
La obra o servicio de una persona está completamente relacionada con su carácter. Tal como sea su carácter, así será su manera de hacer las cosas y así será su obra. Muchas de las dificultades que tenemos como servidores provienen de nuestro carácter. Claro está, que algunos de nuestros problemas son espirituales y otros son emocionales. Sin embargo, la mayoría de los problemas son causados por nuestro carácter. Por lo tanto, mientras aprendemos a servir al Señor necesitamos, por una parte, mantener una comunión constante con Él y confiar en Su gracia; y por otra, necesitamos tomar medidas severas con respecto a nuestro carácter.
Cada uno de nosotros tiene la responsabilidad de tomar medidas con respecto a su propio carácter. Parece que no le es fácil al Espíritu Santo hacer esto por nosotros. Tampoco podemos decir que el Espíritu Santo no toca o interfiere con los asuntos de nuestro carácter, tales como la manera en que nos comportamos y hacemos las cosas, pero estaríamos muy equivocados si esperamos que el Espíritu Santo edifique un buen carácter por nosotros. El Espíritu Santo no hace mucho en esta área, y aún cuando lo hace, necesita de nuestra plena cooperación.
Algunos hermanos tienen problemas con su carácter. Nunca terminan cabalmente la tarea que se les ha puesto en sus manos. Después de todos sus esfuerzos, siempre queda un “rabo”. Éste es un problema de carácter. Algunos llaman a esto un problema de hábito, pero no creemos que ésa sea una descripción adecuada; más bien, preferimos llamarlo un problema de carácter.
Uno que sirve al Señor necesita tener un carácter bueno que le guste tener contacto con la gente. A algunos por naturaleza les gusta relacionarse con otros, pero esto es algo natural. Al no estar en resurrección de nada sirve. En nuestro servicio necesitamos que Dios nos quebrante al grado que nos guste tener contacto con la gente. Hablando en términos que no son espirituales, necesitamos tomar medidas con respecto a nosotros mismos y obligarnos a tener contacto con las personas.
Le pedí a un hermano que me dijera cuántos santos del exterior habían venido a la conferencia y también le pregunté si había hablado con ellos. Él me dijo que sólo había hecho contacto con dos santos de Hong Kong y otro de Indonesia; además no conocía sus nombres. No piensen que estoy exagerando. Es aquí donde yace nuestro problema. Creo que este hermano me permitiría decir que tener contacto con la gente no es algo fácil. Este problema no es sólo de este hermano, sino también nos afecta a todos nosotros. Mientras estamos aquí en este entrenamiento, muchos hermanos jóvenes que sirven al Señor están comiendo en el mismo comedor y son entrenados en el mismo salón de clases que los demás. Los hermanos que vienen del exterior han venido no sólo para escuchar mensajes, sino también para buscar comunión. Por regla general, todos deberíamos sentir la responsabilidad de tener comunión con ellos y de ayudarlos. Pero lamentablemente, nos encontramos con un muro sólido que el Espíritu casi no puede derribar. Simplemente no tenemos el carácter para hablar con la gente.
Hermanos, si fuéramos más quebrantados o si hubiéramos aprendido más acerca del temperamento espiritual adecuado, hoy recibiríamos aún más gracia. La gracia no parece ser muy contagiosa entre nosotros debido a que estamos demasiado distantes los unos de los otros. Debemos permitir que la gracia nos contagie hasta que fluya entre nosotros al máximo. Sin embargo, según mi observación, todavía hay muchas separaciones entre nosotros.
A ciertos hermanos y hermanas, no es que no les guste tener contacto con otros, sino que sólo les gusta relacionarse con unos cuantos hermanos con los cuales son íntimos. Por ejemplo, al hermano Wu le gusta mucho hablar con el hermano Chow, y al hermano Chow también le gusta mucho contactar al hermano Wu. El hermano Chow no sólo conoce el nombre del hermano Wu, sino que lo conoce bien por dentro y por fuera. No hay nada del hermano Wu que él no conozca. Sin embargo, con respecto a los hermanos de Indonesia, le da igual si se apellidan Liu o Wang. Tampoco recuerda bien cuántos son los hermanos que hay aquí de Manila o de los Estados Unidos. Él no sabe en qué cuarto se están hospedando. Después de haber estado con ellos por meses, ni siquiera les ha preguntado sus nombres. ¿Cómo podemos servir al Señor con esta clase de carácter?
Durante el entrenamiento en Kou Lin en 1948 y 1949, el hermano Nee nos dijo en una de las lecciones que para ser útiles en la mano del Señor, necesitamos tener interés en las personas. Nos debe gustar estudiar a las personas y tener interés en ellas. En particular, siempre debemos tener contacto con los nuevos. Cuando una persona así ayuda a los nuevos, está feliz. Se acontenta con sólo hablarles. Necesitamos tener esta clase de temperamento; de otro modo, nuestro servicio será frustrado grandemente.
Debemos llegar temprano a todas las reuniones. Si la reunión comienza a las siete y media, debemos llegar a las siete. ¿Por qué necesitamos llegar temprano? Debemos llegar temprano para esperar a las personas. Vale la pena tener contacto con la gente, aun cuando lo hagamos por sólo cinco o diez minutos. Hay que tener contacto no sólo antes de la reunión, sino también después de ella. Si tenemos contacto con dos personas antes y después de la reunión, en la semana habremos hecho contacto con al menos diez personas en cinco reuniones. Quizás algunos digan que esto es demasiado mecánico. Pero no es así, si se tiene esta clase de carácter, sentirá que esto es algo muy espontáneo. En cada reunión tendrá contacto con una persona al llegar y con otra al salir. Algunos dicen que los santos se van inmediatamente después de la reunión. Si éste es el caso, ¿por qué no salir caminando con ellas por cierta distancia? Podría acompañarlos desde el salón de reunión hasta la calle y conversar un poco con ellos, preguntándoles acerca de su trabajo y de su condición ante el Señor. Recuerden que a veces conversaciones tan sencillas como éstas son de mucha ayuda para las personas.
Al ponerse en contacto con la gente no sean muy oficiales ni muy formales. No digan: “Ahora le sirvo al Señor y saldré a visitar a las personas de tres a cinco de la tarde todos los lunes, miércoles y viernes. Mi vivir está regulado y tengo que esperar hasta que sean las tres en punto todos los lunes, miércoles y viernes. Tampoco saldré a visitar a la gente antes de haber orado de rodillas por diez minutos”. Al final, ya que nadie parece estar en la casa, usted regresa vacío. Al pensar en esto tal vez considere que fue una verdadera disciplina del Espíritu Santo, porque las personas que deseaba visitar no estaban en casa. En realidad, esta clase de servicio es formal y burocrático. Nadie tendría éxito o ganancias en los negocios, con esta clase de método. Muchas veces los mejores negocios se efectúan en una cancha de tenis al jugar un partido o mientras toman una taza de café en un restaurante.
Hermanos, tienen que aprender a tener esta clase de carácter; de otro modo, créanme, serán de poco uso. Tener contacto con el Señor es una cosa y tener contacto con la gente es otra. Nuestro contacto con el Señor nunca debe reemplazar nuestro contacto con las personas. Cuando nuestro Señor Jesús estuvo en la tierra, siempre mantuvo estas dos clases de contacto. El Señor nunca fue a ningún lugar sin tener contacto con la gente. Adondequiera que Él iba, tenía contacto con otros. Si no tenía contacto con alguien, era algo intencional conforme a la voluntad de Dios, porque Él vivió bajo el gobierno de la voluntad de Dios. Él tenía contacto con las personas en todo lugar. Adaptaba Sus mensajes a las volubles circunstancias hablando las palabras adecuadas para cada tipo de persona y para cada ocasión. Su hablar nunca fue monótono o fijo, tampoco fue según una fórmula definida. Él estaba disponible en todo momento, por lo tanto, Él podía dar gracia en todo momento y podía tener contacto con todo tipo de personas.
Algunos hermanos tienen la actitud de que han aprendido a tener la comunión interior; por lo tanto, sienten que actividades, como la de salir a tener contacto con las personas, es sólo para aquellos que les gusta lo emocionante, por consiguiente, se lo dejan a otros. Este concepto está equivocado. Permítanme preguntar, ¿qué lección aprendió el Señor Jesús? Cualquier lección que usted aprenda debe estar en la esfera de tener contacto con la gente. Tengan contacto con la gente en todo momento. Cuando estoy con un hermano de mayor edad, aprendo de él. Cuando me reúno con jóvenes, les doy alguna ayuda. Si tuviéramos esta condición en la iglesia, ¡cuánta bendición tendríamos! Debido a una práctica tan pequeña como ésta, se introducirían muchas personas a la iglesia y se encendería un fuego.
Muchas veces, después de la reunión de la mesa del Señor, vi cómo los hermanos y las hermanas se iban uno a uno. Esto me trajo a la memoria la escena en Juan 8, cuando el Señor Jesús dijo: “El que de vosotros esté sin pecado sea el primero en arrojar la piedra contra ella”. Cuando oyeron estas palabras, los judíos salieron uno a uno, comenzando por los más viejos hasta el último. Es raro ver a dos hermanos o a dos hermanas hablando; aun cuando hablan con alguien, sólo lo hacen con los que están más familiarizados y rara vez buscan a otros. Éste es un problema muy serio.