referencias. Necesita cultivar su sentido de responsabilidad y formarlo en su carácter. Entonces, cuando administre la iglesia, no hará nada descuidadamente, puesto que ya estará consciente hasta cierto grado. Que el Señor tenga misericordia de nosotros para que podamos comprender qué tipo de carácter es útil para Él.

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